۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

Isabel sonrió de medio lado. Dejó de hacer lo que estaba haciendo para ponerse en una postura recta, al igual que Elizabeth.

Eduardo dejó pasar primero al rey y luego lo siguieron, sentándose en la mesa del jardín, forjada en hierro y pintada de blanco.
De inmediato los sirvientes llevaron todos los aperitivos.  

― ¿A qué hora se van hoy?― Preguntó Raziel, interesado.

―Yo a la tarde. Tengo unos “compromisos”. Le aseguro diversión― Contestó Elinor― Espero que no le moleste.

―La verdad que no… Yo a la noche tengo que ir al teatro, habrá una ópera maravillosa. La cantante más popular de Francia vendrá a visitarnos y siento curiosidad por escuchar esa voz tan hermosa que dicen que tiene― La verdad era que no solo iba a ver el progreso de Ladelly, sino a hablar en privado con la mujer― Dicen que interpreta papeles de Handel y Mozart como Dios manda.

Recordaba cuando ella era una niña risueña que se la pasaba ensayando con Amaya en la sala del clavecín. No había manera de despegarlas cuando se juntaban a hacer música.

-A si que... piensas ir sola a divertirte?- Le pregunto Maximilian a Elinor, no podia evitar ser sobreprotector con ella, tenia que saber que hacia y con quien.

-Debe ser muy divertido como para rechazar una ikvitacion de tu hermano.

Mientras hablaba le tomaba la mano de Isabel y el su palma la frotaba con la yema de sus dedos, como si la estubiera acariciando en sus partes intimas.

-He invitado a Isabel y a Elizabeth a pasear por el parque esta tarde, asi que tambien nos iremos temprano. -Le dijo a Raziel.

―Te dije que era confidencial. Además, me he divertido sin ti estos años, te duela o no― Le sacó la lengua. Estaba ansiosa por salir con Alex y ver a dónde iban a ir, que era lo más osado que podían hacer.

Isabel empezó a imaginarse cosas con ese movimiento. Ella sabía captar los mensajes a la perfección, fuera con un abanico, con la mirada o un toque en su piel. No pudo evitar sonrojarse y que le diera calor por todo el cuerpo.

―De acuerdo. Entonces nos quedará poco tiempo para jugar a algo… las damas decidan.

―Eli montará a caballo con su majestad, y yo me iré al columpio de un árbol que vi por ahí. Los muchachos que se arreglen― Isabel era tremenda, tanto que le sacó una risa a Raziel.

―Bien, bien.

El desayuno real fue de lo más tranquilo. Raziel disfrutaba estar con la familia, con los descendientes de las personas que más quería… Parecía que la vida al fin había contestado a sus ruegos y lágrimas.

Al terminar, Raziel fue a buscar los caballos junto con Elizabeth.
A Eli le extrañó ver en uno de los box una placa de bronce atornillada a la puerta que decía “Fir”. Aun no caía en la cuenta. Pensó que era una coincidencia y lo ignoró.

Eduardo seguía pensando que le gustaría ser un príncipe o un rey para tener tanto lujo y poder. Tal vez así Isabel se daría cuenta de que existía y la tendría cerca, y ya no tendría que robar su ropa interior para sentir ese aroma tan femenino y excitante.
Empezó a recorrer en solitario el palacio, yendo aquí y allá. En un momento dado terminó perdiéndose, y dio con un lugar que no estaba bien alumbrado, a pesar de que el sol estaba en el punto exacto. Eso pasaba porque las cortinas y varias puertas estaban cerradas.

―Me pregunto que habrá aquí…― Intentó abrir unas inmensas puertas, pero no pudo. Del otro lado estaba el clavecín de Amaya― Seguro debe haber algo muy valioso, por algo lo oculta.

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Elinor logró escapar de su hermano. Quería planear con Alex lo que harían para entretenerse.

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Por su parte, Isabel también se alejó del resto para irse a ese columpio. Cuando Lis no era tan insufrible con su Dios judeocristiano, jugaban muy seguido juntas y la incluía en ese círculo íntimo con Eli.
Necesitaba distraerse, porque estaba que explotaba de calentura.

Cuando todos terminaron y se levantaron, solamente Maximilian y Alexander quedaron en la mesa, este lo miro de reojo.

