۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

—… Y siempre te observo, en todo momento, aun cuando no te das cuenta. Pero ya debes imaginártelo.

Entonces, eso de esbelta le resonó en la cabeza.

— ¿Entonces estoy gorda? — Era lo peor que le podían decir a una mujer… LO PEOR. Ahora el ideal de belleza en Amaya no era estar más rellena como hacía unos años atrás, sino verse lo más natural posible. Por eso ya no lamentaba tener pechos pequeños o ser de contextura chica.

-Tienes las caderas mas anchas por tu embarazo, ademas de que eres un poco mas alta y estas mas desarrollada que en aquel entonces.-

>> Ya no tienes complexión de niña, eres toda una mujer, aun de facciones delicadas pero una mujer al fin y al cabo... y no estas gorda, estas embarazada... no quiero que empieces ahora con complejos de figura cuando tu vientre empiece a crecer, ni que tampoco dejes de comer y acabes desmayandote a cada rato como aquella vez.-

—Olvídalo, con lo que me gusta comer… Siento que en ciertos momentos podría tragar cualquier cosa. Incluso una roca con sal. — Comentó con una mueca hermosa en su cara redonda. — Esos complejos quedaron atrás, en las cenizas del tiempo, querido. Y tampoco soy tan imprudente… bueno, un poquito. Y me encanta como me hace la figura mi panza, es hermoso.

-Y a mi también me encanta ver tu panza creciendo... no hace falta recordarte cuanto verdad?-

Se metió bajo la sabana y empezó a acariciarle la barriga, levantandole el camizon y apoyando la mejilla contra su ombligo.

-Espero que cuando regrese esta pequeña ya este mas grande-

—Lo estará. Y será preciosa también…
>>A veces me pongo a pensar cómo serán las niñas cuando sean más grandes, cuando tengan la misma edad en la que yo me casé. Me llena de intriga, preocupación y curiosidad a la vez. En qué pensarán, que les gustará y que no; sus aficiones, sus favoritismos. Todo.

-No puedo asegurarlo, pero podría apostar a que Eli sera una talentosa pianista, Isabel puede que termine volviéndose una gran pintora, sea lo que sea vamos a apoyarlas... siempre y cuando no sea enamorarse del escultor del palacio.-

Largó una carcajada que resonó por todo el lugar.

— ¿Y si se enamoran de sus primos…? O de algún burgués.

Eso último la volvería loca. Aunque si tenían que desposarlas, ya que no había aristocracia, tendría que ser alguien que pudiera darle la mejor vida posible a sus niñas. No solo en el sentido económico, necesariamente.

-Amaya, no me tortures así, sabes que no me gusta siquiera pensar en dar la mano de mis hijas en matrimonio, son muy pequeñas aun, déjame al menos disfrutar sus años de infancia antes de pensar en buscarles marido. -

—De que disfrutarás su infancia, lo harás… pero cuando te quieras acordar, llegará ese momento. — Sonrió — Pero los tiempos cambian. Pueden que tarden más en casarse. Y puede que no lo hagan nunca. — Lo decía por Elizabeth.

-Sabes, prefiero dejar esta conversación para cuando Eli este en edad de casarse.-

>> Cuando ellas estén en edad de tomar sus propias decisiones y quieran buscar una pareja y tener sus propios hijos no voy a poder impedírselo, que tengan la libertad que ninguna mujer de tu familia tuvo, de escoger con quien casarse sin estar obligada.-

—Lo siento, no quise molestarte… Es que suelo divagar mucho porque de verdad me preocupa el futuro de mis niñas. No hace falta decirte que son los amores de mi vida y que sería nadie sin ellas, o por lo menos eso es lo que siento hoy día.
>>Cualquier tontería y cosa seria me da motivos para pensar en ellas. No puedo sacármelas de la cabeza.
>>Te prometo que así será. Que tendrán esa libertad.

Guardo silencio después de eso, solo se quedaba inmóvil aun con la mejilla recargada sobre su vientre, tratando de sentir a su hija en el vientre de Amaya.

-Este silencio seria perfecto de no ser por los gemidos de esos dos... de verdad no puedo ir a decirles algo? y si solo golpeo la pared?-

—No seas pesado. Ni que alguien nos dijera algo a nosotros cuando hacemos nuestras cosillas. Además, que lo disfruten mientras puedan. Son recién casados y tienen que darse ese lujo, un lujo que puedes darte solo en el primer día, porque sabes que es el que marcará por el resto de tu vida.

Los movimientos de la niña solo eran sutiles, por el momento.

