۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

—Bien, es hora de un cuento…

Se recargó contra la pared, cruzándose de brazos nuevamente y le contó la misma historia que le había relatado a Marcus tiempo atrás , explicándole el origen de todas sus desgracias y haciendo especial énfasis en la transformación para llegar a ser esa cosa repulsiva que era ahora , dejando en claro en todo momento que la protagonista de esas desventuras era nada más ni menos que ella misma.
Solo que agregó otra parte al “cuento”: Lo que había hecho hasta el momento al lado de Mordred, luego al querer eliminar a Amaya y Elizabeth, como Malebolge casi la había consumido y todo lo demás que vivió junto con aquel matrimonio explosivo que tan bien se complementaba, y los parientes o amigos de estos.

—Ahora que sabe lo que soy, no intente introducirme algo por mis partes íntimas en defensa propia. Si me veo tan humana es porque estoy entre esa delgada línea de humano/monstruo — Sonrió — Y es por ser "oscuro" es que me llevarán en cuanto tengan oportunidad... Por algo usaron a mi difunto hijo , de otro modo no iba a salir.

>>Por eso mismo , tengo que apurarme. Además que si no quiere ser mi próximo plato de comida , tendré que hacerlo dentro de mis tiempos también... claro , a menos que done su semen voluntariamente - Sonrió degenerada e irónica con eso.

-En que embrollo me fui a meter.- Dejo para luego caer recargado sobre la mesa en la que trabajaba.

>> Haga lo que quiera... Destruí la llave de ese sarcofago hace mucho, así que tendrá que arreglárselas para habrirlo de otra manera.

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Andreas despertó la mañana siguiente con una resaca que le hacia sentir como si un elefante le hubiera bailado sobre la cabeza, aun estaba desnudo envuelto solamente en la toalla que había tomado al salir del baño. Apenas podía abrir los ojos, tenia la boca seca pero con mucha dificultad pudo llamar a su esposa, busca sola con el tacto a través de la cama.

—Supongo que se necesitará más que un puñetazo mío para abrir esta cosa— Sonrió al ganar por insistencia — Pero primero haré un experimento antes de sacar la espada de allí, de modo que no pueda afectar a quién lo toque… o por lo menos no por demasiado tiempo.

Tenía una idea, solo que estaba a medias y no sabía si iba a resultar lo que estaba rondando por su mente. Tal vez echaría todo a perder; pero era un riesgo que debía correr.
Necesitaba cuarzos y probablemente cristal para ello. Se desprendió unos de los cuantos botones de la zona del pecho de su ropa, que estaban hechos de amatista pura, muy raros de conseguir en su estado más precioso, a pesar de que eran las piedras que más abundaban por la zona y por ende llevaba el nombre de la nación del Oeste.
Además que estaba perfectamente consciente de que justo era la piedra necesaria para hacer su experimento por sus propiedades espirituales, mentales y emocionales. Solo que no tenía cristal en ese momento… hubiera sido perfecto un solo fragmento de aquel purificador cuarzo.

— ¿No posee algo de cristal?— No perdía nada con preguntar. Y si la respuesta era negativa, se las arreglaría con lo que tuviera.

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Amaya solo hacía un rato se había acostado. Bah, ni eso, estaba sentada con cara de preocupación. Se la había pasado toda la noche en vela con las niñas, pues no querían que se fuera porque tenían miedo que “el monstruo que había creado Elizabeth”, según Isabel, volviera otra vez para asustarlas físicamente u acosarlas en sueños.

Tenía un par de dibujos de Isabel en mano, en los que retrataba con trazos infantiles y bruscos, además de oscuros, a un ser humanoide de pequeña estatura y con túnica, pero que siempre permanecía sentado observándolas en ciertos momentos, principalmente en los que sus padres no estaban.
Según Isabel, pues Eli no quería hablar demasiado, lo había hecho su hermana mayor con el tiempo pues a veces necesitaban un tercer jugador para algunas de sus aventuras. Finalmente, cuando esa cosa del dibujo tomó una forma más o menos definida, se volvió “malo” –muy inestable- , solo que esta vez se había pasado de la raya. También odiaba que Isabel lo dibujara, cosa que antes no.

