۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

-"Ciertamente, no hay ninguna garantía de que el Este de marcha atrás a sus planes, pero su lo hace tendrá que lidiar con un par de inconvenientes- le dije mientras me ponía de pie, sabia que me quedaba poco tiempo, podía escuchar a los guardias con sus pesadas armaduras corriendo a través de esos pasillos.

-"El primero, tener a su disposición solamente a poco mas de la mitad de su ejercito.-

me di la vuelta y abrí la ventana, tenia que buscar un modo de salir de ahí, si bien ella no tenia que dar explicaciones de por que estaba en mi habitación a mitad de la noche, sin duda yo si tendría que hacerlo.

-"y el segundo.- le dije mientras miraba a mi compañero en aquella habitación oscura preparándome para salir de ahí.

-"enfrentarse a la horda!!!" vocifero histérica aquella pequeña calavera.

Me posicione en el marco de aquella ventana, y confirme que no estaba tan alto como para salir por ahí, no me gustaba la idea de dejar a mi acompañante solo con aquella niña pero no tenia mas opción podía, escuchar a los guardias tras la puerta.

-"Y respecto a tus inquietudes, no te preocupes no soy tan malo como parezco"- le dije mientras me marchaba.

No pude evitar reírme en cierto tono malicioso cuando saltó de la ventana, como una niña que hizo una travesura y rogaba para que no la descubrieran.
A pesar de todo, no era ninguna boba y era obvio que no iba a dejar que los guardias me vieran en aquella habitación, pues luego se correrían rumores y podrían llegar a los oídos de la única persona que me importaba: el escultor del palacio. ¿Y con qué cara lo miraría luego…?

Me reincorporé con tranquilidad, destrabé la puerta, aunque sin llegar a abrirla y me metí debajo de un mueble de la habitación. Yo soy muy flaquita por naturaleza, no sé porque, pero lo soy, a veces tanto que cuando no engordo, parezco enferma y debilucha; así que entré con gran facilidad en esa abertura.

Pude ver los pies de los guardias, como revisaban debajo de la gigantesca cama, decían un par de cosas, seguían registrando y luego se marchaban. Eran tan ingenuos a veces… Me sabía de memoria la ubicación de los muebles y absolutamente todas las cosas de cada habitación ¡Viva la memoria de la juventud!

Una vez que no escuché más nada, salí de mi escondite y me crucé de brazos.

—El problema no es que seas malo. El problema es que a mí me importa otra persona — Dije en un volumen entre bajo y moderado.

Y en ese momento, me di cuenta de que la ventana había quedado abierta.
¡Diablos!

Me acerqué para ver si seguía allí, pero no vi a nadie.

Ahora llegaría la noticia al rey de que mi prometido había desaparecido de su cuarto y que probablemente alguien había entrado por la ventana a hacer algo… malo. Todo por un descuido de ambos. SÍ, DE AMBOS.

—Uy… — Pronuncié solamente, cerrando la ventana para que no hubieran pruebas de los dichos de los guardias. Él tendría que buscar la manera de entrar por otros medios.

La vida de una princesa…

-"Con que alguien mas..."- le respondió en tono malicioso aquella calavera.

Mientras tanto Astaroth se paseaba por las caballerizas buscando la forma de regresar al interior del palacio, no le importaba que lo vieran, igual no seria demasiado difícil convencer a los guardias de que solo había salido a dar un paseo nocturno, pero no tardo mucho en darse cuenta que no estaba solo en aquellos establos.

Me sobresalté de sobremanera.

— ¡¿Quién está ahí?!

Agarré una banana, inútilmente, para defenderme por si acaso.

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En ese establo, estaba un caballo negro pura sangre gigantesco y de color azabache, un bello ejemplar muy bien cuidado y de apariencia sana. Su pelaje brillaba con el reflejo de la luz de la luna.
Se llamaba Fir, por lo menos eso decía la placa de bronce atornillada en la puerta que restringía el paso del caballo hacia afuera. Fir era el caballo de Amaya. El adorado caballo personal de ella, el favorito y el mimado de todos. Había sido un regalo de cortesía de los árabes.

