۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

Amaya casi escupió todo para afuera cuando pensó ver una melena pelirroja. No fue que pudo admirar con mayor precisión a su prima hasta que Elizabeth exclamó un “¡Tía Lucifenia!” con una enorme felicidad.
Se paró de un salto como pudo, a pesar de que ahora le costaba bastante agacharse, sentarse y pararse con facilidad. Lucifenia tan solo sonrió divertida al ver la expresión de sorpresa de su prima, además de la mudez de esta.
Recibió a su sobrina en brazos.

—Hola mi pequeña e inteligente princesita, te extrañé demasiado. Y a ti también, mi artista. — Le acarició la cabeza a una feliz Isabel. — A tu mami parece que le han comido la lengua los ratones.

Amaya se acercó a Lucifenia con lentitud, y percibió enseguida que había algo diferente en ella. Ya lo averiguaría. La abrazó con fuerza y se puso a llorar como una niña pequeña.

—Oh, lamento haberla hecho llorar, su majestad — Le besó ambas mejillas con cariño.

— ¡Dime Amaya, tonta!

—Qué linda estás, Amaya. Yo te dije que algún debías rizarte el cabello, te sienta bien. Como aquella vez que nos burlábamos de tu esposo y te habías hecho esos bucles. Y estás embarazada… ¿Me darás otra sobrina? ¿O un Razziel? — Sonrió. Amaya la notó mucho más serena. Ya no hablaba con dolor o ira.

—Siéntense — Sugirió. Se secó las lágrimas — Siéntense a comer con nosotros. Como la familia que somos.

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“Esto es malo, pésimo, horrendo, nefasto…”

Pensó bastante preocupada al respecto. Si bien no estaba completamente débil y le quedaban fuerzas para una lucha, no sabía si iba a poder mantener una batalla por mucho tiempo. Si tan solo tuviera una víctima al alcance de la mano… ¡Hombres inútiles! ¡Cuando los necesitaba nunca estaban!

Se puso los guantes de cuero y apoyó las manos en su cinturón, donde colgaban todas sus armas y artefactos.

Supuso que aquel silencio no se iba a prolongar demasiado. Hacer preguntas estaba de más.

Andreas se levanto y tiro de un par de sillas para que se sentaran, Cuando Lucifenia le paso por enfrente percibió un aroma muy familiar y que él conocía muy bien, el aroma de una mujer embarazada.

-Pero tu también vas a darnos sobrinos verdad?- Le pregunto, viendo de reojo a Marcus. -No se que estuvieron haciendo estos meses, pero seguro no perdieron el tiempo.-

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-Supongo que el experimento no era tan infalible como pensábamos, Gisella.-

Dio un par de pasos hacia el frente, la espada dio un crujido y se rompió en pedazos, como si de un cristal se tratase, dejando solo la empuñadura.

—Claro que no. — Contestó, mientras el tono de su piel iba adquiriendo un claro color rojizo, incluso su pequeña y respingada nariz.

— ¡La gran Lucifenia nunca pierde el tiempo! ¿Escucharon, niñas? ¡Tendrán un primito!

Las niñas festejaron.

—Dos. — Hizo el gesto con dos dedos, a lo que Amaya sonrió aun más ampliamente. — Solo es un presentimiento. Pero tú ya debes saber que estos nunca fallan en nosotras…

—Oh claro. Igual ya a los días sientes como si se te cerrara el útero, además de un pequeño bultito. Una sensación totalmente inexplicable. — Comenzó a cotorrear Amaya.

—Muy cierto, muy cierto… — Quería preguntarle tantas cosas, pero no sabía cómo hacerlo sin que resultara tan chocante. ¡Pero qué demonios! ¡Ella era la frontal Lucifenia! ¡La que escupía las palabras como si fuera un garzo! — Y no solo no has perdido tiempo embarazándote, ya que estás de tres o cuatro meses tal vez, sino que puedo ver claramente los nuevos caminos que llegan hasta bastante lejos de la capital, las plazas públicas, los bulevares, la ropa no tan sobrecargada, los burgueses dando vueltas como si nada y esa extraña construcción que aun está alzándose y que precisamente no es una iglesia o algo así… ¿Ideas revolucionarias de Francia, Europa? ¿Una nueva corriente filosófica? ¿O tal vez el capricho de la nueva reina? — Lo decía todo con una gran sonrisa — Oh, olvidaba la destrucción del palacio.

