El experimento del futuro (fanfic!)

Había una vez, por el año 3000 o algo así, un maligno imperio de maldad que llegó a la Tierra en sus anticuadas naves espaciales para luego freír a cada humano que se cruzaran con sus malignos rayos láser, hasta que toda la humanidad se convirtió en una gran bandeja de papas fritas humanas. Ese fue el fin del mundo como lo conocemos.

“Den...”

Bueno, lo hubiera sido de no ser por la existencia de un puñado de sobrevivientes humanos que se escondían bajo tierra. Eran la anticuada resistencia, todos y cada uno de ellos eran ridículamente débiles. Comparados con los invencibles monstruos extraterrestres, no eran más que cucarachas.

“Den...”

Pero aún cuando era obvio que jamás podrían detener la invasión, sorprendentemente lo lograron, después de averiguar que aquellos extraterrestres eran mortalmente alérgicos a los pastelillos.

“¡Den!”

Y así, los humanos ganaron y todo volvió a su no tan justo orden.

“¡DEN!”

Fue entonces cuando ella levantó la vista de su libro de historietas, mientras volteaba hacia el hombre de mirada indudablemente estupefacta que estaba sentado junto a ella, en aquel vagón de aquel oscuro y mugroso metro.

“¿Sí?” respondió, de lo más educada.
“¿Me estás escuchando?”
“¿Qué?”
“Que si me estás... hum...” él suspiró “No importa”
“¿Qué? ¿Qué? ¿Qué me decías?”
“Me preguntaste adónde íbamos ¿Recuerdas?”
“Sí... Vamos a ver a mi... tía ¿No?”
“Así es”
“Pero, papá... no lo entiendo, quiero decir ¿No era que ustedes se odiaban?”
“Bueno, eso intentaba explicarte, al menos hasta que noté que estabas distraída con eso”
“¡Lo siento! ¡Me estaba matando el suspenso! ¡TENÍA que terminarlo!”
“¿Qué es, por cierto?”
“Algo de... ciencia ficción”

Ella cerró el libro de historietas y lo metió de vuelta en su mochila, como si de repente se le hubiese ido el interés.

“¿Esto tiene algo que ver con tu ascenso?” preguntó, después de un silencio bastante largo y de hecho incómodo.
“Algo así”
“¡Cielos! ¿Te dieron vacaciones? ¿Un auto? ¿Una bonita casa?”
“Me transfirieron. Sólo me transfirieron”
“Bueno, de todos modos es sólo el principio ¡Podrían darte todas esas cosas geniales después! ¿No te alegras?”
“Sí... me alegro...”

A estas alturas había algo importante que mencionar. No sólo que el nombre de esta chica espantosamente adorable era Den, también que su padre era, de hecho, un fracasado. Un completo fracasado. No podía decírselo a su tierna hijita, pero en realidad no había ningún ascenso, mucho menos una transferencia. Lo habían despedido esa mañana. Por ser irritante.

“Escucha, Den... tengo cosas que hacer, cosas muy importantes”
“Ajá”
“Y voy a estar ocupado. Muy muuuuy ocupado”
“Ajá”
“¿...sabes qué significa eso?”
“Ahora mismo estoy siendo un estorbo y por eso vas a dejarme con mi tía”
“No, no, no es que...”
“Está bien, lo entiendo”
“En serio, si todo sale bien entonces por fin podremos vivir mejor ¡Ya verás!”

Den volvió a mirar hacia arriba, echándole un vistazo a la sonrisa casi patética de su padre.

“Seguro que sí” dijo, intentando sonreír también.

Él era tan tan ingenuo.

El metro se detuvo. Ella le tomó la mano mientras bajaban, antes de ser tragados por la multitud. El resto del viaje fue simplemente a pie, hasta llegar a la cuadra donde estaba aquella casa.

“Ya me tengo que ir” dijo él, sin siquiera golpear la puerta “Luego te llamaré, lo prometo”

Ella le apretó con fuerza la mano, antes de que se soltara y se alejara. Den suspiró y se acercó para tocar el timbre. Y así fue como uno de los comienzos más horribles del mundo... comenzó.

“¡Y-ya vooooy!”

La puerta se abrió un poco.

“¿S-sí?” balbuceó aquella misma vocecita nerviosa desde el otro lado.
“Hola...” farfulló Den, saludando tímidamente con la mano.

Entonces la puerta se abrió del todo y salió a recibirla una niñita diminuta, cuyos enormes y brillantes ojos parecían estar a punto de saltarle de la cara.

“¡Oh! ¡H-hola, a-adelante!”

Y al parecer le encantaba tartamudear.

“¡Den ya llegó!” anunció, mientras Den entraba y cerraba la puerta tras su espalda. Pero no hubo respuesta. La niñita diminuta se volteó y le indicó a Den que la siguiera, llevándola a una sala bastante grande. Y en el medio de esa sala, había un ENORME televisor. Y frente a ese televisor, había un sillón. Y naturalmente había alguien sentado en ese sillón. La niñita diminuta se acercó con cautela.
“Den ya llegó” repitió, y entonces aquella figura sombría, alta y delgada se puso de pie.
“Den...” susurró.
“S-sí, Den...”

La figura encendió la luz, lo que la volvió enteramente visible. Era una mujer. Una mujer cuyo cabello tenía un extraño color púrpura, y cuyo rostro mostraba una de las más intimidantes miradas que se hubieran visto jamás. Y justo ahora, esos ojos mortíferos examinaban a la recién llegada de pies a cabeza.

“Ah... Esa Den”
“Eres mi... ¿Tía?” titubeó ella.

La espeluznante mujer se acercó, aún mirando a Den, para luego tomarle las mejillas con sus garras, emitiendo una especie de gruñido de desaprovación.

“Tienes cara de ser irritante” murmuró, con un evidente fastidio “Realmente espero que no lo seas, a menos que quieras que me enoje de verdad”

Den tragó saliva. Si ahora no estaba enojada, ni quería imaginar lo que sería eso.

“Y haz algo con ese nido de ratas que tienes en la cabeza. Es repugnante”

Luego regresó a su sillón, nuevamente concentrándose en el todopoderoso televisor, mientras Den se pasaba la mano por su peinado alborotado con algo de angustia.

“E-el corte comercial ha terminado” dijo la niñita diminuta “Ahora no esperes que hable hasta el próximo. Y por favor no la molestes”
“Está... ¿Bien? Por cierto ¿Quién eres tú? Quiero decir, debes ser mi prima pero...”
“No. No tengo hijos” interrumpió la mujer, sin siquiera voltear, y la niñita diminuta miró al suelo con tristeza. Después ambas salieron de la sala.

“Mi nombre ¿Verdad? Es Kiki”

Den no pudo contener una risita.

“¿Kiki?”
“Kiki. Suena muy gracioso ¿No?”

Aquel tono deprimido bastó para frenarla.

“Y... ¿Dónde dejo esto?” preguntó Den, mostrándole la mochila.
“B-bueno, está el ático...”
“De acuerdo”
“Por aquí”

El ático era bastante espacioso y un tanto oscuro, con tan sólo una ventana, un sillón y una mesa.

“P-perdón, está lleno de polvo. Le comenté a ella de tus alergias pero no pareció importarle así que... hum... ¿Traigo desinfectante?”
“Y una manta si es posible”
“Está bien, ya vuelvo”

Den se asomaba por la ventana. Tenía una bonita vista del exterior, eso era algo. O al menos hasta que un pequeño elefante rosa se le plantó en frente de la cara. Más específicamente, la mano de Kiki sacudiéndole un elefante rosa en frente de la cara.

“¡Aaaaaaw! ¡Todo estará bien, no estés tristeeee!” dijo.
“¿De qué hablas? No estoy triste” respondió ella, confundida.
“¿Ah? ¿No lo estás?”
“¿Por qué habría de estarlo?”
“P-por mudarte así tan de repente... ¿No extrañas tu viejo vecindario? ¿Tu vieja escuela? ¿Tus viejos amigos?”
“No en realidad. No tengo amigos”
“¿QUÉ? ¿¡En serio!? ¿P-pero POR QUÉ?” chilló Kiki, que de ninguna manera parecía querer aceptarlo. Den sólo se encogió de hombros.
“La gente tiende a ignorar lo extraño e inusual” dijo.
“¿...y?”

Era obvio que Kiki no era precisamente lista.

“Yo soy extraña e inusual”

Entonces los ojos de la niñita se abrieron al extremo, un poco más y se le caían.

“P-pero no pareces extraña”
“Es lo que normalmente creen los maestros cuando ven que no le hablas a nadie y sólo te sientas a leer”
“Te gusta... ¿Leer?”
“Mucho”
“¡E-es eso! ¡Eres ñoña! ¡Nadie sería amigo de un ñoño, tienes que dejar ese hábito!”
“¡En serio no lo entiendo! ¿Por qué rayos es tan grave no tener amigos?”
“Te vuelve antisocial”
“¿Y qué?”
“¡Los antisociales son fenómenos!”
“Sí, claro...”

Kiki tomó su elefante rosa de peluche y prácticamente se lo frotó a Den por toda la cara.

“¿Q-q-qué haces con ESO? Oye... ¡OYE! ¡ALÉJALO!”
“¡Si no te gusta la gente al menos sé amiga de él! ¡Anda, dale un abrazo!”
“¡N-no! ¡NO! ¡Me va a dar alergia! ¡KIKI!”
“¡Abrázalooooo! ¡No quiero que seas un fenómeno!”
“¡NOOOO! ¡Hace que me sienta mal, por Dios, SUÉLTALO!”
“¡ABRÁZALOOOO!”

En un impulso nervioso, Den arrojó lejos el peluche de un manotazo, de modo que voló por la ventana y siguió volando...
Ambas niñas se asomaron a la ventana para ver al elefante destrozarle la ventana a la casa de enfrente.

“¡HUGOOOOOOOOOO!” lloraba Kiki, estirando los bracitos en vano.
“¡Tranquila, tranquila! ¡Iré por él!” exclamó Den, espantada, pues todo ese ruido podría molestar a su... tía.
“¡N-no! ¡No puedes!” gritó la niñita diminuta, tirándole de la ropa antes de que pudiera irse.
“¿Por qué no?”
“¡Es un vecino!”
“Ajá... ¿Y entonces?”
“Los vecinos siempre son tipos amargados y llenos de odio. O-ólvidalo, nunca volveremos a ver a mi elefante”

Den ahogó una risita, haciendo que no con la cabeza.

