YOUNG GUNS III

Matt dio la orden. Sabía que aunque se fueran en ese mismo momento, maniobra tan arriesgada iba a hacerse oír, pues los sobrevivientes abrirían la boca y dirían que había sido el sheriff más otro sujeto el que habían provocado semejante desastre.

Sentía que el corazón se le salía por la boca, hacía muchísimos años que no había tenido una experiencia parecida. La última vez que sintió tanta adrenalina fue cuando debió perseguir a una especie de loco psicópata que era tan astuto como un zorro. Y ni aun así esto se le comparaba.
Tomó el primer caballo que vio. Tendría que llegar al pueblo antes que se dieran cuenta de su larga ausencia y sospechosa a la vez.

-Dile a esa mujer que tenemos que vernos en el establo esta la noche a la misma hora- Le dijo al sheriff antes de salir a toda velocidad a buscar el caballo que habia recibido apenas unos dias antes.

El caballo del ciadero peyton lo podia delatar si lo encontraban junto con los otros dejarlo no era opcion, ademas era un buen caballo y de cierto modo era un regalo, no lo dejaria.

Salio de la escena de ese gran accidente y tomo un camino por entre los bosques hasta perderse.

Matt llegó al pueblo por un camino poco concurrido. Evitó las calles principales para no ser visto, y se metió de forma rápida a la comisaría por la puerta trasera.
Tuvo que sentarse un par de minutos en esa mugrienta silla para calmarse. Las piernas se le habían ablandado, y sentía que si daba un paso se iba al diablo de cabeza al suelo.
Antes que llegaran las noticias, le entregó una nota a uno de los criados de la dama que merodeaban por el pueblo. Era obvio para él que vigilaban cada paso que daban todas las personas.

Shalonda, al recibir la nota, sonrió. Seguramente todo había salido bien, tenía fe. Quemó la hojita con un encendedor.
Ahora, a esperar...

Durante el resto del dia Silas se escondio en una pequeña choza que le habia rentado a un granjero, apartado del pueblo y de todos los caminos, nadie se toparia con él ni por accidente.

Una vez entrada la noche tomo el caballo y regreso al pueblo, a la misma hora que la vez pasada. Llego al establo y espero a los demas dentro dentro del mismo.

Shalonda fue de nuevo a ese establo.

Había pasado todo el día en camisón, recostada en la cama. Las noticias no tardaron en llegar, así como tampoco la gente que había escapado. Algunos se habían venido a refugiar, ignorantes de todo. Otros se fueron por donde habían venido.
Sus oídos se alimentaron de los rumores habidos y por haber, sin embargo, en vez de sentir cierta felicidad, su tristeza infinita se vio alimentada por lo sucedido. Después escribió palabras al azar en su diario, como siempre hacía, pues relacionaba las palabras con ideas y así nunca olvidaba nada. Y fue así como volvió a la normalidad.

Una vez presente allí, notó que esos dos hombres habían llegado primero. No hizo falta que dijera nada. Reunirse tantas veces en un mismo lugar se le hacía peligroso… debería buscar otra manera de comunicarse.

-Bueno, ya estamos aqui... no es un punto de reunion muy acogedor, y seguramente no es el menos oloroso a estiercol de toda celloville pero por hoy tendra que servir.

Se asomo por fuera del establo para asegurarse de que estaban solos.

-El plan funciono a la perfeccion, el hombre que salvamos hoy sera una piedra en el zapato del alcalde en los proximos dias... por eso es necesario mantenerlo vivo y protegerle-

>> Estuve investigando un poco los dias pasados y todo apunta a que ese hombre sera candidato en las proximas elecciones para gobernador, y creo que seria conveniente convertirlo en nuestro aliado.

―Eso suena demasiado fácil… tan fácil que me huele terrible― Matt se cruzó de brazos― Se necesitaría enclaustrar a ese tipo para que no le hicieran nada. Además que en cada elección que se hace, el voto es cantado y antes de que se dé el sufragio comienzan las amenazas para que al final termine ganando el alcalde. Puede pasar lo mismo con esto.

Shalonda quedó pensativa.
Tenía que saber quién era ese hombre, y las conexiones que tenía. Ella en un pasado había estafado a muchos hombres ricos, y por eso tenía tanta fortuna acumulada.

