۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

Al llegar al castillo, lo primero que hizo Amaya fue irse a la parte del jardín que le había prometido dar a Elizabeth. Una vez pasado cierto tiempo, se fue adentro con unas flores en mano. Todo se veía tan solitario, que le entró una melancolía terrible. La única compañía que tenía era la de los cuadros que estaban en las paredes, y la de su capa azul que era arrastrada por el piso a medida que iba caminando.
Entró a su habitación, se vio la cara con moratones morados y verduzcos, como también los cortes y el cabello hecho un desastre; se pasó la mano por la cabeza intentando acomodar un poco todo ese caos y sacándose los pelos que estaban sueltos. Sacó una tapa secreta del suelo y de allí dentro del hueco, su tiara. La puso en su cabeza.

— ¿Qué sentido tiene todo esto? — Se preguntó en voz alta. Salió de allí y siguió recorriendo, hasta llegar al anteúltimo piso… donde se encontró con semejante escena. Casi se le paralizó el corazón y fue corriendo en dirección de su esposo, gritando y llorando — ¡DIOS! ¡DIOS! ¡DIOS! — Exclamó, desesperada.

-"Amaya, vete de aquí... Tienes que irte... El te pedirá que hagas algo, no lo escuches... Si lo haces todo se perderá"-

No hubo tiempo de dar explicaciones, El demonio que permanecía invisible a un lado se materializo.

-"Es una lastima que me hayas obligado a recurrir a esto, pero te pedí que hicieras algo por mi... Algo que nos beneficiaba a los dos."-

Amaya simplemente abrazó protectoramente a su esposo mientras se ahogaba en su propio desconsolado llanto. No podía ni hablar prácticamente.

— ¡Y yo dije que haría las cosas a mi manera! — Exclamó de forma desgarradora, haciendo casi estallar sus cuerdas vocales. Tenía la garganta hecha miles de nudos.

Pasara lo que pasara, no obedecería, pues era tan terca cuando los demás la presionaban, que directamente se cerraba y se ponía como una mula. Ella sabía perfectamente que nada de lo que hiciera para ese esperpento, debía ser favorable.

De nuevo sintió aquel odio inmenso, pero esta vez estaba a punto de perder la cabeza y sería capaz de hacer cualquier cosa con tal de defender a los suyos… menos aceptar lo que el maligno ser le ordenaba y obligaba a hacer.

Vio la espada partida en el suelo y la tomó. Ahora no estaba tan pesada como antes. Le temblaba la mano de la neurosis. Sus claros ojos parecían que se salían de órbita. Nunca se sintió tan enojada en toda su vida como en ese momento.

— ¡A MI MANERA!— La empuñadura de la espada comenzó a emitir un brillo intenso y extraño, como si se estuviera activando una propiedad en ella. De repente, empezó a crecerle la parte faltante y por alguna razón parecía ser tan ligera como una pluma, además que surgió sangre de la mitad de de la hoja en adelante… Era la sangre de la oreja de Malco.

La joven princesa se impresionó por esto, pero seguía corriendo en desventaja por su falta de experiencia usando esa cosa. Igual le siguió apuntando al demonio.

-"Baja esa espada niña, los cementerios están repletos de espadachines mediocres... Y esta es una batalla que no puedes ganar"-

Aunque la espada representaba una amenaza bastante seria, el demonio era lo bastante ágil como para que siquiera lo tocara, pero si la mataba no habría nadie que se encargara del comandante de Amatista, y dejarlo irse con vida no era una opción.

—Moriré como débil, entonces… Oh, cierto… Pero seguro que me quieres para hacer algo que no puedes hacer tú por tu cuenta ¿Verdad?— Mientras más le dijeran NO LO HAGAS, insistía en hacer lo contrario— Y aunque mates a mi esposo, a mi hija, a mi prima, a mi pueblo o al resto del mundo, no daré el brazo a torcer. Y conviviré con esos sentimientos de dolor, desolación, tal vez culpa e incluso locura. Pero déjame decirte algo: No te tengo miedo. Y no soy una niña.

-"Si esa es tu decision... Que así sea"- al ver que de esta forma no iba a llegar a ningún lado, tomo la palabra de la princesa y entre lo que dura un guiño del ojo tomo a Andreas del cuello y undio hasta el fondo la pinta de la espada que tenia clavada, para después sacarla y desaparecer con ella.

-"Este no será nuestro ultimo encuentro"- dijo antes de desaparecer.