“Así es, es un vecino” dijo “Lo cual significa que es un sujeto que vive enfrente de tu casa y nada más, no te va a comer viva. Quizás se queje por la ventana rota o algo así, y si eso pasa será mi culpa. No tienes por qué asustarte”
“¿E-estás segura?”
“¡Por supuesto! No es tan terrible, he visto sanguijuelas carnívoras, demonios de jardín, electrodomésticos poseídos, vampiros que se esconden en el subterráneo... y créeme, esto no es nada comparado con eso”
“¿¡Q-qué!? ¿¡En serio viste todo eso!?”
“Bueno, de hecho lo leí”
“¿...qué cosas lees tú?”
“En fin... ¡Ya vuelvo!”

Y así, Den salió y cruzó la calle, dirigiéndose a dicha casa.

“¿Adónde fue?” inquirió la tía ateradora, ni bien Den se fue y Kiki volvió a la sala.
“Este... A-a buscar algo que se nos cayó por la ventana” contestó.
“¿Sólo así?”
“Sí... ¿Por qué?”
“Creí que se sentía tan perseguida que ni siquiera le gustaba salir”
“¿Q-qué? No... No puede ser ella, parece normal... Bueno, algo”
“Se nota que no viste sus cuadernos. Están llenos de monstruosidades. Deben ser todas las estupideces que le dan miedo y ni siquiera existen. Si te parece normal debe ser porque hace poco empezó a ir al psiquiatra”
“Y-ya veo... ¿Y por qué no me habías dicho eso antes?”
“Porque ¿A quién le importa?”

Mientras tanto, en la casa de enfrente, Den le daba golpecitos nerviosos a la puerta. Nada. Volvió a tratar. Nada. La tercera vez golpeó más fuerte. Después de la cuarta por fin se abrió la puerta, pero no había nadie.

“Este... ¿Hola?”

Silencio.

“¿Holaaaaa?”
“Quién eres tú...”

Den dio un respingo y finalmente vio a quien ahora se acercaba.

“¡Ah, hola! Mi nombre es...”
“Y más importante...”
“¿Eh?”
“¿¡CÓMO ENTRASTE A MI B... CASA!?”

Entonces lo vio bien, aparte de percatarse de lo ridículamente aguda que era su voz. Si eso era un hombre, era uno bien bien raro.

“Señor... sólo estoy aquí en el umbral, la puerta se abrió sola, es todo”
“¿¡Es todo!? ¿ES TODO? Como sea... ¿Qué diablos quieres?”

Para empezar ¿Era común ponerse a gritar de la nada? Y por sobre todo ¿Qué clase de persona tenía como tres o cuatro tics nerviosos a la vez?

“Mire, señor, debe haber una chuchería de peluche en su...”
“¿Chuchería?” interrumpió él, sacando al reconocible elefantito rosa de alguna parte “¿Te refieres a ESTO?”
“¡Sí, eso! ¡Gracias, señor!”

Pero antes de que ella pudiera tomarlo, él alejó fugazmente la mano.

“¡Entonces fuiste tú! ¡FUISTE TÚ, FUISTE TÚ, FUISTE TÚUUUUUUUUUUUUUUUU!”
“¿Q-qué cosa?”
“¡TE MALDIGO Y A ESTA... COSA! ¡LOS MALDIGO A AMBOOOOOOOOOOOS!”
“¡Oiga! Sólo devuélvamelo ¿Sí? No tiene que...”
“¡SILENCIO, ASQUEROSA LARVA HUMANA! ¡Tú atacaste mi ventana! ¿Cierto? ¿CIERTO?”
“Bueno, sí... yo lo arrojé pero fue un accidente ¿De acuerdo? ¡Lo siento!”
“¡Tus insignificantes palabras no servirán de NADA! ¡Y SÉ que NO fue un ACCIDENTE!”
“¿Qué? ¿QUÉ? ¡Sí lo fue!”

Entonces aquel extraño hombrecito se acercó aún más, poniendo una de sus extrañas manos sobre la cabeza de ella, y deslizando sus extrañamente puntiagudos dedos hacia abajo hasta alcanzar uno de sus ojos, casi como si fuera a arrancárselo.

“Odio las ratas, y más cuando chillan de esa forma” musitó, súbitamente tranquilo “Si pudiera te desintegraría ahora MISMO”

Den se había llevado una mano al bolsillo para sacar un yoyo y tirarlo por ahí a ciegas, con lo que consiguió darle a los adornos raros del jardín.

“¡OTRO INTRUSO!” gritó, señalando a cualquier lado, y una vez que él se volteó, le quitó el elefante y salió corriendo.

“¿Qué qué? ¡EY!”

Pero Den ya estaba cerrando la puerta de la casa de su tía.

“¡NO TE OCULTARÁS PARA SIEMPRE!”

Y Den ya jadeaba contra la puerta. Y tanto Kiki como su tía la miraban fijo.

“Traje... ¡Traje el elefante!” anunció Den, de lo más contenta, ignorando que obviamente ambas habían oído el escándalo de afuera. Luego de dárselo a Kiki se fue a su cuartito en el ático la velocidad de la luz.

“¿Lo ves ahora, Kiki?”

Y Den se estaba apoyando contra la puerta del cuartito con una expresión sumamente confundida.

“...larva humana?”

Bueno, después de todo este comienzo no fue tan malo. Una niña se mudó a la casa de su horrible tía para luego encontrarse con que su vecino es aún más horrible.
Esperen... Eso ya es bastante malo...
Como sea, esa misma noche cenaron pizza. SIEMPRE cenaban pizza ahí, como supo Den poco después de tener un ataque de naúseas que de hecho no contribuye nada a la trama y no hizo falta mencionar. Aunque esa misma noche no cenó, ni habló. Algo parecía perturbarla, algo que Kiki no podía entender y que a su tía no podría importarle menos. Algo que ni siquiera le mencionó a su padre cuando más tarde hablaron por teléfono. Porque después de todo él esperaba que estuviera bien, aún cuando era evidente que no le agradaba su tía. No podía, de la nada, decirle que el vecino de enfrente no parecía ser precisamente normal.

Horas más tarde, después de la medianoche, seguía sin poder dormir. Se había pegado a la ventana. No podía dejar de mirar aquella casa, más ahora que escuchaba montones de chillidos raros que venían justamente de ahí. ¿Oyó mal o alguien pedía a gritos unos tacos?
Habían tantas cosas perturbadoras. Ese temperamento, esos gestos raros, esa piel verde, esa vocecita. Pero nada de eso era lo más pertubador. No, lo más perturbador eran dos simples palabras.

“Larva humana...” susurraba Den de mientras, una décima vez.

“9:00 AM... Nada... 9:01 AM... Nada...”

Horas. Había pasado horas junto a ese maldito contenedor, con esa maldita sustancia que no había cambiado en lo más mínimo. Y aunque eso era lo que había escogido, aunque era su fuerte, seguía creyendo que la ciencia era espantosamente aburrida. Suspiró. Si tan sólo pudiera regresar, aunque fuera por un segundo, a esos días de juventud y demencia cuando solía acechar a un supuesto extraterrestre sin darse cuenta de lo incompetente que era en realidad. Entonces ahogó una risita triste. Era tan pero tan joven.

BIP BIP BIP!

Dio un respingo y tomó el celular. Hablando de los jóvenes...

“¡Buenos días!”
“Hola, hijita ¿Cómo va todo?”
“Bien... Me he dado cuenta de que soy intolerante a la pizza y me provoca naúseas pero aparte de eso, todo está bien”
“Demonios... Esa mujer no come nada que no sea pizza... ¿Estás segura de que estás bien?”
“Por lo menos ahora sí ¿Y tú? ¿Cómo va el trabajo?”
“Bien...”
“¿Vendrás pronto?”

Él suspiró.

“Den... apenas llevas tres días ahí y hablamos cada noche ¿No basta con eso?”
“¡Lo sé, lo siento! Es que me estuve sintiendo tan... insegura”
“Ya te dije que tu tía no te hará nada si no la molestas”
“Sí, sí... Se me olvidó... Lo siento...”
“Descuida”

Ahora ella suspiraba.

“Bueno... Tengo que irme a la escuela”
“De acuerdo, que te vaya bien... En serio”
“Gracias, papá, hasta luego”

Ambos colgaron.

Él no tenía idea de cómo sería aquella nueva escuela, pero de todos modos aquel vecindario era tan repugnante como el resto de la ciudad, y eso incluía a dicha escuela. Y comparada con toda esa gente descarriada, ella era tan inocente y tan normal. Era por eso que hasta ese entonces la había mantenido en la seguridad de su casa. Estudiaba en casa, jugaba en casa, leía en casa. Pero ahora todo era distinto. Y eso lo preocupaba. Realmente le preocupaba lo que pudiera pasarle a su niñita.

Mientras tanto, Den volvió a asomarse a la ventana para volver a mirar pensativamente hacia la casa de enfrente. La verdadera razón por la que se sentía insegura. Podía oír todos esos chillidos frenéticos que seguían viniendo de ahí. Se estremeció y salió, ni bien escuchó los gritos de Kiki.

“¡Andaaaaaaaaaaaaa! ¡Vamos a llegar tarde!”
“¡Ya voooooooy!”

Y poco después hacían su feliz caminito hacia la escuela. Bueno... quizás no tan feliz. O eso pensó Den cuando a la diminuta y ridículamente adorable niñita se le ocurrió decir lo que justamente no quería escuchar.

“¡T-tenías razón, los vecinos no son tan malos! ¡E-ese señor debe ser muy bueno, tengo que agradecerle por devolvernos a Hugo!”

Den se detuvo en seco, y algo dentro de ella pareció romperse, porque al detenerse hizo un crujido.

“No hace falta... Ya lo hice yo” respondió.
“¡P-pero no es lo mismo! T-también debería hacerlo yo”
“En serio, no es tan importante”
“¡Den! ¿Cómo esperas ser buena persona siendo así de grosera?”
“Mi padre me dijo que no es necesario ser sociable”
“Pero así piensa él porque ya está mal de la...”
“...”
“¿Q-qué? ¿Por qué me miras así?”

Siguieron caminando en silencio hasta llegar a la esquina. Justo en ese momento, alguien desagradablemente familiar la dobló corriendo y eso le hizo chocar contra Kiki, tirándolos a ambos.

“¡MIRA POR DONDE VAS!”

Den dio un violento respingo, se diría que se congeló al oír esa voz. Y sí, ahí estaba él, todavía tirado en la acera.

“¡L-lo siento, lo siento, lo siento!” gimió Kiki, mientras se paraba y se acercaba “¡D-déjeme ayudarle!”
“¡ATRÁS, CUCARACHA!”