-Cual de los dos gemelos eres tu? -Le preguntó.

Alexander estaba un poco nervioso, quería causarle una buena impresión al hermano de Elinor.

-El que no es un borracho incestuoso.

Maximilian no pudo evitar reírse, en parte por su sinceridad y otra por que era gracioso.

-Bien, bien... me asegurare de no confundirte de hoy en adelante.

Se puso de pie y miro a los lados, buscando en donde se había metido Isabel.

-Ella adora los perros. -Dijo Alexander. -Y trata de no comer carne, aunque a veces rompe esa regla... también siente mucha admiración por tu madre la reina de Amatista.

Maximilian se quedo extrañado por eso.

-Gracias por el aviso. -Comentó, alejándose en dirección a aquel columpio.

Se acerco por detrás de ella y puso las manos sobre su espalda.

-Quieres que te empuje? -Le pregunto a Isabel en voz baja.

Alexander sonrió luego de que Maximilian se fuera, pensó que con eso lo veria con buen ojo de ahora en adelante.

Se levanto también y fue a buscar a Elinor, mantuvo el secreto de su cita por que ella así lo quería, pero de no ser así le hubiera contado todo en ese momento.

―Me dejas caliente como una braza en el fuego ¿Y me preguntas si quiero que me empujes?― Su tono fue sugestivo. La verdad era que quería que terminara lo que empezó. Pero una buena seductora nunca decía todo completo, solo durante y después del proceso.

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Elinor estaba apoyada contra una de las columnas del palacio. Esperaba que la encontrara, y de allí se irían a caminar por los alrededores o dentro de ese monstruo arquitectónico.

-Oye, yo hablaba de balancearte sobre el columpio... ya te empujare de esa otra forma a su debido tiempo.

La tomo del mentón y le dio un beso, para luego tomarla de la mano y pedirle que se sentara junto a él sobre las raíces del árbol.

-Te dije que voy a respetar tu virginidad hasta el final, ¿o sera que lo olvidaste por el alcohol?

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-Creo que ganarme a tu hermano sera mas fácil de lo que pensé. -Comentó una vez que la encontró.

Se paro frente a ella con una gran sonrisa en sus labios, muy animado aun después de ese incidente con el rey y su hermano.

A lo lejos, vio a unos hombres que practicaban el tiro al blanco con armas y platos voladores, ninguno parecía tener buena puntería y a los pocos intentos se aburrieron, dejando todo ahí al aire libre.

-En casa también hacíamos eso... mi tio Andreas tenia una habilidad casi sobrehumana para aprender a usar armas de fuego... mi padre también era bueno, nos llevo a cazar algunas veces.

Terminó sentándose junto a él, pero apoyó la cabeza en su brazo.

―El alcohol sirve para muchas cosas, incluso para no enamorarte, pero también para olvidar. Y darte placer. Pero bueno, igual no me refería a que introduzcas tu miembro entre mis piernas.

El árbol era lo suficientemente grande como para dar una gran sombra, igual la luz solar se colaba un poco.

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―Eso espero― Elinor rió nerviosa― ¡Oh! A mí me encanta el tiro al blanco. Pero más con arco y flecha, si, bien tradicional y anticuado, como lo es Amatista en parte. Pero también se manejar armas de fuego. De todos modos… no volví a agarrar otra desde que fallé y le volé sus… bueno, partes íntimas a alguien. Eunuco inmediato.
>>En cambio, mi madre es mortífera hasta con una cuchara. Ella no falla nunca. Llega a dar miedo.

No entendía a veces como su madre podía ser encantadora. Incluso parecía poseída en esos momentos. Bueno, por algo habían tenido siete hijos con su padre...

―Pero su fuerte es la lucha cuerpo a cuerpo. Y mi padre es tan buen espadachín… ah, es exquisito verlo.

-Bueno, es que con eso de que estabas como una braza se puede malentender cualquier cosa.

Dio un largo respiro de aire puro y se recargo contra el tronco del árbol.

-Este es un lugar muy solitario... ya hace años que nadie usa ese columpio, no ha habido niños en este lugar desde hace mucho tiempo.

Recordó lo que Alexander había dicho, trataría de sacar esos temas al aire.

