۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

No estaba seguro de que hora de la madrugada seria cuando empece a cabecear por el cansancio encima del lomo de mi caballo, había sobrestimado mis fuerzas cuando pensé que podría llegar a la frontera sin detenerme, los caminos eran duros, y no podía arriesgarme a tomar una carretera por temor a ser encontrado por una patrulla del ejercito invasor.

-"Eres débil Andreas, la vida hogareña te a puesto fuera de condición"-

-"A que viene esto ahora?"- pregunte

-"Ya han pasado 20 años desde que nos conocimos, 20 años son bastante tiempo, y creo que ya es suficiente"-

-"Bueno, si quieres puedes irte cuando quieras"- Le conteste escéptico por su comentario, era un cráneo parlante, no podía irse a ningún lado... o al menos eso era lo que creía.

De un momento a otro sentí como el peso que hacia sobre mi bolsillo se desvanecía, y tomaba la forma de aquel pálido asesino.

-"Me temo que ahora tengo objetivos que discrepan de los tuyos, me fuiste útil durante mucho tiempo, pero ahora debo buscar a otro que cumpla mi voluntad"-

Para cuando me di cuenta estaba en el suelo, sintiendo los frios y oscuros dedos de la muerte apretando mi cuello. lo ultimo que pude ver antes de perder el conocimiento fue como el sacaba la estaca de entre mis ropas y regresaba al palacio.

La primera persona en subir al barco, fue el Rey del Norte, seguido por Lucifenia y Elizabeth junto con la guardia especial.
Todo marchaba bien, aparentemente. Si bien Lucifenia era bastante tonta en algunos aspectos, algo de inteligencia tenía. Y presentía que algo iba a pasar… sospechaba y seguía desconfiada de todos.

La guardia especial se puso en la puerta del camarote de los reyes, estando en constante vigilancia, mientras las personas iban subiendo lo más rápido posible.

Cuando la noche cayó y estuvo todo listo para partir, algo muy grave pasó: El Rey del Norte estaba agonizando y delirando de fiebre por la infección de su torso que cada vez crecía más y más y se introducía en el interior con rapidez. Unas horas más tarde, ya navegando, se comunicó su fallecimiento a pesar de todos los esfuerzos que hizo Octo , pero aquella herida era demasiado profunda y la septicemia se había esparcido terriblemente ese tiempo que estuvo ocupado tratando de cumplir su deber con sus hermanos...

—Esto es terrible… — Poco a poco, Lucifenia iba asentando cabeza. Recordó, entonces, que nunca había llorado tanto en vida como con la muerte de su gemela y ahora lo estaba haciendo de igual manera con su tío.

—Es conveniente deshacerse del cuerpo antes que se descomponga — dijo Gammón — Así que lo mejor es que se vaya despidiendo.

Lucifenia asintió.

—Una despedida digna — Miró el cadáver, pensando en que pasaría cuando Amaya se enterara. Ahora tenía que pensar que les diría a los demás cuando se enteraran que su majestad había muerto — Tengo que enfrentar a esa gente, aun si eso solo sirve para deprimirlos todavía más. ¿Tú qué crees, Elizabeth?

Elizabeth tan solo le clavó su intensa e inocente mirada.

—Supongo que es un sí…

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A la madrugada, toda la fauna del lugar se quedó en completo silencio… Ya estaban cerca y el peligro se hacía cada vez más latente. Podía respirar aquel aire pesado que nos indicaba que podía ser nuestro último aliento de vida.

Estábamos alejados del resto, pero observando todos los movimientos habidos y por haber.

—Ya están aquí — Entrecerré los ojos e hice una seña al más cercano, para que este se lo comunicara al de al lado y así sucesivamente hasta que llegara a todos sin decir una palabra.

Tenía el libro que habíamos robado de la iglesia arriba de una mesa. Por fortuna yo era la única que podía leerlo sin necesidad de tener las traducciones al lado, y así evitar incidentes.

