۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

—Está bien— Le respondió y siguió mirando a sus hijas jugar. Ellas nunca deberían tener las callosidades en las manos que ella sí, ni tampoco soportar trabajo pesado, porque tampoco lo iba permitir — Yo sé que ha parecido algo impulsivo de mi parte — Lo miró — Pero no fue así. Y haga trampa o no, yo ganaré de todos modos.

Ya había llegado a un punto que nada la intimidaba.

Amaya se estaba tomando ese asunto demasiado a la ligera, pues tomando en cuenta las probabilidades tenia todas las de perder, la reina era astuta y esta vez tomaría todas las precauciones necesarias para conseguir lo que quería.

Las reglas de aquellos duelos eran simples, el combate se dividía en tres partes de cinco minutos en los cuales se peleaba bajo acuerdos tratados al principio del mismo. Cada contrincante podía imponer una o varias condiciones siempre y cuando su contrincante impusiera el mismo número. También estaba explisitamente prohibido el uso de armas ocultas, venenos o sustancias similares, y objetos de características sobrenaturales que suponieran una ventaja significativa en el combate. Músculo y habilidad eran lo único que se podía llevar a esa arena y romper esa regla conllevaba a la deshonra y la muerte.

Dos días después un mensajero llego a la casa con un mensaje de Aurora, la hora del combate habia llegado y debía presentarse en el mismo lugar donde habia citado a su hermano días antes.

Su vida ese día corría un notable riesgo y estaba bastante consciente de eso, así que al estarse preparando, llamó a las niñas para algo, pues si llegaba a morir… ¡No! ¡Si era tan terca para otras cosas, también lo sería para desfallecer!

—Quiero que trencen el pelo de mamá— Les pidió. Eso la relajaría, pues sabía que sería castigada y trataba de mentalizarse positivamente.

Una vez que sus hijas, sus angelitos, trenzaron su larguísimo cabello y lo adornaron con flores de acacias amarillas, las saludó y abrazó con mucha fuerza, también las besó como correspondía.

Amaya se dirigió a donde estaban los baúles y se percató de una cosa: había uno de más. Ella no recordaba haber puesto otro y menos de esas características. Eso le pasaba por no haber contado antes de partir.
De todos modos, decidió abrirlo.

Dentro se encontraba otra armadura y una capa con el estandarte de Yellow de grandes dimensiones bordadas en la espalda, parecidas a las que había usado en la guerra, pero a juzgar por los detalles en el metal del peto y una variación en el diseño, supuso en un instante que se trataba de la otra armadura oficial que había mandado hacer su abuelo cuando los Yellow se dividieron y esta había sido un obsequio para el reciente Sur.
¿Por qué…? Empezó a revolver y se encontró con una nota.

“Me he enterado, no por tu propia boca, que la armadura original del bisabuelo que luego fue concedida al abuelo para posteriormente pasar a manos de la corona del Norte, fue robada por el Reino Amatista del Oeste, junto con tu espada y cruz de diamantes. Lo menos que podía hacer ante semejante cosa, era esto. Espero que no te moleste esta sorpresa y no tengas que usarla nunca.

Lucifenia.”

¡Qué oportuna! Ahora no tendría que utilizar la armadura celestial, de lo contrario llamaría la atención. Agradecía al cielo tener una prima como Lucy. Y defendería su honor también.

Se puso la ropa varonil que iba debajo y salió, lista para enfrentar el mundo.

Como era de esperarse, Aurora había llegado con anticipación, y aquella mirada burlona había desaparecido para dejar en su lugar una seria y penetrante.

Su armadura aunque ligera estaba llena de sorpresas para la inexperta reina del norte, pues al menos veinte cuchillas se encontraban ocultas bajo el cuero y el acero

-Es una suerte que hayas traído tus propias Flores... He decidido que cuando te aplaste, le regresaré lo que quede a Mordred... Vivo o muerto que mas da... Igual la intención es usarte como obsequio de buena fe para formalizar nuestra alianza.-

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lamento no haber sido muy activo los últimos días, tengo que irme a la sierra en un par de horas y toda la semana estuve ocupado liberando todos los pendientes del trabajo y de la escuela por lo que solo podía postear por las madrugadas. No estoy seguro de que estando aya pueda seguir con esto, así que probablemente este inactivo otra semana (Aunque supuestamente hay red). Si puedo mandare algo cuando pueda, y si no seguimos cuando vuelva, ok?

Amaya dirigió su mirada hacia la cruel contrincante y le clavó la vista en un acto que podía considerarse como ofensivo y desafiante.