—Es un teatro, Lucifenia. El teatro más grande del gran Jaune du sud, el primero en el que las entradas no serán caras… y a veces los espectáculos serán gratuitos. Financiado por impuestos… Veremos quién será el afortunado de inaugurarlo.

—jajaja… ¿ Jaune du sud?

—Querías reivindicar el idioma. En el Norte se hablaba mucho francés, pero mucho más al norte, por estar la frontera con Amatista, inglés… Y ya sabes, la influencia fue demasiada y el país fue llamado”Yellow”… Y cuando se dividió, mantuvo la tradición del idioma, para descontento de muchos. Pero las cosas estaban así y ya nadie quiso cambiarlo. Pero seguí tus deseos, y los deseos internos de tu padre y el abuelo, además de muchas otras personas. Así que ahora llamaremos al país por su nombre en su idioma más usado. Por cierto, la capital ahora se llama “Edén”.

Lucifenia parpadeó.

—Y… puede ser. Me gusta mucho las nuevas corrientes. Pero no me conformaré con estas… iré más allá.
>>Por cierto, tuvimos que patear muchos culos y cabezas para todo esto. Y bueno, alguien o algo debían pagar las consecuencias. El palacio voló por los aires porque nuestros enemigos metieron pólvora dentro. Por lo menos pudimos salvar los retratos de Ladelly, pero muchos otros de colección se destruyeron por completo.

Lucifenia se quedó estupefacta por todo. Sin embargo, no le había afectado para mal.

—Mi gran capricho es avanzar. Solo eso. — Siguió bebiendo de su té con brioche.

Lucifenia aplaudió con felicidad, como si Amaya hubiera terminado un discurso. Estaba muy feliz porque había llegado más lejos de lo que ella alguna vez había podido pretender.

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—Bueno… Esto es una gran mierda. — Tenía que haber pensado todo. Ahora se le vino a la mente que tal vez hubiera necesitado más Amatista. Se puso a la defensiva enseguida — ¿Lo inevitable? — Le preguntó.

-Sabia que era eso... ustedes dos son mas parecidas de lo que creen, incluso en su modo de entrar a la maternidad, no me extrañaría que de un día para otro te empiecen a doler los pies... ademas de otras cosas.-

>> Curiosamente, antes de que llegaran estábamos hablando de cuando Amaya se embarazo de Elizabeth, de cuando vivíamos en Yellow del norte... Obviamente tu embarazo no sera igual al de ella pero aun así podría darle algunos consejos a una madre primeriza.-

-Y tu a un padre primerizo.- Agrego Marcus con sarcasmo.

-También...- Le contesto el otro del mismo modo, pero con algo de verdad.

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-Me temo que yo estoy desarmado y usted aun carece de todas sus fuerzas... así que sera otro día.-

El hombre se agacho y recogió algunos trozos del metal resquebrajado de la espada.

-Ademas... no creo que quiera hacerle daño al viejo Edward.-

—Mami, ¿La panza de la tía Lucifenia será igual de bonita que la tuya?— Preguntó Elizabeth haciendo ojitos.

— ¡Ah! Qué ternura, me la comería.

—Claro, nena — Se aclaró la garganta — ¿Y ustedes que estuvieron haciendo?

—Prácticamente estuve haciendo mi duelo. Pero eso ya es cosa del pasado… — Se quedó en silencio unos minutos — Me tomé un tiempo para recapacitar. Y aquí estoy. No podía seguir así. Quería estar lejos de todo, en un principio, pero comprendí que no puedo separarme de ti demasiado tiempo. Porque también eres mi familia. — No lo decía con aquellos aires obsesivos y posesivos. — Tal vez no me fue bien en este reino, que no hice las mejores cosas y no tomé las decisiones correctas… Pero eso cambió por completo. Ahora aprecio más la vida.