-Yo nací en este mismo palacio, mis padres cuando aun no eran los reyes vinieron a una fiesta, madre sabia que la fecha estaba próxima pero no pudo resistir venir, y me dio a luz en una de las recamaras.

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-Vamos a intentarlo, sera divertido!

Le tomo de la mano y la llevo corriendo a donde estaba el rifle y la maquina que lanzaba las platos.

-Vamos, tu primero que to lanzare por ti.

Fue a la maquina, que era como una especie de catapulta.

―Vaya… ¿Y los reyes de ese momento se enteraron?

Si lo habían hecho, capaz de habría armado un revuelo.

―Parir en un lugar ajeno a tu hogar no debe ser demasiado cómodo― Estiró las piernas― Y menos que te estén mirando tantos… ― Una cosa era que un hombre en solitario te viera tus partes íntimas, otra muy distinto era que una multitud te viera ahí abajo con su peor apariencia (Pues imaginó que la habían asistido muchas personas).

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―No, en verdad. Mi puntería depende de muchos factores, no querrás probar tu suerte y que haya consecuencias después.

-No había mucha gente, solo mi padre y... otro. -Dijo recordando la infame identidad de esa otra "persona". -El rey en ese momento estaba qui también, Mordred había venido con intenciones de pedir la mano de la princesa, la hermana de Raziel... dicen que esa fue la razón por la que huyó... esa cadena de eventos resulto en la muerte de Mordred por uno de sus perros de caza, lo que convirtió a mis padres en reyes al no tener él sucesores, ademas de que al tiempo se descubrió que el mismo rey había sido quien asesino a su esposa.

No tenia sentimientos algunos hacia Mordred, lo veía solamente como un personaje patético y trágico, aunque fuera uno de sus descendientes.

-En fin, mi madre era la unica con sangre Pedran que quedaba, por lo tanto se quedo con la corona y ahora es la reina, y Amatista no ha estado mejor desde que ella gobierna, no ha habido una mujer al mando desde... creo que nunca realmente, es la primera.

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-Que es lo que podría pasar por disparar a un plato al aire... ademas esto se hace para mejorar la puntería y en esa dirección no hay nadie salvo un gran muro.

Se puso de pie y fue hasta ella.

-Puedo hacerlo yo primero si quieres.

Eso le recordó algo.

―Mi madre hace mucho tiempo, cuando yo tenía diez años, adquirió un retrato de tu madre. Lo puso en la habitación que usaba para pintar, allá en Francia. Me dijo que era un regalo para mí, pues dijo que tenía el presentimiento de que me iba a gustar.
>>En ese tiempo yo solamente dibujaba formas geométricas complicadas que copiaba de libros extraños que adquiría en la biblioteca más cercana, en la sección de ocultismo. Ah, Eli no podía ni ver esos libros, ni idea porque. Siempre tenía sueños y pesadillas cuando estaban cerca… En fin, también mandalas, a veces las coloreaba, otras no. En su mayoría las tenía a blanco y negro, y dibujaba en grafito o tiza pastel.
>>El tema es que cuando vi ese retrato, me imaginé que sería tan bonito como esas hermosas pinturas italianas del renacimiento de las que todos hablaban… Y quise ponerme a pintar retratos. Usé la cara de tu madre como modelo de muchos bocetos inacabados, pues jamás me atreví a emular tanta belleza en un lienzo… Desde ahí que me puse a practicar anatomía con la simple observación. Nunca quise un maestro, por capricho. El maestro solo iba a influir en mi estilo, no quería que lo cambiara al suyo. Quería ser yo y punto, que todos al ver algo mío supieran que provenía de mí. Y desde ahí me especializo en retratos. No hay noble de Francia que no haya venido a pagarme fortunas inmensas por eso, y lo mejor es que quedan encantados.

Veía los pajaritos acercarse a ella. Estiró la mano para que uno se posara en su dedo, pero este salió volando.
Largó un suspiro.

―Sueno como una vieja aburrida.

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Se puso tan nerviosa que al apretar un poco el arma cerrando la mano, el cañón del mismo quedó con las marcas de sus dedos, una abolladura que tal vez había arruinado el artefacto.

―Está bien― Se resignó y le entregó.

