۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

Al final amarró al caballo a la parte trasera del carro.

Echo las cosas y se monto en el, y lo llevo hasta el jardín donde lo esperaban Morgana, Amaya y las niñas.

-Bien mujercitas, es hora de irnos- Le dijo a sus niñas. -No podemos dejar a Fir y tampoco podemos ponerlo con los demás caballos, así que una de ustedes dos tendrá que irse montada en Él junto con mama... Y otra vendrá conmigo y me ayudara a arrear a los caballos-

Se bajo y empezó a echar las cosas al carro, no sabía si Amaya seguía molesta con El, pero no se iba a poner a averigualo en frente de Morgana o de las niñas, solo siguió como si nada pasara, ya habría tiempo para averiguarlo cuando llegaran a Noctis, pues la distancia entre la capital del sur y su ciudad natal no era tan grande en comparación a la del norte, y llegarían probablemente esa misma tarde.

Eli continuaba chillando.
Amaya frunció un poco el seño. Agarró a Eli por los hombros y empezó a caminar con ella por detrás hasta dejarla frente al padre.

—Eli ayudará a papi— Puso la voz de Elizabeth, que continuaba largando mocos por el asunto de Pie.

Luego hizo lo mismo con Isabel.

—Isa irá con mami.

Ese fue su ultimátum y más vale que no la contradijeran porque estaba con la vena hinchada de tratar de consolar a una Elizabeth que se había puesto en plan de caprichosa.
Se subió con Isabel a Fir.

Morgana solo rió discretamente de la situación.

Andreas se puso en cuclillas frente a su hija, le limpio las lagrimas con sus manos y la miro a los ojos.

-Eres una niña muy bonita Eli, pero toda esa belleza se esfuma cuando te pones a llorar de esa manera... Si tu mama te dice que no puedes hacer algo no es por que ella no quiera, es por que de verdad no puedes... No podemos llevarnos a tu caballito Pie, al lugar a donde vamos no habrá tiempo para jugar con El, lo mejor es que te espere aquí.-

Subió a la niña al asiento del conductor y se sentó junto a ella.

-Por que no me ayudas a tirar de las riendas? algún día tendrás que aprender a montar un caballo de verdad y esta sera una oportunidad perfecta para que practiques-

Elizabeth fue calmándose de a poco al ver que ayudaría a su padre con los caballos. Y cuando vio a esos animales, sintió lo mismo que su madre cuando era pequeña: una enorme admiración por ellos. Y empezó a fantasear con el día en que tuviera uno propio y esa era la oportunidad perfecta para aprender y así manejar al suyo.

— ¿Dónde vamos es sorpresa?— Preguntó curiosa, pues con todo el revuelo que había causado en su madre con el asunto del caballo de madera, se le había olvidado preguntarle.

-Bueno, es que vamos a muchos lugares... primero iremos a la ciudad natal de tu papi, hace mucho que no veo a tu abuelo y creo que ya es hora de que lo conozcan. después iremos a la capital del Este, Requiem... esa ciudad no me gusta mucho pero ahí es donde vive tu tía y necesito pedirle algunos favores.-

Sentó a Eli en su regazo y la dejo que tirara un poco de las riendas, Ya estábamos listos para partir.

— ¿Abuelo?—Sonrió bien enorme, ya que nunca había tenido la oportunidad de conocer a ninguno, ni por parte de su madre ni por parte de su padre.
A veces iba a la lápida del panteón familiar del sur con Lucifenia a dejarle flores a su abuelo materno, y una vez fue a tirárselas al mar en la playa.

-Abuelo- Le respondí -No tuvo oportunidad de conocerte después de nacer, pero ahora estoy seguro que le va a encantar conocerte a ti y a tu hermana-

Partimos hacia la frontera llevando a las niñas con nosotros hasta donde aguantaron, después se fueron en el carro junto con morgana.

