۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

Andreas sonrió al escuchar eso.

Recorrió la silueta de su cuerpo con las manos, desde la cintura hasta las mejillas, le dio un beso en los labios y empezó a descubrirla de los hombros, comenzando así aquel ritual con su esposa que tanto disfrutaba, y que quien sabe cuanto tiempo pasaría esta vez para repetirlo.

Disfrutaba cada caricia y sensación que le brindaba su esposo, como si fuera la última vez en la vida que tendría la fortuna de ser consentida de esa manera.
Y como de costumbre, su piel adquirió aquel tono rojizo de inmediato, todo por ser estimulado. No le quitó la vista de encima en ningún momento, no quería hacerlo, era su deseo observarlo hasta que tuviera que irse y dejarla sola con sus hijas otra vez… aunque sabía que su corazón siempre estaba con ella y viceversa.

Hacer el amor con ese cuerpo maltrecho era algo complicado al fallarte una pierna, y aunque no era su cuerpo real no lo cambiaba pues hacerlo del otro modo era peor, pues parecía mas un animal que un hombre.

Sabia que Amaya no le diría nada al respecto, si le molestaba o realmente no le importaba no podría saberlo y prefería que fuera así. Ella solo lo veía a los ojos y él hacia lo mismo, pensaba demasiado en eso cuando estaba con ella, sin embargo, de un momento a otro y casi sin que se diera cuenta sintió como su pierna derecha se movía, se asusto un poco al pensar que su verdadero aspecto se revelaba, pero al verse las manos se dio cuenta que no era así, solo había cambiado de la mitad de los muslos para abajo en ambas piernas, la habitación estaba oscura por lo que Amaya no se dio cuenta, y tampoco tenia por que hacerlo.

Se había enmudecido unos segundos por la impresión, y ella era demasiado perspicaz como para no darse cuenta, pero Andreas era también demasiado buen mentiroso como para inventar una escusa.

-Quiero hacer algo nuevo!- Exclamo para que no hiciera preguntas por esa pausa tan repentina. -Pasa brazos por encima de mis hombros y agárrate fuerte!-

Se sentó sobre sus rodillas y la tomo de la cadera, levantándola y sentándola sobre sus piernas, terminando en una posición similar a la vez que la había colgado del techo. empezó la faena de nuevo mientras besaba su boca de aquella forma tan pasional. Después de un rato dejo caerse hacia atrás, exhausto. Aun tenia ganas pero no podía segur en esa posición tan exigente, en ese punto normalmente seguía al sexo oral mientras recuperaba el aliento, pero si lo hacia ella vería sus piernas. Se debatía entre parar a mitad del camino o dejar que lo viera.

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Archimonde despertó de repente algo exaltado, aun estaba entre los brazos de Morgana, pero algo lo había perturbado.

-Están aquí!!!, puedo escuchar su aleteo... esos malditos volvieron antes de tiempo!-

Salio de la cama de un salto y fue a buscar el arma y armadura que había forjado horas antes.

-Esos desgraciados debieron darse cuenta que había vuelto...- Podia escucharlos aun antes de que llegaran. -Esta vez son menos... muchos menos...- Del centenar que lo visitaba normalmente venían solo una docena de ellos, pero esta vez acompañados de algo grande.

Amaya estaba bastante cansada y apenas lograba respirar con normalidad, o como ella hubiera querido. Sentía las tripas revueltas por alguna extraña razón, tal vez por todo el movimiento anterior. Estaba algo descompuesta, pero para no arruinar el momento, no dijo nada, solo permaneció muda por completo. Esperó a que su respiración se normalizara y aquellas náuseas se fueran por un breve momento para comenzar a hablar. Largó una pequeña risa.

— ¿Te cansaste?— Le preguntó en broma — Vaya, mira que estás fuera de forma, querido… — Agregó, divertida.

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Morgana no dijo nada. Tan solo empezó a vestirse, pues aun estaba completamente desnuda, lo más cómoda posible por las dudas.

Aunque por fuera se mostraba increíblemente serena y muy paciente, por dentro la carcomía la ansiedad y era muy probable que si volvía a escuchar algo como la voz de Sebastian otra vez, perdería la cabeza enseguida. Esa ilusión había sido muy traumática para ella. Demasiado.

Tomó el cinturón con sus cosas y aguardó el siguiente paso a dar.

-Lo que pasa es que aun estoy algo adolorido por lo del otro día, aun que tal vez si estoy algo fuera de forma... nunca digo nada al respecto pero hacerte el amor de la forma en la que estas acostumbrada requiere mucho esfuerzo... de lo contrario seria siempre la misma posición aburrida y lenta de toda la vida, duraría cinco minutos y me iría a dormir.-

Tomo una de las almohadas que habían quedado desparramadas por la cama y se la puso bajo la cabeza.

