۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

-No puedo obligarla a ella a ir, es obvio que no ira si la invito...

Saco la invitación de su bolsillo y la puso sobre la mesa.

-Ya he informado a su majestad que llevaría a alguien, aquí esta la invitación... se lo tomara muy mal si la rechazan, y él no suele dar segundas oportunidades...

Juntó las manos y se recargo en el respaldo del sillón, A Alexander se le cayo la bolsa con la comida de la impresión, no creía lo que escuchaba.

―Espere un momento― Eli corrió hasta afuera y tomó a su hermana de los hombros y la sacudió de tal manera, con una sonrisa en los labios y ojos bien abiertos. Le mostró la invitación― El rey nos quiere ver… ¡El rey del Norte nos quiere ver, Isa! ¡Podremos cumplir lo que nos prometimos! ¡Vamos! ¡Ve a prepararte!

Isa cambió de repente esa expresión horrible a una de sorpresa. Se separó de su hermana y entró a la casa a toda velocidad, subiendo las escaleras. Abrió uno de los tantos baúles y encontró uno de sus vestidos más imponentes de gala, junto con un corset.

Eli vio el collar y decidió tomarlo, olvidándose de lo que había sucedido.

―Iremos― Eli sonrió― Si nos disculpan, vamos a prepararnos.

Se le notaba a kilómetros de distancia la emoción que tenía encima.

―Yo las esperaré comiendo pastel. O puedo ayudar a vestirlas― Se imaginaba que como venían de Francia, usaban esas ropas extravagantes y complicadas para lucirse ante los anfitriones de esa posición.

―No hace falta. Gracias, de todos modos, su alteza― Y siguió a Isabel.

― ¿Y tú no te irás a arreglar? Es una oportunidad perfecta para lucirte― Le dijo Elinor a Alex.

-SI! Si, lo haré!- Dijo Alexander.

El no podía creerlo, Elinor una princesa... su belleza debió haber sido suficiente para darse cuenta, ahora sabia que estaba completamente fuera de su alcance.

Subio las escaleras y se puso la mejor ropa que había empacado, nunca pensó que fuera a ir a visitar a un rey, no estaba preparado para tal clase de eventos, tomo lo mas elegante que tenia a la mano, pero ni cerca estaba a la altura de la ocasión.

-No entiendo por que todos se apresuran tanto, la fiesta es por la tarde hasta el anochecer... -Comentó Maximilian que seguía en el sofa, ahora de brazos cruzados.

―Tal vez porque tu novia necesita horas para prepararse. Y su hermana también. Tú no sabes lo complicado de ser mujer y las horas que se requieren para estar presentable en ocasiones así― Elinor estiró las piernas.

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―Isa, sabes perfectamente que a nuestro padre no le gusta que usemos corset― Le reprochó Eli.

―Eli… padre no está. Aparte, la belleza duele y es una dulce tortura. Ahora ayúdame a ponérmelo y ajustármelo.

Elizabeth suspiró. Entre que una terminó de vestir a la otra, peinarse y maquillarse, les llevó seis horas, tres horas cada una.
La rutina para vestirse a lo francés era muy tedioso y siempre se requería de ayuda. La etiqueta era muy exigente para ese tipo de eventos, y un desarreglo era imperdonable. Esto Isabel lo sabía muy bien, pues era ella a la que concurría a las fiestas y reuniones. No sabían si en Yellow del Norte era igual, pero no correrían el riesgo.

―Por cierto, olvidaste esto― Elizabeth se acercó a Isabel y le puso el collar que Max le había obsequiado― Combina con tu vestido plateado y las amatistas hacen contraste con la capa amarilla…

Isabel se mostró indiferente. Pero le agradeció.

―Demonios, ya debe ser la hora. Vayámonos.

Y bajaron las escaleras con sus despampanantes vestidos.

―Terminé comiendo todo el pastel en lo que la esperábamos. Los chicos seguro deben estar aburridos, pero la noche de hoy compensará todo eso― Comentó Elinor con humor― Así que así se visten en Europa… Qué bueno, porque aquí las damas de la aristocracia también. A Raziel le encantará, estoy segura― Las examinó a las dos con la mirada.

