۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

Se quedó pensando. Eso resolvería muchos problemas.

—Solo no me prometan nada. Si he estado así por más de mil años, no hay nada que me asegure volver a mi condición humana — Tomó su mazo de cartas y comenzó a ordenarlo — Y esto tendremos que hacerlo luego de que cumpla primero con un compromiso que solo puedo hacer en este estado.

-De acuerdo.- dilo embolsando una sonrisa y recostándose en la cama, pues parecía que al fin podría conciliar un poco de buen sueño aunque sea por un par de horas, antes de que amaneciera.

Morgana tan solo sonrió y salió para afuera, para seguir contemplando el mar y sentir la suave brisa en su cara.
A veces, lo que más la perturbaba, era esa soledad y esa incapacidad que tenía para entablar relaciones serias, pues tampoco podía hacerlo.

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Con el paso de los días, Lucifenia estaba más que desesperada porque todos volvieran, ya que ni noticias tenía de ellos. Y si traían consigo a su prima Amaya, mejor, pues Elizabeth en el último tiempo se había sentido bastante ansiosa al respecto y exigía respuestas de donde se había ido su padre.

Además que ya tenía la respuesta para Marcus.

Ya había amanecido cuando Andreas se levanto para acomodar a la pequeña Isabel en la cama, claro que sin despertarla ni a ella ni tampoco a Amaya, pues si había algo que le gustaba tanto como hacerle el amor, era verla dormir placida y tranquilamente después.

—Te juro que nunca dormí tan mal como en el último tiempo— Le comentó Moses a Gammón en forma de protesta — Entre que el barco se balancea como un péndulo , me causa náuseas y ciertas personas disfrutan de sus … “cositas” de forma descarada , siento que voy a estallar si no me bajo ahora mismo.

— ¿Y dónde te piensas meter, idiota? ¿En el agua? No creo que ser el alimento de los animalejos del mar sea la mejor opción — Apoyó los pies encima de un barril como si nada. Se cruzó de brazos y se cubrió la cara con su largo cabello, como si este se tratara de un velo.

—No digo eso, pero también el súcubo comienza a darme el puto miedo. Hace días, aparentemente, no se ha estado alimentando y comienza a mirarnos con una cara terrible. En cualquier momento, la tormenta se desata.

Joshua miró disimuladamente a la mencionada. Tenía que preguntarle miles de cosas y no podía desaprovechar la oportunidad que se les presentaba en pleno rostro.
No se había atrevido antes porque no lo había consultado con sus hermanos, pero ahora era tiempo de averiguarlo por su cuenta. Aunque hambrienta como estaba, mejor ni asomársele…

—Súcubo o no, todo lo que tenga forma de mujer y cara de pocos amigos, da miedo — Agregó Octo un poco divertido de la situación, pero serio como siempre, sin un ápice de emoción en su tono de voz.

Morgana estaba perfectamente consciente de que hablaban de ella. Y la verdad es que comenzaba a notar la falta de fuerzas, energía y poder. No quería perder la cabeza en un momento así. Pero si eso seguía así, debía tomar medidas drásticas.

dos días y muchas millas náuticas después, el Capitán aporreaba las puertas de todos y les gritaba -"Arriba. arriba señoritas, que ya llegamos-

Los días en el mar habían sido difíciles para todos, ya que nadie estaba acostumbrado a la vida en el mar, pero al fin llegamos a la costa

-recuerden que esta nave es robada, y no podemos quedarnos mucho tiempo, así que prepárense para bajar lo mas rápido que puedan, llegamos en cinco minutos-

A pesar de que esos días habían parecido más largos de lo normal, me había entretenido leyendo o durmiendo todo el día, porque mi verdadero estado aun seguía siendo débil.
Octo tuvo la amabilidad de atenderme cada vez que mi salud lo necesitaba y su diagnóstico había sido certero: desnutrición. Reposo y mucha agua y comida.