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—Pues si tengo que salvar a Edward de Archimonde, haré lo que sea para ello. — Aun si eso significaba despedazarlo. No planeaba irse y dejarlo suelto así como si nada. Era lo peor que podía hacer… pero sus fuerzas… joder.

-Apenas me dio la noticia hace un par de días.- Dijo Marcus. -La escuche detrás de la puerta mientras ensayaba como me lo iba a decir, tuve que fingir que no sabia nada para no arruinar la sorpresa.-


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-Parece que usted aun no lo entiende, Yo soy Edward, y Edward es Archimonde, cuando encerré la espada en este sarcófago lo hice para controlarme como un adicto se controla al separarse de su droga, Archimonde siempre estuvo libre, esa imagen del hombre viejo y cansado era una ilusión que me hice creer a mi mismo, pero ya no importa, ahora tengo mis recuerdos de vuelta y lo que es mejor, la espada esta rota, el deseo de sangre ya no nubla mas mis pensamientos... justo como estaba previsto.-

— ¡Me lo hubieras dicho antes! — Infló las mejillas mientras hacía una especie de berrinche demasiado simpático. — Es que tal vez iba a sonar demasiado frontal o como si fuera una mala noticia. Ya sabes que no suelo moderar mi tono y podría malinterpretarse, como que yo no quería quedarme encinta.

—Yo siempre me pongo a llorar cada vez que me entero de la noticia.

En eso, Elizabeth se paró de la mesa y se fue del lugar de repente.

— ¿Elizabeth…? — La llamó su madre, un poco confundida por sus actos. — Eli, ven aquí… — Le hizo una seña a la guardia para que la siguiera ante la desobediencia repentina de esta. Prácticamente la había ignorado por completo.

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— ¿Y porque…? — Se quedaba en blanco cada vez que tenía que procesar conversaciones que su mente, en ese estado, le parecían largas. Tal vez por eso no lograba entender las cosas del todo.

Se deslizó de espaldas contra la pared hasta caer sentada al suelo.

-No te levantes, ya voy yo.-

Andreas se puso de pie y fue detrás de la niña, sospechaba que ese comportamiento tuviera que ver con su amigo imaginario
A Marcus le dio bastante gracia ver esa escena.
-Tenia una imagen muy poco paternal de Andreas, aunque no había tratado mucho con él, por lo poco que había convivido con me había convencido de que era un sujeto agresivo-
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-Supongo que tengo que darle algunas explicaciones ahora... Aunque no creo que pueda seguir conversando con usted por mucho tiempo, así que será después.-
Busco una silla y se sentó frente a ella.
-Se que tiene que alimentarse, y al parecer soy la única fuente de alimento que encontrara en kilómetros, dejare que tome lo que necesita de mi... Siempre y cuando no tome mas de lo mínimo necesario.-

—Él ama a sus niñas como nadie. — Respondió Amaya con una gran sonrisa — Haría lo que fuera por ellas y su bienestar. Por su felicidad. Por su libertad.

—Me imagino que tú serás igual. — Lucifenia le lanzó una mirada muy poco suave a su concubino. De lo contrario, era capaz de degollarlo. Si bien ahora era más tierna y abierta, no dejaba de ser aquella mujer capaz de empuñar una espada y cortarle la cabeza a quien estuviera dispuesto a hacer sufrir a sus hijos o lastimarlos. Y no sólo a sus hijos, a sus seres queridos en general.

Amaya estaba muy preocupada internamente.

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Elizabeth se fue bien lejos del comedor. Abría y cerraba las puertas de todas las habitaciones, como si buscara algo o alguien. Estaba silenciosa y bastante tranquila, a comparación de siempre, en el que solía estar gritoneando, riéndose, hablando hasta por los codos y preguntando lo que fuera.
Podía escuchar una voz en sus oídos, parecido a cuando su madre le susurraba por las noches antes de ir a dormir, con la misma intensidad. Quería encontrar esa voz. La voz de aquel ser que ya sabía de quien era, pero que por una especie de trance, a pesar del terror que le causaba, la atraía forzosamente hacia “él”.

