YOUNG GUNS III

―Ya se lo agradeceré de forma correcta en algún momento― Le respondió en un tono tranquilo, viendo el cadáver del atacante con indiferencia. Pensándolo bien, ella también debería irse cuanto antes, pero debía esperar a que la persona que había mandado a decirle las cosas al sheriff lo interceptara. Después debía hablarle a Matt, y sacarle la información al sheriff no sería mucho problema… no necesitaba que le explicaran en detalle las cosas, solo con ver la expresión de su rostro era suficiente para confirmar sus sospechas.

Irse sin más también levantaría revuelo, y puede que la siguieran, la sacaran del camino y terminaran por hacerle cualquier cosa.

Ya era de noche. No se podía ir a otro lado tampoco.

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El sheriff estaba de camino de regreso al pueblo, cuando de repente, entrando en el mismo, vio como tres sujetos salían disparados hacia afuera de la taberna, intentando robar caballos que eran del señor Maconli. Unas mujeres comenzaron a gritar y a cerrar los negocios.
Entonces supo lo que tenía que hacer. Les dio una advertencia en voz alta, pero lo ignoraron y continuaron intentando llevarse a los animales, uno incluso se puso a amenazarlo y a disparar en el suelo. Así que tomó a su “esposa”, les apuntó y les disparó en las piernas. Ese día no tenía muchas pulgas.

El escándalo no tardo en llegar a los oídos del alcalde Weight. Inmediatamente tomo también su rifle de la pared del ayuntamiento y salio a la calle a ver que era lo que estaba ocurriendo.

Sabia que no podían ser sus chicos los causantes, debian ser algunos de esos mal vivientes a los que les permitía robar a cambio de un tributo. Cuando vio a Matt en la calle y a esos tres en el suelo no supo que pensar, no reconocía todas las caras de los bandidos a los que dirigía, mucho menos a los novatos, tenia que ser precavido por si lo eran o por si no.

-Debí suponer que esto era obra tuya Matt- Dijo una vez que estuvo cerca.

“No este otra vez”

Fue el pensamiento de Matt, que pasó a la velocidad del rayo en su mente. Y se quedó fijo ahí, insistente.
Le extrañó que el alcalde saliera así de esa manera. Sin duda le pareció sospechoso.

―Obra mía no. De ellos― Se acercó a los bandidos y tomó de la pierna baleada a uno, para arrastrarlo hacia él y de un solo tirón hacerlo sentar― No tengo demasiada paciencia, pero esta vez seré misericordioso. Tienes diez segundos para desaparecer de mi vista, y no te permitiré voltearte, porque si lo haces, tendrás un agujero estético en tu maldita cabeza. Y si no los veo fuera antes que eso, iré a buscarlos y colgarlos por robo. Lo mismo va para ustedes dos, infelices. No me interesa si se van caminando, rengueando o arrastrándose… ― Sacó un reloj de bolsillo que había heredado de su padre, uno que por dentro estaba inscrito el nombre del mismo. Comenzó a contar los segundos― Uno…

-Basta!, no quiero una escena de novela de vaqueros... encierra a estos tres en la comisaria y has que los revise un medico, haremos esto como gente civilizada, y nada de matar a nadie, no en mi pueblo-

Antes de que dijera otra cosa uno de los hombres que habia puesto a cuidad la cantina le aviso de los dos muertos en el hotel, dandole a entender con su tono que no eran de los suyos.

-Como te estaba diciendo... quiero que los lleves a la comisaria y que los interrogues, les haremos un juicio y si resultan culpables les colgaremos, pero no se violaran sus derechos, ni tampoco dejare que hagas justicia tu propia justicia Matt-

―Como si una soga en el cuello o un tiro en la frente no tuvieran el mismo destino…― Contestó neutro, aunque con una disimulada mala gana. Encima que debía hacer ese reporte estúpido, también debía estar de niñera con tres sujetos.

La gente había salido para afuera a curiosear, algunos arrimando las cabezas por las ventanas, observando con atención como el sheriff llevaba arrastrando a esos tres hasta la comisaría y los encerraba en las pequeñas y mugrientas celdas de mala muerte.

Entre los murmuros se podían oír algunas quejas.

