۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

Me sentía tan impotente, incapaz de hacer algo para ayudarla... Entonces decidí algo que probablemente me costaría la vida, sacar ese trozo de metal de mi cuerpo.

Junte todo el coraje que tenia, mordi con fuerza las riendas de mi caballo y reabri la herida... Poco a poco, centímetro a centímetro buscando entre mis entrañas... Algo blando, algo viscoso, algo duro
"Lo encontré!!!" pensé pero no fue así, pues cuando abro los ojos me su cuenta que lo que habia encontrado era el cuchillo de aquel sujeto enterrado en mi cuerpo.

Después de tantos problemas, de haber librado tantos obstáculos y estar a unas pocas horas de cruzar la frontera, parecía una broma de mal gusto que acabara siendo asesinado por un ladronzuelo de poca monta.

Mientras caía de la montura de Noctumeron, lo único en lo que pensaba era que pasaría con Amaya, y con Elizabeth... Quien vería por ellas ahora? Quien...

—No te mataremos— Le dijo— Solo te dejaremos vivir para que sepas que no debes meter tus narices en los lugares que no te corresponden —  Lo escupió y lo pateó en la herida.

Por fortuna, lo que no le habían quitado a Amaya era el bolso con todas las cosas, como la poción, la espada sagrada y el libro.

Luego se fueron alejándose a toda velocidad y desapareciendo por el horizonte, hasta que dejaron de oírse los gritos de la princesa.

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Habían pasado tres años ya desde ese enfrentamiento atroz que le costó la vida a miles de hombres de ambos bandos y de la desaparición de la princesa del Norte. Si bien Yellow del Norte había perdido, no se podría decir que miserablemente. Habían perdido porque su princesa, que estaba a la cabeza de todo, había desaparecido a los días de sobrevivir. Pero de algún modo, los de Amatista se sentían victoriosos por haber aniquilado todo lo que ella amaba: masacrando personas, incendiando sus casas, destruyendo terrenos enteros repletos de acacias, llegando a casi extinguir algunas especies gracias a sus poderes sobrenaturales, entre otras cosas.

Apenas Lucifenia llegó a su tierra junto con toda esa muchedumbre, se enteró de la amarga noticia. Inmediatamente mandó a hacer oficial un día conmemorativo a la heroína y héroes caídos en batalla que se festejaría ese mismo día y duraría un mes. Le ordenó a Marcus un encargo especial: Se hizo una escultura gigantesca de Amaya con su armadura y cabello suelto en movimiento y se puso en medio de la plaza.

De alguna manera, esos tres años moldearon bastante la personalidad y capacidades de Lucifenia, haciéndose una reina que ahora era digna de ser amada por sus súbditos. Hizo lo mejor que pudo para construir nuevos poblados y que los inmigrantes se sintieran como en su casa, cosa que nunca antes se había hecho en la historia de la nación. Muchos estuvieron en contra, pero ella se sobrepuso ante todo y terminó aplastando a sus enemigos.
Endureció las penas, puso otras y mucho más castigos ejemplares, como también recompensas inigualables.  Se la conocía por ser muy buena y generosa, pero también por ser intimidante y peligrosa.

Pronto los problemas no tardaron en llegar y obtuvo la declaración de guerra de Amatista. La diferencia es que sus espías le habían informado cuanto antes y, aplicando las estrategias apropiadas junto con algunos trucos, pudo evitar el golpe y lo ganó. Aunque los conflictos duraron dos años y parecían seguir.

Además de preocuparse por su pueblo y de la guerra, también se ocupaba de la educación y crianza de la pequeña Elizabeth, que a pesar de no tener a sus padres tomándole las manos, ella creció muy feliz. Era a la única a la que Lucifenia le permitía hablarle informalmente; le recordaba mucho a la inocencia de Ladelly y a la dulzura de su prima.

Y había llegado el tercer año de ausencia de Amaya y de los soldados… Era hora de dar el discurso a las personas que estaban expectantes de lo que diría, reunidos en la plaza principal. Se estaba preparando bastante tarde, porque había estado pendiente de lo que Elizabeth se pondría para la ocasión.

