۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

Mordred sudaba a cantidades industriales, su corazón parecía que iba a estallar, al igual que los demás órganos. No quería gimotear ni nada por el estilo, su orgullo era gigantesco a pesar de todo. La sangre se le licuaba más o menos.
Con mucha dificultad, captó la atención de uno de sus sirvientes y le susurró algo al oído. El sirviente asintió y habló con otro de sus compañeros. El segundo sujeto le dio un sobre al primero y este se dirigió hacia sus majestades, entregándole el sobre al rey, el cual comenzó a leer hasta terminarlo, con una gran cara de sorpresa.

Para asombro de la reina, su esposo se levantó del trono y le hizo un ademán a Mordred para que se acercara y lo siguiera.
El rey del Oeste tuvo que pararse con ayuda de sus siervos, y así es como se retiraron ambos hombres del salón principal.

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—Escúchame— Morgana hizo un movimiento con las manos, cuando el doctor estuvo distraído, y apareció un frasquito entre sus dedos— Cuando termine el baile y sea el momento de abrir los obsequios, quiero que captes su atención y le des esto— Le mostró el frasco— Lo hice especialmente para ella. Tienes que dárselo en algún momento que esté con menos gente. Yo no podré hacerlo. Igual falta para que abra los regalos…

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Amaya no podía dejar de mirarlo a los ojos y sonreírle.

—Vamos afuera. Quiero estar contigo en privado… solos. Los dos— Quería hacer la ocurrencia que había tenido el otro día.

-Oh, que travieso... hablar con su padre a escondidas- Todo le parecia tan gracioso, realmente eso no era mas que un juego para él.

Se puso de pie y fue a dar una vuelta, dejaria que Mordred hiciera cuanto quisiera sin importarle nada, ya lo seguiria castigando luego.

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-Que es lo que contiene?- Pregunto Edward. -Por que es tan importante que se lo haga llegar?-

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-Demos una vuelta por el salon y salgamos por detras!- Cruzó su brazo con el de ella y empezaron a caminar, en direccion al patio donde no habria tanta gente.

—Tú hazlo y dile que es un regalo de la duquesa de Amatista— Apoyó la cabeza en la almohada otra vez— No tendré otra oportunidad. Es uno de los modos para que ella llegue a mí, por curiosidad.

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La noche estaba más que nublada. Los relámpagos continuaban alumbrando el cielo.

—Según mi madre, cuando yo nací el clima estaba así también. En realidad, cuando yo estaba saliendo la lluvia era impresionante. Parecía que se caía el mundo— Sonrió— Cómo le gusta contar cosas a este Raziel.

-Esta bien, lo haré- Fue lo unico que pudo contestar. Confiaba plenamemte en ella, y siempre sabia lo que hacia.

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-El te quiere mucho... menos mal que no te vio tener ese accidente, habria cancelado la fiesta solo para que te revisara un medico.-

Desvio un poco la mirada, luego volvio a verla.

-Yo lo habria hecho... o mejor aun te habria revisado yo mismo-

— ¿No quieres revisarme ahora?— Lo invitó a que tocara lo que le placiera. Por esos caminos no había nadie cerca que los pudieran mirar ni criticar. No sabía si iba a acceder, pero valía la pena correr el riesgo.

-Supongo que no estaria mal que lo hiciera... para estar seguro-

Se adentro en una arboleda que habia en el patio que tenia una serie de bancas acomodadas de forma circular en medio del denso follaje lleno de acacias.

-Dejame ver si no te lastimaste los tobillos-

Se sento en uno de las largas bamcas y le hizo espacio para que se sentara tambien.

Se sentó allí. Pero tenía claras intenciones, solo que no sabía si él se había dado cuenta de ello. Pero poniéndolo nervioso al ver sus tobillos, era un buen comienzo, porque sabía que de los tobillos podía seguir subiendo, invitándolo a ver otras partes más privadas.
Se sacó los zapatos luis XV y le mostró los tobillos como si nada, sin pudor alguno. No dijo nada, solo esperaba una respuesta. Mientras tanto le iba acariciando una pierna… todo con un lenguaje corporal.

-Tus tobillos se ven bien... pero que hay de tus rodillas y tus brazos?-

Se fue un poco mas arriba y le toco la parte trasera de las piernas, teniendo cuidado de no tocar mas que con las yemas de los dedos.

-Debes decirme si te duele-

— ¡Sí! Ahí duele. Y más arriba también— Guardó silencio por unos segundos. Era increíble que aun no se hubiera dado cuenta de sus pretensiones— Tal vez si me dieras unas caricias y besitos el dolor se iría… o calmaría un poco. O eso por lo menos decía y hacía mi madre cuando me lastimaba.