-Yo podría llevarte a que la conozcas en persona... pero tendría que presentarte como mi noviecita... no me lo perdonaría si fuera de otro modo.

Al decirle esto tomo su mano y le dio un beso en el cuello.

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-Oh vamos... no es divertido para mi si no lo es para ti.

Le sonrió y le acaricio la mejilla, no se dio cuenta de lo del arma.

-La verdad es que no se que hacer para entretenerte, lo estuve pensando mucho y lo mas entretenido que puedo pensar ahora para llevarte a pasear es al museo de Yellow.

Se estremeció con ese beso ahí, una de sus zonas más erógenas. A quien engañaba, el tacto masculino la volvía loca. Pero fuera de eso, también se llenó de una profunda ilusión.

― ¿A sí? ¿Entonces que soy yo ahora?

Más vale que la respuesta fuera buena.

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―Yo me entretengo con cualquier cosa, pero las armas de fuego me dan un poco de “cosa”.
>> ¡Me encantaría ir! Todos los meses hay una muestra distinta. Siempre promocionan nuevos artistas, será entretenido. A la de este mes no he oído… ni la anterior tampoco.

Hizo un puchero y lo abrazó.

― ¡Hey, encontré algo!― Se oyó la voz de Eduardo. Estaba a dos metros de distancia. Se quedó paralizado al ver como esa chica al abrazarlo aplastaba sus enormes senos en el pecho de su gemelo. No pudo disimular lo que estaba viendo.

Le sonrió, moviendo el cabello de su frente hacia atrás.

-Ahora mismo eres Isabel Lioncourt, dependiendo de como salgan las cosas esta tarde mañana podrías ser Isabel Lioncourt de Pedran, futura reina de Amatista del oeste... tal vez un poco precipitado, pero me gustas demasiado.

Termino por subirse encima de ella. con las manos encima de las suyas extendiendo sus brazos a traves del cesped que habia bajo el arbol.

-A mis padres les vas a encantar... a mi hermana ya le encantas para que seas parte de la familia, y a mi me vuelves loco... precipitado o no, igual la costumbre suele ser comprometerse sin haberse conocido... se mi mujer, cásate conmigo y descubre junto a mi todos los placeres ocultos y prohibidos del mundo.

Espero a ver su respuesta, tal vez se estaba sobrepasando con eso de sacarla de su vida de excesos, pero es que también le encantaba ella, ninguna mujer lo había molestado tanto como ella en el pasado, pero era por que en ninguna se había interesado tanto, ahora sentía que podía pasar el resto de su vida con ella.

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-Fabuloso, me lo muestras luego. -Le dijo con una gran sonrisa. -Vamonos ya Elinor, hay mucho que ver!

La tomo de la mano y la llevo fuera del palacio, a buscar un carruaje que los llevara al museo de artes, estaba muy interesado en ver los estilos modernos, y hacerlo junto con ella era aun mejor.

¿Acaso había dicho casarse? Esa palabra era tan extraña para ella… Nunca le habían propuesto eso, por lo menos no en serio, o eso creía. De que la escuchó de boca de sus amantes sí, no lo negaba, pero estos habían sido influenciados por ella de forma terrible. Era una gran manipuladora que sabía envolver con sus femeninos encantos. Nadie la tomaba en serio así.
Y la idea de subir un escalón más en el nivel del placer era algo que sin dudas la tentaba. Y mucho. No sabía si él iba a cumplir con su palabra, pero tenía que correr el riesgo. No solo iba a ser inmensamente rica, sino también una mimada de primera que con un chasquido de sus dedos lo iba a tener a sus pies, buscando la manera de satisfacerla.

En respuesta afirmativa, lo besó de lengua y empezó a rozarlo con la rodilla a propósito, mientras murmuraba un frenético “si”.

Podía imaginarse a su hermana menor llorando, diciendo que por fin se iba a convertir en una señora y se dejaría de tener esa conducta tan reprochable de una vez por todas. Y cerrándoles la boca a sus padres, por no haber confiado nunca en ella y creyéndola impura.

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Lo dejó con la palabra en la boca. Pateó una piedra.

―Me las vas a pagar… ya verás.

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― ¿Piensas que estoy bien así vestida? Tendría que pasar por casa y cambiarme. Aunque mi otra ropa no me sujeta demasiado adelante como quisiera…― Casi murmuró a lo último― Pero sí, es mucho lujo para ir al museo. Debo hacer una muda de ropa ya.

