El caso de Phineas Gage es conocido entre la comunidad médica como uno de los estudios más sorprendentes sobre la influencia del cerebro en las emociones.
Este hombre de 25 años trabajaba en la industria como capataz de obra cuando un 13 de septiembre de 1848 sufrió un accidente que cambió su vida. Estaba rellenando con dinamita un agujero de una roca cuando por error suyo, la barrena que aguantaba para introducir el explosivo tocó la roca e hizo explotar la dinamita.
La barrena, de 6 Kg. de peso y un metro de largo, salió volando hacia la cabeza de Gage, entrando por debajo de su ojo izquierdo. Atravesó su lóbulo frontal izquierdo, y salió por el vértice de su cabeza.
Aunque sea difícil de creer, Gage fue a un hotel cercano sentado en un carromato tirado por bueyes, y subió por su propio pie las escaleras del edificio. Aunque más curiosa fue la reacción del doctor Harlow, que al ver la situación, la calificó como “fabulosa”.
Porque Gage había perdido parte del lóbulo frontal izquierdo y bastante sangre. Para tener una idea de la herida, el agujero era de 9 cm. de diámetro, y permitió al doctor introducir todo el dedo índice por el orificio (muestra de que el ser humano es curioso por naturaleza).
No teniendo una mejor idea, el médico le aplicó apósitos y vendas para proteger la herida, que en las siguientes semanas sufrió una gran infección. Sorprendente fue comprobar que al mes de su accidente, Gage ya paseaba tranquilamente por la ciudad.
Y aquí es donde aparecieron las secuelas. Porque tras la recuperación, la personalidad de Gage había cambiado radical y permanentemente. Tanto, que en su trabajo no vieron adecuado readmitirlo.
Antes de la explosión, Gage era considerado como alguien eficiente y capaz. Se le veía equilibrado, y la gente lo apreciaba por ser trabajador, puntual y muy sensato.
Pero tras el accidente, Harlow lo describió de la siguiente forma: “impulsivo, irreverente y en ocasiones se permite las blasfemias más groseras (lo que antes no era habitual en él), manifestando muy poco respeto por sus compañeros; no tolera las restricciones (…), caprichoso e indeciso…”.
Hay que decir que Gage siguió viviendo 12 años más, al parecer sin un rumbo fijo.
Durante ese tiempo, el doctor Harlow siguió escribiendo sobre su evolución, demostrando que había sufrido una mayor alteración en su personalidad que no en su inteligencia.
[img]
[/img]
Fuente