Den ya temblaba y se ponía pálida. ¿Por qué, por todos los cielos? ¿Por qué de nuevo tenía que encontrarse con ese hombrecito verde? ¿¿Por qué?? Bueno... al menos parecía que no se podía mover, así que simplemente se aproximó y le tomó una muñeca a Kiki para arrastrarla lejos de allí.

“Oh bueno, si está bien por sí solo larguémonos...” murmuró, llena de nervios. Kiki iba a seguirla, tan espantada como ella, pero ni bien él la notó se paró enseguida y la señaló en un gesto acusador.

“¡TÚ!”

Casi por instinto, Den se volteó.

“¡TÚ!” repitió él, como si ya no estuviese claro “¡LA RATA PSICÓTICA DEFORME QUE INTENTÓ ATACARME CON ESE CERDO!”

Ella respiró hondo antes de responder, tratando de mantener la calma.

“No ataqué a nadie. Tiré eso por accidente. Y es un elefante”

Obviamente la parte de ‘elefante’ estaba de más pero justamente fue la que tuvo más énfasis.

“Me da igual ¡PAGARÁS!”
“¡NO! ¡Por favor!” chilló Kiki de repente.
“¡Kiki!” exclamó Den “Está bien, tengo todo bajo...”
“¡Por favor, por favor perdone a esta loca descerebrada!”
“¡Oh, vamos! Ni te disculpes con... ¿Qué QUÉ?”
“¡S-sólo quería que abrazara a Hugo y lo tiró! ¡Así como así! ¡Pero no quería atacarlo a usted, lo atacaba a él porque es anormal y no le gustan los abrazos!”
“K... Kiki...”

El raro hombrecito verde las miró fijo a ambas.

“¡S-sé que es brutal pero confíe en mí, n-no dejaré que vuelva a ocurrir!”
“Hmmm... No lo séeee...”
“¡Por favor!” insistió la niñita diminuta.
“¡OLVÍDALO! ¡IGUAL ME VENGARÉ! ¡VENGANZAAAAAAAAAAAAA!” gritó él, apretando y sacudiendo los puños.
“¡No, por favor!” gritó Kiki.

Pero no hubo nada que pudiera hacer. Nada evitó que él sacara un cerdo de peluche de su bolsillo y se lo arrojara despiadadamente a Den, quien no tuvo tiempo de esquivarlo y cayó al suelo ni bien la golpeó. Luego él rió como loco y se fue, aún gritando incoherencias.

“¡VICTORIA! ¡VICTORIA PARA ZIIIIM!”

Kiki se había acercado a Den, quien se estaba levantando con cuidado, mientras miraba con fastidio al condenado cerdo y lo pateaba.

“¿E-estás bien?”
“Pero claro, de maravilla”
“Por si acaso... ¿Fue sarcasmo?”
“¿Tú que crees?”

Y siguieron caminando.

“Bueno... Ya tuvo su terrible venganza, supongo que ya me dejará en paz”
“¿V-ves? ¡Eso pasa cuando eres mala con mis peluches!”
“¡Pero en serio! ¡EN SERIO! ¿Todos aquí son así de raros?”
“N-no me pareció tan raro, también me molestaría contigo si rompes mi ventana, m-más si te portas mal cuando todo lo que pido es una disculpa”
“¿...estás bromeando?”
“¿Por qué? ¿Qué pasa?”
“¿Que no viste al tipo? O sea, está bien, cualquiera puede tener una vocecita de niña como esa y todo pero tiene la piel verde ¡VERDE!”
“¿Ahora eres racista?”

Den se estampó la mano contra la frente.

“Kiki... Entiendo que esto sea complicado para ti pero trata de concentrarte... La piel verde no es corriente. Y... tampoco tiene orejas...”

Luego volvió a estremecerse, esta vez abrazándose fuerte.

“¿No has pensado que podría tener una enfermedad grave y por eso está tan frustrado?”
“Bueno... No pensé en eso... Deben ser estos malditos nervios...”

Se volvió a abrazar, aún más fuerte.

“No te preocupes, seguro estarás mejor cuando lleguemos a la escuela. Nadie sabe que eres así aún así que todavía puedes hacer amigos”
“Sí... Espera... ¿Qué quisiste decir con eso?”
“Eeehm ¿Quieres abrazar a Hugo”
“No”

La escuela era justo como Den la imaginaba. Grande, gris y siniestra. Casi parecía una cárcel...
Y era aún peor por dentro. Había montones de pasillos y todos estaban espantosamente limpios y despejados. Y también espantosamente silenciosos. Hasta habían cámaras de vigilancia. Den miraba todo de lo más estupefacta.

“¿...qué clase de escuela es esta?”
“B-bueno, ya me tengo que ir... ¡N-nos vemos! ¡Haz amigos! ¡En serio!”

Y ni bien Kiki se fue, Den se sintió aún más perdida que antes, en el medio de un lugar completamente desconocido. Hasta entonces había estado estudiando cómodamente en su cama. Era la primera vez que iba a una escuela.
Cuando el silencio se volvió perturbador, fue al patio que, efectivamente, estaba lleno de niños gritando, riendo y por sobre todo corriendo. Mientras ellos iban y venían, Den simplemente se sentó por ahí, tomó un cuaderno y un lápiz de su mochila y se puso a hacer... ecuaciones. Algunos se voltearon, señalaron y susurraron cosas. No faltó el anticuado ‘¿Quién es ella?’.
Mientras tanto, en ese mismo patio pero más lejos, alguien más también miraba, pero se ocultaba tras una columna.
Justo en ese momento, alguien finalmente se acercó a Den.

“Oye...”

Den todavía estaba llenando su cuaderno de números y símbolos, agregando más y más ecuaciones.

“Oye, tú...”

Siguió garabateando, exageradamente absorta en su trabajo, hasta que aquel niño se acercó lo bastante como para hacerle sombra, lo cual finalmente la hizo alzar la vista.

“¿Ah?”
“Me preguntaba ¿Qué haces?” inquirió él, confundido, mientras señalaba la página garabateada.
“¿Por qué? ¿Jamás viste a alguien estudiar matemáticas?” respondió ella, quien ya veía venir una cruel burla de respuesta.
“Bueno... De hecho es la primera vez que veo un dibujo hecho de ecuaciones...”
“¿Qué?”

Den miró la hoja, para luego percatarse de que era cierto. Aquellas complicadas ecuaciones formaban líneas retorcidas, y aquellas líneas retorcidas formaban una cara, de ojos enormes, y en la cabeza un par de antenas.

“¿Qué es?” preguntó aquel chico.
“Ni idea, estaba... improvisando” musitó ella, cerrando el cuaderno.
“Y por cierto ¿Eres nueva aquí o qué?”
“Sí, desde hace como cinco segundos”
“Ya veo... En ese caso...”

Él se acercó, de una forma casi sospechosa.

“Asegúrate de que no te vean cuando hagas eso. Podrían tacharte de rara”

Ella levantó una ceja.

“¿De acuerdo?”
“En serio, ten cuidado. Una vez que te conviertes en fenómeno es duro sobrevivir. Sólo pregúntale al último...”

Él se volteó, imitado por ella, hacia un bote de basura cerrado en una esquina, el cual habían sellado con montones de cinta adhesiva. Se podía oír un gemido agudo desde adentro.

“No puedo respiraaaaar...”

Luego Den volvió a mirar al chico, que simplemente asintió con la cabeza.

“¿Ves a lo que me refiero?”

Ella frunció un poco el ceño.

“A fin de cuentas... ¿Qué tendrían de raro las ecuaciones? ¿Es tan malo sentarme a ejercitar el cerebro?”
“¿...quieres que sea honesto?”
“Pues para que sepas me gusta ser así, si alguien tiene algún problema lo ignoraré y ya”
Una campana electrónica empezó a sonar, anunciando el comienzo de la primera clase, mientras Den guardaba su cuaderno y se levantaba para luego irse. Aquel chico la vio alejarse, haciendo que no con la cabeza.

“Está muerta...”

...

“¡BIENVENIDOS! ¡A un nuevo, excitante, super divertido y educativo AÑO!”

Den no sabía qué daba más miedo. Sin duda los pasillos de aquella escuela eran espeluzantes, pero aquella mujer, extremadamente feliz con aquella sonrisa gigantesca era definitivamente algo peor.

“¡Es un gran placer para mí el decirles que hemos recibido estudiantes nuevos este año!”

Ni bien oyó eso, Den, que estaba sentada atrás de todo, escondió la cara detrás de un libro. Lo último que quería era que la notaran. Pero en vez de mirar hacia allá, la maestra se volteó hacia la puerta. Alguien estaba entrando lentamente.

“¡Ah! ¡Ahí estabas, linda! ¡Ven, no seas tímida!”

Den forzó la vista, para no perderse un detalle.

“¡Niños, ella es Zal!”
“Hoooolaaaa Zaaaaal” saludaron los niños, con un tono espantosamente monótono.

Den tuvo que pararse, porque apenas podía ver a la pequeña figura que estaba parada junto a la maestra. En verdad era bajita. Quizá hasta Kiki era más alta que ella.

“Bueno, Zal ¿Hay algo que quieras decirle a la clase?”

La niña negó con la cabeza.

“¡Bien! ¡Ahora siéntate donde quieras! ¡Y ustedes recuerden ser buenos con ella y hacer que se sienta cómoda!”

La pequeña Zal se sentó en la primera fila, mientras Den suspiraba de alivio. El asiento de atrás había funcionado a la perfección, nadie pareció haber notado su presencia.

“Oh... ¡Casi lo olvido! ¡Hay otra estudiante nueva aquí! La señorita... ¡Den! ¿Den? ¿Dónde está Den?”

Hasta ahora...

“Por allá, creo” dijo alguien, claramente señalándola a ella, como para hacerlo más evidente.

“¡Así es, ahí está!” exclamó felizmente la maestra, y también aplaudió por alguna razón “¿Den? ¿Podrías venir aquí y presentarte?”

Simplemente perfecto. Debió bajar el libro para mirar a la maestra y tratar de contestar de la forma más educada posible.

“No, gracias. No creo que tenga algo que decir”

La mujer la miró fijo por unos segundos, después le dio un tic en el ojo y se empezó a reír como loca.

“¡Oh VAMOS! ¡Estoy segura de que tienes mucho que contar!” chilló, prácticamente haciendo que Den saltara de su asiento.
“N-no, en serio...”
“¡VE AHORA! ¡Por favor, gracias!”

Sin querer seguir cuestionando a aquella horrible y posiblemente falsa sonrisa, Den se levantó y fue hasta el pizarrón, temblando un poco porque la maestra aún tenía la vista fija en ella.