-No todas las mujeres tienen la suerte de tener un esposo que ademas se esfuerce por ser buen amante... o sea cariñoso... o siquiera sea fiel... si no te amara del modo que lo hago probablemente tendría ya un montón de hijos bastardos.- dijo en un tono desvergonzado, aunque en obvia actitud de broma.

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Fue hacia la puerta que daba hacia afuera y se quedo inmóvil viendo hacia enfrente.

-Sabia que este momento llegaría algún día, esas criaturas me atormentaron durante muchos años mientras estuve indefenso, ahora que puedo hacerles frente quiero que te mantengas aparte... tal vez creas que estoy siendo muy orgulloso e irracional, pero esta pelea es algo personal... es algo que debo hacer sin ayuda, por eso te pido que no interfieras.-

—Y yo saldría a buscarte con un machete. — No se había tomado a mal lo que había dicho, al contrario, le causó bastante gracia. Aunque él sabía que si llegaba a engañarla o algo parecido, iría a buscarlo con la furia propia de un huracán para caparlo. — Tranquilo, mi amor, que no me molestaré por eso. Si no puedes seguir, está bien, lo entenderé.  Pero quiero decirte que lo que hemos hecho hasta ahora me ha fascinado. — Trataba de animarlo (lo que había dicho era verdad). — Eso sí… deseo que me sigas acariciando.

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Cuando se trataba de cosas personales, Morgana comprendía perfectamente el significado de eso.
No le reprocharía y lo dejaría hacer lo que le dictara su mente.

—Te estaré esperando. — Pronunció con tranquilidad, sin demostrar ni un ápice de angustia. Su voz siquiera había temblado.  De alguna manera también lo estaba animando a que cuando regresara, volviera a sus brazos. Ella no se iría a ninguna parte. Por dentro quería que confiara en ella.

Empezó a acomodarse su cabello de Rapunzel, mientras se daba la vuelta para dejarlo irse.

-Bueno, es difícil que quiera seguir si me pones una imagen de mi miembro mutilado en la cabeza.-

Se sobaba lentamente el abdomen, que era la parte donde mas le dolía por el cansancio.

-Aun puedo continuar... solo que no puedo hacer todo el trabajo que hago usualmente, quizá podríamos... hacer lo de la otra vez... ya sabes, con la boca.-

Antes de que le respondiera le echo encima y le abrazo una pierna mientras la miraba con ojos suplicantes.

-Te haré lo que quieras después si dices que si!-

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Asintió con la cabeza, y cruzo la puerta.

Esa noche la luz de la luna le permitía ver claramente a sus enemigos, eran por lo menos veinte, demonios como hombres en estado de putrefacción, con alas negras como las de un cuervo.

Volaban en círculos alrededor de la casa como aves de rapiña sobre una presa moribunda, pero Archimonde sabia bien quien era la presa y quien el cazador.

Empuño si espada con fiereza, apenas desenvainandola unos pocos centímetros, las criaturas se lanzaron en picada contra él. con las afiladas garras que tenían por manos hacia el frente, uno detrás de otro ansiosos por hundirlas en la carne de aquel hombre que no se inmutaba por el ataque inminente, solo descubrió aquella arma, un hoja curva que a la luz blanca de la noche parecía un reflejo de aquella luna creciente que iluminaba el cielo nocturno, los veinte demonios fueron decapitados uno tras otro con veinte cortes perfectos. Los veinte horrores que una vez lo atormentaron ahora sucumbían bajo su acero. La propia luna ahora se teñía de rojo en reverencia al guerrero que luchaba debajo de ella, ahora solo quedaba uno mas de ellos.

La arpía que sobrevolaba la cabaña quedo enmudecida al ver la facilidad con la que sus sirvientes habían caído, el pánico la envolvió y trato de alejarse desesperadamente, ponerse fuera de su alcance y volver después con mas apoyo, cuando volteo hacia atrás vio como aquella larga espada se acercaba como una centella, alcanzándola y atravesadora desde la pelvis hasta la corona de la cabeza, partiendola en dos.

La espada se detuvo a mitad del aire y regreso a su dueño, este dio dos cortes al aire para limpiar la sangre de su hoja y volvió a envainarla, el combate había terminado.

—Es imposible negarme, querido. — Accedió a tener un rato pasional más. Tenía otra idea en la cabeza, pero era una lástima no tener un frutero (con fruta, pues el que había en la habitación estaba vacío) o un pedacito de chocolate para concretar algo que le venía rondando por la mente hacía solo unos pocos segundos. Algo que sin duda aumentaría la llamita de la pasión para convertirla en una hoguera.