Iba directo hacia el subsuelo. Estaba cerca.

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Morgana alzó una ceja. Vaya, que fácil había sido. No pensó que la iba a dejar… aunque ella tampoco quería dañarlo; de lo contrario ya se lo hubiera tirado hacía rato.

—No prometo nada. — Fue todo lo que dijo antes de comenzar a desnudarse sin vergüenza alguna. Una vez fuera la ropa, no había vuelta atrás y se desataba la demencia. Solo esperaba no perder la cabeza en medio del frenesí.

Se le lanzó encima como una bestia privada de sus necesidades básicas, como un león enjaulado y hambriento.

-Claro que si... y no es que quisiera desprestigiar lo que Andreas hace, solo que lo imaginaba del tipo que no expresa sentimientos, no dudo que cuide de su familia o de aquellos a los que quiere, eso me quedo claro hace años cuando me amenazo con esa espada sagrada la vez que me lo tope en los pasadizos del castillo y lo reafirmo cuando fuimos a rescatarte en Amatista...-

>> Es solo que cuando trabaje como mano derecha de tu padre me entere de muchas cosas a través de la red de espionaje de Yellow, obviamente cuando te prometieron lo investigaron bastante, y su historial esta lleno de violencia, no se hasta que punto sea cierto lo que esta escrito, incluso dice que su hermana es una especie de mujer dragón... así que ya te imaginaras que clase de disparates dice de él.-

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Andreas seguía a su hija desde cerca, pero sin interrumpirla, quería saber que es lo que estaba haciendo. Si esto tenia que ver algo con ese amigo imaginario lo descubriría pronto, así que no la perdió de vista en ningún momento pero sin dejar que ella lo viera.

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Archimonde dejo que hiciera lo que tuviera que hacer, tenia la fuerza de veinte hombres y la resistencia para aguantar lo suficiente hasta que la sucubo recuperara sus fuerzas, aun así no se distrajo, si trataba de quedarse mas de la cuenta se la quitaría de encima a como diera lugar.

Hacia siglos que no estaba con una mujer, pues habían sido casi trecientos años desde que Archimonde se había convertido en el viejo Edward, cuando al fin dejo salir su semen la cantidad fue descomunal.

-Es suficiente... detente ahora.-

—Bueno… Lo de su hermana es cierto. Tuve que enfrentarme a ella para lograr la alianza que conocemos ahora todos hoy día… con espada y escudo, en un duelo. Además que estaba en juego el honor de nuestra familia. Te insultó a ti, Lucifenia , a mi esposo, a mis hijas… tuve que hacerlo.

— ¡¿QUÉ?! ¿EN SERIO! ¡Pero si tú en tu vida agarraste una espada! — Lucifenia se paró y fue hasta la pared, donde había una espada bastarda y la tomó — Siquiera sabes hacer la línea, para luego catapultar los otros ataques — Se desplazó de tal modo que era increíble verla.

Amaya suspiró y también se paró y tomó la otra espada. Cerró los ojos, y cuando los abrió, de estos salían luz. Hizo el contraataque y de una dejó desarmada a Lucifenia, para impresión de esta. Estaba shockeada.
Sus ojos volvieron a su estado normal.

Lucifenia se quedó muda por lo que acababa de ver.

—Tus ojos… la espada…

—Si no fuera por esto, estaría frita — Soltó la espada y la dejó caer al suelo. Le dio la espalda — Te debo muchas explicaciones… Y debo contarte demasiadas cosas, pero no quiero amargarte por nada en el mundo.

—Quiero saber todo — Volvió a su lugar. Desarmar a Lucifenia era difícil, ya que tenía un talento nato para la esgrima, aunque aun le faltaba pulir sus habilidades.

Amaya rió.

