The Frontiers [PRIVADO YSY-Evil-perro-House]

Entre tanto ruido Sven acabo abriendo los ojos, se enderezo en el asie to y reviso el vaso para ver si quedaba algo de tomar.

Volteo a ver a su alrededor y no reconocio nada, solo a Geraldibe hablando con unos desconocidos, "tal vez pide indicaciones" -penso.

Salio del auto y camino unos tres metros, hasta llegar a un arbusto donde se desabrocho la bragueta y empezo a orinar. Una vez termino volvio al auto y se volvio a sentar, viendo hacia el cielo nocturno que ofrecia la Genesis, sin nubes y con las estrellas brillando con intensidad.

Estuvieron a punto de internarla a ella para hacerle estudios y ver si no estaba actuando bajo la influencia de narcóticos o alcohol. Estaba hecha una completa neurótica, hasta que se volteó y lo vio sentado en el auto, despierto y como si nada. Ahora su cara no estaba roja de la angustia, sino de un enojo propio del averno por haberla hecho preocupar, muy en el fondo, para nada.
Como loca, se fue corriendo hasta el auto de nuevo, apoyó las manos en el volante y arrancó de nuevo dejando a los enfermeros con la palabra en la boca. Estaba perdiendo la paciencia.

— ¡Tarado! ¡Tarado! ¡Nunca más me digas eso! ¿Entendiste? ¡Me vuelves a preocupar y te lanzo de una patada hacia fuera del auto!— Tenía una vergüenza infinita. Siquiera veía el camino por estar discutiendo con él— ¡Ahora te dejaré en tu casa tirándote de las orejas! ¡Tarado! ¡Eres como todos en mi vida! ¡Tarado!

-Pudiste solo haber tratado de despertarme...-

Aun estaba algo mareado, le ardia el estomago y no entendia muy bien que era lo que estaba pasando.

-Esa bebida que me diste... creo que me cayo mal-

Sven jamas habia bebido cerveza, incluso antes de poner un pie en la Genesis no habia provado el alcohol, habia vivido desde que tenia memoria en la escuela militar, todo para el habian sido estudio, practicas en el simulador y disiplina, mucha disiplina, solamente las veces que se escapaba para extraer archivos de la vieja base de datos y leer los viejos libros eran los momentos de diversion que habia tenido hasta que se graduo y pudo salir a la ciudad.

-Perdon por haberte preocupado...- Dijo con somnolencia para luego bostezar y recargar nuevamente la cabeza en la puerta.

— ¡¿Qué acaso no te importa?!— Miró hacia el frente otra vez— Eres un insensible… — Fue lo último que pronunció antes de callarse la boca por completo.

A veces, cuando le agarraban esos ataques de nervios, se preocupaba mucho por alguien al punto de perder casi por completo los estribos, le subía la fiebre de repente. Una fiebre galopante que parecía que la carcomía por dentro. Nunca supo porque se originaba eso, aunque si recordaba que ya lo sufría desde niña. El médico le había dicho que somatizaba todas sus angustias y la había mandado a un psicólogo, pero ¡Ja! El psicólogo no era para ella… no le veía sentido sentarse frente a un desconocido a hablar por media hora o más sobre su vida, sobre sus cosas más íntimas, algunas las cuales no recordaba, otras más o menos y otras que simplemente estaban en su memoria marcadas a fuego para siempre.

Manejó hasta el cansancio, y llegó por fin a ese complejo de pequeños edificios o chalets. Cada edificio tenía como máximo cuatro pisos. Le llevaría una eternidad encontrar el lugar que Guiyd le había asignado.
Recorrió cada calle, perdida, sin saber qué hacer, malhumorada y herida. De repente, gracias a las luces del auto, pudo ver la figura de Milly apoyada contra el buzón de afuera de uno de los departamentos de la manzana. Esta parecía estar comiendo algo, una bolsa de papas fritas para ser más preciso.

—No me sorprende ver a la bella y la bestia juntos. Qué bueno que lo trajiste, pensé que se había perdido— Milly era la vecina de Sven, Vanderveer y la otra chica. Observó mejor a Geraldine, que parecía muy agitada y estaba roja— ¿Te sientes bien?— Le preguntó.

