۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

Lucifenia no dijo nada; estaba algo enajenada de la situación. Tan solo lo miraba a los ojos, pero carente de humanidad que aun indicaba que estaba viva por dentro.
Aun despedía lágrimas, pues la sola idea de que ese dolor estaría toda su vida mortificándola, hacía que se quisiera morir. No sólo tenía que lidiar con fechas importantes como su cumpleaños, sino también con eso reciente. Esa tristeza tan solo la carcomía, ese vacío estaba nuevamente ahí.

Siguió sin hablar, tan solo se sentó y desvió la cabeza hacia otro lado, mirando la nada misma, nada en concreto.

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— ¡ALÉJENSE! — Repitió nuevamente, ahora hablando en plural. Volvió a emitir una risa lo suficientemente retorcida como para hacer asustar a la joven princesa.
Amaya se confundió un poco con eso (a la vez que se llenaba de terror), pues al mirar atrás no había nadie, pero comprendió enseguida que lo que le fue a consultar era una realidad…

Ahora lo primordial era tratar de encontrar una solución.

—Quiero ayudarte— Empezó a hablarle cerca de la puerta — De seguro debes estar muy debilitada. He leído la nota que pegaste en la puerta. No puedes seguir así.

Hubo un silencio. Luego, aquella risa maliciosa fue apareciendo y acrecentándose poco a poco.

— ¿Y qué puede hacer la GRAN princesa Amaya por mí? — Habló con un enorme sarcasmo en su voz — Necesito… a ellos… ¡LOS NECESITO! — Y volvió a reírse , pero pronto comenzó a gimotear.

Perdón por no postear nada estos dias, pero es que últimamente siento que estoy escribiendo relleno y que la historia no avanza en ninguna dirección y cada vez que quiero poner algo solo termino viendo el teléfono durante 15 minutos sin poder escribir absolutamente nada, quisiera dejarlo un par de días mas hasta que se me pase esto o hasta que se me ocurra algo, no es que quiera hacer un giro inesperado o un cambio radical, solo pensar en algo, escribirlo y no acabar borrandolo por que al final no me gusto.

edito esto después.

No hay problema. Entiendo esas sequías imaginativas (?).

De todos modos vine a avisar que algunos días estaré ausente porque tengo que seguir avanzando con los capítulos de mi libro , corregirlos y editarlos. Puede que un día me conecte , como que al día siguiente no.

Salu.

Marcus, al ver que no recibía respuesta alguna por parte de Lucifenia, solo se limito a llevarla dentro para que se recostara, y esperar que con los días venideros pudiera dar señales de mejora.

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Del otro lado del continente, Andreas bajaba rápidamente por las escaleras, al llegar al piso de donde habían venido los gritos.

Un extraño símbolo grabado en la puerta fue lo primero que noto, un símbolo que aunque no había visto nunca en su vida podia darse mas o menos una idea de lo que era por los trazos con los que estaba hecho.

-No intentes abrir la puerta, solo conseguíras hacerte daño- dijo mientras caminaba para ver mejor.

Amaya se alejó de la puerta, aun con la nota en la mano y le sonrió al verlo.

—Lo siento por levantarme, te quería dar una sorpresa, pero como ves, ahora se arruinó — Miró hacia la puerta — Tampoco es que pueda abrirla. Está cerrada con llave desde adentro.

Amaya extendió el brazo para darle la hoja de papel.

Morgana se había quedado en completo silencio en aquel momento. Paró de gimotear enseguida al apenas oír como esos dos hablaban.

Se detuvo por un momento a leer la nota, y luego de darse cuenta por completo de lo que pasaba doblo la hoja de papel y fue a buscar algo a otra habitación.

-Tenemos que sacarla de ahi mientras aun le quede algo de cordura... recuerdas el hechizo que ella nos enseño hace dias?, lo usaremos para llevarla lejos de aquí... pero primero vamos a sacarla de ahí.-

Busco entre los baúles que estaban bajo llave un gran frasco de liquido brillante, un potente ácido.