La frontera estaba tan tensa como siempre, pese a que el Este se había mantenido neutral, tratar de ingresar al país era mas difícil que tratar de entrar a Amatista, pero Andreas tuvo la suerte de encontrar algunos conocidos que estaban de guardia.

Después de cruzar, nos dimos cuenta que la seguridad se incrementaba en cuanto mas nos acercabamos, siendo Noctis una ciudad que se protegía perfectamente por si misma, eso solo podía significar una cosa: Mi hermana estaba en ella.

Morgana iba jugando con las niñas, las cuales se divertían cantando canciones típicas infantiles, tanto del Oeste como del Sur y el Norte.
Elizabeth no entendía nada, puesto que aun no había aprendido alemán, pero Isa si sabía perfectamente y acompañaba al súcubo balbuceando en aquel tan complicado idioma.

— ¿Y qué dice esa canción?— Le preguntó. Por fortuna había olvidado por un momento a su preciado caballito de madera, su querido Pie.

Morgana se quedó un poco pensativa.

—Algo más o menos así:

Estoy en casa, gané la guerra
Y ahora me encuentro en tu puerta
Intenté obedecer las leyes
Aun a la fuerza

¿Me recuerdas? Claro, antes de la guerra.
Cuando miras hacia mí
Soy piezas de lo que debía ser

Nada de lo que es, es lo que parece ser.

— ¡Qué oportuna! — Exclamó Amaya al escucharla.

Morgana rió.

—Lo que pasa es que alguien tan joven como tú, a comparación de una momia como yo, no tiene idea de cantos típicos y mucho menos de allá — Le respondió con el mismo tono, aunque un poco más burlón. Luego se dirigió a Elizabeth — Lo que pasa es que en mi país natal, hace muuuuuchos años, los hombres inventaron esas canciones para cantarles a sus hijos a modo de explicación porque habían cambiado tanto luego de tiempos de guerra, lucha y dificultades. Pero ellos muchas veces pensaban que ellos solos estaban afectados, pero en realidad también eso cambiaba radicalmente su entorno: la personalidad de sus familias y amigos… si es que le quedaban una. Pronto los niños solían utilizarla en sus juegos, como algo normal para afrontar a su manera esas situaciones— Se llevó las manos detrás de la nuca.

— ¿Y la guerra es algo normal? ¿Es algo bueno?

—Dependiendo cuál es tu definición de normalidad… hay personas que la guerra es el pan de cada día. Pero tú tendrás tu concepto de normalidad en cuanto crezcas y decidirás si es normal, bueno o malo.

—Mami estuvo en la guerra — Agregó Elizabeth con un puchero, pero sin tener ganas de llorar. Más bien estaba siendo histriónica.

—Si… Y mami es una gran guerrera. La mejor de todas — Le picó la nariz.

Eli rió.

— ¿Y tú eres guerrera también?

—Mi especialidad es esfumarme. Eso no creo que sea propio de una guerrera — Rió — Tal vez he sido guerrera, pero en otro sentido no tan literal — Pronunció pensativa — Uno puede luchar por un ideal, por una nación… pero también por sentimientos y amor. Creo que soy guerrera del amor.

—A la momia se le están aflojando las ideas — Murmuró Amaya con cierto humor.

—Te oí.

A Andreas no le parecía para nada apropiado que le hablaran sobre guerra a las niñas, tal vez el tipo de guerra que el conocía no era de esa que se contaba con orgullo.

Mientras mas nos acercabamos, la actividad militar se hacia mas intensa, fue entonces que confirme mis sospechas cuando vi a las afueras de la gran muralla a mi cuñado, el rey... tan elegante como siempre

Para Amaya, oír relatos de guerra era más común que limarse las uñas un fin de semana. Después de todo, su nación lo había estado incluso antes de su fundación y siempre se contaban esos relatos con gran entusiasmo y orgullo a la hora de tocar un tema en su familia. A pesar de todo, no le gustaba el tema y era bastante sarcástica al respecto, pero ahora le intentaba meter algo de humor para no amargar a sus pequeñas.
También comprendía que si ellas preguntaban, tenían que responderles de la forma menos chocante posible y no mantenerlas en una burbuja.