―Está bien. Pero hay que agasajar al invitado en algún lugar para convencerlo.
>>Tenía pensado comprar una propiedad, la del reciente matrimonio que murió para ser exactos. Pero tenía que dejar pasar unos meses para eso. Sino levantaría sospechas. Pero también es sospechoso que una dama pudiente como yo esté en la habitación de una posada… y para comprar una propiedad decente, tengo que ir a hablar con el dueño para llegar a un acuerdo: El mismo Alcalde. Él tiene muchas propiedades a su nombre, y yo sé que aceptaría una fortuna a cambio, después de todo, le encanta amasar montañas de dinero. Suena como ir a la boca del lobo, pero debo vigilarlo de cerca. Ir a otro condado no es una opción.
>>No puedo seguir más aquí… y para una eminencia como el candidato a gobernador, las apariencias deben importar y mucho. Al igual que el poder adquisitivo del que le vaya a hablar. Tengo que recibirlo en un ambiente apropiado y cómodo. Ir engatusándolo de a poco, plantando la semilla en su cabeza y regarla con cada conversación que pueda llegar a tener conmigo, y terminar convenciéndolo.
>>Si somos sinceros, a ustedes dos les darían una patada con solo verlos.

-De verdad tan mal estoy?- Comentó Silas pasandose la mano por la barbilla, hacia semanas que no se rasuraba. -Ya lo decia yo que era necesario un lugar... pero no una de las propiedades del alcalde, necesitamos algo donde él no nos pueda encontrar, si las cosas se hechan a perder y nos descubre... o mejor dicho, los descubre a alguno de ustedes dos, esa propiedad la daremos por perdida, y pondremos en peligro a todos los que encuentren ahi.

―Pues no, tan mal no estás― Largó Shalonda a lo bajo, casi inaudible y en un tono de broma.

―El gran problema de este pueblo es que casi todos los terrenos, parcelas y casas son propiedad del Alcalde. Estamos fritos en ese sentido. Si la señorita tuviera que comprar un lugar, tendría que ser a unos cuantos kilómetros, fuera de este lugar… y no podríamos enterarnos enseguida de las noticias, se cortaría el flujo constante de información. Sería sospechoso que yo me movilizara a cada rato fuera de la comisaría a las afueras de aquí, y más aún si se descubre que es para ver a la ricachona nueva.

―Y agrego que hay tipos que se turnan en la taberna para espiarme― Agregó Shalonda― Es obvio que no pasé por desapercibido. Y en el registro aparece que yo vine por negocios. Por lo que debo suponer que el Alcalde debe estar enterado.

Matt asintió.

―Cabe destacar que al sheriff también lo vigilan― Shalonda se miró las uñas.

-Entonces la propiedad la comprara alguien de fuera, osea yo-

Comenzo a caminar en circulos.

-La granja de esta familia que fue asesinada... si la compra un empresario de otro estado y le da a entender al alcalde que no va a administrarla personalmente, sino que pondra a sus trabajadores de confianza a cargo podria funcionar, pero eso no quitaria las sospechas sobre ti... a menos que, dijeramos que fueras mi hij... mi mujer, si, iremos los dos y le compraremos la granja... me conseguire un traje elegante y me arreglare para encajar en el papel-

A Shalonda se le iluminaron los ojos. Era una brillante idea.
No pudo evitar sonreír con eso, y que se notara. Cada fibra de su ser rebosaba de una profunda alegría, además de cierta malicia mezclada…

A Matt se le hacía que al día siguiente empezaría con una investigación paralela. Esa mueca le daba que pensar.

―Entonces haremos eso.

-Necesitare que hagas un deposito en una cuenta de banco de otra ciudad y que este a nombre del que usare de ahora en adelante para engañar al alcalde, el pago debe de ser con cheque para que reforzar la veracidad de mi disfraz y para evitar que ese hombre nos estafe quitandonos el dinero y la propiedad-

Se paro frente a la puerta del establo, viendo hacia el horizonte.

-Ire al pueblo de a lado a comprar mi ropa y un pasaje en la diligencia, llegare mañana despues del mediodia, has que uno de tus criados haga una cita con el alcalde para nosotros y prepara lo que necesites-

Se despidio con una seña con su sombrero y volvio a mentar su caballo, tomando la salida al pueblo vecino.

―Bien… Buenas noches, Sheriff― Empezó a caminar en dirección hacia la puerta. Pero antes de salir, se giró un poco― Y muchas gracias por lo de hoy. No sé cómo agradecerle… ― Le dijo con toda la sinceridad del mundo en sus palabras. Estuvo a un segundo de quebrar su voz, pero antes de que eso sucediera, se retiró de inmediato…

Durante todas esas horas estuvo preparando lo necesario, cumpliendo a pie de la letra las instrucciones.