Este se puso nervioso con la presencia del hombre y empezó a relinchar y a pararse en dos patas.

-"una banana? bueno, supongo que si consigues otras cien de esas podrías alimentar a alguien hasta matarlo"- le dijo en tono burlón.

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-"Sabes te pareces un poco a mi caballo Nuctemeron-" le dijo mientras el caballo relinchaba y se paraba en sus patas traseras. -"con que eres caballo de un solo jinete eh? bueno, no es nada que un poco de magia negra no pueda arreglar"-

Astaroth nuevamente vocifera aquel impío lenguaje, maldiciendo a aquel violento animal con un conjuro de confusión, haciéndole creer que el que le habla no es mas que su dueña.

Ensilla al caballo, se puso la capucha de su abrigo y salio de aquel palacio sin que los somnolientos y borrachos guardias se dieran cuenta de que había robado al caballo de su princesa.

— ¡No te burles de mi! — Hice un berrinche de niña chiquita. Empecé a ir de un lado para el otro tratando de encontrar al intruso que utilizaba aquel tono tan burlesco para herir mi inflado orgullo de princesa — ¡O te lanzaré la banana apenas te encuentre! A menos que… ¡Seas un espíritu! — Yo creía firmemente en ellos, aunque nunca lo dijera públicamente para que no me trataran de loca. “Esa no era la conducta de una princesa”, según mis padres.

Me puse a llorar a propósito para ver si hablaba de nuevo.

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Era un caballo realmente magnífico. Veloz como el viento y bastante elegante en su forma de andar. Hasta se podría decir que su trote mantenía cierta gracia.
No dejaba de ser rudo y salvaje, aun así.

Era un caballo excepcional, sentí que podía hacerlo correr por horas, pero se hacia tarde y tenia que dejar a Fir en su lugar antes de que amaneciera. Me disponía a volver cuando por el sendero en el que me encontraba logre ver a otro jinete que se acercaba, no sabría decir de donde venia pero si sabia con certeza cual era su destino, así que decidí esperar a aquel hombre, que con suerte, podría usar como la cuartada para volver al castillo sin levantar sospechas.

Mientras tanto en el palacio aquel cráneo reía a carcajadas por lo hilarante de aquella situación.

-"no seas tonta niña, acércate... tu y yo tenemos mucho de que hablar"-

Entonces descubrí que quien me hablaba, era ese cráneo. Me acerqué muy rápidamente hacia él y arrimé mi rostro con toda la curiosidad del mundo, como el de una niña al que le dan su primer juguete y está dispuesta a examinarlo con detalle.
Con el dedo empecé a toquetearlo, aun con mi rostro cerca.

— ¿Eres un objeto mágico o algo así? — Sonreí con emoción y felicidad. No tenía idea porque sentía tanta dicha; supongo que era porque se me había cumplido una vieja ilusión que no soy capaz de recordar.

Mis ojos estaban abiertos de par a par.

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De repente, un trote muy cercano se oyó detrás de él. Era una joven dama, de la misma edad que Amaya tal vez, con una corona y ropas lujosas y una expresión muy altiva en su rostro. Parecía que en realidad te miraba con desprecio y cierto odio.
Montaba un corcel marrón claro con las patas blancas. Llevaba el cabello trenzado y en la noche se veía que su cabello tenía cierta tonalidad rojiza.

—¿Qué hacéis vos con el caballo de mi prima , la honorable Princesa Amaya? — Y de una de las mangas de su vestido, sacó un cuchillo de plata con mango del mismo material.

Se notaba que ella estaba dispuesta a hacer todo por el nombre de su prima.

