Niger Fast Food Slave
Mensajes : 9 Fecha de inscripción : 20/06/2012
Hoja de personaje PUNTOS DE VIDA: (50/50)
| Tema: El Hombre y El Alma Vie Jun 22, 2012 5:21 pm | |
| Gracias a todos por ver esto, la dedico a todos los que comentaron mi bienvenida porque soy nuevo. Supongo que han oído hablar del hombre del saco, el que se lleva a los niños que lloran en la noche o que no se portan bien. En realidad, el hombre del saco, es el resultado de una larga historia de terror ¿Quieren que la cuente? Aún pueden decir que no ***** **** *** ** * Ok, gallina quien dijo que no, porque voy a continuar El hombre del saco alguna vez existió, alguna vez camino por la tierra vivo, no como lo hace ahora, pero no era como cree la mayoría, era una persona normal, con sueños y aspiraciones, una persona con familia y con hijos, miembro de la clase alta de la Europa medieval, eso es, era un señor feudal. He dicho era… Porque una vez que cumplió los 40 años, algo muy raro para los habitantes del mundo en ese entonces, tuvo una visión: “Soñó que lo visitaba un alma, un alma llena de odio y maldad, y ella le dijo que pronto perdería a su familia y a todos los seres que quiera en quince días y la única forma de detener eso era ofreciendo la vida de un niño y una niña puros y sin mancha alguna por cada una de las vidas de sus seres queridos que no quería perder. Sin embargo, el Hombre del saco no sabía que para liberar a sus amigos y familia del horror que les esperaba, cada una de sus víctimas debía morir en un sacrificio sangriento, un ritual maligno que haría de lo que alguna vez fue un alegre niño, un monstruo aterrador, un alma con solo un propósito: Destruir. Así fue como el Hombre del saco comenzó a secuestrar a niños y niñas hijos de sus siervos y vasallos, los capturaba y para evitar que gritaran o escaparan, los metía en un saco gris oscuro, de tela muy fuerte, de trama apretada, que debido al uso que se le daba, emitía un olor a putrefacción insoportable. Pero el hombre del saco iba agotando sus recursos, los siervos cuyos hijos habían sido secuestrados, avisaron a los demás que debían cuidarse de un hombre que por las noches, armado con un saco, secuestraba a sus niños y niñas. Así, una vez avisados, los precavidos padres evitaban a toda costa de que El Hombre secuestrara a sus hijos, no salían por la noche, pues cualquier niño que osaba cruzar el umbral de su casa después del crepúsculo, nunca más cruzaría ese umbral. El Hombre, tuvo que emigrar y su lugar preferido para ejecutar su siniestra tarea se convirtió en la aldea de vecina. Sin embargo, para entonces El Hombre, estaba tan concentrado en su tarea que olvidó su propósito y para cuando hubo visto a sus amigos y familia morir sin que él pudiera evitarlo, su ser, ya colmado del instinto asesino que mueve a las bestias cazadoras al momento de asesinar a su víctima, se llenó de pesar y se una sed de venganza tan grande como los océanos. El Hombre llamó al alma y firmó con ella un pacto de sangre, una unión que le permitiría buscar venganza y así se alió con quien causó todo para vengarse de quien causo todo. Sin embargo, siendo eso una ironía, no reparó en su error y eso le costó la vida…por segunda vez
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Era de noche… El Hombre estaba sentado en la roca que día con día soportaba su peso; era su lugar preferido para espiar la aldea y encontrar a sus víctimas, pues estaba en una colina, desde donde podía observar el valle entero sin ser observado. Iba a ser un día especial pues había luna llena y era el aniversario de su muerte… su propia muerte. El Hombre se acomodó y sentado a sus anchas en la roca, se dispuso a preparar el saco, odiaba cuando los niños se revolvían dentro de el, gritando y pataleando, lo podían descubrir, pero el era mas astuto, el mero hecho de entrar al saco bastaba para matar cualquier cosa. Era su pasatiempo… matar niños era su pasatiempo. Se sacudió con ansias esperado el momento en que las nubes ocultaran la luna, tan grande, tan soberbia, la luna parecía esa noche una cabeza cercenada, un ojo en el cielo que contemplaría el crimen de El Hombre. Finalmente las nubes se tragaron la luna y El Hombre bajó a la aldea a ralizar su tarea, inmediatamente encontró una víctima pues era un nuevo territorio de caza y no lo conocían. Era una niña, pequeña, con una larga cabellera rubia arreglada en una coleta, con su piel pálida como la nieve que cae en el valle por el invierno, no era muy alta ni muy baja, delgada, esbelta, joven, hermosa, su vestido ondeaba al viento mientras se inclinaba a un pozo para sacar agua y sus cabellos se extendían como la aurora con la brisa otoñal del valle, tan frágil, tan delicada, tan humana que incluso El Hombre dudó en atacarla, en, con un movimiento, terminar de una vez con su existencia, pudo incluso oir el llanto de sus padres mezclado con el recuerdo de su llanto al ver a su familia morir. La luna