۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

—Prácticamente estoy contándole a mi padre que estoy perfecta, conforme y feliz. Estoy convenciéndolo de ello para que tome otra postura, para que un futuro no muy lejano rechace la oferta de hacer una alianza con el sur ante una guerra, así para cuando el Sur quiera hacer un movimiento, se verá bastante limitado al no tener prácticamente al aliado más importante en la historia de su nación y Lucifenia estará obligada a no hacer nada por miedo a ser liquidada.
>>Pero tampoco debo subestimar a Lucifenia, porque conociendo su carácter impulsivo y a veces absurdamente desquiciado, puede que se le ocurra alguna cosa y me de vuelta el tablero… Cabe también la posibilidad que, llevada por su ciega ira, quiera invadir ella sola el Este y al final tenga que aprender por las malas a actuar de manera diferente. Pero aquí lo que quiero es evitar muertes, de ambos bandos, así que deberé intimidarla de algún modo. Y eso será a través de Ladelly. Por eso dije que me obligaba a jugar sucio.

-"Bueno, el invierno esta por comenzar y las nevadas harán imposible cualquier intento de invasión... por lo menos en 3 meses como mínimo"- hice una pausa -"Si no hubiera mas remedio para evitar esta guerra mas que irnos de vuelta a Yellow, sabes que estoy dispuesto a hacerlo"-

—Si logro convencer a mi padre, no creo que sea necesario hacerlo.

—Eso no pasará. Dentro de todas las posibilidades, esa es la que menos puntos tiene.

Agaché la cabeza.

—Lo sé. Perfectamente.

-"Pero eso no va a pasar, verdad? no dejaremos que pase."- Comencé a vestirme para salir, pues había que mandar esa carta lo entres posible.

—Claro… — Con la sola idea de imaginarme esos escenarios nefastos, me entró una infinita tristeza. Incluso se me pasó la idea de suicidarme en caso de que todo se iniciara por mi sola existencia , puesto que era capaz de todo con tal de que eso no sucediera.

Junto a la carta adjunté una pequeña joya que llevaba en un cofrecito y que significaba algo importante para la familia Jarishmort del Norte. Era un mensaje claro para el rey sobre la veracidad de mis palabras. Puse punto y final y cerré la carta.

Tan solo asentí y sellé la carta con el sello correspondiente y la guardé entre mis ropas , como tenía por costumbre.
Rogaba que eso fuera suficiente como para convencer a mi padre de que no hiciera una locura.

Del otro lado del continente, El nuevo duque se preparaba para partir a la frontera, cargado con todas las cosas que el rey le había encomendado y acompañado con un escuadrón completo de soldados.

Aunque estaba consiente que en los caminos y brechas que estaba a punto de recorrer había la posibilidad de encontrarse con bandidos y asaltantes, la cantidad de soldados que le acompañaban era demasiada, pues para excursión de este tipo no eran necesarios mas de una docena de soldados, pareciera como si hubiera algo que lo le habían dicho.

El rey tan solo esperaba que Amaya respondiera a su carta en cuanto esta llegara a la frontera. Si no estaba claro que no dejaría que nadie se fuera de allí hasta recibir una contestación por parte de su hija la princesa… por fortuna con el nuevo Duque las cosas marchaban mejor de lo que esperaba y confiaba plenamente en que no le iba a desobedecer ni hacer nada que él no hubiera ordenado.

Por otra parte, Lucifenia estaba lista para cualquier cosa.
Varias de sus tropas que se habían instalado en la frontera, muchas en el sur, algunas pocas en el norte, tan solo para no molestar demasiado al rey del Norte y que luego la llamara entrometida. Además que planeaba dar apoyo en caso de que el soberano quisiera entrar por la fuerza y allí ella tendría la excusa perfecta.

Todos la tenían como una mocosa tonta e inexperta, pero les demostraría que tan sanguinaria podía ser.

