۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

—Entonces Lucifenia se lo merecía ¿Cierto! ¡Se merecía todo lo que pasó! Oh claro… No justifico lo que hizo, pero comprendo perfectamente su dolor. ¿Sabes? Cuando estaba como una esclava en el oeste, cuando nació Isabel, por un momento sentí esa pérdida, porque al apenas parirla se burlaron en mi cara, me dijeron que una puta como yo merecía un castigo que me sirviera para aprender a someterme. ¿Y qué hicieron! ¡Cómo no les bastaba violarme con objetos una y otra vez todos los malditos días, tuvieron  que apartar de mi lado la única esperanza que tenía! Cuando se la llevaron sabía que la iban a matar… pero si no fuera por Morgana, ella habría sido el alimento de los animales salvajes del monte.
>>Pero ya no me duele el hecho de que abusaron de mí. Solo me duele que el fruto de mi vientre tuviera que sufrir por esas mierdas. Y quién sabe cuántas madres más… cuando hablaba con las prisioneras, sufrían esos castigos y peores… que le quitaran a sus hijos. Que desollaran vivos a sus esposos delante de sus ojos. Que vendieran como prostitutas a sus niñas a templos donde luego las sacrificarían… Que sus madres y padres perecieran por inanición.

>>Y luego, cuando llegué al sur y empecé a enterarme de las noticias. De que todo ese pueblo estaba destrozado, a pesar de que su “heroína” había vuelto. Porque ya no podían abrazar a sus hijos, esposos, hermanos, tíos, padres, sobrinos, nietos… Porque cada vez que llegaba la fecha de conmemoración de esa guerra solo abría aquella herida que nunca más podrán cerrar. En la que habían perdido todo, desde sus hogares, hasta su trabajo; sus amigos, sus familias, su tierra, su fe, su esperanza, aun cuando es lo último que se pierde.

>>¡Me hago cargo de lo que digo y hago! ¡Me hago cargo, Andreas! ¡Tal vez mi pecado sea ser demasiado sensible! ¡De ser demasiado emocional! Pero esta vez yo no agarraré la espada porque si… porque se me da la gana ¿O crees que esto es fácil para mí? ¿Tener que actuar de esa manera para cortar todo esto de raíz? ¡Si tienes otra solución que sea mejor, dímela! ¡Dímela! ¡Así de una vez hago realidad una utopía!

No soporté más la tensión y me cubrí el rostro con ambas manos, intentando no ponerme a sollozar. Solo sabría qué hacer en cuanto los tuviera frente a frente. Tal vez mi vena compasiva tendría misericordia, o todo lo contrario…

Negué enérgicamente con la cabeza y me fui de la habitación. No quería pelear con él, no quería despedirme tampoco… y mucho menos decir más estupideces o cosas que se pudieran mal interpretar. Estaba tan intranquila, tan nerviosa , tan llena de amor y de enojo a la vez...

-Entonces haz lo que quieras, mi reina... Apacigua tu hambre y sacia tu sed de sangre, espero que cuando termines tu inquisición al fin puedas darte cuenta que al final del día, los que quedan sobre el campo de batalla no son ni aliados ni enemigos, solo cadáveres, padres, masdres... Hijos y hermanos... Todos ellos con historias tan trágicas como la tuya, y con motivos similares... Entonces te daras cuenta que ya no hay héroes ni villanos, solo hombres ciegos que marchan hacia su muerte, que pelean por un líder al que no les importa, y que siguen un ideal inalcanzable que ni ellos comprenden-

Dejo la habitación y se encamino de regreso a Noctis, con la cabeza hecha un tormento.

No pretendía decir que Lucifenia se lo merecía, pero las acciones que tomo después de perder a sus hijos a manos de esos cobardes no estaban justificadas.

Ahora temia que de una manera u otra acabaría por perder a su mujer nuevamente, pero esto era lo que pretendía la Muerte cuando ken encomendó esta tarea? Amaya fue encomendada a purificar esta tierra de todo el Mal que la azotaba, pero Andreas fue desde un principio encomendado a destruir a Malebolge, La muerte sabia a quien asignarle cada papel, nada fue dejado al azar. Tal vez esto también estaba dentro de los planes de la Muerte, ambos eran tan opuestos uno del otro, tal vez no estaban destinados a estar juntos, "Eres infernal, y el infierno no tiene cabida en el cielo" fue lo que esta le dijo antes de juntarlos de nuevo.

Las horas pasaron y el alba iluminó los campos, que ahora se encontraban ocupados por nada menos que mas de dos millares de soldados, todos perfectamente formados en cuadrillas de quinientos cada una, listos para marchar hacia el oeste.

Amaya estaba terriblemente angustiada. Necesitaba con locura abrazar a sus hijas, pues en sus brazos llenos de cariño encontraba su ansiado consuelo y una enorme paz.
Tenía los ojos bien abiertos, le temblaban los párpados superiores y por su mirada, estaba en la misma nada y en todos lados al mismo tiempo. Su mano, inmóvil, estaba apoyada en la empuñadura de su espada, la que pronto debería manchar con sangre.

Morgana vio esa cara atormentada. Había escuchado toda esa discusión. Solo esperaba que las palabras que le había dicho la otra vez sobre centrarse, las recordara antes de que fuera tarde.
El súcubo inspiró aire fuertemente, para sentir ese aroma familiar de la guerra.

—Y otra vez… — Murmuró en un inglés arcaico, muy diferente al que hablaban actualmente en Amatista.

“Espero que sea la última”, pensó.

El rey de acerco por detrás, esta vez sin los escandalosos atuendos que le caracterizaban, sino con su armadura de campaña y si larga espada. Detrás de El le seguían cuatro hombres mas, tres tenientes y un almirante que comandaban cada una de las cuadrillas de la guardia personal del rey.

-Bien, mis valientes señoritas, este es el momento en el que pongo a mis hombres a su disposición, la distribución será la siguiente: quinientos hombres irán por Mar con la señorita Morgana, la flota real esta esperando en la costa norte de Sôl Austan, donde esperan para partir y montar el bloqueo, los otros quinientos hombres irán hacia el norte y marcharan por la frontera hacia Amatista a recuperar el paso por el cual marchara la vanguardia... Y los mil hombres restantes irán hacia la capital de Yellow del sur con la princesa Amaya y conmigo a restaurar el orden y a restablecer la legitima corona... Dudas?-

Amaya había escuchado todo, pero estaba enmudecida.
Morgana miró por un momento a la futura reina. Si continuaba así, moriría al apenas poner un pie en la capital. Y con ella todo el mundo.