—Es una lástima que hoy Mordred vaya a quedarse, nuevamente, con las manos vacías. Si no me tengo permitido perder, mucho menos morir. Y mis hijas ya se han encargado de llenarme de gloria con estas flores antes de salir.
>> ¿Piensas en verdad que tengo miedo o que llegas a intimidar alguna fibra de mí? Tal vez puedas golpearme con la más horrible de las violencias, pero nada contrasta el dolor de traer un hijo al mundo, y si se es capaz de soportar semejante tormento, tus puños son un poroto en comparación.
>>Ahora no pienso perder más tiempo. Voy a imponer la primera condición y luego lo harás tú y así sucesivamente hasta igualar.

Amaya había estado pensando cuidadosamente en ello, y su esposo no había mencionada nada de que no se pudiera hacer tal cosa, mientras que el número de condiciones fuera iguales para cada parte. ¿Por qué hacía esto? Porque según lo que dictara Aurora, ella iba a trabarla de alguna manera cuando fuera su turno, pero debía ser rápida y su condición debía ser bien pensada, aunque ya había estado contemplando varias opciones que podría usar en ese millón de probabilidades que la hermana de su esposo dijera “x” cosa.

Una de las cosas que había tenido en cuenta, fue el tema de la armadura y en lo que su esposo le dijo en lo de “hacer trampa”.
La primera razón por la que Amaya no quiso ponerse la armadura celestial, es porque tenía la sospecha de que esta podría tener alguna propiedad sobrenatural y la verdad es que, al tener todo en contra, usarla era ponerse una soga al cuello si la llegaban a descubrir.
La segunda razón: demasiado llamativa. La podrían robar por lo siguiente: porque Amaya no planeaba usar su armadura. Tan solo sería una fachada al presentarse por la primera condición que iba a imponer… y sí, sonaba a locura, pero era la única forma de evitar que Aurora hiciera trampa, por lo menos con venenos o armas escondidas.

—Según las reglas, es un duelo de habilidad y fuerza…— Tiró a un lado el yelmo que estaba bajo su brazo — Sin armaduras. Sin ropa. Sin aros, anillos, pulseras, brazaletes, tobilleras o algo similar. Nada que se interponga. Solo la desnudez de nuestros cuerpos.

Una cosa así era como exponerse a la humillación, pues absolutamente todo el jodido mundo las estaba viendo, pero no le importaba mientras eso fuera un jaque. Sin embargo, Aun no cantaría victoria.

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No hay drama~ Que te vaya bien en tu viaje

-Que dices? Que quieres que me desnude?- dijo esta con una expresión de sorpresa e ingenuidad.

-Esta bien, acepto tu condicion y por mi parte solo habrá una... Espada y escudo solamente-

Aunque la Reina era letal en cualquier tipo de combate, al permitir solamente la espada y el escudo encasillaba el desarrollo del duelo en la variante en la que tenia mayor ventaja, la batalla por desgaste, pues al ser mas hábil y mas fuerte que su rival haría mejor uso de su energía al limitarse a castigarla con su experiencia y su velocidad... Además de que excluía cualquier intento de ataques a distancia.

Lleno de aire su pecho y con una voz imponente dio la orden:

-Guardias! Que se den todos la vuelta, y que aquel que sea sorprendido mirando que sea ejecutado en el acto!-

Rápidamente los hombres hicieron cumplir la orden y giraron a todo el mundo, el rey incluido.

Tomo su espada y con ella corto todas las correas de su armadura, dejando caer esta bruscamente al suelo.

—Bien, pero usaré la mía.

Si por algo se caracterizaba Amaya, no era solamente por sus berrinches o por la extrema terquedad de su personalidad, también por ser una completa caradura. Si bien no tenía ni la más pálida idea de cómo combatir con una espada, de usarla apropiadamente para defenderse… pero comprendía que si agarraba una que le dieran, esta podría estar adulterada o directamente no la podría sostener por su peso. Además haría como que era una gran experta usando esa cosa.

Amaya se sacó la capa azul, sus aros, parte por parte de la armadura y la ropa que iba debajo.

—Lo siento madre, pero tengo que cumplir con lo que he dicho — Y se sacó el anillo de su querida madre del dedo y lo envolvió con la capa para no perderlo.

El cuerpo de Amaya era muy distinto del que alguna vez tuvo. Si bien por naturaleza era muy delgado, ahora no solo era así, sino también fibroso.
Todos esos años estando prisionera haciendo trabajos forzados hicieron que sus músculos se desarrollaran en comparación con la vida sedentaria de lujos que alguna vez tuvo cuando aún era una pequeña y caprichosa princesa.

—Te espero— Le dijo una vez que estuvo lista.

