۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

Con el anillo terminado y muy formalmente guardado en una pequeña cajita, un Marcus lleno de nervios se dispuso a hacerle la propuesta a su prometida de una manera un poco mas correcta, peto no lo haría así como así, primero debía sacarla de la cama y llevarla a un lugar mas especial, pero que a su ves fuera privado y también seguro, pues estaba claro que la seguridad del palacio podía ser fácilmente burlada.

Fue hasta su habitación y abrió la puerta, más no entro, sino que solo asomo la mano y pregunto "puedo pasar" sin asomarse dentro.

A pesar de que había dado la estricta orden que todo el mundo se alejara de su presencia, esta regla no se aplicaba tan literalmente para algunos…

—Pasa de una vez, no tienes ni porque pedirlo— Habló en un tono un poco mandón; no porque quisiera serlo, sino porque después de pensar en esas cosas tan negativas había empezado a convertirse gradualmente en un manojo de nervios e inseguridades.

Miró en dirección a la puerta, mientras su perro se iba de sus brazos y saltaba alegre al saber quién pasaría.

Marcus no espero ni un segundo e inmediatamente entro y cerro la puerta detrás de el. Le tomo medio segundo darse cuenta que aquella mujercita estaba de un muy mal humor y ningún animo de adentrarse en platicas románticas, así que antes de entregarle aquella sortija debía sus usarla un poco.

Extendió sus brazos y postró sus manos sobre los hombros de la malhumorada Lucifenia, frotandolos con gentileza, pues esperaba que el calor que le transmitiera el contacto humano y la disposición de unos brazos abiertos fueran suficientes para derretir ese terrible muro de frio acero que se sentía cuando la joven reina alzaba cuando se sentía amenazada... Pero seria eso suficiente para que se abriera ante el y sucumbiera ante la necesidad de entregarse a sus brazos o fallaría miserablemente y la vieja Lucifenia de hielo inderretible se alzaría victoriosa mandandolo de regreso por donde llego?, no había modo de saberlo. Armado solo con una sonrisa discreta y unos una mirada fija a los ojos de su amada contrincante se mantuvo firme frente a ella, la moneda estaba en el aire y solo un cálido abrazo o un severo reclamo aparentaban como destinos probables.

Estaba muy seria y silenciosa en ese momento, pero saber que lo tenía a él para que la mimara mucho –o aunque sea un poco- la reconfortaba de sobremanera. Y más en esas situaciones que lo necesitaba más que nunca para apaciguar esas aguas agitadas en días de tormenta.

Tan solo estiró sus brazos y terminó cediendo a la tentación de abrazarlo con fuerza y apoyar la cabeza en su pecho para sentir los latidos de su corazón.
Arqueó las cejas hacia arriba, indicio de tristeza.

—Te estaba esperando— O de algún modo lo hacía.

-Nunca crei que fueras de las que esperan... espero que la espera no haya sido tan prolongada.-

Metió las manos por detrás de su cabeza, entre su desarreglado cabello y la repego contra su cuerpo con cuidado.

Ella era mucho más bajita que El, pues aunque no era especialmente grande, siepre había estado por encima del promedio y su joven prometida tenia que subirse sobre sus pies puede puntitas para poder besarlo estando de pie.

-Como amanecieron hoy nuestros chiquitos?- pregunto, pues quería evitar cualquier tema que involucrase el incidente de la seguridad.

— ¿No prefieres averiguarlo por ti mismo?

Al final lo soltó y comenzó a desnudarse con descaro frente a sus ojos, sin ningún tipo de vergüenza alguna. Pero la intención es que admirara aquel vientre que cada vez iba agrandándose más y se podía notar levemente por las pequeñas estrías que iban apareciendo en la superficie de aquella delicada piel de porcelana que tenían las Jarishmort. Ahora eran las marcas que llevaría una leona que estaría dispuesta a despedazar a quien fuera con tal de proteger a sus niños.

—Aunque podrían estar más tranquilos…


Largó un suspiro pesado y se tocó, nuevamente, inconscientemente esa panza que se notaba sin ropa.

-Esa panza crece demasiado rápido para tener tan poco tiempo... incluso para ser gemelos.-

Se puso de rodillas para poder observarlo mejor, pero luego un loco pensamiento atravesó su cabeza.

-Y si fueran mas de dos?- Dijo con una gran sonrisa.

—Tres partos… como si no fuera suficientemente difícil sacar a uno solo— Comentó en voz alta.

La verdad es que le aterraba la idea, no de que doliera, sino que le fuera a pasar algo cuando debiera dar a luz. Tal vez su menudo cuerpo no resistiría ante el insoportable dolor y podría pasar que se desmayara, peor aún, muriera en el intento de parir a los niños. Tres ya eran demasiado.