—Discúlpeme un momento— Morgana tomó de los hombros a Amaya, quedando frente a frente con ella, y la observó desde arriba (pues era mucho más alta que la princesa) de una manera de por demás intimidante. Alzó el brazo y le pegó la bofetada de su vida. Si pensaba que de su boca iban a salir palabras bellamente elaboradas, estaba equivocada.

— ¡¿PERO QUE DIABLOS HACES?!— Respondió, pues casi la mandó a volar hacia un costado. Además que lo había hecho frente a todo el maldito mundo.

— ¡Con que puedes quejarte y no responder una simple pregunta! Se responde cuando se te habla. Y despierta ya, no querrás quedar como una señorita en apuros — La ayudó a recomponerse — Céntrate. Esto es inevitable, el otro bando no se sentará a hablar y tomar un té, así que o te subes los ovarios al cuello y te dejas de joder con tus peleítas o te mueres y junto contigo los demás — La agarró del brazo en el que la princesa se estaba sobando la bofetada y le puso la mano nuevamente en la empuñadura de la espada, haciendo que se aferrara a ella. Luego le palmeó el vientre con la delicadeza propia de una pluma y retiró su mano.

Amaya miró a los hombres con firmeza y decisión. La bofetada fue necesaria para despejarle aquellos nubarrones que no le dejaban pensar con claridad.

—Ninguna duda— Respondió al fin, con la marca de la mano en la cara. Aun así mantenía la frente en alto.

-Oh dios, cuanta agresividad... Buen si ya no hay dudas marchemonos de una buena vez-

El pequeño grupo se disolvió, y junto con ellos los dos mil hombres se dispersaron en filas, marchando hacia su objetivo.

Andreas, que había salido varias horas antes se encontraba de vuelta en Noctis, preparando aquellas esferas para ser transportadas, también tomo la punta de la lanza que Elizabeth guardaba celosamente en una caja y la oculto entre sus ropas.

Se despidió de sus hijas mientras dormían con cuidado de no despertarlas y partio de nuevo hacia la frontera, acompañado por un par de docenas de carrozas llenas de esferas y unos poco hombres que las conducían.

La capital del sur se caracterizaba por tener una magnífica mezcla de estilos arquitectónicos de varias épocas. Muchos de sus edificios habían sido modificados a través del tiempo, pero manteniendo esa soberbia indescriptible. Actualmente se mantenía con un estilo predominantemente rococó.  

El palacio estaba un poco más al norte de la ciudad principal, apartada de todo.

En medio de la ciudad, estaba la gigantesca plaza, y en medio de la plaza un hermoso cabildo donde se reunían los ciudadanos y nobles más ricos a discutir cuando había una situación de emergencia. Alrededor de la plaza se encontraba una rotonda que conectaba a un camino para las carrozas dentro del mismo parque.

Y luego, todas las casas se ubicaban en una parte que eran todas llanuras, en manzanas de formas cuadradas. En su mayoría, las casas eran lo de los nobles, la capital era exclusiva para los de gran poder adquisitivo y si eras pobre y vivías ahí, era porque trabajabas para esas personas. O directamente te ibas a los barrios más bajos y alejados donde las condiciones de vida eran bastante humildes, por no decir indignas.

Para llegar a la capital debías de cruzar diferentes poblados, donde su geografía ya no era llana, sino repleta de colinas con una fauna y flora muy variada y rica. El clima se tornaba templado, pero un poco húmedo.

En cambio, si tenías que ir al castillo de piedra de la playa en carroza, tenías que tomar un camino muy irregular en dirección al oeste, pues era el único que había.
Y al noroeste se encontraba la cordillera, que compartían con Yellow del Norte y el Reino Amatista del Oeste. Después, de Amatista, salía otra cadena de montañas que estaban por encima del nivel del mar en el agua y llegaba hasta la mitad del país de Yellow del Sur, como creando una especie de barrera. Esa zona era muy poco navegable, por la cantidad de rocas que surgían desde abajo del océano. Para alcanzar a Yellow del sur debías navegar en dirección al sur y rodear aquella segunda cordillera para  llegar al puerto. Un lío.

Morgana iba aspirando el aire con exageración, como si estuviera sintiendo el más dulce de los aromas.

— ¡Este olor! El olor de la nostalgia , el olor de un hombre siendo despedazado , el olor de una mujer siendo quemada viva , el olor de un anciano siendo acribillado… de los cuerpos putrefactos descomponiéndose a la intemperie , la esencia de la muerte , esa extraña fragancia de la guerra. Y al final, solo son unos alborotadores. No importa cuántas piedras eviten sobre la superficie del agua, ellas nunca desaparecerán. Y será su causa de tropiezo — Hablaba Morgana para sí misma en voz alta con una enorme y perversa sonrisa en su rostro — ¡Soñar, amar, odiar…! ¡Qué más da! Esa podredumbre persiste en terminar de contaminar el cajón… soñar, amar y odiar no existe para ellos.

Largó una risotada y escondió un arma de fuego bajo una de sus mangas. Después se soltó su larguísima melena , abundante y castaña , dando a entender que iba en serio... muy en serio.

Y Amaya, por su parte, en el camino, iba mentalizándose y olvidando la discusión de aquella madrugada. El viento jugaba con su cabello suelto, que en ese momento en vez de ser molesto, era glorioso. En su cuello colgaba el relicario.

Durante los años que Yellow estuvo bajo el control del señor del octavo circulo del infierno, la tierra se volvió marchita,las acacias habían desaparecido por completo de aquellas tierras para dejar en su lugar una tierra moribunda y hostil, el suelo se había cubierto por una costra oscura que parecía tener vida propia, los arboles se habían transformado en troncos secos y retorcidos, cuyos interiores huecos habían sido ocupados como madrigueras por toda clase de animales e insectos provenientes del negro averno.

El cielo se había tornado rojizo, las nubes parecían estar envueltas en llamas y estas se extendían de forma que cubrian todo hasta tocar el horizonte, ni un rayo de sol, ni una estrella podía verse en el firmamento, ni una gota de agua habían cedido aquellas nubes de muerte, ni una sola.