—Llévalo a su casa. Debo irme— Fue todo lo que contestó y sacó los seguros de la puerta. Se llevó una mano a la frente. Sentía chuchos de frío.

Sven no se bajo deo auto cuando subio los seguros, en vez de eso tomo la mano de Geraldine, levanto la cabeza y volteo a verla.

-No quieeo qye me dejes ahora... estas molesta y dolida... si te vas ahora llegaras a tu casa y probablemente lloraras hasra dormirte... estaras sola y la soledad es mala consejera, te haras un monton de ideas en tu cabeza y te convenceras de cosas que no son-

Hizo una pausa peqyeña y luego tomo aire para volver a hablar.

-Ven a mi casa un momento... deja que te de esa cosa que prometi y que te explique con detalle que fue lo que paso... despues si sigues molesta te dejare que te vayas y de ahi hagas lo que quieras... te regresare tu pendiente si eso es lo que quieres... solo te pido cinco minutos-

—Yo también… yo también debo decirte algo— Era probable que pensara que ella estaba desequilibrada mentalmente, y aunque un poquito cierto era, tenía que explicarle la razón por la cual se ponía tan… así. No pretendía ocultarle eso, por lo menos no ese solo secreto de los tantos que tenía escondidos en el closet. La opinión de él era la única que le importaba.

—No creo que puedan entrar sin las llaves— Ninguno de los dos tenían pinta de poder estar parados mucho tiempo— Te las olvidaste en la mansión del jefe.

Milly se las alcanzó. Por esa razón estuvo afuera todo ese tiempo. Tampoco esperaba que le agradeciera.

—Último piso del edificio del lado izquierdo a este...

Salio de auto y tomo las llaves, luego fue por Geraldine y fue a la que era su nueva casa.

Abrio la puerta y entro al lugar, que para su suerte estaba amueblado y decorado, tambien parecia que habian llenado la despensa y el refrigerador, y le haban dejado ropa en la mesa. De momento eso no le importaba.

-Quieres que lo diga yo primero?-

—Adelante— Le contestó un poco más tranquila, aun con esa sensación insoportable de estar dentro de una tina con cubitos de hielo. Para colmo la bikini mojada tampoco ayudaba mucho. Se abrazó a sí misma, esperando lo que tuviera para decirle.

-Esto es muy complucado y exrenso, aai que ire al grano-

Se dio la media vuekta y se agarro el cabello, alzandoselo para dejar descubierta su nuca, la cual tenia algunas diminutas cicatricez.

-Hasta el momento en la universal lograron meterme cuatro dispositivos en la cabeza, el primero es un rastreador, todos en universal tienen uno... el segundo es una pequeña computadora que procesa la informacion de todas las partes biometricas de mi cuerpo, el tercero es la capsula AIE, analfesico integral de emergencia, que se libera cuando un miembro de la armada sufre un trauma severo como ya te lo explique... al ser un producto de serie es normal que algunos de ellos tengan un mal funcionamiento de vez en cuando cada ciertos casos... el mio se libero esta tarde y convinado con el estres de lo que paso esta mañana, el cansancio y la falta de alimento me provoco un efecto mas potente y con algunos efectos imprevistos... es la primera vez que la capsula se activa en mi... no sabia como tomarlo y se que dije muchas incoherencias... me disculpo de nuevo.-

>> la otra cicatriz no se de que es... pero se que es la primera que tengo-

Habia terminado de hablar, aun tenia lo que queria daroe, pero primero escucharia lo que iba a decir.

—“Eso lo explica todo”— Pensó muy a sus adentros, arrepentida. Sin embargo, no dijo nada.

Lo que tenía que decirle era muy complicado y traumático para ella, así que hacerlo sin balbucear sería un suplicio.

—El arete que te di me los entregó una de las cuidadoras del orfanato en donde crecí, antes de que me fuera del lugar al ser adoptada por un productor del espectáculo adinerado y su joven esposa a los catorce años. La cuidadora dijo que esos aretes los tenía puestos cuando me recibieron, a los tres años de edad, y me los sacó para evitar que me los robaran los otros niños o incluso las otras tipas que trabajaban ahí.

Hizo una pausa.