“Este... Hola, soy Den”
“Hooooolaaaaa Deeeen...”
“Y... espero no meterme en problemas, gracias”

Luego corrió de vuelta a su asiento.

“¡Deeeeeeeeeeen! ¿Qué estás haciendo?”

Den se paró en seco, tragando saliva.

“Volviendo a mi lugar, señorita maestra...”

Aún con esa sonrisa perturbadora, la mujer alzó un dedo y lo movió de un lado a otro.

“¡No-no! ¡No te escondas ahí, aunque seas nueva, aún así es algo muy grosero escapar de tus compañeros!”
“Pero no es que...”
“¡Ven a la primera fila!”
“Yo...”
“¡POR FAVOR!”
“E-está bien...”

Ni bien se sentó, consiguió ver de cerca a aquella otra chica nueva llamada Zal. Ya no le cabía la menor duda, era muy muy bajita y su cabello largo y oscuro estaba atado en un par de extrañas coletas. También usaba un asquerosamente esponjoso vestidito rosado. Den suspiró. Efectivamente, otra Kiki.
La clase fue larga y aburrida, como cualquier clase. El recreo, sin embargo, iba a ser más interesante.

“¡Hola! ¿Cómo estás?”
“¡Me gusta tu peinado!”
“¿De dónde eres?”
“¿Quieres jugar?”

Era increíble, simplemente increíble. Quizá Den era invisible pero, a diferencia de ella, esa niña nueva llamaba la atención ridículamente rápido. Y ni entendía por qué, ya que era obvio que Zal era tímida. Muy muy muy tímida. De todas formas, al rato, y poco a poco, empezó a hablarle a la multitud. Era lo que algunos llamaban volverse popular, lo cual le provocó a Den una reconfortante sensación de alivio.

“Por fin paz... Ahora sí que nadie me va a notar” susurró “Así que podré seguir haciendo mis cosas de fenómenos... Un momento ¿Qué rayos dije?”

Pero en lugar de eso, siguió mirando al grupo. No se sentía apartada, y mucho menos sentía envidia. Sólo... curiosidad.

“Bueno, bueno, ya déjenla respirar”

Aquella voz la sobresaltó, pues la reconoció enseguida. Era ese niño, ese mismo que se había encontrado antes.

“E-está bien, es bueno saber que todos sean tan amigables aquí” respondió Zal con toda la ternura del mundo.

Den se estremeció. Por alguna razón, toda esa felicidad esponjosa la hacía sentirse incómoda. Así que se levantó y por fin se fue, entrando de vuelta a la escuela para luego dirigirse al salón vacío.

“¿Q-qué haces?”

Se volteó. Hablando de cosas repugnantemente adorables...

“Hola, Kiki. No mucho, sólo... matemáticas... creo”
“No-no, quiero decir ¿Qué haces aquí? ¿No has hablado con nadie?”
“No realmente”

Kiki frunció un poco el ceño, luego se acercó y le dio un golpecito en la cabeza a Den con el pulpo de peluche que traía consigo.

“¡S-s-s-socialiiiiiiiiza!”
“Kiki, por favor...”
“¿C-cómo crees que se sentiría tu padre si te ve a-así?”
“No empieces con eso, todos lo dicen y de hecho mi padre me entiende bastante, no tenemos ningún problema”
“¿En verdad te entiende o pretende hacerlo?”
“Ahora suenas como el psiquiatra” suspiró ella.
“¡P-por favooooor! ¿Aunque sea uno? ¡Tengo una amiga adorable que podría ser tu amiga también!”

Den sabía que no se detendría tan fácilmente, y además habría sido definitivamente cruel –y/o anormal- rehusarse.

“Ya, ya... Está bien...”

Kiki chilló de alegría y le tomó la mano a Den, sacándola del salón de clase a rastras. Corrieron y corrieron y poco después, Kiki paró en un pasillo que estaba lleno de máquinas expendedoras. Y había alguien ahí, bebiendo una lata de... algo en una esquina.

“¡E-ey! ¡Ey! ¡Volví y traje a Den!” gritó Kiki, saludando a la figura con la mano.

Den se congeló. Fue como un ‘¡Toma esto!’, un ‘¡Deja de huir del destino!’, un ‘¡SÓLO CÁLLATE Y ACÉPTALO!’. Porque ahí estaba ella, en frente suyo y aún con esa sonrisita tierna en su cara.

“¡Den, esta es mi mejor amiga Zal!”

Quince minutos y ya eran amigas. No, MEJORES amigas...

“Hola” saludó la niña nueva amablemente.
“Hola...”
“¡Y ahora que se conocen hagamos cosas divertidas juntas! ¿Quiere unírsenos, señor pulpo?”
“¡Suena genial! ¿Puede unirse también mi cerdito?”
“¡Claro! ¡Cuanto más mejor!”

Y así, las tres chicas se fueron riendo. Bueno, dos de ellas. Den seguía en estado de shock. El cerdo... Ese... cerdo...
Lo sabía bien desde que era pequeña. Cada vez que veía un cerdo, significa que algo terrible iba a pasar...

Tap tap tap tap tap...

Sus dedos siguieron dándole golpecitos al escritorio, mientras aún miraba fijo a su pequeña y nerviosa paciente, a sus ojos llenos de miedo.

“Bien, bien, bien...” dijo, aún examinándola con la mirada “Den... Ha pasado tiempo...”

Ella alzó una ceja.

“Eeh... doctor Holzbauer, la última vez que hablamos fue hace una semana”

Él suspiró.

“Lo sé, niña, pero tenía una gran necesidad de decir eso... ¿No sonó genial?”
“Quizá, pero no tuvo mucho sentido”
“Como sea... ¿Cómo has estado?”
“Bien, creo”
“Y más importante...” el hombre volvió a tomar asiento, sabiendo que lo que fuera a contar sería muy muy largo “¿Qué te sucede ahora? Debo admitir que hace mucho que no veo esos ojos de venado espantado, así que debe ser serio”

Den asintió.

“Totalmente... Volvieron, señor... Volvieron...”

El psiquiatra entrecerró los ojos, mientras ella se estremecía.

“¿De qué hablas? ¿Hmm?”

Ella miró en todas direcciones.

“Los cerdos...”

Eso inevitablemente la hizo estremecerse otra vez.

“Ajá... ¿Y por qué estás susurrando?”
“No sé pero ¿No sonó genial?” masculló ella, con evidente sarcasmo, y de todos modos ni ella tenía idea.
“Déjame adivinar... ¿Sientes que te observan? ¿De nuevo? ¿Pero esta vez son cerdos?”
“No, no es eso. Esos cerdos... tienen un significado”
“¿Ah, sí?”
“¿Recuerda la primera vez que vine aquí?”
“Oh, como no recordarlo... Tenías siete años, eras una chiquilla histérica en un serio estado de shock ocasionado por... oh, claro, cerdos”
“Oiga... No era tan serio”
“¿Intentas decirme que regresó?”
“No... Escuche... Antes era raro, pensé que era una coincidencia pero ahora... ¡Ahora tiene sentido! ¡Tiene sentido!”
“¿Cuál es el punto?”
“La última vez que vi cerdos por todas partes... la última vez que tuve todas esas visiones porcinas... fue justo antes del accidente”
“Ajá... ¿Y entonces?”
“Y ahora empecé a verlos otra vez. Primero ese que el... este... vecino me arrojó, luego ese otro que tenía la niña nueva en la escuela, luego el jamón que cenamos, que técnicamente cuenta como cerdo y aunque en ningún momento mostraron esa escena pasó... y todo comenzó justo después de que me mudé con mi tía y luego...”
“¡Espera! Ya me perdí, sólo dime que hace tan preocupantes a estos cerdos”

Ella se puso de pie, casi de un salto y golpeó dramáticamente el escritorio.

“¡LOS CERDOS SON PRESAGIOS, DOCTOR! ¡TERRIBLES TERRIBLES PRESAGIOS DE MUERTE!”
“¡Ya cálmate, Den! ¿Recuerdas esa charla que tuvimos sobre lo inútil que es gritar para demostrar que hablas en serio?”
“¡No grito, levanto la voz! ¿No sabe lo que es hablar con énfasis?”
“Lo sé, pero... ¿Realmente tienes que ponerlo en cada palabra?”
“Lo siento... pero... pero... me metería en problemas si grito en la escuela y seguramente acabaré mutilada si se me ocurre hacerlo en la casa de mi tía ¡Tenía que gritar en alguna parte! Ya me estaba volviendo loca...”
“¿...qué no lo estabas hace rato ya?”
“¿Qué?”
“Nada... Yyyyy esta necesidad de gritar ¿Por qué será?”
“Creáme, soy una persona tranquila... pero últimamente me he estado sintiendo... insegura, y cuando me siento insegura me pongo nerviosa, y esos nervios... no creo que haga falta que siga”

Entonces, y para su sorpresa, el hombre rió y le dio unas palmaditas en la cabeza.

“¡Ah, Den! Pequeña histérica exagerada obsesiva Den! ¡No hay nada de qué preocuparse, el único problema es que eres paranoica hasta la coronilla!”
“¿P-paranoica?” tartamudeó ella, confundida y también algo traumada por esa tan inesperada reacción... inesperadamente alegre.
“Sólo tienes que relajarte, no hay ningún peligro, está todo en tu mente. Ahora que lo pienso, esto bien podría explicar el resto de tus ataques sin causa aparente”
“Pero... pero... ¡Los cerdos!”
“¿Quién dice que esos cerdos en verdad son presagios de muerte? ¿Hmmm? ¿Acaso ya te pasó algo horrible? ¿Después de verlos?”
“Bueno, no, pero...”
“Es tu mente, Den, es todo. Te estás dejando llevar por el miedo... lo cual no es tan extraño, con todas esas novelas sangrientas de extraterrestres que lees...”
“No lo entiende, doctor... No pasó nada pero, aún así, algo no está bien... ese... ese sujeto que vive enfrente de la casa de mi tía... algo no está bien con él”
“¿En serio? ¿O eso es lo que quieres pensar?”
“...”
“Mira, comprendo perfectamente lo que pasa y no es nada alarmante. Hay una causa específica para esta paranoia. Es aburrimiento, Den. Eres una persona realmente aburrida”
“¿Disculpe?”
“No hay ninguna amenaza, los cerdos son cerdos y nada más. Es todo una ilusión, una ilusión que tú misma creaste para soportar este aburrimiento. Quieres con desesperación que tu vida sea interesante”
“Bueno... No puedo negarlo, suena bastante lógico pero... ¿En serio? ¿Eso es todo?”
“Eso es todo. Deberías conseguirte una forma menos psicótica de divertirte, niña”
“Entonces... Me está diciendo que tengo que ignorar esos malos presentimientos y seguir viviendo como una persona normal para no perder la cabeza?”
“Efectivamente”
“Pero... Si empezara a ignorar todo esto podría pasar algo realmente malo y yo ya no podría...”
“Den... lo estás haciendo de nuevo”

Ella bajó la vista.

