۩ღ Acacia Amarilla ღ۩ [Privado , Evil-Dog]

-Me parece perfecto. -Dijo Alexander a ello. -Vamos allá entonces.

Si bien no tenia nada en contra de estar con su hermano, si necesitaba tomar esas clases separado de él.

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-Aunque supongo que debemos esperar un tiempo... supongo que tu prioridad ahora seria terminar tus clases en el conservatorio, en cuanto tengas tiempo libre nos vamos los dos a Amatista a conocer el país y presentarte a mis padres.

Se dio cuenta que los miraban, aunque no le dio mucha importancia, podia ser un principe pero sabia cuidarse solo, en su vida pasada habia sido un temido rey guerrero, portando armadura todo el tiempo y entrenando con los mejores.

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-Albóndiga es muy manso, no te preocupes.

Rodearon el conservatorio hasta llegar al patio, ahí estaba su caballo, un corcel de crin rizada color crema, peludo y dócil como si fuera mas una mascota que un animal de trabajo.

-Vamos, te llevare a tu casa.

El director se volvió a parar, para que la grasa rebotara de arriba abajo con esa acción.
Abrió la puerta y llamó a alguien, tornándose su voz ahogada en una fuerte y ronca, bien de pecho.

De inmediato vino un profesor que intercambió palabras con él. Era el encargado de evaluarlos.

―Las pruebas duran un mes en su caso… Si no estuvieran admitidos, tendrían que pasar un año entero. Ahora pueden ir con él― Les dijo ese hombre gordo.

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―Quién sabe cuánto tiempo me llevará eso. Pero… tal vez, de seguro termine corrigiendo a mis maestros― Escuchó las risas y se miró por las dudas de que no tuviera algo fuera de lugar.

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Eli casi se desmayó de nuevo al ver al caballo. Era la cosa más tierna y bonita del mundo, además de Pie, por supuesto.
Asintió con una gran sonrisa.

-Bien, vamos Eduardo.

Se paro también y fue detrás de el otro hombre, no se sentía nervioso por que lo evaluaran, sabia que tenia talento suficiente.

-Me pregunto que clase de pruebas serán...
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-No les hagas caso... -Dijo Max al verla. -No saben quien eres tu ni quien soy yo, solo son un puñado de idiotas, ignorantes de todo.

Usualmente no buscaba problemas con la gente, aunque inevitablemente su orgullo lo llevaba a darse de golpes con la gente de vez en cuando.

-Si no te emociona lo de tomar clases en un conservatorio, al menos quédate por tu hermana... vivir solo es difícil y quizás no pueda hacerlo sin ti.

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De la maleta que colgaba de la silla de albóndiga saco unos pantalones y unas botas, y se las puso por debajo de la falda, eran la indumentaria clásica de los jinetes de polo y ella lo usaba siempre que cabalgaba, usar falda era muy incomodo y cabalgar sentada de lado era muy aburrido, no le importaba lo que dijeran de ella, eso la hacia feliz.

Se saco la falda una vez tuvo puesto el pantalón y se monto sobre el caballo.

-Vamos, te ayudo a subir. -Dijo tendiéndole la mano.

Recorrieron el lugar hasta llegar a una de las aulas que quedaban en el segundo piso, llegando a ella subiendo una imponente escalera de mármol blanco con paredes de mármol de colores varios, en el que estaban en estantes esculturas de caras y diversas figuras; cosas que tallaban los que recién se graduaban para que el conservatorio tuviera un recuerdo de su paso y estadía.


Al abrir la puerta de esa enorme habitación, se vio los instrumentos que se utilizaban para trabajar hasta donde alcanzara la vista, además de diversos bloques de mármol e incluso piedra. También arcilla roja.

Eduardo suspiró un poco. Si quería llegar a ser alguien en la vida y tener a alguna de las hermanas a su lado como esposa para que lo acompañaran en esa aventura, tenía que esforzarse el doble, superar a su hermano y dejar de holgazanear y papar moscas mientras le explicaban.

El hombre los invitó a una de las mesas, donde estaba la arcilla roja.

-Empezarán a moldear con eso. Quiero que hagan un obelisco de 20 cm. De altura, solo haciendo bolitas de arcilla, hasta formar la base, rellenarla y continuar alzándola hacia arriba. Solo con las manos, no permitiré que utilicen ningún instrumento más.