—No tengo idea de qué pasó a los tres años de edad, tengo apenas algunos recuerdos de los cuatro, pero de los cinco en adelante recuerdo todo a la perfección— Le empezó a temblar el labio inferior y perdió la vista por ahí— El orfanato en invierno era frío, helado… tampoco nos daban la ropa que nos donaban, o mantas para abrigarnos, mucho menos conocíamos lo que era encender la estufa por las noches que había heladas o caía nieve. La enfermedad era moneda corriente todos los días y los niños que se morían como moscas también, incluso llegamos a acostumbrarnos a la idea.
>>Apenas había para comer y las pocas veces que nos daban alimentos, estos estaban pasados, vencidos por completo; y si lo vomitábamos, nos obligaban a comérnoslo de nuevo a los golpes. Muchas veces, cuando todos dormían…— Los ojos se le llenaron de lágrimas— venían las cuidadoras y nos manoseaban debajo de la ropa… a veces hacían pasar a tipos, tipos de los cuales nunca supe quienes eran, los cuales hacían lo mismo o nos obligaban a tener sexo con ellos; nos lastimaban mucho y solo éramos capaces de llorar e incluso llegarnos a preguntar cuando tocaría el día que nuestras miserables existencias debieran dejar de existir. Un día descubrí que ellas cobraban dinero por dejar que esos desgraciados nos violaran— Se pasó una mano por la cabeza— Yo era una de las más solicitadas, por mi cabello rubio natural y mis “lindos ojitos”, según lo que me dijo un día uno de esos degenerados a la edad de siete años.
>>Eso nunca dejó de pasar. Ser la puta barata nunca dejó de ser humillante, pero ya de alguna manera estaba acostumbrada a eso, a estar muerta por dentro. Nunca supe quienes eran mis padres, de donde eran, como se llamaban, como vivían…pero los maldije toda mi vida por haberme abandonado en ese infierno. Tampoco nadie quería decirme quienes eran ellos o que había sido de sus vidas, sus nombres por lo menos. Lo único que sabía era que nunca me habían querido, y tenía la certeza de que era así, porque nadie que ama a su hijo lo condena a una vida así. Y ellos, los del orfanato, y cada persona que conocía, me convencían de ello. Que mis padres eran tan basuras como lo eran ellos y que tal vez todos eran iguales.
>>A veces dejaba que abusaran de mí para que no se las agarraran con las niñas más pequeñas… quería ahorrarles, aunque sea, un minuto de sufrimiento. Que supieran lo que era jugar y no tener que tragarse todas las lágrimas durante todo el día, por miedo y vergüenza. O ver la sangre de su pureza ser derramada en una sábana mugrienta…
>>Desde que tengo memoria que canto, que mi vida y mi todo es cantar— Sonrió un poco— Recuerdo tomar un cable viejo, usarlo como micrófono y ponerme frente al espejo a bailar.
>>Un día, a los trece años, me escapé del orfanato para ir a un casting que estaban haciendo en la tele, que convocaba nuevos talentos. Robé unos aretes hermosos — Se llevó la mano al arete que colgaba de su oreja— sin saber que eran míos. Los encontré en un mueble dentro de una cajita musical que la directora del lugar tenía. Me puse la mejor ropa que tenía, aunque no era la gran cosa, y fui a hacer el casting. Para mi sorpresa, quedé en ese mismo momento. Uno de los productores quedó fascinado con mi gracia, talento y belleza, y fue ese mismo tipo el que me adoptó posteriormente, pues descubrió que yo era una huérfana y él con su pareja no podía tener hijos propios. Lo descubrió porque la directora, al verme en vivo en la tele, fue a buscarme y me dio una bofetada detrás de cámaras, obviamente, no delante de todos. Pero él si lo vio. Y se interesó en mí…
>>Desde ese entonces creo que mis aretes me dan la fuerza necesaria para sobrevivir y lograr todo lo que yo quiero.