“Lo siento...”
“Está bien, sólo hay que hallar una forma de deshacernos de esos hábitos malsanos ¿De acuerdo?”
“De acuerdo...”
“Esto podría aislarte. Ya sabes, alejarte de la gente que te importa, tu familia y tus amigos”
“Ehm, doctor... no tengo amigos”
“¿Y qué me dices de tus padres?”
“¿No querrá decir mi padre?”

Él se calló por un momento.

“Oh... Claro, tu padre... Huh... Ni siquiera me dijo que no tenías una...”
“¿Qué?”
“Nada, nada. ¿Has estado hablando con tu padre recientemente?”

Den hizo una pausa pensativa.

“No mucho”
“¿Por qué no?”
“¿Por qué no? ¡Sólo tiene que verlo! Es tan estable y tan inteligente y tan sensato y yo... yo soy extraña, no me diga que no...”
“¿Estás diciendo que no crees que congenien?”
“Quizá...”
“¿Pero ya has tratado de establecer algún tipo de comunicación con él?”
“A veces, sí”
“¿Aparte de ‘Buenos días’, ‘Hola’, ‘Adiós’ y ‘Cómo te ha ido’?”
“...”
“Eso no es bueno, Den. Ya vas a cumplir doce años, estás creciendo, así que es hora de que dejes de fantasear con cerdos extraterrestres de la muerte y te concentres en cosas más importantes. Para empezar, tu conducta antisocial”
“No es que quiera ser así ¿Sabe?”
“Está bien, nunca dije que fuera tan malo. De hecho es bastante común”
“Oh bueno... Al menos no soy tan extraña entonces...”
“Al menos...”
“Y creo que ya me tengo que ir”
“Así es, terminamos”
“Entonces... trataré de esforzarme con esto”

Den se paró y fue hasta la puerta.

“Adiós Den, espero que lo superes pronto... a menos que ya sea demasiado tarde y ya inevitablemente estés empezando a volverte un fenónemo...”

Su cuerpito escuálido se estremeció, congelado, ni bien esa última palabra alcanzó sus oídos, mientras cerraba la puerta.

...

“¡Yyyyy esta soy yo cuando me regalaron mi primer raquítico pony!”
“¡Aaaaw! ¡Adorable!”
“¡Lo sé!”

Risitas. Montones de espantosas risitas resonaron por todos lados. Tanto Kiki como Zal tenían vocecitas especialmente agudas, que podían irritar a quien fuera con su forma tan exageradamente tierna de hablar, pero cuando ambas voces reían y para colmo al mismo tiempo, sin siquiera parar para respirar... Alguien cerca de allí ya tenía un tic en el ojo, viéndose incapaz de ignorarlas. Y ese mismo alguien se volteó de inmediato cuando se abrió la puerta y entró Den.

“¿Dónde estabas?”
“En el psiquiatra...”
“¿Y dónde está el filete?”
“¿...filete?”
“Filete. ¿No lo compraste?”
“Eeehm... Ni siquiera me lo pediste...”

La mujer apretó los puños contra el regazo y tomó una billetera de su bolsillo.

“¿Entonces qué estás esperando? Ve y tráelo”
“¿Podría ser después? Ahora estoy algo cansada y...”

La tía de Den prácticamente la estaba apuñalando con la mirada.

“Quiero. Mi. Filete. Y. Lo. Quiero. Ahora... ¿Entendiste?”

Den tragó saliva y asintió. La mujer le tiró la billetera, dándole de lleno en la cara, y volvió a mirar al televisor. Den la levantó y se dirigía a la puerta cuando...

“¡Oye, Den! ¡Espéranos!”

Y poco después, Kiki y Zal la estaban siguiendo como patitos.

“¿C-cómo te fue en el psiquiatra?” inquirió Kiki.
“Bien, supongo”

Luego, justo lo que no quería oír salió de la boca de Zal.

“¿Psiquiatra? ¿Vas al psiquiatra?”
“¡Va casi todo el tiempo!”
“Kiki... no creo que sea buena idea hablar de eso ahora”
“Está bien, quiero decir, es algo normal ¿Verdad?” reía Zal.
“Sí, puede ser...”
“B-bueno, si quieres que hablemos de algo más ¡Encontré mi álbum empalagoso!”
“¿...álbum empalagoso?”
“¡Tiene todas mis fotos más dulces y tiernas de los últimos tres años! ¡Pensé que lo había perdido!”
“Oh... Es... bueno saberlo”
“Suena bien ¡Creo que también haré uno!” exclamó Zal aplaudiendo.
“¡Eso sería genial!”

Y ambas rieron mientras Den esbozaba una sonrisa cansada.

“¡Tú también deberías hacerlo, Den! ¡Así todas tenemos nuestros álbumes!”
“Pero claro...”

Y así, entraron al supermercado. Apenas pisaron adentro, Kiki se puso a chillar otra vez, casi sonaba como un simio.

“¡Malvaviscos! ¡Malvaviscos, malvaviscos, MALVAVISCOS!”
“¡Por todos los cielos, Kiki! ¿Podrías calmarte un minuto? ¡Además vinimos por el filete!”
“¡Oh, vamos! ¡Tengo dinero, compremos malvaviscos también!” respondió ella.
“Está bien, ve por ellos mientras yo voy por el filete”
“¡SÍ! ¡G-gracias, Den, ya vuelvo!”
“Sí, corre, corre...”
“Nunca había oído de esos malvaviscos ¿Saben bien?” inquirió Zal, mientras se alejaban.
“¡S-sí! ¡Te encantarán!”

Den suspiró, negando con la cabeza.

“Esas dos... Bueno, a ver, dónde está la carne...”

No se tardó tanto en encontrar la sección de comida congelada, menos en darse cuenta de que quedaba sólo un pedazo de carne, y afortunadamente era un filete. Sonrió aliviada y se acercó, pero luego su suerte pareció cambiar, justo cuando iba a tomar dicho filete.

“Es la última vez que salimos a buscar esta inútil y asquerosa comida de inútiles y asquerosos humanos... ¿¡Me oíste!? ¡LA ÚLTIMA VEZ!”

Den se estremeció. Esa voz... Tenía que ser esa voz...

“¡P-p-p-pero la necesitooooo! ¡O voy a explotaaaar!” chilló un segundo.

Ella sujetó con fuerza el filete y se dispuso a correr, pero no llegó ni a moverse porque esa misma voz chillona gritó de felicidad y algo pequeño se le tiró encima, lo que naturalmente la hizo caerse al suelo.

“¡Buen trabajo, Gir! ¡Ahora toma esa cosa y salgamos de aquí de una vez!”

“¿Qué? ¡Olvídelo, yo llegué primero!” exclamó Den, empujando a aquel extraño perro verde, mandándolo a una pila de latas para que luego se viniera abajo, mientras se escuchaba otro de sus gritos felices. No pensaba regresar a la guarida de su horrible tía con las manos vacías. Además, ese malhumorado hombrecito verde no era nada agradable, y aún si en serio tenía alguna exótica enfermedad de la piel –que también parecía hacer desaparecer las orejas-, no era excusa para ser TAN malhumorado.

“Un momento... ¡TÚ!”

Y otra vez la señalaba, tan descaradamente.

“¡Sí, sí, yo! Por favor, señor ¿Que no obtuvo ya su preciosa venganza?”
“¿Y qué? ¡Aún eres una rata repugnante Y me has robado ese apestoso pedazo de comida que YO iba a LLEVARME!”
“Señor...”
“¡Y DEJA DE LLAMARME ASÍ! ¡YO SOY ZIM! ¡YO SOY ZIIIIIM!”

Den retrocedió, alzando una ceja. Ahora parecía un niño malcriado.

“Bueeeeno encantada de conocerte ZIIIIIM pero la carne es mía, gracias ¡Adiós!”

Luego se puso a correr frenéticamente, teniendo que esquivar montones de gente y tratando de ignorar los gritos que resonaban desde atrás.

“¡REGRESA AQUÍ CON NUESTRA APESTOSA CARNE! ¡TE DESINTEGRARÉ, LUEGO TE RECONSTRUIRÉ Y LO HARÉ DE NUEVO PORQUE UNA ASQUEROSA RATA COMO TÚ MERECE QUE LA DESTRUYAN DOS VECES! ¡YO SOY ZIIIIM!”

Den siguió corriendo, más y más rápido, sin siquiera voltear. También podía oír los chillidos salvajes del perro.

“¡Carne carne carne quiero carneeeeeee!”

Y por cierto ¿Qué clase de perro era?

Algunos pasillos más tarde, por poco tropezó con Kiki y Zal, que estaban saliendo de la sección de dulces con bolsas repletas de malvaviscos.

“¿Q-qué pasó, Den? ¿Conseguiste el filete? ¿Por qué estás corr...?”
“¡Larguémonos, larguémonos, LARGUÉMONOS!”

Prácticamente las empujó afuera –después de pagar por todo, claro- y echó un último vistazo a la entrada. Pero el aterrador hombrecito verde ya no la seguía. Probablemente su perro se había distraído con otra cosa.

“¿Estás bien?” preguntó Zal, preocupada.
“Ahora sí...” jadeó Den, sonriendo de una forma bastante extraña “La victoria es mía”

Kiki alzó las dos cejas, mirándola, lo cual la hizo parecer increíblemente lista.

“Claro... ¡Vayamos a construir tu álbum empalagoso, Zal!”
“¡Sí, vamos!”

Risitas, risitas y más risitas. Den se encogió vagamente de hombros con otra sonrisa cansada y las siguió.

Mientras tanto, en la caja registradora...

“Salchichas, salchichas, salchichas, salchichas ¡¡¡SALCHICHAAAAAS!!!”

Zim estaba estampándose la mano sobre la frente. Ni él podía creer lo extremadamente rápido que Gir se había olvidado de la carne. Y al mismo tiempo, pensaba en otra cosa.

“¿Sabes qué, Gir? Quizás, sólo quizás me esté volviendo loco, pero ahora que vi bien a esa asquerosa rata... Me he dado cuenta de que su cabeza es bastante anormal. Ya había visto una cabeza así antes... ¿Pero dónde? ¿DÓNDE?”
“¡No lo séeeeee! ¿Salchichas?”
“...”