Eduardo pensó que eso era más fácil. A él se le daba moldear la arcilla, pero le costaba una humanidad y la otra tratar de esculpir la piedra… esperaba que el siguiente paso no fuera la piedra.

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Isabel suspiró con mala gana.

-Mi hermana está bastante grandecita para enfrentar sus cosas sola. En todo caso, eso lo tendría que decir yo, que soy menor que ella. Pero considero que tengo el suficiente orgullo como para que nadie quiera pisarme la cabeza, siquiera lo intente.
>>El mundo del arte es terrible, hay mucha competencia, y si quiere superar los obstáculos y triunfar, tendrá que curtirse de una buena vez y dejar de preocuparse por si un idiota se burla de ella (Como lo que pasó en el conservatorio de Francia). “Caer está permitido”, pero ¡Debes levantarte!
>>Ella se piensa que ella sola sufrió… yo cuando empecé a retratar me odiaban a muerte, incluso llegaron a amenazarme para que dejara de pintar. Que tontería. No les hice caso. Quería mi dinero y se me dio la oportunidad de vivir de eso, maldita sea. Y no estuve llorando por los rincones.

Hizo una pausa larga.

-Iré solo para demostrar quién manda ahí. Seguro Eli aprende algo, le va a llegar mi fama hasta sus oídos.


Los muchachos continuaron riéndose. Tenían instrumentos, tenían la pinta de hijos bastardos de nobles, pero se los veía felices. Tomaban nota de la apariencia de esa mujer de labios naturalmente rojos: componían una canción.
El truco era reunir datos de sus “víctimas”, para luego improvisar una melodía, cantándole a las damas acompañadas por sus novios para sorprenderlas, y después decir que la pareja de estas los había mandado a ellos a que le dieran una especie de serenata, y sí o sí ellos deberían pagarles.
Como a las féminas les encantaba, al varón no le quedaba otra que remunerar sus servicios para que las chicas no quedaran decepcionadas ante semejante acto para enamorarlas aun más.

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-Me recuerdas mucho a mi madre- Comentó embobada. Su madre era muy femenina, pero cuando debía ponerse los pantalones, literalmente, lo hacía. Sino ni se molestaba en cabalgar con el vestido de lado, lo hacía con una elegancia única, así tal cual como una princesa… Sonrió al recordar esas imágenes tan tiernas y aceptó la ayuda.

-Bastante fácil... aunque luego voy a terminar con las uñas llenas de arcilla.

Para Alexander era bastante sencillo el moldear la arcilla, aunque siempre prefería el cincel y el martillo, pues no era tan sucio y el resultado era mas perdurable.

Espero a que el hombre se fuera para empezar a trabajar.

-Recuerdas la vez que le hiciste un pene de arcilla a Isabel? -Rio cuando se le vino a la mente aquello. -Creo que al final si lo guardo, aunque si que se molesto cuando lo vio.

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-La familia es importante... esta bien que quieras hacer tus cosas por ti misma, pero tarde o temprano acabas extrañándola.

Se estaba incomodando de ver a esos tipos riéndose a cada rato, como no decidieran acercarse a molestar, pues se iban a llevar una sorpresa.

-Oye, quería hablarte de lo de anoche, lo que paso en la calle con Elizabeth...

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-Tu madre?, sabes quería preguntarte sobre ello... tienes un francés muy marcado, muy diferente al del resto de gente en Yellow, tu debes venir de Francia, me equivoco?.

El caballo comenzó a andar, apenas trotando un poco.

-Te dije que estaba gordito... no le gusta correr mucho.

-¿Me estás diciendo en serio?- Largó una risa, comenzando a trabajar- Pues sí que lo recuerdo… Me amenazó con tirármelo por la cabeza. Así que ese fue su destino- Quedó pensativo- Nunca supe qué hacer para llamar la atención de ella. Es la mujer más complicada. Pero de niña era diferente… muy distinta a lo que es hoy.

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-¿Sí? Pues yo no quiero hablar de eso. Es una pérdida de tiempo.


Los jóvenes se acercaron y comenzaron con los primeros acordes. Si ese tipo los golpeaba, no les extrañaría, no sería la primera vez. Pero el pago estaba asegurado.
Le cantaron alabando todas sus cualidades: Sus ojos, sus labios, cabello, cuello y hasta las pestañas. Isabel quedó maravillada con eso, con lo que le gustaba que la adularan.

