۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

Pues si al final va a ser lo que tanga que ser- sonrio.

Se quedo viendo por la ventana el resto del camino.

___

-Que pasa linda? Necesitas ayuda?

Se metio dentro de la habitacion y fue hasta pararse detras de ella.

-Se ve ajustado- comemto gracioso.

Sin pena le desabrocho un par de botones a su vestido, hasta dejar descubrierto el nudo del corser que tambien deshizo.

Metio las manos entre los cordones y qbrio el corset un ppco, dejando una pequeña muestra de espalda desnuda.

—Pero tú quieres un primogénito, y a mí me daría curiosidad que sea una niña… — Estuvo a punto de decir algo más, hasta que vio que ya habían llegado. A medida que se iban asegurando de sus nombres en una lista, los anunciaban con el toque de trompetas y alzando la voz, diciendo el puesto o cargo que ocupaban y nombrando a los invitados con nombre y apellido completos, como al resto de los nobles.

Observaba con lujo de detalle los despampanantes vestidos de las mujeres y las pelucas con rizos enormes en los hombres, la moda extranjera con evidentes influencias de Francia, incómoda a más no poder. Pero cumplía con la función de deslumbrar en su sobrecargo.
Gracias a Dios en Amatista conservaban esa moda sin corset y sin miriñaque y esas cosas, con aires medievales, orientales y alguna que otra cosa de Europa del este a la vez. El recargo solo iba en los estampados y en las joyas.
Una sola vez intentó ponerse esas cosas. Nunca más.

Se tenía que caminar frente a los reyes y hacer una reverencia. Un rey nunca podía responder a una reverencia si el cargo era inferior al de ellos, solo debían inclinarse ligeramente si tenían otro rey en frente. Lo mismo con los príncipes y el resto. Todo era por protocolo.
La costumbre en Yellow era que el invitado debía llevar el regalo (o los) con sus propias manos, sin importar el tamaño. Ellos no veían el tamaño o la cantidad, solo contemplaban la calidad de las cosas. Si era pequeño pero excelente, no lo tomaban como una falta de respeto. Luego de saludar a los reyes, lo dejaban en una de las mesas principales que rodeaban a la mesa en que se sentaría el cumpleañero.

El rey y la reina estaban en sus respectivos tronos, con sus brillantes y ostentosas coronas y las mejores prendas de gala. Solo faltaba Raziel y el rey no sabía qué hacer para disimular la vergüenza que sentía al ver el lugar de su hijo vacío. Se preguntaba qué diablos estaría haciendo.

Morgana detestaba esas fiestas, detestaba estar entre tanta gente, la enervaba, dado que estaba acostumbrada a la soledad y tranquilidad de su hogar. Pero ahora esas preocupaciones parecían haberse disipado de un segundo a otro.
Estaba tan enfrascada que siquiera se dio cuenta cuando ya estaban ingresando al palacio.

Nobles y aristócratas de todo el mundo por todas partes.

--

Al fin pudo respirar.

—Gracias. Lo que sucede es que para el día uso menos invasivo y ya me he desacostumbrado a este— Sonrió. No le importaba en lo absoluto que la viera así— No podría hacerlo sola— Se refería a desvestirse.

-Puedes verlo?- Le pregunto a su esposa. -Partio antes que nosotros y no es que fueramos especialmente rapido... ya deberia haber llegado-

Lo buscaba con la mirada por todos lados, tratando de distinguirlo entre todas esas caras maquilladas.

-Espero que no haya tenido un "Accidente" durante el camino.

____

-Es un placer...-

Volvio a anudar el corset, esta vez menos apretado y le cerro el vestido.

-Tengo algo para ti...-

Se puso de rodillas y espero que se diera vuelta.

—Hubiera sido lo ideal— Agregó— Algo me dice que tiene una gran sorpresa y no necesariamente es un obsequio. Quiere hacerse notar. Probablemente llegue para lo último.

--

— ¿Algo para mí?— Sonrió. Todo lo que venía de él seguro sería encantador. Se dio la vuelta y lo vio de rodillas. No se le ocurrió nada por el momento. Pensó que le estaba haciendo una especie de reverencia— Oh no, no es necesario…

-Seria demasiado bieno para ser cierto... con lo de la reciente muerte de su esposa lo esperado seria que siguiera de luto, pero el maldito esta mas feliz que nunca-

Se le paso una horrible idea por la cabeza.