Ya estaba haciéndose de noche. Su rostro pálido estaba prácticamente pegado al vidrio del contenedor.

“6:21 PM... ABSOLUTAMENTE nada...”

Ese maldito experimento se había vuelto aburrido, irritante y ya ni siquiera tenía sentido. Se moría por irse a casa. La vida en sí era tan aburrida ahora...

“¿Papá...?”
“¡YA NO SÉ QUE RAYOS ESTOY HACIENDO AQUÍ! ¿Hmm?”
“¿E-estás bien?”
“Ah... Hola, hijita”

Y justo cuando estaba por perder la cabeza ahí estaba ella. Su pequeña con ojos de venado espantado.

“Lo siento... Sé que querías que me quedara con mi tía pero... pero...” tartamudeó.
“¿Sí? ¿Qué pasa?”

Luego ella frunció el ceño en una expresión determinada y estampó ambas manos sobre el escritorio en otro gesto dramático.

“Papá, tenemos que hablar”

Él la miró confundido por unos segundos.

“De acuerdo... ¿Sobre qué?”
“Ehm... Bueno... Lo que tú quieras... Hum... ¿Avanzaste con ese experimento?”

Él le echó una mirada asesina al contenedor, luego volvió a mirarla a ella.

“Eso quisiera... ¿Y qué tal la escuela?”

Ella se encogió de hombros.

“Bien, supongo”
“Que bueno”

Y ese fue el fin de la conversación, o al menos hasta un rato después.

“Papá... ¿Puedo preguntarte algo?”
“¿Qué?”
“¿Crees que soy... extraña?”
“¿De qué hablas? Claro que no”
“¿En serio?”
“En serio”
“¿En serio?”
“¿Por qué? ¿Te preocupa eso?”

Ella hizo una pausa, mirando hacia otro lado.

“Algo...”
“Mira, hijita, si tiene que ver con tus intereses o algo de eso entonces está bien, nadie debería juzgarte por eso, y además eres buena persona y eres lista y no hay ninguna razón para odiarte, aún si fueras realmente extraña no hay nada de malo en eso... siempre y cuando nadie salga lastimado...”
“No es tan grave, es sólo que me sentía algo... excluida”
“¿Qué? ¿Excluida? ¿Y por qué?” exclamó él, repentinamente perturbado.
“No soy como el resto de la gente... Imagino cosas para no estar aburrida y no encajo en ninguna parte. Es por eso que estoy como excluida, por eso tengo problemas...”

Él todavía la miraba, ahora con tristeza, y también parecía haberse conmovido. Cualquiera pensaría que estaba a punto de abrazarla, pero en lugar de eso se quebró del todo, lo cual quería decir que en estallaría en cuestión de segundos.

“¿Y qué? ¿A quién le importa? ¿A quién rayos le importa que no seas como ellos?”

Efectivamente esa reacción le provocó un salto en el asiento a Den.

“¿N-no era que debía socializar?”
“¡No si la sociedad te enferma! ¡Preferiría que estuvieras más feliz contigo misma!”
“¿Cómo podría? ¡Acéptalo, papá, soy una aberración!”
“¡No, no lo eres! Tú eres... única...”
“Papá... Eso es sólo una forma gentil de decir la misma cosa”

Y entonces, para impactarla aún más, él se levantó con violencia y se inclinó hacia ella.

“¿La misma cosa? ¿¡La misma cosa!? ¡JA! ¡Eso es lo que quieren que creas! ¡Para hacerte sentir INFERIOR! ¡Y sin importar lo despiadados que sean, NO DEJES QUE TE DESTRUYAN! ¡NO LES DES ESA SATISFACCIÓN! ¿¡Me oíste!?”

Ella nomás retrocedía, porque indudablemente ese ataque salido de la nada le daba miedo.

“Pero... pero...”
“¡SIN PEROS!” gritó él, para luego volver al tono entristecido “Todavía eres joven, Den... Todavía puedes ser alguien...”
“Papá...”
“No es malo ser único, así que deja de despreciarte ¿De acuerdo?”
“¿...estás seguro de que está bien así?”
“Por supuesto. No me gustaría que cambiaras de todos modos”

Den sonrió, mientras su padre se acercaba para abrazarla desde atrás.

“Así que cálmate, deja de escuchar a tu mente por un segundo y concéntrate más en el espíritu”
“Y... ¿Si mi espíritu causa problemas?”
“Vas a estar bien, sólo recuerda no volverte uno de ellos. NUNCA te vuelvas uno de ellos”

Ella asintió y luego le echó un vistazo a su reloj de pulsera.

“¡Ah, ya es tarde! ¡Me tengo que ir!”
“Entonces vamos, iré contigo... Después de todo esta condenada cosa no cambiará en lo más mínimo”

Y ni bien se fueron, la sustancia del contenedor se puso fosforescente.

Fue al día siguiente cuando el espíritu de Den emergió del todo...

“¡V-vamos! ¡Ahora hay que caminar más rápido!”
“Lo sé, lo siento”
“¿Por qué te tardaste tanto?”
“Estaba ordenando algunas cosas”

Kiki inclinó la cabeza hacia un lado, mirando fijo la sonrisa de Den. Eso era tan pero tan raro en ella.

“W-wow... Es la primera vez que te veo tan contenta”
“¿Ah, sí?”
“¡S-sí! ¿Entonces te ayudó esa charla con tu papá?”
“¡Mucho!”
“¡Q-que bueno!”

Poco después, en la escuela, volvieron las repugnantemente tiernas risitas.

“¡Mira, Kiki!”
“¡Lo hiciste!”
“¡Sí! ¡Ahora también tengo un álbum empalagoso!”
“¡SÍ! ¿Puedo ver?”

Den las observaba, pero a una prudente distancia, entre las sombras de la acogedora esquina junto al bote de basura. Sin duda el álbum de Zal estaba aún más endulzado que el de Kiki. Para empezar tenía una cubierta de un material peludo de color rosa, y adentro... Una plaga de corazoncitos, estrellitas, arco iris y otras porquerías con brillantina que de sólo verlas le dieron escalofríos a Den, para que luego volviera a sus asuntos. Ella también se había conseguido un álbum, y ahora lo tenía abierto sobre las rodillas, pero lo que le estaba pegando encima estaba terriblemente lejos de ser algo tierno. Pero igual parecía estar bastante entretenida, aunque la mayoría de esas fotos eran lo bastante morbosas como para causarle un trauma irreversible a cualquiera que pasara por ahí.

“¡Alerta! ¡Alerta de fenómeno!”

Se volteó, reconociendo esa voz enseguida. Ahí estaba él otra vez. Ese chico que le había hablado el primer día, y que de hecho no había sido del todo amable con ella. Justo como ahora.

“¡Bien hecho, me encontraste! ¿Ahora por qué no vas a seguir rastreando por ahí y me dejas con mis cosas?”

Él miraba su álbum de reojo.

“¿Es que ahora eres aspirante a homicida?” preguntó, perplejo.
“¿Qué? ¿Qué se supone que quiere decir eso?”
“Bueno... Como vi que te gusta coleccionar fotos de cosas raras destripadas...”
“¡Se llama autopsia, inculto!”
“Ajá...”
“¡Ian! ¿Qué haces?”

Ambos se voltearon. Era Zal.

“¡Deja de molestarla!” increpó.
“No me está molestando” interrumpió Den, que no estaba con ganas de soportar discusiones estúpidas.

Luego vino Kiki.

“¿Q-qué pasó? ¿Q-qué es eso? ¡Ah, Den! ¿También hiciste un álbum empalagoso?”
“Yo más bien diría un álbum monstruoso” masculló Ian.
“¡No seas malo! ¡No es su culpa ser... especial!” respondió Kiki, mientras Den negaba con la cabeza.
“¿Podemos verlo?” preguntó Zal, de lo más amable.
“Hum... No creo que les guste...”
“¿P-por qué no? ¡Anda!”
“En serio, Kiki, estas cosas no son de tu tipo”
“¡S-sabemos que eres rara pero igual te seguiremos queriendo! ¡Aunque esté feo!”

Den suspiró.

“Está bien, pero no digas que no te lo advertí...”
“V-veamoooos... M... Ma... ¡MADRE SANTA!”
“¿Qué? ¿Qué es, Kiki? ¿Ah? ¿P-pero qué demonios...?”
“¡Oh, vamos! ¿Es que nadie aquí sabe nada del incidente de Roswell?”

Entonces Ian se asomó de atrás una vez más.

“¿El escándalo ese del OVNI falso en Nuevo México?” dijo, con una risita.
“Bien... Trataré de fingir que no escuché eso” gruñó Den.
“¿Quéee? ¿DE VERDAD crees en esas chucherías? ¡Por Dios, creí que eras sólo un poco extraña pero vaya que eres todo un fenómeno!”
“¡Basta Ian!” replicó Zal, pero Den la volvió a hacer callar con un gesto.
“En serio, no importa”
“Como sea... Ustedes, niñitas, deberían mantenerse alejadas de los fenómenos como este” dijo Ian, encogiéndose de hombros, mientras se iba.
“¿E-estás segura de que no importa?” preguntó Kiki, preocupada.
“Lo estoy”

Entonces sonó la campana. Den se había levantado y estaba por seguir a sus compañeros, cuando Kiki la detuvo, tomándola del brazo.

“Den... Estas cosas que te gustan te van a meter en problemas. Deberías guardártelas para ti”
“¡Pues si con problemas implicas que me volveré un fenómeno que así sea!”

Y así, ella corrió frenéticamente hacia el horizonte. Kiki sólo miraba y negaba con la cabeza con cara de desaprobación.

Pero al llegar al salón, Den se encontró con algo que en verdad no esperaba. La puerta estaba cerrada, y su exageradamente feliz maestra estaba ahí parada frente a ella. Pero no se veía muy feliz. Su expresión más bien parecía disgustada. MUY disgustada.

“Den... ¿Podríamos hablar un momento?”
“Hum... ¿Claro?”
“Por aquí”

La mujer la tomó de la mano y la arrastró hasta una esquina.

“Ahora dime... ¿Quieres ser popular? ¿Llamar la atención?”
“¿Q-qué?”
“Porque hay mejores formas”
“De... ¿De qué habla?”
“Alguien me contó sobre tu afición hacia los... OVNIs”
“Ah, eso... ¿Y?”

