۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

Elizabeth le alegró que su ánimo hubiese mejorado. Asintió una vez más y fue a buscar los ingredientes para elaborar ese postre y dejarlo lo más presentable posible, así serviría para disculparse con los vecinos por las molestias causadas.

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―Oh vamos, no podría comerme todo esto yo sola. Así que tendrás que ayudarme, bocado a bocado hasta que todo quede vacío. Gracias― Abrió la caja y le convidó.

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Al día siguiente, Isabel despertó con cierto malestar y dolor de cabeza. Ya ni se acordaba que había sucedido, solo que bebió como un pirata y se subió a la carroza y… *Error de memoria*
Se dio cuenta que estaba cambiada y aseada, incluso con el cabello desparramado. En un hamaca. En el jardín.
Se levantó como pudo a buscar a su hermana, pero esta estaba dormida en su habitación. Vio el pastel encima de la mesa, se veía apetitoso, pero sentía que si probaba un bocado le iba a dar más asco del que ya tenía.

―Este vestido es horrible― No era su estilo. Se asemejaba a una monja inmaculada.

Con los ojos entrecerrados comenzó a revolver las cosas. Encontró un vestido azul oscuro en el que la tela brillaba a la luz, con unos detalles dorados en el borde de las mangas y el cuello. Agarró del joyero un collar de perlas rosadas que hacían juego con unos aros, y tomó su estuche de maquillaje. Se atrevió a ser más osada, y usó un labial rojo y colocó un poco de kohl en sus ojos (así como lo haría la reina de Francia a la que tanto admiraba), delineándolos discretamente. También un toque de rubor rosado en sus mejillas. Una muñeca que seguía la última moda del país que la había visto nacer.
Se sentía tan mal que eso era lo único que le aumentaba la autoestima.

Peinó su cabello hacia un costado, como hacía siempre.
Tenía en mente recuperar el tiempo perdido.

Parecía que todos estaban dormidos, así que también agarró sus materiales de pintura y salió a despejar la cabeza al jardín.

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Elinor iba y venía dentro de la casa. Si iban a ver al rey, tenía que tener la apariencia de una princesa. Sabía que a él le gustaba la excentricidad, y pensaba que también estaría encantado de que los que lo fueran a ver estuvieran a su altura.

Fue hacia el jardín a arrancar unas flores, pues en Yellow del Norte estaba muy de moda utilizar flores naturales para un acabado o un tocado. El muro que separaba de la casa continua era bajo y pudo ver a esa niña ebria del día anterior con una actitud pasiva que contrastaba demasiado con lo que había visto. Aun así, no le desagradaba en lo absoluto.

Se quedó embobada viendo como terminaba un retrato empezado, que al parecer, había hecho ella.

Alex se había ido a dormir luego de terminar de ayudar a Eli con el pastel, durante la noche vio a Elinor en sus sueños, no podía pensar en otra cosa.

Se olvido completamente de su hermano, desde ahora lo trataría como uno mas, nada de cuidados especiales ni nada, tendría que limpiar él sus platos rotos.

Al despertar lo primero que hizo fue bajar y buscar algo para comer, naturalmente no había mucho salvo lo que habían comprado para hacer el pastel, salio al patio buscando a Elizabeth, pero se encontró a Isabel.

-Saldré a comprar huevos para desayunar, por si te preguntan por mi. -Dijo en tono temeroso, no quería que le respondiera con una de las rabietas que soltaba cada vez que le dirigía la palabra.

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Max se encontraba en su habitación en el segundo piso de la casa, veía en dirección al Patio también, se había sentado cerca de la ventana a dibujar y colorear otra carta, esta usando a Isabel como modelo, una reina de corazones.

Se dio cuenta de que Elinor también la veía, se preguntaba que pensaba de ella, si su percepción de ella seria tan mala como la de él, difícil para alguien que veía bondad en todas partes.

―De acuerdo, ve― Fue la respuesta de Isa. No usó un tono agresivo como de costumbre, sino uno tranquilo pero firme― Trae pan― Agregó antes de que se fuera.

La persona que estaba pintando era a su padre. Le remordía la conciencia haberse despedido de él de esa forma tan ruda, pero ahora no se podía lamentar. Y su orgullo era enorme como para reconocerlo, aun si lo tuviera en frente.

Tenía la imagen en su mente y reproducía las sombras como si lo estuviera viendo frente a frente.