—Tranquila. Tu honor fue defendido. Y sí, gané.

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Elizabeth terminó yendo hasta el subsuelo, bajando los miles de escalones y evitó a toda costa la habitación donde antes había sido custodiada la corona de espinas.
Fue hasta la mitad del pasillo, que estaba todo a oscuras de ahí en adelante, ya que las velas se habían apagado gracias a una corriente de aire frío. Miró una puerta entreabierta y se quedó ahí parada, y cuando la abrió dándole un empujoncito, entró… y lo encontró. Ahí, mirándola fijamente.

— ¡Mami se enojará conmigo!—Exclamó de repente al despertar de su hipnosis y darse cuenta de todo. Aunque no sabía dónde estaba, porque nunca había bajado al subsuelo. Se asustó tanto al ver a ese ser, que empezó a llorar e intentó escaparse por la puerta, solo que esta se cerró de repente. — ¡MAMI! ¡MAMI! ¡MAMI! — Empezó a gritar, tratando de alcanzar el picaporte. No llegaba por su baja estatura — ¡ISA! ¡LLAMA A MAMI! ¡MAMI! ¡NO! ¡NO QUIERO!

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Su mente estaba más lúcida que nunca. Jamás había estado tanto tiempo sustrayendo energía hasta ese entonces. Y no era la energía de cualquiera, lo que era mejor. Sin embargo, no se apartó, pues estaba en su naturaleza ser una pervertida de primera categoría, en su naturaleza demoníaca. Aunque tampoco se movía para continuar.
Solo se lo quedó mirando con fijeza. Respiró hondo.

—Dime que lo has disfrutado, cariño — Comentó burlona. Se había dado cuenta de todo.

-Mejor dejen las espadas para cuando no estén embarazadas.- Dijo Marcus preocupado por Lucifenia.

-El informe era cierto entonces, pero si Andreas y su hermana son hechiceros significa que tus hijas también lo son, y tarde o temprano darán muestra de ello, si la iglesia se entera...- No quería ni pensar en las consecuencias.

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Cuando escucho el grito desesperado de su hija, Andreas inmediatamente fue en su ayuda. Dio un golpe con el baston que casi lo parte en dos y se transporto dentro de la habitación oscura, entre aquel ser y su hija.

Se deshizo de su apariencia humana y con ojos llenos de furia miro entre la oscuridad al monstruo, tomo la espada sagrada que cargaba siempre consigo y se planto frente a él.

-Eli quédate detras de mi!-

Llamo a su esbirro de Metal y se preparo para atacarlo.

-Esto es lo mejor que puede hacer Malebolge? mandar a sus lacayos a molestar a mis niñas?-

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-Ya has tomado suficiente, tomaste mas de lo que esperaba y quiero que te detengas, no pretendo descubrir cuanto puedo aguantar antes de sentir los efectos.-

Si lo había disfrutado no lo diría, era demasiado orgulloso para eso.

—Ya, que un movimiento tonto no nos hará nada. Fue apenitas.

—Solo Elizabeth... Desde antes que naciera, a los tres meses de haber sido concebida. Isabel se podría decir que es “normal”. — Amaya se sentó otra vez donde estaba. — La iglesia no tiene porqué enterarse. Y en estos tiempos que corren, la autoridad ya no la tiene tanto la religión, por lo menos por aquí. Aunque aún queda su influencia. Más que nada fuera de la capital.

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Elizabeth lloraba tanto, de tal modo, que su rostro estaba bañado en lágrimas, pareciendo simular una catarata. Se cubrió los ojos con las dos manos para no tener que ver nada, por las dudas. Aquella fuerte presencia que sentía desapareció de repente, aun así, el miedo que tenía seguía allí.

—Se fue… — Susurró, temblando — ¿Malebolge? ¡No! ¡Se llama de otra forma!— Exclamó de forma desgarradora. En ese momento no era capaz de recordarlo.

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—No contestaste lo que te pregunté. El orgullo no te servirá para evadir lo obvio. — Se salió de encima y empezó a cubrirse.