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Raziel y Elizabeth habían estado todo ese tiempo cabalgando. Si bien tenía los mejores caballos del reino, nada se comparaban a la descendencia que habían dejado Fir y Morita. Y Eli algo entendía de eso.
Pararon en una colina, alejados de todos. Ellos estaban en silencio, no hablaban nada, no decían una palabra.

―Elizabeth, desde que ayer escuché a tu hermana contar tu sueño y que te interesa demasiado la música, que me la pasé revolviendo todo para encontrar esto― De su bolsillo sacó una cajita musical con una bailarina de oro que estaba en punta de un solo pie y giraba cuando sonaba la melodía, tan graciosa y bonita. Tenía la melodía preferida de Amaya en la misma. Había pertenecido a la misma. Se la entregó.

―Oh no… oh no… No es necesario, su majestad. No puedo aceptar este tan costoso obsequio. Prefiero ser humilde, mi señor...

Raziel sonrió y negó con la cabeza.

―No me obligues a contarte la historia de este juguete, o como lo quieras llamar. Te lo quiero dar porque… significa mucho para mí el hecho de que te lo quedes. Quiero que te sirva de inspiración para cuando estés bloqueada. Capaz y hasta te recuerde a algo… o alguien― Le mandó una indirecta― Desde que te vi que mi deseo es que seas feliz. Que cumplas todos tus sueños y dejes de lado a esos tontos que se encargaron de lastimarte y hacerte sentir frustrada. Yo sé que sonará algo egoísta, pero me gustaría que te quedes en mi país por un tiempo más, y si lo deseas, para siempre. Eres exquisita.

La sola idea de que se fuera lo llenaba de terror. Ahora que la había encontrado de casualidad, su ferviente deseo era que se ubicara en Yellow y terminara de estudiar, para después traerla al palacio a vivir con él y disfrutar de lujos, riquezas y fama hasta su muerte. La haría heredera de todo lo que tenía, al igual que Isabel, así jamás volverían a tener carencia alguna. Las amaría mucho, cuidaría y mimaría. Ya estaba viejo para los estándares de la época, y no creía conseguir una buena esposa. La única esperanza eran ellas dos. La luz de sus ojos.

―Me halaga demasiado― Aceptó el regalo con una gran sonrisa― Espere mi regalo también, pronto lo obtendrá. Y será algo que nunca haya visto antes… o escuchado.

Le dio cuerda a la cajita musical.

-Tendrás que compensarme por haberme llamado idiota y mujeriego.

La abrazo de la cintura y rodaron por el suelo colina abajo sobre la hierba, unos pocos metros solamente pues aun estaban sobre la sombra del árbol.

Le quito todas las prendas que le cubrían el pecho y el escote, besándola en el cuello y en el pecho desenfrenad amente.

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-Me parece bien, vamos a tu casa entonces.

Le hizo la seña al chófer para que parara y diera la vuelta, luego le dijo la dirección, no quedaba lejos de ahi.

-Nunca he visto tu casa desde dentro, por fuera se ve vastante normal pero seguro que por dentro esta acomodada para un par de príncipes como ustedes.

Encendida a más no poder, se quedó sin aire para respirar. Apenas si podía contener el aliento en el pecho y en la boca.
Ese era el salvajismo que le gustaba (aunque no negaba que también aceptaría una situación mucho más relajada y suave). Todo era perfecto.

Se podía apreciar su agitación, además de ese vientre plano y virgen que indicaba que nunca había sido madre. Cualquier cosa que se hiciera de más le dejaba una marca, fuera un chupetón o alguna mordedura, de esa índole.
No se acomplejaba por su busto pequeño. Le gustaba así, es más, pues no le estorbaba ni entorpecía los movimientos; incluso se jactaba de que sin importar que fueran de esa medida, esa sensación deliciosa de éxtasis la sentía igual en sus rosados pezones con solo un pequeño roce, o fuera el estímulo que fuera.

Centrándose en esas sensaciones, entrecerró los ojos. Quería ver que le hacía.

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―Solo es cómoda y tiene muebles nuevos. Perfectos para estropear un día de fiesta― Buscó una copia de la llave para entrar.

