۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

-Creo que esta vez puedes dejar a los perros dentro- Dijo mientras la seguía desde atrás.

-Tampoco es que tenga prisa, podríamos ir de un lado a otro antes de llegar al puerto-

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Entre mas se acercaba, la influencia del demonio se hacia mas evidente, después de cruzar el portal de la ciudad y llegar al centro de esta pudo darse cuenta de que lo que había sucedido ahí no fue otra cosa mas que una masacre, había demasiada sangre, pero ni un solo cuerpo, justo como en aquel ataque al palacio.

No había señas de que los cuerpos hubieran sido arrastrados, debieron haber sido cargados. Tampoco había señales de saqueo, incluso en las casas mas grandes y lujosas, todos los objetos de valor seguían ahí, no se habían llevado nada, pero no había ni una sola alma.

Mientras mas se acercaba al palacio, la sensación de ser observado se hacia mas grande, como si algo o alguien lo estuviera siguiendo.

—Siento actuar como si tuviera demasiada prisa. Solo que este pequeño continente me genera sentimientos encontrados.
>>A veces extraño Amatista. A veces lo odio con toda mi alma, esa es la verdad. Y la verdad es que dejar atrás algo que me causa ambas cosas y sentimientos tan ambiguos al mismo tiempo, cuesta bastante. Es como una relación enfermiza, extraña e incomprensible. Un tira y afloje en todo momento.

Paró el paso y se dedicó a sentir la brisa.

—A pesar de su tierra dura de trabajar, de la rocosidad de su terreno, y playas volcánicas siempre esconde maravillas. Sus minas repletas de amatistas, por ejemplo.
>>Pero bueno, no importa, es un duelo más que tendré que hacer.

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Amaya tan solo se quedó viendo hacia el horizonte desde el balcón y con un pesado suspiro, procedió a irse a hacer las tareas que le correspondían. La tristeza era inevitable. En definitiva se había puesto melancólica; antes de que el sentimiento terminara por acaparar todo su pecho, prefirió concentrarse en sus labores.

Dios, aun tenía que resolver el asunto de las armas. No quería esas cosas, aunque podían llegar a ser un mal necesario. Podría venderlas para obtener mucho más dinero, pero si sus sospechas eran ciertas, tal vez otros países ya tenían esa tecnología en sus manos. Refinar esas armas significaba invertir mucho dinero, además.
¿Y si les daba otro uso…? Pero… ¿Cuál?

Apoyó los pies encima del baúl donde estaba su armadura y todo lo demás que se le había sido concedido. Le dolían los pies. Se quedó dormida encima del escritorio.

-Ya se te olvidara una vez que estemos lejos de aqui... quien sabe, quizás Europa, podríamos recorrer desde la península ibérica hasta las costas de oriente, pasar por Francia... Italia... Holanda-

>> Escondí mucho oro y piedras preciosas durante mis viajes... y se perfectamente donde encontrar todos esos alijos, nada nos va a detener en nuestro viaje por el mundo.-

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Justo después de cruzar las puertas del palacio, se escucho desde dentro horrendo un grito de dolor, que convinado con el crujir de los portones al ser abiertos termino con el silencio de muerte que había acompañado a Andreas en todo su recorrido, si aun había permanecido sin detectar, ahora estaba mas que claro que estaban conscientes de su parecencia.

Fue su sorpresa al adentrarse al lugar cuando descubrió que el palacio de Amatista se había convertido ahora en una necropolis, innumerables sarcófagos humeantes descansaban fuera del edificio, todos ordenados en perfecta simetría, separados por intervalos constantes extendiéndose por los jardines del lugar, lo que había dentro era un misterio, pero por lo que había visto anteriormente podía deducir que ahí es donde habían dado a parar todos esos cuerpos.

No había tiempo para destruir esas abominaciones, tenia que buscar mas adentro, si esto era obra de esa secta a la que pertenecía Mordred seguramente lo encontraría dentro.

