۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

Suspiro aliviado al verla.

-Demonios!, nunca pense que algo asi fuera posible-

Se hecho para atras, recargandose en el respaldo de la gran silla en la que estaba sentado.

Llebava puesta la ropa que habia usado en ese momento, pero seguia siendo archimonde, el sarcofago estaba ahi pero la espada ya no, pues habia sido influenciada por malebolge al ser creada, y ahora no existia mas.

-Parece que tus amigos lo lograron... por la forma en la que se ve esto parece que la diferencia es como de treinta años mas o menos-

—Sí…— Aun no caía en la cuenta. Se llevó una mano a la frente, tratando de asimilar todo— Entonces si todo volvió a ser como en un principio, con algunas excepciones— Por alguna razón aun sentía que había un peligro latente, y lo primero que se le vino a la cabeza, fue la imagen de la cara de Mordred— Entonces ese mocoso está vivo otra vez— Murmuró ante eso. Se refería al rey de Amatista como un mocoso a pesar de que fuera un hombre adulto, aunque joven al fin y al cabo— Creo que tendré que averiguar un par de cosas.

-Lo consideras una amenaza?- pregunto.

No sabia demasiado de él mas por lo que Gisella le habia contado, pero ahora sin Malebolge Mordred no era mas que un simple monarca, fragil y vulnerable como cualquier otro, si lo que queria era deshacerse de él seria facil.

-Ahora mismo no creo que sea un problema... si quieres tenerlo vigilado por mi no hay problema, matarlo si que lo sería... el reino entero se pondria en panico-

Se puso de pie y fue a buscar lo mas elegante que tenia para ponerse, no pretendia quedarse de nuevo en esa cabaña.

-Si aun quieres recuperar el trono de amatista estoy dispuesto a ayudarte... este nuevo comienzo se ve prometedor, y tengo todo el tiempo del mundo.

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(Te parece si damos el salto ya?, al tiempo en donde empezo el rol por primera vez)

Se pasó una mano por el cabello mientras oía todo lo que le decía.

—Está bien. Pero hay que tener paciencia, ahora el monarca es el padre de Mordred. Un paso en falso y todo se irá al diablo en menos de lo que canta un gallo. Mientras tanto hay que mantenerse en las sombras, relativamente, y esperar.

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Vale.

Primero de abril de 1770

Un gran barco se acercaba por la costa norte de Yellow, un bergantin de cincuenta metros de largo con banderas del Este "el corredor del hielo" decia a los costados. En la proa llevaba un enorme rompehielo en forma de mandibula, que le daba al barco la infame apariencia de un tiburon duende.

A tempranas horas de la madrugada el barco toco puerto en Yellow del norte, el barco regresaba de una expedicion en el frio mar del artico, los suministros se habian agotado y la expedicion se vio suspendida hasta reabastecer la nave, o al menos esa era la version oficial, Andreas tenia asuntos mas personales en el palacio de Yellow del norte, asuntos con un viejo amigo, el principe Raziel.

Del barco bajo una yegua, una arabe color azabache purasangre, la yegua era un regalo de parte de el príncipe para su hermana, la princesa Amaya.

Andreas y Raziel se habían conocido hace algunos años cuando por coincidencia Andreas hacia un trabajo similar, traer a Fir desde un criadero del otro lado del atlántico cuando este se le fue regalado a la princesa, desde entonces Andreas es la persona a la que se recurre cuando de encontrar cosas especiales por el mundo se trata.

De camino al palacio Andreas y sus acompañantes fueron alcanzados por un carro con banderas españolas, en ese momento no lo sabian, pero el que iba en el carro era el nuevo pretendiente de la princesa Amaya, el escudo de armas indicaba que era alguien de la nobleza española, un miembro de la familia Ballesteros.

Siéntate así, siéntate asá. Esa postura no es apropiada. Recuerda los pasos de baile. No puedes apoyar los codos encima de la mesa. Tienes que cabalgar de costado. Aquel vestido no corresponde para la cena.