La caravana avanzaba lo mas cerca que podía al limite de aquella tierra inhóspita, la temperatura a mediodía alcanzaba casi los 50 grados y a pesar de no haberse adentrado aun el calor en las pesadas gotas de sudor que bañaban a los hombres, que temerosos, sabían perfectamente que al lugar al que marchaban no era como cualquier otro campo de batalla que hubieran pisado alguna vez, sabían que ese lugar era lo más parecido al infierno que podría alguien ver antes de morir, y que los horrores que pudieran encontrarse en ese lugar serian los mismos que los esperarían en la otra vida.

A medida que iban pasando las horas, se acercaba el momento de la verdad.
Pasaban por los pequeños pueblos, donde las casas eran tan humildes que estaban hechas de barro, paja, madera y con suerte de piedra.
Las personas se metían dentro de sus casas cuando los divisaban en la lejanía y al pasar no se oía nada más que el llanto de algún bebé o las gallinas cacarear. Todo parecía desierto, pero lo cierto era que sus habitantes estaban aterrados por lo que les pudieran hacer. Ya suficiente tenían con los nuevos líderes que se encargaban de quitarles lo poco que tenían como pago a los impuestos que evidentemente no podían costear.

En un momento dado, faltaba tan poco para llegar a la capital…
Y en la ciudad se encontraban los guardias con sus armas y la suficiente pólvora como para usarla de continuo sin correr el riesgo de gastársela toda en un solo día. Vigilaban los movimientos de todos y se encontraban por todas partes, ahora más que nunca, pues luego de lo que había hecho Morgana, la paranoia se hizo presente y causó que infestaran cada una de las calles de la capital.
En aquel momento, los hombres influyentes se hallaban dentro del cabildo, en una reunión de emergencia…

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Por su parte, el súcubo esperaba pacientemente que transcurriera el tiempo, para después, a la lejanía, comenzar a divisar la flota de esos mal agradecidos que intentaban evitar aquel terreno complicado.

—Se olvidaron que la persistencia es el pecado en la guerra — Murmuró. Su semblante diabólico comenzó a aparecer y esa paciencia comenzó a derrumbarse para convertirse en una profunda ansiedad. Ansiedad de partirles la columna en dos.

Se fue a la proa y miró a los que antes eran sus hermanos.

—Así es, nefastos, mírenme… Yo sé que lo están haciendo.

(Como odio escribir algo mas o menos largo y que cuando le doy enviar se reinicie todo y no se mande... He mandado a la mierda el puto teléfono del coraje tantas veces que en ovaciones no quiero ni saber nada del rol, pero es que mi teléfono ya me pide a gritos que lo jubile y como estamos remodelando la casa tengo desconectada la computadora, por lo que no puedo postear desde ahí, si vez que duro mucho conectado y no posteo nada es por que seguramente me paso otra vez)

-Dejemos de darle mas rodeos al asunto y entremos de una vez- le dijo Andreas al teniente.

El hombre por su parte, no había dejado de maldecir entre murmullos todo el camino si maldita suerte, pues habría preferido cien veces acompañar al rey a la capital sureña antes de tener que enfrentarse a monstruos, demonios y quien sabe que horrores mas en las tierras malditas del Norte.

-T-Tal vez deberíamos esperar un momento... Deberíamos organizar un plan de ataque... Una estrategia en caso de...- No termino de hablar cuando fue interrumpido por una flecha que se introducía violentamente a través de su oreja, su cráneo y finalmente su cerebro.

Andreas ni se inmuto por el pobre hombre que perdía la vida frente a sus pues, solo volteo la cabeza hacia un costado para ver como una lluvia de negras flechas cubrían el cielo.

-Escudos arriba!- gritaron varios de los hombres que se habían percatado del inminente ataque.

Los mas rápidos se lanzaron directamente bajo las ruedas de los carros, mientras los demás se cubrían como podían bajo los pesados y gruesos escudos que portaban.

Andreas se arrodilló junto al cadáver del teniente y le saco el casco, usandolo para transmutar al golem y cubrirse con Él.

-Se acabo la espera- Le dijo cerrandole los párpados.

Cuando la lluvia término rápidamente fue hacia el carro con la esfera mas grande y clavó en ella la punta de la lanza, haciendo que esta tomara nuevamente ese color dorado y cambiando del mismo modo todas las demás esferas pequeñas.

-Atención todos!, si quieren salir con vida de esta tendrán que escuchar bien, cada uno de ustedes tomara una de estas esferas y se mantendrá lo mas cerca posible del grupo, esos monstruos no soportan su luz, aprovechen esa ventaja y utilice las para hacerlos salir... Tenemos que limpiar la ciudad y después formar un perímetro con ellas al terminar... Ustedes ya me conocen y saben lo que soy capaz de hacer... Si mueren que no les sorprenda que utilice sus cadáveres para continuar con mi causa y si sobreviven... Entonces enorgullescanse, tendrán una historia que valdrá la pena contar-

Fue hacia la parte delantera del carro y soltó a los caballos que la tiraban, poniendo en su lugar al golem.

-A la carga- grito mientras desenvainaba su espada y salía a toda velocidad hacia la ciudad maldita, la cual pronto rebautizaria con el nombre de "Lux" en honor a su próxima hija Lizeth.

No te sulfures. Ya sabes que soy muy paciente y no reniego de las tardanzas… Así que no hay problema.

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El plan era ingresar por unos túneles subterráneos que había a una cierta distancia antes de llegar a la capital. Estos generalmente servían como vía de escape ante invasiones, pero los podrían utilizar para entrar silenciosamente, ya que nunca estaba la vigilancia allí cuidando las entradas. Además que nadie se atrevía a entrar allí porque eran realmente inmundos, con muchas ratas y desperdicios. Las condiciones eran tan deplorables que por eso esos lugares secretos se mantenían libres.

Una vez en la capital, reducirían al grupo de soldados desprevenidos, les robarían las armas y todo lo que tuvieran encima que pudiera servir y los forzarían a retroceder hasta acorralarse en el cabildo. Allí los aniquilarían… Aunque aún quedaba el palacio, pero seguramente no se podría hacer todo en un día. Así que tomarían el control del corazón de aquella nefasta capital y allí se tomarían un par de horas para planificar el siguiente movimiento.  