Su madre le había contado a ella y a su hermana de niñas, que cuando las tuvo a ambas, al no poder sacar a Ladelly estando la antigua reina acostada, tuvieron que hacerla pararse para que saliera la niña por efecto de la gravedad.

-No es mi intención asustarte... solo que me sorprende bastante ver como tu barriga crece tan rápido... en unos mese podía ser tan grande como una sandia... o puede que hasta mas-

>> Eso solo significa que debamos apresurar nuestra boda pues así no podremos ocultar haber tenido relaciones antes del matrimonio-

Aprovecho que estaba de rodillas para ponerse en aquella típica pose que se hacia al pedir matrimonio, saco la sortija que había hecho para ella.

-Casémonos la próxima semana-

Iba a contestarle algo, pero al ver aquel anillo su mente se quedó en blanco por completo. No atinó a hacer nada durante unos segundos que en su cabeza parecieron interminables horas.
Cuando por fin reaccionó, parpadeó un par de veces y abrió la boca, de la cual tan solo salió un ahogado “está bien”. Luego volvió a abrazarlo, esta vez con más fuerza, ternura y prácticamente nada de frialdad.

—Quiero decir… digo… claro… digo… no… es decir, ¡sí! ¡Es un sí! ¡Un rotundo sí! — Exclamó bastante torpe.

Esa propuesta era una de las pocas cosas positivas que le había pasado durante esos tres años…no, desde la muerte de Ladelly.

Al verla tan emocionada no pudo evitar emocionarse el también. Le puso el anillo en el dedo correspondiente y la levanto sujeta sola de la cintura.

-Me muero de ganas de verte con tu vestido blanco y tu velo... Podemos casarnos en el jardín, invitar a solo unas pocas personas y mandarlas temprano a casa para poder tenerte solo para mi el resto del día, para poder consentirte y mimarte y abrazarte y... Bueno, creo que lo otro lo hicimos antes de tiempo, pero no importa.-

Sonrió con dulzura.
Pero al mencionar lo de los invitados, no supo que responder… ella prácticamente no tenía amigos, solo conocidos que ahora habían crecido y estaban en su contra en la actualidad.
Eso, de alguna manera, la entristeció un poco.

—Por mi parte, a la única que voy a invitar será a mi hermana — Parecía una locura, pero se refería a otra cosa. Desvió la mirada hacia la pared donde estaba uno de los retratos de Ladelly, en donde se la veía con una sonrisa discreta, maquillada y sujetaba unas flores— Solo quiero que ese retrato esté frente a mis ojos cuando nos casemos. Es lo único que pido — Agachó la cabeza.

-No hay problema... si tu prima, sus niñas y su esposo no regresan para antes de la boda, Ladelly sera la única invitada... -

La regreso al suelo y recogió su camisón para que se vistiera.

__

Después de varios días de mucho darle vueltas a la idea Aurora, la hermana de Andreas decidió ir a confrontar a su hermano una vez mas, pero esta vez no para pelear, sino para dejar en claro un par de asuntos.

Fue de regreso hasta la profundidad de aquella ciudadela y entro a la casa abriendo la puerta de una patada.

Isabel, al escuchar aquel estruendo, se despertó llorando del susto. Amaya , que la noche anterior se había quedado dormida con ellas en la habitación , agotada por los juegos de las niñas , se levantó de un salto y se lanzó encima de Isabel para abrazarla protectoramente y empezar a mirar los alrededores en busca del culpable que había tenido el atrevimiento de asustar a su pequeña nena.
Elizabeth también abrió los ojos de golpe, pero enseguida su madre se encargó de que hiciera silencio por las dudas.

—Ahora, niñas, me tienen que prometer que no saldrán — Sonrió para no llenarlas de temor.

Al ver que asintieron, se acercó a la puerta y paró la oreja…

Empezó a caminar por la casa de un lado a otro buscando a aquel que la había humillado frente a sus súbditos, ya no tenia intenciones de pelear, sin embargo sus nuevos planes eran aun mas perversos que los anteriores.

-Hermanito, sal a jugar de una vez!- dijo con tono burlón mientras revisaba cada una de las habitaciones que encontraba.

-No querrás que encuentre a alguna de tus queridas niñas antes que a ti... No seria justo que me desquite con ellas solo por que te deudas a confrontarme-

Amaya, al oír eso, no se paralizó del miedo en ningún momento y se dispuso a hacer pasar la situación que venía por un juego.
Se dirigió hacia sus nenas, se agachó a la altura de ellas y empezó a hablarles en un susurro.

—Ahora me toca a mí elegir el juego…

— ¿Por qué hablas así?— Le siguió Elizabeth la corriente, toda divertida.