— ¡Tía Lucifenia! No me gusta esto tan ajustado… — Se quejaba la pequeña. Estaba acostumbrada a usar cosas más ligeras, pero igual de finas y bonitas. Ahora tenía una faja debajo que la dejaba sin aire.

—Aguanta un minuto — Le dijo — Es solo para el discurso. Después te lo sacas y haz lo que quieras.

Elizabeth bajó la cabeza.

—Está bien… ¿Hoy vendrá mami?— Sonrió de repente, ilusionada.

Era una pregunta que le hacía desde que había empezado a hablar y tener conciencia.

—… Tal vez. Pero para eso se hizo este día: Para que tu madre lo vea, escuche el bullicio y venga — Sonrió también, en respuesta — Ahora ve a jugar, pequeña. Alguien te vendrá a buscar en cuanto terminen de ponerme toda esta cosa.

—Está bien— Infló las mejillas y se fue, obediente.

Mientras corría por todo el palacio, cuidaba de no ensuciarse el vestido y de que no se le volara su extravagante sombrero con el movimiento. Correteaba por todos los pasillos, en busca de entretenerse con algo.
En eso, entró a una oficina muy bonita. Comenzó a buscar unas hojas para dibujar, revolviendo todo en el proceso y haciendo un enorme desastre, encontrándose con una pequeña escultura de su madre tallado en mármol blanco, en pose y… desnuda. Estaba tapada con una tela, anteriormente.

— ¡Ah! ¡Que hermosa! —Exclamó mirándola detenidamente.

Como buena entendedora, comenzó a reírse traviesamente. No sólo ella era muy parecida a su mamá, sino que esa esculturita parecía una versión de ella de más grande.

De repente, oyó unos pasos. Antes de que la persona entrara, se ocultó debajo del escritorio.

Mi asesino se burla de mi, el dolor es punzante, detiene mi vida, escucho a la lejanía el ultimo redoble de la campana.

Por un instante veo su cuchillo, el cuchillo con el que termina con mi vida, afilado y de acero inoxidable, no es agradable sentirlo... ¿me apuñala en el suelo? ya no puedo sentirlo, ahora estoy inerte con la mirada hacia el cielo, mis ojos se cierran y el día se convierte en noche, temo que jamas volveré a ver el sol de nuevo.

El asesino maldice, no era su intención matarme, pero ya no hay remedio las ultimas gotas de sangre abandonan mi cuerpo.

Las horas pasan, pronto se convierten en días y mi cuerpo se deteriora bajo un violento sol de muerte, pero yo sigo ahí, difícilmente podría decir que sigo consiente, pero mi alma se rehusa abandonar mi cuerpo, de pronto siento que alguien me observa.

El extraño pone su mano sobre mi cara y abre mis ojos, yo lo conozco, es el mismo extraño que visito a Amaya cuando estaba embarazada de Elizabeth, mi pequeña Eli... la extraño tanto, daría lo que fuera por estar con ella una vez mas, y con Amaya también.

-"Andreas Thalion Rothsik, nigromante"- Dice esta entidad, con una voz dulce y cálida, como el de una mujer.

Ese es mi nombre, pero... como es que lo conoce, y mas importante aun, por que me lo dice.

Me pide que me levante... -"Pobre ilusa ¿Es que acaso no se ha dado cuenta que estoy muerto?"- digo, para mi sorpresa, en voz alta. Como es posible, han pasado dos días desde que estoy aquí tirado, la sangre... a estas alturas no debería poder hablar, mucho menos estar vivo

-"No lo estas, No del todo al menos"- Me responde sin siquiera haberle hecho la pregunta.

-"Permiteme explicarte, te hemos escogido a ti, nosotros. Sabes quienes somos y de donde venimos, sabes de nuestro pacto con el cielo y el infierno y sabes que tu nos perteneces. Por eso es que te hemos escogido, Malebolge ha violado el pacto, como señor del octavo infierno tiene prohibido interactuar de forma directa al mundo terrenal, sin embargo este mismo pacto nos impide a nosotros detenerlo, por eso es que hemos recurrido a ti..."-

-"Por que no recurrieron a mi cuando aun estaba vivo"- Interrumpí.