“Deberían colgarlos ya”

“Quisieron robarle a una dama”

“La señorita está asustada, no puede ser que pasen estas cosas”

Y ese tipo de cosas.

-Algún día vas a hacer que sea a ti a quien cuelgue Matt, y veras la diferencia entre un tiro en la frente y una soga al cuello -Se dijo a si mismo mientras regresaba a su oficina.

Silas había salido por la puerta de atrás de la cantina y había llamado a su caballo para salir de una buena vez de ese lugar, todo sin llamar demasiado la atención. No había sido del todo un desperdicio, ahora tenia una pista, dos en realidad pues esa joven de seguro estaba involucrada en algo de alguna manera, algo le decía que no seria la ultima vez que la vería, debió haberle preguntado por lo menos su nombre.

Shalonda tuvo que cambiarse de habitación, pues aún tenían que sacar el cuerpo muerto y fregar la sangre que había quedado desparramada por todos lados.

Le emocionaba de alguna manera que estas cosas sucedieran. Estaba cada vez más cerca de completar su objetivo, paso a pasito. Todo servía para tramar cosas dentro de su cínica cabeza. Y eso que aún no llegaban las personas que le servían, el apoyo que necesitaba para que ningún detalle o detallito se le escapara de las manos.

Gracias a esa niña que le había dado las monedas, había obtenido la información que necesitaba. Seguramente se había escondido mientras Matt hablaba con Silas. Era hora de mover la siguiente pieza del tablero.

Al día siguiente de lo sucedido, fue a registrarse tal y como el sheriff se lo había ordenado antes del incidente que parecía haberse olvidado de inmediato.
Era obvio que no iba a usar su nombre real, mucho menos el apellido tan resonante que tenía. Solo bastaba con que diera su apellido legítimo como para tener a todo el mundo encima.
Le mostró la documentación falsa y los papeles. También le dijo de forma vaga los motivos por los cuales había ido al pueblo: negocios. Solo eso.

A los pocos días llegaron como unas cinco personas en una caravana tirada por burros, criados de Shalonda, fieles por todo lo que había hecho ella por ellos y sus familias. Pagó habitaciones por ellos también, pero obtuvieron las habitaciones cerca del establo.
Uno de los criados de Shalonda era, se podría decir, casi mudo, pues le habían cortado la lengua y logró sobrevivir de milagro. Ella le dio las instrucciones para que también se hiciera pasar por sordo. Ahora tenía lo que necesitaba para ver si veía a alguien que la quisiera atrapar con las manos en la masa por alguna duda que se hubiesen alimentado sus enemigos (aunque ellos aún no estaban conscientes de eso). A los otros les dijo que todos los días se mantuvieran dispersos en el pueblo, que hagan como que trabajaban y hacían las labores duras de todo criado. Y que ante alguna cosa rara, vinieran a contarle.

Shalonda utilizó a la niña de la cantina una vez más, esta vez para enviarle una nueva nota al sheriff. Le dijo que lo jodiera y le reboleara el papel por la cabeza. De esa manera nadie sospecharía que ella estaba moviendo los hilos y que la niña estaba actuando a favor de ella.

“Lo espero en el establo a las tres de la mañana”. Y dejó las iniciales de su nombre y apellido falsos, para que supiera.
Matt, al recibir el papel y echar a Jessie, alzó la hoja y de casualidad vio que había algo escrito, una nota, supo enseguida que se trataba de esa mujer irrespetuosa. Su buen presentimiento se hacía cada vez más grande. Quemó el papel con un encendedor para no dejar pruebas.

Por fortuna se había sacado de encima a esos ladrones. Terminaron colgándolos. Y el reporte ya lo había entregado hacía rato. De todos modos, algo rancio había detrás.
Le quedó rondando por la cabeza lo de los pelos pelirrojos. Era obvio que la señora se había defendido, y después, al querer escaparse, recibió ese tiro mortífero y cobarde en la espalda.

Se preguntaba si Silas se había arrepentido. Pero no lo creía, el dinero hacía al mundo andar.

Haberse deshecho de esos revoltosos fue lo mejor que pudo haber hecho, resulto que ellos no eran mas que chivos expiatorios, unos cuannos inutiles a los que les habian dado armas y que solo sercirian para inculpar en proximos golpes, nada que no se pudiera reemplazar.