-"Otra que se quiere dormir temprano"- me dije a mi mismo, estaba solo en aquellas praderas, podría deshacerme de ella sin dejar ningún rastro, pero era esa forma de actuar lo que me estaba dejando hasta el cuello de problemas, así que en vez de eso me levante la capucha y me presente formalmente

-"Déjeme presentarme, soy Astaroth, Comandante de los ejércitos del Este y por lo que me dices... tu futuro cuñado"-

Solo esperaba que esta fulana no fuere tan agresiva y malhumorada como su prima. de lo contrario... bueno, mucha gente se muere al caer de sus caballos.

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-"Un objeto? no, soy mas que eso... soy un artefacto de vida y de muerte, de salvación o destrucción, y en tu caso, puedo ser tu mejor aliado o tu peor enemigo."- le dijo invitándola a sostenerlo entre sus manos.

Mantenía la misma expresión seria en su rostro, la misma de principio a fin, sin siquiera mostrar un ápice de emoción, cosa que desesperaba un poco al no saber que estaba pensando realmente en ese momento.  
Bajó la daga, más sin embargo no la soltó ni guardó en ningún momento. Eso indicaba que aun andaba desconfiada.
La realidad era que estaba haciendo memoria, pero sin dejar de clavarle la vista ni un segundo. Hasta que recordó quién era: el prometido de su prima.

Y sí, ella tenía un carácter muchísimo peor que el de Amaya. Era cruel, sarcástica y bastante sanguinaria.  Y también calculadora. Era la princesa de Yellow del sur: Jarishmort Lucifenia. Tenía fama de saber cómo manipular al rey del sur para que se cumplieran sus propósitos o eso por lo menos decían las malas lenguas que ella misma se encargaba de cortar.

Detrás le sobrevino otra chica, igual a ella, pero esta con cara de preocupación. Eran gemelas.  

— ¡Lucy! — Exclamó, acercándose en un caballo blanco — La próxima no te hagas la valiente y te alejes así… Encima que padre apenas nos deja andar a caballo solas.

—No me estaba haciendo la valiente, Ladelly — Guardó su daga entre las mangas rápidamente antes que su hermana la viera — Pero si veo que un bastardo está montando el caballo de nuestra prima ¿Cómo se supone que quieres que reaccione? — Señaló acusatoriamente.

— ¡Baja ese dedo! Es de mala educación… Ruego que perdone a mi hermana… — Entrecerró los ojos al verlo. Se sorprendió tanto que el caballo se paró en dos patas por la reacción de Ladelly — ¡Vos sois el prometido de mi prima! ¿Cómo pudo montar a Fir, a semejante bestia? — Preguntó asombrada y curiosa a la vez, ya que Amaya era prácticamente la única persona a la que obedecía ese animal.

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—Ya veo… Shhh , que así no se le habla a la princesa y mucho menos a una linda señorita- Reí - Eres muchas cosas en una. Podría ser algo así como multiuso… ¡Una primera “cosa” multiuso! ¡Genial! — Lo sostuve inmediatamente entre mis manos — ¿Y qué pasa si te me caes al suelo? — Pregunté con picardía. Me estaba haciendo la tonta. Pero era para probarlo, era necesario — En todo caso no sería mi intención.

-"no soy tan frágil como parezco, hace falta mucho mas que una caída para hacerme algún tipo de daño joven princesa, soy una trampa de almas, soy la fuente de energía de ese torpe al que llamas pretendiente"-

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-"Genial... otra"- pensé. -"Dices que es el caballo de tu prima?"- tiene sentido, de cierto modo me recuerda un poco a ella. -"entonces sera mejor que lo devuelva antes de que se de cuenta de que lo tome sin su permiso, no les importara que las acompañe al palacio verdad?"-

—Entiendo. Pues la verdad es que siquiera lo considero como mi pretendiente. Más bien es como todo el mundo lo ve — Sentí como mis ojos se entristecieron un poco — Pero no como lo veo yo— Miré con curiosidad al cráneo parlante — ¿Fuente de energía? ¿Acaso tienes su vida entre tus “manos”? ¿Su energía vital?