-Es un hecho que no podemos abrir la puerta, así que habrá que hacer otra entrada por la pared-

—De todos modos no creo que tenga demasiadas fuerzas como para atacarnos, aunque de alguna u otra forma intentará defenderse, porque con poca cordura, actuará como un animalito asustado — Miró hacia la puerta nuevamente — Pobrecilla, espero que Marcus haya encontrado la manera de revertir su situación — Comentó ignorante de todo lo que había sucedido en el sur — Solo dime que hacer y te ayudaré.

Memorisate bien el hechizo y cuando la tenga bien sujetada la envías al palacio, Marcus podrá ayudarla mejor de lo que nosotros podríamos... Ah y haste para atrás, no quiero que te caiga nada de esto encima-

Se cubrió ambas manos con una gruesa tira de tela y empezó a vertir el acido contra la pared, provocando que lentamente un agujero se formará en ella.

Cuando por fin la pared se deshizo gracias al ácido y entró un poco de luz, un hedor insoportable invadió el lugar, como si hubiera una especie de vertedero de cadáveres descomponiéndose a la intemperie en un día caluroso de verano. Este estaba mezclado con un aroma a azufre y a quemado.

Pero, sin embargo, no toda la luz de afuera invadió aquella habitación donde se encontraba aquel ser que alguna vez había sido una bellísima mujer humana, sino una parte, que bastaba para alumbrar una parte de su cuerpo… si es que a esos pies deformados y algo carcomidos se los podría llamar así.

Enseguida, como si sufriera un terrible rechazo hacia aquella luminiscencia, un terror indescriptible a ella, se escuchó como un peso se arrastraba contra el suelo con poca delicadeza, como si estuviera paralizada de las piernas, raspando el piso y causando un chirrido agudo en el mismo. Y luego, un brillo en plena oscuridad, un brillo intimidante, de unos ojos penetrantes y llenos de la más infinita demencia, centelleantemente diabólicos, amarillos fosforescentes y con la pupila rasgada, idéntica a la de un traicionero reptil.

Luego de eso, una carcajada espantosa, de una voz salida de los mil infiernos, fuera del mundo terrenal. Pero otra vez, como cuando había estado hablando con Amaya, esa risa se transformó en un sollozo desconsolado, característico de una persona que muere de pena. Decía palabras incomprensibles, como si hablara en un idioma desconocido. Maldecía, lloraba, maldecía, lloraba… y así, todo en menos de un segundo.

A la pobre Amaya se le partía el corazón al oírla. No quería saber su apariencia, pues por lo que había visto de sus pies, sabía que no quería que la vieran en ese estado, por muy loca que estuviera.

-No te distraigas... Tenemos que sacarla de aquí antes de que trate de escapar, tratare de sujetarla lo mas que pueda mientras tu preparas el hechizo.-

Era muy peligroso enviarla así como así nada mas, y Andreas lo sabia, pues si alguien que no fuera Marcos la encontraba probablemente trataría de matarla, así que lo mejor seria que El también se fuera junto con ella para someterla y evitar que alguien mas saliera lastimado.

Una vez mas llamo al golem de hierro para que sujetara a Morgana, y le dio la señal a Amaya para que los llevara de regreso a Yelow.

Magnífica iba a ser la cara de su esposo en cuanto viera lo que en verdad estaba pasando en Yellow del Sur.

La verdadera situación era que ante la inminente partida de Lucifenia de la capital, esta de inmediato se transformó en un caos. Si antes ya más o menos lo era aun cuando la reina aplicaba una mano dura en cuanto a castigos se refiere, ahora todo estaba mucho peor.