-¿Tú mandaste esto para mí? ¡Yo no tenía idea!- Exclamó feliz. Amaba las sorpresas. Aplaudió cuando terminaron, y al final le terminaron dando una rosa perfumada.


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-Oh, no hay problema, es bonito así de gordito… Y sí, vengo del sur de Francia. El acento del sur es un poco distinto al de Paris, pero todos dicen que es especial- Ahora no sabía si era un insulto o no.

-Si... pero a las pocas semanas la tía Amaya la encontró y se deshizo de ella.

No pudo evitar reirse, el obelisco que estaba haciendo le recordaba demasiado a ese pene de arcilla que habia hecho.

-Ella se molesto mucho, salio corriendo y se escondio en la gabeta de vinos que habia en el sotano... yo quise hablar con ella pero cuando me acerque escuche ruidos extraños, parecia que se estaba tocando mientras se embriagaba, mejor no le dije nada... igual ya sabes que no le agrado.

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-Pues si que es una gran sorpresa... por que lo hicieron por su propia voluntad, yo no los contraté.

Sabia que algo tramaban, pero no les iba a seguir el juego.

-De seguro es por que no ven jóvenes tan bellas como tu todo el tiempo, y pensaron que ameritaba una canción.

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-Hablas muy bonito, es casi como si siempre cantaras poesía. -Le sonrió.

Cabalgo por la calle hasta llegar a la casa de ella, se bajo ella primero pues no le costaba nada bajar de un salto, ademas de que su caballo era un poco asustadizo y podía tirarla si no lo sostenían.

Le ayudo a bajar y la acompaño hasta la puerta, se despidio con un beso en cada mejilla y una sonrisa como un radiante amanecer.

-Espero verte mañana, ojala te sientas mejor.

-A ella dudo que le agrade alguien en verdad…

Pensó en eso.
De niña era una niña tímida y dulce, con un carácter afable que se sonrojaba por cualquier cosa, y jugaba con sus dedos cada vez que le decían algo potencialmente lindo. Dejaba que la peinaran y le tomaran la mano.

-Mi primer beso fue con Isabel a los siete años- Le confesó. Ese era el origen de todo- Ella tenía seis o cinco en ese momento. Me dijo que le daba tanta vergüenza que la miraran los chicos, que pensó que nunca iba a recibir su beso soñado. Entonces se lo di yo para que no se sintiera tan mal. Ella solo fue capaz de sonreír, pero salió corriendo antes que le pudiera decir algo, tapándose los ojos con las manos.


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Vaya que sabía como destrozarle las ilusiones.

-Pues sí, el día que espere algo así de ti lloverá leche del cielo- Frunció el ceño y se paró para irse, ofendida.


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-Mañana me tendrás ahí. Gracias por traerme… por cierto, puedes venir cuando quieras, tengo primos y una hermana, tal vez ellos te agraden y quieran conocerte. Haré un pastel y té- Sonrió.

-Nunca me lo habías contado... así que eso fue lo que empezó todo.

Alexander ahora comprendía un poco mejor a su hermano, aunque eso no justificaba su conducta actual en lo mas mínimo.

-Pero Isabel ya no es esa niña, no es para nada como lo era antes...

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-Seria capaz de eso y mas si tan solo me dieras la oportunidad y el tiempo para hacerlo.

No entendía como es que decía algo así, siendo que apenas habían tenido tiempo para compartir y no se imaginaba todo lo que planeaba para ella.

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-Entonces te veo mañana acacia. Le dijo sonriente y se fue montada en su caballo.

―En el fondo lo es. Solo que ustedes no son capaces de ver eso, a excepción de Elizabeth, aunque a veces ella también lo duda.

Y algo de razón tenía. Isabel en el fondo era una niña dulce que le gustaba ser consentida al mismo tiempo. Una mezcla explosiva pero que él consideraba encantadora.

―Y yo ayer también lo dudé… me siento culpable y horrible por haber disfrutado como Elizabeth abofeteaba a su hermana. Le iré a pedir perdón en cuanto pueda, con un buen regalo.

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Planeaba hacerle una escena en ese momento, pero la verdad es muchas ganas no tenía.
En verdad hubiese querido que le mandara esa serenata. Pero comprendió enseguida lo que esos jóvenes querían hacer, pues lo había visto en el pueblo del lugar en donde vivía, allá en Francia. Era exactamente la misma situación.