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Elinor escondió la cabeza cuando oyó la voz de Alex. No quería que la viera porque no quería delatarse y quedar como una fisgona.

-¿Puedo preguntarte algo, Isabel? -Sabia que estaba jugando con fuego, pero tenia que hacerlo. -Por que saliste ayer a emborracharte con Ed... que hallas querido divertirte lo entiendo, pero tu a el no lo soportas y sabes que solo lo hace para aprovecharse de ti... aun así te fuiste con él.

Se acerco un poco mas, parándose cerca de ella para escuchar lo que fuera que le respondiera, si era a su pregunta o ahora si uno de sus insultos.

Dejó de hacer ese movimiento tan característico con la muñeca al dar las pinceladas. No despegó la vista del retrato inacabado en ningún instante.

―Estaba aburrida y sola. No tenía a nadie más con quien salir, ni con quien hablar. Hasta que no haga amistades y conozca a alguien en este lugar, la cosa seguirá siendo monótona, como siempre.

Continuó con su labor.

―Una "solución" de momento.

Agacho la cabeza, pensativo por lo que le acababa de decir.

-Te pido, como un favor... deja que se olvide de ti, no le des falsas esperanzas o nunca podrá superar ese enamoramiento enfermizo que tiene... tu nunca lo veras de otra forma, y tienes razón en no hacerlo, pero el es como un enfermo que necesita curarse

Alex se dio la vuelta y regreso a la casa, sol para salir despues a la calle e ir en dirección al mercado.

Maximilian la había escuchado con mucho interés, quizás si intentaba hacer contacto con ella de otro modo lograría que le respondiera de forma mas amable.

Termino de colorear la carta, remarcando sus labios rojos y escribiendo el nombre de Isabel en la parte baja de la misma, se quito uno de sus collares de oro blanco con amatistas y lo guardo con magia dentro de la carta, para luego lanzarsela y dejar que el viento la pusiera frente a ella, cuando la tomara el collar saldría, era un obsequio.

Una vez que se fue, pronunció unas palabras.

―Eso depende de él, no de mí.

Le cansaba un poco que le metieran responsabilidades de las que ella no tenía que hacerse cargo por nada en el mundo.

De repente, vio esa carta frente a ella. La curiosidad era enorme, y le llamó la atención el hecho de que estuviera dibujada en la misma. Le dio un poco de miedo. Se sintió asechada y acosada, así que empezó a mirar para todos lados en busca de esa persona que la estuviese vigilando. Al no encontrar a nadie, fue a tomarla para guardarla entre sus pertenencias, y ocurrió lo impensado: salió un collar de la misma.
Su sobresalto fue épico. No quiso agarrar el collar. Tenía mucha desconfianza y su sorpresa era igual de grande.

Elinor negó con la cabeza y sonrió, pues seguía mirando la pintura a través de los surcos de la pared.

-Elizabeth- La llamó en un hilo de voz.

Maximilian no espero a ver su reacción y bajó las escaleras y se reunió con Elinor.

-Deberíamos hacer la invitación pronto, podrían hacerse sus propios planes y terminar rechazándonos.

Le puso la mano sobre la cabeza y le sacudió un poco el cabello.

-Recuerdas cuando salíamos a pasear por los prados de Amatista... cuando eramos pequeños e íbamos al rio a meter los pies al agua sentados en ese puente de piedra que se volvía verde en primavera por el musgo...? -Se quito el sombrero y se lo puso a ella, para cubrirla del sol. -Recuerdas cuando atrapábamos sapos enormes y feos y los llevábamos a casa?, siempre lograban escapar durante la noche, y volvíamos al mismo lugar a buscarlos y terminábamos encontrando siempre otro mas grande y feo aun...

Elinor asintió.

―También me acuerdo cuando usábamos un trineo y poníamos un chivo a jalarlo. Y tenía un olor insoportable que se nos impregnaba en la ropa― Rió― Recuerdo todo a la perfección. Me gustaría volver a hacer lo mismo. ¿porqué?