Lo miró. La historia no terminaba ahí, pero estaba que se desmayaba de la fiebre y lo siguiente era igual de grotesco que su experiencia en el orfanato. O peor de asquerosa…

—Por eso en mi vida no puede existir un NO. Las cosas deben salir como quiero.
>>Por eso tengo miedo de perder lo que nunca tuve. Tal vez por eso me preocupo por todo, o soy una tipa insoportable, histérica, liberal, neurótica, gritona, chillona y todos los calificativos que se te ocurran.
>>Si yo no me creo las cosas ¿Quién me las va a creer? Si yo no confío en mi misma ¿Qué sería de mi vida? Yo soy Geraldine, no puedo permitir que todo se salga de mis manos, de mi control, no me puedo permitir muchas cosas; de encontrar algo o alguien que me aprecie y soltarlo así sin más. Luchar por lo que creo, por lo que quiero, por lo que amo… Esa es mi esencia. La esencia que nace del dolor, del abandono y la soledad. Aun si a veces caiga en una contradicción viviente.

Agachó la cabeza.

—Lo siento…

-No te disculpes... no te disculpes nunca conmigo!-

Se aferro a ella, repego su cuerpo con el suyo.

-Yo no se nada de muchas cosas, ignoro cosas que son tan obvias para otros... pero se que lo que te haces no esta bien, no puedes guardarte todo ese dolor para ti misma y dejar que cada vez que lo recuerdes esas personas te lastimen otra vez, tienes que confiar en alguien que te ayude a llevar esa carga..-

>> Yo quiero ser la persona... si no es conmigo entonces quien? Si yo estoy dispuesto a no dejarte ni un momento sola... si quieres hablar de eso o quieres permanecer despierta en la noche para no ver esas imagenes en tu mente... yo estare ahi para ti, no habra nada con mayor prioridad nunca... aunque hagas mil berrinches cuando las csas no sean como tu quieres, yo vere la forma de ponerte de buen humor-

>>Te hago esa oferta de nuevo... quedate conmigo aqui... y te dare cada segundo de mi tiempo, me hare cargo de ti para que nunca te haga falta nada.-

—¿De verdad?— Preguntó con toda la ilusión del mundo, como la niña de catorce años de un pasado que se sintió libre al salir de esa pesadilla de lugar, o la jovencita de trece que por primera vez tomó un micrófono para cantar su primera canción de amor frente a millones de personas.

Se aferró a él con esas ganas de seguir adelante, aun cuando siquiera tenía las fuerzas necesarias para hacerlo, al igual que en ese momento.

—Yo de verdad quisiera.

-Entonces no digas nada mas... mañana traes tus cosas y te mudas conmigo-

Le dio un largo u cariñoso beso en los labios, uno tras otro hasta que dejo de sentir tristesa en sus gestos.

-Puedes quedarte hoy mismo si quieres-

—Está bien… — Aun seguía teniendo fiebre. Confiaba que con el transcurso de las horas le pasaría, pues estaría mucho más tranquila y por primera vez en años podría dormir sin miedo a que entrara alguien por la puerta para hacerle daño o la engullera la soledad de alguna habitación— Tengo mucho frío. Necesito descansar… sí, eso es.

-Debe haber una cama y algunas sabanas por aqui...-

Empezo a explorar la casa, que era mucho mas grande qye su viejo departamenro, solo la recamara lo era por si misma.

Se quito la ropa mojada y llena de arena del mar, busco en el armario y tomo una de las plateras blqncas que habian ahi y se la dio a Geraldine.

-Puedes usar eso para dormir- le dijo sabiendo que le quedaria enorme, lo suficiente para usarla como camison.

Saco tambien almohadas y sabanas, todas boancas y con olor a nuevo.

Se sacó la bikini mojada y se puso eso encima con algo de esfuerzo. En serio le quedaba enorme, parecía una carpa desarmada para camping.

—Es gracioso que quiera descansar. En todos estos años nunca me he dado ese lujo, definitivamente no— Sonrió un poco pensativa.

Buscó un reloj en la pared. Había uno digital, colgado. Aun era temprano para dormir y para la hora a la que acostumbraba a acostarse.
¿Cuántas veces se había quedado despierta hasta las cuatro de la madrugada o más? A veces pensando, otras trabajando, preparándose para algún evento o ensayando. Todo menos dormir como la gente.

—Me costará acostumbrarme a un nuevo horario…

-Ejem... si no puedes dormir para eso tienes a tu compañero aqui-

La tomo de la mano y le dio un pequeño tiron para acercarla, como si de un pieza de baile se tratara, la sostuvo de la cintura y la dejo caer lentamente de espaldas sobre la cama.