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—Primero hay que esperar a que Padre se acerque con su carroza. Nos ha de estar vigilando desde lo lejos y no le debe gustar nada lo que estamos haciendo —Se lamentó Ladelly, la gemela menor.

—Bah… Cuando vea quién es se le pasará la chinche. Después de todo, a eso viene, a conocerlo.

-"no exactamente... como te habrás dado cuenta, el posee ciertas habilidades, habilidades que con mi energía, podrían desatar el infierno en la tierra."- le dijo mientras sus ojos se iluminaban con una luz espectral.

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-"Habra que esperar entonces, por cierto, con el alboroto no se si escuche bien sus nombres, Lucy y Ladelly cierto?"-

—Uuuuuuuh — También se me iluminó la mirada. Quería hacer algo con fines egoístas, pero no sabía si preguntar o no… ¡Ya que! Para eso estaba — Oh, hermoso cráneo parlante, ¿Me puedes conceder algo? ¿A mí, a Jarishmort Amaya? Por favooooooor — Pestañeé varias veces.

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—LUCIFENIA — Remarcó el nombre la gemela mayor con el peor tono posible. Miró odiosamente a su hermana menor, con un semblante oscuro y expresión de reto en su mirada ¿Para qué había dicho Lucy en frente de un desconocido, cuando ella, su hermana, madre y prima solamente podían llamarla de esa manera?

—Perdón… — Susurró la menor, bajando la mirada. Luego la alzó, pero solo un poquito — Sí, efectivamente, ella es Jarishmort Lucifenia y yo soy Jarishmort Ladelly, las princesas de Yellow del sur y primas de la princesa de Yellow del norte, Jarishmort Amaya.

—Parece que ya entendió, Ladelly. No creo que sea tan idiota… aunque tal vez un poco, ya que ni el más loco imbécil agarraría a Fir sin saber que es de la temperamental Amaya — Pasó por al lado de él. Lo odiaba porque seguramente Amaya también lo hacía.

-"claro, podríamos hacer un intercambio de favores. Dime niña, que es lo que deseas."- la pobre niña había sido cautivada por aquella infame calavera, cautivada como muchos hombres y mujeres lo habían estado antes que ella. ella no tenia ni idea de lo peligroso que era el terreno en el que se adentraba, pues seres de esta naturaleza solo cedían para después cobrar una desproporcionada tarifa.


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-"Genial, ahora tendré que tratar con dos Amayas"- dijo en voz baja mientras daba vuelta al caballo. -"solo espero que la que deje en casa no encuentre a... mierda."-

—Nada—Dije aun con mi hermosa y adorable sonrisa y los ojos cerrados formando una inocente expresión — ¿Por qué debería confiar en ti cuando me pides un intercambio de favores? Yo que sé que favor me pedirás luego. Que es lo que tendré que hacer después. Así que nada — Me acomodé el cabello. Yo sabía que yo sola podía conseguir lo que quisiera, sin la ayuda de ninguna criatura mágica — Solo no te enojes conmigo — Agregué en un tono dulzón. Me salía naturalmente travieso.

Dejé el cráneo donde estaba y me dispuse a dar vueltas parada, como si estuviera libre en un campo. También comencé a tararear, feliz. Respiraba un poco de libertad.

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En eso, una carroza sumamente lujosa rodeada de guardias se acercó. El que estaba adentro corrió la cortina y sacó el brazo, haciendo una seña a las gemelas para que prosiguieran. Eso significaba que los reproches vendrían luego.

—Hay que seguir. El rey del sur lo ha dicho.

-"El favor que quiero pedirte es bastante simple en realidad, solo necesito que finjas estar de acuerdo con este matrimonio, solo hasta que seamos lo bastante fuertes para derrocar la rey del Este, después de eso, me llevare a Astaroth de vuelta a su tierra y jamas volverás a verlo en tu vida, y a cambio, te haré inmune a ti y a esa persona que amas de cualquier maleficio que el les pueda provocar."- una tarifa relativamente barata, para lo que aquel ser acostumbraba pedir.