-Crees que venga a buscar una sustituta?-

____

-Es necesario!- Alegó energico. -Lo que dijiste el otro dia... tienes razon, por poco y llego tarde-

Saco de su bolsillo la cajita que llevaba consigo, que contenia un anillo.

-Por eso quiero que lo nuestro se vuelva formal, no me arriesgare a que llegue otro ambicioso pretendiente y trate de ponerse entre los dos... por eso quiero proponerte que nos comprometamos ajora mismo-

Morgana lo miró de repente. Con razón que en el último tiempo estaba más silencioso de lo normal, enfrascado en recolectar cosas valiosas y mandar a hacer otras… y supuso que en toda esa caravana que acompañaba la carroza del rey, estaban todas esas cosas. Además que también había estado contratando a los mejores bufones, acróbatas y todo ese tipo de cosas para garantizar el entretenimiento. Y era obvio para quien sería dirigido todo eso.

—Probablemente sea la princesa— Tragó duro. Eso confirmaba algunas sospechas sobre la muerte de la reina, pues algunas características de su cuerpo le habían llamado la atención.

--

Se llevó una mano al corazón, el cual había dado un giro abrupto. Ahora que podía moverse con más libertad, se agachó también y lo abrazó.

—Claro que quiero— Fue su respuesta, clara y concisa— Es lo que más deseo en el mundo.

-Ese maldito... si Amaya esta dispomible no creo que sus padres lo rechazen como pretendiemte... podrian imcluso comprometerla y casarla el mismo dia si de un rey se trata-

A pesar de todo hablaba de un modo muy tranquilo.

-Esto va a ser un verdadero problema...-

Descomocia que Andreas ya estaba en el palacio, habia hecho lo posible por seguirle la pista durante los ultimos años, pero habia sido imposible de localizar.

___

-En serio!?- pregunto entusiasmado.

Le estrecho contra su pecho rebozante de alegria y la lleno de besos.

Tomo su mano con delicadeza y le puso el anillo en el dedo anular. El anillo ya no era como fue alguna vez, este ya no tenia el opalo purpura en el centro, pues era el gemelo del anillo de la madre de Amaya, solo que con piedras de colores con tonalidades rojizas y purpuras, diseñado por el mismo joyero a peticion del padre de Andreas.

-Tu madre lo reconocera al instante, y sabra que significa-

—Pues hasta donde sé, las últimas noticias decían que se había comprometido con un mocoso de una familia española— No recordaba ahora, pero tampoco tenía mucha importancia— Igual, ya sabes cuánto les ha durado los pretendientes. Todavía recuerdo al marqués rebuznando; fue divertido.
>>Sin embargo… Hay que hacer todo lo posible para que esto no suceda si es lo que Mordred planea. Ahora no se me ocurre nada en concreto, pero no creo que al resto de la familia de Amaya le agrade demasiado todo esto. Mucho menos a su hermano mayor.

Todos se estaban poniendo en sus posiciones. Incluso los músicos. Todo estaba por comenzar.
Suspiró pesado. El rey del Oeste aun no llegaba.

Pasó un tiempo para eso. Y sí, como Morgana había dicho, fue el último en entrar. “El que ríe último ríe mejor”.
La opulencia de sus ropas, la manera de andar y mirar a todo el mundo como si fueran un bicho en la suela de su zapato, era la de todo un rey digno de mandar al diablo en cualquier momento.
Se abrió paso frente a todos, con sus sirvientes vestidos con esas prendas tan oscuras, que daba cierto aire de misterio, y se inclinó ante los reyes del Norte. Los reyes del norte se pararon de sus lugares y también hicieron la misma reverencia.
Este tan solo sonrió y se apartó de los demás, viendo en dirección hacia las escaleras donde debía salir la princesa para que comenzara la fiesta. Mientras tanto hacía un movimiento circular con las manos, a la vez que sus sirvientes lo abanicaban, un tic propio de él cuando estaba impaciente o ansioso. El mismo movimiento que hacía Morgana. El tipo no socializaba, no decía una palabra, y se encargaba de apartar a todo aquel que le tapara la vista.