Ignorando el hecho de que Amaya sería la sucesora de Lucy, los mismos que sobrevivieron a la matanza de la guardia especial, que aun no habían sido descubiertos, tomaron el poder mediante un golpe de estado.  Controlaron a la iglesia, establecieron que el francés debía ser el único idioma que debía hablarse y organizaron viajes para hacer cumplir sus nuevas descabelladas normas a las colonias que se encontraban en otros continentes.
Adquirieron cantidades desorbitantes de armas de fuego y pagaron el precio de muchas más para que estas vinieran en camino. Ahora la armadura completa pasaría a ser solamente una antigüedad. Así  creían mantener a raya al campesinado y esclavos, cobrando impuestos altísimos y amenazándolos con las más humillantes de las muertes o castigos.  
Pero la población, totalmente desconforme con todo esto, en un intento vago de defenderse, atacaba en masa a los nobles que encontraban en los caminos, a todos aquellos ricos que se les topaba y no representaban para nada sus intereses.  Por eso, cada día parecía una batalla campal en la que el resultado solo eran muertos, enfermedades y hambruna.

El palacio real había sido tomado por aquellos canallas que odiaban a muerte a las sucesoras del reino y la verdad es que esperaban pacientemente , como cuan ave de carroña , a que llegara la bella futura reina Amaya y sus hijas para darle la más linda de las sorpresitas.

Lo más gracioso es que el palacio también se lo estaban disputando, y pronto no tardaría en: dividirse el reino en pequeños países o lo más probable,  formarse una guerra civil.
Nadie confiaba en nadie, solo en el poder del dinero. Esa alianza solamente era una fachada que ocultaba nefastas intenciones.

En cuanto a los de la guardia especial, estos tuvieron que huir, pues los de arriba pusieron sus cabezas en el tablero de anuncios: cualquiera que aportara información útil, o los encontraba vivos, obtendría una recompensa.

Este era el momento que habían estado esperando los de Amatista, solo que aun les faltaba enterarse para entrometerse y terminar de arruinar todo.

Aquel día, en el palacio, los sirvientes estaban juntando muchas de las cosas de los Jarishmort, separando lo que debían de vender de lo que debían de quemar.
Entre lo que quemarían , serían , principalmente , cuadros de Lucifenia , su hermana Ladelly , su prima y el primer retrato que se habían hecho Amaya con su esposo y sus hijas.

Y entonces, Amaya pronunció esas palabras y los envió al palacio.

Solo un abrir y cerrar de ojos bastó para llegar hasta la ahora caótica capital sureña. Un túnel oscuro y una luz al final de este fue lo único que pudo ver antes de llegar a su destino.

Fue en la habitación de Lucifenia en donde habían dado a parar, pero la llegada no fue tan tranquila como la salida, pues al llegar al final de aquel túnel, el golem que los acompañaba salió disparado a una gran velocidad, soltando a la ya bastante deformada Morgana y aplastando violentamente a una de las sirvientas contra la pared, dejando a la pobre como si le hubieran disparado con el cañón de un barco a quemarropa y haciendo un hoyo enorme en la pared.

El resto de las sirvientas, al ver aquella aterradora escena, salieron huyendo despavoridas, mientras Morgana, que ahora estaba suelta aprovechaba la oportunidad para escapar.

Morgana simplemente se fue arrastrando por el suelo a una velocidad inconcebible para unos simples ojos humanos. A pesar que estaba débil en cuanto a fuerza física y poderes, no en otros aspectos.

Uno de los nobles, al ver que las sirvientas salían corriendo y gritando a todas direcciones, se armó de valor y sacó un arcabuz de entre sus ropas. Pero pronto se arrepintió cuando se topó con aquella figura demoníaca y deformada que se retorcía en el suelo como cuan criatura diabólica… Pudo contemplar que tenía unos dientes inhumanamente afilados y que estos se vieron cuando aquella “cosa” sonrió con la peor de las malicias.
En menos de lo que canta un gallo, esa criatura se lanzó hacia el desafortunado tipo y se le prendió del cuello de una mordida. Ella no estaba hambrienta de sangre, sino más bien de semen y sexo.
Desesperado, el hombre le disparó en un brazo, a lo cual ella largó un grito de dolor. La cicatriz tardó más tiempo de lo normal en cerrarse… Ella lo tomó del cuello con la mano y le apretó la parte trasera de la cabeza contra el piso de mármol. Con la otra mano, deformada y arrugada, se subió el vestido y dio a conocer su espantosa vagina dentada.
Lo hipnotizó con sus escabrosos ojos de reptil para que perdiera su voluntad y dejara de gritar… y no hace falta aclarar que es lo que pasó después.