―Entonces muéstramelo― Empezó a caminar en dirección hacia la salida, pero le hizo un gesto disimulado con la mano para que la siguiera de inmediato. Así se sacarían de encima a esos pillines.

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Elizabeth se quedó sonriente mientras saludaba. Entró a la casa.

―Ya llegué― Esperó a que Isabel le respondiera, pero eso no sucedió― ¿Sabes? Lamento haberte golpeado ayer, no debí hacerlo. Quiero pedirte perdón por eso, sé que me estás escuchando y no respondes― Subía la escalera mientras hablaba, hasta entrar en la habitación y encontrarse con ese retrato a medio hacer: Un hombre desnudo con el pene erecto. Miró el boceto que estaba pegado en la madera del atril… a Maximilian. Quería pensar que solo era una obra de arte, algo nada sexual. Pero solo fue capaz de imaginarse las mil y un maneras en las que esos dos habían hecho el amor― Retiro lo dicho― Fueron las palabras de Elizabeth al notar que Isabel no se encontraba presente.

Decidió que lo mejor era dedicarse a hacer la comida y la limpieza de la casa.
Quería descargar energías negativas.

-Con lo que paso la otra noche...-

Se había olvidado de hablarle a su hermano de la horrible experiencia que vivieron la otra vez, aunque quizás era lo mejor.

-En fin, lo mejor es mantenernos todos unidos... ahora estamos solos y tenemos que cuidarnos entre nosotros.

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Se puso de pie y fue detrás de ella.

-Esta tarde, en el lago. -Respondió una vez que la alcanzo. -Después de comer te llevare a tu casa e iré a preparar todo.

―Sí, tienes razón, pero eso no sacará las ideas que tengo en mi cabeza― Continuó moldeando esa cosa que ya le empezaba a parecer aburrida.
Se le ocurrió hacer algo distinto, pero no quería ser desconsiderado. Esa charla le había sacado las ganas de cometer locuras.

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― ¡Tonto!― Le tomó la mano y comenzó a correr de repente, alejándolo a toda velocidad de ese lugar― Esos bobos querían sacarte dinero, pero ahora yo te salvé― Sonrió y dejó de fingir una vez que estuvieron lo suficientemente lejos. Su estado era de una gran agitación. Se corrió el cabello― Yo sé qué harías lo que fuera por mí― Ensanchó su sonrisa, una sincera. Se ponía adorable así.

-Quizás en el fondo, pero la Isabel que nosotros vemos todos los días también es ella, no es que este actuando o algo así... es como si fueran dos a la vez, dos caras de la misma moneda.

>> Ya sabes lo que la gente del pueblo decía de ella, todo lo que decían que hacia... no creo que fueran todo invenciones, algo de cierto habría en todo eso, así que no te engañes pensando que en el fondo es esa misma niña o que algún día lo volverá a ser, ella es así ahora y no va a cambiar.

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-Podrías solo haberte enojado con ellos diciendo que no te gusto la canción...

No pensó en darle mas importancia a eso y simplemente siguió caminando, la abrazo de la cintura y se alejaron del lugar buscando otro sitio donde comer.

-Me abría dado igual pagarles, pero pensé que seguramente tenían otras intenciones... puede incluso que no se rindan e intenten otra cosa.

―Aun es joven… ¿Por qué piensas que no va a cambiar? Puede corregirse, solo hay que ayudarla a hacerlo― Chasqueó la lengua con cierta molestia― Ya sé que suena incluso hasta contradictorio e hipócrita de mi parte, pero es lo que pienso y siento. ¡Te lo demostraré! Sacaré a relucir ese lado de la moneda al que menos le prestas atención, pero es el más bonito…

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―No me hagas quedar como tonta. Ahora estoy reconsiderando volver y hacer que les pagues― Rió un poco― Me alegra que otros aprecien lo que siempre destaco de mí. Así también te pones celoso.

Le gustaba jugar con fuego, aun si se quemara.

-Si estas pensando en lo que creo... hazte a un favor a ti mismo y olvídalo, ya deberías hacerte a la idea de que Isabel no es para ti, es tu prima y solo eso, ni nuestros padres ni los suyos lo permitirían jamas, ni Elizabeth ni yo tampoco.

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-Bueno, ellos te estaban mirando demasiado... quizás les pague con una buena golpista por ponerle los ojos encima a mi futura esposa.

