۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

Morgana tan solo abrazó del cuello a su inmenso perro, ahora bautizado “Akaddo”, y apoyó el mentón encima de la cabeza del animal. Tan solo se dedicó a inspeccionar a las personas que los estaban siguiendo.
Akaddo se había dado cuenta de que seguir corriendo era inútil y seguramente su hermano también. Aunque la desconfianza seguía siendo latente, largaba baba y mostraba sus afilados dientes, sin dejar de emitir gruñidos en ningún momento.

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Antes de continuar hablando, tan solo se concentró en chuponearlo de tal manera en el cuello que era seguro que le dejaría unas marcas muy notorias. Era como una especie de ritual para ella, indicando con cierta malicia que ese hombre ahora era de su propiedad y que ese adonis solo podía tocarlo ella, no otra mujer, siquiera rozarlo con la punta de los dedos.
Luego subió y se fue directo a su boca, donde succionó su labio inferior y le metió la lengua hasta el fondo de su cavidad oral.

-No creo que valga la pena esperar una invitación- Dijo al ver que esas mujeres no se movían. -Este debe ser el lugar, su campamento debe estar dentro del bosque... tandremos que ir a pie desde aqui.-

Bajo del lomo del can y empezo a caminar entre la maleza, pasando por en medio de entre todas esas personas, ninguna movio ni un solo musculo, pues efectivamente lo esperaban.

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Que podía decirse ahora que no arruinara el momento. definitivamente el momento para las palabras había terminado, ahora solo estaba permitido dar rienda suelta a sus deseos carnales, pues los tenia. Aunque amara a Lucifenia con el alma no podía evitar apreciarla como la mujer joven y bella que era, y como la amante ansiosa y atrevida que podía llegar a ser, una fiera leona de roja cabellera que podía tomar lo que quisiera de él sin decirlo dos veces o si quiera sin preguntar.

—Bien, Akaddo — Le habló al perro dejando de abrazarlo y bajándose de él. El perro supo de inmediato que ese era su nuevo nombre — Suilen… — Llamó al otro. Abrió la página del libro donde estaban dibujados ellos dos. Era obvio que debían meterse allí y así lo hicieron, sin antes echar una mirada hacia ese grupo.
Ella empezó a caminar también. Ahora extrañaría a sus hijitos perrunos.

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Y así fue como Lucifenia le metió mano y terminó siendo la dominante hasta el amanecer, donde sus gritos de placer cesaron de una vez y terminó quedando profundamente dormida, exhausta por todo y también con una sonrisa agradecida dibujada en la suave expresión de su rostro.

-Ese libro tuyo parece una gran herramienta... me pregunto cuantas cosas mas tendrás metidas ahí adentro.-

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Marcus, completamente exhausto apenas podía mantenerse despierto, una bañera no era un buen lugar para dormir, así que haciendo un esfuerzo sobrehumano se puso de pie aun con Lucifenia encima, llevándola en los brazos de regreso a la cama, dejándola caer suavemente sobre el colchón, dando un ultimo vistazo a su cuerpo desnudo de pies a cabeza, para luego recostarse a su lado y dejar caer una gruesa sabana sobre los dos.

—Hasta lo impensado. — Contestó, tranquila. Aun tenía el libro en la mano, balanceándolo gracias al movimiento de su brazo que iba de atrás para adelante al caminar.

Ese libro era tan viejo como su propia existencia. Solo lo tenía porque le convenía, porque su dueño original había sido su antiguo amante, con el cual tenía cuentas pendientes.
Cuando todo ese embrollo terminara, iría en su búsqueda y le preguntaría “¿Por qué…?”, aunque ese ya era otro tema.

Estiró su brazo, sin mirarlo, y se lo ofreció para que lo viera y saciara su curiosidad.

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Amaya despertó con los primeros rayos del sol dándole en la cara. Solo esperaba que su esposo estuviera dormido para ella así mirarlo hasta que despertara y tuviera que dejarla otra vez. Pensar en eso solo le partía el alma en pedazos.
No quería ver como se iba… así que finalmente decidió mantener los ojos cerrados.

