۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

-"Esta muerto, pero guarda esa espada"- le dije mostrandole la marca en la mano que me había dejado -"Y eso fue solo por empuñarla, tener esa espada cerca no es nada saludable para mi, así que tendré que pedirte que la lleves por mi, si?"-

Asentí. Aunque realmente su peso era exagerado para una debilucha como lo era yo.

-Hay que ir hacia donde Lucifenia. La escondí por ahí. Se desmayó por no haber comido hace días.

La verdad es que apenas podía sentir la mano, era imposible para mi usar la espada para defenderme, tenia que conservarla, pero tenia que ocultarla.

Por lo que Amaya me había dicho, esa espada era necesaria para coronar a un rey... o en este caso a una reina, si lucifenia ascendía al trono, lo primero que haría seria buscar venganza, y llevarse por enfrente a cientos de personas para conseguirla, yo entre ellas probablemente.

Seguimos a Amaya hacia donde estaba lucifenia, ella apenas podía cargarla, y por lo que pude notar ella tampoco había comido bien estos días, pero era a la única a la que le podía confiar la espada.

Me agaché para descubrir a Lucifenia. Esta continuaba desmayada. Y el olor de la sangre seguía mareándome de una manera desmedida.

Suspiré con tranquilidad al ver que esta estaba ahí y seguía viva.

-Alguien me tendrá que ayudar a cargarla. Ya lo he hecho toda la tarde y la verdad es que , o llevo a Lucifenia , o llevo la espada. - No reconocería por nada en el mundo que estaba a punto de desmayarme también , tanto de la impresión como del hambre - ¿Donde está el resto de los guardias? No creo que los haya matado a todos solo.

En eso , el suelo comenzó a vibrar. Eso significaba que ya venía la caballería. Habían estado fuera todo el tiempo.
Solté a Lucy y salí corriendo con la mayor velocidad que pude para acercarme hacia la entrada. También estaba la carroza del rey. El rey estaba a salvo. Pero aun no entendía nada de porque había salido.

Marcus tomo a lucifenia en brazos y la llevo hacia la entrada del palacio donde se encontraba Amaya, entonces aproveche que no había nadie cerca y transforme la espada nuevamente en un golem.

Le ordene esconderse en los pasadizos del castillo, hasta donde nadie lo encontrara.

Que el rey saliera del castillo y se llevara a tantos guardias con el me parecía muy sospechoso, en primera por que no se dio el aviso en ningún momento, y segundo por que con tantos ataques recientes, reducir tan drásticamente la seguridad era una locura, prácticamente una invitación a que nos atacaran. Esta vez alguien tenia que darme explicaciones a mi.

A mi también me parecía sospechoso que el rey hubiese salido con la caballería mientras nos estaban atacando a todos.
Es mas , siquiera se dignó en bajar de la carroza para ver los cuerpos que estaban frente a SU castillo. Tampoco corrió las cortinas de la misma para fijarse en la muerte que había sembrado ese asesino en los alrededores.
Además que tampoco dejó un miserable aviso. Nada. Y los reyes del sur estaban muertos... ¿Acaso había sido una especie de complot? ¿La muerte de Ladelly había estado ligada a un plan escabroso?

Tenía muchas dudas.

Eso me llenó de una rabia infinita.

Me limpie la sangre de la cara como pude y me acerque también a recibir al rey, al parecer habíamos sido los únicos sobrevivientes de esa matanza. No me podía explicar como pudo ese sujeto hacer tanta destrucción en tan poco tiempo, no dure fuera del castillo no 15 minutos, asesinar y empalar a todo el mundo en tan poco tiempo era un trabajo imposible para una sola persona, incluso para el, debió recibir ayuda, pero de quién?

En eso bajó el rey de la carroza con su mujer en los brazos... también muerta. Tenía una cara de destrucción y frialdad infinita reflejada en sus ojos.

Cuando vi a mi madre inerte , así de esa manera , me cubrí la cara con ambas manos. Estaba confundida... aunque comprendí que seguramente había salido en algún momento de emergencia para socorrer a la reina.

No tardé en desplomarme.