Elizabeth no podía respirar con el corset, a pesar de que le pidió a Isabel que no lo ajustara tanto. Sentía como le comprimía todo. Se preguntaba como ella se la aguantaba como si nada.

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Isabel:

Elizabeth:

Elinor:

-Lo cierto es... que no la soporto, le regale eso esperando que su humor mejorara un poco, pero simplemente su carácter es el mas desagradable que he conocido, si por mi fuera ella se quedaría aquí y llevaría solamente a la mayor, pero no a ir sola.

Se puso de pie y camino hasta la puerta.

-Ire a la casa y los esperare ahí, la carroza llegara en la tarde.

Espero esas seis horas en soledad, durante los cuales simplemente se quedo en cama viendo las paredes de su habitación.

-Ademas me llamo idiota y mujeriego solo al verme, me odiaba antes de que siquiera le hablara.

Ya estaba mas que harto de ella, luego de eso esperaba no tener que tratar con ella otra vez. Ella podia ser tan orgullosa y emberrinchada como quisiera, pero el no le rogaba a nadie, Sebastian Peran, rey hace mil años renacido de entre los muertos para gobernar una vez mas... rogándole a una chiquilla estúpida, ridículo.

Llego la tarde y el carruaje real vino a recogerlos, tan elegante como el del día anterior.

Las tres mujeres subieron a la carroza.
Elizabeth no concebía tanto lujo. No se imaginaba que el palacio del rey era aún más hermoso e impresionante. Isabel, en cambio, tenía una gran sonrisa en el rostro. Conocer a Raziel significaba muchas cosas que le podrían cambiar la vida a ambas.

Elinor pensaba en lo que su hermano había dicho. Creyó que al decirle esas cosas a la niña había metido la pata, pues le abrió una puerta que ahora seguramente su hermano le cerraría.
Después hablaría sobre eso con él.

A último momento se unió Ed. Estaba enfermo, pero entre tanto jaleo en la habitación de las chicas, terminó enterándose. Era obvio que no iba a perderse ese evento.

Alexander llego de ultimo, habia estado fuera toda la tarde pues su vestuario no le convencia, asi que fue a comprarse algo mas elegante, por suerte alcanzo a volver a tiempo antes que todos se fueran.

Llevaba una camisa blanca y un chaleco negro con bordados, y un abrigo del mismo color.

-Gracias por esperarme. -Dijo luego de subir al carruaje.

Maximilian salio de la casa y se acerco al resto de ellos, sin embargo no subió con los demás, solo se quedo a un par de pasos de ellos.

-Yo los veré en el palacio, váyanse sin mi. -Dijo con un tono de voz muy neutro.

―Te veremos allá, entonces…― Discutir con su hermano y tratar de convencerlo de lo contrario era perder el tiempo.

La carroza emprendió su camino a través de las calles empedradas de la capital. A pesar de ser tan tarde, la ciudad no descansaba en lo absoluto. Recién bien entrada la madrugada las luces se apagaban para descansar, aunque en el palacio, cada vez que había fiesta, el descanso no existía y se podía seguir de largo durante días.

Una vez se llegó a los terrenos del palacio real, las hermanas observaban con asombro la inmensidad del lugar. Los jardines eran numerosos, perfectamente cuidados, y las flores exóticas abundaban por todos lados. Ni el campo donde habían vivido toda su vida era tan imponente y desbordante de lujo. Pudieron apreciar un laberinto, que sin saberlo, había pertenecido alguna vez a su amorosa madre.

Entraron al palacio, y en la sala del trono estaba el rey sentado en el lugar que le correspondía por legítimo derecho. Raziel, con ropajes completamente dorados y una capa real azul con acacias amarillas bordadas en oro y diamantes, esperaba impaciente.
Las puertas se abrieron y allí estaba ese grupo. Al ver a Elizabeth e Isabel, no pudo evitar levantarse de repente y abrir los ojos desmesuradamente de la impresión. Eran el maldito calco de Amaya. Al final no sabía sido una sola, sino dos.
Elizabeth tenía ese lado delicado y bien cuidado, mientras que Isabel lo salvaje y sensual de una de las mujeres que Raziel más quiso en toda su vida, su hermana menor adorada.