Silas habia pasado la noche cerca del rio en una pequeña arboleda no muy lejos del pueblo, habia levantado un pequeño campamento, seria mejor instalarse ahi, mas barato y mas seguro.

Esa misma mañana volvio al pueblo a buscar la direccion de aquel trozo de papel, tenia una corazonada y muy pocas alternativas, y de todas esa era la mejor.

Resultaba que la direccion no era otra mas la de un prestamista y dueño de una gran casa de empeño, la unica de la ciudad. Era sabido que esa clase de gente era de la que preferias no tener que tratar, mucho menos deberle dinero.

Se quedo frente a la tienda, del lado opuesto de la calle esperando ver entrar o salir a alguien sospechoso, entraria el mismo si lo veia conveniente.

Tambien se preguntaba por aquella joven mujer, ¿como encajaba ella en rodo esto?.

Era tal su ansiedad, que comenzó a romper con sus propias manos el periódico local que había pedido esa mañana.
No tenía que atolondrarse, o eso significaría echar a perder todo. Y eso también implicaba su lucha personal, su búsqueda de justicia por mano propia. No le importaba nada… siquiera le tenía miedo a la muerte. Solo tenía miedo a morir sin haber logrado su propósito: vengarse. Todo estaba tan ahí, frente a sus narices, sintiendo el aroma a sangre, pero el aroma de la libertad de sus sentimientos de odio reprimido; solo cuando llevara a cabo lo que quería estos se esfumarían por completo.

Desde la ventana podía ver todo lo que pasaba en el pueblo. Vio de nuevo a ese hombre que había hablado con Matt.
Parecía de esos sujetos duros, que tenían cierta astucia. Debía tener cuidado con él y no tener demasiado contacto directo. Una especie de paranoia la invadió. De todos modos ayudaría al sheriff utilizando a Silas sin que este lo supiera… por el momento. De eso tenía que hablar con Matt.

Ese día debía hacer algo muy importante. Había oído de un rancho de una tal familia Peyton, donde criaban y vendían caballos. Además que también cultivaban frutas y verduras.
Mandar a un criado no era lo más oportuno, así que hacer acto de presencia ella misma era lo adecuado. Fue acompañada directamente por uno de sus criados, ella montando a caballo y el otro yendo en una mula a su lado, a paso lento.

Para llegar al rancho de los Peyton, debía cruzar todo el pueblo hacia la otra punta y seguir un sendero marcado que la llevaba a un lugar donde el terreno ya cambiaba: se tornaban colinas verdes y fértiles.

Iba para que le hiciera un presupuesto.

-Al diablo. -Dijo una vez que se cansó de esperar.

cruzo la calle y entro al local, en la entrada una puerta de cristal con una campanilla que tintineaba cada vez que se abría, dentro un montón de estanterías con objetos de lo mas variados, desde armas hasta joyería, botas, sombreros y cinturones entre otros objetos de gran valor.

Se paro frente al mostrador y como la campanilla, momentos despues un hombre algo mayos le atendió.

-¿En que le puedo ayudar? -Pregunto con ese típico tono de tendero.

Silas sabia que ese hombre tenia algo para él, el asunto era el como iba a sacárselo.

-Me dijeron que podía hablar con usted para conseguir trabajo- le respondió, expectante de la respuesta que le daría.

-No estoy solicitando ayuda... ¿quien lo envía? - Dijo cuando lo examinaba de pies a cabeza.

-El jefe -Le contesto Silas mostrandole el trozo de papel que había conseguido de esos tipos.

Los ojos de aquel hombre se iluminaron y una sonrisa se formo en su rostro.

-Tengo un trabajo para la próxima semana, necesito a alguien con buena puntería y un caballo rápido-

-Ese soy yo- Le respondió Silas, sonriente.

No le dio los detalles del trabajo, solo que se preparara para el domingo de la próxima semana.

Al fin tenia algo solido, iría a ver al sheriff lo antes posible.

Matt le daba vueltas y vueltas a los asuntos. Se le hacía muy difícil investigar cuando tenía mil miradas posadas sobre su persona, por lo que hiciera o dejara de hacer. En definitiva necesitaba extensiones de él mismo que le ayudaran.