Siguió mirando esos dibujos.

-Esta isla es volcánica, y hay una cueva muy profunda por aquí cerca... seguramente pueda encontrar mucho cristal natural ahí dentro. -Quiere ir a verla?-

Fue hacia un armario donde tenia sus herramientas y de El saco un gran trozo de cuerda, unas antorchas y una sierra recién afilada.

-La ultima vez que entre pude ver en el fondo algo que reflejaba bastante la luz... con algo de suerte podemos encontrar trozos grandes.-

—No importa el tamaño, solo la cantidad — Mencionó solamente haciendo un gesto relajado con la mano.

Las cosas que había que hacer a veces…

-Segura que no importa el tamaño... oh, espere, hablamos de cristales todavía?- Dijo el hombre, confundido por lo que le había dicho antes sobre como se alimentaba.

Morgana alzó una ceja.

— ¿Prefiere averiguarlo?— Contestó como si nada , aunque con un muy disimulado sarcasmo.

Era puta , no tonta. Y también una muy buena entendedora.

Oye Gali estamos como a un mes de llevar el año con esto.

-No realmente... mejor no hubiera dicho nada.- dijo y se dio la vuelta, tratando de no seguir con el tema e ir directamente por los cristales.

Hecho todo a su carreta y preparo al caballo, todo estaba listo para partir.

Ni idea (?

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Lucifenia estaba mucho mejor y su ánimo había repuntado bastante, a pesar de que tan solo faltaban tres días para su cumpleaños y el de su hermana querida.
Era el cuarto año consecutivo que no la tenía a su lado y eso lo convertía en un calvario.

También estaba embarazada de un mes, solo que aun no había dicho nada. Quería ver a su prima nuevamente, ya que la había empezado a extrañar de sobremanera. La sola idea de volver a la capital la llenaba de un profundo terror , a pesar que sabía que todo había cambiado...

Se le ocurrió algo : conmemoraría a Ladelly ese día o el siguiente para no tener que sufrir tanto en el cumpleaños.
Pero la sepultura había quedado en el Norte, en la capital.

-Maldición.

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—Amor, sé que te sientes mal, pero debemos hablar sobre algo — Le dijo Amaya a su esposo que estaba con una evidente resaca.

Pues si, y pensé que para esas fechas podíamos darle un final a esto.




En ese momento, hasta el mas mínimo ruido se sentía como un tambor siendo golpeado junto a su oreja, solo se cubrió la cabeza con la almohada y dio un vuelco en la cama.

-Supongo que no puede esperar.- Dijo sin mas.

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Esa mañana gente del pueblo fue a visitar a Marcus, estos venían a informarle que en la capital estaban buscando a un escultor para restaurar los muros del palacio, puesto que no sabían nada sobre la vida anterior de Marcus no sospechaban nada. Se negó rotundamente al principio, pero al ver como se extrañaban de tan negativa posición se escuso diciendo que su finca necesitaba trabajo y que no podía ausentarse mas tiempo.

En serio. Que rápido pasa el tiempo e_e…
No hay problema.

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Lucifenia dejó por un momento los pensamientos de su hermana de lado y empezó a ensayar como le diría a Marcus que iban a tener un hijo… o varios.
Se paró de la silla donde estaba sentada y empezó con su rutina.

—Estoy embarazada…

Comenzó con un tono más dócil. Pero no iba con ella.

—Estoy embarazada… — Repitió nuevamente, pero más fría.

“No, así no”

Se aclaró la garganta, se puso firme, colocó las manos en sus caderas y habló segura y fuerte.

—ESTOY EMBARAZADA.

Cosa que se pudo escuchar claramente.