En mi cabeza tenia tantas preguntas y ninguna respuesta, el asesino había hablado de dejarlo acabar con el resto de los nobles, pero el solo menciono a los reyes del sur, el no pudo haberle hecho eso a la reina, pero como ya me había dado cuenta, el no estaba solo.

Al ver a Amaya en el suelo la única reacción que pude dar fue ponerme de rodillas para sostenerla, ella estaba muy débil y una impresión así podía matarla de tristeza, pero no podía ayudarla el eso, solo me quedaba estar ahí, y hacerle saber que estaba por ella.

Pasaron unos cuantos días , cuando por fin me desperté.
Obviamente , la nación , de nuevo , estaba de luto. Y yo sentía que me moría de profunda tristeza.
Aun no me llegaban las noticias. Aunque seguramente el rey mantendría todo en silencio y profundo secreto. Recién había despertado.

No atiné a hacer otra cosa que llorar. Llorar amargamente. Por todo. Odiaba mi vida. Odiaba mis responsabilidades. Odiaba mis obligaciones. Odiaba a la muerte. Odiaba la misma existencia ¡La detestaba , la aborrecía!

Me senté en el borde de la cama , sin dejar de llorar.
Al costado , en la mesita , había un ramo de acacias. Era lo único bello que me había pasado en ese tiempo.

Me pregunté quien las había puesto ahí.
Cogí el ramo y lo acurruqué en mis brazos. Ellas a pesar de todos seguían irradiando luz... y yo... era patética.

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Por el otro lado, Lucifenia seguía muy triste por la muerte de su hermana gemela, pero por las de sus padres, a decir verdad, no sintió demasiada pena.
Ellos habían cortado gran parte de su libertad durante esos años, junto con la de su hermana. Y la verdad es que les guardaba un terrible rencor, más con el perecimiento de Ladelly, puesto que consideró que ella no había sido realmente feliz y no había sentido las satisfacciones mínimas que una persona debía vivir. Por dar un ejemplo, siquiera las dejaban montar a caballo seguido por miedo a que perdieran su virginidad por un mal golpe o algo por el estilo ¡Demasiado absurdo para su mente!

Y ahora que no estaban presentes para decirle algo, ella aprovecharía a hacer lo que quisiera en ese mes, hasta su coronación. Ella sabía que al parlamento no le quedaba otra que nombrarla reina, puesto que no les convenía perder el linaje y poner a algún desconocido en el trono. Debían seguir con la línea de sucesión. Eso significaba que abolirían la Ley Sálica de una vez por todas y eso la tenía más que feliz.

Aunque a decir verdad, a pesar de que le tenía algo de envidia a Amaya porque ella si tuvo varias libertades que ella no durante su corta vida, estaba angustiada por lo que debía sentir ella en ese momento. Y comprendía que ese dolor siempre iba a estar en ella.
Concibió en su cabeza que todo lo que había pasado en esas semanas era culpa de su prometido. Desde su llegaba que no habían pasado más que desastres y desgracias, una tras otra.

También pensó en donde poner la espada. Aunque debería pelear con el rey del norte para asegurarla, pues ese objeto sagrado tenía una especie de “tenencia compartida”. Y nadie ajeno a los reinos de Yellow debía robarla nuevamente.

Marcus fue hasta la habitación de Amaya, preocupado por su condición, tanto física como mental. Ya habían pasado dos días desde el ataque que sufrió el castillo, sin embargo las malas noticias no habían terminado, pues Lucifenia no fue la única en culpar al forastero de todos los males que azotaban a la familia real, después de que Amaya perdiera el conocimiento, el rey ordeno apresar a Astaroth, Después de todo, lo mas lógico era pensar que el ataque había sido organizado por el Este, como una contra-medida a los planes para sabotear la guerra.

En eso, me paré y empecé a destruir mis cosas. Tenía tanta furia contenida que debía descargarla en los objetos materiales. Ahora me daba cuenta que ellos no servían de nada ante la vida y la muerte, más que para complacer la vanidad, avaricia y orgullo de un montón de ricachones que solo dependían asquerosamente de ellos para mantener su estima alta. ¡Estaba asqueada de mi misma por pensar de esa manera por mucho tiempo también!