Estuvo muchas horas meditando, sin llegar a ninguna parte…

Pensó mucho en esa nota que Shalonda le había dejado. ¿Aportaría información? Quién sabe… pero, por lo que aparentaba, era una mujer rica que sabía tirar de las riendas para dirigir los asuntos a la dirección donde ella quisiese.
Debía hablar en ese mismo momento con ella, con la excusa de que debían discutir lo de su seguridad para no ser atacada de nuevo.

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Una vez Shalonda llegó al criadero de los Peyton, un lugar maravilloso que a cualquiera le gustaría ser dueño de esas tierras, se encontró con un sujeto robusto y bajito que estaba caminando junto a un caballo y lo tomaba de la rienda.
Le dijo que necesitaba comprar un caballo y que le hiciera un presupuesto para obtener otros tres. Solo alegó que por el momento necesitaba uno veloz, pero resistente. Y que lo dejaría ahí por un tiempo hasta que lo fuera a recoger en cuanto se desocupara.
El hombre no dio demasiadas vueltas, y terminó por ofrecerle un macho con las características que ella buscaba. La compra se hizo. También le dio un adelanto en efectivo por los cuidados que le daría a su nuevo equino, y por el establo donde estaría guardado. Incluso por los otros tres caballos.
No quería que nadie se le adelantara.

Volvió al pueblo, tomando el mismo camino.

Al subir las escaleras, un criado se le adelantó y le advirtió que en la puerta de su habitación la estaba esperando el sheriff con un cuaderno.

―”Ese grandísimo tonto, le dije a la madrugada”― Protestó mentalmente. Era demasiado riesgoso que los vieran juntos a esa hora. Al verlo, puso la mejor sonrisa que podía formar.

Matt solo la saludó así nomás y dejó que ella entrara a la habitación.

―Tiene que llenar una especie de formulario para que quede registrado sus datos, como una copia, digamos… ― Fue la excusa de Matt, y le alcanzó el libro, donde había una parte señalada.

Shalonda abrió el cuaderno y vio una nota pegada en la hoja que pertenecía al mismo.

“Dígame lo que me tiene que decir de una vez”

Ella ni se inmutó. Siguió actuando con naturalidad.

―De acuerdo. Pero no pienso hacer más de estas cosas de nuevo― Y empezó a escribir.

“Sé lo del caza recompensas. Yo lo financiaré. No haga preguntas. Ya no se preocupe. Tendrá el dinero esta noche a la hora que acordamos desde un principio. Dígaselo.”

― ¿Así está bien?― Le mostró al sheriff.

El sheriff leyó todo, como si fuera de verdad la copia del registro.

―Le faltó completar ahí― Señaló en cualquier lado. Le estaba insinuando que tomara esas notas y se deshiciera de ellas, cosa que la joven mujer hizo. Las hizo bolita y se las dio al criado que la seguía para todos lados. El criado las deshizo en una cubeta llena de agua que había en la habitación para que Shalonda usara.

Ella volvió a darle el “registro”.

―Listo.

―Bien, perfecto. Por cierto, estaré vigilando las calles esta noche por lo sucedido hace unos días. Ya no tiene nada que temer― Y se retiró de allí.

El buen presentimiento se había cumplido.

-Asi que le gustan las mujeres jovenes, Matt. - Dijo Silas al sheriff mientras lo esperaba en las escaleras del hotel. -Ella debe sentirse muy protegida sabiendo que tiene al valiente sheriff velando por su seguridad-

Lo veia de brazos cruzados recargado en la pared.

-He hecho algunos avanzes... pasara algo el domingo y uno de sus vecinos lo ayuda a orquestarlo- Le dio dio trozo de papel con el nombre y direccion del hombre de la casa de empeño. -Pero el no es el jefe, alguien tira de los hilos y él solo consigue a los pistoleros, le digo esto para que le tenga un ojo encima, pero no trate de arrestarlo aun, o me echara todo a perder-

Por lo poco que había visto en esa mujer, pudo deducir enseguida que ella era alguien que se podía defender a la perfección y evitar conflictos. Aunque estando en ese pueblo, cualquiera podía ser vulnerable y un blanco fácil.
No respondió nada ante eso. El único interés que tenía era el dinero que a su vez iba a estar destinado a la que ahora había llamado “causa”. Había sido bastante temerario aceptar la ayuda de esa joven sin asegurarse de su historial antes, pero tampoco le quedaba otra. Decisiones forzadas, cuánto las odiaba.