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—Es sobre Elizabeth — Le destapó la cara, le puso los dibujos de Isabel sobre el pecho — Ha creado un “amigo” imaginario que de imaginario no tiene un poquito. Y ahora se ha ido de las manos y lo puede ver Isabel también. Parece tener conciencia propia y las molesta.

-Suena como a que las niñas tienen mucha imaginación, segura que no es solo un juego y ya?- Dijo mientras se tallaba los ojos.

Miro los dibujos con detenimiento, Isabel a pesar de tan poca edad era muy buena dibujando y lo que había hecho sobre el papel ya lo había visto en otro lado, pues le resultaba muy familiar, pero la resaca no le permitía hacer memoria.

-Esto no las molestaba cuando vivían en el Este... Isabel te dijo hace cuanto esta cosa las molesta?-

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Mientras volvían a la casa Marcus meditaba sobre la oferta que le habían hecho, necesitaban dinero puesto que lo que había alcanzado a llevarse no les duraría para siempre y poner a funcionar la finca como algo rentable necesitaba de una gran inversión, pero por otro lado estaba Lucifenia, que ahora estaba tan tranquila y feliz, como podría quitarle eso, pues sabia que la sola idea de llevarla de vuelta a la capital la llenaba de pánico.

Llego hasta la puerta frontal de la casa pero antes de llegar siquiera a girar la perilla pudo escucharla hablando "Embarazada" Escucho muy apenas, luego otra vez y luego otra, "Estoy embarazada", estaba claro, casi daba un salto de la emoción, pero se contuvo para no hacer ni un solo ruido, no quería arruinar la sorpresa.

Camino un par de pasos hacia atrás, luego volvió a la puerta, esta vez haciendo mucho ruido para que se diera cuenta que habia llegado.

—Si fuera solo un juego, no habrían estado llorando y no me hubieran pedido que me quedara toda la noche en vela acompañándolas — Su rostro se frunció más.
>>Me dijo que hace poco tiempo, pero no dijo cuánto. Que al principio era bueno, jugaba con ellas, pero que no tenía una forma específica y desaparecía cuando Elizabeth no se “concentraba”… pero luego se volvió malo y agresivo, cuando ya tomó su forma y que odia que Isabel lo dibuje.
>>Con la que peor se agarra, es con Elizabeth; como si la tuviera de punto. Eso fue todo.

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Al oír el ruido, simplemente se desesperó, calló la boca inmediatamente y guardó silencio. Se tiró encima de la silla como un costal de trigo, se acomodó de forma rápida para no levantar sospechas y siguió cepillando su largo cabello rizado como si nada pasara. Al verlo entrar, solo formó una dulce sonrisa de bienvenida.

-La verdad es que no se que decirte, si quieres puedo llevarme a las niñas al -este, papa sabe mas de esto que yo... no se, tal vez pueda decirnos de que se trata.-

Seguía tallándose los ojos y haciendo memoria, no podía recordad exactamente de donde se le hacia tan familiar esos dibujos.

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-Hola cariño... me sorprende verte levantada tan temprano.- dijo como si no supiera nada, como si lo que acababa de escuchar hubiera salido por completo de su cabeza.

Con ambas cejas arqueadas hacia arriba, se miró las manos, que juntó y apretó entre sí como si quisiera comprimir algo con su fuerza.
La manera en la que habían llorado, le habían suplicado para que no las dejara ni un solo momento solas, le hacía pensar lo peor.

—Está bien— Accedió sin dudarlo. Lo que fuera para que esas dos criaturas no temblaran del terror con apenas mencionar a esa cosa y descubrir que era exactamente.

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No sabía que excusa poner, aunque abordaría el tema por otra parte, por algo que sí le había sucedido antes de levantarse.

