۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

—Te quedan muy bien los rizos en tu cabello negro, primita — Comentó Lucifenia y se acercó por el costado hacia mí y me pellizcó el trasero.

Di un respingo por esa atrevida actitud, pero suponía que era para advertirme sobre la persona que acababa de llegar. Y cuando vi quién era por encima del hombro de Ladelly, comprendí mejor sus acciones.

—Gracias. Debes agradecérselo al peinador. Siempre destacando la belleza. Son unos artistas ¿No es cierto?

Nos hacíamos las estúpidas a propósito. Confabuladas éramos terremoto y huracán. Bien dicen que un grupo de mujeres estando de acuerdo son la peor abominación existente en la Tierra. Supongo que es cierto.

—Sería perfecto que cada una de nosotras consiguiera el marido ideal — Se metió Ladelly en la conversación sin saber lo que tramaban las otras dos.

—Y que sea un hombre de verdad — Finalizó la frase Lucifenia.

No pude evitar reírme.

—No tienen que ser tan malas. Aunque por hoy les permito ser las peores — Sonreí maléficamente. Y me encargué de decirlo en un tono lo suficientemente fuerte.

Ignoramos olímpicamente al presente. Eso me llenó de satisfacción.

—Prosigamos, entonces. Que tal Amaya, ¿Cómo crees que serán tus hijos?

—Perfectos como yo — Di una vueltita y una risita cantarina — Lástima que no existirán. Seguramente tendrán que venir de alguna manera… tal vez, POR ARTE DE MAGIA.

Lucifenia rió con eso, sin saber en realidad a lo que me refería.

-"Ni toda la magia del mundo seria suficiente para hacer algo tan perfecto como tu, cariño"- le dije mientras me ponia destras de ella y movía su cabello para poder decirle algo al oído. -"pero si poseo la suficiente como para engendrar algo hermoso dentro de ti"- le susurre solo para después alejarme sin darle oportunidad contestar.

-"Soldado que huye sirve para otra batalla, eh?."-

Parecía que cada vez que intentaba llevarme bien con ella solo lograba agrandar nuestra enemistad, y ahora con la presencia de sus primas seria aun mas difícil hacer algún tipo de tregua, encarara estando sola era el único método viable.

-"No te preocupes, acabara escuchando lo que tengo que decir, de un modo..."- dije mientras enredaba uno de sus cabellos entre mis dedos -"u otro."-

—Uuuuuuuuh — Dijo Ladelly ante semejante respuesta que al parecer logró escuchar. E incluso sonrió algo traviesa. Y puedo imaginar el porqué: mi cara estaba completamente roja, quién sabe si de vergüenza o de ira.

Dejé que tocara mi cabello, el cual era sagrado para mí, al cual siempre ordenaba, tocaba, peinaba y acariciaba tiernamente, como si fuera la única posesión más valiosa que tuviera. Pero en realidad eso me molestaba muchísimo. Era muy celosa de él. Incluso a mi estilista personal le mezquinaba la cabeza y sufría una barbaridad cada vez que me debían cortar las puntas.

Pero lo importante aquí no es mi cabello. Es aquel desafío.

—Ya lo veremos, QUERIDO — Contesté de igual modo, refunfuñando. Cerré y apreté los puños. Iba a explotar en cualquier momento.

Lucifenia lo observó con ojos de muerte.

— ¿Y cuál ha sido el regalo de cortesía hacia la princesa Amaya? — Preguntó atrevidamente, Lucifenia querida. Estaba buscando mofarse de él dependiendo su respuesta, ya la conocía.

Aunque ya había emprendido mi retirada, no pude evitar darme la vuelta para responder a lo que parecía una invitación a un combate verbal por parte de la pequeña bruja -"No importa que tan exuberante fuese el obsequio que traje, cualquier presente parece insignificante en comparación a la enorme y eterna idolatría que te ensañas en demostrarle Amaya cada vez que me le acerco... si no eres mas discreta acabaran por darse cuenta de que eres..."-

No termine aquella oración, pero solo faltaba ver la expresión de mi rostro para saber a lo que me refería, Lesbiana era el mensaje y ella lo había captado muy bien.

-"Que pasa niña, parece que te mueres de ganas de clavar ese ridículo abrecartas en mi cuello"- le dije para provocarla, que importaba, igual ya estaba en mi contra.