Isabel gateaba por todos lados y saltaba en la cama cuando yo estaba acostada. Parecía adaptarse bastante bien al hecho de que tenía una madre y un padre que estarían para ella. La dejaba hacer lo que quisiera porque me imagino que después de nunca salir a la intemperie en sus dos años de vida, lo menos que podía hacer era que disfrutara de su libertad.

Mientras tanto, me carcomía la ansiedad de ver a mi Elizabeth por primera vez. Y también a mí querida prima Lucifenia.

Me senté en la cama pensando en eso y agarré a la inquieta Isabel. Seguramente amaría el sur.

—Ya falta poco, querida mía — Le besé la mejilla — Tu tía estará feliz de conocerte y darte la bienvenida a Yellow del Sur — Empecé a ver sus piececitos — ¿Te duelen? — Se los toqué con cuidado y le puse el calzado.

-Estas lista? Si el capitán dice que tenemos que bajarnos, entonces tenemos que bajarnos, créeme que no quieres conocerlo cuando esta enojado-

Que nos atraparan con un barco robado no podía ser nada bueno, pese a que nos encontrábamos en una misión "Oficial" y acabarían soltándonos al final, podían pasar un día o dos para eso.

A la orilla del puerto se encontraba esperando Fir, el caballo de Amaya, que se había escapado el mismo día que salimos del palacio. Fir ya no era un caballo común, El era en esencia lo mismo que Nuctemeron fue un día, Un caballo inmortal que estaba atado al mundo terrenal hasta que su jinete dejara de vivir.

—Estoy más que lista— Pronuncié tomando de la mano a Isabel e intentando pararme agarrándome de las paredes para no caerme redonda al suelo.

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Morgana quería ir YA al puerto para buscar sus nuevas víctimas. Estaba tan desesperada que incluso se notaba que despedía una especie de energía rara.

Marcus estaba ansioso por volver al palacio, Lucifenia le había prometido una respuesta y quería escucharla lo mas pronto posible, Fue a cubierta junto a los demás y se acerco a Morsana

-Vendrás con nosotros?- Le pregunto -Quiero ayudarte a encontrar una cura, y si estas con nosotros ayudándonos tenemos muchas mas probabilidades de tener éxito-

—Primero que nada, iré al puerto a buscar un par de fortachones — Se sinceró completamente — Y luego les seguiré el paso. Desaparezco y aparezco. No me esperen.

-Supongo que seria demasiado pedir que te anuncies antes de llegar, pero esta bien, te esperaremos aya.-

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--Ahora, todos fuera a menos que quieran quedarse otra semana en altamar-Dijo a todos en cuanto llegaron al muelle, riéndose y dándole un sape a uno de la guardia con su sombrero mientras bajaba.

—Te juro que lo mato— Moses ya estaba neurótico.
Primero dejó bajar a las señoritas y luego bajaron ellos.

Morgana le dijo al grupo que no la esperaran, pues pronto volvería, aunque se presentaría ante la reina como correspondía. Y sí, efectivamente cumplió con lo que le dijo a Marcus: Se buscó algún imbécil que cayera enseguida ante sus poderosos encantos, o más bien a una hipnosis de la que no podrían despertar hasta acabado el asunto… si es que no morían.

Amaya, al ver a Fir, fue a abrazarlo del cuello con todas sus fuerzas.

— ¡Fir! ¡Fir! Por un momento yo creí que en verdad te habías ido de este mundo— Sollozó, pues amaba con locura ese caballo. Lo acarició con mucha ternura— Lamento no poder haberte despedido como correspondía aquella vez… me gustaría tener una manzana en este momento para recompensarte.

Isabel miraba con curiosidad todo a su alrededor. Se veía realmente inocente y tierna.
Exploró atentamente con los ojos cada cosa, ave y persona que estuviera allí. Cuando vio a Fir, no pudo evitar pararse del suelo y comenzar a caminar hacia la bestia sin el más mínimo miedo.
Se sentía extrañada y confundida. Extrañaba mucho a Morgana.