—Lo que sucede es que anoche estuve soñando cosas bonitas.
>>Soñé que estábamos aquí, y estábamos tan sonrientes, rodeados de muchos niños, que eran todos nuestros hijitos. Correteaban por todas partes y algunos me pedían que marcara en el marco de la puerta su estatura, para ver cuánto habían crecido… También se peleaban por quién era más alto — Sonrió y perdió la vista por ahí, con un evidente sentimiento se ensueño asomándose por sus dos grandes ojos azules. Suspiró y relajó los párpados, como si quisiera cerrar los ojos para visualizar mejor aquella encantadora escena.
>> Y luego alguien tocó la puerta con suavidad, con timidez, como si no quisiera molestar pero a la vez anunciar su llegada. Y cuando abrí la puerta, ella estaba allí, con su largo y voluminoso cabello pelirrojo, mirándome con una sonrisa cohibida, como si fuera a retarla por algún motivo: Ladelly.
>>Tenía una canasta de mimbre entre sus manos, repleta de flores, de acacias amarillas más bien, pequeñas acacias amarillas que se asemejaban a pequeños soles que brillaban con luz propia. Entre las florecillas, juguetes y cajas que dentro contenían postres. Me dijo dulcemente: “Feliz cumpleaños, hermana mayor” y yo le respondí con un abrazo, para luego estirar mis brazos y entregarle una cajita que dentro contenía mi lazo azul favorito, el que por mucho tiempo usé para adornar mi cabellera… “Feliz cumpleaños, hermanita”, fue lo que hice a continuación.

Lo miró y sonrió.

—Más tarde llegó Amaya, cuando estábamos tomando el té, con mis dos sobrinas y otras dos niñas encantadoras y hermosas, que eran sus hijas también.
>>Y tú estabas ahí también. No teníamos nada que envidiarle a Amaya… pues teníamos más hijos que ella misma.

Se echó a reír.

—No fue hasta el final del sueño que me di cuenta que yo estaba embarazada.

Lo miró.

—Y que aunque Ladelly ya no esté y Amaya se encuentre lejos de mí ahora mismo, yo siento como si estuvieran aquí conmigo. Y que también en verdad estamos esperando a nuestros retoños — Estiró sus brazos, esperando un abrazo - Por eso desperté temprano.

Vio la expresión de su rostro de reojo, estaba claro que no quería separarse de las niñas, pues estas la necesitaban mas que nunca.

Hizo las hojas a un lado y se volvió a cubrir la cara con la almohada.

-Aunque no me gustaría dejar a las niñas sin su mama, ni a ti sin ellas... tal vez convenza al viejo para que venga a verlas... después de todo nos debe una.-

El padre de Andreas no había salido de esa ciudadela subterránea quizás en 4 años, seria difícil hacerlo salir ahora, pero debía hacer hasta lo imposible, después de todo ese era su trabajo como esposo, lo imposible por hacerla cada día un poco mas feliz.

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Le llenaba de alegría ver como se entusiasmaba nuevamente con la idea de ser madre, y que el dolor prácticamente había desaparecido por completo.

La abrazo con una mano por la espalda baja y con la otra le acaricio la mejilla.

-Espera... ¿mas de cuatro?- Se detuvo antes de seguir con lo que estaba.

Se animó un poco con esa idea , pero estaba tan cansada y somnolienta que apenas podía pensar claramente.

-Espero que no sea una molestia...- Después de todo , era un hombre grande. Pero por las niñas valía todo.

Cerró los ojos por un momento , sin pretender dormirse. Pero finalmente terminó haciéndolo.
Al rato debía levantarse de nuevo a supervisar lo del vestido y otras cosas mucho más importantes.

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Abrió bien los ojos , con algo de sorpresa.

-¡Por supuesto! - Exclamó contenta - Y eran terribles - Puso cara pensativa - ¿A qué se debe la pregunta?

-Lo que es una verdadera molestia es que me hicieras pasar la noche solo, después de haber pasado tanto tiempo lejos.- Le dijo aunque estaba consciente de que ya se había dormido y no escuchaba nada.

Aun con el dolor de cabeza se levanto y se vistió, tenia pensado arreglar el asunto lo antes posible, pues ese sentimiento tan familiar que tenia al ver los dibujos de Isabel le daban muy mala espina.