Siguió caminando, subió las largas escaleras hasta el que alguna vez fue la imponente corte de Amatista, dentro de la cual no había otra cosa mas que un puñado mas de sarcófagos, solo que esta vez parecían no estar solos, el ruido del metal golpeando al metal hizo eco entre los corredores, la primera señal de posible resistencia que había encontrado hasta ahora.

Se escondió detrás de una de las columnas del gran salón, ahí espero mientras el ruido del golpeteo se hacia cada vez mas fuerte. Completamente inmóvil Andreas espero, y espero, y espero hasta que de uno de los corredores salio una abominable entidad, un esperpento de hombre, con la carne carcomida y huesos visibles cubierto por túnicas negras, este en su espalda cargaba una gran jarra metálica que llevaba dentro un liquido burbujeaste, en su mano una especie de barra de metal con la cual golpeaba los sarcófagos mientras pasaba, cuando uno de ellos reaccionaba con movimientos bruscos al ser golpeado, la criatura abría una canaleta en ellos y vaciaba el liquido dentro, luego continuaba con su camino.

Esa criatura era una amenaza, aun permanecía sin ser descubierto, pero no seria por mucho tiempo. Se acerco sigilosamente por detrás de la criatura y antes de que esta pudiera hacer algo desenvaino su espada y le corto la cabeza. El cráneo putrefacto rodó por el suelo, pero el cuerpo no se movió ni un centímetro, se mantuvo erguido, el cráneo aun vivo soltó un grito que resonó a varios kilómetros a la redonda, de repente algunos de los sarcófagos empezaron a abrirse.

Sonrió en respuesta, aunque no la pudiera ver dado que estaba dándole la espalda. Solo que esta no se trataba más de una odiosa mueca, o una línea pícara dibujada en la parte inferior de su rostro, sino de una sonrisita tranquila y discreta.

— ¿Cómo olvidar a Amatista…? — Era imposible hacer una cosa así. Recordó lo hermosas que eran sus colonias, lo tranquilas y frías que eran. — Si me ha dado lo mejor y lo peor de mi vida. — Pensó esto último, sin embargo, no lo dijo.

No sabía cuál sería el futuro de aquel reino. Era incierto. Pero tampoco podía construirlo sola de nuevo desde cero. Qué fuera lo que la vida quisiera.

Reanudó su paso y comenzó a pasar la mano por las plantas y flores de aquella llanura. Una vez que salieran de la capital comenzaba el verdadero espectáculo natural.
No habló en todo el trayecto, en lo que salían de la capital. No tenía mucho para decir tampoco. Se dio cuenta que se habían alejado cuando vio el sendero de piedra que se extendía a lo lejos entre las colinas y ya no encontró muchas casas a la vista.

El camino hacia al puerto, al sur del país, era bastante largo.

—Me sigue pareciendo tan cómico el hecho de que me hayas elegido como tu esposa…
>>Es decir, antes de conocerte, coqueteaba con el rey del Este. Qué tipo más gracioso. Antes de él, con el esposo de la prima de la actual reina. Más aburrido que chupar un clavo. Y ahora, trato de seducirte y no me sale…

-A mi me parece mas cómico el hecho de que hayas aceptado, cuando tu misión era acabar conmigo... Yo se lo que eres Gisella, y no me importa lo que hayas hecho en tu vida previa a conocerme, lo que me importa es lo que pase de ahora en adelante.-

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El cuerpo sarnazo de aquel cadavérico ser tomo la gran vasija que llevaba en su espalda y la alzo en brazos, dispuesto a arrojarsela a Andreas, la cabeza seguía gritando y lo que estaba por venir no tardaría demasiado.

Antes de que hiciera su movimiento Andreas recurrió a ese truco que tantas veces le había salvado el pellejo, y transformo la vasija en un golem de metal, cayendo este encima y escurriendo el liquido encima de él, empezando a desintegrar la poca carne que quedaba en sus huesos.