Cuando ya todos vieron las señales, empezaron a hacer lo que sugerí de acuerdo al plan: ponerse en posición y no pasarse de la barrera hecha de aquella tierra del panteón familiar, que habíamos esparcido a la mitad del campo ; y que retrocedieran unos metros para ganar velocidad al ir corriendo hacia ese límite. Los lanceros eran los primeros en el frente, los cuales serian los primeros en atacar gracias al largo alcance de sus lanzas. No estaba segura si funcionaría con todos los enemigos, pero a alguno debía de afectarles.

Mucho más atrás de encontraban los arqueros, que estarían allí evitando que cualquiera vulnerara la barrera y avanzara impunemente. Las puntas de algunas de las flechas habían sido bañadas en plata fundida de las estructuras de la catedral. Nunca las habíamos usado, estaban más bien como adornos. Pero esa los usaríamos en caso de emergencia… las otras puntas habían sido simplemente bañadas en agua bendita.

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—Me pregunto porque mierda no atacan… — Suspiró un hombre de melena negra ondulada, de ojos profundos y fiera mirada. Lo averiguaría enseguida.

Galopó unos pocos metros para dar una orden.

— ¿Es en serio?

—No arriesgaremos la vida de nuestros hermanos con tal de averiguar el porqué están tan alejados. Así que hazlo.

El tipo que recibió la orden, empezó a llamar con un silbato especial a unas criaturas que habían sido creadas por ellos. Una mezcla de animales que parecían más bien espíritus con rasgos propios de una bestia salvaje y las bocas selladas. Estos, inteligentes y bien adiestrados, fueron hacia el frente según como lo había indicado el sujeto.

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— ¡ES UNA TRAMPA! — Exclamé viendo todo por un largavista, con cierta dificultad por la oscuridad y como estos… animalejos, se iban fundiendo con ella — ¡NO SE MUEVAN!

Todos se quedaron paralizados. Como esas criaturas tan extrañas no pudieron pasar y salieron espantados ante la barrera que le pusimos, los gritos del otro bando se dieron a oír y vinieron a todo dar hacia nosotros.

— ¡ES LA HORA! — Gritamos los seis ancianos y yo misma al unísono.

A partir de ese día, se escribiría una nueva página de nuestra historia.
Solo esperaba que los barcos ya hubieran zarpado.

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El Rey de Amatista estaba muy contento con los nuevos planes, aunque solo lo demostraba por la sonrisa de medio lado y su mirada serena.
Se paró de su trono repentinamente.

— ¡Señores! ¡Prepárense para festejar! Ganaremos Yellow del Norte y la cabeza de la princesa que tanto ha entorpecido nuestros planes. ¡SALUD! — Y se bebió una copa llena de sangre. Los demás presentes hicieron lo mismo.

Malebolge, el oscuro ser que habitaba en el interior de un cráneo seco y viejo, y que ahora encarnaba a aquel mortífero asesino, regreso al castillo para darse cuenta que llegaba justo a tiempo para contemplar como daba inicio el asedio.

Este diablo conocía perfectamente a su enemigo, sabia que debía estar en algún lugar entre las filas de sombras que cargaban furiosas sobre la gente de estas tierras, pudo notar casi al instante que estos últimos, por alguna razón lograban mantenerlos a raya.

-"Una barrera de tierra santificada?, que triquiñuela mas ingeniosa..."- Exclamo casi como so quisiera denotar admiración.
-"Es una lastima que solo funcione para detener a los pequeños"-

Usando los poderes del asesino, se envolvió en sombras y se escabullo entre los hombres de Yellow hasta donde se encontraban todos sus caudillos, Amaya incluida entre ellos.

Sabia que la barrera solo era un ligero obstáculo para la atrocidad que comandaba ese ejercito de sombras, y si era lo suficientemente inteligente, iría directamente por la princesa antes de sacrificar mas soldados, asi que lo espero ahí, en silencio. No tenia ninguna prisa, tenia el tiempo de su lado... Todo el tiempo del mundo.

La mayoría estaban terriblemente ansiosos. Y no era para menos…
Seguí observando con detenimiento mientras el cabello me rozaba la cruz del cuello.