-Volveré antes de que despiertes.-

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-Bueno, es que Amaya ya nos lleva algo de ventaja, hay un rumor en el pueblo, dicen que la reina esa embarazada otra vez... aun con los gemelos sera difícil alcanzarla.-

Amaya terminó siendo despertada un tiempo después por un toque en la puerta. Cuando fue a abrir, eran las sirvientas que le traían en desayuno y criadas que la vestirían.
Una vez que terminó de comer, procedieron a arreglarla y dejarla hermosa (como siempre).

Salió hacia la sala del trono. Aun no se había sentado en él, y no lo haría hasta que la coronaran. Así que allí sólo estaba de paso.

Se fijó en el reloj: faltaba dos horas para que viniera el pintor a hacer otra parte de su trabajo. De todos modos lo dejaría tranquilo, solo iría a curiosear su trabajo muy de vez en cuando, para no ser pesada.

Todo estaba tan solitario… pensar que alguna vez ese lugar estaba lleno de gente, de una corte corrupta, pero gente de todos modos. Extrañaba un poco el compañerismo.

Hora de comenzar con la rutina.

Fue a la cita con el modisto, para llevarse la sorpresa de que este ya había terminado el vestido que usaría para su coronación; todo en tiempo récord. Solo faltaba el de su boda, en el que ella había dado especificaciones de cómo quería que fuera: Que se adaptara a la moda reciente, que tuviera pedrería, pero no demasiada, aunque sí la suficiente para que tuviera detalles que se apreciaran a simple vista y también le permitiera moverse con libertad. Y obviamente fuera blanco leche.

Una vez se probó el vestido de la coronación, inmediatamente le trajeron una sorpresa: los dibujos de los diseños de las tiaras de sus hijas, que pronto serían las princesas.
Aplaudió emocionada, pues ambas tiaras eran reservadas, en el sentido de que no parecían ser tan recargadas, pero seguían siendo lujosas. Se encontraban adornadas con pequeñas piedras preciosas, que estarían compuestos de diamantes y perlas, además de chicas flores de acacias que serían de oro, como el resto de la tiara.
La de Eli tenía rubíes, diamantes y perlas. La de Isa zafiros, diamantes y perlas por igual.

Dio el okey para que procedieran a hacerlas.

Tenía un sirviente a su lado que le recordaba todo lo que tenía que hacer. Aun faltaba muchas cosas qué supervisar.

—Hay cuatro hombres que la están esperando en… ¡OIGAN! ¡¿Qué SE SUPONE QUE HACEN USTEDES AQUÍ?! ¡LES DIJE QUE ESPERARAN EN LA SALA DEL TRONO! — Gritoneó el alto hombre.

—Se nos iba a derretir el culo si nos quedábamos esperando en esa sala tan sofocante. Además creo que la reina estará encantada de recibirnos — Se oyó la voz de Gammón, el líder de la guardia especial.

— ¡Gammón! ¡Octo! ¡Joshua! ¡Moses! — Exclamó Amaya sumamente emocionada al ver esos fortachones mugrientos — La verdad es que se los echó de menos… o por lo menos yo los he extrañado bastante. Sobre todo luego de las aventuras que vivimos —Solo estaba balbuceado. Entonces, se le ocurrió que ellos podrían cuidar de Eli e Isa cuando ella no pudiera — Vamos a hablar a otra parte, tengo muchas cosas que contarles.

Una vez terminaron de hacer la reverencia hacia la reina, la siguieron, no sin antes hacerle burla al sujeto que la acompañaba.

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—Oh bueno, pero eso no será problema — Sonrió Lucifenia. Estaría muy contenta si aquellos rumores eran ciertos, porque después de todas las pérdidas familiares que había tenido su prima y ese infierno que vivió en el Oeste, se merecía ser feliz teniendo toda la descendencia que pudiera. Se sacudió el vestido con levedad— Nada que unas cuantas camadas no puedan resolver — Largó una risita bastante cargada de picardía.