-"Por que no podemos interactuar de esa forma con los vivos, debíamos esperar a que murieras para que tu alma llegara a nosotros, como nunca llegaste tuvimos que venir hasta ti... ahora levántate, Malebolge aun esta débil, ha recuperado solo una quinta parte de sus poderes y ya tiene un su poder a quien le dará otra parte mas, encuentra a los otros tres y destruyelos, antes de que los consuma"-

No podia seguir escuchando lo que me decia, todo me parecia tan confuso.

-"Por que habria de hacerlo, yo ya estoy muerto,que me importa lo que ustedes quieran de mi"-

-"Por favor no te molestes, haz esto por nosotros y nos encargaremos de arreglar todo"-

-"Que quieres decir con todo?"-

-"Todo"- Respondio de forma rotundo -"Date prisa, Estaremos expentantes de tu progreso"- Dijo para después desaparecer.

Me puse de pie aun mareado, mi herida estaba cerrada pero mi cuerpo ya no tenia pulso, la sangre sega regada por el piso y en ella estaba aquel trozo de metal... ese que me había impedido salvar a Amaya... Amaya!!!, -"Debo buscarla cuanto antes"- Exclame, pero ¿donde?, se la llevaron hace días, y Noctumeron también se fue, no puedo seguirles el paso.

Fue entonces cuando divise junto al rió ese enorme bulto negro, Era Fir, y no estaba mejor que yo... pero necesitaba montura y no había tiempo de buscar un caballo vivo.

Me acerque a el y hice el intento de conjurar una resurrección, para mi sorpresa funciono mejor de lo que esperaba, pues normalmente solo podía regresarlos como esqueletos, pero Fir se veía mas vivo que antes, su respiración se sentía completamente natural, su pelaje impecable para haber estado varios días al sol.

Me lave la sangre en el agua del rió y partí a toda velocidad hacia el Oeste, pero ya era demasiado tarde.

En mi estado actual no podía Regresar al Este o al sur, no podía dejar que nadie me viera así, si había obtenido una segunda oportunidad aprovecharía hasta el ultimo segundo para cumplir con mi misión, pero antes buscaría a Amaya.

Durante meses me dedique a buscarla, me enfrente a cuantos soldados de Amatista encontraba, no importaba lo que mi hicieran, ni con cuanta fuerza me apuñalaban, la herida cicatrizaba al instante, no podía morir... pero ellos, siempre los interrogaba tratando de conseguir información que pudiera serme útil, pero jamas conseguía nada, ni sobre Amaya, ni los oscuros a los que Malebolge trataba de encontrar.

Los meses pasaron, para cuando me di cuenta ya habían transcurrido tres años y yo seguía en las mismas, fue entonces que decidí ir al Sur, aunque no me presentaría como Andreas, como alguna vez fui, sino que me escabulliría entre la multitud usando una mascara de madera que yo mismo había tallado y usando un abrigo con capucha, como regularmente había hecho cuando estaba vivo y conseguiría información de los espías de Lucifenia, y con algo de suerte podría ver cuanto había crecido mi pequeña.

Y así lo hice, Ese día había una especie de Festival en el Sur, grandes estatuas habían sido levantadas, todas en honor de mi querida Amaya... pero no había tiempo de contemplarlas, me cole entre las personas y aprovechándome del bullicio me introduje al interior del palacio. Rápidamente busque en cada puerta que veía, habitación tras habitación hasta dar con una oficina, ahí la encontré, mi niña, tenia que ser ella, era idéntica a su madre.

Al oír que alguien entró y se quedó en completo silencio, Elizabeth, con toda la inocencia del mundo, salió a investigar, aunque eso significara un castigo posteriormente por haber hecho semejante desorden.
Aun tenía la escultura entre sus manos, y la acariciaba con mucho cariño. Se asustó mucho al ver a ese personaje que estaba frente a ella. Pero luego se relajó, pensando que era una especie de bufón.

—Viniste a hacerme reír— Comentó con una sonrisa y se sentó en el suelo, esperando a que hiciera alguna payasada.

Ella estaba llena de vida y sus enormes ojos denotaban una felicidad increíble.