La tomo de los hombros y la llevo detrás de una columna que había en la fachada de un edificio.

-No soporto ni soportare la idea de compartirte con alguien mas, seras mía y solo para mi.

―Me pregunto porque se empeñan tanto en querer obligarme a olvidarme de la persona de la que estoy más enamorado en esta Tierra. De la persona por la que me convertiría en “alguien” solo por ella. De esa persona por la que daría hasta mi vida, e incluso dejaría mi cobardía de lado con tal de ver una sonrisa en su cara. A ustedes no les debería afectarles, al contrario: ¡Alegrarles! ¡Pero no! ¡No son capaces de valorar lo sincero de mis intenciones y sentimientos! Creen que pierdo el tiempo y arruinaré mi vida… Pero estoy tratando de hacer las cosas diferentes, todo lo contrario a lo que esperan de mí― Cerró los ojos y largó un suspiro― Y te lo demostraré. A ti, a nuestra familia e incluso a Isabel.

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Le agradaba que fuera así de posesivo con ella. Le parecía lo más masculino del mundo.

―Oh, amor. No tienes por qué preocuparte por eso. Tú ya debes ir sabiendo que mi corazón― Le tomó la mano e hizo que la pusiera encima de su seno― es solo tuyo. Y que no reniego de esa idea.
>>Ahora que te he encontrado ¿Cómo podría llegar a ser tan idiota de soltarte y dejarte ir?

Lo decía todo con un tono juguetón.

―Mis labios también… y mi trasero.

No parecía que hablara muy en serio, pero en realidad sí lo hacía.

-No puedo hacer mas que advertirte que ese camino solo te levara a tu propio sufrmiento.

Dio un pesado suspiro y siguio con la arcilla, ya casi habia terminado.

-Pero tus decisiones son solo tuyas... para bien o para mal no me metere en ellas, aunque no puedes hacer que deje de preocuparme y te lo diga.

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-Y es fantastico... pero pronto no sera suficiente.

Con la mano que le quedaba libre le estrujaba el trasero mientras saboreaba su boca con pasion. El recuerdo de esos carnosos labios dandole un felacion le habia provocado una ereccion, pero no le importaba.

-Pronto voy a necesitar ir mas alla y tomar tu presiado tesoro.

La verdad era que muchas veces su propia familia lo hacía sentir muy inseguro y hasta poco reconfortado. No solo por el hecho de que nunca se terminara saliendo con la suya por completo, sino también cuando iba en serio con algo… lo desanimaban a más no poder y por eso no quería hacer nada; no le veía la utilidad, como si nada de lo que hiciera valiera la pena.

Pero ahora eso cambiaría.

Después de un tiempo, acabó lo que estaba haciendo.

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― ¿Y luego qué?

Preguntó desafiante. Después de que se casaran y le quitara su preciada virginidad, se preguntaba cuál sería la próxima aventura en su vida; qué cosas le haría mover el bote otra vez.
Un hijo nunca estuvo en sus planes, podría reconsiderarlo. Nunca había pensado en serio en darle una familia a un sujeto. Sí en enamorarse de verdad y amar a un hombre, pero jamás una cosa así que conllevara tanta responsabilidad o más que un matrimonio.

Luego de que el obelisco estubiera terminado se dio cuenta de que eso no era suficiente, cualquier escultor medocre podia hacer un obelisco como ese, pero para Alexander no era suficiente, las caras de la estructura estaban completamente planas, quizas podia agregarle detalles para aparentar una contruccion de ladrillos, pero descarto la idea por ser tan poco creativa, pero luego penso en hacerlo parecer que era una pequeña estructura hecha de piedras apiladas y cortadas con disco para encajar, como las antiguas construcciones egipcias.

Termino haciendo los surcos con las uñas de sus dedos, haciendo al plano obelisco una recreacion de las estructuras de los templos de egipto. Ahora solo debia esperar al instructor.

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-Recorreremos el mundo de punta a punta... ya te lo habia dicho.

Empezo a repegarsele y a acariciarla con ambas manos mientras le besaba el cuello.

-No me interesa quedarme encerrado en mi palacio otra temporada, quiero ir a donde nadie me conozca, a probar los placeres que este mundo puede ofrecer, incluso los mas ocultos y dificiles de conseguir... y tu vendras conmigo.

