۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

No le quitó ningún momento la vista de encima. Puso los ojos llorosos para dar más pena, como si de un cordero degollado se tratara.
Incluso trató de pensar en cosas bochornosas de su adolescencia para ponerse más roja… Entre ellas, su primer beso, que había sido con una chica de la nobleza de su edad en la pre-adolescencia, pero más tarde consideró su verdadero primer beso cuando se lo dio a Marcus; y volvió a cambiar de opinión cuando besó a su actual esposo en la biblioteca.

Hizo un puchero.

—Sentir lástima es terrible…

-Dije "Casi siento lastima", esa cara de cachorro lastimado no te va a salvar de esta... quieres saber por que?-

Metió las manos por debajo de su vestido y le saco la ropa interior, la cual uso para atarla de manos a la cama.

— ¿Porque sigues celoso?— Aumentó el tamaño de su puchero. Ahora sí que no podía hacer nada… aunque aún le quedaba un último recurso: patalear como nena chiquita. De todo modos no tenía escapatoria de lo que se le veía venir.

-¿Por que?, por que me vuelve loco pensar que alguien se atreviera a pensar en ponerle las manos encima a tus encantos... y esas son solo mías!!!-

Le puso ambas manos sobre los pechos y le dio un tirón a la ropa, descubridora hasta la cintura.

—No son tuyas, son mías— Lo corrigió con una sonrisa pícara. De igual modo, no se iba a oponer a nada de lo que se atreviera a hacerle— Bebé.

Estiró una pierna y comenzó a acariciarlo con el pie.

-Claro que son mías... Y para cuando termine contigo no te va a quedar duda de que cada parte de tu cuerpo es para mi y que si alguien, inclusive tu se atreve a cuestionarlo, sufrirá las tarribles consecuencias.-

Aun después de dos embarazos y cuentas de noches de pasios, Andreas seguía poniéndose como un animal en celo cada vez que veía el busto desnudo de su mujer... Y era algo que no aminoraba con los años, pues se alocaba tanto o mas que el día que la desvirgo.

Desde que se embriago por primera vez en el cuerpo de aquella jovencita, las docenas de clasificaciones que habían para los atributos de una mujer se convirtieron en solamente dos: "como los/las de Amaya" y "Los demás". Solo tenia ojos para ella, veía perfección en cada uno de sus aspectos y encontraba completa satisfacción en cualquier cosa que hiciera con ella, desde una charla casual, hasta una pasional noche de lujuria. Estaba completamente embrutecido.

No tardo en caer en la tentación que provocaba el frotar el pies contra su cuerpo. Se hecho la pierna sobre el hombro y se abalanzó sobre ella, prendiéndose de su suave busto como un cachorro recién nacido.

A pesar de todo ese magnífico tiempo que había pasado juntos metidos en ese tipo de situaciones tan comprometedoras, y que esperaba que fueran muchos años más, la sensibilidad de esa zona tan delicada para ella era tremendamente alta. Un simple roce era suficiente para encenderla de forma inmediata… ¿Calentona? No, simplemente, o por lo menos unos poquitos años atrás, una bomba de hormonas; pero aparte de eso, una persona demasiado pasional…
No sólo roce allí, sino en cualquier parte expuesta de su piel, pues como decía ella:”la mejor parte de una caricia era la continuación de la misma”. Pero en un lugar tan íntimo, solo causaba que diera rienda suelta a su extrema fogosidad.
A pesar de todo, también le dolían un poco. Y ese momento no era la excepción. Se trataba de una mezcla extraña de dolor y placer.
No solo se enrojeció su bello rostro de angelito inocentón, que ahora de inocente no tenía nada, sino también esos botones rosados que ahora se encontraban encendidos y duros.

Bien, creo que ta estas lista-

Le tomo de la cadera y le dio la vuelta, dejandola bocabajo.