La maestra alzó una ceja con nerviosismo.
“No creo que estés entendiendo” agregó “Me refiero a avistamientos, abducciones, extraterrestres... esas cosas”
“Sé lo que es ¿Y qué pasa con eso?”
“¿CÓMO PUEDES SIQUIERA PREGUNTAR ALGO ASÍ?”
Den dio un respingo, aunque la ira le habrá durado unos tres segundos a la maestra, para luego calmarse a una velocidad sobrehumana, como para asustar más a su alumna.

“Den, querida, deberías saber que eso no está bien... Todo eso es... es basura”
“Discúlpeme, maestra, pero me parece grosero usar esa palabra”
“¡No si se trata de algo profano!”
“¿Q-quéeee? ¿¡Profano!?”
“¿Es que no lo sabes? ¡Todas esas locuras paranormales están estrictamente prohibidas en esta escuela!”
“Pero... ¿Pero por qué?”
“¡Eso no importa! ¡No quiero volver a enterarme de que has estado fantaseando con platillos voladores o extraterrestres destripados de nuevo! ¿Entendiste?”
“¡Al menos dígame por qué!”
“No sé, fue algo que decidió el director hace ya mucho tiempo o eso escuché... Y de todos modos ¿A quién le importa? ¡Es malo, deja eso y ponte a jugar con muñecas, por el amor de Dios!”
“...”

Se puso a llover. Ni bien sonó la campana, todos salieron corriendo como locos. Bueno, todos menos Den, que sólo caminaba. Kiki seguía adentro con Zal, probablemente riendo y comentando lo bonitos que eran esos malditos corazoncitos de sus álbumes. Den suspiró. En fin, ya era el comienzo. Ya había dado el primer paso sin retorno hacia una existencia solitaria e indudablemente incomprendida. Pero aún así prefería ser un fenómeno antes de resignarse a tener una espantosa sonrisa hipócrita en la cara, que sólo serviría para ocultar lo arruinada que estaría por dentro, como el resto de aquella humanidad malsana.

...

“¿Y bien? ¿Lo has confirmado?”
“Sí, mi amo”
“¡JA! ¡LO SABÍA!”
“Ya me la encontrado varias veces pero, en mi opinión, no parece ser ningún tipo de amenaza”
“¡LO SABÍA! ¡LO SABÍA!”
“Hum... ¿Amo?”
“¡SIEMPRE LO SUPE!”
“Amo, por favor...”
“¡Aunque no parezca una amenaza por ahora, no te atrevas a bajar la guardia! ¡Podría atacar en CUALQUIER MOMENTO!”
“Pero... ¿Qué es lo que la hace tan peligrosa?”
“Ese... Ese... ¡ESE GUSANO CABEZÓN! ¡INTENTANDO IGUALAR NUESTRA TECNOLOGÍA AVANZADA TAN DESCARADAMENTE!”
“¿De qué habla?”
“¿Es que no la has visto bien? ¡Es ridículamente notable! Él no estaba huyendo... ¡SE PREPARABA!”
“Sigo sin entender, amo...”
“¡CREÓ UN ENGENDRO! ¡CON SU PROPIO ADN! ¡PERO DE SEGURO ES MÁS FUERTE Y MENOS INTELIGENTE QUE ÉL! ¡PARA SU CONVENIENCIA!”
“O sea... ¿Un clon?”
“¿Clon? ¿¡CLON!? ¡DE NINGUNA MANERA! ¡Esa es una palabra demasiado refinada! Así podría llamarte a ti pero eso... ¡ESO es una MONSTRUOSIDAD!”
“Él la llama Den”
“¿VES? ¡Hasta su nombre suena LETAL!”
“...”
“Tenemos que destruirla. Y luego...”

Entonces se metió un tercero.
“¿Comer waffles?”
“¡NO, GIR, SÁCAME ESO DE LA CARA! Ahora... Tenemos que destruirla y luego...”
“Ehm... Amo... ¿No deberíamos destruirlos a ambos? ¿A la creación y también a su creador?”
“Sí, sí ¡PERO DEJA DE INTERRUMPIRME! Tenemos que DESTRUIRLOS y luego... luego... ¡AAAARGH PERDÍ LA IDEA!”

Un cuartito en el ático equivale a comportamiento antisocial. Un refugio bajo las sábanas equivale a comportamiento antisocial. Una laptop equivale a comportamiento antisocial. Un programa bizarro por internet sobre un tipo raro hablando de exorcismos... eso más bien equivale a un fenómeno en su estado natural.

“¡Mi compañero acaba de informarme que nuestra desafortunada víctima fue poseída por una vaca! ¡Una vaca demoníaca! ¿Qué? ¿En serio? ¡Y ahora hemos confirmado que es una muy vengativa!”

Den alzó una ceja. Era algo complicado creerse eso, cuando el último ser vivo que podía imaginar posesionando a alguien era una vaca. Pero de todos modos no podía negar que tenían muchos motivos para tener sed de venganza. Más ahora después de haberse comido una hamburguesa.

“¡Abandona este cuerpo, espíritu del mal! No me hagas...”
“¡...SAAAAAAAAAAAAALCHICHAS!”

Eso había salido tan de la nada que prácticamente se cayó del sobresalto. Ni bien logró pararse, se volteó hacia la puerta, irritada. Ese maldito televisor. Aún cuando se había encerrado con llave todavía lo escuchaba. Estaba particularmente alto esa noche. Normalmente no le importaba pero ahora era serio. Estaba interfierdo con un exorcismo. Eso sí que era pasarse.
Mientras tanto, en la sala, los ojos de la tía Gaz casi parecían estar por salirse de su cara, de sólo ver ese comercial.

“¡Así es! ¡Como parte de la inauguración de nuestra nueva sucursal lanzaremos al mercado nuestra nueva y exclusiva pizza con salchichas!”

Kiki estaba sentada atrás, jugando con Hugo el elefante y otro de sus peluches. Entonces vino Den, con una de sus más exageradas caras de fastidio.

“Kiki... ¿Podrías... pedirle que baje el volumen?”
“Shhh, ahora no. Es un comercial de pizza”
“Ah...”

Den suspiró de frustración y volvió a su cuartito, mientras consideraba comprarse auriculares. Esos malditos comerciales de pizza. Y ese eternamente maldito cerdo. Ni quería pensar en eso. Sólo iba a hacer que le volvieran las naúseas.
Kiki, por otra parte, ya estaba acostumbrada. Nomás tenía que fingir que no había ningún televisor. Pero esta noche sería diferente. Esta noche, como casi siempre, el destino había decidido ser cruel.

“Esta nueva y maravillosa pizza saldrá a la venta en... ¡Treinta minutos!”

Todos en la casa reaccionaron. Los ojos de Gaz se hicieron aún más grandes y brillantes. Kiki dio un respingo, ya empezando a asustarse. Den gritó, pero resultó ser porque la vaca tenía poderes de levitación.
Poco después, Gaz se volteó, con un crujido espeluznante, hacia Kiki, que sabía perfectamente lo que quería decir eso y ya tragaba saliva.

“Ve a traerme una”

La niñita temblaba, retorciéndose las manos.

“P-pero...” tartamudeó, mirando al suelo “Y-ya es muy tarde ¡P-podría pasarme algo!”
“No seas tonta. Todos esos secuestradores, asesinos y violadores no salen a esta hora. Así que no me cuestiones y ve. Ahora”
“¡A-aún así es p-peligroso!”

A la mujer le dio un ligero tic en el ojo. Ya se estaba impacientando.

“Entonces ve a pedirle al engendro del ático que vaya contigo. Si su deformidad no espanta a esos tipos que te asustan entonces su parloteo lo hará”
“¡D-de acuerdo!”
“Ahora ve antes de que me quede sin nada y tenga que comerte a ti”

Kiki salió corriendo, sabiendo lo imposible que le era tomar eso como un chiste.

“¡D-den! ¡Deeeeeeen!” chilló, golpeando la puerta, hasta que le abrió.
“¿Qué pasa?”
“¡V-vamos, hay que ir al centro comercial!”
“¿Al CENTRO COMERCIAL? ¡Pero si ya es tarde, hace rato que oscureció!”
“¡Por eso quiero que vengas! ¡Por favooooor!”
“¡Ah no, no pienso ir y tú tampoco deberías!”
“N-no voy porque quiera ¿S-sabes?”
“¿Por qué no vas entonces y le dices a ELLA que no puedes?”
“...”
“¿Kiki?”
“Buen chiste ¡Ahora vamos!”
“No. Pienso. Ir. Afuera. Por. Una. Estúpida. Pizza. Con. Salchichas”
“Hum... Bueno... Supongo que iré yo sola...” gimió Kiki, alejándose.
“¡Descuida! Vas a estar segura si tomas el subterráneo”
“Sí, sí... el subterráneo...”

Luego se detuvo, justo al borde de las escaleras y se dio vuelta, para asegurarse de que Den había dejado abierta la puerta del cuartito.

“¡Supongo que tendré que lidiar con el cocodrilo zombie yo sola!”

Y entonces, justo como esperaba, volvió enseguida.

“¿Q-qué?”
“¡Ah! ¿Seguías oyendo? ¡Lo siento!”
“¿Qué dijiste?”

Kiki negó con la cabeza, fingiendo angustia.

“Es sólo algo que me contó Zal el otro día pero no creo que te importe”
“Bueno, depende ¿Mencionaste un... cocodrilo zombie o escuché mal?”
“Así es. Pensé que lo conocías, vive en el subterráneo”
“¿En seeeeeeerio? Pero claro, un cocodrilo zombie que vive en el subterráneo, tiene tanto sentido”
“Así como una vaca demoníaca ¿No?”
“Primero, era una vaca vengativa. Segundo, estaban en una granja. Pero en las estaciones de subterráneo no hay agua, habría sido más lógico que dijeras que vivía en las alcantarillas”
“¡Piensa lo que quieras pero el cocodrilo zombie es real! ¡Zal me dijo que lo vio muchas veces! ¡Y tiene amigos que lo vieron también!”

Den ahogó una risita.

“¿Y qué te preocupa tanto respecto a eso? ¿Te da miedo que te coma?”
“¡No es gracioso, estoy aterrada!”
“¡Por el amor de la vaca demoníaca, Kiki, no hay ningún cocodrilo zombie en el subterráneo!”
“¿Cómo puedes estar tan segura? ¡Nunca lo tomaste!”
“Cuando me mudé aquí sí...”
“¡Fue de día! ¡No es lo mismo!”
“¡En serio pensé que eras más lista!”
“¿Qué tiene de malo? ¿No puedo temer por mi vida? ¿Eh?”

Den se estampó la mano contra la frente. Después tomó a Kiki de la mano y corrió escaleras abajo.