Amaya no veía nada desde atrás, así que solo se limitó a seguir con la misma cara de aburrimiento que había tenido desde que había salido del Sur.
Ahora extrañaba el Sur y a su embarazada prima.

-Maricón...- Pensó Andreas al ver a su cuñado, y no es que este le cayera mal o fuera hominicaco... es que de verdad lo era.

-Mariconeeeh!!!- Grito aquel hombre con voz afeminada -Miren quien ha vuelto... si es nuestro pariente favorito, y parece que no viene solo...-

El sujeto bajo de su caballo todo tembloroso, balanceándose de un lado a otro mientras su asistente trataba de ayudarlo
-Gerardo no me toques los cojones que tengo prisa- le dio un empujón y siguió caminando

-Mmmm Luna, huelo tu pelo desde aquí... dime que shampoo usas que quiero untarmelo por todo el cuerpo y...- Hizo una pausa al ver por la ventana y darse cuenta que no era Luna la que iba dentro, sino Morgana, que al parecer, tenia el mismo aroma corporal.

-Tenemos una gran problema... o me he vuelto loco o te has puesto mas frondosa-

Puso las palmas sobre el mentón y se quedo viendo a la sucubo con admiración.

Morgana rió juguetona, como solía hacerlo siempre que le causaba mucha gracia un sujeto y que avivaba esa chispa pícara que tenía desde el principio de su existencia. Se arrimó lo suficiente como para apoyar un brazo en la ventana y dejar su mano colgando hacia fuera.

— ¿Prefiere averiguarlo? — Sonrió totalmente descarada y traviesa.

Elizabeth e Isabel se pusieron tras Morgana, en plan de tímidas.

Amaya simplemente escuchaba todo lo que sucedía, con una gran gota de sudor amenazando con caerle de la frente. Simplemente le resultó hilarante.

—*Eso no es muy conveniente que digamos*— Pensó con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.

-Averiguarlo? pero si ya me di cuenta bombón, que ese cuerpo no pasa desapercibido... que te parece si te olvidas de... estos y nos vamos un rato juntas las dos a la mierda- Dijo aun col las manos en la cara y haciéndole hijitos. -seguro que cualquier cosa es mejor que ir a ese foso oscuro y húmedo al que tu amigo Andreas llama hogar, que te parece?-

Si hubiera estado en otro momento, hubiera accedido inmediatamente, porque ¿Qué más quería? Prácticamente se le estaba ofreciendo en bandeja y ella no estaba haciendo nada como para provocarlo.
Puso una mano en su mentón, fingiendo estar pensativa.

—Me encantaría, guapetón, pero en otro momento — Le guiñó un ojo — Ahora debo hacer un par de cosas… pero ¿Quién sabe si no habrá otro momento en que crucemos miradas? Y tengamos algo más que mero contacto ocular — Se le dibujó una sonrisa cargada de la más intensa de las lujurias — Pero como ve… tengo que estar de niñera — Se apartó un poco y le mostró a las niñas que se volvieron a esconder.

-Vaya... que lastima, entonces sera para otra ocasión, si algún día decides dejar a estos maricones e ir con un hombre de verdad, estas siempre invitada a mi castillo, invitada para siempre-

Al final solo se bajo y regreso a donde estaba su caballo.

Pronto abandonamos la compañía de aquella multitud, pues pese a todo las reglas estaban claras, ningún tipo de milicia podía traspasar los muros, ni aliados, ni enemigos.

Cuando cruzamos las puertas, Andreas se vio especialmente abrumado por aquel paisaje, los verdes y fríos campos de pasto que estaban detrás de aquellos muros se habían desvanecido, y en lugar de eso había campos de acacias las cuales se habían extendido por toda el área durante los años que estuvo fuera.