-Antiguamente la iglesia se encargaba de buscar y "sacrificar" a todo aquel que tuviera control sobre las artes mágicas, cuando me adiestraba en la milicia de la iglesia me hablaron de eso, hace siglos que se dejo de practicar esa barbarie, los magos se dieron por extintos así que ya no había necesidad de buscarlos, pero con todo lo que ha pasado estos últimos años esta claro que aun hay muchos mas ahi fuera, y que no es posible acabar con ellos.-

Marcus habia pensado mucho en ello, por eso no parecia preocupado.

-Ahora mismo la iglesia no tiene los recursos ni la fuerza suficiente para empezar una nueva cruzada contra ellos, Entre los soldados se sabe que Andreas es un mago, pues lo han visto hacer magia en el norte contra las fuerzas de Amatista, seguramente a la iglesia no le guste, puesto que al ser tu consorte el es el rey, es un sacrilegio en toda regla y te aseguro que tan pronto recuperen su poder harán hasta lo imposible por ponerlo en una hoguera.-

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-Esta bien cariño, ya se acabo... tu papi esta aquí y no va a dejar que nadie te haga daño.-

Tomo a la niña en sus brazos y la arrullo sobre su hombro, la llevo de regreso hacia arriba para que se tranquilizara un poco, tampoco pretendía bombardearla con preguntas, ya habría tiempo para aclaraciones después

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-Lo hice solo por que era necesario, si te hubieras alimentado de un humano común de la forma que lo hiciste conmigo lo habrías matado... así que esto es lo que va a pasar: dejare que te alimentes de mi una vez por semana, solo lo necesario para que mantengas tus fuerzas, iremos a ver a Iggdrasil al Este, ella debe saber que es lo que esta pasando, debemos pedir su consejo.-

—Pensaré en algo para que eso no suceda. E ir quitándoles autoridad de forma paulatina está entre mis planes… Lucifenia, en su reinado, los ha ignorado a todos. Haré lo mismo, solo que de una manera ligeramente diferente. Los pondré en aprietos de alguna manera, de modo que tengan que aceptarlo a regañadientes y se crucen de brazos… por lo menos en mi reinado.

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Eso de alguna manera logró consolarla un poquito. No sabía si iba a poder dormir siquiera la siesta. Estaba cansada, pero no iba a pegar un ojo.

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—Muy encantadora tu oferta, pero tengo planes diferentes que no podré cumplir si los atraso más. Hay un señor del infierno loco que nos quiere devorar y debo convertirme en un humano antes de que eso suceda, claro, primero cumpliendo con la misión que me dio la Reina Amaya Jarishmort…

Entonces, recordó al otro oscuro…

—Olvídalo. Acepto tu propuesta. Más que nada por el sexo desenfrenado.

En realidad era porque quería saber la ubicación de aquella otra.

-Tu madre en su momento hizo todo lo contrario, creo que la iglesia nunca tuvo tanto poder como en los años que los padres de ambas estuvieron en el trono...-

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Andreas regreso al comedor con la niña en brazos, no dijo nada al respecto para no preocupar a Amaya, solo siguió arrullandola para que se tranquilizara, se sentó en la silla y acerco el pastel de limón, pues era el favorito de ella.

-Te prometo que no ya no te dejare sola otra vez, ¿De acuerdo?, tu hermana y tu dormirán con papa y con mana de ahora en adelante, comeremos juntos todos los días y saldremos a montar a Fir todas las tardes después de comer pastel-

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-Nunca dije que habría... ah, olvídalo... nos vamos mañana, prepara lo que tengas que llevar, salimos en la mañana.-

Se puso de pie y empezo a juntar algunas piezas de armadura.

-Una vez a la semana... eso sera todo.-

—Madre era una extranjera que tuvo que adaptarse a nuestras costumbres, a cambiar de religión, de nombre… Era en lo único que encontraba apoyo al sentirse tan sola. Se dejó dominar por sus sentimientos, supongo. Como todos los Jarishmort.

Miró a su pequeña.