-Es una lastima que no sepa bailar... quizas Van pueda enseñarme, asi no quedo en ridiculo cuando te invite a salir un dia de estos-

La contemplo desde donde estaba parado, sus piernas desnudas se asomaban por debajo de la enorme playera blanca, se sentia tentado a tocarlas, acariciarlas hasta que la piel se le pusiera de gallina, pero eso quizas arruinaria el momento.

—Lo siento… es todo tan nuevo para mí que me siento como si estuviera viviendo en un sueño. O dentro de un cuento de hadas.

Comenzó a buscar una posición cómoda para lograr conciliar un poco el sueño. Se soltó el cabello, que siempre lo llevaba agarrado a excepción de unos mechones, para que se viera más sobrio, y lo desparramó por todo el colchón. Pensó en que tendría que dejar de pintárselo por un tiempo.

—Si me quieres acariciar no me voy a enojar. O hacer esos juegos sucios con el chocolate...

Rió.

-Este sueño podria ser la realidad de todos los dias una vez seas mi mujer.-

Se acosto a un lado de ella, apoyando la cabeza sobre su hombro.

-El chocolate no te va a ayudar a dormir- le recordo -Pero por eso no voy a desaprovechar tan generosa oferta-

Acerco su mano a la rodilla de Geraldine, buscando el camino que habia tomado hace unas horas a travez de su entrepierna, a la vez que buscaba juntar lenguas y poner a calentar motores.

A pesar de la fiebre y que aun estaba un poco débil, dejó que la siguiera acariciando traviesamente hasta llegar a instancias más comprometedoras y más que obvias…

--

A eso de las 5:30 AM, Milly estaba afuera, en la vereda del pequeño edificio de tres pisos en el que vivían los recién llegados de Universal. En media hora debían estar en el cuartel del SMI y debía llevar a Sven porque este no conocía el camino. Mientras tanto se liquidaba otro paquetito de papas fritas.

En el primer piso estaba Ornella, en el segundo Vanderveer y en el último Sven con Geraldine. Un edificio de concreto puro (al igual que los otros de la zona), con un jardín en el frente muy lindo, que si querías sacabas una banqueta afuera y te quedabas mirando todo sin problema alguno.

--

Vanderveer estaba preparándose para ir a pasear con Ornella a la ciudad capital, que no muy lejos quedaba de allí. De paso obtendrían algún diario o algo y buscarían empleo.
Van buscó por internet en qué línea de transporte ir, y cuando terminó de desayunar, pues no durmió en toda la noche de la ansiedad, fue a avisarle a Ornella, la cual tampoco había pegado un ojo en toda la madrugada.

Los dos, a las cinco am se mandaron a mudar, no sin antes saludar y despedirse de la Gulliver que no tenía cara de muchos amigos.

Marcos se encontraba en la plaza principal de la ciudad capital, pensando. Ya habían pasado varios días en los que no había conseguido ningún trabajo y apenas le habían regalado algo de dinero. Había tenido que buscar comida en la basura.

Se debatía entre si robar a causa de la necesidad o no. Le daba pena robarle a un refugiado escapando de Universal, algunos por su situación se habían vuelto aún más pobres que él.

Pensaba que tal vez todos morirían, él incluido, por las situaciones precarias en las que se encontraban.

Mientras iban yendo hacia la parada del micro público, iban mirando los alrededores con mucha emoción encima. Jamás habían visto jardines tan bellos, a pesar de que la mayoría eran simples, pero para ellos era la octava maravilla del universo.
En Universal ni por asomo se encontraba siquiera una planta… todo el que llegaba a tener alguna, podía ser hasta multado o incluso ir a la cárcel. Por eso Vanderveer tuvo que comprar la que tenía de un contrabandista. Además que el ambiente industrial de la flota no favorecía el crecimiento ni de un centímetro de pasto, solo metal hasta donde la vista alcanzara.

—Ojalá mi hermano estuviera aquí para poder disfrutar de todo esto. Me pregunto cómo estará— Se preguntó mentalmente Ornella, ignorante de todo, de que su hermano era un asesino a sueldo que trabajaba para el mejor postor.