Eso fue un golpe tan bajo, que le dieron ganas de morirse ella misma.

—Per…dóname… — Musitó entrecortadamente — Lo siento… lo siento… — Comenzó a llorar nuevamente y se arrodilló frente a él. Le gustaría por primera vez en la vida ser la heroína de un cuento en la que sus lágrimas tenían las propiedades mágicas como para sanar cualquier herida.
Tampoco había nadie para ayudarla en esos momentos.
Sentía que lo estaba perdiendo como la vez que tuvo que contemplar con sus propios ojos, como la vida de su prima Ladelly del alma, se le escapó rápidamente de sus manos sin ella poder hacer nada debido a su ignorancia.

—No hables… No digas nada…

En ello, llegaron unos visitantes inesperados que tenían el estandarte de Amatista. Le apuntaron con unas lanzas.

—Por fin te encontramos… tendrá que venir con nosotros —Le habló uno.

—Ustedes… Ustedes, infelices… — Se le ocurrió una idea—Iré con ustedes si lo sanan a él.

Los dos tipos se miraron y empezaron a reírse.

— ¿Es en serio? ¿Vienes con exigencias?

Amaya le puso la espada sagrada en el cuello a uno de ellos, que con solo rozarlo, empezó a evaporarse la herida.

—O lo haces, o me temo que tendré que hacer lo impensable con la mismísima espada de San Pedro — Miró al otro que estaba a punto de hacer algo , pero que se había aterrorizado al reconocer lo que sus superiores habían estado buscando hacía siglos— Un trueque. Alguno lo sana y yo me entrego junto con el arma sin poner resistencia. Algún paso en falso y les corto los genitales — Bajó el objeto hacia sus partes bajas.

Muertos del miedo, cedieron a sus peticiones.

De entre sus pertenencias, agarraron un frasco con una solución extraña. Inmediatamente se la aplicaron en la herida.
Aquella cosa estaba hecha por Morgana, pues se la habían comprado hacía tiempo, pues servía para sanar cualquier tipo de heridas con solo una pequeña gotita.

—Va a tener que descansar luego de esto.

Amaya tiró la espada por la ventana cuando estaban distraídos. Cayó quien sabe donde.

—Ups… lo siento.

Andreas estaba aun muy malherido, pero aun así, mas muerto que vivo toco con su mano una pieza de la armadura de uno de los soldados y la transformo en un golem.

-"A... Plas... Talos"- dijo a duras penas.

Me aparté enseguida de la escena para que pasara lo que tuviera que pasar. Y si, el griterío se hizo más que presente. Aproveché el momento en que fueron masacrados para robar aquella sustancia, pues serviría mucho de allí en adelante.

—Estaré contigo todo el tiempo hasta que te sientas mejor — Le dije con ahora, muchas más lágrimas en los ojos.

-"Los túneles... Vamonos"-

No estábamos seguros ahí, el ejercito de Amatista había sido diezmado casi por completo, y al no haber líder el resto huyo como pudo, sin contar a los homunculos restantes que aun rondaban por ahí.

La criatura de metal se deshizo tan pronto los dos soldados murieron, pues mantenerlo con vida requería demasiada energía y en ese preciso momento energía era lo que me faltaba.

Lo ayudé a pararse con la poca fuerza que también tenía. Fuimos hasta allá a paso moderado, pues ninguno de los dos tampoco daba para más. Prácticamente arrastrando los pies…

—Si viene alguien moderadamente inteligente, descubrirá los pasadizos — Comenté en voz baja. Al salir al lugar que daba en el jardín, descubrí que allí estaba Fir, algo nervioso —Tranquilo, muñeco — Me puse en frente con un brazo estirado tratando de calmarlo, dando resultado — Justo a tiempo, como siempre.

Empecé a sacarle los jaeces distintivos del reino para pasar por desapercibido en otros lugares y no llamar demasiado la atención. También me saqué la capa azul, la hice un bollo y la tiré por ahí entre unas plantas.

Subir a Andreas a esa enorme bestia fue más que complicado, pero lo logré.
Mientras nos íbamos a trote lento, vi un brillo especial. Se trataba de la espada, así que me dirigí hacia ella, la tomé y la guardé.

—Me ahorraste la labor de buscarte — Le hablé al objeto. Luego seguimos con nuestro camino.

Con la poca fuerza que tenia, abrase lo mas que pude a Amaya para no caer del caballo.

El dolor seria punzante, aunque la hoja ya había sido removida quedaban aun pequeños fragmentos dentro.