—Oh, volviste —Amaya sonrió al ver que Elizabeth estaba bien… pero notó que esta mantenía la vista baja. Y tampoco respondió a nada de lo que su padre le dijo. Entonces supo de inmediato lo que estaba pasando.

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—Yo estoy lista, como siempre. — Soltó una risita en cuanto escuchó eso último — “Ya lo veremos” — Pensó con picardía.

-Solo un pequeño percance con su amigo imaginario.- Dijo como si se tratara de un juego para que Lucifenia y Marcus no se enteraran, así solo Amaya sabría de lo que hablaba. Eli esta muy cansada, lo mejor sera que la lleves a recostar después de la merienda.-

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-A diferencia de ti yo si necesito dormir, o mejor dicho la capacidad... también comer y beber para conservar mis fuerzas, ¿Puedo pedirte que hagas algo de comer para mi?-

Casi le da un ataque cuando le dijo eso. Recompuso la postura como pudo.

—Mi pequeña. ¿Dormirá con mami y papi hoy?

— ¡NO! ¡NO VOY A DORMIR! — Le gritó, reaccionando violenta.

Isabel se agarró la cabeza cuando oyó lo del amigo imaginario de su hermana.

—Yo tampoco. — Agregó Isa, con una expresión de angustia en su rostro. — Volvió. No quiero.

Lucifenia se extrañó por la conducta de su familia. Sabía que algo le ocultaban y ya lo averiguaría, pues parecía ser muy grave.

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Eso la sorprendió. En la vida le habían pedido que cocinara.
Sin embargo, aceptó.

—Yo también quiero pedirte algo… telas. — Fue todo lo que dijo para dirigirse hacia la cocina a hacer su labor. Necesitaba telas para hacerse alguna ropa improvisada, más digna, decente y que no tuviera un olor insoportable a pólvora o humo.

No dijo nada respecto a lo que había dicho Elizabeth, solo le dio un par de palmadas en la espalda y de acaricio la cabeza, como si de un berrinche se tratara.

-Ya linda, si ya no quieren dormir nunca mas esta bien, pero papa y mama dormirán con ustedes.-

Tarde o temprano el sueño las venceria y acabarían por quedarse dormidas, entonces volvería a ese sótano a investigar.

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-De donde pretende que saque telas?- se pregunto a si mismo.

Termino de juntar todas las piezas de armadura y espadas que le habían encargado a reparar, necesitaba dinero y le habían prometido bastante por el trabajo, de camino podía llegar al pueblo a buscar telas para la sucubo, además de otras cosas que necesitaba.

Echó todo a la carreta y salió con prisa hacia el pueblo, entrego el trabajo y compro algunos materiales, entre ellos cuero y unos rotos de tela de varios colores, pues también pretendía forjarse una armadura y una nueva espada.

—Pequeña, cuando te sientas mejor, puedes venir con la tía Lucifenia y tu linda mami a sacar los duraznos del árbol cerca del huerto. — Sonrió — O hacer lo que tú quieras.

Elizabeth negó con la cabeza.

—Oh, de acuerdo — Se quedó callada.

—Yo quiero duraznos — Se animó un poco Isabel.

Amaya lo único que le importaba es que las niñas estuvieran acompañadas siempre para que ese ser no se apareciera como si nada. Era obvio que el patrón siempre se repetía.
Trataría de mantenerlas a las dos juntas.

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Era extraño para Morgana todo lo que estaba sucediendo. Demasiado.
Ahora que por fin había conocido a alguien de su condición, en el sentido de ser oscuro, tendría que haberse deshecho de él. Pero lo había mantenido con vida porque su curiosidad era más grande y deseaba con toda su alma ver a los ojos a aquella mujer. Decirle que ahí estaba.
Lo más gracioso es que se lo había follado y ahora le estaba cocinando. Los giros de la vida.

