YOUNG GUNS "II" [Tercera temporada : Desorganización o ... ¿Reorganización?]

Hola, House!
Yo Soy Yo está a cargo de la organización de este rol, y ella se encuentra momentáneamente ausente por eventualidades de esta época del año (?).
En cuanto ella pueda conectarse, y en caso de no verlo antes, le notificaré de tu interés.
Saludos!

Claro House, puedes unirte y postear cuando quieras.
Gracias Gash por avisar. Se me pasó este tema muy fácilmente.

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Matt llego al pueblo unas cuantas horas después, sumamente fatigado y con dolor de espalda.
Tenía un par de noticias que dejarían a todos los de la alianza contentos: había conseguido un testigo clave y confiable que declarara culpable de muchos cargos a Rapidin.

El tipo era un ex policía, que conocía a una de las mujeres de alianza gracias a un incidente: se llamaba Bill Morgan Duck y se encontraba oculto en alguna parte desconocida del desierto.
Era el tipo al que le cortaron horriblemente la cara, deformándosela atrozmente al principio de la historia.


Al dirigirse a paso firme con su caballo hacia la comisaría, este notó algo bastante particular: la puerta estaba abierta, con un olor a excremento humano insoportable y un rifle partido a la mitad en el suelo.

Con un mal presentimiento, fue corriendo hacia la caja fuerte oculta entre las paredes de una esquina y pudo notar, horrorizado, que alguien había abierto esta y destruido toda la evidencia con caca.

Casi se murió de un infarto. Ahora ya no había prueba de nada contra el alcalde corrupto, solo quedaba guardar esperanzas en aquel policía refugiado.

Temblando y rojo de ira, tomó a su esposa winchester y la cargó completamente. Enojado, comenzó a disparar en el aire, buscando a los inútiles irresponsables que nombró ayudantes.

Ya se había hecho de noche. Matt no aparecía y parecía estar buscando el verdadero culpable de quien había estropeado toda su evidencia.

Shalonda había abandonado a Bren en aquel lugar de mala muerte, atado en la cama antigua de hierro. Tampoco le importaba mucho… pero tenía que entregar esa carta a ese señor si o si y no pensaba hacer otra cosa más que llegar a su destino.

La taberna había cerrado. Aun así, Shalonda se metió y se sentó en una de las mesas del lugar que invadía la profunda oscuridad nocturna de la noche.
Tomó un licor de atrás del mostrador, un vaso de vidrio grande, y se fue directo al lugar que había escogido para relajarse nuevamente.
Sacó unas balas de su cinturón que rodeaba su cintura y las dejó caer al suelo para llamar la atención del viejo. Ella seguía relajada totalmente, esperando que el dueño de la taberna la oyera y fuera a por ella.

-Bueno… se trata de una tal Glorianne Collins – se desajustó el cinturón de balas de su cintura y la dejó caer al suelo junto con sus dos amadas pistolas, dándole a entender que no pretendía asaltarlo ni luchar contra él. En mano traía un amarillento sobre con la firma de la mujer que tanto amó alguna vez.

Jeycob se quedó en shock. Shalonda dejó dinero sobre la mesa, recogió sus cosas del suelo y se alejó.

-Disfrute el pedazo de memoria que solo quedó de ella – dijo Shalonda con suma tristeza.

Jeycob agarró la carta rápidamente y la abrió, comenzando a leerla.

