۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

Sonreí.

Pasó un buen tiempo en lo que terminé de acomodar mis cosas. Lo más gracioso es que había numerosos objetos que pertenecieron a mi madre alguna vez y que yo no tenía idea de para que los iba a usar (por ejemplo, pinceles, recipientes con pinturas y lienzos), pero los guardé de todos modos para que mi hijo o hija los utilizara cuando se les viniera en gana.
Cuando me quise acordar, mi embarazo ya se notaba y era más que evidente, aunque también se apreciaba que el niño/a no sería demasiado grande… por el momento.

Las siguientes semanas me dedique a ayudar a Amaya a acomodar sus cosas en la casa, aunque eran docenas de carros los que venían con nosotros en aquella torre había docenas de habitaciones vacías.

También construí un invernadero sobre la rama que había plantado en la superficie, poniendo una esfera luminosa que había sido adulterada por mi padre para irradiar luz ultravioleta, pues el frio invierno y los días nublados harían imposible hacer que esa planta floreciera.

Estaba tan tranquila , que ni me acordé de Lucifenia , ni de Marcus , ni de nadie , siquiera de las dolencias emocionales que había sufrido anteriormente.
Solo me dedicaba a hablarle a mi pequeño bebé , pues consideraba que él/ella era la principal prioridad ahora , como la debió ser en un principio.

Regrese a la casa después de ir a revisar la acacia como se me había hecho costumbre. las cosas se habían vuelto bastante tranquilas, los días pasaban volando cuando estaba con ella, había ocasiones que podía pasar todo el día recostado con ella sin hacer nada mas que hablar sobre cualquier cosa.

Fui a la habitación donde estaba ella y me recargue en el marco de la puerta, limitándome a verla acomodar sus cosas.

-"Espero que me hayas dejado las cosas pesadas a mi... de lo contrario podrías hacerte daño"-

-Ya es la cuarta vez que me lo dices. Te aseguro que por esta vez , te hice caso - Respondí aun dándole la espalda. En realidad había acomodado poco , puesto que me entretenía con cada cosa que encontraba.

En ese momento traía una muñeca de tela pintada a mano. Comencé a juguetear con su pelito rojo hecho de lana y a acariciar sus sonrosadas mejillas. La encontraba adorable , siempre había sido mi favorita.

-"Es una suerte que tu padre mandara juguetes para la pequeña Elizabeth, yo me crié jugando con cráneos parlantes y mira como termine"-

Fui y me senté encima de una caja de madera que se encontraba vacía.

-En realidad los juguetes eran míos... Eran. Pero como siempre recibí unos tras otro , algunos siquiera tienen uso. O muy poco , pues iban quedando en miles de cajas de madera y a veces cuando me acordaba de su existencia debía pedirle a alguna criada que revolviera los baúles para que encontrara lo que yo pedía.

-"Eso es muy triste..."- me le acerque de espaldas y le acaricie el vientre -"Cuantos juguetes mando tu padre?"-

-Todos los que tuve... TODOS.

-"vaya... tantas muñecas y yo que sigo queriendo jugar siempre con la misma"- empece a reír.

También reí.

-No todas son muñecas. Incluso hay juegos de té completos , marionetas , peluches y ese tipo de cosas. También algunos bloques de madera - Lo decía por todo lo que había encontrado en una sola caja - ¡Ah! Encontré mi ajedrez con piezas de jade y mármol blanco...

-"No es que quiera abrir viejas heridas, pero no veo el sentido de tener tantos juguetes si no tienes con quien compartirlos... se que eso fue difícil para ti, por eso no quiero que le pase a ella también."-

Le di la vuelta y la tome de los hombros

-"Por eso vamos a tener muchos bebes, verdad?"-

-Es que tienes razón... de todos modos , eso se debe al problema de tener hijos que tuvo mi madre. Antes de mí solo hubo un hermano, los primeros años de matrimonio de mis padres , pero murió por una enfermedad. Y muchos años después nací yo , un milagro por así decirlo. Así que me tuve que resignar a estar sola como un hongo por el resto de mi vida en ese sentido... ¡Pero eso no le pasará a Eli!

-¡Que ternura! Todas unas niñas pequeñas y hermosas. Las princesas de mamá - Literalmente serían las princesas de Yellow del Norte - Con que la más pequeña Ladelly... no sería una mala opción.

-"Y tu padre probablemente se arrancaría los pelos a tirones si tuviéramos cuatro niñas y ningún varón"- Empece a reír -"Aunque cuando llegaran a la adolescencia probablemente me volverían loco, por que parece que es imposible para mi negarme a las peticiones de una cara bonita"-

-Quién sabe... Una familia de puras mujeres a veces es conveniente en muchos sentidos - Puse tono interesante - Serán cuatro caras bonitas. Imagínate cuando quieran algo las cuatro y hagan un complot para convencerte... será pan comido.

—No creo que eso suceda… Bueno, quien sabe. Si se da la oportunidad ~ — Dejé a un lado el ajedrez que tenía en la mano.

-"Ya veremos... aunque el día que tenga que ver como un idiota las enamora... ese día rodaran cabezas."-

-"Si, literalmente..."- agregue con un tono serio, aunque en realidad seguía bromeando -"Pero falta mucho tiempo para eso... y en vez de estar pensando como serian nuestras hijas primero deberíamos ir pensando como las vamos a hacer..."-

—Con el libro — Le recordé la existencia de esa especie de manual — Pero antes de pensar en cómo lo haremos, debemos esperar a que Elizabeth nazca para ello — Me senté en el suelo. Ya me había aburrido de encontrar cosas.

También me senté en el suelo, pero luego me recosté con la cabeza apoyada en sus piernas.

-"Serán años maravillosos los que vienen por delante..."-

—Yo creo que así será, lo puedo asegurar… — Agregué con suma serenidad en mi tono de voz.

No veía la hora de parir de una vez por todas y verle el rostro a mi pequeña niña.


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Mientras tanto, en el reino Matista del Oeste, un viejo conquistador y antiguo fiero guerrero, que había perdido a su gran amor en una guerra y se había vuelto loco por aquella muerte, era condenado a muerte por sus múltiples crímenes contra jóvenes, de los cuales las últimas víctimas habían sido nobles, acusado de violar, torturar, asesinar y cometer necrofilia y canibalismo contra las víctimas.

En su casa encontraron múltiples indicios de contactos con brujos, alquimistas y practicantes de magia negra.

Antes de morir en la horca, el hombre exclamó a los cuatro vientos:

“¡Me prometieron tener su vida en mis manos!”

Nadie supo a que se refería exactamente. Excepto las personas que estuvieron detrás de todo eso.