Morgana vio que estaba muerto. Había que buscar otra víctima. Por lo menos ya había recuperado un poco de su apariencia humana normal y sus bellos ojos azules. Ahora se la veía como una anciana.
Ya no se arrastraba, más bien, caminaba.

A medida que iba encontrando más víctimas, ella iba recuperando su hermosa apariencia, su juventud, su fuerza, velocidad y cordura.

En una de esas, dejó de actuar por instinto. Se dio cuenta que estaba montando a un guardia.

—Ah, esta soy yo… — Dijo “despertando” de su ensueño. Se miró la mano y apretó el puño. Estaba completamente desnuda y el sujeto estaba agonizando. Aunque cuando quiso terminar, él también había muerto.
Morgana se tomó la cabeza. Solo recordaba fragmentos de su pasado humano, como si todo ese tiempo hubiera estado durmiendo. Cuando quiso hacer memoria, recordó varias cosas de los días en que fue transformándose en aquel monstruo.

—Mierda, de nuevo— Murmuró.

Empezó a mirar a su alrededor. Estaba en Yellow del Sur.
Agarró una de las cortinas y se la envolvió en el cuerpo. Podía oír todo lo que pasaba alrededor, de la punta del palacio a la otra.

—Esto es malo. Muy malo… Y cuando descubran el rastro de cadáveres… mierda— Volvió a repetir.

Mareado por el extraño viaje que había tenido, Andreas se levanto con la intención de buscar a Morgana, por la desordenada habitación, no tardo en darse cuenta que esta lucia demasiado caótica, incluso para el desastre que habían creado al llegar, pronto se dio cuenta que no era solo la habitación, sino todo el palacio en general.

Salió de la habitación y se dispuso a buscar algún rastro que pudiera guiarlo hasta la sucubo, y el cadáver de un hombre con los pantalones abajo parecía un buen comienzo.

Solo camino un par de metros cuando se vio interrumpido por un grupo pequeño de guardias, no muchos, media docena cuando mucho, pero eso si, muy enojados.

Loa hombres, que tenían la apariencia de haber estado he ríos por lo menos un par de días seguidos alzaron sus armas, las armas de fuego que habían conseguido de ese hombre de tierras lejanas y le dispararon a Andreas casi a quemarropa, acertando todos los disparos.

Fue tanta la fuerza de aquellas armas que el cuerpo de Andreas salió disparado contra una ventana, cayendo varios metros y aterrizando en uno de los establos.

-Lo matamos?- pregunto uno de ellos, asombrado por el poder de aquellas armas. -Claro que lo matamos!- respondió otro con una carcajada -Ahora hay que ir a buscarlo-

Morgana atravesaba las paredes como si no estuvieran en frente, en busca de alguna ropa que pudiera usar. Pero toda la ropa que alguna vez había sido de Lucifenia, Ladelly y Amaya, había sido robada para que estas sirvieran como obsequios a las caprichosas esposas de los golpistas.

A medida que recorría el palacio, este estaba todo revuelto, saqueado y hecho un grandísimo desastre. Por un momento pensó que habían robado también la corona de espinas, pero al ir al subsuelo, no estaba ni la guardia especial ni el dichoso objeto sagrado.

—Entonces… Sí es cierto, no está la reina. Y por lo tanto, no está… — Eso quería decir que si no estaba Marcus ahí, la cura que le había dicho que encontraría para ella se había esfumado para siempre y debía aguantar estar así por toda la eternidad.

Le dio tanta rabia, tanta ira, tanta tristeza, que le dio un puñetazo a una de las paredes, haciendo que se desmoronaran por completo.
Acto seguido, fue hacia arriba, cerca de donde había dejado uno de los cadáveres secos como momias para ocultarlos antes de que alguien los viera y escuchó la balacera a la que calificó como “sonidos ensordecedores” y el ruido de los cristales romperse.

— ¿Y eso?— Se preguntó a sí misma. Se arrimó un poco para ver la situación .