El ácido comenzó a esparcirse por el suelo, antes de que llegara sus pies subió a una parte elevada, un escalón bajo la puerta que llevaba a las habitaciones del palacio, los ataúdes empezaron a abrirse, seres muy similares al de las túnicas negras

antes de que se le echaran encima cruzo la puerta y la bloqueo del otro lado, dejando al golem para que los entretuviera.

Ahora quedaba buscar a Mordred, mientras aun tuviera tiempo.

—Ya sé eso. Solo decía.
>>Dejaré mi pasado atrás como sea. Pero hay algo que te voy a pedir que nunca me obligues a hacer, y eso es dejar esfumarse en las cenizas del tiempo la imagen y sentimientos que tengo por mi único y difunto hijo; que aunque su recuerdo siempre está presente y duele, más que el peor de los castigos, prefiero que sea así. A veces siento que es lo mejor que pude haber hecho. Y aunque forme parte de mi pasado, nunca estaré dispuesta a olvidarlo a él. Es un sufrimiento que vale la pena, a pesar de que suene muy masoquista.
>>Una vez al año hago mi duelo... una vez. No me quites eso.

Guardó silencio y continuó caminando , aun sintiendo la suave brisa en su cara. Empezó a tararear en voz baja.

-Esta bien, lo recordare-

No quería ponerla de un mal humor, ni tampoco entristecerla, así que haría algo al respecto. Salio del camino y empezó a caminar por entre las flores, buscando un lugar apropiado.

-Oye, ven a ver esto!- Dijo cuando se adentraba bajo un árbol y salia de su vista.

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Por el pasillo, mientras caminaba se podía sentir un pesado aliento que iba y venia, era tan fuerte que sentía como si lo jalara, las cortinas se movían y estiraban cada vez que ese aliento exhalaba, un fuerte ventarrón que venia de la ultima habitación.

Con la espada en mano se adentro en lo mas profundo del pasillo, hacia un frió que helaba los huesos, el ruido ensordecedor de los golpes del metal chocando detrás de él no hacia mas que ponerlo mas nervioso, una vez que estuvo a pocos metros, corrió la cortina que tenia por puerta en la habitación, lo que vio ahí fue peor de lo que pudo imaginar, de haber sabido que lo encontraría ahí jamas se hubiera acercado de esa manera, un dolor fuerte en el costado casi le hizo retorcerse, un dolor que empezó a brotar cuando esas cuencas vacías lo veían nuevamente, ese que estaba ahi no era otro mas que el demonio mismo, Malebolge.

— ¿Qué? ¿Qué hay por ahí?— Preguntó bastante curiosa. Incluso estiró un poco el cuello para fijarse, pero no sabía a qué se refería, así que decidió dejar de andar por el camino y se desvió para seguirlo, a paso lento. De repente, no lo vio más. Solo se acercó y siguió fisgoneando con ojos investigadores.

-Nada en realidad, solo que me aprecio un buen lugar-

Empezó a juntar las hojas secas que habían caído del árbol del cual estaban abajo, formando una especie de nido.

-Si tuvieras dentro de ese libro tuyo algunas mantas seria perfecto.-

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Se quedo como petrificado por un momento, Malebolge y Mordred en la misma habitación, solo que este otro se encontraba casi igual que los demás de afuera, un cuerpo leproso esquelético se veía por debajo de sus ropas, pero no había duda de que era él, llevaba puestas aun las joyas que servían como símbolo de su autoridad, entre ellas los ópalos que habían sido regalados a Amaya, así como también el anillo de compromiso que había pertenecido a su madre.

-Vaya, debe ser mi día de suerte!- Dijo Andreas confiado, haciendo lo posible por disimular el repentino dolor que le había dado en el costado. -No imagine que iba a encontrarte a ti también aquí... -

-Insolente como siempre Astaroth... tu experiencia cercana a la muerte no te enseño nada, igual no cometeré el error de dejarte desangrar hasta morir otra vez.-

El demonio hizo una seña con su mano, Mordred se paro sobre su cama en respuesta y de un salto imposible para un ser humano derribo a Andreas, amenazando con sus largas uñas su rostro.