—Es parte del juego— Sonrió— Juguemos a las escondidas… La que más aguanta estando escondida, gana. Pero no deben hablar ni hacer ni un ruidito. Tampoco salir de aquí. Ahora, ¡Vamos!  ¡Vayan! — Les acarició sus dulces rostros antes de dejarlas ocultarse y se dio la vuelta, esperando a que lo hicieran.

Ambas nenas se metieron dentro de una caja llena de peluches y se cubrieron con ellos, dejando espacio para respirar.
Al asegurarse que ellas estaban bien fuera de la vista de cualquiera, se quedó parada a una distancia prudente frente a la puerta.  Respiró hondo y apretó los puños. No permitiría que nadie, pero nadie tocara a sus niñas. Y el que solamente intentara hacerles daño, sufriría su furia… y una Amaya furiosa era alguien a quien no te querías enfrentar.

—Sobre mi cadáver— Pensó con la expresión más serena pero a la vez seria del mundo.

Antes de que se atreviera a traspasar aquella puerta de una manera por demás brusca se detuvo al ver que sus gritos habian sido captados por la persona a la que fueron destinados, pues la puerta de la habitación de a lado se abrió y de ella salió su hermano.

Al verlo una larga sonrisa se dibujo en su rostro, se cruzo de brazos y se recargo en la misma puerta que estaba a punto de derribar.

-Antes que digas nada quiero que sepas que contrario a lo que acabo de gritar no tengo intenciones de seguir peleando... En realidad estoy lista para enterrar el hacha y quedar en paz contigo-

Aunque sonara a mentira, lo que decía aquella mujer era cierto, aunque lo que tenia en mente estaba lejos de ser bien intencionado.

A Amaya casi se le detuvo el corazón al oír que se recargó sobre la puerta de la habitación de las nenas.
Todo lo que decía aquella mujer le sonaba a una mentira más grande que el castillo de Lucifenia y el de ella juntos. Podía asegurar de una que sus intenciones detrás de todo eso eran de todo, menos buenas.

Se sentó en la cama y trató de no hacer ruido para no llamar la atención. Lo que menos quería era atraerla hacia las niñas.
Si entraba, ella estaba ahí para “recibirla”. Y si tocaba a las niñas… bueno, tal vez su destino sería parecido o peor que del general del ejército del Oeste, Gawain.

-No voy a andar con rodeos hermanito... Si estoy aquí es por que algo quiero y me siento en libertad de decirlo por que se que ustedes necesitan algo de mi... No me preguntes como lo se, pues te sorprendería lo barata que pueden llegar a ser la información intima de personas bastante importantes... Como la joven y promiscua reina del Sur, mira que quedarse embarazada a tan poco tiempo de comprometerse.-

se llevo una mano detrás de la cabeza y tomo una de las colas que se formaban en su cabello y empezó a darle vueltas

-Sabes, de cierto modo la envidio... Yo siempre he querido quedar embarqzada- dijo como si hiciera un puchero.

Andreas chistó con sarcasmo

-Eso es compmetamwnte falso, siempre has detestado la idea de tener hijos- le respondió.

-Oh no, estas bastante equivocado... Siempre e reprochado la idea de ser una ama de casa que desperdicia su vida criando niños... Yo por otro lado veo mi maternidad de otro modo, pues me he reservado para el momento en el que encuentre a aquel que tenga los dotes perfectos para darme al hijo perfecto, a ese que bajo mi tutela pueda convertirse en el guerrero mas terrible y poderoso que haya pisado eata tierra... Por eso es que vine, por que alfin me di cuenta que uno hay nadie en el mundo que sea mejor candidato que mi propio hermano... Piensalo, con tus poderes y mi habilidad, sumado a nuestra relación de sangre podríamos engendrar un guerrero de pura sangre! UN DIOS!!!-

Andreas al escuchar aquella desagradable propuesta estuvo a poco de vomitar, por supuesto la respuesta fue un rotundo "No", aunque Aurora contaba con parecía respuesta y no parecia haberse desanimado ni un poco de sus intenciones.

Sí, la princesa del Norte había escuchado eso y no se lo había tomado nada bien. No se le revolvieron las tripas del asco, sino de una furia propia de un tornado.
Se paró de donde estaba sentada, fue hacia un baúl, sacó uno de sus guantes de cabritilla de invierno, salió de la habitación con una cara de lo más tranquila y sin decir absolutamente nada ni demostrar emoción alguna, abofeteó con el guante a la hermana de su esposo.

—… A esta altura, después de todas las cosas que pasaron, dadas las circunstancias, no tendría ni porque estar perdiendo tiempo y mucho menos contigo. Pero esta vez, es, de alguna manera, muy distinto — Entrecerró los ojos — No solo me ofendes a mí, sino a él y a nuestras hijas. También tuviste el atrevimiento de mencionar a mi prima, y nada de eso lo dejaré pasar bajo ningún aspecto.
>> En cuanto patee tu trasero, tendrás que acceder sin chistar a lo que te diga… ¿Quieres circo? Yo te lo voy a dar.
>>Ah, por cierto, amenazas de nuevo con hacerle algo a mis hijas y te adentrarás en un terreno del que saldrás mal, muy mal.