Negó con la cabeza, sonrió, mostrando aquellas perlas afiladas por dientes y echó las verduras al sartén. Y como tenía por costumbre desde la llegada de Isabel a su vida (o antes de eso, pero no de manera tan seguida), hizo entrada, plato principal y postre.
Puso todo como la noche anterior y se sentó en la silla, estirando las piernas por debajo de la mesa, cruzándose de brazos y tirando la cabeza hacia atrás, aguardando a que llegara.

-Entonces ya esta, iremos todos por duraznos!-

Se puso de pie sin dejar que la niña siquiera pudiera decir algo, tomo también a su hermanita en brazos y se fue a los establos a buscar a Fir, sentó a Elizabeth en la montura junto con él y a Isabel la llevo sentada en su pierna agarrada con un brazo y las llevo a la huerta.

Fir era lo bastante grande como para alcanzar los duraznos mas bajos el árbol con la mano, incluso las niñas podian hacerlo sin problema, esperaba que con eso Elizabeth mejorara un poco su humor y se olvidara de la experiencia de hace rato.

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Archimonde volvió a la casa antes de que anocheciera, dejo las pieles en el taller y llevo la tela adentro, el aroma de la cena nuevamente inundaba el lugar.

-Traje lo que me pediste.-

Se quedo parado bajo el marco de la puerta.

-Eso es mucha comida, y supongo que tu no probaras ni un bocado otra vez.-

La pequeña Isabel tomó unos cuantos y empezó a comerlos como si nada. Elizabeth, por el contrario, siquiera estaba interesada en la actividad. Prefirió quedarse allí sentada, con la mirada perdida en el bello horizonte de Jaune du Sud. Su mayor temor era que se metiera el sol, pues ahí tenía más probabilidades de volverlo a escuchar o topárselo en cuanto estuviera sola o desprevenida.

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—Me dijiste que cocinara, no me dijiste cuánto. No te quejes. Y no… yo no tengo necesidad de eso. — Ni lo miró en cuanto le dijo eso. Tan solo quería tener las telas para empezar con su labor, que seguramente le llevaría toda la noche.

Se bajo el caballo con ambas niñas y camino hacia la sombra de uno de los duraznos. Amaya y los demás se acercaban a lo lejos, pero Elizabeth no decía una sola palabra.

-Isabel, por que no vas por mama y la tia lucifenia y los traes para acá?.- Le dijo a la menor, pues estaban a unos cuantos metros de ahi y quería hablar en privado con su hija mayor.

-Eli, necesito que me digas que es lo que esta pasando, podemos ayudarte si nos dejas, pero tienes que confiar en mi.-

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-Lo dices como si estuvieras molesta...-

Se sentó frente a ella y empezó a comer.

-Dijiste que tenias cosas que hacer antes de aceptar ir conmigo a ver a Iggdrasil... también mencionaste a la reina... tiene algo que ver con los traidores que están escondidos en la isla?- Tenia una buena idea de donde podian estar escondidos, conocia las islas como la palma de su mano.

Isabel accedió con una sonrisa sin chistar y se fue.
Elizabeth no quería ni mirarlo. Solo hablar de “él” hacía que se le helara la sangre.

—Él… Siempre me dice que le va a hacer daño a Isa si no hago lo que me dice. Antes era bueno ¡En serio! Pero después se volvió malo, cuando Isa lo dibujaba. Solo queríamos alguien que jugara con nosotras. — Se puso a llorar de nuevo. — Lo soñaba… y luego se hizo realidad. ¡Apareció! Y, y… bueno. — Intentó recordar el nombre, pero la mente sele bloqueaba en cuanto se esforzaba por aclarar sus ideas. — Ahora no se va más. Y no se irá hasta que esté entre nosotros. Y si no, me llevará. O lastimará a Isa.

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—No estoy molesta, soy así. — En realidad podía ser mil Morganas en una. — Sí. Pero eso lo puedo dejar para después. Esto es mucho más importante. Los traidores no se irán a ninguna parte, no tienen cómo y no podrán escaparse tampoco. Todo el mundo los está buscando. Y hay órdenes de ejecutarlos en el acto.

Seguía manteniendo la misma posición de un principio.