Mordred no era mas él mismo, solo una de las muchas marionetas de Malebolge, su alma había sido devorada y su cuerpo corrompido para ser su sirviente por el resto de la eternidad.

Mientras forcejeaban El demonio saco de entre sus ropas la punta de la espada rota de Andreas, sujetándola con fuerza entre sus dedos huesudos, esperando para regresarle todo a ese que habia sido una espina en su costado durante tanto tiempo.

Andreas sabia lo que planeaba, pero esta vez no iba a pasar lo mismo que la otra, tomo su verdadero aspecto y se quito al cadáver de Mordred de encima, tomándolo del cuello y atravezandole el cráneo con su espada, dejando clavado contra la pared.

Malebolge lo reconoció enseguida, pero no podía explicarse como es que el había conseguido convertirse en eso.

-Imposible... Es imposible!!!- Vociferó.

Andreas saco de entre la ropa la daga que Morgana le había dado y cargo con ella contra Malebolge, clavandola en su cuello, llevándolo hasta el balcón y tirándose los dos por el.

Aun mientras caían, era una batalla de dos animales, valiéndose de garras y dientes para hacerse daño, , cuando llegaron al suelo tomo de vuelta la daga y empezó a apuñalarlo una y otra vez, su carne pálida y huesuda empezó a llenarse de ronchas y a pudrirse, escurriendo pus y sangre a chorros por las cuencas de sus ojos, mientras gritaba y maldecía en miles de idiomas incomprensibles.

trataba de apartarlo, le habia hundido las uñas en el rotro, pero Andreas no se detenia, lo habia perforado almenos una docena de veces, cuando ya no habia mas lugar en el pecho lo clavo una ultima vez entre las fosas nasales de su craneo expuesto, haciendo que la fin dejara de moverse.

Su torso empezo a inflarse, una pequeña luciernaga salio de su boca, luego su torso exploto, creando un torbellino de almas que escapaban del interior de su cuerpo, las almas que durante años habia consumido y asimilado, almas que ahora eran libres después de tanto tiempo.

De los sarcófagos también salieron mas almas, y los pocos cuerpos que habían alcanzado a salir se volvieron polvo.

La columna de almas se extendió hasta el cielo, creando un gran resplandor que pudo ser visto desde Söl Austan. un muro que duro varios minutos hasta desvanecerse por completo.

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Aquella columna luminosa llamo la atencion de casi todos en el continente.

Marcus la veía a través de la ventana, El rey y la reina del Este desde su palacio, Archimonde junto con Morgana debajo de aquel arbol.

De inmediato supo que algo había pasado. Lo presentía. Pero le restó importancia, pues ahora no quería preocuparse por nada en el mundo.
Se quedó viendo esa columna luminosa sobre el cielo, con una gran paz en su interior, sentada en aquel colchón de hojas secas. No tuvo tiempo de responder nada, pues se había quedado embobada. Solo cuando el espectáculo termino fue capaz de hablar.

—Creo que había algo mejor guardado por aquí… — Empezó a buscar entre las páginas de su libro y sí, efectivamente allí estaban, unas pieles de animales extintos que había guardado para hacer sus pociones con los pelos de las mismas. Metió la mano a través de la página y jaló el contenido de adentro hasta sacarlo por completo.

Lo tapó con una y luego se tapó ella con otra y se acurrucó junto a él, esta vez tratando de observar el firmamento a través de las hojas y flores del árbol.

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Lucifenia dio un salto y fue a cerciorarse de que las niñas estuvieran bien, pues eso en el cielo le había parecido muy extraño. Al asegurarse de que estaban en perfectas condiciones, decidió ir a buscar a Amaya.
Cuando la encontró, iba a decir algo, hasta que se dio cuenta que esta dormía tan tranquila que prefirió no molestarla. Tomó la capa real que estaba siendo arrastrada por el piso y la tapó con la misma. Luego se retiró.

-Que diablos fue eso?- Pregunto alarmado Marcus cuando salia de la habitación-

Fue detrás de Lucifenia, pensando en averiguar lo que sucedia.