Tener el control de ese lugar tan estratégico era una gran ventaja, pues era el centro de toda actividad del país y ocupándolo a la fuerza limitarían bastante los movimientos de sus enemigos. Sus enemigos no podrían abastecerse y no tendrían a donde huir. Ir al Norte significaba la muerte y escapar en barco era prácticamente un suicidio, pues el puerto estaba al sur del país, interceptarlos sería pan comido... Por lo tanto, era obvio que se encerrarían en el imponente palacio del reino y se defenderían desde allí.

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—Bien caballeros, es hora de la verdad.
>>Si por algo siempre se ha caracterizado el Reino Amatista del Oeste, es por su extrema soberbia y juego sucio. Pero son tan confiados que eso los hace tan ingenuos como unas pobres criaturas… y debemos aprovechar esa debilidad. Aunque no por eso hay que subestimarlos… ellos nos subestiman a nosotros, pero no saben lo que somos capaces de hacer. Además, su persistencia es un pecado, porque todo buen guerrero sabe que uno debe tener la victoria asegurada y no eternizar la batalla, pues los suministros se agotarán y las fuerzas y moral caerán en picada. No importa que tanto se rían en nuestras caras, que tanto ladren, los que terminaremos mordiendo seremos nosotros.

El lugar empezó a llenarse extrañamente de una densa niebla. Pero Morgana podía ver perfectamente y sentir la presencia de cada una de las almas de ese lugar, como también las del otro lado. Oía las asquerosas risotadas de esos traidores.

—Preparen los cañones… Los siento rozando mi piel — Se sacó la capucha — ¡HAGAN QUE QUIERAN VOLVER A SUS CASAS A ESCONDERSE EN LA FALDA DE SUS MADRES!

Y antes de que los de Amatista cruzaran aquella cordillera que estaba por encima del agua, los sonidos de explosiones se hicieron presentes y los gritos también.

El asedio a la ciudad fue brutal, pero la estrategia de las esferas había sido un éxito, pues aquellas bestias se cubrían de llamas al entrar en contacto con su luz.

Les tomo un día completo tomar la ciudad por completo, registrar casa por casa y finalmente formar un perímetro circundante

Malebolge nunca se molesto en hacer presencian en aquella batalla, pero Andreas sabía que lo estaba viendo, que este era solo el principio de una terrible guerra y que no tardaría en dar el siguiente golpe

Estaba inspirada

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No tardaron nada en entrar a la ciudad, pero la resistencia fue brutal. Si por algo se caracterizaban los soldados del Sur, eran por su fuerte espíritu de lucha y no rendición. Aun si les faltara una pierna, ellos seguían peleando desde el suelo mientras se desangraban a lo loco.
Las armas de fuego no hacían más que complicar las cosas. Estos hacían sus formaciones y prácticamente eran unos animales desalmados que solo buscaban aniquilar de la peor manera posible a su enemigo. Peor se tornó la cosa cuando se iban a los techos de las casas a disparar.
Tratando de desarmar a los enemigos, muchos morían o quedaban heridos de gravedad.

Amaya estaba hecha una leona que parecía proteger a sus cachorros. Cualquiera que se acercara, era atravesado o degollado por su espada sin contemplaciones. También evitaba que se fueran a las terrazas a atacar desde allí.
Cuando por fin los castigaba con su modo de hacer justicia y sacaba a esos hombres a las patadas de los hogares, les decía a las mujeres que se encontraban ocultas en las casas que utilizaran grasa vacuna o agua y las hirvieran en ollas. Si querían liberarse de los tiranos, debían colaborar con lo que pudieran. Y que corrieran la voz a sus vecinas de una ventana a la otra. La idea era que cuando vieran a un soldado del Sur queriendo entrar para hacer de las suyas, le tiraran esos líquidos calientes encima, quemándolos vivos.

Muchos de los soldados del sur se asustaban terriblemente cuando atacaban a la que sería su reina, pues, a esta, en situaciones de riesgo se le activaba ese mismo estado que cuando enfrentó a Aurora. Solo que no sabía bien como controlarlo y perdía cierta conciencia por unos segundos y más aun cuando sentía aquella rabia antes de arremeter contra aquellos que tenían la osadía de cruzarse en su camino. Podría decirse que actuaba por “instinto”.

Y así fue como poco a poco tomaron el centro de la capital, incluida la plaza y el cabildo, causando que los rebeldes tuvieran que retirarse forzosamente hacia el palacio para proteger a los líderes golpistas que quedaban. El cabildo fue ocupado y sería el lugar de reunión para hacer la nueva estrategia.
Bloquearon las posibles vías de escape, así como los túneles subterráneo. También reunieron todas las provisiones posibles y recolectaron las armas que quedaban regadas por las calles, el campo de batalla. Juntaron los barriles de pólvora y cuando los guardias de esos nobles tuvieron que irse con ellos, reclutaron a quién querría luchar por la libertad en la siguiente batalla: el asalto al palacio real. Así es como compensaron a las bajas. Por fortuna, muchos hombres quisieron unírseles, pues ya no soportaban más las situaciones y las condiciones de vida en la que estaban viviendo gracias a los desorbitados impuestos que debían pagar.

Amaya, sin embargo, estaba muy deprimida. Su cara estaba manchada de sangre seca y su espada ya había perdido el filo de tanto uso. Su hermoso cabello nigérrimo se encontraba alborotado, aunque extrañamente no poseía ni un solo golpe o corte…

Dos días y medio y contando.

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Por su parte, Morgana la pasó bastante mal en la batalla. No se había dado cuenta hasta que los atacaron por sorpresa, aprovechando la niebla, que los de Amatista habían contratado marinos reconocidos de otros continentes para tener más chances de ganar. Ella sabía perfectamente que eran de jugar sucio, aunque nunca se imaginó tal cosa.
Para colmo, el objetivo era ella. Aunque primero debían deshacerse de la tripulación del barco en el que estaba el tan terrible súcubo.