Nadie terminó de hacer las reverencias, que el rey se fue al humo a ver a esas dos hermosas criaturas. Estiró su brazo para acariciar una de las mejillas de Elizabeth, con el labio tembloroso y los ojos completamente aguados. Con la otra mano intentó hacer lo mismo, pero con el cabello de Isabel. Ellas estaban muy impresionadas por esos modos, incluso más que por las paredes doradas del edificio.
Antes que pudiera largarse a llorar, se desmayó, para el horror de todos los presentes, que entraron en desesperación.

La razón por la que ne se fue con ellos era por que no quería ir discutiendo durante el trayecto, Tan pronto se fueron uso la carta sellada para transportarse al interior del palacio, a esperarlos lejos de la demás gente, ya se reuniría con su hermana cuando llegara.

Termino viendo la escena desde una de las mesas, jamas espero que se desmayara al verlas, cuando lo hizo se puso de pie y le ordeno a un par de guardias que le ayudaran a levantarse y lo llevaran a su habitación a descansar tranquilo, lo que al final quería era hablar a solas con él.

Alexander casi se desmaya también, esperaba que no los culpara a ellos de haberle hecho algo, era todo muy extraño.

Ed se quedó impresionado por lo que había sucedido. Las pobres chicas estaban conmocionadas y no entendían nada.

― ¿Y ahora qué haremos?― Preguntó Ed.

―Lo mejor será esperar en el comedor. Si recupera la conciencia en poco tiempo, seguro querrá continuar con la noche. El rey es muy terco― Comentó Elinor― Vamos, no hay tiempo que perder― No sabía por qué el rey había tenido esa reacción tan rara. Había algo más tras todo el asunto, y ella se encargaría de averiguarlo.

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Raziel abrió los ojos de repente en cuanto lo acostaron en su cama. Sus fuerzas volvieron de golpe. Una impresión así podría haberlo matado si era más viejo, a pesar de que su corazón lo sentía débil ante tanta pena que vivió en su vida.

―Las muchachas, tengo que irme. No voy a suspender esta noche, no me importa nada― Apartó a quien se le ponía en frente. Tenía que verlas de nuevo, sentía una necesidad inmensa. Tantos años esperando noticias y ahora las tenía frente a sus narices― Amaya… son las hijas de Amaya. Son dos, no solamente una. Son iguales a ella. Dios mío, que tonto fui al desmayarme. Debo verlas― Estaba hiperventilado.

-Tomate un momento para respirar, si vuelves ahí y te desmayas otra vez solo vas a lograr asustarlas y que se quieran ir. -Dijo Maximilian, que lo esperaba fuera de su habitación. -Primero tienes que saber unas cosas antes, cosas importantes sobre ellas y sobre lo que ha pasado.

Maximilian se puso frente a él tapándole el paso.

-Manda a tus sirvientes a que avisen que ya estas mejor y que la fiesta va a continuar, mientras te cuento los detalles.

Paso de regreso a la habitación, y buscando algo de beber fuerte para el rey, para ayudarlo a reponerse de la impresión.

-Sus nombres son Elizabeth e Isabel, nacieron y vivieron en el sur de Francia bajo el apellido Lioncourt, sus padres fueron Amaya y Andreas quienes acogieron ese apellido inventado, parece que fueron bastante ricos y ellas gozaron de lujos toda su vida... con ellas vienen dos varones llamados Alexander y Eduardo a quienes llaman primos, seguramente hijos de la Princesa Lucifenia... uno de ellos menciono a Ladelly, parece que esta en el país y fue ella quien los trajo... ellos no tienen idea de quienes son, ni de su verdadero linaje... y sera mejor que nadie mas lo sepa, así que le sugiero hable de esto en privado antes de que el resto de sus invitados se de cuenta del parentesco.