La razón por la que esa espada era tan tóxica para mi era por que, tras veinte años de estar a lado del demonio, mi sangre estaba completamente contaminada con su esencia, lo cual hacia que aquellos fragmentos se sintieran como carbón ardiente.

No me atrevía a preguntarle a Amaya hacia a donde nos dirigíamos, sabia que estaba haciendo lo mejor que podía, pero yo no iba a resistir por mucho tiempo, pues cada salto que daba su caballo era como ser apuñalado de nuevo.

Con cada kilómetro que recorría, me encontraba con más y más poblados destruidos por completo. No tenía donde ir, no sabía qué hacer… Pero no era tiempo de hacerse una bolita, sino de buscar una solución.
Sabía que había más personas buscándome, principalmente por el hecho de que el ejército estaba destrozado y a los que habían sobrevivido seguro se los llevaron como esclavos. No estoy segura ni yo misma del resultado, puesto que me había desmayado y cuando desperté, no vi a nadie vivo.

Decidí parar en una casa de la que quedaba un resto en pie. Lo bajé de forma cuidadosa y lo acosté en el suelo.


Agarré la manta que usaba para cubrir a Fir y se la puse encima a Andreas.

—Quiero que sepas que te amo demasiado— Fui directa y dulce. Le comencé a acariciar la cabeza.

-"Yo también te amo..."- dije entre jadeos. -"Tenemos que escondernos... tu caballo llama mucho la atención"-

Estaba tan cansado, y sabia que Amaya lo estaba también, y ninguno estaba en condiciones de defenderse, por ahora la mejor opción era detenerse a recobrar fuerzas

-"Hiciste lo correcto... si hubieras hecho lo que te pedía nos habría matado a los dos"- trate de consolarla, pero era todo lo que tenia.

Tan solo desvié la mirada. Ese sentimiento de estupidez no se me iba, dijeran lo que me dijeran. Por mi enorme orgullo casi lo había matado, pero no hablaría de eso.

—De todos modos… — Guardé silencio — Hay que llegar de alguna manera al Sur. Pero dudo que me dejen pasar antes de que Lucifenia esté en el país y autorice. Mira mi pinta, es de todo menos de una princesa. Para ellos podría ser cualquiera con una armadura robada— Sonreí un poco triste — Pero ya se me ocurrirá algo. Ahora descansa. Iré a ocultar a ese caballo y traer agua.

Me fui hasta allá, sacando el bolso que colgaba del cuello de Fir. Allí estaba el libro, la daga, la tiara –que de seguro vendería para comprar comida- , un mapa que no sabía leer y la cantimplora con agua.

—Ahora vamos a dormir — Le dije al animal y lo puse dentro de otra casa, completamente negra por el incendio, pero lo suficientemente cerrada como para que nadie lo viera.

Me fui de allí y fui con mi esposo nuevamente.

—Si tienes frío o sed, solo me avisas — Dudaba si iba a dormir.

-"Amaya, necesito que hagas otra cosa por mi, necesito que estés atenta por si vez a mi caballo... esta solo por ahí y se que no tardara en encontrarme... cuando lo encuentres escóndelo..."-

No podía dejar a Nuctemeron a su suerte... si alguien lo encontraba trataría de llevárselo, pero el era terco y cuando se sentía amenazado bastante agresivo, tanto o mas que Amaya. y con el llevaba todo lo que necesitaba para cruzar la frontera, incluido las barras de oro que me dio el Rey, el padre de Amaya.

A medida que pasaba el tiempo, el dolor se hacia mas soportable, tenia algo de fiebre y aun estaba débil, pero sin duda el brebaje que me dieron aquellos dos sujetos empezaba a hacer efecto.

Asentí ante eso. Por esa noche no dormiría.
Le di agua cuantas veces lo necesitara, pues temía que se deshidratara. Además que comenzó a tener fiebre en la madrugada. Pronto no tardó en aparecer aquel sueño travieso, que me tentaba a cerrar los ojos de una buena vez y descansar.

Cuando estaba por rendirme, escuché el galope de un caballo.
Inmediatamente me fui a fijar, parándome de un solo salto. Y definitivamente allí estaba, Nuctemeron. Me aproximé y le hice unas señas con los brazos para que se detuviera.

Se lo notaba alterado. Parecía que habían querido hacerle algo, por su actitud.

—Tranquilo, amiguito… — Le hablé con tranquilidad— Yo no te haré nada. Soy Amaya. Un poco diferente, pero soy Amy — Me acerqué lentamente y lo agarré de la rienda sin montarme sobre él — Vamos con Fir. Seguramente él estará contento de verte, así como tu dueño.