Si bien las tropas del Este eran superadas en numero, estas les superaban en experiencia, por no tomar en cuenta que conocían a la perfección... Por otra parte el rey del Este no se había quedado de brazos cruzados mientras sus enemigos se preparaban del otro lado de la frontera, el buscaba una excusa para irse a la guerra, y solo necesitaba un intento de agresión dentro de sus tierras para sacar a todo su ejercito de la reserva.

Para ese entonces ya habíamos salido de la casa, y nos dirigíamos a la torre en espiral que llevaba a la superficie

-"Alguna vez te conté la historia de como se formo esta ciudad?"-

—No… — Aun seguía bastante tristona. Y lo peor de todo es que se notaba siempre que me sentía mal porque contestaba muy secamente ante cualquier cosa que me dijeran. Más obvia no podía ser.

-"Pues veras... esta ciudad fue una necropolis hace ya algunos cientos de años, esta era habitada solamente por nigromantes, que dedicaban su tiempo a... bueno, a cosas propias de ellos. un día la guerra estallo dentro del este, a causa de que no había ningún tipo de autoridad. y los constantes roces entre los hombres que controlaban las tierras acabo provocando una guerra civil... una horrible y muy sangrienta guerra"- Hice una pausa -"Entonces los hombres y mujeres que vivían aquí, cansados de ver como sus compatriotas se mataban entre si, decidieron tomar en sus manos el futuro de esta nación. alzaron de sus tumbas a todos y cada uno de los diez mil cuerpos que se encontraban enterrados en este lugar formando un ejercito, uno que acabo por aplacar a todas y cada una de las facciones de ese conflicto... cuando al final se dieron cuenta de lo que habían hecho, tomaron ese ejercito y lo encerraron en las murallas que rodean este lugar, para después traer al interior a cada familia que había quedado destruida por causa de la guerra."

Estaba harta de oír la palabra “guerra”.
Pero me mantuve en un silencio aplastante.

Parecía que era inútil todo lo que estaba haciendo y tratando de evitar por los medios posibles. Todo por la estupidez ajena.

Al ver que no había reacción, ni buena ni mala, por lo que le acababa de contar decidí cambiar de tema

-"Oye... quieres plantar ahora esa vara que trajiste del norte?"-

—Si me hubiera acordado antes, seguramente esta seguiría viva — Chasqueé la lengua con cierta molestia. Me había olvidado por completo de ella y eso me irritó de sobremanera, era lo único que yo tenía de mi tierra natal que podía considerar verdaderamente hermoso y había dejado que se pudriera.

Peor de frustrada estaba.

Gire la cabeza y sonreí -"No es problema, puedo hacer lo mismo que con las flores que te di cuando nos conocimos"-

Eso me consoló un poco.

—Aun así, se acerca el frío y no creo que la acacia resista. Por lo menos no la especie de acacia que me traje. Solo es apta para las zonas que hace calor o el clima es templado...

me detuve por un momento y voltee a verla -"Te juro que haré hasta lo imposible para mantener esa planta con vida."-

Su determinación hizo que mis ánimos y ganas de seguir adelante, aumentaran un poco.

—Te creo— Contesté con una pequeña sonrisa y los párpados relajados.

No estaba seguro de como haría eso, pero algo debía haber que pudiera hacer.

Fuimos hasta la ciudad mas próxima a buscar a alguien que entregara la carta, pero para nuestra mala suerte no había nadie que quisiera hacerlo, pues todos los mensajeros que cruzaban la frontera lo hacían para no volver mas.

Era extraño en mí, pero me di por vencida enseguida y sucumbí demasiado rápido a la tristeza.
Supongo que debía ser porque ya estaba harta de tener palos en la rueda por todo. Y tampoco quería mandarme una estupidez impulsiva como amenazar a alguien para que hiciera lo que estaba pidiendo. Y cualquiera diría ¿Yo pidiendo, cuando en realidad siempre ordenaba?