-Por que quiero que sepas que no importa que, si son cosas tontas y simples de niños pequeños o cosas complicadas de príncipes y adultos... las mejores memorias que tengo en mi vida siempre han sido las que estoy en compañía contigo... anoche no pude dormir pensando en lo que había provocado con mis acciones en tu conservatorio, el daño que te hice y lo terrible que seria para mi si por descuidarme de esa forma te apartara de mi lado, eres mi hermana pequeña y aunque ya estés grande y seas una mujer yo no dejare de verte de esa forma, aunque seas fuerte como un toro yo siempre seré cuidadoso y delicado contigo... por que te quiero y cuando dije que te lo compensaría y arreglaría todo esto lo decía con convicción.

Le tomo de la mano y la jalo en dirección a la puerta.

-Ven, tenemos que hablar con estos chicos y decirles lo que tenemos en mente.

―Todo lo que haces es suficiente para mí.

Recordó que estaba a medio vestir.

―Me veo horrible. No querrás que Isabel vea a una dama incompleta― Le tiró la indirecta porque vio lo que había hecho.

“¡¡¡ELIZABETH!!!”

Se escuchó un grito de repente.

―Y encima la asustaste.

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La susodicha saltó de la cama y fue corriendo a donde estaba su hermana, asustada.

― ¿Qué sucede! ¡Porque gritas así!

Isabel le señaló el collar y le contó lo que había pasado. Le juró y re juró que no había ingerido nada extraño y que eso fue cien por ciento real.

-Bueno, ella tiene un collar nuevo y un pequeño retrato para recordar, le diré en cuanto la vea que fue un regalo por mi parte.

La soltó por un momento para que fuera a cambiarse, simplemente se sentó en el sillón y se cruzo de brazos.

-Te esperare justo aqui.

Elinor asintió y se retiró para terminar de embellecerse.
Siguió haciendo la rutina de toda mujer antes de salir, procurando ser más cuidadosa y detallista que de costumbre con el maquillaje y la ropa. Si bien a una princesa siempre le hacían todo, Elinor había aprendido a ser autosuficiente “por las dudas”. Aunque lo que más le costaba en el mundo era peinarse, pues su cabello era tan lacio que todo se le resbalaba y desarmaba, el mismo problema que tenía su madre.
Una vez terminó, se miró al espejo. Se veía tan tradicional al típico estilo del Oeste, como a la vez despampanante.

―He terminado. Ahora sí, ve a buscar a… los chicos― Estuvo a punto de decirle que fuera a buscar a su novia, pero se arrepintió. Tenía que seguir observando el progreso, le causaba ternura que su hermano AL FIN se interesara por alguien, aun si no era la imagen de la misma perfección en cuanto a sus modales. Pero eso era lo de menos, le apartabas el alcohol a la mujercita y seguro era encantadora. Solo un traspié. Una mala impresión la podía tener cualquiera, incluso ella misma muchas veces.

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Por alguna razón, Elizabeth le creyó.

―Hagamos una cosa. No toques eso con la mano ¿De acuerdo? Por lo menos no hasta que averigüemos su procedencia.

Estuvo a un segundo de retirarse. No pudo evitar que sus ojos se desviaran hacia la pintura que su hermana pretendía acabar.

―Padre estará orgulloso de mí, ya verás― Fue lo que dijo una convencida Isabel.

Eli sonrió y le dio un abrazo.

―Voy a asearme. Si alguien llama a la puerta, atiende y no pongas mala cara.

Y dicho esto, se retiró a lavarse y cambiarse.

-Vamos aya pues. -Le abrió la puerta y fue junto a ella a la casa de a lado, toco la puerta un par de veces y espero a que abrieran. Solo esperaba que ella no anduviera con resaca, los dos gemelos le daban igual, aunque si decían ser primos quizás también le interesaran a Raziel, podrían ser los hijos de la perdida Lucifenia de Yellow del sur, su prima.

A veces Isabel solo le hacía caso a su hermana mayor, su compinche y segunda madre en la vida. Muchas veces pensaba que su hermana debería ser su madre y no Amaya. O Ladelly. Ellas tenían ese tipo de carácter por el que sentía una terrible debilidad… aunque recordándolo bien, cuando era pequeña, su madre también era así de risueña. No comprendía del todo en qué había cambiado.

Oyó el toque de la puerta y fue de a abrirla, sin fijarse por la mirilla antes. Se llevó una sorpresa (muy desagradable al verlo a él) y trató de no deformar el rostro, haciendo una fuerza sobrehumana. Lo único que se le arrugó fue la nariz y de una forma muy leve.