La verdad es que no entendí nada de lo que estaba diciendo. Solo que en cualquier momento llegarían los reyes y nosotros estaríamos matando y arrancando los ojos a mordiscos.
¿Acaso había insinuado que mi prima Lucifenia era lo que yo creí a lo que se refería? ¡Pero qué disparate!

— ¡ME HA OFENDIDO! — Exclamó de repente Lucifenia y se retiró de allí llorando, sin antes darle un guantazo en la cara , corriendo y a moco tendido.

Ya había entendido su truco. Aunque esta vez no sabia si estaba fingiendo o no , pues verla llorar era casi imposible.

— ¡Lucy! ¡Lucy! — Ojeó a mi “prometido” con ojos de desaprobación y se fue tras Lucifenia. Pobre, siempre debía lidiar con el carácter de ella.

—Bellaco. Bellaco te queda corto. ¡CORTO! — Le grité, haciendo que mi voz resonara por todo el lugar y seguramente por las otras habitaciones que conectaban al comedor — Por cierto, ni se te ocurra propasarte conmigo, pues yo no te daré mi virginidad ni de chiste, no te daré nada. Y que Dios me oiga para que cierre mi útero.  Veamos si lo que tanto tienes, es más o menos que un maní quemado — Me acomodé el cabello y me crucé de brazos, en plan de actitud de asno. También me fui a una esquina — Bellaco — Volví a murmurar — Para cuando termine esta absurda comilona , irás a pedirle perdón de rodillas. O verás lo que es mi puño de hierro.

-"Cariño, no te pongas así"- le dije sarcásticamente -"te juro que lo de usar magia era completamente literal.

-Te vas a topar con un muro más grande que el de afuera - Señalé con el pulgar hacia la ventana.

No le dije más nada porque ese día no tenía ganas de mirarlo a la cara ni por dos segundos. Había solamente venido para complicarme más de lo que ya estaba antes de su llegada y encima debía soportarlo con una fingida sonrisa de oreja a oreja para no llevarme reproches por parte de mis padres.
Aunque ahora no me dedicaré a explayarme más en eso, si diré que al parecer voy a tener que tener mucha más cautela de la imaginada y cambiar ciertos patrones de conducta que vengo repitiendo (Ejemplo: Algunas actitudes caprichosas…) desde hace tiempo. Iré más a menudo a la iglesia, me esforzaré por estudiar más sobre el mundo que me rodea y acataré un poco más las órdenes del rey hasta que esto se calme un poco.

En eso, las trompetas nuevamente comenzaron a sonar, y entró el rey del norte con la reina detrás. Era increíble lo que podía llegar a ser una cultura patriarcal. La pobre de mi madre seguramente sufrió el mismo destino que ahora, por tradición y absurdas leyes, me obligan a seguir.
Seguido a ellos, los reyes del sur. Y por supuesto, una Lucifenia totalmente recuperada, como si no hubiera pasado nada. Pero yo sí podía observar su horrible semblante, desmejorado totalmente, lleno de un odio irascible y una llama de crueldad absoluta asomándose por el rabillo de los ojos.

Tragué duro ante esto.

El rey del norte hizo una seña con el brazo. Ahora sí, podíamos sentarnos.

No respondí a eso, solo me limite a quedarme ahí sentado.

Mire el rostro de todas las personas que se encontraban en aquel gran salón, entonces me di cuenta de la realidad en la que vivía, no tenia planes, ni trucos que pudieran arreglar este desastre, no tenia aliados, en pocas palabras no tenia nada, mas que un ya no tan solido sentido del deber que me decía "¡no te rindas!", pero cuanto tiempo mas seria eso suficiente, por que tenia que arriesgar mi vida y la de mis hermanos por esta gente? no les debía nada, pero ya era demasiado tarde para escoger un bando, la noticia de este matrimonio ya debía haber llegado a los oídos del rey, si volvía me acusarían de traición, y si me quedaba era solo cuestión de tiempo para que esos fanáticos genocidas descubrieran mi verdadera naturaleza.

Estaba jodido, muy jodido...

Ahora que estaba mi prima , la tarea de tirarle abajo la moral sería más que sencilla. Solo esperaba que tuviera el suficiente tiempo como para hacerlo antes de que se fuera la familia real del sur.

El desayuno prácticamente fue silencioso los primeros minutos. Un silencio incómodo dado que parecía que esperaban a que yo iniciara la conversación , como casi siempre lo hacía.
Pero me ganó el Rey.

-¿Donde estuviste anoche? - Me preguntó con un tono bastante firme.