Con cinco tiros en el pecho, uno en la pierna izquierda y la espalda llena de vidrios rotos Andreas se levanto como pudo y salió del establo para esconderse de nuevo dentro del palacio.

Aunque pudo aprovechar para escapar, aun debía averiguar que estaba pasando, saber que fue de Lucifenia y Marcus, y quien era el responsable de esto.

Cuando Morgana se aseguró que los guardias se fueron del lugar para ir a buscar a la persona que se había caído por la ventana, fue a averiguar quién había sido, pues era obvio que ante tanto caos, esos sujetos solo agredían a los enemigos.
Allí es cuando vio a Andreas salir de allí y entrar nuevamente al palacio.

—Esto es peor de lo que imaginé — Se golpeó la frente con la mano y decidió ir a buscarlo.

Mientras tanto, oía todo lo que se hablaba. Entre algunas de las conversaciones, se encontraba la de quienes habían tomado el reino por la fuerza, derramando ríos de sangre en el proceso.

—Los planes han salido a la perfección, caballeros. El único problema es que debíamos deshacernos de Lucifenia, no solamente de sus hijos. Miren si por alguna razón decide volver…

— ¿Y eso en porqué debería preocuparnos? Si renunció a su trono, eso quiere decir que también a tener a su seguridad cerca. Ahora está mucho más desprotegida que antes. No será problema buscarla y aniquilarla; a ella y también a ese amante de cuarta que tiene. Pero primero deberíamos violarla en frente de los ojos del escultor, humillarlos de la peor manera, para luego darles las más horrorosas de las muertes. Además, a nadie le importará su defunción.

—Si hay una persona. Y esa es la princesa Amaya. No podemos permitir bajo ningún aspecto que esa mocosa ocupe el trono… Ella parecerá una niña estúpida, pero es muy inteligente y astuta. Piensa mucho más que Lucifenia, no hay que subestimarla. Hará todo lo posible para deshacerse de nosotros. Además que tiene ese problemático esposo de su lado y aquel súcubo asqueroso de Amatista.
>>Si ella se hace reina, estaremos acabados. A ella también hay que eliminarla, a Amaya y sus hijas. Esas niñas heredarán la astucia de sus padres, también hay que cortarlas de raíz.

—Bien. Es un hecho de que debemos asesinar a todos. Con estas armas de fuego las cosas se harán mucho más fáciles. Aunque como no podemos matar al súcubo, trataremos de negociar con ella de alguna manera para que nos ayude a traicionar a sus aliados y convencerla de que se nos una a nuestro bando.

—No hay ninguna certeza de que eso pase.

—Quién sabe… tal vez acceda.

“¡JA! Ingenuos humanos” pensó Morgana.
Si por algo se había aliado con el matrimonio y sus allegados, era porque ellos eran los únicos que podían devolverle su humanidad. Además que también tenía sus planes… quería eliminar a la secta, a la corte y a Mordred para ella recuperar el trono y así autoproclamarse Reina absoluta de Amatista. En cuanto fuera humana, le daría un heredero a su nación y ya sabía quién podría ser el padre, además de conseguir una alianza por la fuerza de ese modo, de manera que no la rechazara y no le quedara otra que aceptarlo. Tenía más ideas con respecto a eso, pero aun no era el tiempo.

Por lo que había podido oír, ellos no sabían dónde estaban Marcus y Lucifenia. Así que cuando terminaran la misión de matar a los otros dos oscuros restantes, iría a buscarlos.

Ya estando dentro del palacio, solo fue cuestión de presionar un poco a una de las sirvientas para enterarse de todo, incluso de quienes eran los responsables de todo.

invoco de nuevo al golem para que se encargara de los guardias que quisieran entrometerse, y fue hasta donde estaban reunidos aquellos traidores.

Las heridas que tenia no cicatrizaban como normalmente lo hacían, y no lo harían hasta que sacaran las balas. Se paro lo mejor que pudo para no demostrar debilidad e irrumpió en la sala con violencia, con una cara de pocos amigos y un golem resguardándose la espalda.

