۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

—En mi closet hay uno — Mencionó con una gran sonrisa. Y menos mal que este no era perfumado , aunque eso le hubiera agregado un plus.

-Perfecto. voy por el...-

Fui a buscar el mencionado aceite, cuando de repente se me vino una idea a la cabeza... ¿Para que tenia eso ahí?

-Te puedo preguntar algo?- Dijo cuando se acomodaba de nuevo entre sus piernas para untarle el aceite.

-Dijiste hace unos días que la Amaya lujuriosa y atrevida que había dentro de ti existía desde que eras una niña... que fantaseabas con un día encontrarse a alguien con quien explorar su sexualidad... te masturbabas en aquel entonces?- Puso una cara de interés, pues sabia que la pregunta era incomoda.

Se sonrojó de inmediato y no pudo seguir manteniendo la mirada. Tan solo la desvió, infló las mejillas, suspiró fuertemente y puso cara de pena.

En ese entonces eso era un gran sucio secreto. Si alguien del palacio se enteraba , le cortaban las manos o la llevaban a confesarse para que no lo hiciera más. Por eso siquiera nunca lo insinuó con nadie , ni siquiera con los nobles de su edad ni de chiste.

Se podría decir que lo hacía muy seguido y hasta varias veces por día.

—Claro que si.

No pudo evitar reírse

-De verdad?- Dijo mientras seguía con su labor -Lo harías ahora? mientras masajeo sus muslos?

— ¡No te rías!—Hizo un puchero — Está bien… lo haré.

Empezó a meterse mano en su zona más intima, primero acariciándose gentilmente la parte externa sin ningún tipo de pudor, dando suaves toquecitos para no ir directamente a estimular aquel punto tan sensible y oculto...

-Esta bien, te pido disculpas y te prometo no reírme mas-

Tomo el resto del aceite que quedaba en el frasco y lo roció sobre las caderas, vientre y pecho de su sonrojada esposa.

-Si pudiera decirte cuan hermosa te vez desde aquí, llena de aceite y con ese tono rojizo sobre tu piel... sera difícil no pensar en ti de esta forma de ahora en adelante-

—Puedo superar mi marca de belleza siempre que lo desees… Todo el tiempo procuro verme bella y sensual para ti — Se siguió tocando suavemente.

-La belleza este desde el punto en que la mires amor mio, y ahora mismo quiero verte desde otro angulo, desde atrás por encima de tu hombro... Siente recargada sobre mi, y no te detengas... solo quiero jugar un poco con tus pechos-

—Como tú digas— Obedeció e hizo lo que dijo, todo sin parar su labor.

Se sentía como la primera vez que se había explorado a sí misma.
Esa noche lo descubrió por curiosidad y ansiedad, en la soledad de la madrugada y el insomnio. Todo por encima de la ropa, del camisón que le llegaba hasta los tobillos.

De un momento para otro, Andreas dejo de acariciarla, solo la abrazo y apoyo el mentón sobre su hombro.

-Te amo tanto Amaya- Dijo casi como si quisiera llorar.

—Yo también… y  no te imaginas cuanto— Tiró la cabeza hacia atrás, para buscarlo.

Y la verdad que si, si fue capaz de suicidarse por él, también era capaz de hacer otras innumerables cosas.

Con la mano que tenía libre le acariciaba de forma gentil el rostro , mientras que su cuerpo comenzó a sentir con intensidad el resultado de haberse estimulado...

-Tal vez si lo se...-

>> Recuerdas aquella vez que dijiste que podías hacerme algo con los pies, y nunca quisiste decirme que era?, hazlo ahora-

—Oh, ya lo había olvidado…

Se sacó una media del pie, pero no del otro.
Comenzó a refregar lenta y cuidadosamente sus pies contra su piel, acariciándolo muy delicadamente con ellos, como si estuviera rozándolo con la punta de una pluma.

Hacía tiempo se había dado cuenta que eso lo excitaba.

-Discúlpame, pero no puedo seguir con esto-

>> Te dije que quería pasar una noche contigo son tener sexo, solo amor... y en estos momentos estoy tan excitado como nunca en la vida... necesito parar o me voy a volver loco-

Realmente era muy malvada. En parte lo había hecho a propósito, pero por su expresión relajada e inocentona parecía todo lo contrario, que lo estaba efectuando sin dobles intenciones de por medio.
Tan solo asintió, sonrió y se volvió a poner la media y retiró sus pies.