“Mira, voy a ir contigo y vas a ver que no hay ningún cocodrilo zombie ¡Vas a ver!”
“¡Buena idea! ¡Espántalo si aparece!”
“...”
“E-estaba bromeando... ¡Gracias!”
“Ni lo menciones...”

Y como Den estaba tan distraída en ese asunto del cocodrilo zombie, ni siquiera notó que Kiki se reía en voz baja.

Más tarde, ya estaban en la estación del subterráneo.

“¡Gnnnnn! ¿P-por qué tarda tanto el t-tren?”
“No sé, quizás se lo comió el cocodrilo”
“¡No seas sarcástica! ¡Me confunde!”
“Como sea... Ya hace rato que estamos aquí y todavía no vi nada”
“¡P-porque el cocodrilo zombie nunca ataca en la estación!”
“¿Tal vez porque NI SIQUIERA existe?”
“¿T-te vas a rendir tan pronto?”
“Olvídalo, ahí viene el tren”

Las niñas entraron y se sentaron. Kiki seguía haciendo de cuenta que estaba asustada.

“No puedo creer que hagamos todo esto por una pizza” masculló Den, apoyando la cabeza contra el asiento.
“¡Alégrate, verás al cocodrilo!”
“Por vigésima vez... y las estoy contando... no hay cocodrilo”

Al menos el viaje iba a ser largo y podían tomar una siesta. Así que Den cerró los ojos y...

“¿Qué quéee? ¿En serio? ¿Treinta segundos?”
“¡Sí! ¡Ese condenado comercial estaba mal y ni siquiera se molestaron en cambiarlo!”
“Rayos, eso apesta...”
“¡Y cuanto! ¡Fui al centro comercial para nada! ¡Ya las vendieron todas!”

Dio un violento respingo, pero antes de que pudiera pararse, esos tipos ya se habían bajado, las puertas ya se habían cerrado y el vehículo ya se había empezado a mover otra vez.

“Kiki... ¿Oíste eso?”
“A-ahora noooooo que trato de dormir...”
“Las vendieron todas... ¡Las vendieron todas!”
“¿Q-qué?”
“¡Hay que bajar en la próxima estación y volver!”
“¿E-estás bromeando? ¡No podemos regresar sin nada y lo sabes!”
“¡Oh, por favor! ¡Ya lo intentamos!”
“¡N-no! ¡Espera!”
Ni bien se detuvo el subterráneo, Den salió corriendo, así que Kiki tuvo que seguirla.

“Entonceeees... ¿Dónde estamos?” se preguntó, mirando a su alrededor cuando ya estaban de vuelta en la calle.
“¡E-eso no importa! ¡Hay que ir por la pizza!” gimió Kiki, agitando sus bracitos con desesperación.
“¿Puedes olvidarte ya de la pizza? ¡Estoy tratando de ubicarme!”
“¡No hasta que la consigamos! ¡Aunque sea compremos una cualquiera y luego compremos salchichas y pongámoslas encima!”
“Sí, claro... Porque la pizza y las salchichas van a pasar volando al lado nuestro en cinco segundos”
“¿E-e-en seeeeeerio?
“¡Estaba siendo...! ¿Ah?”
“¿Qué?”

Den se había volteado, imitada por Kiki, justo cuando esa cosa luminosa voladora estaba lo bastante cerca.

“¡PIIIIIIZZAAAAAA CON SALCHICHAAAAAAS!”
“¡GAAAAAH MÁS LENTO GIIIIIR!”

Y luego desapareció, tan rápido como vino, seguido de un ruido bien fuerte. Se había estrellado.

Las niñas seguían ahí, atónitas, hasta que Den reaccionó, con una contracción nerviosa.

“¿Viste eso? ¿VISTE ESO?” chilló.
“¡Sí, lo vi!” exclamó Kiki “¡E-era el vecino! ¡Y parece que también compró una de esas pizzas con salchichas! ¡Podríamos pedirle amablemente que nos la de!”
“...”
“¿Q-qué? ¿No era eso lo que estabas p-pensando?”
“¡El perro! ¡El perro VOLABA! ¡VOLABA!”
“Ajá... ¿Entonces?”

Den se quedó mirando a Kiki, con un tic en el ojo, y luego la tomó por los hombros y se puso a sacudirla espantosamente rápido.

“¡ERA UN HOMBRECITO VERDE EN UN PERRO VERDE QUE HABLABA Y VOLABA! ¡VOLABA, POR TODOS LOS CIELOS!”
“¿Y-y-y-y-y-yyyy? ¡M-m-m-me estás a-a-a-asustaaaaandoooo!”
“¡LO SABÍA! ¡LO SABÍA! ¡No lo imaginaba, Kiki! ¡NO lo IMAGINABA! ¡No estaba perdiendo la cabeza como dijo ese ignorante del psiquiatra!” gritaba Den, ahora sonando ridículamente feliz.
“¡Aaaaah sólo vayamos por la pizza!”

Siguieron el rastro de humo, hasta llegar a un bote de basura, justo donde habían caído.

“Adivinaré... ¿Atún?”
“¡Nooo! ¡Queso!”
“......”
“D-disculpe...”

Ambos levantaron la vista.

“¿Y TÙ QUÈ ESTÀS MIRANDO? ¡LARGO! ¡NO HAY NADA QUE VER! ¡SOLO SOMOS BASURA!”
“¡E-eek! ¡L-lo siento! ¡Lo siento, lo siento!” lloraba Kiki, temblando.
“¡Me gusta ese monito! ¿Me lo puedo llevaaaar? ¿Síiiii?”
“No, Gir, ya tienes tu asquerosa pizza ¡BASTA!”
“¡S-sí! R-respecto a eso... D-disculpe, señor, p-pero... m-me preguntaba si...”

Pero antes de que pudiera terminar la oración, un gritito, así como de gaviota, la interrumpió. Y luego vio a Den pegar un salto y patear a Zim en la cara.

“¡AAAH! ¡TÚ!”
“¡SILENCIO!” gritó ella “Tú... ¡LARVA HUM... EXTRATERRESTRE!”
“¿Q-qué? ¿QUÈ?”
“Ajajajajaja ¡SÍ! ¡Ya no me podrás engañar con tu enfermedad de la piel, señor vecino raro!”
“¿De qué diablos estás hablando? ¡QUÍTATE DE ENCIMA!”
“¡Dije SILENCIO!”

Luego ella levantó una mano, en la que sostenía uno de los ojos falsos de Zim, y ahora lo sacudía con una sonrisita.

“¿Y qué me dices de esto? ¿Eh? ¿Eh? ¿Prótesis? ¿Lentes de contacto, quizá?”
“¡SUELTA ESO!”
“¿Al menos tu cabello es real?”

Iba a tratar de arrancárselo pero él la empujó, obviamente tirándola al suelo.

“¡Aunque tengas cerebro eres uno de los clones MÁS defectuosos que he VISTO!”
“Y TÚ... Espera ¿Qué?”
“¡Ni siquiera sé de qué me preocupo! ¡Un cerdo es más peligroso que tú!”

Y con eso él se paró, y antes de que ella pudiera hacer lo mismo la volvió a empujar, haciendo que se le cayera el ojo falso para luego volvérselo a poner con una risita.

“¡GIR! ¡Salgamos de aquí AHORA!”

Se estaba empezando a alejar cuando Den se levantó rápidamente y corrió a hacerle la traba. Efectivamente, él ni siquiera lo notó y tropezó, dándose un golpazo.

“¡Dudo que un cerdo pueda hacer eso!” exclamó ella mientras se reía.
“¡TE MALDIGO, CRIATURA REPUGNANTE! ¡TE MALDIGOOOOOO!”
“¡Ooooh eso suena tan amenazante! ¡Tengo miedo!”
“¡AAAARGH VAS A PAGAR!”
“¡QUIERO VERTE INTENTARLO!”

Los segundos que siguieron, se pusieron a golpearse y patearse entre ellos, con algunos chillidos furiosos.

“¡GIR! ¡NECESITO REFUERZOS!”

Silencio.

“¿GIR?”

En ese momento, ambos recordaron que no estaban del todo solos y se voltearon. Y ahí estaba Gir, dándole la pizza a Kiki.

“¡A-ah! ¡G-gracias!” dijo ella de lo más feliz, mientras la tomaba y se empezaba a alejar.
“¡GIR! ¿QUÉ HICISTE?”
“¡Es que me agradó ese monito!” replicó el pequeño robot.
“TÚ fuiste el que me hizo SALIR de la base para ir a ese ESTÚPIDO lugar, luego TENER que ESPERAR en esa ESTÚPIDAMENTE LARGA FILA por esa ESTÚPIDA pizza y ahora... ¿Ahora se la DAS a un ESTÚPIDO HUMANO?”
“...”
“¿GIR?”
“¡Pero pero pero me agradó ese monitooooooo!”
“¡GIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIRRRRRRRRRRRRR!”

En otro lugar y un rato más tarde, Gaz comía su pizza con salchichas mientras miraba la tele.

“¡F-fue muy fácil! ¡Tenías razón, no había nada que temer!”

Y Kiki estaba al lado, contando todo con toda la alegría del mundo y abrazando tan fuerte a Hugo el elefante que ya se le estaba por salir la cabeza.

“Aunque...” agregó de repente “N-no dejo de pensar que quizá... sólo quizá, haya olvidado algo”

La espeluznante mujer se encogió de hombros.

“Si no es importante pues no importa”

Mientras tanto, en la estación del subterráneo...

“¿Qué es lo que pasa? ¡Deja en paz a ese pobre niño! ¡Estás demente! ¿Es que tus padres no te enseñaron modales? ¿Tienes algo en contra de la gente verde? ¡Mocosa psicópata! ¡Llamaré a la policía!”

Y así, Den siguió imitando la voz exagerademente aguda de la señora que se había metido y prácticamente la había sacado a carterazos, para que luego perdiera de vista al ‘niño verde’.

“Esos malditos adultos ignorantes...” se quejó para sí, mirando fijamente el túnel “¿Y por qué tarda tanto el tren?”

Entonces escuchó algo. Un ruido fuerte viniendo de lo más profundo. Pero no era el tren. Era un gruñido. Den abrió bien los ojos y miró en todas direcciones mientras ya empezaba a caerle el sudor frío por la frente.

“¿Hola?”

Se oyó otro gruñido, y una cosa enorme comenzó a salir lentamente de las sombras.

“¿¡H-hay alguien ahí!?”

Era un gigantesco cocodrilo. Un gigantesco cocodrilo zombie.