Antes de que terminara de hablar la Reina alzó su escudo y se lanzo contra su contrincante, sabia que solo fanfarronaba pues solo con ver su postura podía darse cuenta de su nula experiencia. Junto toda su fuerza y dio el primer golpe, embistiendola y mandandola al suelo.

-Pues no esperes demasiado, que si la princesa no es capaz de matar entonces solo sirve para que la maten-

Amaya no respondió a eso, siquiera se quejó por tremenda embestida, aun cuando le dolía como el mismísimo infierno. Que la hiriera todo lo que quisiera, que ella se pararía de todos modos y seguiría con una sonrisa en la cara, además que aprovecharía cada segundo en el que tuviera una oportunidad.

En ese momento vio una, y rápidamente se paró y con su espada raspó el suelo con suma violencia, causando que se levantara una pequeña nube de polvo, residuos y trozos de tierra que fueron directo a los ojos de su contrincante.
El viejo truco de la tierra... Por Dios , como agradecía haber visto las prácticas de Lucifenia y los juegos sucios de esta.

La mujer solo se retorcio y abanico con su espada al aire.

-Maldita perra!- vociferó mientras retrocedía y se limpiaba. -No creas que tus trucos sucios te van a servir para algo mas que retrasar lo inevitable-

Una vez que tuvo nuevamente visión clara, tomó su espada y se lanzo nuevamente contra la princesa, golpeando con fuerza la espada contra el escudo de su enemiga.

Sus golpes certeros y potentes como si provinieran de un gigante acestaban contra el escudo de la princesa del norte, parecía imposible que alguien de la complexión de Aurora fuera capaz de poseer tal fuerza, pero eso solo servia para corroborar que algo extraño había en ella, pues por algo había logrado llegar a donde estaba.

Amaya entrecerró los ojos y cayó nuevamente al suelo. El mismo truco no podía funcionar dos veces, por lo menos no dos veces seguidas.

—Tus insultos no me desaniman para nada— Estaba más decidida que nunca. Siguió parada allí, sin hacer nada más que cubrirse para protegerse de los ataques. No se lanzaría a lo bestia así sin más — “Algo pasa aquí”— Pensó, ya lo averiguaría.

Aun seguía confiando en la gracia divina y sentía que algo estaba por despertar en ella, en cualquier momento… pero no sabía cuándo. No sabía cómo. Pero podía afirmar con certeza que algo en su pecho crecía a pasos agigantados.

La hidra se preparaba para lanzar otro olor cuando un estruendo la interrumpió, era la campanada que dictaba el fin del primer encuentro y que avisaba a ambas mujeres que debían separarse y prepararse para la próxima ronda.

-Entonces de nada sirve que siga gastando saliva... Que mis acciones hablen por mi-

Bajo la espada y el escudo y se dio la vuelta para irse a su orilla a refrescarse.

Aun tenia un as bajo la manga y no dudaría en usarlo para asegurar su victoria, pero no lo gastaría tan rápido o sin haber necesidad, pues tenia contemplado ostigarla de la misma forma los siguientes encuentros.

La paliza que estaba por comerse en el siguiente encuentro, sería épica.
Por alguna razón, pensó que Aurora estaba conteniéndose y que algo sorpresivo se le sobrevenía encima. Tenía ese presentimiento, un presentimiento que cuando aparecía, no se iba hasta que se cumplía.

Se mordió el labio inferior, comiéndose el coco.
Se miró una pierna que había estado herida y se sorprendió al encontrarse que la marca era mucho más pequeña que en un principio. Abrió los ojos. Juraba que era más grande.
Cuando quiso reaccionar de otra forma, tenía que pararse ante ahora su principal enemiga.

Los siguientes enfrentamientos fueron casi todos iguales, de vez en cuando alguno de los espectadores no contenía las ganas de voltear y era atravesado por una lanza al instante.

-Debo admitir que has aguantado mas de lo que predije... Mantener este ritmo para mi ya es muy complicado, así que debo acabar con esto de una buena vez-

La Reina tiro sus armas y camino a mitad de la arena con los brazos extendidos y se puso de rodillas con las manos sobre el suelo.

Por un momento parecía que la reina se rendía, pero luego algo empezó a cambiar en ella... Algo oscuro.

Su cuerpo empezó a incrementar de tamaño considerablemente, las colas de cabello se transformaron en descomunales cabezas de serpientes y su piel tomo una apariencia escamosa, La hidra voraz revelaba su verdadera y aterradora apariencia.

Amaya se la quedó mirando con sorpresa. Sabía que algo se traía entre manos.
Se tragó todos sus dichos y los reservó para el momento en que fuera necesario decirlos, además de que estos eran tan groseros que debían ser callados por una señora como lo era ella.