Recuerdo haber dicho hacía un año y algo atrás (casi dos años) que yo era creyente de cualquier cosa que supuestamente no existía y me daba mucha curiosidad… Hasta que empecé a ver todo esto y esa curiosidad, mezclada con profundo terror. Y era en esa época que huía de estas cosas y me ponía a llorar por los rincones.
Pero ahora era bastante diferente. No lloraría por esto nunca más. No se merecían las lágrimas mías como las de mi amada gente.

De repente, oí como chocaron. La bendición a aquellas armas había funcionado, puesto que bastantes desgraciados comenzaron a evaporarse.
El vapor comenzó a tapar la visión de todos, y eso era un problema. No podía ver nada.

—A medida que vayan avanzando, vayan poniendo más tierra. Si hay algún enemigo que resulte ser más débil, debe de funcionar para que no pisen más allá de donde puedan. Varias barreras pequeñas son más efectivas que una sola gigante.

Noté que los de Amatista habían retrocedido bastante, pero tenía la sensación que algo andaba bastante mal. Estaba pensando que solo se trataba de una treta para que gastáramos energía y nos cansáramos.

— ¿Usamos los morteros? — Preguntó un anciano.

—Hay que seguir observando. De lo contrario podemos herir a nuestras tropas sin querer, aun si, según usted, su trayectoria es curva. Corríjame si me equivoco.

—Efectivamente es así. Ahora hay que pensar como disipar esas columnas de vapor.

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—Maldita zorra, te olvidaste de ese detalle…—De repente , sintió una presencia muy fuerte que estaba del otro lado. Se paralizó por un momento, cosa que no hacía jamás, dejarse dominar por su miedo, pero esta vez era diferente. Sentía como si fuera a morir.

Avanzaba la noche y el demonio seguía esperando, inmóvil en la obscuridad.

Se preguntaba por que su contrincante se demoraba tanto, Tan asustado estaba de la pequeña niña que lo enfrentaba que no se atreve a encararse a ella?.

Faltaban solo un par de horas para que amaneciera, y tan pronto como  eso sucediera perdería toda su ventaja.

-"Si no te atreves a venir por nosotros, Oscuro, entonces nosotros iremos por ti"-

Del mismo modo que el nigromante, pero a una escala mucho mayor, el demonio lanzo una maldición sobre ejercito invasor.


Y así, con esas palabras, dejo ciego, sordo y aturdido a aquel negro ejercito. No importaba quien ganara esa batalla, lo unico que le importaba era que para cuando el sol salga, su enemigo ya habra sido consumido.

— ¿Qué demonios…? Dios me perdone — Casi exclamó uno de los viejos que más o menos le dio un infarto de la impresión.

— ¿Qué sucede ahora! — Grité al verlo pálido del susto, aunque con una sonrisa victoriosa. Pensé que algo malo le había pasado, pues estaba blanco como un muerto.

—Véalo por usted misma.

Con el brazo sano, ya que el otro estaba envuelto en un pañuelo lo suficientemente largo como para sostener el dañado, volví a ver el campo de batalla mediante el largavista. Noté que el vapor ya se estaba yendo y los enemigos estaban dispersos, demasiado diría yo, y revolcándose por el suelo gritando miles de maldiciones y barbaridades mientras eran masacrados por mis tropas.
Esto, definitivamente, era lo más extraño.

—No nos confiemos de todos modos. Si la debilidad de ellos es estar confiados, nosotros no debemos cometer el mismo pecado. Ahora si, aprovechen la debilidad momentánea de ellos antes que se recuperen. No tengo la menor idea de lo que pasa, pero tengo el presentimiento de que por hoy, podemos ganarles esta batalla.

— ¡Los morteros! ¡Traigan los morteros! ¡Y no duden en usarlos!

Y eso hicieron. Literalmente volaron las cabezas de muchos antes del amanecer. Y ya estaban reconquistando lo que los de Amatista habían tomado. Pero Amaya sospechaba que algo estaba detrás de todo eso...

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— ¡RETIRADA! — El tipo no podía ver absolutamente nada. Sus ojos estaban en la penumbra completa. Y tampoco oía nada. Y nadie podía oírlo tampoco.Fue disparado hacia el lado contrario , y, con suerte, se encontrarían con el resto. Había que ver si no estaban igual, sino sería la perdición.