También buscó el mejor vestido que tenía y se lo puso. Uno fino, pero no tan sobrecargado, que daba la apariencia de una señora elegante y recatada, pero a la vez jovial.

Spoiler:

No faltó el elaborado peinado y el toque delicado del maquillaje.

Cuando creyó haber terminado todas sus actividades, se fijó en su mano. No había alianza alguna en ella. Si el Alcalde era buen observador, eso sería un problema. Suspiró con pesadez. Así que tuvo que sacar del baúl una pequeña caja cerrada con llave. Una vez que abrió la cajita, vio los anillos de bodas que pertenecieron a sus padres. Uno de apariencia más masculina y el otro con una pequeña piedra de inmensurable valor, la cual había portado su madre y se la había heredado a ella antes de morir. La de su padre la pudo recuperar de suerte, pues había sido robada por esos bandidos… y cuando los encontró con el mismo puesto, le cortó el dedo con una navaja.
Recordó las palabras de su padre: “Dáselas solo al hombre de tu vida”. Le reventaba tener que usarlas para la causa… pero esto lo hacía por su padre. No debía olvidar eso. Así que todo sacrificio era válido si era en su nombre.

Cabalgo toda la noche hasta llegar al pueblo continuo, al llegar por la mañana desayuno en una posada y compro un traje en la tienda de importaciones, se arreglo con el barbero y aparto un lugar en la diligencia del mediodia, todo como habia dicho.

Antes de partir consiguio una chequera y un reloj de bolsillo en la casa de empeño, mando pulir su tercer pistola, la que nunca usaba y compro una pistolera nueva para que fuera mas creible que era mas un adorno que una necesidad.

El resto de sus cosas las guardo en una maleta de viaje, su rifle tubo que ser transportado en partes, su cota de malla y sus otras dos armas iban guardadas tambien, por lo que la maleta pesaba mas de lo usual.

De vuelta en Celloville parecia una persona completamente diferente, la barba cuidada y el bigte rasurado, un buen corte de pelo y un elegante peinado hacian imposible que lo relacionaran con el hombre que era el dia anterior.

Ella esperaba que la fuera a buscar. Era lo que cualquier esposo normal haría, alcanzar a su mujer e ir por ella.
Si tenía que darle la alianza, debería hacerlo fuera de la vista ajena. No quería habladurías de ningún tipo dando vueltas por todo el roñoso pueblo. Antes que nada, se puso el anillo de su madre, y se lo quedó viendo.

―”Yo no tendría que estar usando esto”― Su conciencia la mortificaba. Mira que romper promesas de esa manera.

Mandó a uno de sus criados afuera para que fuera a ver si había llegado.

-No la fastidies- Se dijo a si mismo luego de bajar del carro. -Bueno, soy un forastero y nunca he estado aqui, que es lo primero que haria... ir a registrarme... no, tengo que ir a buscarla-

Tomo su pesada maleta y fue hacia la posada, logro reconocer a uno de sus sirvientes, que ya lo esperaba.

Subio las escaleras hasta llegar al ultimo piso, donde estaba su habitacion y en frente la de ella, las unicas habitaciones ocupadas en ese piso.

Se paro frente a la pierta y toco tres veces, no habia nadie viendo y no tenia que empezar a actuar aun, pero mas le valia empezar cuanto antes.

Antes de abrir la puerta, miró por la mirilla de la misma. Luego dejó que pasara, y cuando se metió, cerró tras de ella.
Casi se le rió en la cara al verlo. No faltaba decir que era un cambio drástico, pero había como cierta ironía en ello, una burla descarada; era así como lo procesaba su mente.

―Bien, ha llegado el día “Cariño”. Pero hay algo que nunca me diste antes de casarnos, así que lo haré yo. Dame tu mano.

-Pues siendo justos tu ni siquiera me has dicho tu nombre real, asi que sea lo que sea estamos a mano-

Dejo la maleta en el suelo y extendio el brazo en direccion hacia ella.

-Espero que tengas todo listo-

―Jenny Sullivan― Fue todo lo que dijo y sonrió. Eran tan buena mintiendo que no se le notaba nada, siquiera en el tono de voz y tampoco en las expresiones normales de su rostro.