Lo único que me quedaba era a mí misma. Y es terrible para cualquier persona.
Mi egoísmo no trajo más que calamidades a todos. Muerte y sangre derramada.

Cuando me calmé, sentí una debilidad general que me hizo caer al suelo como un costal de trigo. En eso alguien abrió la puerta… me sorprendí al ver quién era.

No quise ni mirarlo a la cara. No lo merecía.

Abrí la puerta de su habitación para ver como furiosa destruía cada objeto que tenia a la mano, sentía una impotencia terrible por no poder hacer nada para consolarla, ni siquiera unas de aliento.

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Mientras tanto en el sótano del palacio, Astaroth se encontraba encadenado de espaldas a una columna, resguardado por dos guardias armados, era solo cuestión de tiempo para que el rey diera la orden para ejecutarlo, y aunque en su momento pudo haberse liberado y escapar, la deshidratacion y la falta de alimento no le permitirían llegar siquiera a la puerta.

—No merezco ni tu lástima — Le dije a Marcus. Solo me levanté del piso como pude y empecé a mirar las palmas de mis manos. Aun era ignorante de todo lo que había pasado en ese tiempo — Ni tu compasión. Ni nada — Empecé a lagrimear de vuelta — ¿Qué día es hoy? — Pregunté al fin — ¿Qué hora es?

Sentí que había dormido mucho tiempo. O por lo menos tenía esa sensación.

-"Has estado dormida durante casi dos días"- dijo mientras revisaba sus manos para asegurarse que no se había hecho daño -"Todos hemos estado muy preocupados por ti, por como podrías sobreponerte a tantas desgracias que te vienen sucediendo desde hace semanas, sin embargo hay algo que debes saber, algo que tengo que contarte."-

Las desgracias que me venían pasando son porque alguien quería la cabeza de todos los nobles de Yellow, tanto del Norte como del Sur, incluida la mía, que al parecer era la más importante. ¿Tan peligrosa me encuentran? ¡No puedo hacer nada sin ayuda! Nada por mi cuenta…es patético y lamentable. Por eso debían hacerme la vida pedacitos, para derrumbarme. Pero no les daré el gusto.

Dos días habían sido suficientes para mí para retomar el ritmo.

— ¿Qué es lo que debes decirme? Hazlo ya y rápido. Y sé claro — Ordené.

-"Tu padre esta por declararle la guerra la Este"- le dijo a secas.

Abrí los ojos de par a par… Eso significaba que debían tener a Andreas en algún lugar apestoso pudriéndose como un pedazo de carne inservible.
Supuse enseguida que le habían echado la culpa de todas las desgracias , pues había sido el desafortunado del Este en caer justo cuando las calamidades comenzaron.

Me llevé la mano a la cabeza.

—Ese viejo testarudo — Gruñí con todo el odio del mundo. No podía creer que por el egoísmo de un viejo de mierda todos íbamos a morir de una forma grotesca — Eso sobre mi cadáver — Me paré de la cama, débil, pero dispuesta a hacer hasta lo imposible para que eso no sucediera — Ve a la cocina y tráeme agua y comida en una canasta. ¡RÁPIDO!

Me estaba sobre exigiendo. Pero le ganaría de mano al rey del Norte antes que enviara la declaración con el mensajero.
Ahora la prioridad era arreglar esto , no preocuparse por mi.

-"Eeemm... claro"- salio a la puerta y le dio una señal a las sirvientas, que ya esperaban a que Amaya despertara para alimentarla. -"Puedo saber que es lo planeas hacer ahora?"-

—Me voy a buscarlo. Y tú te quedarás en la habitación y trabarás la puerta desde adentro. Creo saber donde está… y debo apurarme antes que pase lo peor — Me puse unos zapatos en los pies y cuando entraron las sirvientas , lo único que hice fue acomodar las cosas en la canasta muy bien , llevando una botella de vino y pan , también un pañuelo.

Cuando estas se fueron, agarré todas las sábanas y vestidos que tenía guardados en los muebles y los até, haciendo un nudo en cada extremo de las telas, formando una soga. La tiré por la ventana para descender.

—Recuerda, traba la puerta. Y sube la soga apenas termine de bajar.


