VENGANZA
Él tuvo la culpa de todo…
¡Él nos abandonó!
Y nuestra venganza será grande contra él, si, será muy grande, tan grande como el edificio rojo, tan grande, inimaginable…
Claro que sí, no puede ser de otra manera, tiene que ser como el edificio rojo, al que le llaman taquilla. sí…
Pero deberá pagar, pues nos abandonó… Ni una sonrisa, ni siquiera volteo para vernos, él dejó que llegara.
Claro, claro que lo necesitábamos, lo necesitábamos con urgencia, nuestra vida dependía de ello, de no ser por eso, hubiéramos podido vivir.
Su indiferencia nos mató, nos mató, él y su indiferencia fueron los culpables, estábamos necesitados, necesitados de verdad, en medio de gente con caras horribles, gente sin alma y sin corazón y el decidió ser uno de ellos… No, no solo uno de ellos, decidió ser peor que ellos, tan malo que nos llevó a la desgracia…
Si…
Desgracia, miedo, destrucción, odio… eso nos causó, el trajo todo eso, el trajo consigo destrucción, amargura, dolor, el trajo la obscuridad y el resentimiento a nuestras vidas… ¡a nosotros, sí, a nosotros, no!
Él nos trajo el sufrimiento, estábamos en el área gris, a salvo de los seres sin alma y sin corazón, a salvo de su indiferencia… Nunca pedimos nada, nada más que a él, un poco de calor para el alma, un poco de compasión, un poco de amor, ¿Qué le hubiera costado darnos un poco de sí, la más mínima y pequeña parte del poco calor que necesitábamos, incluso, una mirada, una sonrisa, por lo menos un poco de atención?
Pero a pesar de eso, a pesar de que decidimos dejar la zona gris, la seguridad de la zona gris, él nos rechazó, rechazó nuestra petición, rechazó nuestra necesidad de calor, de un consuelo al alma, del consuelo de salvación que necesitábamos…
¡Nuestro sufrimiento, ere demasiado, demasiado, si, demasiado, pero él no quiso compartirlo, no dejó a la empatía obrar en él, no, no lo hizo, no la dejó, no!
Con su amargura y su indiferencia nos lastimó, la expresión de su cara fue como un látigo, flagelos que, sobre nuestra alma causaron daño, mucho daño, si…
Ahora nosotros le haremos daño… claro, claro que sí, pues después de que si fue, arrastrando su amargura consigo, después de ignorarnos en nuestro dolor y después de regresar a la seguridad de la zona gris, la zona gris segura, decidió regresar, y regresó, lo hizo, si lo hizo, lo hizo de verdad, él entero, con su amargura, con su sufrimiento, listo para darnos una parte de él…
Y nos golpeó.
Regresó, con más odio, con crueldad y violencia, se acercó y entró a la zona gris…
Nosotros quisimos hacernos a un lado, protegernos… Pero no lo hicimos, quedamos azorados con el objeto que desenfundó…
Un aparato gris, tan pequeño como el hermano orejón y de cola largo que se pasea por las noches en el cubo de los desechos, en el bote negro del poste verde de al lado…
Era un aparato cruel… Y el asombrado por el aparato, al retroceder, nos golpeó, nos aplastó, nos pisoteó…
Comenzó entonces a hablar en otra lengua, a través del aparato, en una lengua incomprensible a nuestros oídos, una lengua que infringió daño en nosotros…
A través del aparato, lo llamó…
Al poco rato de que se fue llegó el hombre de sombrero y uniforme, con un bastón negro y grande, y comenzó a golpearnos igual que como él le mandó que hiciera, lo hizo por su obra…
Y cuando terminó, ya fuera de la zona gris, fuera de la seguridad, vagando por entre los edificios, llegó un gran animal, un animal enorme, como el hermano de mil patas que aparece por las noches junto a nosotros, pero este animal ere tan largo como veinte edificios rojos acostados, de hecho, estaba hecho de edificios rojos acostados, pero más grandes, unidos con un fin, con el fin de hacernos daño…
Nos caímos, sí, nos caímos en su camino, en un barranco enorme, sin nadie que nos viere, pues el amigo brillante que aparece en el cielo, se había ido y solo estaba su gemela de blanca piel…
Y el dolor acabó…
Entonces llegó la encapuchada, la buena y noble encapuchada y ella nos dejó ir con él, latiguearlo con el dolor y la indiferencia, acabar con él como él acabó con nosotros, eliminarlo, matarlo, torturarlo, despiadadamente, sin contemplación ni compasión, sin dejarnos llevar por la empatía, causando sufrimiento y dolor en su persona, dañando, matando y destruyendo, dañando, matando y destruyendo, dañando, matando y destruyendo…
Lo seguimos, sabemos donde vive, donde está, que hace, que dice, a donde va, a donde quiere ir, lo que quiere hacer, lo que quiere destruir y construir…
Sabemos que esta tras este mundo , tras un espejo, tras un vidrio, ahí, está leyendo, leyendo un mensaje de muerte odio y destrucción, leyendo el mensaje dejado por el heraldo de la muerte, por nosotros…
Está detrás de esta pantalla, y nosotros detrás de él, porque él estuvo detrás y nos dañó, ahora nosotros lo dañaremos…
El vagabundo del metro… así nos llamó, nos rechazó, nos tiró a las vías y ahora, nosotros lo arrojaremos al horror eterno.