Amaya empezó a mirar las acacias con cierta tristeza y nostalgia. Le recordaba mucho a su lugar de origen, en donde se podían ver esas maravillas hasta más allá del horizonte… por lo menos antes de todo el desastre.
Apretó las riendas de Fir con fuerza. Tan solo se mantuvo en un sepulcral silencio.

Elizabeth comenzó a cantar al ver las plantas.

—Dicen que cuando ella ríe quiere llorar
Atrae a la muchedumbre y luego se esconde
Nadie sabe que todavía crece una flor
Ella no necesita nada como las rosas
Solo una espinada acacia amarilla silvestre

Se sienta en casa junto a la maleza
Libre como la brisa nocturna
Crece en el horizonte, a la sombra de un árbol
Crece dentro de mí, una acacia amarilla silvestre.

— Crece dentro de mí, una acacia amarilla silvestre.
Y ya no puedo vivir sin ella…

Finalizó Amaya en un susurro.

Ahora que habíamos llegado estaba el asunto de averiguar que hacia mi hermana aquí.

Bajamos por aquella torre Laura, guiados por una tenue luz azulada decendimos cientos de metros hasta la parte inferior del domo.

-Cuando lleguemos a casa déjenme ir primero a mi, hace años que no veo al viejo y quiero prepararlo para la noticia- Dijo andreas cuando se aproximaban a la que atrás tiempo había sido su casa.

Aunque sus palabras tenían algo de verdad, lo cierto era que tenía lo que pasara una vez que se reuniera con su hermana otra vez

Aurora "La hidra voraz" Rothsik, quien había obtenido ese apodo. durante el tiempo que estuvo en el ejercito por su característico peinado de siete colas, su agresiva personalidad y mortifera habilidad en las armas.

—Bien, comenzaría con las apuestas… — Pronunció Morgana con cierta maliciosidad oculta — Pero luego recuerdo que tengo un par de niñas al lado y se me pasa.

Quería apostar con Amaya si Andreas sería despedazado o quien sabe que otra cosa.
Podía sentir algo pesado en el aire. Frotó sus manos con suma ansiedad.

—…Podemos apostar más tarde— Amaya había notado aquella malevolencia sin que la otra tuviera que hablar un poco de más — Lo que tú quieras — Quería ver hasta dónde podía llegar.

—Ay no, no me tientes, que ya con esta, es la segunda vez en el día que dejo pasar algo que quiero hacer con todas mis fuerzas — Agitó la mano fuera de la ventana — Pero pronto eso será recompensado — Tronó sus dedos.

En cuanto se encontrara con aquel otro oscuro, quién sabe que era capaz de hacer…

—Ah, y las niñas se han dormido.

Aurora era una mujer muy dura y fría, había sido el tormento de su hermano toda la vida, nunca lo quiso pues ella siempre renegaba de su posición en la familia por haber sido mujer y le envidiaba por los derechos que recibía por el simpre hecho de ser varón.
No fue hasta la adolescencia que Aurora se harto de la vida de señorita y decidió enlistarse en el ejercito, se corto el pelo, se apretó el pecho con una venda y se hizo pasar por hombre, rápidamente se gano una envidiable fama entre los soldados y cuando lo inevitable sucedió y se supo que el era en realidad una ella no tuvieron mas remedio que dejarla seguir en el ejercito, pues su no había rival, aliado o enemigo que pudiera contra ella.

Rápidamente escalo puestos en la jerarquía militar, llegando a convertirse en la encargada de proteger al mismísimo rey.