“Jeycob, para cuando recibas esta carta yo estaré muerta. En este momento me encuentro muy enferma y moribunda, y eso me llevó a tomar la decisión de relatarte lo que me sucedió luego de que me dejaste…

Verás amor, cuando cortaste conmigo yo estaba a punto de decirte que estábamos esperando un bebe. Pero no alcancé a decírtelo y preferí callarme ese secreto y no informarte de nada.
Cuando el dueño del prostíbulo se enteró de mi estado, me pegó la paliza de mi vida para que perdiera lo único que me había quedado de ti, pero no logró su cometido. Aunque si me castigó ,privándome de comida y horas de sueño , y haciéndome prostituir más horas que de costumbre , dejándome con depravados ebrios que me golpeaban y abusaban de todas las maneras más horribles que te pueda imaginar de mi…

Enferma, tuve gemelas. Eran hermosas. Pero la falta de comida hizo que una de ellas muriera.
En su entierro el padre la condenó al infierno, porque dijo que era lo que merecía el engendro de una asquerosa mujer carnal como yo. No tuvo un entierro digno. Solo pude envolver su cadáver en una mantita vieja que era mía, cavar una fosa con un palo y depositar allí el cuerpo de nuestra hija.

Prometí que la única persona por la que podía luchar en ese momento iba a sobrevivir como fuera. Una madrugada me escapé, robándome el caballo del dueño y yéndome para siempre de ese funesto lugar que tanto me había hecho daño. El viento me condujo hacia otro pueblo, luego de vagar días y días por el desierto, sin ninguna gota de agua.

Allí empecé a cultivar verduras, negocio que fue bien. Aunque vivía en las calles, no podía quejarme, por lo menos tenía comida. Luego encontré un local viejo y abandonado, completamente húmedo por cierto y allí es donde vivía, donde me asenté e hice mi propia cama en el suelo con la sabana sucia que robé de una casa.
Llorando lágrimas de sangre, juré que mi hija iba a tener la vida digna que yo no tuve, así que vendí el collar que me regalaste al joyero por una buena cantidad de dinero. Me dolió en el alma hacer eso, pero no me quedó otra.

Me abrí una taberna… y fue todo un éxito.
Mandé a nuestra hija a la ciudad a estudiar, pagándole a una familia rica de Nueva York para que la educara, mientras yo trabajaba como burro aquí. Pronto se hizo grande y fue a la universidad en Londres.
Nos peleamos porque no estaba de acuerdo con que se casara con un sujeto que conoció allá sin presentármelo antes. No me volvió a escribir ni mandar fotos nunca más…

Mientras tanto, yo adopté a una niña perdida que estuvo a punto de ser abusada, como yo. Me recordó a mí. Pero recientemente me abandonó… y ahora estoy sola, escribiendo esto y teniendo como recuerdo nuestros momentos intimos de profunda pasión y absoluto amor.

Nunca dudes que siempre estarás en mi memoria, como yo en la tuya.
No me olvides.

Glorianne Collins.

Jaycob lloraba de profunda amargura.

Adentro de la carta estaban los datos de la vivienda de su desconocida hija.

Mientras tanto, en Nueva York, la mujer se iba a arreglando delicadamente con una sonrisa frente al enorme espejo de su gran habitación.

Esa tarde iban a ir los amigos de la familia, más que amigos suyos, eran de su esposo, cosa que no soportaba. Todos tan refinados y con el ego por las nubes, que no toleraba estar mucho tiempo en presencia de ellos. Simplemente le fastidiaba, pero tenía que aguantárselo por él.

-Bueno, por lo menos me esperan visitas – se mentalizó positivamente para poder aguantar esa pesadilla. Tenía el consuelo que sus hijos no iban a estar presentes para aburrirse o que los obligaran a tocar el piano, el violín o lo que fuera.

Era ignorante de que pronto alguien iría a su casa a cambiarle la vida.

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El viento le acariciaba la cara dentro de esa caravana. Miraba el paisaje desértico que se alejaba del pueblo en el que había abierto su negocio.

“Jeycob”

Podía oír el dulce llamado, tal vez imaginario, de Glorianne en la brisa.

Volviste ;_;

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A PARTIR DE AHORA PASARON TRES MESES DE LOS ACONTECIMIENTOS ORIGINALES.