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Amaya se sintió destrozada al ver que en ese lugar que abandonaron, había una aldea mediana y estaba reducida a cenizas. Pudo encontrar unos muñecos de trapo de los niños todos pisoteados, y entre los escombros, gente carbonizada total o parcialmente. Muerta.

Juró vengar a cada una de las personas muertas.

-"Toda una tragedia, no es así? Deberíamos castigar a los responsables."- Susurro al oído de la princesa

Para ese momento el efecto de la maldición ya debía haber pasado, pero el ejercito enemigo estaba disperso, batido y desmoralizado, era el momento perfecto para atacar, pero no podía hacerlo solo, aunque podía castigar a su enemigo hasta la locura, era imposible asesinarlo por su propia mano, debía encontrar a alguien que clavara la estaca por el, y Amaya fue la elegida.

Amaya se asustó tanto por estar tan concentrada, que se apartó de un sobresalto y cayó sentada.

—Claro que sí , pero por mí misma.

Contestó bastante seria al respecto. Tenía tanto odio encima , que se le notaba profundamente en la mirada. Parecía que lanzaba rayos destructores de ellos. Y su línea de expresión se marcaba bastante.

-"Entonces hazlo, encuentra a tu enemigo y acabalo, antes de que recobre sus fuerzas y acabe contigo primero."-

Saco la estaca de entre su ropa y la lanzo al suelo, frente a ella.

-"Tienes una gran ventaja la cual desconoces, jover princesa, tu enemigo esta obligado a ganar esta batalla, y de no hacerlo, corre el riesgo de perder también su vida... Usa eso a tu favor, no le des tiempo de planear su próximo movimiento"-

—Eso lo sé… Pero ¿Por qué me estás diciendo todo esto? — Vio la estaca por un fugaz momento. Tomó el objeto entre sus manos con fuerza.

—Yo también los odio. Los detesto. Quiero muertos a todos los cómplices de estas horribles masacres. Que caigan uno por uno — Apretó mucho más fuerte aquella estaca — Y ardan en un lago de fuego y azufre — Una chispa se encendió en su mirada, para convertirse en algo que se asemejaba al intenso fuego de un incendio—¿Qué te hicieron para ofenderte?

En ese momento, el resto estaba contando los muertos, otros recogiendo y curando a los heridos y los demás recolectando armas tiradas que aun servían y preparándose para la siguiente hazaña.

-"Me temo que la historia es larga y el tiempo escaso, El caudillo merodea solitario por estas praderas, retome sus fuerzas y aceste el golpe final, debe hacerlo rápido pues le aseguro que no tendrá otra oportunidad así"-

Asentí, quedándome con la duda y la curiosidad. Sin embargo, agradecí lo de la madrugada, me despedí y fui con el resto que se estaba organizando.
Una vez que todos hicieron la formación, el viejo consejero me dijo que diera la orden, que enseguida me contaría la nueva estrategia. Al cabo de poco tiempo, eso hizo, con lujo de detalles. Me convencí cada vez más que era hora de asestar el golpe final.

Cuando empezaron a marchar, notamos que todo estaba en silencio nuevamente. No se escuchaban más los lamentos del bando contrario.
Aun así, el batallón se fue moviendo, yendo hacia delante. Pero en cuanto llegaron a la mitad del campo, se encontraron con una enorme zanja artificial, cavado quien sabe hacía cuanto tiempo, con estacas que prácticamente empalaron a las primeras filas que cayeron indiscriminadamente allí dentro. Murieron al instante.

En eso, oí otra vez gritos, pero de profundo enojo… Y a la cabeza venía un sujeto de gran melena ondulada, larga y negra, que parecía mirarme directamente a la cara e iba a la cabeza. Se me encogió el corazón del miedo, porque estaba segura que ahora venían por mí. Pero me mantuve firme.

La motivación que tenían ahora, era el odio que sentían hacia nosotros. En vez de estar desmoralizados, directamente estaban motivados con el hecho que venían a por mí… y yo lo sabía.