Todas esas cosas y mil y un más tenía que recordar Amaya y soportar día a día. No había momento en que la dejaran respirar, ser un poco más libre y que sus tutores o sirvientas la siguieran a todas partes donde fuera. El único momento en el que podía estar sola, era cuando se iba a dormir. Aunque había muchas veces que la compañía de su hermano mayor era un alivio… cuando este no tenía que hacer cosas de “futuro rey”.

Se preguntaba si tenía que vivir así para siempre, siendo una princesa sofocada. Había veces que cuando le hablaban, su mente volaba por los confines más absurdos de su desbordante imaginación, fantaseando mil y un cosas, incluso las más simples, como lo era dar un paseo por los propios jardines del palacio sin tener que ser escoltada por guardias.

Y ahora estaba muy triste por el tema de los pretendientes. No quería casarse. Aun se sentía una niña, una jovencita que quería seguir viviendo la hermosura de la juventud.
Por lo tanto, a causa de la furia que le causaba tener que funcionar como un objeto se canje, estaba de un terrible mal humor, más caprichosa que de costumbre y con una actitud implacable e insufrible.

El único consuelo que tenía, era que sus primas estaban presentes.

Una rutina de ella era algo así...

—Aburrido— Se quejó mientras terminaban de peinarla, con esos peinados altos y llenos de accesorios, como plumas, perlas y moños. Sopló un cabello rebelde que le caía de las torzadas que le habían hecho.

— ¡Horrible! ¡Horrible!— Exclamaba su tutora— ¡POR DIOS! ¿QUÉ ES ESE LENGUAJE? No, no, no. Repita conmigo: Soy una señorita.

—Soy una señorita…

— ¿Y qué debo hacer?

—Sonreír, ser graciosa y amable. O sea, un asco.

— ¡No, no, no!— Volvió a gritar la tutora, espantada— Empecemos otra vez.

Amaya rodó los ojos y bufó. Lo colocaron la tiara. Ella solo era capaz de verse al espejo con sumo hastío.

Al llegar a las proximidades del palacio, Andreas no pudo resistir la curiosidad de asomarse a ver quien era el noble que lo acompañaba, sin embargo el carruaje iba bien cerrado y no se podía distinguir a nadie de adentro.

Por dentro agradecía haber llegado a tiempo para entregar el caballo, era común tener retardos cuando se hacían viajes tan largos, pero esta ocasiona seria perfectamente puntual, solo esperaba que Raziel no estuviera fuera, pues tendría que mantener el caballo oculto para que no dejara de ser una sorpresa, no quería tener que gastar su propio dinero en un establo de cuarta.

Al llegar el carruaje y la escolta del noble se quedaron en la entrada, para su sorpresa el noble no era mas que un muchacho de unos 14 años, rubio y flaco y con el semblante mas prepotente que había visto jamas. cuando bajo del carro las bromas y las risas empezaron a sonar entre los guardias del palacio. "cuanto crees que dure este?" pregunto uno, "un par de días" le respondió el otro.

Andreas y su compañía se quedaron un poco mas atrás, donde esperarían al príncipe para hacer la entrega en persona.

Como era de madrugada, Amaya aprovechó a que todos parecían estar durmiendo para salir de la cama y hacer de las suyas. Conocía cada rincón del palacio como a la palma de su mano, y sabría a qué lugares ir para lograr escaparse e introducirse a los jardines reales… en camisón. Pensándolo bien, usaría los pasillos secretos del palacio, vías de escape y bastante oscuras.
Encendió una vela y activó una especie de palanca mínima y pequeña, oculta. La pared se abrió un poco, se introdujo dentro de los pasadizos y “cerró” la pared, emprendiendo así su camino y aventura hasta llegar hacia afuera del palacio, encaminándose a los jardines y comenzar a deambular, claro, siendo cuidadosa en el proceso para que nadie la viera. Decidió que iría hasta los establos para desahogarse con Fir. Si tenía tiempo, lo sacaría para cabalgar.