Ahora sí que no sabía qué hacer. Pero no le dio miedo. Es más, alzó la cabeza, aun aguardando su oportunidad. Aunque la oportunidad se veía muy lejana ahora.

Estaba toda golpeada y con heridas, por lo menos se mantenía en pie todavía, tal y como había dicho.

Se aferró fuertemente al escudo.

Tenía que ganar por el honor de su familia y el porvenir de sus hijas.

—“A las víboras hay que cortarles la cabeza”—Pensó. Era lo más lógico. Ahora debía pensar como lo haría.

La hidra se alzo sobre ella y dejo caer con fuerza su enorme garra sobre el escudo de Amaya, sus cabezas serpenteaban sin control dando mordiscos al aire, solo una se vio interesada por la presa que ahora yacia a su merced. Esta empezo a morder el escudo tratando de quitárselo mientras las demás cabezas esperaban pacientes a que su presa quedara indefenza.

La multitud al ver a semejante monstruo se olvido por completo de todo y empezaron a correr despavoridos, solo loa guardias que ya estaban conscientes de los poderes de la reina se mantuvieron firmes.

La pobre princesa tan solo lo único que podía hacer era hacer fuerza para que no le sacaran el escudo, pero este comenzó a agrietarse. Empezó con un tajo grande, hasta resquebrajarse por completo y hacerse pedazos , dejándola sin protección.
En un amago por defenderse, empuñó la espada y la agitó en el aire, hiriendo una de las cabezas de las serpientes.  Sin embargo, no pudo mantenerse en aquel lugar y salió corriendo hacia el otro extremo, desesperada por preservar su vida.

Comenzó a sudar frío. Tal vez moriría… pero se la llevaría con ella si era necesario. De alguna manera lo haría.

Tenía la sensación que ese “algo” saldría.

Aquella cabeza malherida empezó a retorcerse del dolor hasta caer muerta, pero no se quedo así por mucho tiempo pues las cabezas restantes empezaron a comérsela hasta dejar solo un gran agujero sangrante del cual salieron dos cabezas mas, pues como la mitología antigua dictaba, las hidras al perder una cabeza otras dos la reemplazaban.

Ahora el monstruo con ocho cabezas estaba aun mas molesto que antes y no tenia intenciones de dejar escapar a su presa.

Amaya tan solo se quedó estupefacta, mirando. Bajó el brazo que sujetaba la espada, en completo silencio.
Se sentía tan inútil como todas esas veces que, por hacerse la valiente, no había causado más que problemas. Y ahora, probablemente, por su culpa sus hijas serían esclavas, violadas, abusadas o quién sabe qué otra cosa.
No quería repetir lo mismo que con Ladelly o incluso con su mismo esposo. Se llevó una mano a la cara, tratando de contenerse para no llorar. No pudo aguantar más y empezó a hacerlo como una criatura indefensa, con los ojos cerrados. Tan solo pensar que todo se podría volver a repetir nuevamente, la hizo angustiarse.

Pero eso no era todo… ese cascarón comenzó a romperse y “eso” empezó a manifestarse físicamente.

Aun con la postura vulnerable que había adoptado, dejó de sollozar de la impotencia de repente. Por alguna razón, alzó la cabeza en dirección al cielo y abrió los ojos, los cuales ya no se veían los globos oculares, sino una luz blanca que oscilaba entre lo dorado y brillante que emanaba de sus cavidades, como si estas estuvieran huecas.
Se paró y dirigió la “mirada” hacia las serpientes, a las cuales les afectó notablemente la luz que emanaban los ojos de aquella niña que empezaba a revelar ciertas características celestiales. Agarró la espada que había soltado del suelo nuevamente, esta vez con una postura firme y totalmente diferente a la del principio, por no decir nada que ver como en un principio. Como si en verdad fuera una profesional a punto de luchar y mandarse contra el enemigo. Como una guerrera.
Sus heridas sanaron al instante… y su piel volvió a ser la limpia y tersa de siempre.

Con el otro brazo señaló a su contrincante. Empezó a hablar, y se vio que de su boca también salía luz.

—Haz estado obstaculizando la voluntad de aquel que me ha encomendado la misión de purgar el mal sobre la tierra, de ayudar a que el orden sea establecido nuevamente. Y mi deber es castigar a aquel que interfiera, si es necesario, arrancando el árbol podrido de raíz, sin compasión, ni perdón…
>>No te permitiré abusar de los inocentes. Esto se acabará aquí y ahora mismo.

Su voz sonaba tan fuerte y con una especie de eco, como si se encontrara en un lugar con mucha acústica.