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-"Bien Ladelly, ya que el camino hacia el palacio es bastante largo, por que no me cuentas mas sobre tu hermana, tu prima y tu?"-

Dejé de tararear enseguida.

—No— Miré al cráneo de nuevo y sonreí dulce, de nuevo. Era experta sonriendo. Me salían de la nada en casi cualquier situación. Y lo más importante: mis no eran NO — Puedo hacerlo por mí misma. Pero son cosas que debo solucionar yo. Hay otras maneras… Pero más complicadas. Aun así, soy Princesa, no estúpida, aunque no pareciera — No borré la sonrisa en ningún momento — Así que pronto podrán irse a casa con la ayuda necesaria de parte nuestra, del reino Yellow del norte. Y quién sabe, tal vez de la generosidad del sur.

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Ladelly aprovechó a que su hermana estaba delante, junto a la carroza.

—Bueno, empiezo por quien es su prometida. A veces Amaya puede resultar un poco áspera, pero es la persona más dulce e inteligente que pueda llegar a conocer… solo hay que buscarle un poco la vuelta o saber en qué momento dirigirle la palabra o captar su atención. No parece, pero es una adulta con alma de niña que tiene una libertad envidiable incluso para nosotras dos. Incluso hasta con su mente puede llegar a ser libre, pasar todos los límites con su imaginación. Es una buena escritora y compositora de pequeñas piezas de piano. Además de una excelente jinete. Por eso me sorprendió ver que estuviera andando en el caballo de ella, pues es a la única que obedece exclusivamente. Supongo que tiene su carácter. ¿No es un magnífico ejemplar de su especie acaso? Aunque un tanto… como decirlo… arisco. Solo hay que aprender a cómo llevarlo o ser demasiado bueno como para que lo tolere — Sonrió — Y mi hermana… Bueno, ella es todo un caso. También tiene un carácter especial. Principalmente porque padre, no sé si es bueno decirlo, pero es cierto: Nos sobreprotege. Muy en el fondo, Lucifenia quiere ser libre como lo es Amaya. O tener, aunque sea, un pequeño porcentaje de esa autonomía. Y con lo que respecta de mi, bueno… — Se sonrojó un poco — Soy un poco más tontita y suelo vivir en mi pequeño mundo. Madre, la reina, dice que soy como un terrón de azúcar y padre , el rey , que plante los pies sobre la Tierra. Pero eso no quiere decir que no tenga mis momentos.

-"Respeto tu decisión, princesa, solo espero que estés consiente de que las acciones que tomes de aquí en adelante tendrán grandes consecuencias. para ti, tu amado... tus padres, súbditos... incluso tu amado caballo Fir..."- Aquel cráneo estaba completamente enterado de lo que Astaroth hacia, de lo que sabia y lo que planeaba, sabia que el caballo era importante para ella... para su orgullo, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera para que sus planes terminaran como el quería.

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-"Me alegra que tu temperamento y tu orgullo no dominen tus acciones, eso es algo que, aunque tu padre y tu hermana piensen lo contrario, puede ser tu mejor virtud"- sentía cierta empatia por aquella niña, pues conocía en carne propia lo que se sentía ser el hermano menor.

-En todo caso , volveré si me arrepiento - Sonreí y seguí tarareando. Empecé a pasar mis dedos en mi cabello muy felizmente frente al espejo.

Era hora de hacer planes y adivinar las siguientes acciones de mi peor enemigo hasta ahora.

Me fui de allí , ocultándome cada vez que los guardias me buscaban , hasta llegar a mi habitación. Era hora de descansar y creo que el palacio entero estaba revuelto.

Cerré los ojos. Al día siguiente debía ir con el escultor para que terminara de hacer mi busto propio.

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-Tal vez. Aun así no puedo ocupar el puesto de mi padre , por la ley sálica. Así que de mucho no me sirve...

Ya habían llegado al castillo. Todos debían descansar.