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Morgana estaba sentada en la cama, en una posición recta, esperándolo como lo había prometido, quietecita, sin moverse, siquiera un músculo de la cara.
No estaba preocupada, solo ansiosa. Y bastante pensativa. Tal vez estaba siendo un poco egoísta al pensar en ella misma en ese momento, pero… ¿Y si se daba la oportunidad de ser feliz? ¿Pero esta vez para siempre? Aun si tuviera que renunciar a todo lo que había anhelado, a todos sus planes. ¡Pero iba a amar! ¡Y para siempre! ¿No era eso lo que había estado buscando toda la vida? ¿El amor de un hombre? ¿La compañía y el apoyo de un compañero sentimental? Algo serio al fin.

Suspiró.

-¡¿Enserio?!-

Se puso de rodillas y la abrazo de la cintura.

-Eres la mejor esposa del mundo!- se puso de rodillas y le dio un largo beso. -Si no estuvieras embarazada te daría un poco de ese licor de café para que te supiera mejor...-

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Volvió al interior de la casa, puso la armadura y la espada en su lugar y regreso a la habitación, sentándose a lado de Morgana.

-Te agradezco que hayas entendido y me dejaras hacerlo solo.-

Del mismo modo que Morgana absorbía energía al tener sexo, Archimonde lo hacia al bañar de sangre su espada, ahora había repuesto la energía que perdió y estaba listo para partir en cuanto saliera el sol.

-Espero no haberte preocupado.-

—Mmm… Hazlo antes de que pierda las ganas. — En realidad estaba algo desesperada por concretar eso. Solo lo amenazaba para que se apurara.

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Morgana desvió un poco su vista y lo miró a los ojos, tranquila y cálida. Esbozó una pequeña sonrisa.

— ¿Y te hubiera gustado que me preocupara por ti? — Le tomó una mano. — Así tal vez demostraba algo… por lo menos. A mi modo… pero algo.

-Unas pocas palabras no te van a quitar las ganas... se que te encanta que te haga sexo oral.-

Le beso las caderas, que ahora que las veía de mas cerca si estaban algo mas ensanchadas. metió la cara entre sus piernas y empezó a lamberla como un animal.

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-No... y tu demuestras mas de lo que crees, solo que no te das cuenta.-

Se recostó de nuevo y se saco la ropa por debajo de las sabanas.

-Amanecerá en unas cuantas horas, y quiero dormir un poco mas... quieres hacerme compañía

Y como de costumbre, comenzó a patalear y a suplicar para que continuara, a la vez que se contradecía y entre balbuceos rogaba para que parara, pues creía que en cualquier momento iba a reventar como la bomba de hormonas que era.
No quería que pasara la hora, sabía lo rápido que la aguja del reloj corría cuando se estaba disfrutando buenos momentos.

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No podía negarse, así que accedió sin decir ni una sola palabra, como tenía por costumbre cuando no tenía mucho qué decir, prefería la acción.
Se recogió todo el cabello en un rodete y se acostó a su lado, viendo el techo y esperando el amanecer.

Se detuvo por un momento para hablar, pero siguió estimulándola con el mentón, pues la barbilla tenia algo de barba y pensó que podía hacerla sentir algo con ella.

-También házmelo a mi... como la otra vez.-

Amaya se quedó en blanco y largó una pequeña risita traviesa de repente.

—Mejor que la otra vez. — Le respondió. Se apartó para cumplir con su parte del trato… y definitivamente cumplió con su palabra. Era tan suave y delicada, como también una bestia fuera de sí que no entendía razones.

De golpe le subió la emoción y comenzó a lagrimear. Se detuvo. El labio inferior comenzó a temblarle.

-Te amo demasiado.

-Lo se amor, no tienes por que llorar.- Dijo, pensando que lo hacia por que debía irse de nuevo. -Sabes que en el primer momento que tenga libre vendré a verte... recuerdas nuestra boda?, cuando vuelva podremos casonas otra vez como habíamos prometido, y tu te pondrás un vestido blanco otra vez con tus hijas y tu prima presentes... valdrá la pena el tiempo que pasemos separados.

—Lo sé, pero no es eso. — Volvió a sentarse, con algo de esfuerzo — Solo es que me doy cuenta cuanto germinó lo que plantaste en mí. En mi corazón. Y que con solo recordarlo y sentirlo, no puedo evitar emocionarme. Mirarte a los ojos cuando lo hacemos es una de las cosas que me hacen estar consciente de ello.

No supo que responder a eso, le extrañaba demasiado ese repentino cambio, supuso que eran sus hormonas que se habían vuelto locas por el embarazo.

-Pero yo ya te he dicho que no quiero verte llorar, no importa cual sea el motivo.-

Estaba demasiado cansado para moverse, solo se movió un poco para que se recostara junto a él y durmiera sobre su hombro.