Al estar ahí, abrió la puerta.

―Bienvenido a mi rancho.

Le bajo el escote del vestido y siguió besándola en todo el pecho, si bien no le disgustaba, lo que realmente hacia era bajar sus manos a la cadera disimuladamente, y levantarle el vestido de pequeños tirones.

-Quiero verla, quiero saber a que sabe y que tan suave es... prometo tener cuidado de no romper nada.

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-Es grandiosa... ya veo a que se refería el dueño con lo de las molduras, esta casa debe ser muy antigua, de las primeras mansiones de Yellow.

Inspecciono las paredes con cuidado, el trabajo que habían hecho los escultores de antaño, quizás estaba pasado de moda pero el estilo era inconfundible.

El no lo sabia, pero esa casa había pertenecido a Marcus cuando aun no era el duque del rey, su mano derecha. Su estilo estaba desparramado por todos lados, era obvio que él lo había hecho.

-Yo te esperare aquí si quieres, espero no te importe que mire un poco mas.

Si se lo pedía así, ¿Cómo se lo iba a negar?
Ni loca.

Terminó asintiendo.

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―No hay problema. Solo… Nada, ahora vuelvo― Le iba a decir que ni se le ocurriera entrar mientras se estaba cambiando.

Revolvió entre todas sus cosas.

―Lo que cuesta ser femenina al cien por ciento frente a un hombre ¿Qué haría mi madre?

Se preguntó a sí misma. Lo primero que se le vino a la cabeza fue esa vez que de niña, al no poder dormir, se intentó colar en la habitación de sus padres, pero estos estaban haciendo el amor de forma desenfrenada. Puso cara de asco y sacudió la cabeza para sacarse esa imagen mental tan desagradable.

―Eso no fue buena idea…

Sonrió como un niño mimado que acababa de conseguir un dulce.

Le levanto por completo el vestido y le saco los interiores, lanzandolos por el aire y terminando estos sobre el columpio.

-Sabia que tendrías un trasero increíble... y consecuentemente unas caderas iguales... y unas piernas...

Comenzó a besarle por encima del encaje de esas medias tan tradicionales de la época. con sus manos empezó a acariciarla levemente, separando un poco la carne con un poco de curiosidad, para ver su himen intacto. "pues si que es virgen", Pensó.

Empezó a besarle ahí también, pasando su barbilla tupida de pelo por sus partes mas intimas y masageandolas con esta.

-No esta mal... aunque podrían saber mejor con un poco de... ya lo sabrás después.

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-Esta bien. -Fue lo unico que dijo para seguir viendo.

empezó a recorrer la casa siguiendo las molduras que se extendían por el techo y la parte baja de las paredes, con diseños muy variados.

Termino en la que serian las habitaciones de ellos, escuchaba ruidos dentro, era ella cambiándose.

-No creo que le guste que la este escuchando. -Dijo dándose la vuelta y regresando por donde venia.

Con lo que le gustaría saber que pasaba del otro lado de la puerta, aunque eso seria algo que solo su hermano se atrevería a hacer.

Se le estaba cumpliendo un sueño. Más contenta no podía estar.

No se dio cuenta, pero Ed los estaba viendo a la distancia con la peor cara posible. Isabel le estaba haciendo replantearse la posibilidad de dejar su amabilidad exagerada de lado para ir a agarrarla de los pelos y darle una bofetada, por puta. Esperaría, quería ver hasta donde llegarían, y cuando considerara que había acumulado la suficiente ira, iría a la carga y desataría su tormenta de celos. Los gemidos de ella le retumbaban en el oído como el peor de los ruidos. Y su corazón moría un poco más.

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―Supongo que el rosa es lo más femenino… aunque es un poco escotado― Hablaba frente al espejo. Al demonio, no sabía vestirse casual sola. Estaba acostumbrada a esos vestidos lujosos, a llevarlos siempre encima para todo. Salió con ese vestido como si nada, sin antes agarrar una chalina― Siento la tardanza, soy un desastre.

-Vamos, acabemos esto en otro lado.

Se quito de encima y le bajó el vestido, estaba muy excitado pero lo que tenia pensado no podía seguir ahí.