-"Entonces no tienes que preocuparte por tener el carácter de tu hermana o el de tu prima, el poder tiene un sabor amargo cuando es la espada de damocles la que se balancea sobre tu cabeza, así que no te angusties por no ser tu la que deba cargar con las responsabilidades de tu nación"- le dije mientras me bajaba del caballo y se lo cedía a uno de los guardias, tan pronto como salio de mi vista lo libere de aquel maleficio, solo logre escuchar un relinchido y lo que parecía ser una patada en el pecho por parte de aquel fiero animal.

Una vez dentro de mi habitación me encontré que mi compañero estaba justo donde lo deje.

-"Que tal el te fue en tu faena nocturna"-

-"Bien, si no tomas en cuenta que mis problemas se acaban de multiplicar. Y tu? algo que reportar?"-

-"No, nada."-

Y fue así como la noche se hizo día, para dar paso a otros eventos…
La familia real, ahora, estaba completamente reunida. Las primas se habían encontrado en los pasillos, aunque las princesas del sur ya estaban listas para desayunar, la única perezosa que aun no se había ni levantado era Amaya. Había veces que hacía lo que quería y escapaba del control del rey, el cual pasaba la mayor parte del tiempo ocupado haciendo y deshaciendo compromisos y juntas de todo tipo.

Un grito de la reina bastó para que las sirvientas fueran a despertarla, vestirla y peinarla para el desayuno real. Y fue así, con suma vagancia, llegó al salón de los festines familiares para celebrar su reciente compromiso, inicialmente accidentado y la llegada de la familia real del sur.

Ya era de día y yo apenas había dormido, me vestí y baje al salón a buscar a la que al parecer era la única amistad que tenia en aquel palacio. Por lo que pude ver algunos de mis hombres habían llegado en la madrugada y junto con ellos el resto de mis cosas y mi caballo, sin embargo les ordene dejar todo y regresar a la frontera, si por algún motivo tenía que escapar seria mas fácil si lo hacia solo, y ahora por lo menos, no tendría que robar el caballo de alguien.

Una vez que terminé de arreglarme, me presenté en el comedor para dar inicio a un nuevo día. Aunque antes de sentarme, saludé a mis primas totalmente emocionada. Hacía mucho no las veía, prácticamente dos años, que para mí, eso es un suplicio pues las quería con toda mi alma.

—Que bueno es verlas luego de tanto tiempo. Me siento tan feliz por sus presencias que se me ha pasado toda la amargura de ayer de golpe — Pude decir eso porque los reyes aun no habían llegado y no teníamos permiso de sentarnos sin la orden del rey del norte.

—No es para menos — Me respondió Lucifenia — ¿Ese imbécil que vas a tener de marido fue el mejor pretendiente? ¿En serio? Y aun así… Es estúpido que nos tengan que elegir marido. Quién sabe con qué pretensiones vienen esos tipos.

Asentí a todo lo que dijo, sin bajar la mirada. Mi prima tenía unos ojos muy intimidantes.

—No es correcto que hablen así del futuro Rey de Yellow del norte. Aun si sea cierto todo lo que dicen.  No es cortés.  Aparte no parece tan mala persona.

Con Lucifenia nos miramos y nos echamos a reír a carcajadas. Parecíamos dos brujas.

—Luego me cuentan con detalle como se lo cruzaron a ese bellaco. Parece que alguien vino…

Y guardamos un silencio sepulcral.

-"Entonces, cual es el nuevo plan?"-

-"El plan es no hacer mas planes"-

-"Y que harás con Anastacia y su prima Drisella"-

-"Amaya y Lucifenia... no se, supongo que seria muy extraño que se estuvieran desmallando todos los días no?"-

-"Ciertamente, lo seria"-

No tenia muchas opciones, o peleaba o me rendía... y si bien estando ella sola ya suponía un problema, su prima la fulana solo empeoraría las cosas, tenia que conseguir aliados, y pronto.