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-Las mantas no eran para eso...- Se quito la piel de encima y la puso encima de las hojas, luego se echo encima.

-Hace un rato trataste de seducirme, asi que decidí buscar el primer lugar cómodo que encontrara entre las flores y hacerte el amor ahi... si estas de acuerdo claro.-

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Una vez que la columna se disipo, Andreas se acerco a lo que quedaba del cuerpo de Malebolge, la cabeza y la mayotia de sus costillas ya no estaban, y su piel se encontraba desgarrada y regada al rededor, la daga también había desaparecido, probablemente destruida debido a la cantidad de energía que se liberó.

Volvió de regreso a la habitación de Mordred, su cuerpo también se comenzaba a disolver, tomo las joyas que alguna vez le habían pertenecido, así como también las otras joyas que llevaba puestas y la corona que descansaba sobre un pedestal a mitad de la habitacion, servirían como prueba de que él también había muerto, y obligarían a quien sea que hubiera quedado al mando a negociar para por fin terminar la guerra.

Recogió su espada, así como la punta que había quedado regada en el suelo y se marcho de regreso a Yellow con una sonrisa discreta en el rostro, por fin parecía que la locura había terminado.

Volvió a pronunciar el hechizo de transporte y fue directo a Yellow del sur, apareciendo frente a las puertas del palacio.

Lucifenia cerró las puertas detrás de ella y escuchó lo que Marcus había dicho.

—No tengo la menor idea, pero las niñas y Amaya están bien. Eso quiere decir que no puede ser algo malo.

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— ¿Cada vez que te seduzca intentarás hacerme el amor? — Aunque si fuera por ella, follaría las veinticuatro horas del día. Tampoco es como si pusiera mucha resistencia. — Pero que atrevido… Qué picardía la tuya. — Sin embargo, sus hechos no iban de acuerdo al tono de voz que usaba. Se había acercado peligrosamente.

-Creo que la luz provenía de Amatista... si pudo verse desde tan lejos significa que fue algo grande.- Dijo Marcus uan vez que la alcanzo.

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-No cada vez... cuando lo crea conveniente solamente, no quiero pasar el resto de nuestro viaje solo yendo de una cama a otra, pero tampoco puedo prometerme nada o poner algún tipo de regla, seria imposible cumplirla.-

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Andreas estaba tan nervioso por la adrenalina que había sentido que no podía dejar de temblar, dio un par de pasos y luego empezó a tambalearse, obligandolo a ir a sentarse en una de las fuentes del jardín.

Vio su rostro con detalle en el reflejo del agua, aun tenia algunos rasguños y algo de sangre en el, tomo un poco de agua con las manos y se limpio, no queria asustar a Amaya o a alguna de sus hijas cuando lo vieran.

Se detuvo por un momento a contemplar la corona que habia tomado, probablemente la mas ostentosa que habia visto jamas, repleto de amatistas por todos lados.

Cunado pudo mantener el equilibrio otra vez tomo la corona y fue a buscar a su mujer, solo hasta encontrarla podría estar realmente tranquilo, cuando no la encontró en la habitación fue a buscarla con las niñas, encontrando una Amaya dormida sobre aquel escritorio, se acerco por detrás y puso las cosas junto a ella, la abrazo por detrás y apoyó la cabeza sobre su hombro.

—Sí… Pero ya te digo, si fuera algo malo, ya se sentiría eso en el ambiente. — Paró el paso y lo miró sonriente con las manos apoyadas en su propio vientre.

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—Deja de hablar y dame tu mejor beso. Todos sabemos que las reglas están hechas para romperlas — Pasó la mano por su rostro, reprimiendo un algo su intensa lujuria, aprovechando esos segundos cortos en demostrarle más amor que lascivia , pues sabía que una vez en contacto no podía asegurar mantenerse cuerda.

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No se había dado cuenta de nada cuando Lucifenia fue a taparla, estaba profundamente dormida, en el quinto sueño más bien. Solo era capaz de soñar con un futuro brillante. Se sonrió un poco.