Vanderveer sacaba fotos mentalmente y las archivaba como imágenes digitales en la carpeta de su escritorio personalizado, el cual podía verlo con solo mover una mano en el aire. Después, por bluetooth o ayudándose con su arete-USB, lo pasaría por ahí para imprimirlos y tenerlos en formato físico.

Ornella, si bien no tenía los conocimientos de informática de Van, ella también estaba implantada y podía hacer cosas parecidas, por lo menos las básicas: archivar imágenes, recibir llamadas telefónicas a su cabeza... Solo que en vez de tener un arete que se estiraba, salía un cable y podías usarlo como USB, ella poseía un collar muy juvenil que cumplía la misma función.

El collar de Ornella era de última generación y funcionaba inalámbricamente. El microchip en su cerebro le enviaba la señal a su collar que le permitía ejecutar las acciones que quisiera y fueran necesarias para las actividades del día a día (por lo menos en Universal). Podía sacarse el collar, a diferencia del arete de Vanderveer (el cual el cable estaba por dentro del cuerpo de él) pero no lograría usar el cable USB si se lo olvidaba o cumplir ciertas funciones. Esa era la razón por la cual siempre lo tenía puesto.

Llegaron a la parada del bus y esperaron el indicado para ir a la capital.
Una vez llegaron a destino, bajaron en la última parada del recorrido, por lo menos de ese transporte, en una plaza pública gigante. Estaban por fin en el centro. Era hora de recorrer y buscar algún trabajo, aunque no se privarían de observar nada.

Pasaban desapercibidos si no fuera porque Vanderveer parecía ser un extraterrestre, con el dedito en el aire, moviéndolo enérgicamente. Nadie podía saber que era lo que estaba haciendo, porque él solo podía ver el escritorio con los iconitos flotando frente a sus ojos.

Ornella sacaba fotos, apretando la piedrita principal del collar, archivándolas también en su memoria. Ambos parecían dos locos. Solo era la costumbre de lo habitual en Universal.

Además que vestían muy bien.

Marcos pudo a ver a dos chicos de Universal entrar a la plaza, eran como peces fuera del agua, más el chico, que parecía un loco jugando con algo invisible con su dedo.

Oye chico- le habló a Van, a pesar de ser mucho menor que él- ¿Apoco no te das cuenta que te ves raro siendo él único usando las funciones avanzadas de su implante?

La mayoría de la gente como tú prefiere no usarlos aquí, ya sea por vergüenza a ser los únicos en mover las manos como idiotas o porque puede haber ladrones que no dudarán en arrancarles los implantes par conseguir partes- Había eschando esa leyenda cuando tenía seis años y no la creyó, luego él mismo conoció a los ladrones y revendedores de partes. Muchas veces son los mismos que venden cosas de contrabando en Universal.

Ornella buscó con la mirada la voz de ese personaje. Lo que le había dicho la había espantado por completo, y por esa razón se llevó una mano hacia la parte trasera de la cabeza.

— ¡No! ¡Yo no quiero que me partan la cabeza como a una sandía!— Exclamó de forma de impulsiva, aferrándose al brazo de Vanderveer.

Todos se voltearon a buscar a los dichosos de Universal ¿Cómo podía ser posible? ¿Si la mayoría estaba en la estación esperando por una respuesta del gobierno ante la problemática de los documentos?

—Tranquila, nadie nos abrirá la cabeza— Cerró el escritorio y bajó la mano, metiéndola en el bolsillo de su jean antes que pudieran reconocerlos— No si por lo menos intentamos no usar nuestras virtudes— Le sonrió un poco a la chica para que no temblara tanto— ¡Te gusta hacer llorar a las niñas, eh!— Le comentó a Marcos con una mueca chistosa en la cara y un tono humorístico.

Ha, lo decía por su propia seguridad, linda- Le encantaba sentirse mayor, lo usaba para compensar que su infancia fue corta y horrible- Yo tampoco creo que les ronpan la cabeza, más bien intentarían arrancarle ese arete Bluetooth al chico sin ni siquiera desconectarlo del cerebro.-

Se detuvo un momento y luego les dio una oferta- ¿Qué tal si los guío en la ciudad por unas cuantas monedas? Comida también estaría bien. Yo los ayudo y ustedes me ayudan. Les enseño qué hacer para no llamar la atención y ustedes le dan comida a un chico de la calle.-