Pero aun no era suficiente para ella. Las leyes en aquel tiempo eran diferentes, pues como Sôl Austan se había mantenido como una nación con múltiples gobernantes que servían un rey supremo, y este como tal, podía ser desafiado por cualquier gobernante que cuestionara su autoridad... Aurora estuvo a punto de desafiarle en nombre de su padre, aunque eso era completamente ilegal e invalido el rey asustado le propuso una mejor solución, que se convirtiera en Reina a través de un matrimonio, y aunque Aurora despreciaba completamente el concepto de matrimonio, acepto.

-Por un momento pensé que no vendrías- Dijo una voz que venia del fondo de la sala. -Cuando me llego la noticia de que habias muerto pensé que me habia quitado un peso de encima, pero ya veo que eran todos rumores, después de todo aquí estas, sucia ratilla... Tratando de quitarme lo que por derecho me corresponde-

Andreas sitio la voz para encontrarse con ella sentada en la parte mas oscura de la casa limando sus uñas.

-También me alegra verte... Tanto tiempo y yo sigo sin entender algo de lo que dices-

-Tanto tiempo y sigues siendo un idiota... O no, es que sigues siendo bueno para hacerte el tonto, pero sabes perfectamente que hacemos aquí... Padre esta enfermo y ya es un hombre mayor.-

Todo cobro sentido entonces, no dijo nada a sus acuzaciones y le dio la espalda para ir a ver a su padre.

Mientras tanto, Amaya seguía hablando con Morgana.

—Ahora que estamos aquí sin hacer absolutamente nada y yo me estoy pudriendo en aburrimiento, puedes preguntarme lo que quieras.

Amaya se quedó pensativa. Aun no comprendía del todo porque los estaba ayudando, cuáles eran sus motivaciones para hacerlo y que recompensa querría después, una vez que hubieran cumplido todos sus objetivos.

— ¿Por qué me ayudaste cuando nadie lo hacía?

—Alguna vez fui humana y tuve sentimientos. Estos no desaparecieron por completo —Su respuesta solo la confundía aun más.

—En serio… ¿Por qué?

—Simplemente porque no estoy de acuerdo en la manera de proceder del actual rey del Oeste. Está llevando a la ruina todo lo que en un pasado construimos , a pesar de que ahora es una gran potencia y de que se mofa de haber “derribado al gran Yellow del Norte” , cuando todos sabemos muy bien que no es así.
>>Siempre dicen que de un genio le sucede un imbécil y del imbécil un idiota inepto… Hay mucha razón en esos dichos. Su abuelo era un maldito genio. Era sabio, pacífico y justo; pero luego, lógicamente, le sucedió el hijo, el padre del actual rey, que resultó ser un grandísimo imbécil. Él permitió que esa secta de sacerdotes se metiera en la nobleza y tuvieran gran influencia en la corte y en toda la nación en general. Cosa que su padre, si bien sabía de la existencia de estas personas instaladas en su reino desde hacía muchísimo tiempo, nunca pudo combatirlos por obvias razones, pero si lograba mantenerlos a raya con ciertas leyes que los limitaba bastante en su proceder, marginándolos.

>>Ellos tentaron al ese entonces padre de Mordred, diciéndole que les dejaran hacer sus planes en el más sucio de los silencios, desde las sombras, que si todo resultaba como ellos planeaban, iban a tener las tierras de Yellow del Norte, que eso era más que seguro; pero que mientras tanto mantuvieran esa fachada neutra que terminó durando exactamente un siglo. Imagínate que nuestra tierra es muy difícil de trabajar, pero, en cambio, la tuya era un verdadero paraíso, donde tirabas una semilla y crecían cinco plantas, con gran diversidad de climas según donde fueras, todo menos frío. ¡Era perfecta!

>>Como recompensa, el rey les financiaría todo, principalmente en la búsqueda de los objetos sagrados perdidos. Ellos le daban la tierra, él dinero y los objetos sagrados.