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Raziel, mientras estaba bailando, se había dado cuenta de que las mujeres lo miraban con otros ojos y lo coqueteaban. Eso lo ponía bastante nervioso, no quería que su padre se diera cuenta de eso y comerse una reprimenda.
Buscó con la mirada a Marcus, porque era evidente que Andreas se había ido del salón con su hermana. Buscaba ayuda, poseía la misma cara de socorro que Amaya. Tampoco lo encontró.

Lo único satisfactorio para Lucifenia, era que nadie se le acercaba al saber que ella estaba comprometida con el príncipe. Pero no pudo evitar oír los murmullos, en el que se decía que ella sería una futura cornuda.

Por supuesto que se habia dado cuenta de sus intencioes, solo que le seguia el juego antes de empezar a tocar algo verdaderamente sensible.

-Primero tengo que revisarte bien- Dijo mientras le acariciaba los luslos. -Tengo miedo que puedas tener una costilla rota, voy a tener que revisarte tambien-

Se le acerco y le dio lo que parecia un abrazo, con su rostro muy cerca al de ella, pero lo que realmente hacia era desabrochar su vestido y corset nuevamente. Para empezar a sacar las agujetas y dejar su torso libre.

—Pero si estás así algo distante no podrás notar si tengo una costilla rota o no— Apoyó el mentón en su hombro y se apegó más a su cuerpo. Rozó sus labios en su cuello, quería que se estremeciera ante el contacto. No le importaba si le metía mano, era lo que ella quería para llevar a cabo sus fantasías— U otro daño que pudiera llegar a tener...

Si, es cierto- respondio. -Sera mejor si lo hago asi-

Le puso las manos un poco por encima de las caderas, y fue deslizandolas lentamente hacia arriba, recorriendo todo su torso hasta acabar con ambas manos sobre sus pechos.

-Yo siento algo aqui, ¿Tu lo sientes?-

Le dio un ligero apreton, y empezo a acariciarlos con suaves movimientos circulares.

En ese momento le dio un poco de vergüenza. Nunca había estado contenta ni conforme con el cuerpo que tenía, ya sea por ser muy delgado, menudo y con poca grasa. Apenas si tenía pechos, solo lo suficiente para que se notara que fuera una mujer. Le mortificaba la idea de que no le gustara lo que viera debajo de su ropa.

No le contestó, ese punto era demasiado erógeno, por lo que comenzó a jadear con fuerza, sin poder disimularlo en lo absoluto. De alguna manera le estaba respondiendo mediante la excitación que tenía.

-Parece que estas bien... pero con esa ropa es dicifil saberlo-

Se trevio a ir un poco mas alla y bajarle el vestido para descubrir su pecho.

-Justo como pensaba... estan perfectos, rosados y respingados-

Le dio un pequeño pellizco con los dedos y volvio a ese movimiento que hacia anteriormente.

-Por fuera parece que no sufriste nada serio, pero me preocupa que hayas sufrido algun daño interno...-

Ella tan solo sonrió, sin dejar de jadear y agitarse.
Le alegraba que le dijera eso, que no viera de la misma manera su cuerpo que ella. Le tomó las manos con cierta fuerza, no para que parara, sino para que aumentara la intensidad.

— ¡Sí! ¡Sufrí muchos daños internos! ¡Demasiados!— Fue su respuesta. Al estar con el torso descubierto, se acostó en la banca para que pudiera apreciarla mejor, desde otro ángulo.

Otro relámpago en el cielo iluminó su piel.

Subio una rodilla a la banca, le quito una mano de encima y le tomo una pierna.

-Quieres que lo haga? Aqui y ahora?-

Ya habia dejado el juego del doctor para ppnerse en un plan mas serio.

-Darme tu virginidad es algo que yo no te obligaria a hacer... pero si quieres que la tome solo tie es que decirlo-

—Sería la única manera de ser completamente tuya y entregarme a ti, para que nadie más se vuelva a interponer… Pero a la vez una gran imprudencia ¿No crees?— Sonrió y se puso en postura recta— Me encantaría poder hacerlo ahora y en este momento, aquí si es necesario. Tengo ganas y quiero. Pero no quiero causarle disgustos ni problemas a nadie… hasta ahora mi conducta lo ha hecho siempre. No deseo perjudicarte, ni mucho menos— Pensaba más en el hecho de que podría arruinarle la reputación a él que a ella misma. Podría ser tachada de furcia, pero eso era lo de menos… Si su padre se enteraba, lo iba a buscar por cielo y tierra hasta dar con él, encarcelarlo y matarlo.