En el momento que se iba a producir el enfrentamiento, empezó a pasar algo muy extraño. Ahora mis soldados eran los que se estaban revolcando por el piso, pero esta vez tomándose la cabeza como si estuvieran completamente desquiciados. Hablaban en lenguas extrañas, totalmente desconocidas para mí. Luego comenzaron a matarse entre ellos mientras el bando enemigo se mantenía inmóvil, por el momento, para luego, poco a poco, abrirse paso entre los que se estaban dañando, pero a galope lento y confiado.
Ese tipo seguía con la mirada clavada en mí.

— ¡¿Tienes miedo, princesa Amaya?! No sé qué clase de truco habrás usado anoche y a qué clase de ser tengas de tu lado… Pero si de algo estoy seguro, es que esto no durará demasiado tiempo y te tendré en mis manos. Te destrozaré, pequeña mocosa. Voy a demostrarte que el campo de batalla no es un juego de muñecas de una niñata malcriada. Podrías haberte ahorrado las molestias, pero ya que estamos, voy a fulminarte.

Si pretendía que con esas palabras me muriera del miedo, estaba equivocado.

— ¡Morteros! ¡Fuego!

Oí una risa demoníaca que resonó por todo el lugar.

— ¡¿ES TODO LO QUE TIENES?! — Estaba completamente desquiciado.

Tiraron una bomba de humo para tapar la visión. De ese cúmulo de gases, salieron unos animales que sin duda en toda mi vida vi. Eran como los grifo de la mitología griega, pero una mezcla de otros bichos, sin duda. Y estos parecían más mortales que todo lo que tenía. Algunos corrían a velocidades impresionantes, otros volaban.

Los viejos andaban dando vueltas detrás de mí.

— ¡Arqueros! ¡Es hora! ¡Con fuego!

Y dispararon flechas con la punta en llamas. Cada uno disparaba los proyectiles como diez veces por minuto. Impresionante.

—El fuego purifica, Princesa.

El demonio, a lo lejos contemplaba como esta batalla se estancaba otra vez, solo faltaba una hora cuando mucho para que el sol saliera y el ejercito de sombras se desvaneciera a la seguridad de su guarida. No podía dejar que aquel al que tanto odiaba se le escapara ahora que lo tenia tan cerca, así que decidió ayudar a la princesa una vez más.

De los cadáveres en llamas que llacian en mitad del campo de batalla brotaron centenares Homunculos, pequeños seres hechos de sangre y bilis, eran como humanos en miniatura, mas pequeños que un Trasgo, pero mas grandes que un duende, humeantes y furiosos los malvados hombresitos brotaron de los vientres de los soldados muertos e incluso de algunos que aun permanecían agonizantes, de ambos ejércitos sin distinción, arrancaron costillas arrancado y las usaron como lanzas.

Cruzaron las zanjas que separaban a los soldados de Amatista y escondidos entre la maleza, se escabulleron hasta donde su enemigo, y una vez que estaban bajo sus narices lanzaron su ataque.

Entre los hombrecitos que aparecieron de los cuerpos de mis soldados y las flechas con sus puntas en llamas, bajamos a unos cuantos… Pero aquel sujeto, ese de la melena larga y terrorífica mirada, seguía posando sus ojos sobre los míos, sin quitarlos en ningún momento, como si me viera en la distancia perfectamente ;intensificando su odio atroz por todas las que les estábamos haciendo comer, ignorando todo a su alrededor y ahora galopando a toda velocidad hacia donde estaba parada.  
Iba esquivando todos los obstáculos a la perfección y destrozando al pobre infeliz que se le cruzara en frente, fuera humano u otro ser. Blandía su espada de forma ágil y precisa, rebanando a cualquier cosa a medida que avanzaba. Las flechas pasaban a través de su cuerpo como si se tratara de un poderoso espíritu… al igual que ese desgraciado que había asesinado a mi prima Ladelly.

Puse mi mano del brazo sano en el estuche y saqué mi espada bastarda, ligera pero letal… claro, en manos de un experto. Si tenía suerte, podría asestar un golpe para defenderme y sobrevivir de milagro.  