-Recuerdas que te dije que iba a ser algo brusco contigo... pues mentí, seré MUY BRUSCO contigo-

Le estaba entrando un pánico terrible que se notaba a leguas en su expresión facial. Tan solo quería que la soltara y salir disparada hacia la puerta, tirarla abajo y esconderse en algún lugar donde no la pudiera encontrar para hacerle todas esas perversiones.

—Amy no quiere— Hizo un puchero aun con los ojos húmedos.

-Claro que Amy quiere... solo que no lo sabe-

Tomo el cabello obscuro de su mujer e hizo un pequeño espacio detrás de la oreja y empezó a mordérsela.

-No tengas miedo- dijo en un susurro, mientras con una mano le estrujaba los pechos y con la otra la masturbaba.

Comenzó a sudar a chorros con todo eso. Su respiración se agitó en demasía y a pesar de que consideró la opción de comenzar a patalear como una loca para evitar que fuera tan brusco como un animal con ella, se quedó quietecita esperando, aguardando para ver cuál sería su siguiente paso… Pero qué más daba, no solo sus pezones estaban erguidos y duros, su cuerpo reaccionaba ante los estímulos y se encontraba acalorado, rojizo y sobretodo, excitado.

-Estas muy rígida... y tensa... no es divertido si lo hago así, parecería que te estoy violando.-

Dejo de tocarla en sus partes intimas para masajearle la espalda, realmente no le gustaba tener que hacerlo así, y no iba a hacerlo si no se relajaba un poco.

—Lo siento, es que… es como si fuera mi tercera primera vez— Sonrió dulce— Lo que menos quiero en este momento es que te detengas.

Poco a poco fue aflojando los músculos hasta que estos quedaron a lo opuesto en un principio.
La verdad es que la mataba la curiosidad.

-Tu primera vez eh?, esta bien sere gentil contigo... Pero solo al principió... ya te dare por atras despues-

La volvió a poner bocarriba.

-Recuerdo nuestra primera primera vez... Dijiste que no te gustaba estar abajo...-

—Tan solo lo dije para molestarte… aunque a veces algo de verdad tienen esas palabras. Solo en algunas ocasiones — Se sonrió , pícara. Esperen ¿Por detrás…?

-Esta bien, puedes estar arriba esta ocasión y llevar el ritmo que quieras... Pero solo un rato y con las manos atadas que aun no estas del todo perdonada.-

—Pero es que prefiero que lo hagas a tu modo — Volvió a arrugar el ceño para dar lástima y fingir que estaba triste. La verdad es que quería descubrir hasta donde podía llegar y si ella lo interrumpía , no podría averiguarlo. Además que obviamente quería ser perdonada.

-Ah si?, no sera que lo que quieres es que te convierta en mi juguete sexual? que sea malo contigo y te trate como una mujerzuela a la que solo quiero como un objeto de mero desahogo sexual?-

Frunció el ceño notablemente.

—Yo no estoy diciendo nada de eso— Ahora lo único que quería es que empezara y terminara de una vez lo más pronto posible. Cambiaba de opinión muy rápidamente.

Por alguna razón , se había molestado.

-No te enojes... no hablo enserio-

La soltó de las manos y se quito de encima.

>> Debo confesar que no me siento cómodo haciendo esto... quise seguir con el juego del lobo feroz y eso, pero tengo que decir que no me gusta... la verdad es que no estoy excitado y no se por que, me siento mas torpe de lo usual-

Desvió la mirada y se tapó los pechos con los brazos, sumamente avergonzada. Agachó la cabeza, mientras el cabello le caía como una cascada por la espalda y encima de los brazos.

—Tal vez porque todo parece demasiado forzado… Hagamos mejor lo que nos nace…

Solo sonrio

-Quieres compartir el sillón conmigo?- Dijo te siéndole la mano. -Últimamente es donde me siento mas cómodo.-

Asintió y le tomó la mano.