-Se nota que es bastante antiguo- Dijo al ver la encuadernación. lo estudio por unos segundos -Y que has mejorado mucho en tu forma de dibujar a través de los años... aunque mas bien parece que este libro le pertenecía a alguien mas... la caligrafía es casi la misma en todas las paginas excepto en las primeras, las letras se ven mas remarcadas... una mano pesada fue la que las escribio... muy tosca... imposible que sea la de una mujer.-

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Andreas apenas había podido dormir unas horas por todos los gritos y gemidos de la noche anterior, cuando al fin se callaron ya era de madrugada y la luz ya empezaba a verse en el cielo del oriente.

Cuando la luz le alcanzo el rostro este solo lo arrugo y se dio un vuelo, cubriéndose la cara entre la melena de su mujer, aun sin despertar.

Sonrió un poco cuando mencionó aquello último. No se sabía interpretar esa mueca.

—Al que le perteneció este libro fue alguien que tenía claro muchos saberes herméticos y sabía hacer hasta lo imposible para los simples mortales, siendo uno. Y supuestamente estaba en armonía con el universo… Obvio que yo era más ingenua en ese entonces, como una criatura que recién da sus primeros pasos y creí todo lo que contaban, rumoreaban y decían sobre su misteriosa naturaleza. Pero yo estoy convencida de que su armonía se desmoronó cuando me conoció… y algunos de sus conocimientos dejaron de ser ocultos al querer traspasármelos a mí.

>>Cuando él desapareció y posteriormente fue el ocaso de mi vida anterior, todas sus cosas quedaron en lugares estratégicos de Amatista que yo sólo sabía dónde estaban ubicados, por lo tanto, podía acceder a ellos sin inconvenientes.

>>Cuando dejé de estar tan perturbada por mi nueva condición, decidí investigar más a fondo lo que estaba sucediendo y sabía que en esos nidos de rata se encontraban muchas cosas que me podrían ayudar. Y en uno de esos escondites, estaba este libro abierto en su escritorio, un libro que yo había visto que usaba cuando se iba de viaje al bosque de los Elfos. Pero, si te das cuenta, no sólo hay cosas que él capturó y después tomó nota… Sino también lo usaba como una especie de diario, como el Codex de Leonardo Da Vinci. Al descubrir lo que podía hacer con este objeto, ante tanta utilidad, decidí quedármelo para usarlo en mis futuros viajes. Él no se hubiera enojado por eso.

>>Yo creo que lo dejó ahí por alguna extraña e incomprensible razón, pero que en definitiva era para que yo lo encontrara. Principalmente porque de la octava hasta la quinceava página hay una descripción detallada que concuerda conmigo y cuando lo fui a ver, estaba abierto en las últimas anotaciones. Estaba inconcluso.

>>Después fui yo quien se encargó de rellenarlo, sin modificar ni arrancar nada. A medida que iba pasando el tiempo, descubrí que el libro era especial: sus páginas eran interminables. Se iban incrementando a medida que me iba acercando al final, solo que no se nota cuando lo abres.
>>El dibujo fue evolucionando con el tiempo, dado el refinamiento de las técnicas artísticas; como tenía tiempo de sobra en ese entonces, fui modificando el estilo de a poco, según los avances que hacían los hombres. De esas cosas feas y torpes que ves en un principio, también por miedo a arruinar todo, hasta las ilustraciones más tridimensionales actuales.

>>Y bueno. Ahora está en tus manos.

Su tono de voz era de indiferencia total. No estaba molesta, solo recapitulaba cosas a medida que iba contando, y la mejor manera de ignorar ciertos pensamientos y sentimientos, era actuando como un témpano de hielo.
Amaba a su actual esposo, pero las cenizas de ese fuego intenso de su romance con aquel personaje persistían dando vueltas por el aire. Y eso le reventaba. Pero no quería demostrar nada, no quería que por tonterías suyas se cansara de ella, la repudiara o peor aún, la dejara. Y mucho menos pretendía lastimarlo.

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Amaya apretó fuerte los párpados para que no se le escaparan las lágrimas.
¡Al diablo! Lo miraría igual. Se dio la vuelta con lentitud al sentir que había enterrado la cara en su melena… Y se dio cuenta que parecía amarlo más todavía cuando él debía alejarse de ella por una cosa u otra.
Antes de poder seguir pensando, vio que sus hijas los estaban espiando. Sin que les dijera nada, fueron de puntitas de pies y se situaron entre ellos dos. Amaya las acomodó de tal modo que quedaran las tres bien juntitas y pudieran recibirlo con una imagen tierna.