Tres jodidos meses…

El Sheriff Matt se sentía un poco angustiado por el tema del papeleo arruinado con excremento.
Comenzó a perder tiempo tratando de averiguar quién había sido el culpable de que sus datos confidenciales se hubieran ido al tacho.
Aunque trataba de no centrarse en eso, no podía, porque si asesinaba a  Rapidín junto con su grupo de aliados, no iba a tener pruebas de tal cometido y él junto con otras vidas podría tener una soga amarrada al cuello en cuestión de segundos.

Se removió en su colchón de paja.

—Mierda— Refunfuñó.

Tendría que trazar otro plan completamente diferente del que venía haciendo.

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Shalonda esperaba una especie de mensaje de Robinson Matt.
Sino no podría mover un pelo.

Había asesinado a todos los criminales de los registros que había robado de la oficina del sheriff antes que Peter el loco zoofilico del pueblo de Cellovile los cagara por completo, literalmente.

Ninguno era  los que buscaba.

—Necesito ayuda. Aunque creo que este infeliz no creo que me de la información que necesito — Pensó con la imagen del caza recompensa Bren Tanner en la cabeza.

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Sarah preparaba sus cosas en silencio, cosa rara en ella. No llevaba mucho, pero su maleta pesaba demasiado.
Tomó una caravana y un par de caballos.

Salió en busca de Humberto, que supuestamente la estaba esperando en el lugar acordado: En el campo que quedaba al oeste de su rancho.

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Jeycob finalmente llegó a destino: a la cosmopolita ciudad de Nueva York.
Nunca se imaginó que la ciudad fuera tan inmensamente ¡Enorme!
Había tantas luces como se podían imaginar y lujo por doquier. Además tiendas carísimas de moda, cafeterías y cosas así por el estilo por todos lados. Era realmente increíble.

La casa de su hija se encontraba en el centro de la ciudad.
Él parecía perdido ante tanta inmensidad.

Humberto se encontraba sentado en la hierba, el aire era fresco y la luna se asomaba desde lo más alto del cielo, era la luna de la cosecha, de vez en cuando sonaban algunas notas de una armónica, siempre repitiendo la misma "frase" como si quisiera decir algo...

(te dije que no la compraras, suficiente tuvimos con todo lo que nos hizo el sheriff,aun no me aprendo su nombre no me molestes de nuevo)
-Matt...además,creo que fueron los mejores dos dolares que pudimos gastar...
(no lo creo...dejando a un lado eso, ¿por qué estamos confiando en esa parlanchina?, podrá ser linda y todo, pero ¿cómo se supone que nos ayudara?)

Por un momento no se escucho más que una leve corriente de aire y a lo lejos el trote de unos caballos

-Se acerca...
(muchas gracias profesor obvio, más te vale que esto realmente sea algo bueno, después de todo si no recordamos es por alguna buena razón...espero...)

Sarah llego en la caravana y la detuvo frente a Humberto..

Sarah parecía bastante seria y pensativa.
Dirigió una mirada punzante hacia Humberto, como si fuera a acribillarlo con sus enormes pupilas azules.

— ¡Hola!— Exclamó de repente cambiando esa expresión funesta del rostro y se le lanzó encima. Le robó la armónica — No me dijiste que tocabas música. Música que endulza los oídos. Música que llena el alma. Quisiera escucharte, pero bueno, primero lo primero ¿Cierto? ¿CIERTO? ¡¿CIERTO?! — Estaba más hiperactiva que de costumbre.

Bajó la maleta de la caravana con gran esfuerzo.

—Traje muchas cosas que nos puede llegar a servir… — No habló mucho más porque del esfuerzo, se le había acabado todo el aire.

La maleta se abrió de golpe y al suelo cayeron armas de toda clase: revólveres, escopetas, rifles…

—¡Adentro hay una ametralladora! Por cierto , hice Pudin.