—Se nota que es mi descendiente, joder— Le daba vergüenza ajena.

--

—De acuerdo— Estaba atontada por todos esos besos y muestras de afecto. Ninguno de sus pretendientes se había encargado de prestarle la debida atención, o dedicarle tiempo para que ella comenzara a sentir algo por ellos. Siquiera pedían perdón cuando la ofendían. El reloj comenzó a zonar— ¡Tengo que irme!— Reaccionó de repente.

Afuera se pudo ver el destello de un relámpago. Estaba todo nublado y parecía que llovería en cualquier momento.

-Si les gusta o no, no habra mucha diferencia... si sus padres se niegan el podra hacerse el ofendido y a la larga hacer tanta presion politica y economica que tendran que ceder al final.-

Tomo la mano de Morgana y empezo a acariciar sus nudillos, una costumbre cuando comversaba con ella.

-Pero a sus padres tampoco conviene casarla con un rey extranjero... de ser asi el tiene derecho a comprar cuantas tierras quiera en donde sea, tierras posiconadas estrategicamente podrian darle una ventaja abismal en una guerra... y un miembro de la casa real como rehen tambien-

____

Dejo que se fuera y luego hizo lo mismo tambien, ya tenia asegurado un lugar en la mesa de la familia, la tendria de frente toda la cena y en cuando comenzara el baile la sacaria y no la dejaria en toda la noche.

___

Para la mala suerte de Mordred, el no fue el ultimo en llegar a la fiesta. Un carruaje de lo mas ostentoso torado por veinte caballos llego al final y al parecer sin invitacion.

Lo anunciaron sus propios trompetistas, estandartes rojos y negros inundaron la entrada, el rey del Este habia llegado tambien.

—De todos modos, sabemos que el padre de Amaya no es un sujeto muy listo que digamos— Bajó la voz para que nadie la oyera decir eso, pues por boca de otros podría llegar a oídos del rey— Y que su objetivo principal es casarla. Ya tendría que haberse casado a los 12… pero cumplirá 17 y aun continúa soltera, digo continúa, porque seguramente ese estúpido pretendiente ya habrá salido corriendo.
>>Una princesa adulta y soltera es de mala reputación. El rey del Norte está actuando por presión.
>>Y creo que Mordred querrá casarse con ella para no llegar a una guerra. Tendrá lo que quiera de ella sin mucho esfuerzo, pues la pondrá en medio de todo y seguramente extorsionará a su padre para que le dé lo que se le antoje sin mover un dedo para organizar a toda una tropa.

Escuchó las estruendosas trompetas y vio todo ese espectáculo. Se quedó flipando. Recordó todo lo que había sucedido en la vida pasada.

—“Que no me vea”— Pensó automáticamente.

--

Raziel por fin había podido hacer movilizar a la yegua, a Morita. Siquiera sabía que la misma ya tenía un nombre. Incluso se dio el lujo de hacerle trencitas a la larga crin y cola (cosa que se la había enseñado Ladelly). Se le ocurrió la idea cuando recordó que los campesinos decían que por la noche los duendes iban a los establos a juguetear con los caballos y les adornaban las crines con flores, se las rizaban o trenzaban.

Sería la primera sorpresa de la noche. Estaba esperando el momento para hacerla entrar. No se aparecería hasta que fuera el momento que considerara apropiado.

--

Ladelly también estaba presente en la fiesta, solo que apartada. Ella era muy popular entre los muchachos, dada su belleza natural y delicados modales, además de esa personalidad tan inocente e ingenua que tenía. Solo era capaz de observar todo el espectáculo que se estaba formando.
Su hermana, que a su lado estaba, deformó la cara al ver los estandartes. No quería escuchar nada más sobre su cabello por parte de ese tipo, siquiera elogios. La última vez la había saturado.

--

El rey del norte alzó una ceja. No dijo nada al respecto.

Andreas ya estaba sentado cuando su cuñado apareció. una larga cadena de maldiciones y majaderías paso por su mente al ver los estandartes.

Esperaba que no se quedara mucho tiempo, de lo contrario el también tendría que irse y seguir con aquella expedición, lo cual seria decirle adiós a Amaya y no volver a verla en quien sabe cuanto tiempo.