-Ya veo... y dime, si quisieras podrías meter a una persona dentro de este libro... o a ti misma si fuera necesario?- Suponía que lo que metiera a ese libro debería irse a algún lado, que esas paginas no eran mas que una puerta para algún lugar en el espacio, solo tenia curiosidad.

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Los movimientos de sus niñas no pasaron del todo desapercibidos, y aunque Andreas no se dio cuenta si logro perturbar su sueño, aunque aun se resistía a abrir los ojos.

Estiro los brazos para buscar a su esposa, tomando sin querer a una de sus niñas pequeñas, la acerco hacia el y trato de cubrirse el rostro con ella, antes de caer en cuenta que era demasiado pequeña y liviana para ser Amaya.

-Vaya... parece que atrape una intrusa- Dijo con pereza luego de abrir los ojos.

—Si puedo meter un par de perros gigantes, plantas, objetos y demás basura, supongo que podría meter a una persona. ¿Y yo misma? No lo sé. Supongo que sí. Pero quién sabe si podría salir. No estoy segura. — Volvió a responder, esta vez siendo menos fría que al principio. Por lo menos no se percibía ese molesto desaire.

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Y allí estaban las otras dos, mirándolo también. Elizabeth estaba pegada de espaldas al pecho de su madre, mientras era abrazada por esta.

—Hola papi — Saludó Isabel con una gran sonrisa y los ojos bien abiertos.

Era extraño que se despertaran tan temprano, pues estaban acostumbradas a seguir de largo, malcriadas por su madre. Amaya solo las levantaba cuando tenía que enseñarles alguna cosa.

—Más bien, ella te atrapó a ti.

Isabel amplió aun más su sonrisa.

— ¡Sí! ¡RAWR! — Exclamó, imitando a un cachorro hambriento.

-Nunca has tenido curiosidad por saber a donde se va todo lo que metes ahí?- Pregunto asombrado. -Ese libro podria ser un mundo aparte o algo por el estilo-

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-No, yo te atrape a ti, tenia la intención de atrapar a tu madre y darle un bocado antes del desayuno pero supongo que tendré que conformarme contigo... aunque no creo que sea suficiente, tendre que seguir luego con tu hermana-

—Sí, he tenido curiosidad. Pero no quiero encontrarme con algunas de las cosas que están guardadas… y si resulta ser un mundo aparte, puede que haya más cosas y criaturas que las que guardé, sueltas por ahí, libres tal vez. No es que les tenga miedo, sí desconfianza.
>>Aun así, ese mundo no me corresponde, porque mi todo está aquí…

Lo miró directa y con una dulce sonrisita discreta que solo se notaba siendo un buen observador, dándole a entender que su todo era él en ese momento y por el resto de la eternidad.
Y era cierto. Amaya no viviría por siempre, tampoco Isabel. Tarde o temprano a ellas las perdería también. Y si todo salía bien, tendría a su esposo a su lado.

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— ¿Ah? ¿Y porque yo? Si yo soy la comida de mami, no la tuya. — Elizabeth se tapó la boca con ambas manos, riéndose.

—Tal vez tu padre quiere que las tres seamos su alimento. No si antes Isabel se lo come primero…

Isabel asintió a lo que había dicho Amaya y le mordió un cachete a su progenitor con los labios.

Amaya quería que ese momento durara para siempre. Y así sería, dentro de su mente, en su memoria.

-No creo que te refieras a este mundo... que al fin y al cabo no es el tuyo.-

Dejo de caminar y se volvio quedando frente a ella.

-A veces nuestro lugar no es un lugar en especial, a veces nuestro lugar es donde nos sentimos comodos, y a veces son personas las que nos hacen sentirnos cómodos, sin importar donde estemos... no he sabidos cual es mi lugar en mucho tiempo... ni siquiera esa vieja cabaña en donde vivia, pues sabia que no duraría para siempre y que en algun momento tendría que dejarla, y junto con ella todo lo que poseía... pero no me importa, hace mucho tiempo deje de darle importancia a las cosas materiales... he amasado y perdido incontables fortunas, he construido palacios para después verlos derrumbarse... pero ahora se que sera diferente, se que lo que construya ahora tendra cimientos que no cederan con el paso del tiempo, que duraran tanto como yo... contigo-

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-Esta bien me rindo... no me comeré a nadie-

Tomo a la pequeña en sus manos y la levanto en el aire.