—Me encantaría…

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Esos días habían sido muy difíciles para Lucifenia.
Se habían dado muchos acontecimientos en poco tiempo y tenía en su poder unos papeles que confirmaban la corrupción de algunos miembros de la corte… principalmente de aquellos que desviaban fondos recaudados de los impuestos para enriquecerse asquerosamente.  Y ella ese tipo de atrevimientos se los hacía pagar con la mismísima muerte, además de confiscarles las pertenencias.
Solo hacía falta probar y descubrir la conspiración para derrocarla… ella lo sabía perfectamente. También esperar el juicio de esos atrevidos.

El pueblo comenzaba a tener hambre y las quejas se hicieron oír.
Hubo una protesta en la plaza principal, donde muchos nobles aprovecharon para ensuciar la imagen de su soberana con rumores, chimentos descarados y mentiras sin fundamento. Eso solo enfureció a la horda.

Una  de esas noches, entraron al palacio, gracias a la muchedumbre que empezó a violentarse, unas mujeres  armadas con cuchillos de cocina en busca de Lucifenia y mataron a dos guardias en el camino en el intento de dar con la habitación de la reina. Estas fueron reducidas enseguida.
Por suerte, no pasó a más y todos fueron “neutralizados” (con brutalidad). Ahora la gente estaba peor de furiosa.

Los dichos exagerados que circulaban se trataban más que nada de la moral de Lucifenia. Se decía que era bisexual, que montaba orgías e incluso que podría haber estado embarazada en algún momento…

Ese día, se mostraba bastante preocupada al respecto.
Tenía que casarse cuanto antes.

Le cogió la mano y le dio un beso como el amante torpe y atolondrado que era; en la nariz, y la llevo hasta el sillón para hacer sus cosas ahí.

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Los días siguientes a la partida de Amaya y Andreas, Marcus se dedico a continuar con su investigación para encontrar la cura a la maldición de Morgana, pero eso rápidamente paso a segundo plano cuando empezó a trabajar en el anillo que le daría a Lucifenia para formalizar su compromiso.

Marcus no era poseedor de una gran fortuna, y conseguir las gemas preciosas que el anillo de una reina debía tener era algo imposible, solo una collar de esmeraldas que había heredado de su familia era lo único que podía usar para adornar ese anillo.

Fundió el collar e incrusto las piedras en el marfil puro del que estaba hecho el anillo, con mucho cuidado y dedicación hizo grabados de acacias por toda la parte exterior del anillo, ahora solo estaba el asunto de como se lo daría.

En ese momento, la reina del sur se encontraba encerrada en su habitación acariciando una de sus mascotas, un caniche negro. Pasar los dedos entre los rizos del animal hacía que calmara sus nervios por completo, o por lo menos la mayoría de ellos.

Aun estaba en camisón y dentro de la cama, pues no planeaba hacer nada por ese día por más que tuviera la obligación de estar presente en algunas actividades. Total, ya la odiaban hiciera lo que hiciera.
Ahora tan solo esperaba terminar de descubrir al resto de esos bastardos, enjuiciarlos y mandarlos a la guillotina en una ejecución pública.

De vez en cuando hablaba en voz alta a sus bebés , aunque parecía lo que hacía sola.

Ya había dado la orden que por ese día nadie se acercara a molestarla hasta nuevo aviso.

Se sentía un poco sola y desprotegida , aun más por la ida de su prima. A pesar de que ya estaba acostumbrada a la soledad y aunque ella era capaz de empuñar una daga o espada con habilidad , no creía que pudiera proteger a sus hijos si se volvía a repetir lo de la otra noche. Y menos si entraban mucha más personas. Y peor si ocurría cuando su vientre adquiriera otras dimensiones... o los niños ya hubiesen nacido.

La cabeza le explotaría.

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Morgana se empezó a dar cuenta de algo que era muy grave si tenía que ir con ese oscuro y ayudar al matrimonio… al materializarse, sus manos estaban envejecidas y su rostro un poco arrugado, como si aparentara tener unos cuarenta y tantos en vez de treinta.  Eso era malo, pues se debía a que no había consumido a ningún hombre y eso repercutía en sus poderes, fuerza y apariencia.