>>Unos años después, cuando aún estaba vivo, hicieron una visita a tus padres, princesa, y allí aprovecharon para comenzar su maquiavélico plan: eliminar la descendencia de los reyes del Norte. Y sí, envenenaron a tu hermano mayor, el príncipe Razziel, para que este no heredara la estaca de madera y así cayera en sus manos. Pero algo resultó mal… pues la estaca de madera no se encontraba en el palacio donde ellos creían. Su paradero era desconocido. Eso los llenó de una rabia infinita. Y fue error de ellos, pues debieron suponerlo. Ahora no podían proceder a matar a los reyes, pues sería muy obvio y las sospechas recaerían enteramente sobre las visitas.

>>Estuvieron aparentemente inactivos por muchos años, incluso después de la muerte del padre de Mordred… Hasta que naciste tú, Amaya. Una pequeña niña. Por un momento se confiaron, pues las leyes de Yellow con respecto a tu situación de heredar el trono eran tan anticuadas que directamente no se podrían cambiar. Aun así no te consideraron una amenaza. Eras débil fácil de eliminar, lo podían hacer en cualquier momento.

>>El problema se dio cuando te empezaron a buscar pretendiente. Por eso enviaron esa vez al Marqués del Oeste, para intentar obtener tu mano y adquirir las tierras sin necesidad de tener que aniquilar a alguien más. Aunque aun así seguías corriendo peligro, pues si suponías una amenaza, no dudarían en matarte… Y sabemos de qué manera lo humillaste.

Amaya estaba estupefacta por toda esa información.
¿Cómo se podía ser tan… desgraciado? Y se quedaba corta. Tendría que haber utilizado todos los insultos en todos los idiomas que conocía.

— ¿Y cómo te afectó todo eso?— Titubeó un poco.

—Desde que tengo memoria de súcubo, que me gané el puesto de Gran Duquesa teniendo relaciones sexuales con uno de mis descendientes… El Reino de Amatista del Oeste se había fundado hacía poco tiempo y aun continuábamos en guerra. Éramos inestables, un país pequeño. Y la corte necesitaba la voz de alguien que estuviera siempre ahí. Y con siempre, me refiero literalmente.

>>Vi muchas cosas todos estos siglos, viví ni lo que matusalén pudo, conocí demasiada gente, estuve en muchas guerras… y me percaté enseguida cuando esa secta salida de la nada vino a parar a nuestro reino. Sabía que no podía ser bueno, y que a pesar de mi insistencia para sacarlos y hacer algo en su contra, eso fue a parar a la basura cuando Braulio, padre de Mordred, les dio la aprobación y el lugar para que hicieran lo que se les viniera en gana.

>>Por un momento quise engañarme y convencerme de que estaba equivocada, de que tal vez no eran tan desgraciados como pensaba. Pero lo único que hicieron ellos con el pasar de los años, fue limitar mis poderes de decisión, prometerme de que dándole algunos textos de magia de mi amante me recompensarían con lo que deseara… y caí en su juego. Dejé que me lavaran el cerebro vilmente. Y no me di cuenta de esto hasta que me derrotaron completamente en mi segundo intento de matarte, a ti y a tu pequeña beba. Y después cuando vi la guerra… todos los soldados nuestros que mataron por sus patéticos intereses, el terreno que estamos perdiendo… ¿De qué sirve? De nada. Y creí en que si te liberaba, si aun estabas viva a pesar de todo, podrías hacer algo en contra de Mordred y estos hijos de perra.

>>Perjudicaron a mi pueblo, a mi reino, a todos estos años de lucha y esfuerzo sobrehumano. ¿Qué persona que ama su tierra quiere verla arruinada así?
>>Quiero sacar a ese idiota inepto.


Amaya comprendía perfectamente ese sentimiento, pues ella también adoraba su nación y cuando tuvo conciencia de las cosas, quiso lo mejor para ella y su gente.

—Te podría seguir contando más cosas… Pero debo decir que se están tardando. Huelo problemas.