-Supongo que es verdad...- Volvió a acomodarse en su lugar y se puso la almohada sobre la cabeza para tratar de apartar un poco el ruido. -Es inútil, creo que no voy a poder dormir hasta que esos dos paren... o hasta que vaya a dormir a otro lado.- Salio de la cama y fue hacia el balcón, cerrando la puerta que la separaba y luego volviéndola a abrir.

Entro de vuelta a la habitación y tomo todas las mantas del ropero, todas las almohadas y un candelero, y las acomodo afuera para formar una cama improvisada.

-Vas a venir?- Le pregunto a Amaya cuando tenia todo listo.

Amaya sonrió y lo siguió. Parecía que dormir viendo las estrellas era la mejor opción. Aunque no aseguraba dejarlo descansar con semejante belleza en el cielo. No tenía mucho para decir, pero cada vez que le sacaban un tema de conversación, parecía que le daban cuerda para hablar.

—Vaya…Está un poco fresco ¿No lo crees?

Igual se seguía escuchando un poco, pero las puertas amortiguaban el sonido.

En vez de acostarse, se quedó parada, viendo el oscuro horizonte y como el viento mecía con suavidad las plantas y las flores de los árboles de acacias. Se preguntaba si el Norte estaría igual de hermoso. Le entró cierta nostalgia.

-Siempre has sido muy friolenta, aun durante el verano duermes con la manta tapándote la cabeza...-

Fue directo al tendido y se tapo con la manta mas gruesa, dejandole espacio quera que se acomodara junto a él.

-Ven antes de que te resfríes.-

— ¿Tan frágil parezco en verdad? — Se acostó a su lado y lo abrazó como si se tratara del más grande los peluches. — Tal vez lo soy… Supongo que también es una de mis virtudes. Desde que toda esta historia comenzó. Pero esa debilidad ha sido la causante de que hiciera las cosas más alocadas e impensadas en esta vida.

Alzó el brazo en dirección al cielo y comenzó a dibujar figuras al azar en el cielo con el dedo extendido.

-Frágil o no, no puedes evitar que quiera cuidarte.-

Ye era muy tarde y tenia que levantarse temprano mañana para irse de una vez, los ojos le pesaban por el cansancio y cuando al fin pudo cerrarlos y descansar de verdad cayo dormido casi al instante.

Marcus en la otra habitación seguía haciéndolo con Lucifenia, y planeaba seguir mientras su cuerpo se lo permitiera.

—Oh, ya te dormiste — Pensó Amaya con una gran sonrisa formada en su cara. Se lo quedó viendo hasta que también le entró el sueño y sucumbió ante el mismo. La imagen mental que divisaba dentro de su cabeza era la de estar en el Norte, con su familia y todo el resto, felices, en la prosperidad. En sus oídos resonaba un canto lejano, una voz dulce, de ángel, muy parecida a la de Ladelly, que parecía ser traída por la ventolina…

Pero Lucifenia no era capaz de oír nada a su alrededor. Solo sentir un calor enorme, proveniente de su interior y del contacto de piel a piel que estaba teniendo.

Cuando apenas empezaba a conciliar el sueño, los gritos y gemidos volvieron a retumbar en sus oídos. La pareja de a lado parecía haber decidido tomar un poco de aire fresco, pero sin dejar de lado el asunto en el que estaban.

Abrió los ojos de golpe y los vio salir de la habitación y tirarse sobre uno de los sillones que había de su lado del balcón.

-Tienen que estar de broma...-

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Esa misma madrugada, Archimonde despertó de repente cuando creyó escuchar un disparo a lo lejos, abrió los ojos sin llegar a moverse para no alarmar a Morsana, solo se quedo ahí en la oscuridad con el rostro apoyado sobre su pecho, escuchando atentamente el latido de su corazón.

"Lo habré soñado?" Se pregunto a si mismo. "O lo habré confundido con otro ruido?"

Amaya ni se inmutó. Como toda buena dormilona, cuando agarraba el sueño profundo, era muy extraño que despertara por sí misma a menos que alguien se dignara en moverla o hablarle bastante fuerte cerca del oído; y ni aun así, a veces.
El ruido que estaban haciendo ellos dos solo era un cosquilleo en sus tímpanos.

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Morgana seguía tarareando, solo que en su cabeza, sin siquiera moverse. Estaba quietecita, inerte casi. Lo único que se movía era su pecho al respirar. Y mantenía los ojos entrecerrados, como si en verdad quisiera dormir o sintiera alguna especie de sueño, ese sueño endemoniado que se había burlado en su cara siglos para jamás volver.
Estaba tan concentrada en sus pensamientos, reflexionando sobre la nada misma en realidad, solo divisando tonterías en su mente, que no se dio cuenta que había despertado. Tampoco oía ningún ruido.