Una de las integrantes del grupo de Amatista, era una ilusionista que podía extender su influencia por el medio físico para volver desquiciados a los soldados. Lo podía hacer tocando el suelo, o ir a por ellos directamente y apoyar uno de sus brazos llenos de escarificaciones por donde salía su macabro poder. Una vez penetrada el alma y subconsciente de la víctima, buscaba la mejor ilusión para que estos cayeran en la más terrible de las locuras y que sus ayudantes terminaran por matarlos en medio de ese alterado estado que los dejaba completamente indefensos.

Morgana se dio cuenta de ello inmediatamente y fue a la carga a tratar de derribar a aquella mujer que conocía perfectamente.

— ¡Helga!— Exclamó, tratando de llamar la atención de aquella ilusionista que podía ser tan despiadada como la misma Morgana… o peor.

Helga sonrió. La ilusionista había trazado su maquiavélico plan inmediatamente al saber que la antigua Gran Duquesa estaba de parte de esas “basuras de Yellow” y se encontraba en la flota del Este…

—Vaya, vaya…— Respondió solamente.

Morgana se topó con una especie de barrera entre ellas dos. La muy perra había puesto un sello que no permitía que el súcubo avanzara y la tocara. Cuando Morgana quiso reaccionar, estaba encerrada en un círculo conformado por el mismo sello que ella había puesto días anteriores en la puerta de la casa de Andreas.

— ¡Hija de puta! —Exclamó con toda la rabia del universo. Y entonces, fue cuando, con solo tocar el suelo con la mano, Helga extendió por toda la zona aquel devastador poder que llegó hacia Morgana.

Morgana se sentía como el alma en pena que era. Solo que esta vez no podía verse las manos, ni los pies, como tampoco sentir su respiración, ni el aire ni la espesa niebla… estaba en su forma de espíritu, pero cortada de las libertades de uno.
Y entonces, en aquel momento, comenzó a recrear sus más horribles recuerdos. Sus traumas. Empezar a sentir el dolor emocional y psíquico desde el fondo de su alma.

Empezó a vivir de nuevo, pero los momentos más infelices de su vida. Como su esposo Uthier la ignoraba y solo la usaba como un objeto para que le diera un hijo, como la humillaba por no poder mantener un embarazo y terminar perdiendo al feto a los pocos meses de concebirlos ; cuando el verdadero amor de su vida la delató y acusó para salvarse el pellejo , los últimos momentos antes de morir y durante la ejecución , aquel terrible dolor de la carne de su cuerpo siendo consumida por las llamas de la hoguera , los ojos llorosos de su único y pequeño hijo contemplando su muerte… Su transformación en súcubo , la vergüenza de saber lo que era , ver como su Sebastian se autodestruía por el trauma de la muerte de ella y no poder hacer nada por miedo a que este la rechazara por su nueva condición y la defunción agónica de este por una enfermedad de transmisión sexual. Luego el viaje al infierno donde no había podido rescatarlo...

Morgana comenzó a llorar como desquiciada a los gritos, tomándose de la cabeza, arrodillada en el suelo, siendo incapaz de ver más allá de sus propias narices.

— ¿Sabes porque saqueamos aquella catedral en el Norte? Para tomar ciertas cosas que nos pudieran ser útiles contra traidores de tu naturaleza… — Y Helga se acercó a Morgana, la tomó de su larguísimo cabello y le tiró la cabeza hacia atrás. Hizo una seña para que uno de sus ayudantes le alcanzara una daga… una daga que estaba bañada en agua bendita de tierra santa. Puso la punta de la hoja de la daga en la sien del súcubo y lo clavó allí, para, de un movimiento rápido, cortar como un pan los ojos de esa desafortunada criatura, dejándola ciega por completo y un tajo de una sien a la otra.
Las heridas no cerrarían hasta que se sacara los restos secos de agua bendita de esa zona. Morgana solo era capaz de revolcarse del dolor, mientras los hombres que colaboraban con aquella mujer llamada Helga se preparaban para violarla…

—Las almas en pena como tú, que toman formas según el sentimiento que hayan tenido antes de morir, deben ser liberadas de su tormento eterno. Por eso, te haremos ese favor… No me agradezcas.

Para ese momento ya habían eliminado a toda la tripulación de aquel barco, dejando sola a Morgana e indefensa por completo.

—Y tú, idiota, ni se te ocurra tocarla. La volverás más fuerte — Helga era increíblemente tranquila, pero eso no le quitaba lo sádica.

Morgana, aun dolorida, disimuladamente metió la mano en una pequeña bolsita que estaba atada a su cinturón. Allí se mojó la punta de los dedos con una solución y se la pasó por los ojos… Lo que pasó después, sería una leyenda. Al apenas recuperar la visión, en la que sus ojos continuaban chorreando sangre de a montón, atacó al sujeto que más cerca estaba de ella, dentro del círculo donde la habían encerrado y le arrancó el pene de un salvaje mordisco con sus dientes afilados. Aprovechando la distracción que causó ese sorpresivo ataque, tomó otro de los frasquitos y lo tiró contra una parte de los sellos. El dibujo se derritió, pues aquel líquido era un ácido, causando que la barrera se rompiera. Todo fue tan rápido que, cuando Helga quiso reaccionar, Morgana la tenía agarrada de la cara con toda la palma de su mano abierta y una cara de los mil demonios.

—No beberé ni una sola gota del semen de tus lacayos… Y no te despedazaré, pedazo de mierda… ¡TE VOLVERÉ MÁS INSERVIBLE QUE EL EXCREMENTO DE UN PERRO!

Helga, desesperada, volvió a poner la mano en la frente de Morgana, pero antes de que extendiera su influencia de nuevo por su mente, el súcubo abrió la boca y le arrancó los dedos.
Poseída por la furia, Morgana le estrelló la cara contra el suelo y empezó a arrastrarla a una velocidad inhumana de mejilla contra los tablones de madera del piso, desgastando la piel, músculos y huesos de su sucio contrincante. Luego, con el arma que había guardado entre sus mangas, les disparó a los ayudantes de Helga, en donde los perdigones salieron para cualquier lado y les terminó dando.
Y luego, como advertencia para los otros barcos enemigos, empaló a todos en el trinquete, entrando por el ano y saliendo por la boca.

—Métete conmigo, con mi hijo o con mis amigos y terminarás así. - Envolvió aquella daga bendecida con una tela y la guardó entre sus ropajes.

Y así es como desapareció, dejó hundir aquel barco y se fue a otro de su propio bando.