Le fui hablando apaciblemente durante el camino hasta dejarlo en la casita con Fir.

Fui de nuevo con Andreas.

—Alguien seguramente encontró a Nuctemeron antes que yo. Probablemente vengan hacia acá en unas horas…

-"Para entonces ya estaremos muy lejos aquí"-

Pese a los efectos milagrosos de la poción, aun no me reincrporaba por completo, después de todo ese pequeño trozo de metal seguía atascado dentro de mi, pero ahora estaba lo suficientemente descansado como para seguir otro rato.

Tome un trozo de madera a medio quemar que estaba encajado en una grieta del piso y me levante, tratando de no aparentar dolor.

Fui hasta donde Amaya, por su expresión se veía que no había pegado un ojo en todo este tiempo, tenia la cara toda aruñada y golpeada, y el pelo todo malhecho, pero aun así la amaba y quería llevarla lejos, cuidarla y protegerla de cualquiera que quisiera hacerle daño.

-"Ya es hora de irnos cariño, si en verdad nos están siguiendo no hay tiempo para descansar"-

Asentí con una sonrisa, pero aun preocupada por su salud.
No estaba muy segura quiénes iban detrás nuestro, puesto que los de Amatista debían recuperarse un poco para mandar un grupito de soldados a buscarme. Estaba convenida que lo harían tarde o temprano… Pero no sabía que la travesía seguiría un buen tiempo.

—Está bien. Pero en cuanto vea que no puedes más, te obligaré a parar y descansar. Y no voy a aceptar un no como respuesta.

-"No me hagas reír, que no se como es que tu sigues en pie con esa armadura puesta"- Dije en broma -"si quieres... o si las necesitas, en la montura de mi caballo hay comida y algo de agua... y creo que también llevo unas vendas y unas tijeras"-

Si había algo bueno dentro de todo lo malo era que a pesar de todo no perderíamos el animo, pues aun faltaba mucho para llegar al sur.

—No me la he sacado aun porque, quien sabe. Tal vez me terminó gustando — Hice una cara tonta e ingenua — Racionaremos lo que hay — Dije. Aunque estaba muerta de hambre pues no sabía ni cuantos días habían pasado desde que me había despertado— Y deja de hacerte el fuerte, ahí parado, idiota — Me arrimé para sostenerlo — Ahora es mi turno cuidarte — Sonreí dulcemente.

-"De acuerdo, puedes ser la heroína esta vez y cuidarme todo lo que quieras, pero primero preocúpate por sacarnos de aquí.."-

No quería ser cortante con ella, después de todo era realmente la heroína, detuvo el avance del ejercito de Amatista y se enfrento al señor del octavo circulo del infierno y vivió para contarlo.

A varios kilometros de ahí, el gran demonio vagaba por las tierras del norte reclutando su propio ejercito, entre desertores a los que capturaba y corrompía para que lo siguieran en su infame causa y cadáveres reanimados se armaba para declararle la guerra a aquellos a los que tanto odiaba, pero aun estaba el inconveniente de que estos no podían hacer el trabajo sucio por el, tenia que encontrar a alguien que fuera capaz de asesinar a los oscuros por voluntad propia, sin estar bajo su influencia.

Pero el demonio no era tonto, al contrario, tomo el cuerpo maltrecho pero aun con vida del comandante del ejercito del Oeste y lo llevo hasta el palacio de Yellow, la cual para estas alturas ya había reclamado como suyo. Solo le tomo unas cuantas horas deshacerse de cualquiera que pudiera representar una amenaza para el en aquellas tierras, oriundos o extranjeros, soldados o civiles, eran asesinados, sus almas devoradas y sus cuerpos malditos vacíos obligados a obedecerlo hasta el fin de los días.

—Estoy en eso— Respondí — Ahora vamos a irnos de aquí pero ir a abastecernos de agua. Espero que resistamos, pues el río está algo lejos.

En el camino en busca del río, tuve que aminorar el trote de Fir, puesto que este era exageradamente veloz y dejaba todo atrás. Me iba sonriendo porque ahora parecía un marimacho cuando antes me sentaba con las piernas colgando y de costado al subirme a un caballo. Supongo que ahora recién tenía la libertad que siempre había querido, pero en las peores circunstancias.

A lo lejos, comencé a divisar agua.