―Yo también he notado otras cosas. Este no es lugar para hablar de eso― Murmuró. Sabía que estaban esos delatores, lo había comprobado una vez por ciertos métodos que incluía violencia― Y tengo una buena noticia para usted. Le daré más detalles en mi oficina.

-Entonces en marcha, me interesa saber lo que tiene-

No tenia tiempo que perder, tenia que conseguir un caballo veloz para antes del domingo y lo que el sheriff le habia dado no seria suficiente, tendria que vender esa vieja yegua en la que andaba y con la diferencia conseguir algo mejor, aunque fuera rentado.

Matt terminó por cerrar la puerta detrás de ambos y volvió al escritorio, solo que no se sentó como lo hacía de forma habitual. Estaba más serio que de costumbre.

―Estos dos años son los últimos que me quedan para resolver este enorme y gran problema, porque no seré reelecto en las próximas elecciones o moriré pronto.
>>He descubierto muchas cosas, recopilando y haciendo informes aparentemente inútiles. Pero si de algo me ha servido, es para ir atando cabos sueltos a través de los últimos diez años.

Fue hacia una especie de caja fuerte que estaba cerrado con un candado, de esos grandes de hierro, antiguos, de los que no se abrían ni con un tiro. Tendrían que volarlo con un cañón para hacerlo desaparecer. Un candado único que había heredado de su padre al morir, del que solo había una llave. Para replicarla se debía ir con un herrero.
La abrió y sacó una pila de carpetas con papeles.

―Todo lo que ve aquí son informes de asesinatos. Fotos de los cadáveres antes de ser enterrados… que también han servido de advertencia para muchos de los ricos hacendados para que no sufran el mismo destino, pues los han puesto en el tablero de anuncios. He descrito con lujo de detalle las escenas de homicidio, las condiciones en que encontré los cadáveres, las fechas… todo.
>>También registros de gente extraña y poderosa que ha venido de “visita”. Con nombre y apellido, motivo de visita. Ya sabe, rutina.

Puso las carpetas encima de la mesa que servía como escritorio.

―En su mayoría, las víctimas son personas pudientes. Personas a las que después de muertos, sus propiedades y pertenencias han pasado a manos del político de turno para ser subastados a precios exorbitantes, vendidos a otras personas con aparente conexión entre sí. También ha pasado que las familias de esas víctimas han sufrido el mismo destino: la muerte. Todo para que ninguno pudiera reclamar por legítimo derecho les pertenece ¿Sino con qué objetivo se los asesinaría a ellos también? También, por poco tiempo, hubo denuncias de familiares lejanos que confirmaban amenazas al reclamar, pero fueron acalladas con un tiro por la espalda o más amenazas… incluso sobornos.
>>La mayoría de las víctimas fueron acusados de alta traición, a otros se les plantó causas, que nunca pudieron ser demostradas, pero que de igual forma fueron condenados y acallados por medio de la muerte. Crímenes que jamás cometieron. Acusaciones de crímenes que si usted ve los expedientes judiciales, son bastante dudosos si tiene en cuenta el historial de los condenados.

Sacó el recorte de un diario de un periodista de otro condado, que obviamente también había muerto en extrañas circunstancias.

―Bien… El hombre que escribió esto largó unas acusaciones hacia el alcalde de este pueblo, un empresario. Por medio de esta noticia, daba a entender (o mejor dicho, lo afirmaba) que el alcalde había conseguido su puesto mediante la ayuda de un hacendado inglés muy poderoso que tenía una gran influencia: Arthur Burgesandler. Este terrateniente era conocido por su gran crueldad, pero de un día para el otro, cuando el Alcalde asumió su puesto, se fue de nuevo a Inglaterra sin motivo aparente, vendiendo todas las propiedades. Que Burgesandler le había proporcionado su gente para trabajar codo a codo con él, para aumentar su patrimonio.
>>Todos los hombres que en ese entonces trabajaban para Burgesandler, pasaron a ser propiedad de Whrigt… Y fue allí cuando comenzaron los problemas. Toda esta cadena de asesinatos, estafas, apropiación y enriquecimiento ilícito.
>>Yo asumí el puesto del sheriff muy joven porque el anterior había sido asesinado, pues había notado que los hombres eran cada vez más, y no solo se trataban de muchachos necesitados de dinero, descendientes de los hombres de Burgesandler u otros seres despreciables de la misma calaña, sino que el pueblo oía y veía todo, habiendo sido comprados por el corrupto del alcalde mediante promesas de dinero fácil o trabajo, sirviéndole para que nada pasara por desapercibido. Hay hombres y mujeres por todos lados, que son sospechosos y nos pisan los talones.