― ¡Hola! Se te ve bien hoy. Espero que te sientas así. Ayer fue tiempo pasado, es un nuevo día. ¿Podemos pasar?

Isabel se corrió de la entrada para que entraran, sin decir ni una sola palabra. La chica no era la molestia, sino su hermano.

-No arrugues la nariz de esa forma por favor... vinimos en son de paz y con la esperanza de enmendar ese tropiezo del dia de ayer.

No caería en provocaciones, si la respuesta era negativa no perdería la calma y seguiría intentando, no quería que Elinor se molestara también.

-Les debo una disculpa y en especial te la debo a ti, por lo que paso en el conservatorio... espero que aceptes mis disculpas, asi como el obsequio que te envié hace unos minutos.

Ahora que sabía que él le había enviado ese collar, solo faltaba averiguar cómo había hecho para que pasara eso.
No tuvo tiempo de decir algo, que se apareció Elizabeth en la sala, vestida correctamente y maquillada de forma más suave. Sintió la tensión en el lugar y ese nubarrón negro que rodeaba a Isa. Por sus ojos penetrantes ya podía deducir todo.

―Oh, buenos días. Me alegra que hayan venido. Tenemos algo para ustedes, esperen un momento por favor― Agarró el pastel de encima de la mesa de la cocina y lo llevó hacia la sala de estar― Por las molestias causadas― Y apoyó encima de la mesa ratona― ¿Desean un té?

-No hace falta que se molesten, gracias.

Empezaba a sentirse incomodo con ella, parecía que no estaba fluyendo la conversación.

-Como le estaba diciendo a tu hermana menor, mi hermana y yo quisimos venir y enmendar todo este tropiezo.

Esperaba que Elinor usara ese encanto que podía endulzar el humor de cualquiera, ella era su carta de triunfo en este asunto, por eso no había ido sin ella.

―Oh no, para nada. No es molestia. Y no hace falta que se hagan cargo… pero parece que como no nos vamos a poner de acuerdo, podremos tener un desayuno delicioso― Vio a su silenciosa hermana― ¿Puedes hervir el agua por mí, Isa?― Le sonrió.

Isabel se fue de inmediato.

― ¡Yo iré a ayudar!― Elinor decidió que era lo mejor. Tal vez podría hablar con esa linda muchacha y ablandar ese corazón― Estuve viendo que pintas. Estás bastante avanzada para estar en primer año. Seguramente te van a cambiar muy rápido y podrás estar conmigo… ― Hizo una pausa― ¿Puedo saber quién es el hombre de la pintura? Si no te molesta, claro― No quería ser pesada.

―Es mi padre.

―Eres demasiado buena. Espero no te moleste que te haya estado viendo…

Isabel negó con la cabeza y se quedó mirando el fuego.

― ¿Sabes? Estaba pensando… una sugerencia. Tu talento es innegable. Estoy dispuesta a pagarte lo que quieras. No le doy más vueltas al asunto mejor. Me gustaría que nos pintes a mí y a mi hermano― En un principio había pensado que lo retratara a él solo, pero era seguro que no accedería.

Isabel desvió los ojos y se los clavó a Elinor. En verdad tenía unos ojos muy bonitos.

―Solo porque me lo pides tú. Tu hermano es un grosero y un odioso. Yo sé que no soy la mujer que todos quieren que sea, pero se metió conmigo y terminó ofendiéndome, sin saber quién soy. Y mi orgullo es enorme. No dejaré que nadie me trate como a una cualquiera. Ni que me machaquen― Sirvió los té.

―Lamento que te haya dado esa mala impresión. Solo dale una oportunidad. Es un buen hombre. Y tú una buena chica. Todos tenemos defectos… solo trata de ver más allá de ellos. Descubre lo encantador que puede llegar a ser, cuando lo mires a los ojos mientras lo estés retratando― Llevó la bandeja hacia el living y le guiñó un ojo a Max.

Eli solo se mantenía con una sonrisa natural. Isabel se sentó al lado de su hermana, mientras Eli cortaba el pastel.

―Disculpen si está un poco extraño de sabor. En casa no solemos cocinar mucho más que por diversión.

-De verdad no era necesario... -Insistía en que no quería mas molestias, quería abordar el tema lo mas rápido posible, pero para hacerlo tenia que decir quienes eran y de donde procedían.

Alexander volvió del mercado con un bolsa de huevos y unos panes largos en una bolsa de papel, se sorprendió mucho de verlos a todos ahí, en especial a Elinor.