___

Aquel hombre entro como si de su casa se tratase, viendo a todos lados hizo aquella reverencia que el protocolo indicaba y se puso erguido nuevamente.

-Un pajarito me contó que estarían los tres reyes en esta fiesta... y que mejor forma de mejorar un trió que convirtiéndolo en un cuarteto!-

Una ver terminadas las formalidades se dirigió a buscar asiento, le dio una palmada en el hombro a Mordred cuando paso por su lado y siguió caminando, cuando paso por un lado de Morgana no pudo evitar detenerse.

Empezó a olfatear el aire, siguiendo un aroma que lo había cautivado hasta quedar detrás de las espaldas de Morgana, tomo uno de sus mechones y lo paso por debajo de su maquillada nariz.

-Mujer, tienes que decirme que shampoo usas... o tendré que untarme tu cabeza por todo el cuerpo!-

Amaya se tuvo que poner su tiara porque no había nadie quien pudiera ayudarla cerca. Empezó a respirar como se lo había enseñado Ladelly, a pesar de que no cantaría, era un desastre haciéndolo, solo recordaba todas las lecciones que le había dado su tutora de cómo bajar las escaleras, sonreír hasta que la cara se le pusiera dura como piedra y bailar como la gente sin pisar a su compañero, saludar…

--

Ningún rey dijo nada. Se podía sentir cierta tensión. Mordred ni se inmutó, solo continuó observando con atención las escaleras de mármol blanco.

Morgana casi entra en pánico. Si no fuera porque era una experta disimulando lo que sentía, habría salido corriendo.
Le dio vergüenza porque su esposo se había quedando viendo.
No supo qué responder. Solo se dio la vuelta para enfrentar al rey. Maldita condición demoníaca que la hacía atractiva en todo sentido.

Al final hizo una reverencia.

—Solo aceites de rosas de medio oriente…— Contestó. Tal vez siendo directa se lo sacaría de encima. Y no mostrando interés. O cuando contemplara su abultado vientre se iría por donde había venido.

-Oh... pensé que cuando escucharas esas palabras te acordarías de mi, te las dije hace tanto... o te las diré en un futuro, a no me acuerdo... bueno, el punto es que ya te las dije y tu pareces no recordar-

Tomo una silla y se sentó en la misma mesa que ellos dos.

-Déjame buscar... oh, aquí esta!-

Medio la mano en su abrigo y saco de el una hoja entolada color oro brillante, idéntica a la que ella y su esposo habían recibido.

-Que cruel al no irme a visitar en todo este tiempo... pero ya veo que estuviste ocupada-

A Morgana casi se le salen los ojos rodando de las cuencas al ver esa nota.
Empezó a maldecir por dentro, desde un carajo mierda hasta llegar a la punta del Everest por el nivel de groserías.

Sabía que seguir haciéndose la idiota no iba a surtir efecto en él, se daría cuenta tarde o temprano. Si es que ya no se había dando cuenta.

— ¿Qué quiere?— Fue directa.

Se preguntaba porqué a él también...

-Que forma de tratar a los viejos amigos... solo quiero saludar, decir hola, como has estado... lo que hace la gente cuando no se ve en mucho tiempo.-

Los miro a los dos con detalle.

-Veo que lograste embarazarte... que envidia, la podre Aurora no tendrá nunca un hijo por mi culpa-

Supuso que aun no lo entendía, por el modo de actuar de esos dos.

-Lograste suprimir tu maldición de Sucubo... pero no por completo, aun hueles como a uno... ah, recuerdo cuando vivía en el infierno y podía cogerme a cuantas de esas ninfas del diablo quería-

¿Perdón? ¿Qué fue eso último?

—Algo así…— Igual no sabía si su hijo iba a salir muy normal que digamos— Bien, respondiendo a lo primero… Hola, estoy bien. No ha pasado demasiado, lo de siempre: soledad, hogar, coger como locos— Respondió así nomas— Así que te quedaste con las ganas “Con las ganas de cogerme”— Pensó a lo último. Aun no entendía nada ¿Era un ser infernal? ¿Por qué mierdas no se había dado cuenta si era así?— Esas putas no se comparan conmigo — Ella era mejor.

-Ese no es el vocabulario de una mujer casada!- soltó una carcajada. -Aunque te hayas casado con... déjame ver...-

Empezó a olfatear nuevamente, esta vez tratando de distinguir el aroma de Archimonde.