-Me levanté porque tuve varias pesadillas y decidí recorrer el palacio lejos de los guardias.

-Sabes perfectamente que no puedes hacer eso. ¿Que hay de tu seguridad? ¿Piensas que los guardias están allí de adorno? Por lo menos respeta su trabajo.

Era hora de la actuación , de hacer del papel de la niña sumisa.

-Ruego que me perdone , oh gran Rey.

-Si hubieras sido hombre me habrías ahorrado un montón de problemas.

Ese fue un golpe bajo que no esperé.

-Tiene razón - Respondí con un perfecto tono fingido de afirmación. Ya valorarás tener un hija mujer.

Espere a que todos terminaran de comer para levantarme, y le hice ceñas a Amaya para que saliéramos a hablar en privado, no tenia muchas esperanzas de que aceptara pero tenia que hacer el intento.

Obedecí al instante , algo adormilada y perezosa , pero lo hice.

-En el jardín nadie nos oirá - Sugerí.

Me senté en una de las bancas del jardín, a la sombra de un árbol. no sabia si vendría, así que solo quedaba esperar.

-"Que haces ahora?"- pregunto mi nefasto compañero.

-"Me preparo para izar la bandera blanca"-

-"No hablaras enserio"- me contesto incrédulo.

Hablaba muy enserio, cuando al fin puse los pies en la tierra me di cuenta de que tenia muy pocas posibilidades de salir bien librado de este conflicto, incluso si me convertía en rey del norte. y ella tenia que saber por que.

Me dirigí un poco dudosa al jardín , sin embargo lo hice. Presentí que era algo muy importante.
Tomé asiento y continué con la cabeza gacha por los dichos de mi padre.

-¿Que? - Pregunté.

-"Has pensado en lo que te dije anoche? lo que te dije antes de saltar por aquella ventana?"- le pregunte sin siquiera mirarla.

-Un poco. El tiempo que me quedó antes de dormirme - Contesté sinceramente. Ese día estaba muy húmedo. Comencé a abanicarme con el abanico de plumas.

-"y ahora que sabes los motivos por los que estoy aquí, que piensas hacer?"-

No hacia falta preguntar, sabia la respuesta a eso, pero igual lo hice.

— ¿Me ves cara de que yo realmente puedo hacer algo? — Estaba diciendo la verdad — Todo por esa estúpida ley sálica que limita bastante mi poder. Ya ves que siquiera tengo derecho legítimo a heredar el trono. Lo único que queda son las decisiones que puedan llegar a tomar el rey y el consejo. Yo ya no puedo entrar en esos temas. Lo único que quería , era desbaratar el matrimonio arreglado.

Eso había sonado increíblemente egoísta , pero era cierto.

-Soy de lo peor ¿No? - Reí con la mirada perdida.

-"Bien, tu ganas."- le dije sin hacer ni un solo gesto. "Enviare una carta al Este para contarles que el plan de la boda se cancela; en cuanto reciba respuesta me iré para no volver, no tardara mucho, no mas de una semana."-

En ese momento caí en la cuenta y sentí como si me hubieran tirado un baldazo de agua fría en plena cara.
Estaba siendo muy egoísta y ese mismo egoísmo no me dejaba ver que un inevitable caos vendría luego si yo no me las ingeniaba para hacer algo urgente.

Si yo no me casaba , habría guerra. Y si me casaba , estaba la posibilidad de que hubiera una , pero estaba ahí Yellow del sur , que parecía una nación pacífica , más que la del norte , pero ellos eran unos fieros guerreros que no contemplaban la compasión.

Estaba entre la espada y la pared. Si hacerlo o no. Si ser egoístamente feliz y ver como todo lo que yo amaba se destruía y caía a pedacitos o ser infeliz por el resto de mi vida y salvaguardar el honor de mi gente.

Entonces , comprendí , que debía crecer...

-No , tú ganaste - Dije de una vez por todas. Se me hizo un nudo en la garganta en apenas una milésima de segundo - Ya no me portaré mal y acataré todas las órdenes - Empecé a llorar - Espero que seas feliz con eso.

Es lo que haría una reina ¿No...?

Comencé a reír, muy disimulado al principio, pero después apenas podía contenerme.