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Raziel siempre tenía la costumbre de quedarse hasta la madrugada haciendo cosas y pensando. Deberes del reino, ayudando a su padre, el rey.
La sorpresita que le tenía a su pequeña hermanita adorada del alma, sería algo que le cambiaría un poco la conducta que estaba teniendo en el último tiempo. Sabía que ella no podía disimularlo… aun la veía como una niña, a pesar de que tenía la edad para ser considerada una mujer. No era como él, que podía soportar mejor el tema de los compromisos.

Una vez se enteró de la llegada de Andreas, fue a recibirlo, hablando en un pefecto modulado francés.

-Me alegra ver que aun sabes como recibir a la gente!- Dijo al verlo. -Estaba empezando a creer que lo de ser el futuro Rey ya se te había subido a la cabeza-

Saludo al príncipe como a un hermano, pues el era probablemente el único noble en todo el mundo al que no despreciaba.

La yegua estaba parada detrás de ellos, llevaba encima una manta que le cubría todo el lomo y colgaba hasta la mitad de las patas, había tenido sumo cuidado con ella desde que la recogió en el mediterráneo, mas de lo que habría cuidado a su caballo Nuctemeron.

-Y aquí esta... tal y como te lo prometí- Dijo para que la viera. -Ahora puedes empezar a criar árabes purasangre, entre esta y el que te traje aquella vez no habrá mejor linaje de caballos en todo el mundo-

La mañana era fría, la primavera acababa de empezar pero aun se sentía un poco el frió del pasado invierno, aunque después de haber pasado una temporada en el ártico para Andreas ese frió no era nada.

— ¡Ja! Falta mucho para que me convierta en rey. Prefiero seguir viviendo estos tiempos con tranquilidad y tomármelos con la misma actitud.

Se fijó en la yegua. Se acercó a ella como si nada y comenzó a acariciarle la crin.

—Es hermosa. Amaya estará muy feliz en cuanto la vea; es una loca fanática de los caballos. Aunque espero que el hecho de que Fir tenga pareja no se lo tome como una indirecta— Bromeó un poco — No sé como agradecértelo— Respondió con una gran sonrisa— Ven, ven adentro, es una total descortesía que hablemos aquí afuera y te haga pasar este frío. Una buena copa de vino es lo que se necesita en esta época.

Hizo una seña con la mano a uno de sus vasallos para que se llevara a la yegua.

Le preocupaba un poco el pretendiente que había llegado. Lo había visto pasar desde lo alto de una ventana antes de ir a recibir a su amigo.

-Me parece perfecto... solo dejame llevar a la yegua al establo, no creerias lo testaruda que es con los desconocidos, se necesitarian diez hombres grandes para hacerla dar un paso... y mo es broma-

La yegua era aun mas terca que Fir, y mucho mas agresiva con los desconocidos, Andreas pasaba el tiempo en el barco cuidandola, por lo que ya le tenia confianza y no se pondria como loca si él la llevaba al establo.

Dejo que se llevaran sus cosas y se fue solo tirando de las riendas a aquella yegua en direccion al establo, pensø en dejarla junto al que seria su semental para que se fueran conociendo, no tenia idea de que en ese establo se encontraria con la princesa misma.

Amaya estaba apoyada contra la puerta del establo del box en el que estaba Fir, la cual no permitía que el caballo se escapara. La luz de la luna invadía los primeros metros del establo, incluida la entrada, haciendo que iluminara la mitad para arriba del cuerpo menudo de la princesa, resaltando su piel de porcelana, el río de cabello negro que le caía por la espalda y sus ojos que eran como dos gemas brillantes en su estado más puro.

Solo era capaz de abrazar la cabeza de Fir, con una expresión de gran melancolía en su rostro. Fir correspondía ante ese gesto tan amoroso, sin ponerse a relinchar o perder el control por su misma agresividad.