—Me había olvidado advertirte— Fue todo lo que dijo en medio de una risita picarona y disimulada.

Se le acostó encima, de espaldas, se puso las manos sobre su vientre y miró la puerta. Su respiración era lenta y pausada, denotando serenidad.
Volvió a soplar un mechón que le caía en la cara y se le metía en el ojo. Su travieso sueño comenzaba a aparecer.

-Advertirme de que?- Pregunto con la respiración acelerada.

Procuraba tener las manos apartadas, no quería tocarla, no quería pensar en ella, en su cuerpo, necesitaba un baño con agua muy fría para tranquilizarse.

—De que podría ponerte como una braza al fuego— Dijo como si nada— Aunque no pensé que tanto.

Bostezó suavemente.

—Pero ahora ya saciaste tu curiosidad.

Se quedó en silencio y entrecerró los ojos del sueño.

—Y yo sé que no debo volver a hacerlo en un momento como este.

-Pero no es problema que me pongas así... lo único malo es que nos vamos a quedar así, por que se que tu también lo estas... te has estado tocando toda la noche y aunque pongas esa cara de niña inocente se que también tienes ganas-

Era extraño sentirse así, tan acalorado y agitado, una tortura no poder desahogarse... pero esto era para el como una especie de prueba de amor, aunque era algo tonto, pues para poder cumplirla debía dejarla tranquila, sin abrazos o siquiera un beso de despedida para las buenas noches.

—Sí, sí. Ahora a dormir — Al ver que parecía no estar dispuesto a darle un beso de despedida, se tapó hasta la cabeza para mantener el calor corporal y conciliar mejor el sueño. No tardó nada en quedarse dormida, pues debía levantarse muy temprano al día siguiente para irse.

Parecía ofendida.

-Amaya yo quería decirte que... bueno no importa, ya te dormiste supongo que lo dejare para otro día-

solo la describir un poco,hasta los hombros y se recosto junto a ella a contemplarla mientras dormía, como hacia cada noche

-Ojala todo fuera mas fácil... si los problemas se pudieran arreglar solo hablándolo... a veces pienso que el mundo se ha vuelto loco, que todos los hombres y mujeres prudentes de la tierra se han esfumado para siempre, y que solo quedamos aquellos que nos dejamos controlar por nuestros impulsos, nuestros instintos y nuestros deseos... por eso trato de cambiar, para ti... para hacer de este mundo un lugar en el que puedas vivir a plenitud, conmigo y con nuestras hijas, aunque ahora ese mundo parece imposible.-

>> Mañana debo ir a ver a mi hermana, la ultima vez que supe de ella me odiaba a muerte... y yo aquí haciéndote ir conmigo por que temo ir solo.-

>> Ella nunca escucha... es solo otra persona imprudente mas... no como tu, tu siempre me escuchas aunque no me oigas, siempre estas ahí para mi, de una u otra forma-

Fue hasta la mesa de noche, la cual tenia un bajoncillo en el que guardaba las cosas bajo llave. dentro de El, irónicamente lo único que había guardado era otra llave, la misma que Amaya le había dado hace años y que había portado convertido en un collar para tener siempre algo de ella con el.

La tomo y se la puso en el cuello a su mujer, que ahora estaba dormida y al parecer, enojada.

-La he cuidado con mucho cariño durante todos estos años en los que no te tuve cerca, nunca he olvidado lo que significa... pues esa llave fue la que termino con mis inseguridades hacia nuestra relación... esa llave me ha hecho fuerte y ha sido mi punto de apoyo en los momentos mas difíciles... espero que cuando la veas te olvides que estas molesta conmigo... quisiera darte un beso ahora, una caricia y dormir pegado a ti toda la noche, pero tu y yo sabemos que también soy una persona imprudente, que me dejo llevar por mis deseos y que mi deseo a tu persona es... bueno, ya lo sabes.-

Se levanto de la cama y se ventilo un poco, luego fue al baño a darse una ducha con agua helada, tratando de hacer el menor ruido posible para no despertarla

Al amanecer, la princesa tan solo abrió lentamente los ojos y sintió algo en su cuello. Al ver lo que lo adornaba, tan solo sonrió, aunque se preguntaba porque se lo había puesto.

Se levantó para ir a buscar a sus niñas y vestirlas, como lo hacía todas las mañanas, aseándose antes, claro.
Torció su cabello, lo tiró hacia un lado y fue a ver a esas nenas que las amaba con locura. Aun continuaban durmiendo, por eso se las quedó contemplando por un momento, y les acarició las mejillas produciendo una especie de cosquilleo que las terminó despertando sin sobresaltarlas.