Si debo de ser sincera, estaba haciendo un sobreesfuerzo sobrehumano por no desplomarme nuevamente, sino nos alcanzarían quienes nos estuvieran persiguiendo.

Apenas llegar, me fui a cargar el recipiente con agua y lavarme las heridas y cortes de la cara. En el reflejo del agua me vi el ojo, y este definitivamente se veía terrible con su corte; no usaría la poción pues la guardaría para Andreas.

Miré hacia todos lados, vigilando. No tenía ni fuerzas para levantarme… había llegado a mi límite por ese día. Tan solo me quedé sentada en el césped, intentando no dormirme en el proceso.

En eso, oí un ruido. Un ruido que me puso a la defensiva enseguida.
De los árboles salieron unos tipos, vestidos con una especie de uniforme que yo estaba segura que había visto antes… ¿Pero de quiénes? Entonces hice memoria, remontándome a un buen tiempo atrás. Y ahí me llené de horror. Eran esos tipos que le daban dolores de cabeza a mi padre, los mismos que habían mandado a ese sujeto por la noche a la cabaña cuando nos estábamos por ir al Este. Y yo suponía lo que querían.

— ¿Se les ofrece algo? — Seguía sin poder levantarme. Pero disimuladamente posé la mano en la funda donde estaba la espada bastarda.

Ellos estaban en silencio, aproximándose. Problemas, más problemas.

-"no estos sujetos ahora..."- dije al verlos a lo lejos.

Como eran apenas unos cuantos, lo primero que se me vino a la mente es que el golem podría hacerse cargo de ellos, sin embargo cuando trate de convocarlo de nuevo un dolor intenso me punzaba en la herida, ese trozo de metal volvía a sentirse como carbón ardiente .

Antes que pudiera reaccionar, aquellos sujetos se acercaron corriendo hacia a mí y me llevaron por delante. Me tomaron del brazo quebrado y me despojaron de todos los objetos que traía encima, para quedárselos.

—Yo que tu querido esposo hubiera pagado por nuestros servicios y no necesariamente con dinero. Pero ahora, si te entregamos, no a nuestro jefe, sino a los de Amatista, seguramente nos darán una suculenta recompensa de lo que pidamos.

Comenzaron a reírse. En eso, quisieron tomar a Fir, pero este se puso a la defensiva y muy agresivo porque odiaba que alguien que no fuera yo lo intentara montar.

— ¡Aléjense de ese caballo! — Les grité con una gran furia, pero lo único que recibí, fue un nuevo puñetazo en la mejilla (como si ya no tuviera suficiente).

Fir se puso en dos patas y le pegó a uno de ellos con una fuerza bruta inimaginable. Luego, empezó a revolcarlo por el piso y a pisotearlo con todas sus fuerzas.  A pesar de que estaba domado, se comportaba así cada vez que tenía miedo y no le agradaba alguien. Podría decirse que era muy violento.

Otro tipo fue a ayudar a su compañero, pero pasó algo que yo nunca pensé que pasaría… Le clavó una espada a Fir por la zona en que estaría su estómago.

—No… — Negué con la cabeza — No… ¡NOOO!

Finalmente, mi pobre corcel se desplomó al cabo de un rato. Respiraba dificultosamente y me miraba fijamente, sufriendo. Relinchaba como podía y movía las patas traseras, aun intentando defenderse.  Podía sentir su dolor.

—Una lástima. Un precioso ejemplar, pero no queremos más problemas.

Parecía que se burlaba de mí. Empecé a llorar nuevamente. Era la única mascota que había tenido que me había acompañado siempre y que realmente había apreciado de verdad, a diferencia de los perros y gatos que me regalaban. Este había sido un obsequio especial, pues representaba que ya estaba lista para montar y tener uno propio, además que simbolizaba la libertad que siempre quise tener. Y se parecía mucho a mí en carácter.

—Fir…  —Quise acercarme a acariciarlo por última vez, pero no me dejaron.

—Tu esposo parece no poder hacer nada… mejor. Ahora nos vamos rumbo al Oeste, pequeña mocosa. Haz sido un dolor de culo para varios, pero para nosotros no. Espero que tu marido comprenda que así funcionan las cosas.

Quise salir corriendo de allí, para solo provocarme un tirón en el brazo dañado. Comencé a revolcarme del dolor.
Luego de encadenarme ,me tiraron una red encima y comenzaron a arrastrarme por el piso para llevarme a sus caballos.

-Encárguense de él - Les dijo a los otros , señalando con la cabeza a Andreas.