Una gota de lluvia cayó en la punta de su nariz.

-Es verdad... si lo hiciera aqui y ahora nos meteriamos en un buen problema-

Le acaricio el rostro.

-Pero tambien es cierto que quiero hacerte mia para siempre... pedire tu mano a tu padre el dia de mañana, pero independientemente de lo que me diga no voy a renunciar a ti... si tu quieres hacerlo y yo tambien, vere como ir a visitarte esta noche a tu habitacion-

—Hay una manera para que nadie pueda llegar a interceptarte… En el palacio hay unos pasadizos secretos, que dan con casi todas las habitaciones y están conectadas entre sí. El camino es el mismo, solo que está todo oscuro— Sonrió— Estaré esperándote siempre— Se refería a que sin importar lo que pasara, ella estaría de brazos abiertos para recibirlo.

Empezó a lloviznar.

—Es hora de volver.

-No te hare esperarme demasiado, solo dime como llegar a esos pasadizos y sabre como llegar a ti...-

Le acaricio el rostro y busco su corset para empezar a vestirla nuevamente.

-Dejame ayudarte a ponerte esa cosa otra vez-

Amaya accedió y le empezó a contar el sistema de pasadizos y como podía acceder a ellos.
Una vez que estuvo lista, volvió al salón principal como si nada. Su vestido apenas y tenía unas gotas de lluvia.

La hora de abrir los regalos ya había llegado.
Todos los obsequios se encontraban encima de una gigantesca mesa. Cada uno de los invitados quería ser más que el otro, y cada regalo tenía una tarjeta con la firma de quienes los habían regalado.

El rey del Oeste había vuelto a su puesto. Estaba más que deshecho por los dolores de trasero que tenía, sin saber el origen de su mal. Pero ya había obtenido lo que quería por parte del padre de Amaya con tan solo un par de palabras bien formuladas y promesas que no cumpliría. Se preguntaba si la ingenuidad era de familia…

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Morgana estaba en la habitación sin sentir absolutamente nada, ni un solo ápice de dolor. Pero estaba consciente de que si se forzaba al moverse, el trabajo se aceleraría y no quería adelantar ni atrasar nada. Solo miraba el techo, extrañamente impaciente por todo…
Aburrida, volvió a pararse con lentitud. Quería ir al salón a ver lo que sucedía, pues a pesar de que había dejado al <<mister>> “Satanás” encargándose de la situación, aun tenía un muy mal presentimiento.

—“¿Será en serio lo que dijo? ¿O es otro de sus disparates? Pero es más inteligente de lo que aparenta… ¿Por qué me lo revelaría a mí si es así? Como si nada, encima.”— Eran las preguntas de Morgana. Le dio un escalofrío por la espalda al pensar que estuvo a un segundo de acostarse con él si no fuera porque tenía a las hijas de Amaya en frente. Incluso lo había besado. Mierda. Ahora tenía que hablar seriamente con él, sentía que la había comprometido con algo.

Edward se encontraba junto a la mesa de obsequios esperando que Amaya apareciera, no sabia exactamente que es lo que hacia pero confiaba en su mujer, solo esperaba desocuparse antes de que le empezaran los dolores de parto.

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Andreas volvio al salon de la mano con Amaya, se separo de ella cuando la apertura de regalos estaba por empezar, pero se mantuvo cerca por si acaso, no se dio cuenta cuando su cuñado se paro detras de él.

-Tengo la sensacion de que me has estado evitando- le dijo el rey a su cuñado.

Andreas se giro lentamente, fingiendo falsa sorpresa.

-En lo absoluto!- Le contesto. -Es solo que he estado... ocupado-

Ante eaa respuesta solo alzo una ceja, su bigote se arqueo hacia arriba casi como si se moviera independiente a su boca, pero la mueca de su sonrisa estaba ahi.

-Si, ya me di cuenta... solo espero que ese asunto no te retrase en tu expedicion-

-si... respecto a eso... el barco sufrio algunos daños, le tomara al capitan dos semanas dejarlo como nuevo para volver al mar-

La mueca divertida desaparecio, ahora tenia una mas seria, pero no tardo en volver a sonreir.

-No me gusta que me mientas Andreas... si tanto interes tienes en esa muchacha solo bastaba con decirlo... pero como me has mentido tendre que castigarte para que aprendas tu leccion, tienes hasta que se me baje la ereccion que tengo para poner tu trasero en ese barco y volver al mar- Fue contundente, pero la cara de andreas no cambio en lo absoluto.

-Tu siempre tienes una ereccion- Le contesto.