—Qué hermoso… — Pronunció al sentir ese cálido abrazo. Terminó abriendo los ojos de a poco e investigó quién era la persona causante de que despertara. Giró un poco la cabeza hacia un costado y vio a su esposo, en silencio. No tenía planeado calcular las expresiones que usaría para ese momento, así que solo dejó que la emoción le ganara y se paró de un respingo, también dándole un abrazo con sus delicados brazos y rompiendo en llanto — ¡Volviste! ¡Volviste!— Era lo único capaz de decir, apretando el agarre. Aun no se había dado cuenta de los objetos que estaban encima de la mesa. Siquiera sabía cuánto tiempo había pasado, pero para ella había sido una eternidad, aun estando en el mundo de Morfeo.
Solo después de unos segundos se le ocurrió revisarlo para ver si estaba en perfectas condiciones, preocupada. No caía en la realidad aun.

-Lo mejor sera mandar a alguien para que investigue-

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Sonrio discretamente y se le hecho encima, rodando por el suelo mientras le besuqueaba el cuello.

Cuando se detuvieron ella había quedado encima de el, la miro a los ojos y le corrió el cabello, poniendo el mechón que le cruzaba la cara detrás de la oreja.

Con sus manos recorría lentamente su cintura, hasta llegar a su escote, tratando de abrirlo.

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-Estoy bien... solo algo cansado-

Le tomo una mano y se sentó sobre la cama, apoyando la mano que tenia libre sobre esta.

—Por ahora no. Lo mejor es esperar a que regrese el esposo de mi prima. Él nos dirá que es lo que sucedió.

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—Así no, tonto. — Le colocó las manos por encima de las mangas y lo ayudó a deslizarlas hacia abajo hasta quedar con el pecho desnudo. De lo contrario le rompería la ropa y ella apreciaba mucho los atuendos de Amatista, que tan finos y extravagantes eran.

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Aun creía que estaba soñando. Bueno, tampoco tanto, pero parecía.

—Acuéstate. Ahora te atenderé yo misma ¿Vale? —Estaba nerviosa, algo neurótica. Pero más bien de la felicidad. Lo acarició e intentó taparlo con la sábana para que entrara en calor.

-Supongo que si, aunque no creo que tarden en llegar los rumores.-

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-Oh, gracias querida... que considerada eres al dejarme apreciar tus senos.- Dijo en tono burlón mientras le acariciaba con delicadeza el busto.

Luego le agarro las manos, para darle un vuelco y quedar esta vez el encima.

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-No es necesario que te preocupes tanto... solo acuéstate y durmamos juntos-

Se quito las botas y el abrigo, luego se recostó sobre la cama, haciéndole un espacio para que lo acompañara.

—Cierto. Debemos estar atentos. Aunque seguramente Amaya se enterará antes que nosotros y lo sabrá antes que le digamos.

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—Están hechos para ti y están esperándote — Sonrió muy pervertida al respecto. Poco a poco las cosas se iban calentando y no creía poder mantener ese estado de tranquilidad para siempre. Se iba a salir de mambo en cualquier momento, pues estaba por explotar.

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Amaya se acostó a su lado y lo abrazó. No tenía idea de lo que había ocurrido y tampoco se lo podía imaginar. Le dio un beso en la mejilla y siguió acariciándolo.

¿En verdad había terminado todo...?

-Oh, malvada vampiresa! tratas de embrujarme con tus voluptuoso busto!- Dijo en voz alta mientras le cubría los senos con las manos, para luego estrujarlos.

Luego le quito las manos de encima, fue de regreso a sus caderas y le levanto el vestido. separándole las piernas y besandole los muslos.

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Una vez la tuvo de nuevo entre sus brazos se acurruco sobre su pecho y cerro los ojos, ese era para él su lugar feliz, el lugar mas tranquilo, privado y cómodo del mundo, un lugar cálido donde el latido de su corazón lo arrullaba hasta dejarlo dormido.