Morgana traspasó una de las paredes y se situó detrás de los “caballeros” que habían tenido la amabilidad de revelarle sus intenciones y opiniones sin saberlo.

El súcubo solo sonrió de la manera más retorcida inimaginable, mostrando sus afilados dientes tan blanco como las perlas. Su boca se llenó de agua y el pecho se le infló asquerosamente de deseos repugnantes.
Miró a Andreas y le hizo una seña, para que la dejara encargarse de esos malparidos. Vio las heridas que tenía y sabía que por más que tuviera al golem detrás, esos tipos solo se le reirían en la cara al tener todos en sus manos un arma de fuego.

El silencio fue general y todos miraban al que había tenido el atrevimiento de irrumpir en la sala. Nadie se dio cuenta de la presencia de Morgana. Solo sentían que el aire se volvía cada vez más denso.

Antes que jalaran del gatillo para así eliminarlo por completo, Morgana agarró a uno de los hombres con su fuerza inhumana y lo tiró encima de los otros con una fuerza bruta propia de veinte hombres fornidos. Los tipos no tardaron en comenzar a gritar llamando a los guardias y disparar en cualquier dirección, haciendo que las balas rebotaran por todas partes.

— ¡QUE PUEDEN MANIPULARME DICEN!— Exclamó el súcubo con voz de ultratumba. Luego rió con el sadismo propio de un verdugo— ¡Yo hago lo que quiero! Ninguna cucaracha miserable como ustedes podrán tener influencia sobre mí, ¡Sobre una de las primeras reinas del gran Reino Amatista del Oeste! ¡De la gran Morgana Gisella Predan!

Se acercó a ellos a un paso lento, pero antes de que pudiera hacer algo, recibió un disparo en medio de la frente que la hizo volar hacia atrás y caerse de nuca contra el suelo. Ahora faltaba encargarse de Andreas.

—Mucha palabrería, poca acción.

Lo sorprendente fue que luego de unos segundos, la bala salió lentamente hacia afuera de su frente y se reincorporó de golpe, como si estuviera poseída y se abalanzó hacia la persona que le había dado el tiro de gracia.

—No, te equivocaste — Lo tomó del cuello y lo alzó hacia arriba — Que esta sea una lección para todos — Apretó el agarre, casi quebrándole la tráquea al pobre infeliz — No permitiré que muevan un dedo. No irán a buscar a la única persona que necesito, ni tampoco le harán daño a su mujer. Se creen machitos por ir en grupo, armados con esas mierdas que claramente se la pueden meter por el trasero. ¿Pero saben qué? ¿Quieren saber lo que es una violación? ¡YO LES ENSEÑARÉ! Les haré una demostración… y luego, cuando obtenga lo que necesitamos de ustedes, me servirán de alimento.

Y entonces, haciendo uso de su inhumanidad, comenzó a sodomizar con el arcabuz a uno de ellos, para horror de los demás. Ellos no podían defenderse porque debían cargar la pólvora en sus armas y en ese momento no tenían nada que contuviera dicho elemento cerca. Además que estaban paralizados de la misma impresión, acorralados en la esquina de la habitación. Si alguien hacía o decía algo, podían terminar muertos o peor aún, ultrajados por la terrible Morgana.

Incluso para Andreas, aquella imagen era demasiado desagradable, dejo a los aterrorizados hombres temblar como unos cobardes ahí arrinconados expectantes del que seria su destino y salió de la habitación.

-Te dije que hoy seria un día de mierda- le dijo al golem mientras se sentaba contra la pared. -Supongo que lo mejor seria dejar que Morgana se encargué de todo por ahora... Yo debería volver a casa-

Pronuncio las palabras, las mismas que lo habían traído del Éste y entro de nuevo al portal, regresando a la habitación en la que Morgana se había recluido días antes.

Allí estaba sentada una preocupada Amaya, que se notaba que estaba a punto de llorar del mismo nerviosismo. Cuando alzó la vista y lo vio así de herido, casi pegó un grito de espanto, pero se tapó la boca con ambas manos para que las niñas no oyeran nada y fue a intentar sostenerlo con cuidado de no lastimarlo más de lo que estaba.