Pero la hidra no se impresiono ni tampoco retrocedió, sino que se lanzo a toda velocidad contra aquella mujer.

Poco a poco Aurora perdía control sobre su propio cuerpo, y las serpientes que se retorcian en este empezaban a ser una carga, siete cabezas eran su límite pues era el peso que podia soportar y controlar.

La octava cabeza empezó a moverse mas lentamente que las otras, lo menos posible mientras las demás hacían el trabajo mordisqueando inútilmente al aire mientras se acercaban hasta su enemigo.

Amaya también fue a la carga. Su velocidad y fuerza se habían incrementado de manera notable.

A pesar que sabía que si cortaba las cabezas de las serpientes estas volverían a crecer y en mayor cantidad, decidió hacerlo para crear una especie de distracción y sacarse por un segundo de encima aquella amenaza.
De un rápido movimiento, cortó de una todas las cabezas y antes que estas crecieran otra vez, tomó del cuello a la Reina y la reboleó como si de una muñeca de trapo se tratara hacia el suelo de espaldas.

La hidra solo soltó un agudo chillido al serle amputadas todas sus cabezas. Si ocho ya eran difíciles de controlar, dieciséis era algo imposible.

las cabezas pronto empezaron a crecer nuevamente, pero solo unas pocas salían completas, todas las demás o crecían deformes o simplemente nacían muertas.

La reina no tuvo mas remedio que darse por vencida y volver a su forma humana, con el cabello destrozado y el orgullo aun mas se hizo bola en el suelo y rogo por una muerte rapida.

Amaya se acercó con la furia propia de un mar revuelto por la tormenta, estando dispuesta a hacerla trizas si era necesario. Con el seño completamente fruncido y apretando los dientes, tomó ambas espadas.
Al momento de ejecutarla y decapitarla, en vez de hacer eso, tan solo clavó una espada en la palma de la mano de la reina y la otra en un pie, para que no se volviera a levantar ni intentar hacer otras cosas.

—Esto se terminó— Se la quedó mirando, aun en ese estado, y sintió compasión por ella — No seré cobarde. El juego lo he ganado yo. Pero te advierto: la próxima que tengas la osadía de denigrar a mi familia o seres queridos, no tendré ningún tipo de compasión y la espada se balanceará sobre tu cabeza.

>>He de reconocer que eres temeraria , que tienes buena habilidades... pero para la próxima úsalas para hacer el "bien" o como prefieras denominarlo. De seguro hay muchas personas que te necesitan , más de las que tu crees. Solo intenta no alejarlas de ti. Un poder conlleva una responsabilidad , o eso por lo menos decía mi padre... haz que valgan la pena y no sigas sufriendo en soledad.

La campana sonó. El encuentro finalizó.
Amaya volvió a la normalidad y se pudieron ver sus ojos tiernos que ahora eran completamente serios. Tomó la capa del sur y tapó a la derrotada reina para que cubriera sus vergüenzas.

Comenzó a ponerse la ropa varonil que iba debajo de la armadura.

—A partir de este día comerciarán con ambos Yellow y se hará un tratado de amistad. Cuando cualquier Yellow necesite ayuda, acudirán a ayudarnos sin chistar— Miró el anillo de su madre en su dedo nuevamente.

Tomó las partes de la armadura , se las colocó junto con el yelmo.

—Las enemistades entre nuestros reinos nunca existieron.

La reina no respondió nada, solo se mantuvo tendida en el suelo con la mirada perdida, había escuchado perfectamente lo que su contrincante había dicho y no tenia mas opción que aceptar, pero pasarían un par de días antes de poder digerir lo sucedido.

Los soldados que custodiaban el campo se formaron nuevamente en filas y entre unos pocos liberaron a la reina y la llevaron hasta los aposentos del rey, donde la tratarían y curarían sus heridas.

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A lo lejos, en la puerta de la torre que conducía a la ciudadela subterránea estaba Andreas, que había observado el combate desde lejos.

Amaya estaba caminando con la cabeza gacha, pensativa. Aunque, más bien, tenía la mente completamente en blanco.
No sentía ningún tipo de satisfacción por lo que le había hecho a la reina, pues desde un principio tampoco tuvo la pretensión de sentirse bien por eso.
Por lo menos ya había defendido el honor de su familia, tal vez no de la mejor manera, pero se vio forzada a actuar así. También consiguió el objetivo principal.

Llegó hasta donde Andreas.

—Lo siento— Se disculpó. Tenía las cejas arqueadas hacia arriba, como si estuviera triste.

No le gustaba tener que lastimar a los demás para conseguir sus objetivos.