Cuando el instructor volvió a cruzar por esa puerta, se llevó la sorpresa con la primera ojeada que le dio al trabajo de Alexander. No pensó que iba a hacer una cosa así, pillarlo desprevenido y captar enteramente su atención por algo que no le había dicho que hiciera… podría haberlo tomado a mal, pero no: Por fortuna era de mente muy abierta.

Se acercó hacia la mesa donde el obelisco estaba hecho. Sonrió un poco, sin decir nada, pero demostrando lo que estaba pensando.
Al ir hacia a Ed, parpadeó también.

― ¿Y eso…?― Preguntó al ver ese “obelisco” que parecía más un homenaje y monumento al falo que otra cosa.

―Mi versión de los hechos― Contestó, aburrido.

Si bien su trabajo no era perfecto y se notaba la marca de los dedos, su idea de romper el molde a su modo también le resultó interesante.

Esos dos jovencitos serían las nuevas sensaciones, al parecer.

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No tardó en comenzar a gemir en voz alta.

―Amor, respóndeme algo… ¿Te gustaría un hijo mío?

Tenía que sacarse sí o sí esa duda.

-Entonces... ¿qué es lo que sigue? -Preguntó Alexander luego de que viera los dos "obeliscos". -¿Esto era una prueba de creatividad o de habilidad?

No le importaba demasiado el veredicto, la arcilla no estaba entre sus métodos preferidos, la piedra era su fuerte y si su trabajo no lo había convencido si que lo haría cuando tuviera un cincel y un martillo en las manos.

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-No... no tenia planeado tener hijos tan pronto, aunque tampoco es que me moleste la idea de tenerlos algún día.

Dejo de estimularla por un momento, y la miro a los ojos.

-Si lo que te preocupa es que por dar rienda suelta a nuestras pasiones quedaras embarazada no cambiarían demasiado las cosas... aunque si que se tendrían que posponer nuestros viajes, pero yo se que tarde o temprano habrán bebes en nuestras vidas, pero de eso no quiero preocuparme en un futuro proximo.

―Era de habilidad. Pero a ustedes la creatividad no les falta.
>>Pero bueno, están aprobados.

El hombre les sonrió de oreja a oreja.

―Por creatividad ambos podrían estar al mismo nivel. Pero en habilidad la cosa es distinta. Vamos a ver como equilibrar ambas cosas… Otra prueba sería lo esencial, pero llevaría más tiempo y hasta puedan llegarlo a perderlo. Por esa razón, los pondremos en nivel intermedio para ver por cuál opción decantan después de desplegar su potencial.

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―En realidad no me preocupa en lo absoluto― Se sinceró con cierto rubor en sus mejillas― Solo quería saber tu respuesta. Si querías en verdad terminar consumando lo nuestro hasta ese punto.

-Quiere decir a los dos... con el mismo profesor en el mismo salón? -Pregunto Alexander como si se tratara de una pregunta para corroborar, la verdad era que no quería terminar en el mismo salón y que su hermano lo hiciera pasar vergüenzas otra vez.

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-¿Por que te pediría matrimonio de no ser así? -Fue su respuesta, le tomo la mano y la sujeto del dedo anular, donde llevaba puesto el anillo. -Ese anillo es muy especial, de no ir enserio te habría dado cualquier otro de alguna joyería... pero tienes ese.

―Los dos en el mismo salón.

― ¿No puede ir uno a la mañana y otro a la tarde?― Preguntó Ed, interrumpiendo de repente al instructor. Tampoco quería estar con su hermano, sabía que lo veía como una especie de desgracia.

Parpadeó.

―Eso no se había contemplado… pero podría ser. Tienen que hablarlo con el director.

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―No sé por qué es tan especial para ti además de las razones por las cual me dijiste… Y no dudo de que sea así.

Apoyó la cabeza en su pecho.

―Solo es que nunca había pensado en algunas cosas, hasta que llegaste a mi vida. Y todo es nuevo, o distinto.

-Bueno, supongo que estaría bien... si es que no hay problemas con los instructores y eso.

Simplemente volteo a otro lado, no insistiría aunque eso era exactamente lo que quería.

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-Pero no necesariamente es malo... cuando nos cansemos de viajar nos iremos a vivir a Amatista, en nuestra propia casa solo para los dos, ya habrá tiempo para los bebes. -Dijo poniendo las manos alrededor de su cabeza. -Para eso y para mucho mas.