Horas después, la batalla se decidió: evitaron que los de Amatista tocaran tierra y posteriormente que escaparan en dirección a las islas Acacias del sur.

Poco a poco la maldición que cubría la tierra fue desvaneciéndose, el suelo volvió a tener su aspecto normal, y dirante la noche las nubes se despejaron un poco, solo para volverse a cerrar a la mañana siguiente, pero esta vez no con nubes rojas, sino con nubes de lluvia, lluvia que desde hace tres años no caía en esa tierra árida.

Los días siguientes fue fortificada con una muralla improvisada, muralla que Andreas había levantado usando cadáveres (Aliados y enemigos) como mano de obra, y como materiales piedras, y ocacionalmente a sus mismos trabajadores.

Pero su trabajo no había terminado aun, la frontera con Amatista no estaba muy lejos y lo mas seguro es que ya se hubieran percatado de lo ocurrido, ahora debía darles un mensaje, o mejor dicho una advertencia.

Recorrió los campos lodosos hacia la frontera del Oeste, donde los de Amatista habían levantado un largo muro al que custodiaban desde docenas de atalayas, aunque nunca se habían atrevido a ir mas alla de su territorio, lo que estaba por hacer les haría pensar dos veces antes de intentar atacar la ciudad.

Llamo de nuevo al golem de entre los montones de piezas de armadura que llevaba en un carro y utilizo el hechizo de teletranaporte que Morgana le habia enseñado para transportarlo haciia una de aquellas atalayas. Como la vez anterior el golem salió disparado a una velocidad impresionante al salir del portal, comprendió que al ser el golem hecho de un material ferromagnetico debía ser acelerado al entrar dentro del portal a una gran velocidad, como una especie de cañón gauss a gran escala.

Una y otra vez el golem fue lanzado contra las atalayas que vigilaban la frontera, reduciendo estas a puro escombro con tan solo un par de disparos. Una vez que las atalayas fueron destruidas hizo lo mismo con el muro, que también fue reducido a añicos.

Ahora con una brecha en sus defensas no tendrían mas opción que reubicar sus tropas para defenderse de un posible ataque, impidiéndoles continuar con su invasión

Una vez que interceptaron el cargamento de armas y lo tomaron para sí, se dirigieron a la capital tal y como estaba acordado. Ellos ya habían terminado el trabajo y cumplido con el objetivo. Era hora de ir al punto de encuentro.

Morgana no podía sacarse por completo los efectos de aquel corte con la daga bendecida , por lo tanto , cada cierto tiempo tenía que mojarse los ojos con un preparado que había hecho , aunque este solo duraba unas horas ; después sentía como un “algo” le carcomía los globos oculares y ardía como el mismísimo infierno.

—Perra hija de puta. Debí hacerte rogar — Mascullaba con el odio más negro proveniente de su pútrida alma.

Helga siempre había sido una persona muy temeraria, demostrando talento en las artes ilusorias desde muy pequeña. Pero un fallo de cálculo no podía pasar por desapercibido para un ser de mil y algo de años de existencia como Morgana (aunque si había fracaso algunas veces, era por haberse dejado llevar por la euforia y la soberbia). Dentro de todo, había tenido una muerte bastante digna… bastante digna para un excremento de ballena.

Finalmente, luego de tanto persistir, dejó pasar más tiempo del debido, causando que sus ojos se fueran corroyendo y sangraran profusamente de nuevo. Se puso una venda con cuidado para proteger aquella zona afectada. Debía encontrar una forma para que se regeneraran y no volvieran a desintegrarse… tal vez Amaya la pudiera ayudar.
Mientras tanto, usaría sus otros sentidos.

Cuando llegaron a la capital, se encontraron con la sorpresa de que la campaña aun no había terminado. Faltaba atacar el palacio y ejecutar a aquellos malnacidos.

— ¡AMAYA!—Exclamó Morgana, buscándola.

— ¿Morgana?— Preguntó. Cuando la vio así, con los ojos hechos un desastre, con sangre negra seca alrededor de sus ojos y las sienes, casi se cae de espaldas — Pero… ¿Qué te pasó!

—Es una larga historia… Ahora, dime, ¿Volvió Andreas?

Amaya miró hacia otro lado, con un claro enojo en su expresión. Morgana solo sonrió.

—Parece que sigues molesta. Y que eso es un no.

—Así es— Mencionó fríamente — Ahora dime que te han hecho. Supuestamente ya debiste haberte regenerado.

—Me atacaron con esto y mataron a toda la tripulación que me acompañaba en el barco — Sacó de sus ropas aquella daga y se la dio en la mano — Estaba bendecida.

—Mierda… No puedes ir a la batalla así.

—Claro que puedo. Pero necesito que me ayudes a encontrar unas plantas para preparar la solución que me permite ver por un determinado tiempo. Aunque no logro sacarme los efectos permanentemente.

De las cavidades oculares del súcubo salía más de aquel líquido caliente y oscuro. Parecía estar llorando. Y la verdad es que aun estaba algo trastornada por aquella ilusión que había sacado a la luz aquella tristeza que siempre enterraba mediante ironías y asuntos sexuales.

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Cuando Mordred se enteró de la noticia, que todo el dinero que había invertido en aquellos marines y lo del muro y las Atalayas, le agarró tal rabia de niño pequeño que comenzó a destruir todo a su paso. Quería sacarles la cabeza a sus consejeros, a todo el mundo. Le agarró la paranoia… esos sacerdotes definitivamente lo arruinarían. Y seguro lo querían muerto.

Después de destruir la muralla, Andreas no volvió con los demás hombres, el brillo de aquellas esferas también era nocivo para El, de hecho, de no haber sido por el grueso abrigo de cuero que le regalaron Amaya y las cuero no habría podido sobrevivir al ataque.

Se disponía a volver a la capital, cuando a lo lejos, vio como un grupo de hombres encapuchados se acercaban desde el sur. No tenían la apariencia de soldados, aunque venían armados con arcos y espadas.

Una vez que estuvieron lo bastante cerca, el hombre que venia al frente se descubrió la cabeza para revelar que era ni mas ni menos que Marcus.