-"Discúlpame, pero es que no te creo nada."-

-"Desde que llegue aquí no has hecho otra cosa mas que buscar la manera de echarme, incluso me amenazaste con delatarme con la iglesia, y ahora me dices que no, que seras una esposa sumisa y obediente? lo siento pero no te creo."-

—Te estoy prácticamente ordenando a que lo hagas — Mi semblante infantil cambió a uno completamente serio. Las lágrimas dejaron de correr por mi rostro — Suena poco creíble… Pero aun así, no mandes la carta. Dame un día para meditar. Tal vez así me comprendas mejor.  Un solo día y te daré la respuesta que quieres oír y para que quieras creerme.  De lo contrario — Lo señalé con el dedo — Entonces sí habrá guerra. Y nos estaremos viendo. ¿Quieres a Yellow del norte? Piénsalo. Te lo estoy regalando.

Me paré. Estaba decidida.
Yo dije que de ahora en más las cosas cambiarían... y que sea lo que Dios quiera. Amén.

Me pare y me puse mi capucha -"Entonces te espero esta noche en el establo"- le dije mientras me alejaba -"Tienes que escuchar la otra parte de la historia, pero antes debo mostrarte algo, así que no llegues tarde"-

Asentí igual de seria y le di la espalda y me fui. Ignoré por el resto del día a mis primas, aunque tampoco sabía donde se habían metido.
Esa tarde tenía cita con el escultor. Debía terminar un busto de mí para colocarlo en la sala de arte del palacio de la familia real. Era el único que faltaba.

Creo que mi expresión era tan ruda mezclada con tristeza, que llamé la atención de cualquiera, pues siempre viví riéndome a las carcajadas o gritando a los cuatro vientos.

Suspiré antes de entrar a la sala donde estaba… él. La única persona que yo amaba románticamente y no podía estar a su lado.


—Buenas tardes… — Saludé un poco tímida, inicialmente. Aunque mi tono de voz fue contundente.

Nombre Completo: Marcus MacGrath
Edad: 34 años.
Estatus social: Baja Nobleza.
Ocupación: Escultor, antiguamente perteneció a una facción militar de la iglesia
Personalidad: Es alguien serio y maduro, que disfruta mucho de la paz y tranquilidad, no le gusta desperdiciar el tiempo en tonterías por lo que suele mantenerse ocupado.  Es un caballero de primera, dulce, romántico, amable y detallista, en resumen casi el hombre perfecto, excepto por sus raras facetas de oscuridad y su obsesión con que sus trabajos queden perfectos. Puede tornarse algo posesivo con las personas a quien él ama, pero sin llegar a cruzar los límites
Apariencia y vestimenta:

pues ya que:

Me encontraba desempacando mis cosas, pues esa misma mañana recién llegaba de un agotador viaje que hice a Yellow del sur, mi tierra natal. aunque para ser sincero ese viaje solo fue una escusa para no estar presente en la fiesta de compromiso de la princesa Amaya.

Justamente me encontraba desempacando mis herramientas cuando ella entro al taller, tan bella como siempre. sin embargo había algo raro en ella, no era la misma niña de carácter dominante  a la que todos estábamos acostumbrados.

-"Princesa Amaya"- le dije mientras me ponía de pie para hacer una reverencia -"Me alegra ver que en mi ausencia no ha hecho mas que volverse mas bella."-

Me quedé paralizada un momento cuando pronunció mi nombre. Parecía que esta vez, necesitaba más que nunca verlo, pues tal vez confesaría mis verdaderos sentimientos aun si quedaba como estúpida al hacerlo y luego tuviera que pedir disculpas por hacerle perder el tiempo escuchando las niñerías de alguien como yo.
Al oír su voz, el corazón se me sobresaltó tanto que creí que me iba a desmayar. Dio un vuelco de alegría y tristeza a la vez. ¿Por qué el destino tiene que separarnos de esta manera tan cruel, desde el inicio de este ciclo de la vida? Aun sabiendo que yo pretendo ser una de las personas más sinceras, pero principalmente para ti ¿Porqué? Me haré esa maldita pregunta para siempre.

Tan solo desvié la mirada y traté de no largarme a llorar como una pobre condenada a muerte.

—Volverme bella es uno de mis pasatiempos— Esta vez mi tono fue más suave que al principio e hice una pequeña sonrisa — ¿Cómo habéis estado?— Le pregunté más que curiosa.

Quería correr e ir a abrazarlo con todas mis fuerzas hasta que los cielos estallaran.

—Ah sí, y mi fiesta de compromiso se arruinó porque me desmayé. Supongo que del disgusto.— Era el comentario más estúpido que podía haber dicho en el momento.