Le dio un vaso con wiskey y se le quedo viendo, jamas espero que reaccionara así.

Agarró el vaso con rudeza y bebió de su contenido, tratando de asimilar toda esa información. No pudo evitar ponerse a llorar como un pequeño niño, ya no le importaba que alguien lo viera o lo escuchara, dejó todo su orgullo de lado de un segundo a otro. Estaba muy conmocionado. Estuvo así varios minutos, hasta que se calmó por completo y se secó los ojos y la nariz con un pañuelo de tela blanco.
Parándose, se fue a paso rápido por el pasillo, con un semblante mejorado, una sonrisa discreta y feliz. Parecía ser el comienzo de la cura a su enfermedad, la solución a sus infinitos problemas.

Llegó al comedor, donde estaban todos los invitados esperándolo. Solo se les permitía cenar y estar ahí a los visitantes estrella. El resto tendría que esperar afuera, le gustaran o no.

―Podemos empezar a comer― Y se sentó, para acto seguido, contemplar cómo los demás hacían lo mismo. Quitarle la mirada de encima a las infantas era imposible, dos Amayas, dos jovencitas bellas y encantadoras con ojos de amatista y cuellos de cisne― Me han comentado de sus nombres… Isabel y Elizabeth.

―Así es, su majestad― Respondió Eli con una sonrisa amable. No quería preguntarle sobre el desmayo, podría tomarlo como una falta de respeto― Yo soy Elizabeth.

―Eli…― También miró al resto. Uno de los gemelos parecía enfermo, y el otro se lo notaba incómodo. Las réplicas de Marcus.― No deben sentirse apenados por lo que sucedió. Pueden desenvolverse conmigo y hablar de lo que sea. Soy alguien muy abierto, aunque no lo parezca. Así que quiero que me cuenten lo que hacen, lo que les gusta e incluso de quiénes están enamorados― Se le escapó una risa― Aquí siéntanse libres de tirar las cosas al techo, si así lo desean.

Isabel estaba muy feliz de haber cumplido su sueño, y no desperdiciaría la oportunidad.

―Su majestad, yo soy Isabel. Tengo la aspiración de ser mucho más superior que los cuatro artistas principales del renacimiento juntos, conquistar el mundo con mis pinturas y obras y vivir en un continuo estado de divertimento, pues disfrutar los placeres de la vida es lo que le da sentido a la misma…

―Es una interesante reflexión al respecto. Pero, ¿Qué clase de hedonismo es ese? El Hedonismo es una de las creencias y corrientes filosóficas más antiguas del mundo. La más apoyada y seguida también, aunque queriendo ser disimulada por el imponente puritanismo hipócrita influyente en todo ámbito de la vida... A veces pienso que los escandalosos y despreocupados son los que abundarán en el mundo en un futuro. Seguramente alguien escribirá de eso algún día, de la belleza, el placer y todo lo relacionado a ello. Quién sabe― Miró la copa de vino servida en la mesa.

―Elizabeth puede ser considerada una escandalosa en su tiempo― Siguió Isabel, comenzando YA a beber― Ella quiere ser una directora de orquesta. Mozart, un poroto.

―Isa― Le hizo un gesto con el abanico, un lenguaje código y secreto que habían aprendido desde pequeñas para comunicarse frente a los hombres― Es cierto, su majestad. Pero no importa…

― ¿No importa? Eso es maravilloso. El mundo siempre fue dominado por hombres, en todos los campos. Es hora de un lavado de cara. Lo lograrás, Elizabeth… ― Le entró una duda de repente― ¿Están en el conservatorio “Amaya Jarishmort”?

― ¡Claro que sí! ― Exclamó Isabel, risueña.

―Pronto seguro irá conmigo. Tiene un talento inhumano. Le pedí que nos retratara a mí y a mi hermano pronto. Estoy segura que lo hará de maravilla― Mencionó Elinor con una sonrisa.

Maximilian no tardo en unirse a la cena, termino sentándose junto a Elinor y frente a Isabel, con una mirada neutra e inexpresiva.