En ese momento tenía el cabello por los hombros y rizados, cuando naturalmente era lacio. Aun así, resaltaba sus infantiles y finas facciones que la hacían más simpática de lo que ya era. El sombrero, con flores, plumas y un listón le daba un aire fresco, sin duda alguna.

Elizabeth seguía expectante.

"Es ella!, debe ser ella, tiene la actitud curiosa de su madre, tenia su carita, sus expresiones... No debe saber que soy su padre, no podría explicarle donde había estado todo este tiempo, ni tampoco donde estaba su madre.

-"Oh mi niña, no soy un payaso... Soy un mago... Si, soy el mago Andreas el magnifico y voy a impresionarte con un truco de magia, por que eso hacemos los magos, hacemos magia."-

Me arrodille frente a ella, la distraje con elaborados movimientos de manos, le di un suave pellizco de nariz y recite en lenguas muertas un conjuro.

Del aliento que se filtraba a través de mi mascara salió un fuego de color azulado, el cual retuve en mis manos, y deje caer sobre la estatuilla de mármol, haciéndola cobrar vida. La estatuilla comenzó a moverse, apenada por estar desnuda se cubrió con las mangas de la pequeña niña, luego, como si la escultura estuviera hecha de papel, desprendió un gran trozo de mármol de la base, cubriéndose con el.

La niña empezó a reír cantarinamente.

— ¡Ah! ¡Linda! No te ocultes de mi, prometo que no voy a mirarte — Y acto seguido, se cubrió los ojitos con ambas manos para que la estatuilla no “sintiera” vergüenza. En eso, recordó algo — Te llamas igual que mi papi — Le comentó descubriéndose un poco los ojos. En vez de verse triste, estaba más feliz por alguna razón — Yo me llamo Elizabeth. Pero todos me dicen Eli, Eliza, cariño , terrón de azúcar y de muchas maneras más que ya no me acuerdo.

Ella era de tutear a todo el mundo. Y también resultaba ser muy confianzuda.

-"Vaya, que gran cohincidencia!, mi hija también se llama Elizabeth y también le digo Eli, hace mucho tiempo que no la veo, por que había estado muy ocupado, soy un mago y como tal viaje por todo el mundo llevando mi acto a todas partes. Pero ahora por azares del destino mi trabajo me ha obligado a volver a Yellow, y pensé que podría aprovechar para ver cuanto a crecido mi pequeña."-

—Oh, que tierno — Sonrió ampliamente — ¿Y tu hija también es graciosa como tú? ¿Y es bonita? ¿Y cuántos años tiene?

Cogió un par de hojas tiradas en el piso y empezó a hacer origami, mientras esperaba una respuesta.

-"Ella tiene tres años, y si es muy bonita, tan bonita como su madre... Pero no es graciosa como yo, es graciosa a su modo de ser...'

Mientras. Hablaba con ella, detrás de mi se aproximaba alguien, era el escultor. Abrió la puerta de su oficina y ahí me vió o mejor dicho vio a un completo extraño jugando con la pequeña Eli.

-"Elizabeth alejato de ese hombre!"- grito

Elizabeth tan solo alzó la cabeza y sonrió.

—Pero si es el mago que seguro llamó mi tía Lucifenia — Le contestó a Marcus. Luego desvió la cara y vio todo el desorden que había hecho antes que llegara su padre. Se apenó — ¡Prometo que no voy a entrar nunca más y agarrar las cosas sin permiso! — Ocultó la escultura detrás de su espalda.

-"No te disculpes con el viejo Marcus, no es tu culpa que nunca supiera aprecial una obra de arte que no sean sus esculturas... No es así Marcus?"-

Me puse de pie y volteé a verlo descubriendo mi rostro.

-"Andreas? Pero si tu... Donde habías estado todos estos años?"-

-"Como le decía a la pequeña Eli... He estado viajando, he recorrido todo el Norte y parte del Oeste, demostrándole a la gente de aquellos lugares mi magia..."-

Me volteé de vuelta hacia con Eli y seguí contando mi historia.

-"Pues verás, antaño mi presentación no era de una sola persona... Tenia una compañera, pero unas malas personas me la quitaron, se la llevaron lejos para que no la encontrará y es por eso que la busco por todos lados, día y noche sin descanso pues mi compañera es también el amor de mi vida y la madre de mi pequeña Eli."-

Entonces, la adorable niñita cayó en la cuenta. Se acercó y puso las manos sobre su rostro, acariciándolo con una ternura inigualable. Luego lo abrazó fuertemente.