-Sanguinario... diestro con la espada por lo que veo-

Los "Oscuros" como se les conocía en general a los que habían sido tocados por seres infernales o directamente nacido en el infierno se podían clasificar en la tierra por su modo de sobrevivir. Sucubos como Morgana, sanguinarios como Archimonde, cosechadores de almas como lo había sido una vez Andreas, y luego estaba Él, que era todos los anteriores.

-En fin... seguro que estas sorprendida por descubrir quien soy... oh, pero aun no lo sabes, yo te lo habría contado si hubieras ido a visitarme a mi castillo, pero supongo que de ser así este precioso momento de confusión no se habría dado jamas-

Le acerco la nota, en ella tenia su verdadero nombre escrito en el final de la nota un nombre antiguo, mas antiguo que cualquiera, mas antiguo que el idioma en el que estaba escrito y por mucho mas antiguo que el ser humano en si: Satanás.

Qué… diablos. ¿Qué acababa de leer? Sus ojos no daban crédito a nada. En vez de reaccionar horrorizándose a niveles exagerados y comenzar a gritar, se quedó de piedra. Nada tenía sentido. NADA. Todo pasó por su interior, mil cosas a la mente, todo y nada a la vez. Su hijo no hizo más que hacer un movimiento brusco que le hizo doler demasiado.
Antes que pudiera mover la boca para hablar, las trompetas comenzaron a sonar, anunciando la presencia de la bella princesa Amaya.

Todos ya estaban de pie, mirándola a ella.
Los músicos comenzaron con la pieza favorita de Amaya.
Amaya estaba súper nerviosa, tanto que le temblaban las piernas y sus rodillas chocaban entre sí. Se puso en plan de tímida.
Tenía un vestido rosado, lleno de puntillas y volados blancos, con un extravagante peinado alto que hacía destacar el brillo de su nigérrimo cabello, adornado con moños pequeños, perlas y plumas, sumado a esa tiara hecha completamente de oro, que tenía florecillas de acacia moldeadas en el mismo metal.

—“No mires al suelo, baja sonriendo, despacio”— Se repetía una y otra vez observando al frente con un gran rubor en sus mejillas y cuidando de que no se le vieran los tobillos ni nada inapropiado. Cuando llegó a la mitad de las escaleras, se confió lo suficiente como para aumentar un poco la velocidad de la bajada, al punto de que se pegó un resbalón que la hizo caer rodando cuesta abajo, arruinando todo.

Todos se quedaron en silencio.
El rey del Oeste fue el primero en levantarse con rapidez y llegar hasta ella para ayudarla a acomodarse la tiara y pararse. Incluso antes que la servidumbre. Quería ganarse la simpatía de los reyes del Norte demostrando un poco de supuesta humildad, para que vieran que él estaba dispuesto a dejar lo correcto de lado por Amaya. Igual los planes se efectuarían, pero hacer una buena entrada era esencial a los ojos.

Ella sentía tanta vergüenza que no le dio ni las gracias. Quería que se la tragara la tierra.

El rey del norte se llevó una mano a la cara, mientras que la reina estaba muy preocupada. Pensó que se había hecho daño.

-Vaya desastre... Parece que el pequeño Mordred quiere hacer la buena acción del día- Dijo el hombre para luego ponerse de pie y acercarse a ayudar también a la joven princesa.

Al igual que Andreas, el también poseía la habilidad de encantar a la gente, pero de una forma abismal mente mas fuerte, sin embargo como decía el dicho, mas sabe el diablo por viejo que por diablo, podía hacer cualquier cosa solo con la seducción de sus palabras, rara vez necesitaba mas que eso.

-A un lado... yo soy su padrino, yo me encargo- Se había adjudicado ese titulo hace años, desde que Amaya era una niña tan pequeña que seguro no lo recordaba, pero seguro que sus padres si.

Hizo a Mordred a un lado y tomo a la joven de la muñeca, con un suave pero firme agarre de su delicada mano.

-Vamos pequeña, recupera la compostura, endereza la espalda, los hombros hacia atrás para que vean que ya tienes pechos, la barbilla alzada, pisa con el talón y sigue como venias-

Esta vez un pequeño encantamiento se le fue puesto a la princesa, pero no como los que su cuñado solía poner, este seria uno que le inspirara confianza y valentía, y que a la ves le transmitiera serenidad.