Se quedo viendo el plato un momento, si ciertamente se veía delicioso, pero él no tenia hambre, picaría la comida un poco y la revolvería, tal vez la probara pero en cuanto alguien terminara se podría de pie y se iria a otro lado, no tenia intereses escuchar esas conversaciones, solo bebería algo para mantenerse activo y después se marcharía. el asunto ahora era poder hablar tranquilamente con Raziel en privado.

Alexander por otro lado se sentía completamente ajeno al ambiente que se manejaba en ese lugar, era tan incomodo ver tantos cubiertos y no saber cual usar, solo trataba de ver a los demás comer y copiar sus acciones.

Raziel siguió conversando animadamente con esas jovencitas, casi ignorando al resto. Descubrió que compartían muchas cosas en común: el amor por el arte y las excentricidades, el lujo y también la buena bebida.
Por un momento recordó que también tenía a sus sobrinos allí.

― ¿Y ustedes, Muchachos?― Parecía que Ed no estaba dispuesto a decir algo más, tenía una pésima mala pinta.

―Yo voy a estar con mi hermano estudiando escultura― Fue todo lo que dijo. Se estaba comportando de maravilla a comparación de otras veces. No estaba de humor, se sentía mal, y también estaba celoso de que el hermano de Elinor estuviera sentado frente a su amada. Aunque él parecía querer ignorarla. No entendía como tenía el atrevimiento de seguir ofendiéndola de esa manera, si ella era tan bonita, por dentro y por fuera, a pesar de esa falsa imagen que mostraba…

Elinor le dio un codazo disimulado a su hermano. Se estaba comportando terrible, sabía la razón. Lo peor es que se le notaba, pues Isabel lo miraba de forma fugaz de vez en cuando. Sabía que ella lo había captado.

Elizabeth no paraba de mandarle mensajes a su hermana con el abanico. No quería que empezara con sus coqueteos en la mesa. Tenía miedo de que se arruinara todo. Y aunque en ese momento Isa no estaba coqueteando, ya Eli entraba en pánico.

-Discúlpenme... no me siento demasiado bien. -Dijo Maximilian para ponerse de pie e irse, aparentando ir al sanitario.

Fue por los pasillos hasta perderse de la vista de todos, alejándose cada vez mas de la fiesta hasta llegar a partes sin iluminación del castillo.

Una voz empezó a llamarlo, una voz masculina que era seductora de una forma completamente sobrenatural, no pudo evitar la tentación de seguirla, aunque todos sus instintos le rogaban que hiciera lo contrario.

Una música hermosa y melancólica empezó a sonar, era la música de un piano o un instrumento similar, la música provenía de una puerta cerrada con llave, puerta que una vez fue la que Amaya atravesaba todos los días cuando quería practicar en su clavecín.

musica:

Saco una de sus cartas de sello y se transporto al otro lado, una habitación escura fue lo que se encontró, pero la música seguía sonando.

-Al fin llegas. -Le dijo una voz en respuesta, una voz increíblemente familiar, pero que le llenaba de terror.

-Eres tu... -Pregunto pavoroso.

-Si, ya han pasado casi veinte años y la verdad no pude esperar mas para visitarte, son contadas las ocasiones en las que dejo que mis almas salgan del infierno... sobre todo las almas de reyes lujuriosos que mueren de enfermedades venéreas, esas son mis favoritas... hace veinte años que te deje salir y te vi nacer del vientre de tu lasciva madre, justo aquí en este castillo, y pensé... que mejor lugar para visitarlo que en este lugar tan especial para nosotros dos.

Maximilian solamente guardaba silencio, haber seguido esa música era la peor idea que pudo haber tomado.

-Y que es lo que quieres...? -Preguntó.

-Tengo curiosidad por una cosa... te he estado vigilando, y me preguntaba por que te molesta tanto esa desbocada pilluela, uno pensaría que es perfecta para ti... linda, divertida... con un trasero hermoso, por que te desagrada tanto... y no me digas que es su actitud, eso no seria suficiente para detenerte... ella en cierto modo es igual...

-Es igual al que yo fui alguna vez, no al que soy ahora...