—Ahora nos iremos un rato. Si tenemos suerte, podremos escaparnos por unos minutos y ver los campos de acacias. Seguro ya algunas especies deben estar floreciendo—Le hablaba tratando de recuperar un poco el buen humor, levantando el ánimo— Me gustaría ser como tú a veces: cuidado, pero a la vez libre. Y tener alguien que me ame como yo te amo a ti. No como esos pretendientes del asco que vienen a presumir, cuando siquiera tienen hombría— Puso cara de repudio total— Pero bueno... este idiota que vendrá, saldrá corriendo. Como todos— Sonrió altanera y maliciosa.

Empezó a buscar la silla de Fir con la mirada.

Abrio la puerta del establo con toda confianza y se merio de espaldas, tirando de las riendas a la uegua para que entrara.

Cuando se dio la vuelta la vio ahi, con ese camison blanco casi traslucido, sabia quien era, a pesar de haberla visto solo una vez esos ojos eran inconfundibles.

No pudo evitar verla por un segundo, hacia frio y eso se notaba en su busto a travez de su ropa, era ya una mujer despues de todo y ahora esa nueva imagen sustituia el recuerdo de la niña adorable que conocia por la de una joven mujer .

-Lo siento!- Dijo andreas para dar un rapido giro y quedar de espaldas. -No era mi intencion-

La yegua se asusto un poco por el brusco movimiento, pero no llego a sobresaltarse del todo. Solamente solto un gran relinchido.

Amaya se asustó tanto, que del respingo se fue hacia atrás y se metió dentro de un box vacío, cayéndose al suelo y con el camisón encima de las rodillas. Se había golpeado la cabeza un poco contra la pared, pero no perdió el conocimiento, solo se sobó la nuca con la mano, manteniendo los ojos entrecerrados con una expresión de dolor.

— ¡¿Se puede saber que haces tú aquí?! ¡Todos están durmiendo! — No sabía qué hacer para disimular la vergüenza que tenía… y para que no fuera corriendo a ir a contarle a su padre que estaba dando vueltas por todos lados, SOLA.

Fir comenzó a inquietarse.

-De verdad lo siento!- Se disculpo de nuevo. -Es que acabo de llegar y tenia que dejar tu caballo en el establo y... mierda, no debi haber dicho que era tuyo... escucha, voy a dejar mi abrigo aqui para que te cubras y voy a salir, ¿si?, no le digamos esto a nadie... de nuevo no fue mi intencion-

Metio a la yegua en uno de los lugares vacios y se quito el abrigo, luego salio del establo.

-Ahora si creo que tengo frio-

De repente, su expresión malhumorada cambió por completo y se paró de un salto para ver a la yegua.

— ¿Para mí? ¿De verdad? ¿Uno nuevo? ¡Es precioso! Es tan bonito… — Comentó toda ilusionada y se acercó a ver, sin ponerse el abrigo ni nada— ¿Es hembra o macho?— Preguntó desde adentro.

Su tono de voz odioso había cambiado por uno dulce y alegre.

-Era una sorpresa, no le digas a tu hermano que te lo dije-

Se frotaba los brazos para conservar el calor, esto se habia complicado aun mas... y todo por querer ser acomedido y llevar esa yegua al establo.

-Y es una hembra... comparte el linaje con tu otro caballo... no se si te acuerdes de mi, soy Andreas... yo traje tu caballo hace unos años, soy un viejo amigo de tu hermano raziel-

Esperaba que despues de esto pudieran hacer como que no paso nada, tendria que quedarse unos dias hasta que reabastecieran al corredor del hielo, no queria que su estadia fuera demasiado incomoda por culpa de esto.

— ¿Una sorpresa de mi hermano? Qué dulce.
>>Una yegua… De seguro debes ser tan dulce como una mora. ¡Oh, ya sé! Serás mi Morita— Le habló a la yegua, toda contenta— ¿Andreas? Oh, claro que si— En realidad no recordaba nada. Raziel siempre estaba rodeado de gente, aunque no recordaba a ningún Andreas. Y menos si era amigo de su hermano. Generalmente era algo reservado con sus amigos.