-Que maldito dolor de cabeza. Dijo Andreas después de usar el hechizo de teletransporte que Morgana le había enseñado para ir al Este. -No fue tan buena idea después de todo.- Se quejaba, pues la casa tenia centenares de escalones y cada uno era como un golpe en la nuca para El, y la pierna que había perdido solo complicaba las cosas.

Su padre estaba en el estudio, recuperándose aun de esa terrible enfermedad que le había dejado en cama por varias semanas, hacia un mes que no sabia nada de Andreas, pues el dia que partieron todos hacia el Sur fue el ultimo contacto que tuvo con El.

Una vez que estuvieron frente a frente hubo un incomodo silencio, sin saludos ni abrazos, ellos no hacían eso, solo lo inspecciono de pies a cabeza sin decir una palabra.

-Que te paso en la pierna?- Le pregunto.

Andreas había tenido una educación muy estricta por parte de su padre, pues su madre había fallecido cuando el aun era muy joven y durante el tiempo que vivió solo con El difícilmente había muestras de afecto entre los dos, aunque tampoco era muy formal cuando le hablaba siempre había cierta tensión, pues no le gustaba mostrar signos de debilidad.

-Es una historia muy larga... simple en realidad, la pierna se fue, el bastón se queda.-

El viejo lo miro con angustia, pero no dijo nada al respecto, solo podía ver en sus ojos como imaginaba el dolor por que que había pasado.

-Que te trae de vuelta? Vienes solo?- Dijo al final, tratando de hacer conversación.

-Tengo un problema con una de mis niñas... con ambas en realidad, Amaya dice que crearon un amigo imaginario y que este termino volviéndose real, yo no creo que sea un amigo imaginario, pienso que es una entidad diferente y tu sabes algo de eso... por eso estoy aqui-

Saco el papel arrugado de entre su ropa y lo puso frente a El, claramente pudo identificar el ser que estaba plasmado en el papel, volteo la mirada hacia a}Andreas con una exprecion de desesperación. De nuevo hubo silencio.

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-Bueno, también hay otro rumor acerca de Amaya, dicen que planea organizar una boda en unos días... si mal no recuerdo cumple años en un par de meses... concretamente recuerdo haberla ido a visitar tres meses después de su boda por su cumpleaños, probablemente sea ese mismo día y... pensé que te gustaría ir a verla.-

El hombre, que fue especialmente contratado por Amaya porque le pareció “extremadamente sincero en cuanto a expresar pensamientos y emociones se refiere”, se puso al rojo vivo. Antes que pudiera empezar a lloriquear, la reina detuvo su paso y largó una risilla inconfundible: Le estaba diciendo de forma clara que se calmara. Solo bastó eso y una mirada de soslayo para que este comprendiera en un santiamén.
Lo mandó a que siguiera organizando su itinerario.

Amaya siguió caminando, esta vez en dirección al jardín, donde a un par de metros de las puertas había una pequeña mesa redonda con un juego de sillas, forjadas en hierro, de un estilo totalmente rococó (Era un de las pocas cosas que habían sobrevivido a la explosión, saqueo y destrucción permanente).
Los invitó a tomar asiento, aunque Gammón se encargó de correrle la silla a su majestad antes de apoyar el trasero en alguna de ellas.

Estuvieron en silencio por tres segundos, tal vez. Gammón rompió aquel mutismo selectivo.

—Su majestad, lamentamos no haber estado en los momentos que más necesitó nuestros servicios. No me gustan los peros, pero todo tiene una explicación. Y se las daremos solo a usted –aunque no nos guste- porque lo merece…

Amaya lo interrumpió.

—Oh bueno. Me pregunté pocas veces el porqué no habían estado allí, en ese momento que invadimos la capital para recuperarla ; cuando tomamos el antiguo cabildo del que no quedó casi nada en pie , y en el encuentro final al palacio… — Sonrió ampliamente — Sin duda , habrían muerto muchas menos personas si se hubieran dignado en dar la cara… , claro , todo esto lo pensé de una a tres veces , hasta que me enteré de todo : Que esos malnacidos golpistas habían puesto en los tableros de todos los lugares posibles las reproducciones de los dibujos de sus caras.