Estaba por caer dormido de nuevo cuando los disparos empezaron a escuchase a lo lejos, esta vez no se los había imaginado, eran completamente reales, y cada vez se escuchaban mas cerca.

Despabilo por completo, volteo a ver a Morgana a los ojos y se levanto de la camba.

-Deben ser ellos-

Busco su ropa, la cual estaba desperdigada por todo el cuarto y empezó a vestirse.

—Acabo de oírlos. — Mencionó, seria.
Agarró lo que sería su ropa y comenzó a vestirse antes de comenzar con otra aventura. Buscó su cinturón, que había quedado tirado en una esquina. Por fortuna ningún frasco se había roto ni se había perdido nada.
Cómo le gustaría en ese momento tener un arma de fuego, pero su arma se había hundido junto con el barco y Helga en el fondo del agua.

-Vamos linda, esos malparidos no nos van a esperar toda la noche.-

En vez de salir por la puerta, Archimonde tomo su espada y salio por la ventana, corriendo por los tejados a velocidades sobrehumanas mientras esquivaba los disparos.

Debían ser por lo menos cincuenta soldados los que asediaban la ciudad, todos armados con armas de fuego. La guardia de la ciudad no pudo hacerles frente, y fueron doblegados en poco tiempo, solo unos pocos sobrevivientes se refugiaban dentro de los edificios esperando que un milagro los salvase.

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Marcus trataba de mantener el ritmo a pesar de que estaba completamente exhausto, la noche había sido bastante salvaje hasta el momento y el no haber dormido bien la noche anterior complicaba aun mas las cosas.

-Luci... para... no puedo mas... déjame descansar un poco.- Dijo con dificultad, tenia la respiración acelerada y apenas podía respirar.

Se dejo caer encima de ella, con el rostro recargado en su hombro tratando de recuperar el aliento.

-Solo dame un par de minutos.-

A pesar de que estaba disfrutando de su noche de bodas de tal modo que ni en sueños podía haber salido mejor, no podía dejar de pensar en todo lo que había pasado para llegar a eso, desde el principio, cuando Amaya y él estaban enamorados y la misma Lucifenia le ayudaba a separase de su esposo para que estuviera con él.

Volteo a verla por un momento, ellas eran tan parecidas de rostro, ¿Seria acaso por eso que se había fijado en ella?, ¿acaso seguía enamorado de Amaya?, Nunca había tocado ese tema antes, no habían dicho ni una palabra al respecto... pero tal vez era mejor así, ahora estaban casados y no había vuelta atrás, el momento de acomodar sus pensamientos ya había pasado, ahora Lucifenia era su esposa, y debía serle fiel inclusive en pensamiento.

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-Parece que al fin se callaron...- Dijo Andreas, que seguía insomne.

En el silencio de la noche, en su incapacidad de conciliar el sueño trato de distraerse contando estrellas, tratando de encontrar las formas que Amaya había dibujado.

Morgana estaba dispuesta a robar un arma aunque sea. Si ellas funcionaban con pólvora u otra cosa, tampoco es que le sirviera demasiado. Pero si obtenía alguna, podría desarmarla y ver el funcionamiento de ellas en detalle; tal vez esa tecnología un poco más avanzada sirviera para modificar las que habían en el sur o fabricar nuevos fusiles en base a las que ella llevaría para acabar la guerra con Amatista.

También salió por la ventana, siguiendo al que ahora era su esposo. Buscó con la mirada a alguno que estuviera más o menos indefenso, para llevar a cabo su treta, de lo contrario, armar una situación en el que pudiera aislar a uno de esos desgraciados y así robarle todo, era lo más conveniente.

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Lucifenia tan solo atinó a sonreír y secarse un poco el sudor de la frente con el dorso de la mano. Tal vez un baño luego de que terminara toda la faena sería lo más apropiado. Aun tenía parte del vestido puesto y se sentía todo mojado y asqueroso al tacto.

—Puedo ir al cuarto de baño y seguir allí~ — Sugirió. Vio que estaba demasiado agotado y que era muy probable que se quedara dormido si lo dejaba.
En eso, miró la pared y vio el retrato de su hermana, con los ojos que parecían mirarlos. La pintura de Ladelly la mostraba sonriente… parecía una sonrisa de complicidad, pícara. Sabía que todo eso estaba en su mente.