-Que rayos haces aquí? No es que no me alegre verte pero... Que haces aquí? Y Amaya?-

-Dijimis que iríamos por la ayuda del Este y eso hicimos, Amaya esta en la capital con un ejercito tratando de recuperar el palacio... Si es que no lo ha hecho ya-

-No puedo creerlo... Debemos ir contigo... Hemos formado una resistencia, muchos hombres yujeres han tomado las armas y se han rebelado contra los usurpadores del trono, podemos ayudarlos.-

-Bien, junta a los hombres que puedas y llevales hasta la capital...- hizo una pausa y lo miro a los ojos, había algo que debía preguntarle y debía hacerlo ahora.

-Como esta Lucifenia?-

Marcus cambio la expresión de su rostro, el brillo de sus ojos que se había formado por la alegría de ver que el Este había decidido ayudar se desvaneció al instante.

-Ella se esta recuperando...- fue lo único que se atrevió a decir.

No hizo mas preguntas y se despidió, pronunció el hechizo y se envío a si mismo a la capital sureña.

Pidiendo lo que necesitaban a las esposas de los hombres que se habían unido recientemente a la resistencia, consiguieron los ingredientes necesarios para hacer esa solución.

—No puedo ver una mierda, así que me tendrás que ayudar.

Le empezó a dictar paso por paso lo que tenía que hacer. No tenía que pasarse de las medidas o, de lo contrario saldría cualquier cosa en vez de lo que necesitaba.

—Te lo voy a colocar. Solo déjame retirar la venda…— Amaya, cuando lo hizo, casi vomita.
A Morgana le causó tanta gracia que largó una risotada. Las cavidades de aquella mujer parecían podridas, repletas de un líquido asquerosamente espeso y negro, que se iba deslizando por las mejillas del súcubo. Las carnes de los costados se caían como si tuviera la peor de las lepras… Podía contemplarse que ese tajo era lo suficientemente profundo como para imaginar que le debía doler como el mismísimo infierno.

—Por entrometida— Le sacó el frasco y rompiendo un trozo de la manga de su túnica, mojó con el líquido y empezó a frotárselo por la cara. Milagrosamente, en unos pocos minutos, logró sacarse parte de esa aparente podredumbre y sus ojos comenzaron a regenerarse de una manera lenta hasta que por fin aparecieron aquellos bellos globos oculares otra vez— Mucho mejor. Aunque en una hora comenzaré a ver todo borroso — Vio atrás de Amaya — Te dejo sola — Le dio unas palmadas en el hombro, se paró y se fue.

Amaya se quedó confundida. Pero comprendió todo cuando se giró.

Como lo había prometido, Marcus junto a todos lis que pudo y los envío a la capital, pero quedándose en la villa, no podía dejar a Lucifenia sola ahora que tanto lo necesitaba.

Fue hasta su recamara y se recostó junto a ella, ya habían pasado varios días desde que llegaron y ella aun no decía ni una palabra, pero estaba convencido de que tarde o temprano volvería a hablarle.

-Hoy me encontré a Andreas en la frontera... Consiguió ayuda del Este y ahora mismo están dándole su merecido a esos malditos- le susurro al oído mientras la abrazaba.

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Andreas por su parte ya había llegado a la capital, toda la ciudad se encontraba hecha un desastre y los disparos no cesaban en ningún momento. El rey, que ya había conseguido un par de estas se encontraba sobre si caballo posando para el pintor, que lo plasmaba en óleo como si fuera un valiente conquistador.

-Andreas, muchacho!!! Que gusto verte, que tal nos fue en la frontera?- dijo el pomposo rey tratando de no moverse mucho para quedar bien en la pintura.

-Las bajas fueron mínimas... Pero tu teniente esta muerto- le contestó como si nada.

-Que lastima... Era mi Gerardo favorito.-

Le extraño un poco esa respuesta, pero desde hace tiempo que le consideraba un loco así que no le dio importancia, simplemente sitio caminando buscando con la mirada a Amaya, que no debía estar muy lejos.

A pesar de todo, eso no la reconfortaba ni un poco. Estaba enferma del odio y de una tristeza que desbordaba su corazón como una catarata.
Se aferró a la funda de la almohada, pues la estaba abrazando y comenzó a lagrimear. Abrió la boca y empezó a respirar fuertemente, como si quisiera hablar.

—Todos deben hacer las cosas por mí. Soy tan inútil. No merezco perdón de Dios — Tenía un nudo en la garganta.

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Amaya vio que su esposo se aproximaba. Antes que este se diera cuenta, decidió alejarse. No quería escuchar lo que tuviera para decirle… no quería verlo porque su presencia en ese momento la lastimaba terriblemente.
Nunca alguien la había hecho sentir tan basura en su vida.

-Eso no es cierto amor, haz hecho grandes cosas mientras fuiste la Reina... Tragiste prosperidad incluso en tiempos difíciles, mantuviste a esos avariciosos de la corte a raya durante muchos años, mas de lo que cualquiera hubiera podido... Fuiste un símbolo de fuerza y justicia para tu pueblo, una reina y una madre, y se que puedes volver a serlo.-

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Solo un mechón del cabello alcanzo a ver de si esposa antes de que saliera corriendo al ver que trataba de acercarse, lo hacia a propósito y de eso no quedaba duda.

Antes de que pudiera ir detrás de ella un gran estruendo se escucho afuera, el ruido era demasiado incluso para el de un rifle, cuando salió fuera vio cual había sido la causa; las reservas de pólvora que habían conseguido habían explotado a causa de un disparo y eran los soldados renegados los que la habían provocado.

Una nueva batalla se había dado a las afueras del edificio, solo unos pocos soldados habían lanzado el ataque y no tardaron mucho en ser repelidos.

-Que diablos pretendían esos idiotas?- dijo el rey, extrañado por tan torpe intento por parte de los golpistas.

Pero aquel movimiento no había sido un ataque frontal, sino una distracción, de los edificios que estaban enfrente se olleron un par de disparos y de las ventanas de estos salieron un par de cañones, pero no de los de aquellos arcabuses, sino de los cañones que montan en los barcos.

Ambis abrieron fuego, fallando el primer disparo contra una columna, pero acertando el segundo en la pierna derecha de Andreas.

Un agudo chillido invadia sus oídos, un vuelco brusco y una visión borrosa fueron los efectos antes que un intenso dolor proveniente de una pierna que prácticamente se había partido en dos lo dejara tirando en el suelo.