-Hay algo que tengo que contarte... cuando despierte-

—Todo lo que ves aquí es tuyo… — Se estaba ofreciendo en bandeja. Tampoco es que le molestara demasiado. Tenía planeado serle fiel siempre, así que más vale que cuando la complaciera lo hiciera en serio.

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Aun seguía extrañada. Solo asintió y esperó a que se quedara dormido para seguirle ella después también. Estaba muy cansada y él seguramente también, y para contenerlo en caso que fuese necesario, ella debía estar con todas sus luces al máximo.

-Yo se que es mio... pero como he de tomarlo esta vez?-

Se debatía si hacer lo del otro día o simplemente comerle el cuerpo a besos.

-Que crees que debería hacerte?-

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En ese momento, a pesar de estar profundamente dormido, Andreas no podía soñar nada propiamente, solo revivir una y otra vez los sucesos en su mente. matar a aquel par una y otra vez.

Cuando recordó a esa tercera entidad, el tal Dis que había amenazado con quitarle a su hija fue que despertó de golpe.

Rápidamente fue a buscar su abrigo, revisando en sus bolsillos el reloj de arena que le había dejado como advertencia, para luego recordad que lo había dejado sobre el escritorio. Una vez que lo tuvo en sus manos noto que la arena se había detenido, estaba completamente petrificada, como si fueran dos rocas solidas en vez de granos de arena.

Suspiro aliviado al verlo así, eso solo podía significar que ya no había peligro y que al fin Ali estaba segura.

—Comerme a besos y caricias y después pasarte de rosca…? — Sugirió.

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Amaya despertó y se lo quedó viendo. Fue ahí cuando recién notó las cosas encima del escritorio… se quedó sin palabras. Por el momento no interrogaría sobre eso. Lo veía muy estresado y no deseaba irritarlo por nada en el mundo. Esperar a que la situación se diera era lo mejor.

-Es una buena idea...-

Empezó a sacarle el vestido desde arriba, teniendo cuidado de no romperlo, una vez que estuvo fuera empezó por su ombligo hasta llegar a la parte que separaba sus pechos, luego su cuello y al final su boca.

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-Lo mate- Fue lo que respondio al ver que lo miraba tan confundida. -Ya estaba muerto... pero volvi a matarlo-

Tomo la corona entre sus manos y se la mostró.

-Malebolge también estaba ahi... no lo sabia cuando fui a buscarlo, pero tambien luche contra el-

Se dejo caer sobre la silla del escritorio.

-Esta locura termino... al fin-

Comenzó a morderle con levedad el labio inferior, tironearlo despacito y con cuidado de no lastimarlo, para después meterle la lengua hasta el fondo y retorcerla con la de él, pero de una forma más suave y lenta a la acostumbrada.

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Amaya no pudo evitar sobresaltarse al oír eso. Pasó toda su vida por su mente, hasta quedarse en blanco. No sabía que sentir.
Solo se paró y fue a llamar a una de sus sirvientes y le dio la estricta orden que solo trajera pan y vino, unas copas y unas servilletas de tela en una canasta. Una vez que tuvo todo, se dirigió al escritorio y empezó a acomodar todo como si fueran a almorzar.

Le sirvió el vino en la copa y partió un pedazo de pan, sin embargo, este último no se lo dio.

—Quiero que bebas de este vino.

Mencionó tranquila. Tenía que decirle algo, aunque no pretendía emborracharlo tampoco. Era algo simbólico.

Ya estando dentro de su boca no había marcha atrás, podía sentir como le drenaba lentamente su energía, y al mismo tiempo como el embrujo de su carne lo envolvía, pero esa sensación de peligro no hacia mas que excitarlo mas.

Sin separse su boca le separo las piernas y empezó a desnudarse también, empezando así otra vez la locura que era hacer el amor con aquella mujer.

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-Vino?, esta bien...- Acepto sin mas, extrañado por lo que le ofrecía en ese momento.

Tomo la copa entre ambas manos, y dio un sorbo. la copa temblaba un cuando la sujetaba con las dos manos, se sentía extraño, como si aun no se le pasara la emoción.