—Yo sabía que algún día ibas a venir a verme. Ahora falta mami — Sonrió con dulzura.

-"Lo se cariño, lo se... Te prometo que algún día la encontrare... Lo juro"-

Durante años soñé con este momento, cuando por fin podría abrazar a mi niña y que ella me reconociera como su padre.

-"Te prometo que te compensare por todo este tiempo perdido... Empezando desde ahora"-

Elizabeth asintió con una expresión de alegría en su rostro y le alcanzó la flor de origami que hizo, regalándosela. Luego volvió a agarrar la escultura de su madre, ya adueñándose de ella, para el horror de Marcus.

—Está linda — Le dijo al escultor — Pero no debe estar escondida tapada con una tela— Le regañó.

Situación incómoda en tres , dos , uno...

-"Con que así es como sobrellevas la soledad, eh Marcus?"- Le dije, aunque mi reacción natural habría sido destruir esa escultura y darle una paliza al escultor por hacer desnudos de mi mujer, simplemente lo deje pasar, después de todo a Eli le había gustado y por lo que podía ver, esta ya le pertenecía.

así que le tendi la mano para irnos de ahí, sus pequeñas manitas apenas alcanzaban a apretarme el dedo meñique, pero con eso bastó.

-"Despidete Eli, es hora de que le contemos a tu tía Lucy las buenas nuevas"-

—Adiós — Se despidió con inocencia — La tía Lucifenia está por dar el discurso que hace todos los años. Luego hay fiesta por muuuucho tiempo y comemos muuuuuchas cosas — Contaba — Mientras tanto, te puedo mostrar mi linda habitación.

-"Sabes, después de que veamos tus jugetes podemos ir a dar una vuelta con Fir, el era el caballo de tu mama y seguro estará feliz de conocerte."-

Mientras, Marcus estupefacto no creia lo que veía, Pues se había enterado por fuentes muy confiables que Andreas había muerto hace años.

Rápidamente se dirigió hacia el palco donde Lucifenia daba su discurso, tenia que enterarse de lo que sucedía.

Tardaron un poco en llegar a la habitación de Elizabeth. Por fortuna, ella ya no se perdía en la inmensidad de su hogar y sabía de memoria cada pasillo, ala y habitación.
Cuando abrió la puerta, su cuarto era inmenso, de paredes rosadas y adornos de oro por cada rincón, muy al estilo rococó. En el techo había pinturas de niños ángeles regordetes jugando en entre las nubes. Tenía unos ventanales enormes, en la que se podía ver el jardín que se extendía hasta el horizonte. En las paredes estaban colgados los retratos de Elizabeth en diferentes edades, y uno de Ladelly. Esa habitación había sido de la última.

La niña se fue inmediatamente a su armario en busca de algo. Cuando lo encontró, se lo puso en la cabeza. Era un velo.

—Esto me lo pongo todos los Domingos para ir a la iglesia… — Luego miró hacia ambos lados, asegurándose de que estuvieran solos — Aunque me aburre un poco — Susurró.

Se lo dejó puesto y se subió a su caballito de madera, con el cual comenzó a mecerse.

—Mi caballito se llama “Pie”. Cuando la tía Lucy me lo dio, le vi cara de “Pie”, pues me gusta mucho el pie. Me gusta mucho el de limón — Pie era claramente su caballito de madera — La tía no me deja tener uno de verdad porque la otra vez me caí de un poni y le dio miedito. Entonces dijo que me regalaría uno cuando “sea más grande”. No le digas nada a la tía cuando paseemos con Fir.

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—… Entonces , en memoria de la heroína que salvó nuestros pellejos y de todos los que sacrificaron sus vidas protegiéndonos , demostrando que no eran nada débiles , declaro en su tercer año consecutivo , que se los siga recordando y transmitiendo sus hazañas generación tras generación. ¡Que empiece la conmemoración!

Las personas empezaron a gritar y con los festejos.