-Pero aun así la ayudas a que conozca a su tío... no ayudarías a una niña malcriada a la que odias a que se salga con la suya y se convierta en princesa, en todo caso harías todo lo contrario.

-Mi madre me contó lo que su familia hizo por nosotros, por todo el mundo al pelear contra Malebolge... tengo aprecio por ellos, y nada mas.

-Bueno, eso lo entiendo y lo respeto... entonces ella sera mia.

Eso lo perturbo de sobremanera, recordaba en parte como era el infierno, los mil años que paso en ese abismo de horrores indescriptibles, no le deseaba eso a nadie.

-¿POR QUÉ? -Preguntó. molesto.

-Pues es obvio... esa pequeña sera toda una hedonista, incluso ya se considera una... ya sabes como es esto, si ponemos en una balanza sus acciones buenas y malas... bueno, si muriera en este mismo instante ya tendría un lugar reservado en el infierno... en los círculos menores tal vez, pero infierno al fin y al cabo... nada comparado a donde estuviste tu, asesino y fornicador, ebrio... rompiste todas las reglas hasta la mas sagrada y acabaste en el peor lugar, puede que ella acabe ahí al final de su vida cuando sea vieja y la enfermedad la consuma después de haberse entregado a toda de hombres por conseguir lo que quiere.

-No... yo no... yo no la dejare! -Respondió esta vez sin miedo, sino con un ápice de desafió.

De repente la música se detuvo, y quedo a solas en esa habitación oscura, camino de espaldas hasta la puerta y la destrabo desde dentro, saliendo de regreso a los pasillos del palacio.

Elizabeth se concentró en seguir mandándole mensajes a Isabel. Cuánto agradecía a su madre en ese momento por haberle enseñado aquel lenguaje femenino que decía mucho sin pronunciar palabra alguna. Se estaba pasando con el alcohol otra vez, no permitiría que terminara haciendo el ridículo frente al rey; no lo soportaría, sería demasiado y la haría enojar de tal modo que la ignoraría a proporciones bíblicas. No quería que eso sucediera.

Por alguna extraña razón, después de hacer el gesto con el abanico de “sígueme”, sintió una especie de escalofrío muy fuerte que la hizo temblar de pies a cabeza. Casi cayó al suelo de inmediato. Era como si hubiera algo extraño dando vueltas… no era la primera vez que sentía una cosa así, aunque nunca fue tan fuerte. Hasta entonces. Un ardor insoportable en el cuello se hizo latente y la fiebre le subió de repente.

El rey lo notó.

― Llamen a un doctor― Ordenó de repente. Se preocupó mucho, y su desesperación fue peor al ver que esta se desvaneció en plena comilona y cayó al suelo.

Isabel pegó un grito de horror inmenso y de un salto se tiró a un costado de ella para asegurarse que no se había golpeado la cabeza. Encima, de su nariz comenzó a salir sangre. Siguió gritando y llorando, provocando que su maquillaje se corriera todo. No sabía que le pasaba, y en el fondo tampoco quería saberlo. Ella no podía estar enferma, nunca presentó ningún síntoma de nada. Siempre gozó de una excelente salud.

Elinor se tapó la boca.

Eduardo, impresionado, tomó una de las servilletas de tela y le tapó los orificios de la nariz a Eli con los mismos, así absorbía la sangre.

La llevaron a una de las tantas habitaciones del palacio. Para cuando llegaron los médicos, esta estaba mejor, aunque aún tenía esa fiebre.
Isabel se quedó con ella, y Raziel también, pero desde el marco de la puerta. Se desesperó tanto como la vez que Amaya cayó en el río de pequeña. Si le pasaba algo peor, no se lo perdonaría nunca. Y Amaya seguramente tampoco. Tenía que cuidarla sí o sí.

Elinor comenzó a buscar a su hermano. Era obvio que la fiesta se había arruinado.

Maximilian regreso a la mesa, solo para darse cuenta de que todos se habían ido y que nadie había terminado de comer, no tarde en enterarse luego por los sirvientes de lo que había pasado.

