Verdad o reto?

Creo que lo único que puede llevarme al extremo de acabar con la vida de alguien sería que esa persona haya provocado un daño profundo e irreversible a una persona que quiero. La verdad es que quiero a muy poca gente, por ello protejo con mi vida a aquellos que creo que valen la pena.

Disponiendo de un plano vertical, amarraría a mi víctima de modo en que quede de pie ligeramente suspendido sobre sus brazos y su torso, para beneficiar la circulación hacia las piernas y así evitar que se desangre.
Con un bisturí bien afilado rebanaría finas tiras de piel a lo largo de su pecho, brazos, piernas, mejillas y genitales, y abriría una a una las heridas una vez que estas den señas de cicatrizar, exponiendo las mismas a toda clase de situaciones que aumenten la posibilidad de sepsis. Luego esperaría pacientemente a que sus infecciones se compliquen hasta que muera envenenado por su propia sangre (choque séptico), o bien por inanición, ambas son buenas.
Pero cada día de lo que le reste de vida en mi poder, le recordaría una y otra vez, mañana tarde y noche, el motivo por el cual se encuentra en esa situación.

Una vez difunto, retiraría todo el tejido necrosado e infectado y los fluidos, descartandolos a lo largo de los desagües pluviales excavados en cuadras circundantes (recordad que vivo en el campo). El resto lo trocearía y cocería en agua con cereales, y lo vendería a los propietarios de chanchos de la zona arguyendo que es un caballo que pereció por vejez.
La ropa y objetos personales que puedan haber caído en mi poder, serían quemados junto con las hojas de mi jardín, que no son pocas.