Humberto se quedo ahí parado con las manos extendidas por haberle arrebatado la armónica

(corre en diagonal y espera a que no te de ninguna de sus balas, está chica está muy, muy loca y te lo dice la voz en tu cabeza)

-Hola...¿para qué es esto, Sarah? *apuntando a la maleta*...¿estás bien?...gracias por el pudin

(no tenías que agradecer el pudin, esa cosa nos matara...si es que las balas no lo hacen primero)

Humberto esperaba las respuestas bastante confuso (mas de lo habitual) y solo esperaba que él no tuviera razón.

— ¡Me siento perfecta! Me siento como si hoy hubiera salido del vientre de mi madre, así, con la vida sonriéndome en la cara. Y más con esta brisa, me pone de tan buen humor que podría saltar en una pierna tranquilamente sin remordimientos — Sopló la armónica y salió una nota aguda — Pero ya que… Todo esto es la munición de mi familia. Mi abuelo se dedicaba a vender armas cuando era más joven y también modificaba algunos modelos para hacerlos mejores. Incluso llegó a inventar revólveres que no tuvieron repercusión, como las Colt, pero no dejan de ser buenas armas. Aparte, todo esto es por las dudas. Quién sabe quién eres tú o que fuiste ¿No? — Le metió un pedazo de pudin en la boca con la mano.

Humberto se quedo atónito
(debo admitir que es una chica lista, ahora escupe esa porquería antes que nos mate!)
*trago el pudin tan pronto entro a su boca*
(Bravo...luego no vengas llorando a mi) *a pesar de todo también era su cuerpo, aunque no podía controlarlo y no sabía porque eran dos*

-Gr..gracias...tienes razón, no sabemos nada...¿por donde empezamos?

Mientras tomaba un revolver recordando el entrenamiento con Matt y el progreso que había demostrado...ya de paso recupero su armónica extrañamente era de los pocos objetos que le importaban...

—Bien, primero probemos con algo. Tal vez funcione, tal vez no, tal vez te duela, tal vez me insultes, patalees y llegues a odiarme… Aunque, te pido por favor ¡No hagas eso último! — Agarró un palo y se lo partió por la cabeza con una fuerza inhumana que habían salido de esos dos delgados bracitos — ¿Recuerdas algo?

Solo lo vio desplomarse, aunque aun estaba consciente.

(qué carajos planea hacer está chi...)

Fue el último pensamiento antes de sentir el golpe, era como si una mula le hubiera asestado una patada en el cráneo...Humberto se levanto de golpe

-Pero que estás tratando de hacer! ¡¿quieres matarnos!? te dije que está loca nos mataría!...espera...*comenzó a moverse mientras había un silencio sepulcral dentro de su cabeza*

Sarah la veía con preocupación, nunca lo había visto decir tantas palabras sin pausas

-hmm, supongo que gracias, ahora el está aquí adentro *golpeando su cabeza* toma esto como recompensa (intento darle la armónica pero su mano no podía soltarla)...ah! ahí sigues, supongo que tu ganas...*tomo un revolver y comenzó a caminar en dirección contraria a la de Sarah* Adiós, señorita...

Sarah se quedo perpleja pensando en lo que había pasado, ¿a qué se refería con matarnos y con decir él está aquí dentro?...

—Humberto… — Lo llamó desde atrás siguiéndolo. Era la primera vez que se quedaba tan corta de palabras y no hablaba como una maniática extrovertida con un grave problema de hiperactividad — ¿A dónde vas? No entendí lo que querías decir. En todo caso… ¿Esto es un adiós? ¿Qué voy a hacer con todo esto? — Se refería a las armas.

Aumentó considerablemente la velocidad de su paso para quedar al lado.
Aunque no quisiera admitirlo, detestaba que le dieran la espalda. Sin embargo, su cara no reflejó ningún síntoma de molestia alguna.