-Te esta viendo mucha gente... pero también te mira alguien especial- Le guiño el ojo.

Andreas había querido salir corriendo a auxiliarla, pero tener a los reyes tan cerca y al haberse levantado su cuñado no tuvo mas opción que quedarse sentado en donde estaba y esperar que Amaya tomara asiento junto a él.

Amaya asintió con una sonrisa sincera y de profundo agradecimiento. Gracias a ese encantamiento, pudo sacar fuerzas de donde no tenía y acomodó un poco su vestido para que no se viera todo lo que había debajo. Y siguió caminando hasta la mesa como si nada hubiese pasado, sentándose en su propio lugar, aun sin dejar esa mueca dulce de lado.

Y ahí los demás recién pudieron sentarse.

— ¡Prima! Por Dios, casi me muero. ¿Estás bien? ¿No te lastimaste?— Preguntó Ladelly toda preocupada.

—Sí, no te preocupes. Solo fue un golpe…

Morgana se estaría riendo YA de la cara que Mordred había puesto sino fuera que por la impresión llevada sentía como si ya fuera a parir. Quería pararse e irse a un lugar a recostarse, pero aun faltaba para el baile. Vio de reojo como este iba a sentarse en su lugar otra vez, pero sin despegar la mirada de la princesa, esos ojos penetrantes y claros de los que no sabías exactamente lo que pensaba.

—Muchas gracias, su majestad— Sonrió Amaya al rey del Este.

-De nada linda...- Dijo a lo lejos cuando escucho lo que dijo, volviendo a la mesa en la que estaba Morgana. -Ahora supongo que debemos dejarlo en manos de él... espero que el muy bruto no lo arruine-

Andreas que estaba también ahí extendió la mano para ponerla encima de la suya preguntándole lo mismo que Ladelly.

—Si es que Mordred no se mete en el medio durante toda la noche— Agregó ante ese comentario. Podía adivinarle las intenciones con solo ver el movimiento de su mano, rotando y rotando, haciendo círculos frenéticamente.

El dolor continuaba. Debió haberle hecho caso al doctor y quedarse en su hogar postrada, esperando que llegara el día del alumbramiento, dibujando o leyendo algún libro.

--

—Estoy perfecta ¿No me ves? Estoy sentada en una sola pieza— Amaya le sonrió, dispuesta a seguir pum para arriba toda la noche. En eso, recordó lo que le había dicho el rey del Este… ¿Cómo sabía?

--

En eso, se escuchó una voz desde afuera. La voz de Raziel.

— ¡ABRAN PASO!— Exclamó, haciendo una entrada— Hoy es un día sumamente especial, en el que vino mi querida hermana, la princesa Amaya, a alegrarnos la vida de muchas personas, de los presentes aquí, con su delicada presencia.

Amaya se puso roja.

—Recuerdo el día en que me dijeron que tendría un hermano… En ese entonces, quería un hermano varón para dominarlo, ya saben, los hermanos mayores siempre queremos tener el control de todo.

Risas generales.

—Y cuando vi que era una niña ¡Ah! ¡Por Dios! Su belleza. Era deslumbrante. ¿Quién quiere un hermano varón cuando se puede tener tanta hermosura y delicadeza al lado? Después de todo me tenía que hacer caso igual— Otra vez, risas— Ahora que estamos todos presentes y que la hermosa princesa cumple 17 años, quiero que la pureza de sus ojos contemplen el que he llamado mi regalo ¡Una de las más hermosas creaciones de Dios! El espíritu libre, salvaje y rebelde en su máximo esplendor, todo encarnado en…

Y se fue corriendo para afuera de repente, entrando a Morita de las riendas, toda adornada y presentable.

—Una yegua. La más hermosa de todas. Y para que haga juego con Fir.

Amaya rió. Al ver a Morita, casi cae de espaldas otra vez. Era más hermosa que lo que había podido ver en el establo. Esta se paró de un brinco y fue a recibir a la yegua.

— ¡Morita!— Exclamó de repente y lo abrazó del cuello con mucho cariño— ¡Gracias! ¡De verdad! Es preciosa… y su crin. Y su pelaje y su… y su… su todo!