Como si de un acto de magia se tratara, hizo aparecer el anillo de su padre entre sus manos, una alianza gruesa de oro bellamente adornado con unos rulos que se enlazaban entre sí tallados en la superficie. Y dentro las iniciales de su madre. Se lo puso en el dedo anular.

―No lo pierdas ni te lo quedes… porque me veré obligada a matarte― Y sonrió con dulzura. No podía dejar de ver ese anillo.

-Solo acepto efectivo... ademas no creo que valga los noventamil que aun falta cobrar, asi que no te preocupes-

Bajo todos los dedos salvo el anular para apreciarlo bien, usar anillos no era lo suyo, le estorbaban cuando debia disparar y esa era una actividad demasiado frecuente.

-Ya estamos listos?, tienes todo preparado para ir a ver a ese hombre?-

―Pues vale más que tu vida y la mía juntas…― Murmuró entre dientes, exasperada por ese comentario― Tengo todo preparado. No hace falta nada más.

Lo que le preocupaba era la reacción que iba a tener al ver a ese hombre por primera vez en su vida. Era extraño no haber visto a alguien jamás y sentir esa nebulosa negra en su interior… pero lo que sabía de él era más que suficiente. Y eso la inquietaba.

Extendió el brazo para que lo entrelazara con el suyo.

Silas era comunmente un hombre muy calculador, era astuto pero la actuacion no era lo suyo, pensaba en todo lo que podia salir mal.

-No sera facil engañarlo, por lo que sabemos ese hombre es la persona mas astuta y curtida de este lado del pais, tendremos que ser muy cuidadosos con los detalles y hacer lo mas creible posible nuestra historia... preguntara si tenemos hijos pero es evidente por tu fisico que no has estado embarazada, diremos que eres esteril... pero yo te llevo mucha edad de diferencia, asi que seras mi segunda esposa, nos casamos hace poco despues de que pasaranaños desde que enviude, eso explicara por que no se me nota el bronceado del anillo... los detalles tendran que surgir en el el momento sobre la marcha, mi nombre es Earl Sullivan, somos de Texas, somos ganaderos y venimos a comprar un rancho donde dejar nuestras vacas cuando las llevemos de texas a california, eso es todo... si tan solo pudiera calmarme y no pensar en ello.

―Solo debes respirar hondo y dejarte llevar por lo que yo te haga― Contestó en respuesta a todo eso. Había imaginado una historia parecida, pero esta estaba bien… era como seguir un guion, cosa tan burdamente fácil para ella y natural como caminar erguido― Y visualizar todo lo que supuestamente debas sentir en ese momento. Encajar en la situación, digamos.

-Para ti puede parecer facil, pero es complicado para mi, no puedo recordar como se supone que debo de sentirme, han pasado demasiados años desde que senti algo como eso-

No eran cosas con las que se sentia comodo hablando, ningun hombre admite cuando no sabe como amar a una mujer, pero el caso de Silas era peor.

-No estoy seguro de que pueda hacerlo, se dara cuenta de que no te veo como a mi mujer-

―Bien… Tenemos casi una hora o un poco más. No me quedará otra que darte las lecciones básicas. Así que solo debes dejarte llevar por la emoción del momento, y corresponder a la misma. Y nos iremos con eso, fin. Eso será suficiente. Verás que la adrenalina te hará actuar.

Parecía que se iba a poner a hablar por los codos como una maestra de teatro, pero no, hizo todo lo contrario. Con hablar muchas veces no se llegaba a ningún lado, y era una tremenda pérdida de tiempo si se quería llegar a la parte práctica.
Así que, como la zorra atrevida que era, se le lanzó encima con todas sus fuerzas hasta hacerlo caer en la cama de la habitación, y ella encima de él. Y sin despegarse, le dio el beso francés más provocativo de la existencia, obligándolo a abrir la boca, mientras lo acariciaba encima de la ropa.

Ella sabía que todos los hombres eran iguales (o muy parecidos) en el sentido que tenían las necesidades básicas tan marcadas que le resultaba obvio. Y sacar eso de adentro podría ser una aproximación de a lo que tendría que demostrarle, porque sabía que después de eso, no la iba a mirar con los mismo ojos por las próximas horas.

Si ella le daba un beso, era obvio que correspondería.
Si le daba un abrazo, tenía que rodearla cariñosamente con los brazos.
Si lo miraba, él también.
Lo mismo con las sonrisas, las caricias y otros estímulos.