Nadie pudo parar a ese terrible jinete, que terminó en nuestra punta.
Los consejeros estaban muy ancianos como para defenderse.

Se puso delante de mí y abrió bien grande los ojos. Vi el filo de su espada ensangrentada, pensado si correría el mismo destino. Alzó el brazo.

—Elizabeth… — Pronuncié en voz moderadamente alta. Fue lo primero en que pensé.

Pero en vez de atacarme a mí, me rodeó, ignorándome y fue hacia los ancianos…

Corrí hacia la carpa en donde estaban los seis, pero ya era demasiado tarde. Los había asesinado junto a los guardias que nos cuidaban. Sin consejeros de guerra, estaba perdida… Ellos eran los que me ayudaban y habían hecho todas las estrategias. Yo solo me limité a contribuir ideas y pensar en cómo explotar al máximo algunas cosas.

De un costado, se apareció de repente y me pegó un fuerte puñetazo en el rostro, el cual me hizo volar contra la mesa y romperla en mil pedazos. Aunque el golpe me cortó la mejilla y comenzó a sangrar profusamente. Moría del dolor.  Empecé a revolcarme por el suelo y a tratar de reincorporarme, pero sentí una presión inimaginable en la cabeza. Me la estaba pisando.
Luché intensamente para sacarme aquel atrevido pie de ahí, pero tan solo conseguí que el tipo se burlara y me tomara del cabello, para estrellarme la cabeza repetidas veces contra el suelo. Aun sin recuperar el aliento, pateó el brazo quebrado. Grité como una condenada. Sentí como si este se rompiera aun más.

— ¡¿Qué trucos baratos utilizarás ahora?! Jugaste bastante con la paciencia ajena, pedazo de mierda. ¡¿QUERÍAS HACERTE LA FUERTE?! ¡¿EH?!  Mira que patética… no puedes levantarte de tus propias rodillas. Eres solo una niña que ha crecido en una burbuja color de rosa… ¿Y querías ganar una guerra en la que obviamente ibas a perder?  No tienes experiencia, no tienes fuerza, no sabes pelear…

Con la mano temblorosa, muerta del dolor, saqué la espada bastarda y me levanté, con la cara toda hinchada de los golpes. Me tiritaban las piernas enormemente. Apunté hacia él.

—No me daré por vencida ni aun vencida… —Intenté caminar, pero casi caí al suelo.

El sujeto comenzó a reírse más fuertemente.

—Oh, niña. Me causas pena ajena. ¿Qué harás con eso? ¿Jugar al soldadito?

Lucha… lucha… ¡LUCHA!

Un fuego interior salió de mí, me lancé con todas mis fuerza arriba de él, hasta que lo tiré al suelo y me arranqué la cruz del cuello hecha con diamantes y cristal, la cual tenía cuatro puntas afiladas , y se la clavé en un ojo. Luego lo apuñalé en la cara varias veces, mientras aquel bastardo gritaba.
En un momento, dejó de moverse.

Me levanté como pude y lo vi por última vez, dándole la espalda. Me había manchado las manos con sangre. Empecé a llorar en un ataque de nervios. Y en aquel momento… escuché un sonido y lo vi, ahí, observándome más furioso que antes, con la cara completamente ensangrentada.  Agarró nuevamente mis cabellos y empezó a arrastrarme por el piso, para luego destrozarme la cara a puñetazos, tal como había prometido… Antes de soltarme, con mi propia espada, cortó cada fibra de pelo que tenía hasta dejármelo todo desparejo y corto. Me dolió más aquello que los golpes, puesto que mi cabello representaba todo el honor y el orgullo que tenía. Dejó que cayera al césped de cara.

-Elizabeth...

-El principio del fin.

-"El principio del fin... Que palabras tan acertadas para la ovación"- Dijo Malebolge, cuando se materializaba frente a el.

-"Después de tantos años..."-

Alfin, después de todos sus esfuerzos su plan había resultado, tras veinte años maquilando su venganza contra aquellos.

-"Ladrones, sois todos ladrones"- clamaban voces horrendas que salían por la boca del demonio -"Tu eres humano, Él no lo es"- agregaban.