Su cuñado solto una carcajada

Amaya empezó a abrir los obsequios como si se tratara de una pequeña niña, con mucha emoción.
Si bien algunas cosas ya las tenía, le daba curiosidad la variación de ciertos diseños según del país de donde venía. Sonriente y feliz de la vida, después de un largo tiempo, descubriendo cosas, viendo otras, recibiendo nuevas mascotas y joyas, parecía que ya no había más regalos.

De repente, el rey del Oeste se apareció frente a la princesa, con los brazos cruzados en su espalda, mirándola atentamente. Mordred era alto, aparentaba ser más joven de lo que era y tenía unos ojos verdes penetrantes, además de una palidez rosada muy peculiar.

-Su alteza, he estado todo este tiempo observándola desde la soledad de un rincón, pensando en cómo expresarme para entregarle el más estrafalario de todos los regalos que ha recibido esta noche. Pero creo que es mejor que usted lo juzgue por sí misma, observando…

Chasqueó los dedos y sus sirvientes trajeron uns animal sumamente extraño, dentro de una jaula con una manta encima. Se escuchaba el ladrar de un perro, pero no un ladrido común y corriente, sino como el de una bestia gigantesca… un perro que había capturado en el bosque de los elfos, uno de los tantos guardianes de la reina. Uno como Akkado y Suilen.

Amaya pensó por un momento que era una especie de tigre o león, hasta que descubrieron la enorme jaula. Cuando vio a ese animal, se paró de repente del susto.

-Tranquila, princesa… - Se acercó a la jaula y volvió a chasquear los dedos, y el perro dejó de ladrar y se sentó. El perro se notaba que le tenía un profundo terror al rey, quién sabe qué le había hecho para extorsionar a semejante criatura de otro mundo.

El can era mucho más grande, robusto, peludo y alto que un gran danés. Inhumano.

-En el oeste utilizamos estos animales para todo… animal de compañía, de caza, guardianes…- Mintió descaradamente. La verdad es que quería impresionarla, hacerle saber que era capaz de entregarle cualquier cosa- Este es el macho alfa.

En eso no mentía.

-Son inteligentes y bellos, aun su apariencia temeraria. Incluso… - Hizo que abrieran la jaula, para espanto de todos los invitados. Acto seguido, se montó encima del lomo del can, como si fuera un caballo- Se puede cabalgar y dar paseos con ellos. Son resistentes y extremadamente fuertes- Pasó una mano por debajo de la oreja de ese animal.

Y Mordred logró su cometido, hacer que Amaya le despertara la curiosidad y llamar por completo su atención.

-Solo se los consigue en los bosques alrededor de mi castillo. Está invitada a conocerlo cuando quiera… Y descubrirá más cosas en ese lugar- Se dirigió hacia uno de sus sirvientes encima del animal, sin poner pie alguno en el suelo. El sirviente le alcanzó un frasco transparente con una rosa roja que flotaba en el aire y brillaba como si fuera una estrella. El rey se la dio a Amaya.

Andreas desvio la mirada, para contemplar el alboroto que se habia hecho.

-Escucha, lo de las reparaciones no era una mentira... Quizas esten en menos tiempo, quizas en mas... el capitan me avisara cuando el barco este listo para salir- Tenia prisa por quitarselo de encima para ir a ver por que tanto alboroto.

-Entonces me ire contigo cuando este listo... no me importaria quedarme unos dias- Simplemente se alejo caminando y fue a buscar a aquella encantadora mujer embarazada, su aroma lo llevaria hasta ella.

Andreas se acerco a ver el presente del rey del Oeste, quedo horrorizado cuando reconocio al animal.

-Como diablos metio ese monstruo dentro de una jaula-

No sabia mucho de aquellos animales, pero si que eran sumamente peligrosos y imposibles de domar, el bestiario en el que aparecian los describia como seres de incontrolable fuerza, una caja de metal no lo habria de contener.

―Todo es posible con un par de trucos― Le respondió al oírlo. Extendió la mano hacia la que ahora era su prometida (aunque ella no lo sabía). Amaya la tomó y se subió encima de ese animal con toda la inocencia del mundo. Y el perro comenzó a caminar con ellos dos encima alrededor del salón como si nada.

Raziel estaba horrorizado.

― ¡Amaya! ¡Baja de esa cosa!― No sabía qué hacer. No quería alterar al perro.

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Morgana volvió a acostarse. No quería poner en riesgo a su hijo… aunque tal vez no fuera débil como un humano.
Escuchó que alguien entró.

―Veo que le diste…― Se calló la boca cuando vio la persona que había entrado.