Marcus sin pararse a preguntar, fue y rento una carroza que los llevara a todos al palacio, no quería perder tiempo y quería llegar lo antes posible al palacio

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Ver a Amaya me recordó mucho a Nuctemeron, que si había pasado al otro mundo, pues al ser yo su jinete, no tenia nada que lo atara a este mundo y aunque solo paso muerto un par de días, las reglas estaban claras, aunque de alguna manera me alegraba que al fin fuera libre.

-Vamonos ya, Elizabeth debe estar impaciente por conocer a su mama y a su hermana-

Lucifenia en ese momento estaba chequeando el papeleo, mientras que Elizabeth se encontraba en un salón aparte con su maestro de clavecín, tratando de aprender a tocar el dichoso instrumento y cumpliendo con sus clases.

La noticia enseguida llegó a los oídos de la reina del sur, la cual, ni lerda ni perezosa, se levantó de un salto y fue corriendo hacia el salón principal donde solían reunirse todos los nobles, para encontrarse con su querida prima.
Y allí, definitivamente estaba ella, hermosa como siempre, pero demasiado delgada para el gusto de cualquier médico de la época y la mirada ajena. Pero eso no le importó; dejó su gigantesco orgullo de lado y se le tiró más o menos encima para recibirla en un cálido abrazo, el cual Amaya correspondió con dulzura y amor, entre llantos de alegría y dolor a la vez. Incluso cayeron al suelo ante tanta emoción junta.

— ¡Boba! ¡La próxima vez asegúrate de venir antes! — Exclamó Lucifenia, casi desmayándose de la impresión llevada.

Estuvieron así un buen rato, fundidas en aquel abrazo de ese encuentro totalmente maravilloso.

Unas criadas tuvieron que ayudarla a pararse y recomponerse.

— ¡Hoy es un día de fiesta! — Bromeó Amaya, volviendo a las viejas costumbres. También sería entretenido hacer las viejas andanzas. De paso , cañazo : Le presentó a Isabel , su nueva sobrina.

—Primita, primita mía, juro que moriré en este momento… ¡Asegúrense de llevarlas, peinarlas y vestirlas decentemente! Pues Eli debe verlas en su mejor estado. Me las robaré un rato — Le dijo a Andreas.

Las criadas se llevaron a una nerviosa Amaya y una confundida Isabel para vestirlas como la princesa y futura reina que eran, para así luego ir a conocer a su hija y hermana y que esta viera las mejores imágenes de ellas.

-Quiero ver a Elizabeth- Le dije a Lucifenia. -Quiero darle yo mismo las buenas noticias-

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Marcus al ver que debía esperar par recibir la respuesta prometida por parte de Lucifenia, se fue a su habitación a descansar y a vestirse de forma mas apropiada, pues ya no hacia falta usar esa ropa vieja, en cambio, debía verse lo mejor que podía para crear la mejor impresión posible

Aunque estaba completamente fatigado por el viaje, lo primero que hizo fue meterse a la tina y lavarse con mas meticulosidad de la usual, pues había pasado mas de una semana que no tocaba un baño.

Lucifenia aun se estaba secando las lágrimas con otro pañuelo de tela, pues el suyo se lo había dado a Marcus.

—Está en el salón de fiestas en medio de su clase de clavecín. Ha estado preguntando por ti, así que seguramente se pondrá muy feliz de verte — No sabía cómo agradecerle por el hecho de traer nuevamente a su prima.

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Amaya se sintió muy extraña al verse enteramente al espejo. Todas esas ropas y maquillaje que la hacía ver como una flor en primavera… simplemente perdió la costumbre por ello, por el lujo, la presencia, la moda y el poder.
Pero estaba muy feliz de volver a su segundo hogar.

Miró a Isabel, que ya no parecía una plebeya, sino toda una adorable princesita.