—Si, es cierto. Tengo un mal presentimiento de hace rato, pero nos quedaremos aquí, por el momento.

La costumbre entre los hijos de los magos era que solo uno podía heredar los conocimientos y poseciones de sus padres, este normalmente era elegido por el padre, pero cuando uno de los hermanos no estaba conforme con la decisión estaba en derecho de desafiar al hermano a muerte por aquella herencia.

Esas eran las intenciones de Aurora, ya había intentado convencer a su padre para que le diera eso que tanto quería, pero este se había negado.

-Hubiera preferido que murieras por la mano de alguien mas, aunque seas mi hermano sigues siendo un traidor, te casaste con esa niña y aun llendo en contra de los deseos mios y del rey, ahora no tendré consideración por tu patética vida... Pelearemos mañana al amanecer en el campo de entrenamiento, y no llegues tarde o tendré que venir a buscarte- Dijo esta que se mantenía bajo el marco de la puerta.

Morgana se volvió a tronar los dedos, en un intento de calmarse. Era obvio que algo estaba pasando y como era costumbre, no se podía esperar nada bonito.
Tal vez era pesimista, pero no estaba para nada equivocada… Se veía venir un enorme circo.

—La vieja Morgana se ha hecho vieja de verdad. Mira que contando historias del pasado, eh. Quién me ve… — Rió.

— ¿Sabes algo con respecto a la muerte de la reina Morrigan?

—Estaba en contra de todo, lo admitió frente a toda la corte, se deshicieron de ella e hicieron pasar todo como un suicidio. Es más, incluso iba a soltar todo en un viaje que estaba organizando a Yellow del Norte, aun si la consideraran una loca de remate. Tengo entendido que tu padre era bastante escéptico con respecto a esos temas sobrenaturales y que no supo lo que la guardia especial era capaz de hacer hasta que lo atacaron.

Amaya bajó la cabeza.

—Así es… Extraño a mi padre, a pesar que no era muy afectuoso conmigo. Ya ha pasado un tiempo de su conmemoración y siquiera me he tomado la molestia de dejarle unas flores en su lápida o en el mar. A veces me gustaría que halague mi cabello por última vez, como solía hacerlo. O que hubiera visto a sus nietas crecer — Se bajó de Fir y se acercó a la ventana a ver a sus niñas — Pero yo creo que me debe estar recordando en alguna otra parte, así como yo.

Sacudió la cabeza.

— ¿Qué harás en cuanto detectes al oscuro?

—Follármelo sería una buena opción… Pero él también se dará cuenta de mi presencia y no creo que acceda. Supongo que es por la razón o por la fuerza.

Al no recibir respuesta de su hermano, la reina se dio media vuelta y se fue, al salir miro de reojo brevemente a Amaya y a las niñas y siguió su camino.

-Es una lastima que vayas a quedar viuda tan joven, pero en parte es tu culpa por haberte casado con ese traidor-

También miro a Morgana, y supo por su olor que algo raro había en ella, no tardo mucho en darse cuenta de lo que era pero no dijo nada, solo siguió su camino sin mirar atrás.

Morgana se rió por esos dichos. Todo le causaba gracia, más bien, se lo tomaba con un sarcasmo gigantesco.  
Una vez más había acertado.
Por alguna razón se había acordado de Gawain y su estúpida arrogancia.

—Quién sabe… — Respondió Amaya en voz alta, aun viendo a sus niñas. Sus malos presentimientos se habían cumplido.

— ¿Te acuerdas de tu propuesta…? Cien monedas de plata a que la reina pierde.

Pero esto lo dijo en un travieso murmuro.

-Por que no mejor de oro- dijo Andreas que las había escuchado desde la puerta.

Las cosas no habían poder salido peor, el padre de Andreas estaba terriblemente enfermo, su hermana lo había desafiado a un duelo a muerte y ahora tenia que decidir si darle lo que quería o pelear con ella para defenderlo.