-"Creo que Pie es un exelente nombre para un caballo, y ciertamente Pie tiene cara de pie... Sabes, tu madre decía lo mismo de Fir, tu te pareces mucho a ella, por que tampoco le gustaba ir a la iglesia... Ni a mi... creo que a nadie a quien le guste divertirse disfruta ir a la iglesia. Y hablando de gente a la que no le gusta divertirse, por que tardara tanto tu tia en venir a saludar...?"-

Me recargado a una pared junto a sus juguetes y empecé a verlos.

-"Quieres que te cuente un secreto? Tu tia lucyfenia y yo nunca nos llevamos bien, siempre estábamos compitiendo por tu mami, por que los dos queríamos tenerla solo para nosotros, y no queríamos compartirla.... Incluso el viejo Marcus la ayudaba en sus planes, pero al final yo salí ganando y gracias a eso tu naciste."-

—Pero ahora la tía es buena… — Sonrió toda apachurrable— Me da galletas — Se bajó del dichoso caballo de madera y se metió bajo la cama para luego salir con un frasco con tapa repleto de grandes galletas con chips de chocolate. Se las mostró — Y tarda porque su discurso es muy laaaaaargo. ¿Quieres, papi? — Le ofreció el frasco de vidrio.

Luego se tiró por el suelo y empezó a hacer angelitos.

—Mami es muy linda. Es como una muñeca… pero más linda.

Cogió una que estaba cerca y tirada y la empezó a mirar.

—Yo también te contaré un secreto: En el día de mamá, no me pongo triste, pero en su cumpleaños sí, porque hice muchos regalos para ella y no se los puedo dar — Siguió revolcándose por el piso, olvidándose que no debía desarreglarse. Ella era una bebé aun, solo que podía hablar — Te amo, papi.

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Lucifenia estaba toda neurótica porque pensaba que el sujeto que estaba con su sobrinita era un impostor que le podría hacer daño.
No le importó un carajo y agarró una espada y se fue corriendo hacia la habitación de la niña, la cual quedaba muy lejos.

-"No digo que tu tía sea mala, solo se vuelve un poco agresiva cuando siente que ella o alguien a quien quiere esta siendo amenazada... no la juzgues si e pone molesta cuando me vea"-

Podía escuchar a través del pasillo como alguien con tacones se acercaba corriendo, estaba a punto de llegar.

-"Vamos Eli, ponte de pie, por que voy a necesitar que pongas tu carita mas tierna y me ayudes a calmar a tu tía."-

Lucifenia abrió la puerta de una fuerte patada. Quien iba a pensar que una mujer tan menuda como ella tendría tanta fuerza bruta…
Tenía cara de los mil diablos y la espada en mano.

— ¡ELIZABETH! — Vio a ese sujeto que estaba cerca de ella y le daba la espalda — Date la vuelta, no hagas ningún movimiento más porque te advierto que sé usar muy bien esta arma.

Elizabeth se tomó literal lo que le dijo su padre y puso la carita más adorable y tierna que podía poner.

— ¡ELIZABETH! — Volvió a llamar a la niña. Hervía de furia.

En ningún momento deje de sonreirle a Eli, pues no quería asustarla así que fingi que esto no era mas que un juego.

-"Que situación tan familiar, no crees?"- le dije a Lucifenia -"Crees que esta vez tengas suficiente coraje como para empujar la espada o te vas a quedar congelada como la ultima vez?"-

Al oír esa voz… tan familiar… simplemente titubeó a la hora de hacerlo, pero debía asegurarse.

—Date la vuelta— Ordenó firmemente. No podía ser posible, él estaba muerto. Tenía un miedo atroz a que le pasara algo a Eli, pues si eso sucedía, no se perdonaría en toda su vida y mucho menos su prima, si es que aun continuaba viva.

Elizabeth miró a su tía.

-"Y de que manera me podía ir menos mal? Si soy un impostor o si soy yo de verdad?"-

Me di la media vuelta y la mire a los ojos

-"Recuerdas aquel día en la iglesia cuando loegabamos a este punto? Por que yo si"- le mostré el ópalo que colgaba en mi cuello, ese mismo ópalo que le había dado a Amaya para que protegiera a sus primas y que Lucifenia había usado para tratar de matarme.