Tal vez habrá pensado que estaba loca. Que se me había zafado un tornillo o algo parecido… Pero no. Simplemente estaba determinada.
Acomodé bien la canasta en mi brazo e ignorando el vértigo a las alturas, me aferré fuertemente con los brazos y las piernas y empecé a descender muy lentamente.

— ¡Recuérdalo! — Exclamé.

-"No puedo creer que me haga hacer esto"- dijo mientras trababa la puerta. -"Y no puedo creer que la haya dejado ir sola"- Hizo todo lo que le ordeno y se sentó en su cama, haciendo lo único que podía hacer; preocuparse por ella,

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periódicamente los guardias se acercaban a el para asegurarse que siguiera respirando, y para una golpiza cada vez que se ponía insolente, lo cual era bastante frecuente.

Una vez que toqué la tierra con los pies, me escabullí hacia el establo donde estaba Fir y una vez que lo monté, me fui a cierto lugar lejano del palacio, donde iban a parar todos los desechos y luego se los prendía fuego. Allí sabía que había una puerta que conducía a un pasadizo y ese pasadizo hacia las cárceles subterráneas donde se torturaban a los prisioneros.
Tomé esa ruta y tratando de ignorar el olor putrefacto de los cuerpos que aun no habían terminado de incinerar, me metí a través del pasadizo. Y luego salí de él, desde una pared, para encontrarme con unas escaleras de piedra que iban más abajo todavía.

En eso me topé con los guardias en la entrada de donde seguramente lo tenían custodiando.
Estos se horrorizaron al verme. Tenía la misma expresión que cuando le tiré agua en la cara a Andreas.

—Lárguense antes que me arrepienta — Les dije muy ofensiva.

Estos se miraron y se rieron.

—Lamentamos esto princesa, pero las órdenes del rey fueron claras: Nadie puede acceder, ni siquiera la honorable princesa Amaya, a este calabozo. Solamente a quien autorice al rey.

— ¿Ah sí? Les dije que se largaran — Invoqué al golem de piedra, el primero que había adquirido y le dije que derribara la puerta y me dejara el camino libre.

Los guardias se horrorizaron tanto al ver a la criatura, que optaron impulsivamente por atacarlo. Pero el golem no hizo más que aplastar sus cráneos pues interferían. Yo vi esa escena con un profundo asco, pero habían desobedecido mis órdenes, las cuales eran importantes también y eso se castigaba con la muerte.
Luego escuché como la puerta salió volando por ahí.

—Detente — Ordené. Enseguida me metí dentro y lo vi allí… todo golpeado. No pude evitarlo y me puse a llorar a sus pies, pero sin dejar que las emociones me frenaran y me paralizaran — Ya todo está bien — Le dije. Agarré el pañuelo de tela y lo mojé con vino, para luego ponérselo en los labios — Esto también te curará las heridas. No te mueras ¿Me oíste? — Traté de sonar lo más tranquila posible.

-"Esos zapatos no combinan con tu vestido sabes."- Le dije mientras me ponía de rodillas. -"No debiste haber venido, hay locos con poderes sobrenaturales sueltos por ahí"-

Me sonreí un poco, inevitablemente ante ese comentario. En otro contexto tal vez lo hubiera mandado a decapitar.

—Ya te dije que no tengo miedo a nada. Así que ahora cállate y abre la boca — Partí un poco el pan y se lo di de comer, como si fuera un bebé. Y que no me viniera a decir que podía solo porque evidentemente era mentira — Siento tardarme. Desperté recién hace media hora — Ni yo comprendía como seguía en pie. Me encargué de sostenerlo para que no se cayera al suelo.

Busqué las llaves con la mirada y al encontrarlas, me estiré para tomarlas y empecé a abrir los candados que estaban en las cadenas para liberarlo.

— ¿Listo para convertirte en hombre? Llegó el gran día — Traté de sonreír, pero estaba tan triste que no podía disimularlo — Cuando termines, nos iremos a la capilla más próxima.

-"Déjalo Amaya, si estoy encadenado a este poste es por que así lo quise"- Le dije mientras sacaba el ópalo del golem de hierro de mi cuello con la boca.