Llevó las manos que estaban apoyadas encima de la mesa hacia su vientre, discretamente crecido, pero medianamente grande para la edad del feto.

—No soy quién para juzgarlos si decidieron tomar esa decisión, la de desaparecer sin dejar rastros. Después de todo, sus vidas corrían riesgo y las de las demás personas también ¿O me equivoco?

Los fortachones asintieron.

—Si otras personas descubrían su paradero, o visualizaban sus rostros como en los dibujos de esos volantes, y los tenían en frente, debían eliminarlos, porque obviamente iban a atacarlos para cobrar aquella jugosa recompensa que tanto prometían los golpistas. Defensa propia.

Suspiró y volvió a sonreír con aquella hermosa calidez que tanto la caracterizaba.
Todo estaba dicho y perdonado.

—La próxima pediremos audiencia— Moses sonrió irónico.

—La próxima pediremos cerveza— Comentó Amaya, lo suficientemente animada como para que su pequeña niña comenzara a moverse muy sutil — Ahora, como han vuelto, me imagino que necesitan trabajo. Un país sin trabajo no sirve de nada… el sistema colapsaría por completo y todo desembocaría en una importante miseria, como la que estamos superando en este momento. Producción… Ustedes producen un sentimiento de protección. Son efectivos, fuertes, aun jóvenes. Sirven para el trabajo que les voy a proponer.

Gammón, Moses, Octo y Joshua se miraron entre sí, bastante confundidos.

—Si bien, ahora como reina necesito más protección que antes, requeriré de sus servicios hasta que sus huesos digan basta. Tengo dos hijas y otra más que viene en camino. Quiero que las cuiden como el oro que ganarán a final de mes mientras yo no esté disponible. Que las protejan como una segunda madre.
>>Yo no tendré la fuerza bruta de un hombre y mucho menos los poderes alocados de todos ustedes, además que yo misma debo cuidar del fruto de mi vientre en este mismo momento. Necesito que hagan esto por mí.

—Será un gusto, su majestad — Contestó Octo con una ligera sonrisa en la cara — Las princesas estarán seguras con nosotros. No le fallaremos.

Amaya hizo una mueca risueña.

—Qué hombres tan amables… Por cierto, llámenme por mi nombre. O “Reina Amaya” si les incomoda tutearme.

Entonces, Amaya procedió a contarles que habían rebautizado la capital con el nombre de “Edén”. Sus planes de corto, mediano y largo plazo se traducían en convertir el país en un paraíso bíblico, que sonaba a algo puramente utópico, a un cuento de fantasía sacado de algún otro libro que recopilaba investigaciones de monjes de culturas antiguas. De lo que durara su reinado por el país sureño, se dedicaría a embellecer cada rincón, hacer leyes justas para todos, ser imparcial en muchos aspectos y mejorar el sistema para que hubiera recursos para tirar hacia arriba…
Lo comentaba todo en un tono soñador de niña pequeña, en un discurso improvisado y auténtico que endulzaba los oídos de cualquiera, tanto por lo apacible de su tono de voz.

Edén, Edén. Seguiría siendo Edén, el Edén de todos, hasta el fin de los tiempos.

Después de esa charla improvisada, dejando a los de la guardia hacer su trabajo, fue hacia el jardín a arrancar unas flores. Por lo general no lo hacía, pero ahora lo consideraba necesario.
Faltaba media hora para que el pintor llegara. Media hora que aprovecharía a hacer catarsis.

Pensándolo bien, desde que sus padres habían muerto, y luego con todo lo que pasó después, nunca tuvo tiempo de hacer un digno duelo.
Si bien su padre estaba en el fondo del océano y su madre en el panteón familiar de la capital del Norte, ella había mandado a hacer unas lápidas con el nombre y los epitafios de ellos incluidos en cada uno. Los puso encima de una colina cercana al palacio, debajo de un árbol grande de acacias amarillas.