Hizo una pausa.

― No hay manera de denunciar la corrupción.
>>De que hay pruebas en su contra, las hay. Muchas. Aunque no parezca, todo tiene su nombre, en cada atrocidad cometida. Puede leer en cada una de estas carpetas todo lo que quiera, casi todos tienen el mismo modus operandi.
>>Pero no hay donde denunciar. Todo es una cadena de complicidad. El correo es interceptado y revisado. Los jueces son sobornados. Las elecciones se arreglan mediante aprietes. Los ricos se unen a él o mueren… Es obvio que hay alguien con mucho poder manejando los hilos, y ese es él y la elite que ha conformado, pero que en cualquier momento puede eliminar si así le place. Al igual que a todo el que se le ponga en contra.

Suspiró.

―Esta noche tendrá la paga que le dije y más― Finalizó― Todo esto es suyo. Puede analizarlo si quiere. Tal vez note algo que yo no.
>>Por cierto, con respecto a los últimos acontecimientos… descubrí esto en la mano de la señora― Sacó el mechón de su bolsillo interno― Hay alguien pelirrojo involucrado, si lo encuentra puede que obtenga información sobre lo que ahora son solo rumores: los cuatreros que infunden miedo y trabajan para el alcalde. No hay muchos pelirrojos en este pueblo. Por decir que no hay ninguno, mucho menos hombre.

-Pues eso si que pone las cosas es un modo completamente diferente-

Silas empezó a caminar, yendo y viniendo en el reducido espacio.

-Una cosa es perseguir forajidos, otra es perseguir a los mercenarios de un alcalde corrupto con los recursos que usted asegura que él tiene... créame que quiero ayudarlo Matt, pero esto esta completamente fuera de mi alcance.

>> Seguir ayudandole supondría ponerme en la mira de Wright y volverme su enemigo, no quiero a toda su banda de matones detrás de mi, el dinero que usted me ofrece no lo vale, no importa cuanto sea por que al final el que va a tener un precio por su cabeza voy a ser yo... escúcheme Matt, no suelo renunciar a los trabajos que acepto pero esto nos sobrepasa a los dos, si usted esta en lo cierto esto es mas de lo que dos hombres pueden hacer, si quisiera parar a ese alcalde necesitaría ayuda de alguien con mas recursos

―¿Cómo la dama de en frente?― Lo miró.

Puso las manos encima de la mesa.

―Si usted se dispone a perseguir a algún mercenario de por aquí, y no al alcalde, puede que termine muerto igual. Buscarán venganza: ellos hacen lo que quieren aquí y a los alrededores. También más allá de donde le alcance la vista.

Volvió a erguirse.

―La dama de en frente era quien le iba a pagar.

Después de considerar las opciones que tenia, Silas también puso las manos sobre la mesa, viéndolo de frente.

-Entonces serán cien, quiero cien mil dolares por traer la cabeza del alcalde, los métodos y los tiempos los decido yo, y los gastos que se generen corren sin afectar mi paga, eso incluye la munición y el equipo que necesite para hacer el trabajo, los sobornos que se tengan que hacer y todo lo que eso englobe. necesitare un lugar fuera de la ciudad donde ocultarme, un par de caballos veloces, una carreta y probablemente una Gatling-

Luego, imitando los movimientos de Matt volvió a erguirse.

-Ese es mi precio, los términos cambian, los precios también-

―Bien. A las tres de la mañana lo espero en el establo de la parte de atrás de la posada. Nadie nos debe ver ni oír, y creo que es conveniente que la señorita escuche de su propia boca sus condiciones. Y de paso le dará la paga inicial.