-¿De que me perdí? - Preguntó.

―Oh, nada. Venimos a desayunar y hacer una invitación― Fue la respuesta de Elinor.

―Escucho― Contestó Elizabeth. Le dio una porción del pastel a aquella señorita, la cual lo recibió gustosa y le dio un mordisco.

Isabel supuso que iban a salir a algún lado por cómo estaban vestidos. Elinor tenía la apariencia de una chica con una gran posición y capaz se iría a una reunión social con aristócratas.

Max puso la mano sobre la de su hermana, viéndola fijamente a los ojos, dándole a entender que no quería que hablase del asunto, ya que el lo haría personalmente. Pensó que lo mejor seria no hablar de la invitación al palacio hasta no estar cien por ciento seguro de que la sangre del linaje Jarismoth corría por sus venas.

-Antes que nada, quisiera disculparme de nuevo, pues debo confesar que no hemos sido del todo honestos con ustedes, mantener nuestra identidad oculta es importante para nosotros, pero en vista de que seremos vecinos sera imposible mantenerla ocultarla por mucho tiempo... así que déjenme presentarnos correctamente. -Se puso de pie, e hizo una reverencia ante ellos. -Mi nombre es Sebastian Maximilian Pedran, príncipe y heredero al trono de Amatista del Oeste, ella es Elinor Berenice Pedran, princesa y mi hermana menor.

Eli parpadeó unos segundos. Luego se paró de inmediato y respondió a la reverencia con otra. Le dio un pequeño golpe en el brazo a su hermana para que hiciera lo mismo, y esta, de mala gana, le siguió la corriente.

―Yo soy Elizabeth Anne Lioncourt. Es un gusto.

Isabel puso los ojos en blanco. Odiaba las formalidades y que su hermana fuera tan amable.

―Te faltó decir “Hija de Andreas Lioncourt y Amaya Lioncourt”― Bufó Isabel― Y este es nuestro primo. Y el idiota de arriba también. Y aquella planta igual― Agregó con un gran sarcasmo.

Eli no sabía dónde meterse.
Elinor rió.

― ¡Oh! Me suena muchísimo ese apellido. Llegan muchas noticias de Europa, aunque no viceversa… El tema es que su familia tiene un importante criadero de caballos, del mejor linaje. Incluso los árabes los envidian.

Elizabeth se sonrojó un poco.

―Sí, pero ese es mérito de mi padre. A él le debemos todo.

Isabel no entendía nada. Decidió que lo mejor era retirarse a hacer sus cosas y que Elizabeth se encargara de la diplomacia. Odiaba ese tipo de cosas. Encima no sabía qué hacer con ese collar, porque si bien amaba las joyas y todo lo ostentoso, detestaba a quien se lo había dado. Era la primera vez en su vida que dudaba qué hacer con un objeto caro.

Elinor no sabía qué hacer para mantener la atención de esa mujercita.

―Tu hermana estaba pintando a tu padre esta mañana. Es un acto muy tierno.

―Queremos muchísimo a nuestro padre. Tuvimos que dejarlo para poder venir aquí y estudiar lo que nos apasionaba. Aunque Isabel pareciera que no tiene que mejorar nada, pero es muy perfeccionista. Lo extraña mucho, por eso está teniendo esa clase de conducta.

"Me duele la cabeza".

Se escuchó una voz masculina desde arriba, bajando las escaleras.

Andreas y Amaya... No podía ser coincidencia, seria imposible.

-Esta bien, no le agrado y lo acepto... pero un así quisiera invitarte a ti y a tu primo... -No recordaba su nombre, se le quedo viendo para que se presentara.

-Soy Alexander. -Contesto de inmediato, no podía creer que Elinor fuera esa Elinor, princesa de Amatista.

-Si, Alexander, quisiera que nos acompañaran al palacio una cena con su majestad el Rey Raziel Jarismorth, esta misma noche.

Eli sonrió de repente y se le iluminó la mirada. Tenía que ir Isabel también, se lo había prometido, que llegarían las dos juntas hasta donde estuviera su majestad.

― ¿Por qué a nosotros? Si se puede saber, claro… De todos modos, debo llevar a Isabel conmigo si es que vamos― No le podía decir el motivo, quedaba muy desubicado― De lo contrario temo que deberé decir que no.