Dirigió su humanidad y corazón destrozado hacia allá.
Fijó firme la vista en las lápidas, haciendo de cuenta que ellos estaban juntos allí, descansado para siempre, tal vez amándose por la eternidad en el otro lado, donde no tuvieran que estar nunca más separados.
Dejó las flores encima de la tierra. Era algo que debía hacer por su cuenta.
Se puso a llorar desconsolada y terminó arrodillándose ante ellos. Empezó a hablarles, a contarle todo lo que había sucedido, lo que sentía y cuanto los extrañaba y amaba.

Cuando terminó, esbozó una dulce sonrisa.

—Eli, Isabel y ahora su nueva nietita los aman tanto como yo. Su memoria vivirá por siempre, generación tras generación… Por cierto, el otro día estaban preguntando por ustedes— Rió — Les mandan saludos. Adiós.

Y se retiró.


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—Sería maravilloso— Contestó rápida y alegre una Lucifenia muy animada por la noticia — Me será particularmente difícil tratar de no opacar a la novia ese día —Su tono de voz adquirió otro tono bromista, aunque igual de pícaro.

No parecía mostrarse reticente a la idea.

No dio explicación ni hizo mas preguntas cuando accedió a ir a ver a sus nietas, solo le pidió tiempo para prepararse pero que no lo esperase, que el iría por su cuenta cuando estuviera listo.

Andreas, extrañado por la reacción que su padre había tenido fue de regreso inmediatamente al sur, específicamente a ver a sus hijas, aun estaban dormidas y no había señal de aquel amigo imaginario, solo un cuarto de juegos común y corriente, salvo por un dibujo a medio empezar de Isabel; el rostro de aquel ser.

Pasado el primer minuto, Isabel abrió los ojos al oír a alguien dentro de la habitación. Por un momento dudó si dirigir la mirada hacia el alguien que estuviese ahí, pues tenía miedo de que esa criatura hubiese vuelto. Si se trataba de aquel ser, tal vez cumpliría su amenaza de llevarse a Elizabeth.
Aprovechó a que estaba durmiendo con su hermana en la misma cama y la abrazó con fuerza, como protegiéndola. También se tapó con la sábana hasta la cabeza.
Tenía tanto miedo que se orinó encima y comenzó a llorar a lo bajo, en casi inaudibles gimoteos.

Se escuchó unos ruidos del lado de afuera, de pasos pesados, seguramente de hombres. Estos detuvieron el caminar frente a la puerta.

Estaba por sentarse junto al par de niñas pequeñas cuando escucho los pesados pasos del otro lado de la puerta.

-Dos... Tres... Cuatro... Las niñas no tienen tanta guardia.-

Empuño la espada rota sin desenvainarla, y con la otra mano tomo el bastón. Difícilmente podia intimidar a alguien con ese porte, un hombre roto con un arma rota.

Solo bastó un chillido agudo de parte de Isabel para que la guardia especial tirara la puerta abajo, literalmente. Destrozaron de una patada la madera de la misma, partiéndola en varios pedazos, los cuales salieron disparados hacia todos lados.

—Pero miren que boni… — Moses cayó la boca al darse cuenta que el que estaba allí dentro no era más ni nada menos que el padre de las niñas a las que ahora debían proteger —… to — Bajó los hombros.

—Nadie dijo que estaba él aquí.

—Nadie les dijo que tenían que romper la puerta— Gammón se llevó una mano a la cara.

—Algunas cosas son necesarias.

—Ahora deberemos dar explicaciones.

— ¿Al padre o a la reina?

Silencio absoluto.

Isabel siguió llorando, aunque esta vez sacó la cabeza hacia afuera.

—La reina Amaya nos ha encargado el cuidado de las princesas en su ausencia — Fue todo lo que dijo Joshua, el más joven de los hermanos. Aunque había sonado como una excusa más que nada.