Hizo que la llevaran hasta donde estaban los demás, ahí se encontró con su hermana.

-Esta ella bien?, esta despierta?-

Se acerco a la puerta para verla, por lo menos estaba consciente.

-Su majestad... por favor permitales a todos quedarse esta noche en su palacio, todos deben estar muy preocupados por ella y sera mejor no molerla hasta que se mejore.

Si era necesario se quedaría él también, con lo que había pasado no pensaba dejarla a ella ni a su hermana, el demonio lo había visitado por una razón, y ahora tenia tenia una opinión muy diferente sobre Isabel, aun creía que era una malcriada, pero debía haber una forma de ayudarla, si no era por ella misma seria por sus padres y sus hermanos, pero la salvaría de ese infierno que el conocía tan bien.

―Estaba por hacer eso. No quiero que esté sin atención médica. Si está enferma, será mejor que la atiendan los profesionales y los demás tengan sus propias habitaciones aparte para evitar contagios.

Les encargó a los sirvientes que fueran a preparar los cuartos para los invitados. Una para cada uno, así nadie tenía que compartir.
El rey se acercó a Isabel y le acarició la cabeza con ternura. Tenía el mismo cabello dócil que Amaya… cuánto la extrañaba.

―Vamos dulzura. Elizabeth debe descansar. No querrá verte triste, tienes que estar fuerte hasta que ella se mejore. Lo hará, vas a ver.

Isa aún tenía la mano de su hermana. La agarraba con una gran firmeza. Negó con la cabeza en reiteradas ocasiones, dejarla tirada ahí sola era lo que menos quería.

―Ve, Isabel… O me voy a enojar― Bromeó un poco una Eli― No seas terca... Ya estamos aquí― Le recordó.

Isabel asintió y la dejó tranquila.
Se fue corriendo por la puerta en busca de algo, y no necesariamente una habitación. Sino comida para atascarse y bebida para aliviar todo mal.

― ¿Me puedes decir que te pasa? Parece que hubieses visto un fantasma― No tenía planeado decirle, pero se iría a recorrer los jardines hasta que amaneciera, e invitaría a Alex.

-Si te lo dijera no me lo creerías, pero no pasa nada... solo algo del pasado que me encontró aquí.

De repente vio pasar a Isabel corriendo, tenia que empezar a tratarla cuanto antes, el se lo dijo, si llegaba a morir en ese momento ya tendría un lugar en el infierno, pero aun estaba a tiempo de balancear sus acciones, solo tenia que lograr que lo perdonara.

-Puedes hacerme un favor?, has que todos se vayan a la cama... ire a hablar con Isabel.

Alexander, que sujetaba a su hermano para que no se cayera o se mareara, empezó a buscar donde dejarlo, tenia muy mal aspecto y no quería que también terminara desmayándose.

Adiós al plan de dar vueltas. No quería aburrirse así sin más.
Terminó resignándose y entró a la habitación que tenía asignada. Se puso un almohadón en la cara. Era obvio que le estaba ocultando cosas, y parecían muy serias. Hablaría con su madre al respecto, y la carta la haría YA.

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―Hermano… ¿Me odias, cierto?― Le preguntó de repente a Alex― Tendrías razón, he sido muy malo, me he masturbado pensando en las tetas de Elinor. Pero me he masturbado más veces y con más intensidad con Isabel. También por esa escultura que hiciste hace tiempo, la de la chica desnuda. Nunca fui un buen ejemplo que digamos. Soy un idiota.

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Isabel llegó a la cocina del rey. Ya no había nadie, ni una sola alma. Buscó con desesperación una botella de vino, y cuando encontró una, la descorchó y empezó a beberla. Era como una droga maravillosa que le hacía sentir muchas cosas… al igual que el opio y ciertos hongos alucinógenos que tuvo la suerte de probar en una fiesta de un aristócrata pajero en Francia. A veces le hacía sentir como una mierda, otras veces era poderosa. Pero la principal razón era el placer; el alcohol la excitaba. Le sacudía los sentidos de formas estupendas.
Mientras iba bajándose el contenido de la botella de vidrio, deslizó la mano hacia debajo de su vestido. Que alguien entrara y la viera haciendo eso solo aumentaba su placer. Esa sensación de peligro la volvía loca. Era una adicta.