Los cuerpos de los ancianos empezaron a vociferar

-"Se aproximan... Y tienen hambre, se aproximan... Y tienen hambre, se aproximan... Ya están aquí"-

-"Ya es hora de que nos veamos cara a cara"- Dijo esto y se llevo la mano al rostro, arrancándose la piel que la cubría, revelando su cráneo, viejo y amarillento... Un rostro que le parecería abrumadoramente familiar.

Gawain simplemente se lo quedó mirando. Por dentro moría de terror, pues él estaba allí, enfurecido… y probablemente empezaría con su persona la venganza.  Tenía que pensar rápido, así cumplía las estrictas órdenes de  Mordred, su majestad del Oeste. Sí o sí eso tenía que cumplirse aquello.

Amaya se había quedado tirada en el suelo, tratando de recuperar fuerzas para levantarse con la ayuda de un solo brazo y toda la voluntad del mundo. En el estuche también tenía aquella estaca. Se debatía entre pararse o desmayarse.

Malebolge, ebrio de una rabia que solo el infierno podría concebir, rabia o se contuvo en ningún momento cuando castigaba a aquel sujeto, sin embargo, una vez que contemplo su obra se dio cuenta que estaba en una incrusijada.

Fuerzas mas haya de su control le impedían terminar el trabajo, La niña a la que habia encomendado asestado el ultimo golpe estaba en el suelo, y no parecía que se fuera a levantar.

Amaya se animó a alzar un poco la cabeza. Realmente estaba irreconocible, pues se le había hinchado los golpes y tenía cortes por todo el rostro que sangraban profusamente. Tenía ganas de desmayarse para descansar de una vez, pero su orgullo y voluntad eran tan enormes como la misma Tierra.

Miró hacia el campo de batalla, que seguía siendo un desastre. No podía ver muy bien lo que pasaba porque no tenía el largavista a mano y la misma inflamación en las cejas y los párpados le tapaba por completo un ojo , y la mitad del otro.

Agarró la cruz y con su punta, se pinchó y cortó la herida del ojo antes que la sangre se le pudriera.
Gritó como condenada al hacerlo.

—Hijo de puta— Murmuró entre importantes jadeos. Sacó la estaca — Maldito infeliz, en cuanto pueda acercarme a ti te arrancaré el otro ojo a mordiscos. Y me ayudaré con esto — Agitó la estaca. Comenzó a arrastrarse, buscándolo o esperando a que fuera hacia ella. Prácticamente se sentía una ciega.

-"Magnifico"- dijo casi con alegría, mientras tomaba al sujeto del cabello y lo arrastraba hacia donde Amaya.

Todas las piezas habían caído en su lugar, todo había saludo a su voluntad, y era hora de esta batalla se decidiera.

Ambos ejércitos habían sido enormemente diezmados, y con cada vida que se perdía en aquel campo de batalla, Él se volvía mas fuerte.

Pero la única alma que le importaba era la de aquel sujeto, si los demás vivían o morían le daba igual, pues tan pronto lo haya consumido, no habrá alma en el mundo que no pueda devorar.

Llego hasta donde la pobre princesa se arrastraba y dejo ahí a su presa, como una madre que alimenta a su cría, puso enfrente de Amaya a su enemigo.

-"Es la hora, joven princesa, acaba con este desperdicio de hombre, hazlo y todo su ejercito se desvanecerá junto con el, llevándose toda esta locura consigo"-