-Tendré que conformarme con ese gran pastel que quedo de anoche casi sin tocar... no creo que a la tia Lucifenia le moleste-

No supo que decir. Pocas veces eran las que se quedaba corta de palabras y pocas veces eran también las que guardaba cierto optimismo por el futuro incierto.

Asintió.

—Construyámoslo juntos.

Estiró su mano para que se la tomara. Era más bien algo simbólico ese gesto, porque si la tomaba, estaba aceptando lo que ella le había sugerido.

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—No, tampoco. El pastel lo comeremos nosotras y luego te comeremos a ti~— Elizabeth estiró la mano junto con el dedo índice y le picó la punta de la nariz.

—Será el postre. — Amaya sonrió y comenzó a desperezarse.

Cogió su mano con una sonrisa dulce, aunque por dentro el temor de perderla a ella también empezaba a hacerse latente.

-Te prometo que así sera- Le respondió.

"O moriré en el intento"

Sin soltar su mano sigio avanzando hasta llegar a lo que seria la entrada de su campamento, habia docenas de ellas asentadas con tiendas repletas de armamento y demas cosas, al fondo de estas estaba una grande donde seguramente la encontraria, despues de tanto tiempo.

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-Que niñas tan glotonas... y tu se supone que diberias ayudarme, no ponerte de su lado... eso habíamos acordado antes de que eli naciera-

>> Que cruel destino me depara... estando las tres contra mi no habra nada que pueda negarles... acabar como un animal gordo, fofo y domesticado es lo que me depara el futuro?

Morgana miró por un momento la tienda del fondo.
¿Cómo la recibiría? ¿Se pondría de mal humor al verla a ella? Y ella no era muy simpática que digamos… tenía dudas, pero estas no le incomodaban, solo le daba cierta curiosidad, incrementándola.

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—Las cuatro— Corrigió Amaya — ¿Y cómo acabarás así si no te quedarán ni los huesos en cuanto te agarren estas niñas para darse un festín? A menos que tengan algún tipo de piedad y decidan dejarte tranquilo.

Elizabeth comenzó a reírse y buscó el vientre de su madre, recargándose en él.

—Lis también nos ayudará ¿Cierto, mami?

—Después de que nazca, probablemente.

-Recuerdas lo que te dije sobre ganar el favor de Iggdrasil?-

Hizo una pausa antes de entrar dentro de la tienda.

-Ella puede llegar a ser un poco desesperante... extraña, pero no te preocupes por caerle bien, o por caerle mal... creo que es imposible lograr una de esas dos cosas.-

Dicho eso caso entre las cortinas y entro al lugar.

Dentro de la tienda estaba ella, una figura alta, como de dos metros y medio, con una túnica blanca y una mascara igual a la de las demás arpías, sentada detrás de una mesa en medio de una habitación completamente simétrica, hasta el ultimo detalle.

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-Tal vez pueda hacerlas cambiar de opinión... en vista de que te has vuelto en mi contra creo que el puesto de la mujer numero uno ya no te corresponde... así que alguna de mis adoradas y leales hijas puede ocupar ese puesto y convertirse en la que mas quiero-

Morgana era tan bajita a comparación de esa mujer… Ella alcanzaba el metro setenta y cinco y medio y ya de por sí la consideraban alta desde donde venía. Aunque en Amatista casi todos eran altos y de gran o mediana contextura, las mujeres tenían como promedio el metro sesenta y cinco.

No se preocupó para nada sobre eso de ganar su favor, siquiera agradarle. Hacía demasiado tiempo que eso le importaba un rábano.

Tan solo se mantuvo en un aplastante silencio, como cada vez que analizaba una situación o no tenía nada para argumentar o siquiera quería desperdiciar una palabra.

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—No me voy a poner celosa por eso— Amaya sonrió con simpatía.

Elizabeth se lanzó encima de su padre y lo abrazó.

—Yo quiero ser la número uno.

—Yo también— Agregó Isabel.

Chocaron miradas de batalla.

Amaya solo fue capaz de reír.

La mujer a penas desvió la vista cuando entraron, permaneció completamente enfocada en lo que estaba haciendo, escribiendo sobre un largo pergamino, midiendo el tiempo y haciendo cuentas en su mente.

-Llegas tarde Edward... caso 2 minutos mas de lo pronosticado, acaso tuvieron problemas para encontrar el campamento?-

Frente a la mesa se encontraban dos cojines y sobre esta dos tazas de Té, el cual había sido servido hace dos minutos y comenzaba a enfriarse.