-No te odio, solo necesito estar un tiempo alejado y hacer mi propia vida.

Lo dejo caer en la cama y le puso la manta por encima.

-Si a ti no te gusta quien eres has un esfuerzo por cambiar... piensa en eso mientras estas sobrio, lo que decidas lo puedes empezar a practicar mañana.

Salio de la habitación y cerro la puerta, para darse cuenta de que todos ses habían ido a sus respectivas habitaciones.

-No debería... pero lo haré. -Se armo de valor y toco la puerta de Elinor, decidido a hablar con ella a solas.

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Maximilian siguió sus pasos hasta la cocina, al entrar en ella pudo escucharla, los sonidos que entraban a sus oídos eran inconfundibles empezó a caminar con cautela hasta encontrarla.

-Isabel... -Dijo cuando alcanzo a ver sus pies. -Isabel, necesito hablar contigo.

Elinor escribía la carta, aunque daba parones porque no lograba concentrarse del todo. Además que las preguntas que le hacía a su madre eran muy comprometedoras.

Al oír la puerta, dejó de lado el tintero, la pluma y la hoja. Abrió.

―Max, ¿Qué…? Oh, hola. Perdona si te ignoré un poco hoy, pero el rey estaba demasiado efusivo y no podía meter una palabra en el medio.

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Ella solo se encontraba haciendo sus “cosas”. Al verlo, eso terminó de excitarla y causó que llegara al clímax de inmediato. Le dio otro trago a la botella. Se paró del suelo y se lanzó hacia sus brazos, cayendo el vidrio al suelo y rompiéndose en pedazos.

―Es muy bonito el collar que me regalaste… De los mejores que he tenido. Y eso que he tenido tantos collares como pretendientes― Hablaba en un claro tono de ebria, aunque por masturbarse no lo estaba tanto― Deja que te bese en agradecimiento… ¡Prueba del néctar de Isabel!

-No te preocupes, me di cuenta... oye, ¿quisieras salir a caminar un poco?, es que necesito alguien con quien hablar.

Aunque a quien necesitaba no era a otra persona mas que a ella misma, le dijo eso para que no fuese tan obvio lo que pensaba, ella le gustaba demasiado.

-Podriamos ir a ese jardin a ver el laberinto o algo, prometo no quitarte tanto tiempo.

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Sus labios tenian un gusto demasiado fuerte a alcohol, era obvio que estaba muy ebria.

La tomo del pecjo y la aparto hacia un lado.

-Isabel, necesito que te calmes...- Dijo una vez logro separarla.

Recordó las palabras de su hermano.

―¿No prefieres pasar?― Le sugirió, aunque eso fuera horriblemente incorrecto. Igual no había nadie cerca. Tampoco se pasarían dentro de unas buenas horas.

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Agachó la cabeza un poco. Se apoyó contra la mesada que estaba en medio de la cocina, una mesada de piedra con una tabla de mármol bermellón arriba de la base.

―De acuerdo. Pero te perdiste una gran oportunidad― Se llevó una mano a la frente.

Alexander casi se ponia rojo de tanta verguenza, eso sin dudas era mejor de lo que podia haber pedido aunque tampoco se haria demasiadas ilusiones.

-Esta bien... si de verdad no te molesta.

Pasó dentro de su habotacion y se sento a orillas de la cama.

-Nunca pense que las camas del palacio fueran tan comodas... son como nubes.

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-Yo quisiera hablar contigo de algo... me alegra que te gustara ese obsequio pues era mas que nada una ofrendq de paz, para que solucionaramos nuestras diferencias e hicieramos las pases, no quisiera vivir peleado contigo el resto de mi vida... asi que si tu quisieras, no se... ir a caminar o algo, yo se que podriamos arreglar esto y terminar llevamdonos bien.

Trataba de captar su atencion de forma positiva.

-Lo haremos como tu quieras, solo... no sigamos discutiendo.