-Espero que me perdones por no seguir hasta llenar mi boca con tus fluidos, pero te prometo que no te haré esperar mucho.

Pretendia llevarla por un carruaje, y llevarla de una vez a ese maldito lugar, donde conoceria la lujuria a su maximo nivel.

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-Estas perfecta. Exclamo embobado. -Nos vamos ya?

Pensó que tal vez lo hacia apropósito, pero ella era tan linda y tan inocente que no podía creer que fuera siquiera consciente de los deseos que despertaban sus enormes pechos.

Apenas si pudo pararse para caminar y seguirlo. Le temblaban las piernas y su cara roja, complacida, era más que evidente. Tenía una expresión de “ida”. No podía creer que esto le estuviera sucediendo a ella, que hubiera tenido tanta suerte.
Era ingenua de lo que podría llegar a hacerle, pero todo valía en su búsqueda. Por lo que veía, era la solución a su dilema de años.

Eduardo también los siguió, solo que con discreción.

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Se sentía cómoda por el hecho de no tener que aplastarlos, pero a la vez incómoda porque estaba mostrando mucha piel. Ella acostumbraba a taparse mucho, los hombres eran muy groseros y siempre le miraban esa zona… a veces no los culpaba. Incluso le daba vergüenza moverse un poco de más, porque rebotaban de aquí y allá sin piedad.

―Si…― Estaba insegura― Siento si te incomodo. A veces me resultan complicado algunas cosas.

"No me quiero imaginar cuando sea madre"

Pensó.

Antes de ir a buscar un carruaje se aseguro de dejarla mas o menos presentable, tenia las tetas de fuera y la falda del vestido arrugado, ademas de que las prendas que le cubrían el pecho le habían quedado colgando a los lados.

Se tomo su tiempo para volver a vestirla y ponerla presentable, luego fue a por el carruaje.

Se había olvidado por completo de su ropa interior, ,que seguramente había quedado bajo ese árbol, tan solo llego a las caballerizas se subió al primer carro que encontró y salieron de inmediato al mercado, las mascaras que iban a necesitar eran muy especiales, eran como un pase de entrada y solo las vendía un artesano en especial, el cual no las tenia a la venta a todo el publico, debías preguntar por ello y pagar la enorme cantidad que pedía, solo así podrías entrar.

Estando ya dentro del carruaje siguió con lo que había dejado empezado, acariciándola entre las piernas con la mano y besuqueándola durante todo el trayecto,

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-No te preocupes. -Sonrió. -Al fin y al cabo es solo una visita al museo, ¿cuan incomodo podría sentirme?.

Mirarle el escote en ese momento si que era difícil y lo seria mas en las horas siguientes, pero obviamente no le iba a decir nada, esta seria una prueba de auto control para él, quizás ella así lo pensaba o quizás no, pero estaba decidido a resistir.

-Vamonos pues, estoy ansioso por ir a conocer el trabajo de los artistas locales.

Eduardo tomó la ropa interior de ella una vez que se fueron. Esta vez no la iba usar con el propósito de siempre, sino con una finalidad totalmente distinta.
Ahora precisaba un caballo. Justo alcanzó a divisar que Elizabeth y Raziel se acercaban a él, ambos sonrientes y felices por la compatibilidad entre ambos.

― ¡Ed! ¿Viste a mi hermana?― Le preguntó Eli bajándose del caballo. Eduardo estaba serio, demasiado, con una cara terrible poseída del más negro de los odios. No terminó de darse cuenta que su primo la empujó hacia un lado, tomó el caballo y fue tras esos dos lascivos.

Raziel bajó de inmediato a asistir a su sobrina.

― ¡Pero que poco caballero!― Exclamó indignado. La revisó y la ayudó a levantarse.

Elizabeth no entendía nada.

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―Me pregunto que tendrás para mí… sea lo que sea, lo aceptaré gustosa― Probaba parte del néctar que había entre sus piernas por medio de la boca de él. Jamás había llegado a ese punto.

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Abrió la chalina. Por fortuna era bastante ancha y podía usarla para cubrirse los hombros y parte del pecho, utilizándola como una pequeña capa. Eso la hizo sentir aliviada.

―Oh, yo lo decía por… Bueno, no importa. Solo te voy a decir que ser mujer es complicado.