decidió asomarse para contemplar la escena, mientras El Hombre se debatía entre la vida y la muerte que significaba él para la niña, lo que su generosa decisión podría causar el fin o el comienzo de un nuevo destino para ella. Inmerso en sus pensamientos, no reparó en que la joven había terminado de sacar agua y que al voltear para regresar a su hogar, lo había visto. El Hombre, entonces la atrapó, pero no supo que hacer, ella mientras, pataleaba y gritaba y El Hombre corría fuera de la aldea hacia su guarida, pensando en el error que había cometido y preparándose para el sacrificio que debía efectuar esa noche. Pero no podía matarla a ella, se veía tan frágil, tan noble, tan pura, tanto que el instinto asesino que lo impulsaba, El Alma, lo que causó todo, perdía fuerza mientras la llevaba a cuestas. Llegó a la entrada de la cueva donde efectuaba su horrible y sangriento ritual, pero para entonces ella ya se había callado, ya había dejado de gritar y patalear, de revolverse y de intentar escapar. Para asegurarse de mantener a salvo el secreto de su ritual, la envolvió en una manta y la dejó en una roca junto a la entrada de la cueva. La cueva… era un agujero en la colina, profundo y amplio, con una cámara al final del pasillo de entrada, con antorchas en las paredes y en el centro de la cámara, una mesa de piedra adornada con grabados de las escenas de sus sacrificios, adornada con muerte. El pasillo, colmado de cráneos en el piso y en nichos en las paredes, con esqueletos humanos colgados del techo, con lúgubres luminarias rojas en el suelo, braseros malditos, cuyo humo, producto de la leña de árboles prohibidos era el ingrediente principal del Arnuto, el líquido que impregnaba el hombre en el interior del saco para paralizar a sus víctimas y de el Gournuto, la droga que tomaba para conseguir esa fuerza sobrenatural y los poderes inhumanos que le ayudaban en sus siniestras tareas. El ritual nunca era sencillo, y menos esa noche, aunque relativamente era algo muy simple; se dispuso a iniciarlo colocando los putrefactos cadáveres de sus familiares en los sitios establecidos para ellos, espectadores, alrededor de la cámara de los sacrificios, y luego colocando a la víctima en la mesa, esta vez, sería un joven de mediana edad, pues para él, los niños eran niños hasta la edad madura. Tomó el arma que usaba en el ritual: un cuchillo de doble filo, hecho de obsidiana, brillante, hermoso y amenazador y lo elevó para dar muerte al joven. Pero entonces la vió, ahí estaba ella, contemplándolo todo desde el umbral de la cámara, la niña que lo venció, la joven que derrotó su instinto asesino. De inmediato, las almas de sus seres queridos pidieron venganza, con un rumor que crecía poco a poco en la cabeza de El Hombre, mientras ella, indiferente, con una leve expresión de dolor lo contemplaba desde la entrada. Una lágrima rodó por su mejilla, y El Hombre supo que hacer, supo que debía cobrar venganza de El Alma. Y murió por segunda vez, a manos de si mismo por el cuchillo del sangriento ritual que tantas vidas había quitado, ahí terminó el sirviente de El Alma, libre al fin de ella. La niña corrió de regreso a la aldea mientras las almas de los espectadores, los seres queridos de El Hombre, se movían y gritaban con odio. No eran sus familiares, eran servidores de El Alma, pero al no poder evitar que El Hombre se mutilara, antes de que el aliento de la vida se extinguiera en el, tomaron el arma, el cuchillo de obsidiana y usaron al joven que iba a ser la víctima como sujeto, como sucesor de El Hombre, lo levantaron con el Gournuto, con la droga que hacía el éxtasis sangriento en la mente de su consumidor y tomaron el saco, donde se encerraron para, en manos de su portador, cobrar la vida de otros inocentes para, algún día, hacer que El Hombre regrese, para revivir a su antiguo cazador. El Joven se fue, con el saco a cuestas, cargando horrores indescriptibles en el, liberándolos, causando guerras, epidemias, odio. La Niña se convirtió en una bella mujer y ella fue quien advirtió a toda Europa de la existencia de El Hombre, como murió por segunda vez y como El Joven salió en busca de almas para alimentar al cadáver de El Hombre y revivirlo, volver a inyectar sangre en sus venas y poner a funcionar al asesino que llevaba dentro.
Última edición por Niger el Sáb Jun 23, 2012 9:35 pm, editado 1 vez (Razón : mejor las junto para evitar problemas) | |
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Niger Fast Food Slave
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| Tema: Re: El Hombre y El Alma Vie Jun 22, 2012 5:24 pm | |
| Introduccion de la historia del hombre del saco, quiza no esta tan buena, pero espero que la segunda parte lo mejore, gracias, dedicada a Katz, כלב רע, Gerrysnk, arukas-chan, Ing Wilty Holten y Moonlight Knight, quienes fueron los primeros en comentar en mi bienvenida | |
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