Agarró el abrigo y se lo extendió.

—Yo no lo necesito— Volvió un poco a esa personalidad orgullosa— Te estás helando…— Terminó siendo un poco más dócil.

Ella era descarada a veces. Más bien no tomaba consciencia del trato que debía tener con los hombres. Tampoco le importaba demasiado.

-No esta bien que andes por ahí solo en camisón, ahora mismo hay mucha gente despierta dando vueltas en el palacio... lo mejor es que tomes el abrigo y vuelvas a tu habitación... un poco de frió no me va a matar-

Le regreso el abrigo.

-Dámelo mas tarde... y por favor mantengamos esto en secreto, no quisiera que se hiciera un escándalo de esto-

Andreas estaba frito si su hermana se llegaba a enterar de que no estaba en el ártico, llevaba años viajando por el mundo a expensas de la corona haciendo negocios y acumulando una fortuna, ademas de cumplir con las expediciones y hacer trabajos para la propia corona, estaba viviendo su sueño y no pretendía terminar con eso ahora.

—Pues a mí eso no me interesa. Aparte, si descubrieran su abrigo en mi habitación, ¿No creería que se armaría un revuelo digno de ver? Más que el hecho de que yo estuviera sola dando vueltas mientras todos me creen dormida.
>>”Oh princesa, eso es inapropiado” “Eso es de mala educación” “Esa conducta es indigna” y bla, bla, bla— Imitaba el tono de sus tutores y hacía morisquetas en el proceso— Y no se armará un escándalo. Ni que le fuera a dar un beso… a menos que quiera uno, Andreas.

Y rió pícara con eso. Por lanzarse de esa manera y llamarlo por su nombre como si nada.

-Así estoy bien, gracias-

Al final tomo el abrigo de nuevo y se lo puso.

-Pero hay un chiquillo de España ahí dentro del palacio que seguro lo aceptara sin peros, princesa-

Recordó que tenia que volver con Raziel, mas valía irse antes de que mandara llamarlo.

-Bueno, si no me necesita para nada mas, nos vemos luego, su majestad-

Ella se quedó sin palabras. Era la primera persona que la rechazaba, a ella y sus ofertas picaronas. Eso solo causó que su curiosidad por él aumentara… y que a la vez le volviera el malhumor, pero con mucha mayor intensidad.
Decidió quedarse unos minutos más. Ahora ni ganas tenía de cabalgar ya.

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Raziel estaba en una sala privada, donde se reunía la familia a esparcirse. Había una chimenea encendida y él estaba mirando el fuego frente a ella, parado. El mayordomo y la botella de vino junto con las copas esperaban.

-"en que momento te volviste una toda una mujercita, Amaya"- Pensó para luego volver a tener en la mente la imagen de esos pechos duros por el frió que se apreciaban por debajo de su camisón.

dejo el establo y se introdujo al interior del palacio, donde se reunió con Raziel.

-Perdón por hacerte esperar, esa hembra me entretuvo mas de la cuenta-

Tomo asiento y espero que le sirviera esa copa de vino.

-Escuche que por fin te comprometiste- Dijo para sacar tema de conversación.

—No hay problema.

El mayordomo comenzó a servir el vino.

—Sí… ¿Y escuchaste con quién me comprometieron, verdad?— Mostró una mueca algo nerviosa. Lucifenia no era especialmente su tipo, y solo la quería como una prima. No negaba que era sumamente hermosa y que su cabellera de fuego era sensual, pero su personalidad era bastante temeraria y eso le preocupaba.

-Si te puedo ser sincero no imagino casarme con alguien que sea casi idéntica a mi hermana... no se, suena bastante incomodo para mi.-

Dio un sorbo a la copa, luego pensó bien lo que acababa de decir.

-Claro que si ella te gusta no hay ningún problema, después de todo ella debe de ser hermosa y tal... mi cuñado cuando la conoció no pudo dejar de hablar de su cabellera rojiza durante una semana... aunque el es algo especial-