Era una yegua preciosa, sumamente envidiable.

--

La sorpresa que tenía Mordred era mucho más impresionante que esa yegua...

-Si... se ve que esta decidido- agregó -Quizas ellos deban tener su fiesta privada lejos de cualquier estorbo... tan pronto como empiece el baile hará su movida y la pobre no sabra quitarselo de encima-

Tenia mil ideas de como solucionar eso, hacia años que no manipulaba una fiesta como el sabia hacerlo, quizas podria tener hoy un poco de diversion.

-Que sera... ya se!- Comentó entusiasmado. -En estas fiestas siempre hay juegos... a la hora de los juegos haremos nuestro double jeu y le voltearemos los palnes a Mordred... el baile no lo disfrutara por preferir quedarse sentado... de eso ya me he encargado-

Cuando le dio aquel toque en el hombro, habia dejado en Mordred un hechizo que le daria un fuerte dolor que sentiria como el dolor de ser violado por un elefante, el hechizo preferido del rey del Este.

-De hecho muero de ganas de que empiecen esos juegos... espero que este aburrido baile termine pronto-

Morgana no veía la hora de que el baile comenzara para poder levantarse de una vez.

Después de que Raziel hiciera esa especie de sketch humorístico y se llevaran a Morita al establo nuevamente, pasaron a traer el pastel gigante junto con otros manjares. Ahí le cantaron el feliz cumpleaños. Nunca Amaya se había sentido tan feliz en su vida como en ese momento. Todos la estaban mimando demasiado, no quería que se hiciera una mala costumbre.

Allí el banquete comenzó. Bebidas, comida y postres abundaban por doquier.

Pasaron como tres horas, y el baile comenzó. Más tarde había programa para shows, juegos y finalmente el momento de abrir los regalos.

Allí Morgana aprovechó a que todos se levantaron para irse a un lugar más alejado. Cuando estaba por poner un pie fuera de la mesa, ocurrió lo impensado: se le rompió la fuente. De un rápido movimiento, le puso la mano en el hombro a su esposo. Se quedó allí parada.

—No quiero asustarte. Pero en cualquier momento vendrá.

No tendría que hacer esfuerzos de ahora en más. No sabía cómo disimular lo que había ocurrido, pues su ropa estaba mojada como si se hubiera orinado encima.

--

El rey del norte se había dado cuenta de la actitud que estaba teniendo el amigo de su hijo con respecto a la princesa. Prestó atención a las miradas que este le dedicaba, como acariciaba la mano de Amaya con ternura y esta le correspondía con una sonrisa.

Gloire también lo percibió.

— ¿Qué tal la oportunidad número 16?— Le comentó a su esposo con una gran sonrisa.

Este tenía cara de enfado. No le agradaba que lo hicieran así, públicamente. Y encima sin consultarle.

--

Mordred aprovechó el momento para pararse. No iría con la princesa a bailar, sino directamente a hablar con sus padres. En ningún momento dijo ni una sola palabra. Ni una. Una tumba.
De repente, sintió un dolor inmenso que lo hizo caer de espaldas hacia atrás.

El rey del Este se reia disimiladamente cuando veia al rey del Oeste retorcerse del dolor, aumentaba y disminuia el efecto del dolor para que Mordred supiera en carne propia lo que se sentia ser violado, venganza por lo que en otra vida habia hecho a Amaya.

-Vamos maldito... empieza a gemir como el puto y maricon reprimido que eres- Decia mientras se empinaba una copa de rojo vino.

____

-Ahora?- Edward no sabia como sentirse, el panico y la emocion lo inundaban.

Busco a un guardia y le pidio ayuda, rapidamente consiguio que el medico del palacio la atendiera.

Pasarian unas horas antes de que el parto comenzara realmente, pero mas valia estar listos y por si acaso no se despegaria ni un momento, Andreas y Amaya quedaban en manos de ese hombre.

___

Andreas no desaprovecharia la oportunidad y saco a Amaya de su silla y la llevo a bailar, no dejaria que otro la invitara antes que él ni mucho menos, tampoco la soltaria ni un momento y no se separaria de ella hasta que tuviera que dejarla para que fuera a dormir.