—Qué tonto eres… incluso cuando me veo la panza me siento así, así de feliz, por supuesto. — Seguía balbuceando y se recostó sobre su hombro, a la vez que buscaba una posición con la cual sentirse cómoda y relajada. Entrecerró los ojos y sin darse cuenta, en unos pocos segundos, se quedó dormida de repente.

-Estabas tan cansada que apenas pudiste quedarte despierta unos segundos.-

Busco la sabana y tapo a los dos con ella, recargo la cabeza contra la suya y se quedo dormido.

Durmió hasta que el canto de los pájaros y la luz del alba entraron por la ventana, esta vez lo hizo antes que ella, cambiando papeles, ahora era él quien la veía dormir y la esperaba a que despertara.

Amaya terminó abriendo los ojos de a poco, pues la luz era demasiado intensa como para no despertarla. Se desperezó levemente, y miró a su esposo, pues pretendía mirarlo hasta que despertara ; solo que se llevó la sorpresa de que él lo estaba haciendo con ella. Ante eso, solamente atinó a sonreír con dulzura y gracia. Se lo quedó mirando, pues no sabría decir cuánto tiempo pasaría antes de poder contemplarlo de nuevo. Aquel silencio era perfecto.

-Y ahora que..?- Dijo en voz muy baja, como un susurro,

Como podía irse ahora, no había sensación mas cómoda que la de estar acurrucado en una cama caliente junto con su esposa en una mañana fria, si pudiera detendría el tiempo para que ese momento durara para siempre, pero no podía, tenia que acabar tarde o temprano.

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Del otro lado del continente, Archimonde también despertaba a causa del ruido blanco proveniente del bosque que rodeaba la cabaña, el sol le daba en la cara a través de la ventana, haciendo que este se girara y rodara hacia el centro de la cama, quedando encima del hombro de Morgana.

-Buenos dias.- Dijo con la cara metida entre el cabello de ella.

—A volver con nuestras labores— Comentó alegre. No parecía triste para nada, aunque por dentro estaba muy emocionada todavía. — Pero primero… — Se le subió encima y le dio un beso en los labios, uno suave y cariñoso. Significaba amor, suerte y despedida.

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—Buenos días. — Respondió con una ligera sonrisa de medio lado en el rostro. Tal vez no debería acostumbrarse a esas muestras de…¿afecto? Sí, esa era la palabra. Era tan raro para ella. Extrañísimo. De igual modo, dejó que enterrara la cara en su mata de pelo. — Debería cortarlo…— Pensó en voz alta. A veces era molesto que estuviera tan largo, pero no podía… lo había usado largo toda la vida. Era su reliquia. Lo amaba así castaño oscuro y rojizo como era , también con su longitud.

Tiene que ser ahora mismo?, podemos esperar almenos a que este un poco menos fresco, aun falta mucho para que sirvan el desayuno y quiero pasar un rato mas a solas con mi mujercita-

Aun estaba desnudo y la delgada sabana de algodón era lo único que lo mantenía caliente, además del calor corporal de su compañera.

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-Tal vez deberías dejarlo como esta, su cabello es como un río que corre entre las generosas curvas de su cuerpo... Es decir, se le ve bien-

Con la yema de sus dedos cordial y anular recorrio el frente de su cuerpo, desde el cuello hasta la zona pélvica, viendola solamente de reojo.

—Mmh, sí, la mañana del día de hoy está demasiado fresca y húmeda. Supongo que será así por el resto de la primavera. — Buscó su mano y se la agarró en cuanto la encontró— Y durante la primavera mi vientre adquirirá otras dimensiones, tanto que ya no me podré ni agachar. Y luego el verano, donde pariré y por fin podré verle la cara a mi bebé. Pero mientras tanto… — Hizo que la acariciara. Cerca del cuarto mes a ella ya se le notaba, por lo delgado de su figura.

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Con la misma delicadeza con la que recorría su cuerpo, lo tomó de esa mano con las suyas propias y lo miró, frontal. Demasiado.

—Ya no me trates de “usted”. Si vas a acariciarme, decirme cosas bonitas y hacer el amor conmigo, ya no es necesario. A menos que “prefiera” un trato más cortante… trato cortante que ahora no estoy dispuesta a dar.

Le acarició la mano para luego soltársela.

-Debes estar muy emocionada por tener una nueva etapa de maternidad junto con tu prima, las dos con sis abultados vientres comiendo cuanto se les antoje y pasando todo el día sentadas platicando... si convences a Marcus que retome su antiguo puesto el puede encargarse de los asuntos del reino hasta que puedas retomarlos tú.-

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-Si así lo deseas, te hablare de ti desde ahora, Gisella-

Salio de la cama y comenzó a vestirse.

-Tenemos que irnos ya, mientras mas tiempo paso en la cama con ust... contigo, menos me quiero ir-