— ¿Puedo hacer algo más por ti? Si es que no te molesto…

Humberto caminaba a paso lento y disfrutando las sensaciones de la piel, cuando de repente se dio cuenta que ella estaba a su lado

-¿Qué quieres?
+¿puedo hacer algo más por ti? si es que no te molesto...
-No lo creo, muchas gracias, haz hecho demasiado por mi al... (...detente..)

Humberto se detuvo como si hubiera chocado contra una pared y Sarah estaba cada vez más confundida

-¡¿Cómo te atreves a detenerme?! (escucha con atención porque no pienso repetirte nada, la necesitamos para saber quien somos, si el golpe nos cambio quizás ya nos haya pasado antes, además no tenemos nada...y si no obedeces no me moveré de aquí)... Maldito insolente...*intento moverse pero sin éxito alguno* ... tú ganas...

Sarah estaba confundida al extremo, acababa de presenciar un soliloquio y no entendió absolutamente nada

-Necesitamos tu ayuda, queremos saber quien fuimos y de paso eliminarlo a él *golpeo su cabeza y luego se dio un puñetazo en el estomago* maldita escoria...te ayudaremos con todo eso *señalando las armas*

Sarah solo asintió.
Tomó las armas y se puso una pequeña en el cinturón. Probablemente ese solo tendría una bala.

Extrañamente, estuvo en silencio cuando hizo mover la caravana con los dos caballos.
Solo miraba hacia el frente con atención, como cuidando que no se le escapara ni un solo detalle. Además de estar demasiado concentrada en sus pensamientos.

—Te puedo poner la cabeza debajo de la rueda — Dijo por fin ,corta pero certera —Pero creo que eso no resolverá nada. Solo voy a matarte — Solo rogaba que en el camino no los asaltaran para quitarle la caravana.

Humberto cargo la caravana y se puso a cargo de los caballos, tomando dos revolver cargados, no pudo evitar la cara de preocupación de Sarah

-No se preocupe tanto señorita, usted nos ofreció ayuda, nosotros la aceptamos no puede arrepentirse (de repente se dio pistón) Aaaagh! malnacido...

Sarah lo seguía viendo con recelo y extrañada, pero tenía razón, había sido su idea y tenía que pagar las consecuencias.

+sigue recto, yo te indicaré hacía donde ir...

No podía volver a ser la misma parlanchina de antes, inmersa en sus pensamientos hasta que comenzó a sonar una leve melodía, triste y profunda. Observo a Humberto y se dio cuenta que una mano hacia ademanes furiosos mientras la otra se limitaba a sostener el instrumento...

Sarah, sin embargo, trató de no borrar la leve sonrisa que seguía manteniendo delicadamente en sus labios.

Les esperaba un largo viaje.
En un momento paró cerca de un lago, donde había rocas y arena a los alrededores. Necesitaba cargar agua.

—Te puedes dar un baño. No te miraré — Le dijo inocente. Se metió dentro de la caravana y comenzó a buscar algo. Cuando lo encontró, era una botella de champagne.

A pesar de ser tan desconfiado, sabía que necesitaba un baño (esa parte de el era mas vanidosa) se quito las ropas y se mojo en el lago el cuerpo completo, comenzó a tallarse con arena y a pensar un poco.

-¿Estás seguro que esto es una buena idea? +sin recibir respuesta+ pues hablabas en serio en eso de no repetir... deberíamos trabajar juntos, ya sabes como antes pero yo aquí...y si no te molesta nos afeitare un poco, pareces un borracho con esta maraña de pelos que dices llamar barba

Se acerco a sus ropas para sacar una navaja sin salir del agua para evitar que lo viera Sarah, de reojo vio que ella entraba y salia de la caravana a toda prisa

-Esa mujer está loca...*rápidamente paso la navaja por sus mejillas delineando un contorno y viendo el reflejo de su cara en el agua* ves? esto está mejor...

Al estar a medio vestir se dio cuenta que Sarah decía algo que no entendía con claridad...