—Una madre ¡JA!— Exclamó en un tono triste que pretendía ser sarcástico —Puedo llegar a ser lo mejor de lo peor… pero nunca una madre— Se llevó las manos al vientre. Quién sabe si el útero se le volvería abrir nuevamente — Puedo ser muchas cosas… jamás eso. Mejor que no hayan nacido, se avergonzarían de alguien tan patética e inútil como yo; una persona que no sabe controlar sus emociones y mucho menos sus impulsos. Alguien que es tan frágil y débil espiritualmente que no pudo defender a su hermana como tampoco a sus hijos.

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—Si no quiere morir, más vale que vaya movilizándose — Mencionó Morgana con una sonrisa al rey. Se frotó los ojos nuevamente, pues comenzaba a ver borroso. Se sacó el libro que colgaba de su cinturón... como si fuera a leerlo tranquilamente - A menos que desee que lo saque de aquí sin que deba mover un dedo.


Amaya, al oír la explosión y darse cuenta de lo que estaba pasando, fue a buscar a su esposo inmediatamente. Estuvo a un segundo de volar por los aires de un cañonazo. Esquivando todos los disparos con una gran suerte, logró divisar a su marido herido… y al verle la pierna, casi se desmayó de la impresión. No tardó nada en ir a socorrerlo, aun sabiendo que ella corría el riesgo de terminar así o peor, pero no lo abandonaría. Se le pasó el enojo de inmediato, para dar paso a una aguda desesperación.

—Te sacaré de aquí , no sé cómo , pero lo haré — Trataba de estar tranquila , pero solo le temblaba la mano y los ojos. Debía pensar rápido. No podía arrastrarlo , como tampoco transportarlo en algo... la única que quedaba era levantarlo. Se sintió tan impotente por no tener la fuerza física necesaria... a menos que... Pero no , no podía inducir ese estado. No sabía como. Y tampoco se controlaba demasiado cuando estaba así. Si no lo intentaba , morirían los dos en el fuego cruzado.

-De ninguna manera!- Le contesto el rey a Morgana.

Se dio la vuelta y fue hacia sus oficiales, los puso en forma y les dio las ordenes, estos captaron de inmediato y empezaron a moverse, unos por los tejados y otros deron la vuelta a la manzana, flanqueando por todos lados a los atacantes y acribillandolos desde todos los ángulos.

Los refuerzos no tardaron en llegar y rodearon a los atacantes que quedaban, obligándolos a tirar sus armas y tenderse contra el suelo, solo unos pocos alcanzaron a correr pero no llegaron muy lejos antes de recibir un tiro en la espalda.

El medico salió apresurado a tratar a los heridos, e inmediatamente le ordeno a un par de soldados que llevaran a Andreas dentro a tratar de salvarlo, aunque sabia que difícilmente podría hacer algo con su pierna.

Lo postraron sobre una mesa en un cuarto pequeño y le pidió a Amaya que esperará fuera.

La sospecha era cierta, su rodilla estaba hecha añicos al pinto de que podía verse el hueso sobresalir entre la carne y la cantidad de sangre que perdía era demasiada.

-No hay opción, tengo que cortarte la p...- no termino de hablar cuando fue interrumpido con un "Ni lo pienses"

-Deme una muleta y saldré caminando de aquí- Dijo Andreas, asustado, sudando frio y con la respiración acelerada.

El medico negó con la cabeza y le dio a entender que si no cerraba esa herida pronto se desangraria, pero Andreas no escucho nada, no podía, sus oídos se hablan tapado y un fugaz eco era lo único que podía escuchar.

No pudo poner resistencia cuando aquel par de soldados lo sujeto para que el medico pudiera hacer el trabajo, solo el eco de una sierra que lo mutilaba era lo único que podía oír, la sangre que chispeaba por todos lados y la mirada fija y de lastima de los hombres que lo sujetaban fue lo ultimo que vio antes de cerrar los ojos.

Cuando despertó estaba en otra habitación, recostado en una cama con un grueso cobertor encima, la habitación estaba oscura, ya era de noche y estaba todo tan tranquilo, ni un solo ruido podía escucharse desde afuera.

-Que sueño tan horrible- Fue lo único que dijo mientras recobraba el conocimiento.

Amaya estaba destrozada.
Todos los pensamientos que había tenido en la cabeza en ese momento eran de qué podría haber hecho para evitar todo eso… Pero como siempre, esa culpa estaba ahí, aquella terrible impotencia que se daba el lujo de estar presente en su maldita vida.
Si no se hubiera enojado, si no se hubiera alejado ¿Pero qué podía hacer ahora? Estar lamentándose no era una opción. Y como hacía por costumbre, tragó todo su llanto, lo reprimió hasta el punto de que parecía no tener ni un indicio de emoción y expresividad en su rostro.

Y entonces fue cuando lo vio despertar. Guardó el más aplastante de los silencios. No se animaba siquiera a acercarse.
Molestar al súcubo no era una opción: sus palabras no eran las más llenas de tacto y encima debía estar alimentándose por ahí. No podía contar con nadie para descargarse y buscar consuelo.

“Estúpida, estúpida ¡ESTÚPIDA!” Se repetía mentalmente. Tragó duro. Sentía que en cualquier momento perdería la cordura.

-Amaya, Eres tu?, Por que no estas recostada?-

En ese momento no recordaba nada, creía que aun estaba en su casa y que todo había sido un mal sueño. Sentía todo el cuerpo entumecido por lo que no se dio cuenta de la terrible realidad, solo estiro la mano tratando de tocarla, pues ese silencio le parecía bastante inusual.

-Estas bien? Te pasa algo?- le pregunto preocupado.

No quería decirle nada. Tan solo se arrimó un poco, lo suficiente como para que viera sus ojos rojos por el llanto iluminadas por la débil luz de una luna casi cubierta por nubes de lluvia. Comenzó a tronar antes de que se largara un chaparrón.
Le tomó aquella mano que la buscaba y se la besó. Trató de sonreír lo más convincentemente que pudo, tal como se lo habían enseñado de niña para presentarse en sociedad, ocultando sus verdaderas emociones. Una sonrisa muy fría. Muy falsa.

Su corazón sangraba a chorros.

Con la otra mano libre le acarició la cabeza.

—Descansa… — Fue todo lo que dijo.