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-Solo una puede ser la numero uno!- Exclamo -Pero quien sera?, las dos son muy buenas opciones... pero una de ustedes debe llenar mejor el puesto que la otra. me pregunto a cual de las dos debo elegir-

—"Tal vez fue porque nos “entretuvimos” demasiado tiempo” —Pensó Morgana con una media sonrisa en el rostro. Ese “entretuvimos” era con un claro doble sentido. — “O porque me demoré con la pólvora… puede ser que fuera por culpa de Akaddo y Suilen por gruñir tanto…”— Todo eso pasaba por su cabeza. No era capaz de hacer ni decir absolutamente nada, solo distraerse con aquella pícara mente que a veces actuaba como la de un niño que solo jugaba con la imaginación.

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Isabel y Eli hicieron un puchero.

—Lo siento niñas, pueden ocupar mi puesto, pero nunca habrá otra igual o mejor que yo.  — Todo lo decía con un claro tono de broma.

Después de un breve silencio, una se animó a romperlo.

— ¡Entonces alguieque ser la número dos! ¡Y esa soy yo! — Le gritó Eli a su hermanita.

— ¡No! ¡Yo!

Y empezaron a pelear.

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Spoiler:

-Entonces supongo que no siempre puedes predecir el futuro de forma acertada- Respondió Archimonde.

-Por supuesto que lo hago... estaba dentro de las posibilidades que llegaras tarde... o temprano... de igual forma los calculos fueron precisos y aquí estas, acompañado de ella, como estaba previsto-

Archimonde solo giro los ojos.

-Entonces ya sabes por que estamos aquí, ¿No?-

La mujer hizo una breve pausa, luego continuo con lo que estaba.

-Malebolge- Respondió. -Vienes por respuestas, quieres detenerlo... la sucubo aun piensa en matarme, pues aun ignora que ni ella, ni tu... ni yo, somos necesarios ya para su plan... prescindibles... una discrepancia en los cálculos que fueron hechos hace milenios... ya no nos necesita para llevar a su reino sobre la tierra de los mortales... un nuevo oscuro fue engendrado antes de tiempo... y con este toda la fuerza que necesita para entrar en su única y horrenda forma.-

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-Ninguna de las dos ba a ganar el puesto peleando... quizás una competencia justa... aunque creo que son demasiado pequeñas para algo así-

Tomo a las dos niñas de las manos y se levanto con ellas.

-Anoche su tia Lucifenia y su nuevo tio Marcus no me dejaron dormir... por eso quiero que ustedes dos vayan a su habitación y los despierten, no los dejen dormir y obligenlos a ir a desayunar... mientras tengo que castigar la desobediencia de su madre en privado-

Ahora sí que estaba muda de verdad. Eso había sido como un baldazo de agua fría en plena cara, una total y desagradable sorpresa. Sus manos comenzaron a sudar y temblar, al igual que sus pupilas.
Y en eso se acordó de Amaya… ¡Amaya! ¡Tenía que avisarle!
Pero primero lo primero.

— ¿Quién es?— Preguntó algo neurótica. Era extraño que se pusiera así, pues no solía descontrolarse por una cosa así. Pero ya no era por ella… era por Amaya, su familia y amigos.

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Las niñas se miraron entre sí con una picardía épica. Se fueron corriendo por donde habían venido y al llegar a la habitación de al lado, comenzaron a gritar con todas sus fuerzas, entre risotadas, y golpear las puertas con los puños cerrados.

Lucifenia despertó de golpe.

— ¡SE VINO LA GRAN GUERRA!— Exclamó, toda alterada, pues había despertado del quinto sueño. Desnuda como estaba, arrancó las sábanas de la cama, tirando a Marcus en el proceso, se envolvió el cuerpo y tomó una de las espadas que adornaban la pared. — ¡AHORA VERÁN ESOS DEMONIOS DE MIERDA POR HOSTIGAR A MIS PEQUEÑAS SOBRINAS! ¡HAN DESATADO LA FURIA DE LA MISMA LUCIFENIA!

Y fue a abrir la puerta, sin darle tiempo a Marcus a vestirse siquiera.

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Amaya no podía parar de reír al oír todo lo que pasaba al lado.

—Así que vas a castigarme, eh… No te tengo miedo. Nunca lo tuve, tendrías que saberlo.