—Mamá…— Susurró Isabel, que fue la primera en abrir los ojitos. Cada vez se habituaba más al francés de su madre.

—Buenos días, querida… — Y dirigió su vista a Eli, que se hacía la dormida — Isabel ¿No crees que alguien debe despertarse para acompañarnos en un viaje?

— ¡¿VIAJE?!¡A DONDE? — Se reincorporó de golpe con una gran sonrisa.

—Es una sorpresa— Le guiñó un ojo — Ahora párense que voy a cambiarlas. Nos vamos hoy dentro de un tiempito, así que tendremos que apurarnos. Ah, y no tendremos tiempo de ir a la iglesia — Comentó con gracia.

Elizabeth festejó por eso.

—Pero… tendré que dejar a mi Pie… — Miró a su caballito de madera con lágrimas en los ojitos.

Andreas se levanto la mañana siguiente como si tuviera al mundo encima de sus hombros, era uno de esos días en los que desearía quedarse para siempre tirado en un colchón.

-Entonces sigues molesta- Dijo al ver que Amaya se había levantado sin El.

Solo se vistió, tomo sus cosas y se fue al jardín a esperar que todos estuvieran listos.

Luego de terminar de vestirlas y forcejear con Elizabeth, la cual se había prendido al caballo de madera y no quería soltarlo, al final terminó convenciéndola de dejarlo porque pronto le regalaría uno de verdad (cosa que pensaba cumplir); agarró las cosas y a las niñas, sin antes despedirse apropiadamente de Lucy, que le terminó dando dinero y se dirigió hacia afuera.

Elizabeth lloraba desconsolada por tener que dejar a su querido Pie. Isabel tan solo la miraba y jugueteaba con una muñeca de trapo.

(Después de pelear po horas con el maldito error 503 y que lo que escribia por el celular no se publicara... Este es el tercer intento, ENCERIO!!!)

Andreas se encontraba en las caballerizas preparando el carro para el viaje, ya era bastante con depender económicamente de Lucifenia para todo, ahora también había que tomar un carro y caballos.

Por mas que buscaba la manera, no había forma de poner a Fir a tirar del carro, si lo ponía a la par con otro caballo, este no podía seguirle el ritmo y acabaría por descontrolar la carrosa, y si lo ponía en una formación impar liderando al frente seria imposible que obedeciera, era muy terco, no obedeceria obra menos que tuviera a su jinete encima de El.

-Lo extrañas? A Nuctemeron?- pregunto la aparición con la que compartía apariencia.

-A veces, pero luego recuerdo que ya es libre y que tiene el descanso que tanto se merecía después de tantos años-

-Ese es un sentimiento muy noble... Si fueras un soldado, pero un inquisidor no debe ver las cosas de esa manera, morir en el intento no es honorable, ni aceptable... No hay descansos merecidos, no retiros, ni deserciones... Tu único objetivo es cumplir tu misión por los medios necesarios... Te repliegas solo para retomar fuerzas y atacar mas fuerte, y solo se permite morir si quedas con las botas puestas... Entre mas claro te quede esto será mas fácil para ti hacerle frente a Malebolge-

-Lo entiendo... Pero que hay de Amaya?-

-Lo mismo va para ella, pero no sede yo quien se lo diga, ni tampoco tu... Pronto conocerá al espíritu que recide en su armadura-

(A mi no me conecta la página -.-)

Amaya estaba esperando con la peor cara de aburrimiento posible. Encima, Elizabeth no paraba de llorar y no sabía cómo consolarla para que dejara de hacerlo.
Isabel le daba palmaditas en la espalda a su hermana, en un intento de que dejara de taladrarle los tímpanos.

—Elizabeth… — Amaya la miró de reojo— Ya no llores, ¿Si? Te dije que te daría un caballo de verdad. Pero no te dije que lo podrías elegir tú. Y le puedes poner el nombre que tú quieras también.

— ¡Es que no es eso! ¡Es que voy a extrañar a mi Pie!— Exclamó mientras le chorreaban los mocos.

Se escuchó una risa femenina de entre unos arbustos.

—Yo estoy lista. Pobrecilla, tu, digo, porque parece que perderás la paciencia en cualquier momento — Morgana salió de allí y se agarró la zona del vientre para contenerse.

—Tengo más paciencia para con mis hijas que para cualquier otra persona.