—… — Ella no dijo nada, por alguna razón. Alzó el brazo, pero en vez de asesinarlo a sangre fría como el ser pretendía, le clavó la punta en el otro ojo, tal como dijo que iba a hacer, dejándolo totalmente ciego—Esta mierda no merece morir. No vale la pena que lo haga yo  — Se aclaró la garganta — La naturaleza y los animales carroñeros harán ese trabajo en mi lugar. Y escúchame, maldito pedazo de mierda, como me dijiste a mí — Le dijo al sujeto que estaba agonizando más o menos — Yo te condeno a que te mueras como el trozo de guano que eres , y si sobrevives , con un poco de suerte , a que vagues por todo el continente pidiendo monedas para obtener un pedazo de pan. Que todo el mundo te ignore y te considere una maldita carga y quiera alejarse de ti. Que sufras la soledad hasta el día que te mueras. Que siquiera puedas ver hacia donde te diriges, hacia donde pones el pie para dar un paso. Y te vas a acordar de mí, de mi voz, de todos tus tormentos. Voy a ser tu inmunda pesadilla.  Y agradéceme… porque si me llego a enterar que haces algo que yo considere inapropiado, créeme que no tendré compasión y dejaré que te sigas pudriendo en lo que te quede de vida en una sucia mazmorra y violadores como compañeros para que hagan lo que quieran contigo— Le escupió el rostro — Ahora me voy a ir con mi hija y se acabó.

Guardó nuevamente la estaca en el estuche y apoyó la cabeza en el suelo, inconsciente.
Y la razón porque no lo mató , es porque pensó que ese demonio tenía algo planeado y no cumpliría con su voluntad. Ella había dicho desde un principio que las cosas se harían a su manera.

-"No seas estúpida, Él es un ser semi-inmortal, si no lo asesinas ahora, jamás te dejara en paz, ni a t,i ni a tu familia, ni a tu pueblo"-

Seria acaso que la princesa se había dado cuenta de sus verdaderas intenciones?, aunque de ser así no era mas que un ligero contratiempo, si ella se negaba a cooperar podía obligarla a través de su hija, o de Andreas que no se encontraba muy lejos de ahí.

La princesa no despertó hasta unos días después. Entre que no había dormido bien y la paliza que había ligado, terminó abriendo los ojos una tardecita.
Le seguía doliendo la cara. Todo estaba en silencio. Seguía en el mismo lugar donde se había desmayado. Ahora podía ver mejor. Para qué… solo había muerte y cadáveres descomponiéndose en la intemperie.

—Esto es un desastre… — Murmuró. Giró la cabeza y vio al sujeto, que lamentablemente, para su desgracia, seguía con vida. Aunque parecía más un muerto que otra cosa.

Se paró con dificultad y empezó a caminar, arrastrando los pies, ignorando todo a su alrededor, a excepción de la gente caída.
Había perecido desde el artista hasta el mensajero. De los ancianos hasta los soldados. Y así.

—Un desastre— Volvió a repetir.

Fue hacia la carpa en busca del libro y su espada bastarda. Por fortuna seguían ahí.

—Un enfrentamiento no puede durar dos días, seguro algo deben de estar tramando — Pensó Amaya. Sabía perfectamente que su cabeza, de seguro, seguía en peligro o por lo menos tendría algún precio a partir de ese momento — Me buscarán — Se expresó mentalmente.

A varios kilómetros de ahí, Andreas fue despertado por un mensajero que venia del Este, el mensajero llevaba consigo la espada sagrada además de un mensaje por parte de la Corona.

En la carta explicaban que no tenían intensiones de participar en conflicto Yellow-Amatista, y que todos los refugiados que trataran de cruzar la frontera serian tratados como invasores.

Justo antes de que pudiera decir algo, El demonio se apareció entre nosotros, le quito la espada al mensajero y lo degolló con ella.

-"Levántate Astaroth, vas a serme de utilidad por ultima vez"-

Tomo a Andreas del cuello nuevamente y en un abrir y cerrar de ojos estaban los dos en la entrada del palacio de Yellow del norte.

Andreas en un ultimo intento por defenderse transformo la espada en un golem para que atacara a Malebolge, ahora que había roto su alianza, este no tendría control sobre el. Por desgracia el golem no dudo mucho tiempo, solo le tomo treinta segundos partirlo en dos, rompiendo a la mitad también la espada.

-"Es admirable tu persistencia, pero luchar es inútil"-

tomo la mitad afilada de la espada.y se la clavo a Andreas a un costado bajo las costillas, aunque la espada estaba rota aun conservaba sus propiedades mágicas, por lo que ahora era imposible que el nigromante usara sus poderes.

-"Vamonos, tu esposa no tarda en llegar y aun tiene que hacer algo por mi, y por tu bien, mas le vale darse prisa"-