—Dime que no ha sido Morgana la que te hizo esto — Mencionó solamente. Lo miró bien y vio que los agujeros de su ropa eran de forma redonda. Eso le extrañó en demasía, pero se mantuvo en silencio para no ponerlo de mal humor— Estuve tan preocupada por ti que si no fuera por las niñas, me hubiera ido a buscarte de inmediato.

La sorpresa que había preparado se había arruinado por completo.
Las niñas estaban esperando la señal de su madre para ir a darle el regalo que habían hecho entre las dos (con ayuda de su mamá).
Si no hubiera pasado todo lo que pasó, Amaya se habría podido acostar nuevamente antes que su esposo despertara, tal como lo había planeado.
Ahora tenía que re planificar todo, pero primero lo primero.

Lo llevó hasta la habitación, lo hizo recostarse y se fue a buscar un cubo con agua y un paño.

—Ay querido, mira en los problemas que nos metemos— Sonrió ampliamente con las cejas arqueadas hacia arriba, las cuales indicaban que estaba algo triste — Pero ya verás que todo se solucionará… ¿Te duele mucho? Como sea, te curaré y daré besitos en las heridas para que te sientas mejor.

No quería ni preguntar por Morgana.

— ¿Sabes? Suelo recordar que a pesar del dolor que sentí al traer al mundo a las niñas, siempre consideré que ese dolor fue el sufrimiento más dulce del mundo… y que tal vez pronto vuelva a sentirlo — Le mandó una indirecta. Sonrió a lo bajo y siguió con lo que estaba haciendo. Era parte de la sorpresa.

-Y si no fuera así? Y si ya no fuera capaz de darte hijos? Sabes que lo hemos intentado mucho, casi todos los días... Pero tal vez lo que me hizo Muerte... O tal vez la edad... Sea lo que sea es claro que el problema soy yo-

Estiro la mano y saco un abrecartas que estaba sobre la mesa de noche, lo calento en el fuego de una vela y empezó a sacarse las balas de sus heridas.

-Se que tu me amas Amaya, se que has sido muy paciente conmigo, pero también es cierto que la diferencia de edades entre tu y yo es bastante grande... Con casi diez años yo siento que empiezo a decaer mientras tu... No haces mas que ponerte mas bella a cada dia-

Termino con aquella cuchilla y se lavo la sangre con el paño húmedo que su esposa le había traído.

-Eres la mujer mas bella que conozco Amaya, y no lo digo solo por haberme casado contigo... Y una mujer como tu no debería soportar las angustias que te hago pasar-

Le acaricio la mejilla con la mano, era evidente que lo había pasado mal mientras estuvo fuera y no quería ni saber como se pondría cuando le contara lo que paso en el Sur.

—Mira las cosas que dices… Son palabras que solo pretenden boicotearte.
>>Tarde o temprano, a mí también me tocará llegar a una edad en que mi piel ya no será tan firme, el color de mi cabello comenzará a perder pigmentación y mis sentidos disminuirán. Por más que sea bella, esa belleza pronto se apagará con el paso de los años. Pero eso no me importa… como tampoco me importa nuestra diferencia de edad. Si me fijara en esas insignificancias, nada sería lo que es hoy, querido — Le sonrió con dulzura y prosiguió — El amor es sufrido, es benigno; El amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece. No hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor. No se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser… Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres. Pero el mayor de ellos es el amor.

Guardó silencio unos segundos y luego lo miró bien firme a los ojos, sin llegar a ser ruda. Pero no tardó en lagrimear de la emoción.

—Estoy encinta. Feliz cumpleaños, amor.

Se enmudeció por un momento al escuchar esas palabras, y aun con las heridas abiertas no pudo contener la emoción de estirar sus brazos, abrazarla y besarla.

-Es el mejor regalo que alguien podría darme en la vida... Gracias Amor-

—Oye, que un niño lo hacen dos— Sonrió— Y eso no es todo. Pero mantendré el suspenso… ahora descansa, esta vez me quedaré aquí hasta que despiertes.