Hice como que entendí lo que Lucifenia me había dicho, aunque no sabia donde diablos estaba el salón de fiestas, solo fui por ahí hasta escuchar a la niña practicar, me acerque, abrí la puerta con mucho cuidado de no hacer ningún ruido y me senté junto a la pared.

Si bien la clase había terminado, seguía practicando para que la nueva técnica aprendida le saliera mejor en un futuro. Se equivocaba a cada rato, pero esa persistente.

-Persistente y talentosa como su madre- dije mientras aplaudía ahí sentado a lo lejos -Cada día me convenso mas de que eres idéntica a ella-

Elizabeth tan solo se paró de un respingo y fue corriendo hacia él.
Lo abrazó con todas sus fuerzas.

—¡PAPI! — Gritoneó contenta — ¿Dónde te habías ido? Te extrañé mucho… ¿En serio me parezco a mami? — Sonrió aun más ampliamente.

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Lucifenia , a pesar de ser firme como un roble , también lo era algo “zarpada”.  
Sin saber que Marcus estaba bañándose, se metió en su habitación y se acostó en su cama para darle una sorpresa… semidesnuda, como una pintura a la antigua.
Aunque se tapó hasta la cabeza , dejando ver solo un bulto.

-No me crees? Pues entonces tendrás que hacer la comparación por ti misma, mami ya regreso, y viene con una gran sorpresa para ti... Una hermanita- la tome con mis manos y la levante -Quieres ir a verla?-

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Marcus al entrar al baño, se habia olvidado llevar consigo una toalla. Sin darse cuenta de que no estaba solo en esa habitación fue y abrió el armario, se cubrió de la cintura y se fue a sentar sobre las piernas de su invitada. Cuando sintio que algo se movía, lo primero que se le vino a la mente fue que Morgana se habia colado en su habitación, así que tiro con fuerza la sabana, para luego descubrir que era la misma Lucifenia.

No cabía de la emoción, tanto que se quedó sin palabras ante eso. No podía creer que de verdad su madre estuviera esperándola junto con una hermanita con quién jugar.

— ¡¿Dónde está?! ¡Quiero verla!

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— ¿No querías una respuesta? Esta tiene que ser dicha en la mejor situación. Pero que sea nuestro secretito — Se le dibujó una sonrisa pervertida en el rostro. Sí, era una reprimida.

Le puso seguro a la puerta y se le fue encima

-Entonces, te casarás conmigo?- le pregunto, sujetandole las muñecas y separandole las piernas.

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-Entonces no perdamos mas tiempo, hay que ir a buscarlas- le dije como si la invitará a una aventura y me la lleve a recorrer los pasillos en busca de su madre y su hermana.

Se hizo la pensativa antes de darle esa respuesta. Luego le clavó la vista firmemente en los ojos.

— ¿Y a ti que te parece?— No quitó aquella mueca en ningún momento— Claro que sí. ¿A quién esperabas? Apresúrate a saciar tus deseos.

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Luego de estar un buen tiempo abriendo y cerrando puertas en miles de pasillos y habitaciones de todos los tamaños, allí estaba la futura reina, con su vestido floreado más juvenil y bonito, un lindo peinado, delicado maquillaje y con la Infante Isabel en la mano.

Elizabeth se quedó sin palabras, al llevarse aquella impresión. La encontró realmente hermosa y sus ojos se llenaron de profunda ilusión.
Amaya tampoco supo cómo reaccionar al ver a esa criatura, que antes era una pequeña bebé y ahora una niñita adorable con graciosos ricitos. No dudó en ningún momento que era Elizabeth.

—Elizabeth, yo… — Su garganta estaba hecha nudos. De un momento a otro, se paró y la abrazó con todas sus fuerzas, mientras le daba besos en la cabecita y le repetía en el oído cuanto la amaba. Eli solo era capaz de corresponder y llorar desconsoladamente.