-Quien es el?- Pregunto la bruja, retorica -Tu sabes quien es... pero no lo sabes... Interesante... como estaba previsto.-

Se puso de pie y empezó a desenrollar el gran pergamino en el que escribía.

-Cada ciertos años El señor del octavo infierno engendra entre los mortales un ser con los poderes del infierno... Tu... Archimonde... ha habido muchos mas, aunque algunos perecieron antes de tiempo... Todos ellos con el proposito de que, cuando llegara el tiempo, Acomularan poder de las vidas de los hombres para luego ser consumidos por el demonio, al ser incapaz de llevar consigo energia de los pozos del infierno al cruzar entre dimensiones... pero hubo algo diferente en el ultimo... Astaroth, incapaz de morir fue llevado por la muerte misma a los calderos del infierno, llenando su cuerpo con la energía suficiente para traer de vuelta a Malebolge en su verdadera forma, por supuesto que esto no fue una coincidencia ni una equivocacion... Esta previsto que El oscuro Astaroth... o Andreas como lo conoces sea consumido Y Malebolge lleve el infierno a la tierra, dando inicio así a la ultima batalla entre el cielo y el infierno, el Armagedon- Decia todo esto mientras le mostraba el pergamino detalladamente.

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Marcus solo alcanzo a taparse sus partes con la almohada en la que estaba durmiendo.

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Andreas volvió a meterse entre las sabanas para acomodarse a lado de su esposa.

-No me digas... pues al menos deberías tenerme algo de respeto, mira que poner a mis propias hijas en mi contra!-

Se acerco para darle el beso de los buenos dias, aunque ya fuera algo retrasado,

Morgana se horrorizó tanto con esa información, de tal manera, con tanta intensidad, que una angustia y desesperación la invadió y la golpeó con una fuerza inimaginable.

— ¡AMAYA!— Exclamó de repente. No quería escuchar más nada, debía irse de allí cuanto antes. Se echó a correr hacia afuera, olvidándose por completo que si quería podía transportarse de acá para allá sin problemas. Tenía la mente nublada, solo quería salvar a la única mujer en el mundo que había tenido compasión de ella y la llamó “mejor amiga”.

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Eli e Isabel se quedaron en silencio. Luego entraron a la habitación y empezaron a saltar en la cama, para descubrir a un Marcus desnudo.

— ¡La tía quiere hacer unas esculturas del tío! —Exclamó Elizabeth, sin parar de saltar ni de reírse.

—La tía no sabe hacer nada— Le respondió Isabel, haciendo lo mismo.

— ¿Entonces porque está desnudo?

Lucifenia quedó muda.

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—Grandísimo tonto. Ven acá, pues la que te va a comer, obviamente, soy yo… — Le dio un beso apasionado de buenos días.

Iggdrasil, aun después de aquel golpe apenas la hizo moverse un poco.

-Fue algo que dije?- Pregunto la bruja, mientras enrollaba nuevamente el pergamino.

Archimonde fue detrás de ella, logrando alcanzarla y sujetandola para que dejara de correr.

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-Le estaba dando unas lecciones!- Dijo como escusa Marcus, completamente avergonzado.

Inmediatamente fue a buscar sus pantalones, los cuales estaban tirados a un lado de la bañera.

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-No si yo te como primero...-

La tomo en sus brazos y la hizo rodar por encima de él, subiéndola sobre su regazo.

-Habrá tiempo suficiente para hacer algo antes de que las niñas regresen?-

— ¡Suéltame! ¡Amaya! ¡Yo…! ¡Ella! ¡AY, JODER! — Siguió gritando con mucha angustia y desesperación, tanta que apenas podía articular una miserable palabra u oración completa que tuviera coherencia. Incluso se puso a lagrimear. No quería perderla para siempre como a su hijo, no tan temprano. ¡Ella debía morir de vieja, no por otra causa! E Isabel… ¿Qué pasaría con sus hijas si algo malo le llegaba a suceder a su madre? — ¡ISABEL! — Exclamó al acordarse de ella también.

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—Se vendrá el fin del mundo antes que la tía pueda aprender algo— Argumentó Elizabeth, imitando ciertas expresiones de su madre.

—Y también antes que el tío encuentre sus pantalones — Lucifenia se sentó en la cama e invitó a las nenas a hacer lo mismo, una en cada lado.

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—Siempre hay tiempo para todo. Te ha llegado la hora~

Empezó a ronronear , como un gatito en busca leche.