Aunque Amaya sabía perfectamente que no tenía oportunidad ante ella, pues era lo más probable porque nunca en su vida había tenido el entrenamiento que esta mujer sí, estaba dispuesta a sacar sus garras afiladas y arañarle toda la cara, mínimo. Pero ya pensaría en algo.

Se la quedó mirando fijamente y luego se dio la media vuelta, pues no se quedaría allí a esperar una respuesta.

Se sorprendió bastante al recibir aquel desafío, se cubrió la mejilla en la que había sido golpeada y sin borrar su maliciosa sonrisa le respondió.

-No tienes ni idea de lo que acabas de hacer-

A lo que la Reina se refería era que este no seria un duelo común y corriente, pues era una Reina que retaba a otra y dados los tratados internacionales de antaño eso se traducía como una declaración de guerra.

Si bien esto era algo que no pasaba muy a menudo, las reglas estaban bien establecidas, aquel que perdía el combate perdía la guerra de forma automática y debía acceder a las demandas del vencedor, fuese el control total o parcial de sus tierras, su pueblo o incluso reclamar su vida.

-Acepto el duelo... Y cuando acabe contigo no te quedara de otra mas que cumplir mis exigencias, Andreas me dar un hijo y tu serás mi esclava... Trabajarás junto a tus hijas en el fondo de una mazmorra hasta que mueras-

Se dio la vuelta y se fue sonriente, pues las cosas no habían podido salir mejor para .

Amaya frunció levemente el seño, soltó un “¡JA!” y se fue hacia la habitación de las niñas de nuevo, sin decir absolutamente nada.

No estaba arrepentida por nada, el honor de su familia estaba en juego y estaba decidida a ganar aquel duelo como fuera. No era cuestión de orgullo. No era cuestión de egoísmo. Con esa mujer no se podría acceder a lo que buscaban de otra forma, después de todo, no se podía discutir con un loco desquiciado.

Su sangre guerrera apareció, hervía al máximo dentro de sus venas, y se lo haría saber. Ardería Troya.

Esperaría el día del duelo con gran paciencia y tranquilidad.

Hizo como que buscaba a las pequeñas y sacó los peluches con los que estaban cubiertas y les sonrió.

—Las encontré. Pero ganaron ustedes por quedarse calladitas.

—¡SIIIIIIIIIII! Pero...Qué juego tan extraño— Elizabeth e Isabel le sonrieron.

Dio un pesado suspiro y se llevo la mano a la frente.

-Que maldito embrollo-

La siguió hasta la habitación de las niñas y se sentó en la cama.

-Creo que debí haberte dicho que había un par de guanteletes de hierro en la otra habitación... le habría dolido mas-

Reclamarle por lo que hizo no servia de nada, ahora tenia que buscar la manera de ayudarla a ganar ese duelo, o por lo menos salir viva de el.

—Mi intención no era que le doliera físicamente, por ahora — Lo miró y a pesar de todo, le sonrió, tratando de comunicarle que cuando llegara ese día, todo saldría más que bien.

A pesar que ella no contaba con la fuerza física suficiente, que era débil en ese sentido, tenía un espíritu inquebrantable y salvaje que le sería más que ventajoso , pues le daría la voluntad necesaria para seguir de pie aunque la castigara como a un animal de trabajo. De todos modos, aun si la golpeaba como bestia, ella si se defendería y lucharía hasta el final, con uñas y dientes; también buscaría el momento oportuno para atacar como pudiera. Confiaba en su cerebro y sobretodo, en la gracia divina.

—No quiero que me ayudes — Y no aceptaría ni un solo “no” como respuesta— Ya sé que me has dicho que no lleve la carga sola… pero necesito que esta vez confíes en mí. Ganaré este “juego” y permitir ayuda sería hacer trampa. No me tengo permitido perder — Hablaba así para que sus niñas no se alarmaran — No será como hace tres años atrás.

Era hora de estrenar y descubrir lo que se le había sido concedido.

-Entiendo que quieras hacer esto por tu cuenta, pero necesitas aprender un par de cosas sobre los duelos del Este, pues son algo complicados-

>> Respecto a lo de hacer trampa... ten por seguro que Aurora lo hará, la conozco lo suficiente como para saber que es lo que planea, y si vino hasta acá a decirnos eso de forma tan descarada fue para provocarnos, tu decidiste segur su juego y ya no hay nada que hacer salvo hacer lo posible por ganarle en su propio juego.