-Entonces lo veré ahí, Matt-

Se dio la media vuelta y salio del lugar, sabia que era casi un suicidio, pero si completaba ese trabajo podría retirarse esta vez de forma definitiva, y dejar de una vez esta maldita vida de violencia.

Dejo el pueblo para volver por sus cosas en ese campamento que tenia en el rió, ya de madrugada regreso para tener esa reunión detrás de la posada, poco antes de las tres en punto de la madrugada.

Eran las tres de la mañana y no había un alma en la calle. Todo estaba oscuro, pues las luces habían sido apagadas por completo y siquiera había luna en el cielo. Apenas se veía a unos pocos centímetros más allá de donde dabas el paso.
Siquiera la taberna, que siempre estaba activa hasta tarde, no estaba con gente. Silencio absoluto.

Aun así, Shalonda había tomado precauciones. Dos de sus criados vigilaban desde la habitación junto al establo la entrada del mismo. Uno estaba en la planta baja, sentado en el suelo. Otros dos arriba, uno en la puerta de la habitación y el de la lengua dentro.
Bajó las escaleras al ser informada que no había moros en la costa, y fue hacia la puerta trasera que la conducía hacia la construcción de madera.

Se habían encargado, un poco más temprano, de bajar el dinero en una alforja disfrazada de almohada sin que nadie se diera cuenta.

Matt ya estaba allí, reunido, dentro del lugar y alejado de la entrada. Se sentó en uno de los tantos fardos de paja, expectante.
Cuando la puerta se abrió un poco, tomó su arma por las dudas.

―No querrá dispararle a la que actúa como banco nacional― Fueron las palabras bromistas de la mujer.

-La señorita tiene razón Matt, si actúas como si estuvieras haciendo algo sospechoso solo vas a lograr que la gente sospeche de ti... por que no te relajas? -Dijo Silas que estaba dentro del establo.

-Hasta donde yo se nuestro amigo el alcalde aun no sospecha de nosotros, y esperemos que no se de cuenta hasta que sea ya demasiado tarde-

―Menos mal, porque por el escándalo del otro día…― Comentó el sheriff.

―Usted no sabe cuándo cerrar la boca, ¿Eh, Sheriff?― Cerró la puerta tras de sí, quedando todo a oscuras― El tipo no sospecha nada de mí… por el momento― Encendió una vela de repente con unos fósforos― Mientras siga haciendo el papel de víctima, quedará como un incidente aislado. Ya todos parecen haber olvidado… excepto uno, que ya se percató de los dos forasteros que entraron por esa puerta el mismo día― Se refería a Silas y ella misma― Pero bueno, ya terminará muerto tarde o temprano, al igual que su jefe.

Su cara indiferente cambió de un segundo al otro. No pudo evitar sonreír al imaginarse al alcalde muerto.

―Pero está bien, vayamos al grano. Los negocios son negocios. Y para eso he venido aquí, en general.

-Y para eso trajo esa bolsa de dinero consigo, ¿o no? -Comento Silas. -Supongo que usted y el sheriff no han hablado aun, asi que creo que no se ha enterado del cambio en este negocio... ya no sera un trabajo por los matones de ese hombre, quiero cien mil por hacerlo, el alcalde... muerto-

Se acerco al fuego, para verla de cerca.

-No me interesa empezar una guerra con su ejercito privado, al menos no una común y corriente, derrumbar su negocio pieza por pieza y acabarlo cuando este débil, ese es el plan... si es que esta dispuesto a financiarlo-

Shalonda acercó su cara a la de él, dando un paso hacia el frente donde prácticamente quedaron casi pegados.

―Para eso estoy aquí― Mencionó, tranquila― En esa alforja hay diez mil y un adelanto considerable, un "incentivo". Es bastante difícil ingresar dinero aquí, por lo que puede comprobar. Así que esto es un riesgo que tuve que correr. Así que reunirse fuera del pueblo para darle el resto será lo más conveniente... y evitar los caminos principales― Se volvió a alejar y tomó la “almohada” y la reboleó, quedando frente a sus pies― Yo también tengo mis condiciones. No estaré dispuesta a quedarme de brazos cruzados viendo como todo se efectúa. Y me encantaría ser la que dé el tiro de gracia― Finalizó sin más.